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ESOTERISMO EN EL SIGLO
XXI
Ismael Berroeta
Santiago de Chile
Noviembre de 2005
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1. Introducción.
Los que nos precedieron vivieron también esa situación innumerables veces. Tanto los
hermetistas de los primeros años de la era común como los alquimistas del siglo XV o los
francmasones de los siglos XVIII y XIX pasaron por la experiencia de preguntarse cuáles
eran sus desafíos para enfrentar el futuro o si debían mirar la realidad con los mismos ojos o
modificar sus puntos de vista.
No somos los únicos – pretendidamente esotéricos – que pudieron preguntarse alguna vez si el
cambio de un conteo del tiempo (en el paso de un siglo otro en el calendario) o si el cierre de
un ciclo social y el comienzo de otro (una revolución) modificaban de alguna manera los
métodos de trabajo (la obra alquímica) o los principios filosóficos a los cuales se adhiere (el
esoterismo como vía iniciática).
En la zona mediterránea de la Alejandría de los siglos II y III dominaba Roma como imperio,
las relaciones económico-sociales se caracterizaban fundamentalmente porque se basaban en
un modelo de tipo esclavista. Las escuelas esotéricas de la época no tenían ninguna razón para
sospechar que pudiesen existir otras formas de apropiación del trabajo diferentes de las
preponderantes en ese momento ni otras formas políticas distintas de la dominación
monárquica e imperial. Más aún, la democracia era un sistema político en retirada y había siglos
de distancia con la república romana y la democracia griega. El paso de un siglo a otro ¿podía
haber sido motivo para dudar de la filosofía y de los métodos usados para el crecimiento
interior o para haber asignado funciones políticas y sociales a la logia o secta o escuela?.
Lo mismo cabría plantearse para un miembro del compagnonage del siglo XV en Francia o en
Alemania o cualquier otra parte de Europa. Se conocía en esos años un sistema dominante: el
modelo feudal como expresión política y de dominio económico cuyo complemento – como
burguesía larvada – era el sistema de gremios de artesanos y productores urbanos. ¿Podrían
haberse imaginado que todas esas relaciones serían sustituidas por el sistema capitalista y por
una manera diferente de apropiarse del trabajo?. El hecho de pasar del siglo XV al siglo XVI
¿marcaba el fin de la historia?, ¿implicaba revisar si los métodos y visiones del esoterismo
debían guardarse como un trasto inútil?.
de las fuerzas productivas del capitalismo en plena expansión mundial tomarse como la última
expresión de la organización de la sociedad humana?. Ese progreso material ¿debía aceptarse
como la solución definitiva de los problemas o de la satisfacción de las necesidades humanas?.
Pensemos que aún faltaban unos 30 años para que tuviera lugar la Revolución Rusa y, aunque el
tema del protagonismo social y político del proletariado estaba vigente y se discutía tanto en
lo académico como en lo público sobre nuevas formas de organización social, nadie siquiera se
imaginaba que pudiese darse en forma tan abrupta un sistema de dictadura de partido único
con pretensiones de dictadura popular, derribando a los antiguos señores del capital privado y
la nobleza. Esa época a que nos referimos, es especialmente notable en el desarrollo del
esoterismo europeo, destacándose no sólo la francmasonería sino también las escuelas
cabalísticas y teúrgicas francesa e inglesa, cuyos miembros destacados fundaron órdenes o
grupos que trabajaron en paralelo con la masonería. Aunque les correspondió vivir una época
vertiginosa y convulsionada, no se les pasó siquiera un momento por la mente renunciar al
carácter esotérico de las instituciones de las cuales formaban parte. Muy al contrario,
pensaban que podían alcanzar tal desarrollo de sus capacidades que podían influir
decisivamente en la sociedad y cultura de su época.
Hoy, como antaño, se pretende hacer un diagnóstico y un balance que indique si los desafíos
para la francmasonería o para otras escuelas esotéricas son los mismos o si se presentan otros
diferentes, acordes a la realidad económica, social, política y cultural contemporánea y a la
proyección de ésta que sería posible advertir hacia el siglo que comienza (siglo XXI).
El sistema dominante.
La discusión pública y el análisis del sistema imperante – por lo menos en Chile – se han
rebajado a límites que causan vergüenza ajena y la aplicación del autodenominado modelo
neoliberal esconde la defensa de las desigualdades y de la apropiación privada de la plusvalía
por mega empresas, sistema que debería ser aceptado por la ciudadanía – léase consumidores -
casi a título de fe religiosa. El sistema económico es expropiador y concentrador y las naciones
débiles son obligadas a renunciar a la propiedad pública de recursos estratégicos y de
empresas de servicio público que administraban los Estados a nombre de la colectividad
nacional.
Tal es el poder y la fuerza política e ideológica del modelo neoliberal transnacional que hasta
los que se consideran más progresistas ven como imposible generar un modelo o sistema
alternativo que pueda garantizar el progreso, pero que sea más horizontal y más justo. Hasta
la cultura ha llegado a entenderse como un producto sometido al mercado global y destinado a
ser manipulado por lo grandes consorcios que lucran con la creatividad e inspiración de los
autores, artistas, intelectuales e inventores.
Sin embargo, al detenerse un instante a verificar qué es lo que se ha dejado de lado en esas
visiones absolutistas, se pueden destacar algunos elementos que revelan las posibilidades de un
enfoque diferente:
• el agotamiento físico o energético del sistema, situación que se impone por doquier;
• la diversidad que aún existe en grandes sectores y localidades del planeta;
• el carácter dual de la sociedad humana;
• las fuerzas y contradicciones internas de los sistemas.
Aunque generalmente visiones interesadas o parciales dan como supuesto que todos en el
planeta vivimos en un sistema similar compartido, parece que se olvida que hay grandes masas
humanas en América Latina, África y Asia que viven, producen, comercian y se reproducen de
manera diversa, variada y con soluciones tecnológicas menos avanzadas pero apropiadas a su
sobrevivencia. Probablemente o casi seguro, han progresado menos e incluso viven
materialmente peor, pero son más igualitarias y más sanas espiritualmente.
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La sociedad humana – como parte y producto de la naturaleza - mantiene este carácter dual.
Somos naturaleza y somos cultura. Y es más evidente que nunca que hoy somos más cultura
que naturaleza, especialmente en las formaciones sociales que se encuentran bajo un mayor
predominio del capitalismo. Visto de otra forma, la sociedad global parece condenada a ser
cultural o de marcado dominio de la invención humana. Entonces, si el ser humano cada vez más
se aleja de las soluciones que lo vinculan a la naturaleza y al cosmos, quiere decir que no tiene
alternativa sino seguir creando nuevas soluciones para sus necesidades y desafíos. Además,
tampoco hay que olvidar dos aspectos que están vinculados a la cultura y su producción. El
primero es que la cultura no se transmite por vía genética sino por vía social y, normalmente,
es un proceso inconsciente el de adquirir y compartir una cultura. Se nace, por decirlo así,
inculto y, complementariamente, se muere culto.
Un alquimista diría que la cultura es como el Mercurio. Nos rodea, nos influye, nos hipnotiza. Y
la creación cultural es como el Azufre. Sofocado, asfixiado, estimulado, surge con fuerza
desde el interior del individuo o del grupo social para verterse en el entorno y expresar el
deseo de libertad y de conocimiento de sí mismo que hay en cada uno. Precisamente cuando el
entorno político y social ha sido el más adverso – bajo una tiranía por ejemplo – es cuando la
creación cultural ha servido para romper la asfixia impuesta por las fuerzas oscuras, sea por la
vía del teatro, la música, el periodismo, el libro, etc.
Ahora bien, el tema de la cultura está en relación, a su vez, con la dialéctica interna de los
sistemas. Lo interesante es que todo sistema dominante, generalmente, no termina por
destruirse por intervención externa o fuerza superior. Lo que corriente es que, sobrevenido el
envejecimiento, sean sus contradicciones internas las que lo debiliten y lo transformen en un
vejestorio inviable históricamente. En consecuencia, lo que hoy se considera inexpugnable e
irreemplazable, será, tarde o temprano, corroído desde su interior y sustituido por otro
modelo o sistema, producto espontáneo de la cultura humana.
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Un ejercicio de motivación.
Cuando ingresa por primera vez a una logia de francmasones, al profano se le invita a
despojarse de todos los objetos metálicos que lleva consigo: dinero, alhajas, armas, etc. Algo
más o menos así es lo que señala Oswald Wirth en el “Libro del Aprendiz” y, enseguida, realiza
una interpretación de lo que simboliza el acto de dejar a un lado esos objetos. Los metales
representarían la seducción de las falsas nociones, de los prejuicios, del orgullo de saberlo
todo. Habría, además, una actitud de sabiduría o noción ética, ligada al desprecio por la
posesión de bienes materiales que vayan más allá de lo estrictamente necesario. Y, finalmente,
agrega la necesidad de una disposición espiritual que favorecería el acceso al conocimiento: un
estado natural de búsqueda desinteresada de la verdad. Cabría preguntarse: ¿es suficiente
esta interpretación?. Si existe en nosotros identificación con el espíritu de Hermes y
aceptamos el desafío que corresponde a esa disposición espiritual, pareciera que no, que es
insuficiente. Intentemos atenernos a los conceptos que el mismo Wirth presenta en su obra
“Teoría y Símbolos de la Filosofía Hermética”. Si tomamos la noción alquímica de “metales” y la
aplicamos hasta las últimas consecuencias, el resultado será diferente y otra capa de ideas y
conceptos aparecerá por debajo de la primera interpretación del “despojarse de los metales”.
Veamos.
Si me desprendo del Plomo, habría dejado de sentir mi masa biológica o cuerpo tridimensional.
Si me desprendo de la Plata, dejaría de palpitar junto con el alma, es decir, mi Uno Mismo, mi
inconsciente.
Si me alejo del Cobre, me separaría de mi Alma Corporal, es decir, renuncio o dejo de ser
interferido por mis emociones.
conexión con el Universo en un ámbito virtual. Expresando este estado en un lenguaje más
accesible a nuestras nociones más próximas, sería como avanzar hacia la iluminación (ser o
sentirse luz) por la vía de la meditación. Intentemos expresarlo una vez más con palabras
diferentes: sería la aproximación a la esencia mediante el desapego de lo cotidiano, del
intelecto, de las sensaciones, de las emociones.
Pero, ¿a qué apunta este discurso?. ¿Es una palabrería vana?. ¿Es otro espejismo o jugarreta
de nuestra psiquis en complicidad con elementos de una cultura barata?. Nada de esto. Es tan
sólo un ejercicio de motivación o de preámbulo para preguntar (y por tanto para poder
responder): ¿qué son los francmasones (u otra escuela esotérica vigente)?, ¿en qué creen?,
¿de cuál tradición han surgido?, ¿hacia cuáles tareas o hacia qué futuro se proyectan?.
Si nos atenemos a las primeras líneas de la primera obra citada de Wirth, la misión estaría
vinculada a una actividad intelectiva cuya finalidad sería perfeccionar a través de la libertad.
Se trataría de cortar las cadenas del sueño y de los dogmas, recordándose a sí mismo en busca
del Maestro Interno. Esta tarea la designa con el nombre de Arte Real.
1º Sería una entidad esotérica, integrada por hombres libres que voluntariamente se reúnen
para trabajar la materia filosófica.
3º Habría surgido de una tradición universal cuya base constructiva es la vía iniciática del
conocimiento, mediante la comprensión del lenguaje cifrado de los símbolos, en ciclos sucesivos
de perfeccionamiento espiritual, conducidos en forma recurrente por los hermanos maestros.
Razón y acción.
Una actividad intelectual, puede consistir en reflexionar y discutir en el plano de las ideas las
tareas y actividades que le corresponden a un individuo o a una institución. Y otra actividad,
muy diferente, es la puesta en práctica de esas tareas y actividades en el medio interior o
psíquico, así como en el medio social e histórico concretos que le corresponden a ese individuo
y a su institución. En síntesis, una cosa es razonar sobre algo y otra es actuar o transformar
ese algo en realidad. Expresado de una manera diferente, una actividad es especular, o sea,
pensar o raciocinar sobre temas filosóficos, éticos o esotéricos. Otra actividad distinta es
operar, es decir, producir un efecto en la persona y en el grupo y transformarse en un
filósofo, un hombre íntegro o un esoterista o alquimista.
El movimiento esotérico cobró un auge muy importante en el siglo XIX. En Europa y América,
tanto la masonería como las tendencias ocultistas y teúrgicas vieron ampliado el número de sus
seguidores. Diversos francmasones destacados, tanto en Francia como en Inglaterra,
establecieron sociedades, hermandades u órdenes con fines ocultistas, espiritistas o
parapsicológicos. Sean cuales fueren los medios y los hombres, había tres características
comunes: ensayar la vía iniciática, buscar el desarrollo de potencialidades dormidas en el ser
humano y dominar prácticas espirituales conducentes a ese desarrollo en grupos elitistas
apartados de la masa común.
Entre el último cuarto del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX aparecieron diversos
grupos con pretensiones esotéricas, entre los cuales es posible mencionar al movimiento
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Como se puede observar, las opiniones que se vierten en este documento tanto de diagnóstico
como sobre proyecciones futuras, son de tipo conceptual y cualitativo, ante la falta de
estudios que se basen en datos duros y fidedignos, que pudiesen responder preguntas como las
siguientes: ¿cuántas escuelas y logias existen y cuántos son sus miembros?; ¿cuál es la
composición etárea, ocupacional y de género?; ¿cuál es la tendencia de crecimiento o
decrecimiento de la masa de francmasones y esotéricos, cuál es su distribución espacial?;
¿cuáles son los ritmos de movilidad y de cantidad que se ha experimentado en los últimos 20 o
30 años en un determinado territorio?; ¿cuál ha sido la capacidad de producción intelectual de
los francmasones y del esoterismo y cuáles han sido los temas dominantes y su difusión o
influencia en la sociedad contemporánea?.
Así como el filósofo puede adentrarse en el ser y la conciencia individual, tanto él como
quienes comparten su intención y su atención, no podrán sustraerse a develar el ser y la
conciencia del ser colectivo. La institución masónica o cualquier logia, escuela o taller, no
pueden escaparse a las leyes y principios que rigen a cualquier otra institución construida por
el ser humano. No es divina para escapar a un riguroso análisis de sus características y sus
potencialidades y limitaciones. Por tanto, no puede sustraerse a un ejercicio intelectual
aplicando un análisis de Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas, para poder sacar,
a partir de allí, una propuesta de desafíos que tenga un mínimo de coherencia.
• Espíritu de cuerpo estimulado por una tradición y un ritual probado durante siglos.
• Conservación de la vía iniciática de conocimiento y de métodos especulativos e intuitivos
de perfeccionamiento espiritual.
Los desafíos en los cuales podrían decantar esas fortalezas podrían ser:
Si se continúa considerando las debilidades, las hipótesis podrían ser las siguientes:
Los desafíos en los cuales podrían decantar esas fortalezas podrían ser:
Los desafíos en los cuales podrían decantar esas oportunidades podrían ser:
• Usar todos los sistemas de comunicación globalizados para conectar a los francmasones
de todo el orbe.
• Transformarse en una alternativa clara, abierta y alcanzable para aquellos defraudados
de las instituciones que renuncian a la vía iniciática.
Si el análisis continúa considerando las amenazas, se puede establecer las siguientes hipótesis:
Los desafíos en los cuales podrían decantar esas amenazas podrían ser:
En resumen, ¿habrá un objetivo que pudiese considerarse como el desafío esencial capaz de
sintetizar al conjunto de las propuestas particulares o específicas que se han formulado?,
¿cuál será el desafío fundamental de los francmasones y del esoterismo en el siglo XXI?. Se
propone el siguiente: Validar al esoterismo en el transcurso de este siglo. Validar es dar
fuerza a una cosa o a una idea o a un principio, que opere, que pueda trabajar o valerse por sí
mismo. Demostrar, de cara a la realidad histórica y social que su tarea principal está aún
vigente. Esta tarea consiste en desarrollar la voluntad individual de cada iniciado para
conquistar la plenitud del ser, la vida y el pensamiento y eso, eso tiene que hacerse
comprendiendo el ser, la vida y el pensamiento de la sociedad en la cual se está inmerso.