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Historias Mágicas

de la Selva Maya

LOS ALUXES VOLUMEN 1


Texto e ilustraciones
María Luisa Villarreal Sonora
Dedicado a mis hijas
C
ecilia es una niña como las otras niñas que van a su escuela. Le
gustan las muñecas y juega fútbol en su equipo escolar, es
popular con los chicos, aunque a decir verdad no sabe que
significa eso, y esta en esa peligrosa edad donde uno va convirtiéndose
en adulto y la magia diaria y el asombro van guardándose en algún
rincón polvoriento y oscuro dentro de nuestro corazón.

Mi Cecilia siempre ha creído en la magia, no en los trucos de los magos y


los circos, ella cree en la magia sutil dentro de las flores y que hace volar
a los insectos, entre la hojarasca de los senderos de las selvas y alrededor
de antiguas ciudades gloriosas, perdidas para siempre en los más
profundo de la selva, bajo las piedras y por encima de los árboles, ella
escucha los murmullos y las pláticas de las aves y los monos, se maravilla
con sus semillas creciendo en montoncitos de tierra apilados toscamente
dentro de tazones, latas oxidadas y frascos de vidrio que otrora
contenían mayonesa.

El viento ha besado sus cabellos, y sus ojos han contemplado extasiados


el rostro de antiguos señores que la miran desde su reino de piedra,
esculpidos y visibles apenas, entre las raíces y ramas de ceibas y
chechenes, subines y ramonales.

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Ella ha comido de los frutos que los aluxes y Juan del monte dejaban en
su camino, que frescos, dulces e intactos y en su pequeña sabiduría
tomaba sin miedo y engullía aviadamente, cuando desde muy
pequeña, recorría con su padre y conmigo las veredas cerradas al resto
de la humanidad, en nuestras diarias tareas como naturalistas, por las
selvas del sureste de México: La Gran Selva Maya.

M
alu es curiosa y testaruda por Naturaleza, mira debajo de piedras
y en los huecos y dentro de los árboles caídos; tiene esa
imperiosa necesidad de tocar, probar y preguntar acerca de
absolutamente todo. Verla en las milpas, trepando árboles centenenarios
y chapoteando en las aguadas 1 que se forman en escondidos rincones
de la selva, sin miedo y maravillada por la expectación de compartir el
sitio con peces, cocodrilos y otros bichos que deambulan por las orillas y
en la superficie del agua, es mágico.

Aún cuando estaba apenas aventurándose a dar sus primeros pasos,


tambaleándose y apoyada con manos y rodillas, como cachorrito de
jaguar, la mayor parte del tiempo, no tenía remilgos para cubrirse
completamente de lodo y hojarasca manos, cara y rodillas, mientras
realizaba sus primeras exploraciones hacia lo desconocido, en los
caminos de sas cab (tierra blanca) que conducen a los trabajaderos de
algún amigo campesino o a finales de la época de lluvias o principios de

1
Lagunas temporales

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secas, por las brechas “enmontadas” que conducen a las zonas de selva
baja inundable siempre llenas de orquídeas y de mariposas.

Algunas noches, antes de dormir, suelo narrarles fantásticas historias de


aluxes y espíritus de las selvas, de princesas y antiguos reyes mayas,
historias de amor y de terror, cómicas o de suspenso, con la esperanza de
que un poco de esa magia se quede en mí.

Este libro es mi regalo a mis hijas Cecilia y María Luisa – “Cecy” y Malú” -,
para que nunca olviden la magia que hay a nuestro alrededor, porque
los adultos perdemos en el trajín eufórico del diario vivir, las
responsabilidades y la “madurez”, la capacidad de maravillarnos y
estremecernos con las estrellas y el resplandor azul intenso de la luna
llena, a través de la fría bruma nocturna, como en un paisaje de otro
mundo, mientras cientos de ojos multicolores nos miran desde lo
profundo de la selva, mientras cantan y platican, como en una ruidosa
fiesta de gorjeos, gruñidos y palabras místicas, susurradas en un idioma
más antiguo que los templos, las ciudades, los árboles y las piedras.

4
L
os cuentos incluidos en este libro son una mezcla de
tradición oral y fantasía, para hacer más sencilla y amena
la lectura de los niños y de los adultos, en un intento por
recuperar y mantener la energía y la magia oculta, y a la vez
presente, en cada rincón de la Selva Maya, en sus pueblos, sus
cenotes2, sus milpas y su gente.

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Cavernas subterráneas llenas de agua, algunas veces están bajo tierra y otras veces afloran a cielo
abierto.

5
E
stimado lector, en este libro encontrarás relatos e historias fantásticas
que he atesorado en mi memoria desde el primer día que llegue a
estas lejanas regiones de México, donde, en pleno siglo XX y XXI,
nunca imaginé que todo estuviera tan lleno de magia y de misticismo.

Este es un lugar donde la gente de los pueblos y ciudades cree que


existen criaturas míticas y fantasmales que deambulan de día y de noche
por las selvas, por los caminos antiguos y nuevos, junto a las lagunas e
incluso en los pueblos y ciudades. Se trata de una magia cotidiana,
arraigada muy dentro de la cultura de la gente que ha aprendido a
convivir con los seres que habitan esta región.

Don José Pool Ché (“Cabeza de árbol”) es un personaje imaginario que


conjunta a todos los sabios mayas que conocí, a los contadores de
cuentos y a los sabedores de los secretos que conserva celosamente la
Gran Selva Maya. Don José será el ancla y punto de partida de todas las
fantásticas narraciones de esta colección, porque en él integro la
sabiduría y fantasía de tantos anónimos que se cruzaron en mi travesía,
con sus historias fantásticas.

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L
as madrugadas en los pueblos de la Península de Yucatán huelen a
bruma, a hierba fresca, a humo de fogón atizado con trozas de
maderas preciosas de caoba y chicozapote, y a tortillas de maíz
hechas a mano.

Desde muy tempranito, antes de que salga el Sol, se levantan las mestizas
(y las mujeres de los weches – fuereños, no mayas) para preparar el
desayuno y el sapalito3 a su marido, padre o hijo. Con mucha prestancia
confeccionan un pequeño paquetes amarrado con trapos o bolsas de
plástico, donde colocan la comida que los hombres llevan a la milpa. Es
casi un arte confeccionar un sapalito, deben equilibrarse los potes4 de
fríjol colado y las tortillas, o cuando no hay mucha plata, la garrafa de
agua, la jícara, el chile habanero fresco y la masa para preparar el pozol
agrio.

La mujer coloca un gran pote de café negro bien cargado, medio


caliente y un poco de pan o de galletas de animalitos con el que el
marido comienza su rutina diaria. Rara vez el campesino desayuna
abundante y pesado, pues debe recorrer muchos kilómetros hasta la
milpa, ya sea a pie o en bicicleta y un estomago muy lleno da retortijones
y flojera de iniciar el trabajo de la milpa.

Los hombres, como figuras fantasmales por las calles de los poblados,
iluminadas apenas por faroles de luz amarillenta, salen de sus casas,
cuando el sol no ha salido, se persignan y se encomiendan a la virgen y a
los santos y de paso le piden a Juan del Monte que los ayude, los proteja
y los deje deambular por las veredas de la selva sin daño alguno.

Entre bruma, oscuridad y silencio, salen los hombres a sus milpas, mientras
miles de diminutos ojos de todos colores los observan desde la aún más
profunda oscuridad de los matorrales, las sabanas y las selvas a la orilla
del camino.

Don José Pool Che, es un viejecillo que ronda los ochenta años, fuerte
como un toro, de tórax amplio y limpio, como la mayoría de los mayas,
de brazos cortos y manos grandes, de grandes dedos, de nudillos
oscuros. Manos llenas de callos producto del trabajo diario de la milpa y
el solar. Sus piernas no parecieran haber caminado por tantas veredas y
caminos por casi un siglo, y son ágiles y elásticas brincando sobe troncos
y trepando la escarpa.

3
Se denomina así a un conjunto, paquete o atado de comestibles.
4
Recipientes con o sin tapa

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Creo que el mote de cabeza de árbol, que le hace honor a su apellido le
queda como anillo al dedo pues la parte superior de su cuerpo
realmente parece un árbol. Su cara de piel vetusta y arrugada, se sigue
en profundas arrugas desde el contorno de la frente hasta el cuello, si se
mira con detenimiento, pareciera como si estuviera hecha de corteza de
caoba, con las manchas y sombras que tiene el árbol, de tonos rojizos y
blanquecinos – producto de tantas horas bajo el sol -, y en la cara y el
cuello pequeñas verruguitas, que resaltan como las imperfecciones de
los viejos árboles de la selva.

Sus ojos son pequeños y oscuros, tan oscuros como el fondo de un


cenote, pero cuando uno se mira en ellos no tiene temor alguno, pues es
como verse reflejado y más aún diría que hasta puede verse las
imágenes de sus historias.

Pero lo más notable de Don José Cabeza de Árbol es su pelo. Como la


mayoría de los mayas, su pelo es liso y abundante, pero el suyo es de un
tono realmente extraño, entre cano, blancuzco cenizo y verdoso, como si
se levantase por la mañana, totalmente despeinado y erizado, como si
alguien le hubiese dado un gran susto, de hecho así parece que fue

– un día - me confesó mientras se acomodaba en su raída hamaca, en


el porche que da al solar de su vieja casita de palitos y techo de
guano, más vieja que él, y eso es mucho decir – quise pasarme de
listo con el Rey de los Venados (el Kanan Ceh), – y dio un hondo
suspiro.

Se restregó la cara con su pañuelo para secar las gotitas de sudor que
corrían de su frente hacia su cara, pues el calor de la tarde era fuerte, y
la suave brisa que soplaba entre los frutales de su patio no ayudaba
mucho; y continuó en tono solemne

– era yo muy joven y tonto, y me gustaba mucho cazar, salía casi todos
los días y siempre traía presa de regreso. Era yo muy buen cazador.
Algunas veces un jabalí, muchas veces un tepezcuintle y una que
otra vez me tocaba de suerte y cazaba un venado, grande y gordo.

Su sonrisa pareció enseriarse cuando continuó contándome, mientras


me miraba desde los profundo de sus ojos oscuros, meciéndose en su
hamaca, atrás, adelante, atrás, adelante.

– Un día, tendría yo unos dieciocho o diecinueve años, cacé un


venado y se lo traje a mi chichí, mi abuelita para que lo rejalara, es
decir par que lo limpiara y partiera en presas, pedazos más pequeños
de carne.

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Se recostó hasta el fondo de su hamaca y comenzó a mecerse más
despacito.

– Le pedí que me dejara las tripas y la panza, quería ver si me había


dejado el rey de los venados, la piedra de venado el tunich ceh, un
piedra mágica que esta dentro de la panza de algún venado, y que
es útil porque con ella tiene uno seguro cazar cada vez que uno
salga al monte, es como un permiso del guardián de los venados.

– Pero no es un permiso eterno, ¡No señor! - dijo - y resonó una sonora


carcajada desde el fondo de su hamaca – solo tiene uno permiso
hasta que este de humor el Kanan Ceh, luego comienzan a pasar
cosas raras, te lanzan piedritas o palitos en el monte, y debes tirar la
piedra tan lejos como te den las fuerzas.

– Pero cuando eso pasó – continuó – yo estaba muy enamorado de mi


habilidad y de la suerte que me traía esa piedrita y no quise soltarla.

– Mi abuelita me advirtió, una mañana mientras torteaba para


hacerme mi sapalito antes de irme a la milpa – no seas terco José, vas
a enojar al Kanan Ceh y algo muy malo te puede ocurrir-.

– Pero yo era muy terco, y muy arrebatado como son los jóvenes a esa
edad y recuerdo que le dije: - si el Kanan Ceh quiere la piedra, que
venga y que me la quite.

– De ahí en adelante todo fue muy mal, y luego más mal. Me perdía en
las brechas por las que transitaba desde niño, casi desde que aprendí
caminar, y que te juro conocía como la palma de mi mano. Me
lanzaban las piedrecillas y los palitos, pero como me hacía el
desentendido se transformaron en ramas y peñascos que caían de los
árboles sin aviso. Eso ocurrió durante casi quince días. A mí no me
asustan las piedras y los palos – pensé para adentro de mi cabeza – y
seguía trabajando en mi milpa.

– Lo peor es que una tarde comenzaron a chiflarme. Eso es muy malo,


generalmente el Kanan Ceh chifla como advertencia, cuando te
estas pasando de su territorio o cuando está muy molesto. Primero se
escuchaba de lejos, era como un silbido largo y fino.

– Yo me hice como el que no oye y seguí caminando por la brecha ya


de salida de mi milpa. Supongo que ya había encabritado al Kanan
Ceh. En ese momento pensé que ya no tenía caso tirar la dichosa
piedrita, lo que tenía que hacer era salir corriendo y me juré que en

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cuanto estuviera a la orilla del monte iba a tirar la dichosa piedrita tan
lejos como me dieran mis fuerzas.

– Eso estaba yo pensando cuando escuche el chiflido más cerca y más


fuerte, y un aire frío me subió entre las piernas, por mi espalda y hasta
mi cuello. ¡Patas pa que las quiero!, comencé a caminar más rápido
siguiendo la brecha que todos los días recorría hasta que me dí
cuenta que me había perdido. ¡Estuve perdido tres días!

– Bendito sea Dios, mi chichí se movió rapidito y organizaron partidas de


búsqueda, vecinos, familiares y los militares me buscaron por todo el
monte. Ya casi me daban por muerto, cuando me encontró una
partida de búsqueda, acurrucado debajo de un chicozapote, mi
pelo estaba de este color y nunca volvió a ser de su color natural.

Me prometió que un día me iba a contar lo que ocurrió esos tres días.
Nunca se lo contó a nadie, tenía miedo que lo juzgaran loco, la gente
continúa creyendo que su pelo encaneció en tres días porque tuvo
mucho miedo de morirse solo en el monte o porque alguna fiera lo
acorraló, pero como secreto a voces todo mundo comenta en voz baja
que el Kanan Ceh y Juan del Monte lo castigaron por querer pasarse de
listo.

Cada que podía me sentaba compartir un cafecito con galletas, con el


sonido de los grillos y de las ranas afuera de su humilde choza, y mientras
el barullo de la gente se extinguía y las luces del pueblo se iban
apagando, me narraba fabulosas historias de esos seres mágicos que
habitan la selva.

Yo las escuchaba atenta y debo reconocer que me daba un poco de


pánico regresar a mi casita de madera, sóla con mi lámpara de baterías
y las estrellas, por ahí de la 1 o 2 de la mañana, con sus narraciones tan
frescas en mi mente que juro que podía ver por el rabillo de mi ojo las
sombras y figuras fugaces de los Aluxes y Juan del Monte jugando a las
escondidas en la brecha de sascab por donde acababa de pasar,
llegaba a mi casa, me arropaba en mi hamaca y me cubría con la
sabana de pies a cabeza como un tamal, mi corazón latiendo tan fuerte
que lo sentía en el interior de mis oídos, con las historias aún revoloteando
en mi cabeza, hasta que me vencía el sueño.

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EL ALUX
L
a criatura mágica más fantástica de las antiguas leyendas mayas es
el Alux. El Alux es un ser travieso e inocente, como un niño pequeño,
pero hecho con bruma, viento, barro, maíz, turquesas, con agua y
fuego. Estos son criaturitas muy obedientes de los dioses, serviciales y
fieles hasta el fin de los tiempos.

El Alux es el protagonista preferido de los narradores de historias del


Mayab en las comunidades de la Península de Yucatán, por ser una
criatura tan versátil, juguetona e inteligente, pero que a la vez puede
causar un gran temor y respeto.

En las selvas de la Península de Yucatán en los pueblos y villorrios les


respetan y les temen. Escuche cientos de historias, que refieren su
carácter juguetón y hasta malcriado, algunas muy cómicas otras
estremecedoras y todas increíbles.

Esta criatura es más antigua que los hombres, más antigua que ninguna
civilización; estuvo allí desde siempre, desde el momento mismo de la
creación. Su historia se remonta hacia el principio de los tiempos,
habitando las selvas, milpas y las aguas cuando el Impero Maya nació,
floreció, aún después de que los Antiguos Señoríos Mayas
desaparecieron hace más de 500 años, y tal vez estará aquí cuando nos
hayamos ido nosotros.

El origen del Alux era un secreto bien guardado de los artesanos divinos,
de los creadores de todo lo que vemos.

En los hornos del Xibalba, cuando los artesanos moldeaban una figurilla
para hacer surgir un nuevo tipo de vida, y este tipo de vida era
aprobada por los dioses - los Creadores y Formadores - para vivir en este
mundo.

-necesitamos una criatura que guarde el camino y destino de cada una


de las formas de vida que creemos – dijeron los grandes señores del
Xibalba5.
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Los Mayas creían que todos los espíritus, buenos o malos y los dioses habitaban en algún lugar de las
profundidades de la Tierra, este lugar se llamó Xibalba.

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Entonces los artesanos divinos tomaron la masa de maíz que quedaba,
las migajas sobrantes y formaban una estatuilla más pequeña para hacer
a su Alux y darle una vida que iría enlazada por siempre como espíritu
guardián.

Algunas veces, cuando una planta o un animal era creado, se usaba


muy poca masa, como en el caso de abejas (Ko´olej kaab) y avispas
(Xuux), y la masa sobrante era muy poca, así que su guardián también
era muy chiquito. Los artesanos eran muy cuidadosos con los guardianes,
sabían que como estaban hechos del mismo material que aquellos que
protegían, esta esencia determinaba la personalidad y características de
cada uno, no sólo en apariencia externa, sino en sus sentimientos o su
sabiduría, y por consiguiente en su comportamiento.

Una vez hecha la estatuilla, los artesanos divinos mezclaban restos de


tierra, agua y esencia del ser recién creado, junto a los hornos divinos del
Xibalba, y soplaban en la cara de la estatuilla el aliento divino que da la
energía vital, mientras repetían en voz muy baja las palabras que daban
vida al guardián.

El Alux fue creado por los antiguos dioses mayas como un espíritu
protector, para cuidar todo aquello dentro de los límites de su creación.
De ahí que, al principio de los tiempos, podían encontrarse caminando
libremente por selvas, caminos, riberas, lagunas, desde el fondo de los
cenotes hasta lo alto de los árboles y volando por el cielo.

En toda la creación se hicieron miles y miles de Aluxes, ¡ imagínate uno


por cada tipo de ser viviente!. Y aún así no hay dos Aluxes iguales.

El proceso de su elaboración fue utilizado después por los Jmeen6, los


sabios hechiceros mayas. Los jmeenob aprendieron a crear Aluxes
cuando el Máak sen ya´ab ba´alo´ob u yojel (el más sabio) bajó al
Xibalba y robó el secreto a los artesanos divinos. Pero los hombres no
sabían que los Aluxes tienen voluntad propia y son difíciles de controlar.

Su deber como protectores incluía ahuyentar a seres indeseables y velar


incansablemente por sus protegidos. La recompensa de los dioses para
estos leales y valientes guardianes era compartir las riquezas generadas
en la creación: el polen y miel de las abejas, el agua fresca y los
pescados gordos de sus lagunas. Podría decirse que los Aluxes
trabajaban por comida, hogar y respeto.

6
Hechicero maya

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Estas criaturitas vienen en muchas formas y tamaños: los hay pequeñitos
como abejas o enormes como un tapir (Danto). Claro que esa no es una
buena referencia para criaturas que pueden cambiar de forma a
voluntad, incrementando su tamaño hasta volverse árboles o haciéndose
chiquitos como un caracol, que se transforman en neblina, agua, viento
o lluvia.

Es un poco difícil tratar de describir a un ser que, como ya dije, puede


cambiar de forma y de tamaño. Sin embargo, en sus muchas
transformaciones se le puede encontrar con una forma física común,
semejantes a niños.

Así, por lo general son del tamaño de un niño de 3 o 4 años de esta


región, es decir unos 70 centímetros de altura, desde sus pies hasta la
punta de su cabeza; lo cual es una altura perfecta para moverse entre la
vegetación y lejos de los ojos de los seres humanos que por lo general
deambulan por la selva cuidando sus pies o el sendero frente a ellos,
atemorizados por no pisar alguna serpiente o toparse con algún ladrón.

Pero aún más interesante es que tienen la habilidad de volverse humo o


neblina, viento o agua y entonces no importa su estatura. Pueden
desplazarse por la selva, entre las ramas de los árboles, llevados por el
viento, pueden subir hasta la copa más alta o volverse lluvia y caer en las
raíces, tornarse .riachuelos y deslizarse como corriental hacia las lagunas,
pueden evaporarse y convertirse en miles de gotitas de rocío sobre las
hojas de los árboles, sobre las flores y las orquídeas, depositarse en el
centro de las bromelias en lo más alto de los grandes árboles, en el fondo
de los pantanos más lóbregos y oscuros, en lo más profundo de las
cavernas o de los cenotes.

En su forma de niño, el rostro del Alux irradia energía, su cara enmarca un


par de grandes ojos, por lo general oscuros y profundos; su nariz que
nace de manera angulosa en la base de la frente, de pronto se quiebra
y desciende abruptamente hasta una pequeña y achatada punta.

La boca es grande, de delgados labios con dientes enormes, que


muestran mientras ríen a carcajadas o mientras expresan su enojo y
quieren intimidar, su mentón es angosto y pequeño, sus orejas también,
todo esto enmarcado en un rostro redondo y perfecto.

Su pelo, por lo general oscuro y lacio, algunas veces es una de sus


características más versátiles, pudiendo llevarlo largo o corto, es una
base maravillosa y flexible para infinidad de adornos, accesorios y
sombreros espectaculares.

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Estos van desde cosas comunes que encuentran en la selva, como hojas
de Chicozapote y Siricote, flores, semillas, frutos, espinos, piedrecitas y ...

...plumas, piedras, musgo, esqueletos, huececillos, nidos de aves, panales


de abejas, avispas, termiteros, helechos, egargópilas7, y liquen...

...así como cosas que se encuentran en las aguas como caracoles,


escamas de pez, huevecillos, insectos y lirios acuáticos...

...cosas fantásticas como gotas de rocío o de lluvia, luz de sol, rayos de


Luna, luz de luciérnagas y polvo de estrellas...

...hasta cosas extrañas y atemorizantes como lodo, colmillos, pieles de


serpientes, ojos de jaguar, dientes y escamas de cocodrilo, colas de
alacranes, telas de araña, fuego y oscuridad.

Son de cuerpo menudo y robusto, de cuello ancho y hombros amplios,


manos gruesas, arrugadas pero a la vez limpias y frescas, como las manos
de un niño que ha jugado demasiado tiempo en el lodo y el agua, con
unos brazos fuertes, gruesos y cortos.

Sus pies son anchos y toscos, de gruesos dedos y uñas diminutas,


aparejados con sandalias algunas veces, otras veces descalzos, aunque
de cualquier modo se desplazan velozmente por las veredas (aún en la
zona maya donde las piedras son filosas como navaja), brechas, trepan
árboles o saltan de rama en rama.

El color de su piel es muy variado también. Los hay muy “claritos”, con la
piel del color de la leche, como los que cuidan que aparezca el rocío de
la mañana, amarillo ocre como los que velan por que las abejas y los
insectos se despierten formando grandes nubes muy tempranito –que no
son los mismos que se encargan de formar las nubes de insectos y
mosquitos por las tardes, cuya piel es rojiza oscura –.

Los hay de piel amarillo cobriza, como los que juguetean en los
ramonales, cuidando a las criaturas que se alimentan de este maravilloso
árbol, y los hay muy oscuros, casi morados, como los que cuidan del
jaguarundi en los pantanales y selvas tupidas.

Por su naturaleza libre y laboriosa el Alux escoge su vestimenta y


herramientas por comodidad y para llevar a cabo las tareas que le han
sido encomendadas. Así, los aluxes que deambulan por las veredas y

7
Pequeños bultitos redondos regurgitados por lechuzas y búhos que contienen la piel y los huesos de roedores

14
caminos calzan fuertes sandalias para poder recorrer los caminos de
piedra y Sac be8, trayendo largas vestimentas y algunas veces amplios
sombreros, todo hecho con follaje, musgo y plantas del suelo; color de
monte, color de hojarasca, que ocultan su rostro travieso en caso de que
algún extraño los tope en su camino.

Los que deambulan por las lagunas y cenotes, vistiendo de lodo, algas,
pasto acuático y escamas de peces, portan un palo, como una
horqueta, para voltear desde el fondo cualquier cayuco que se
introduzca a su laguna sin permiso de su celoso guardián. Muchos dicen
que oculta una hilera9 para enganchar desde el fondo a los peces
capturados sin permiso.

Su carácter suele ser muy dulce e inocente, por lo general. Pero uno
debe cuidarse de no aplicar esta descripción a todos los Aluxes, ya que
su naturaleza puede ir desde la calma extraordinaria de una Martucha
hasta la ferocidad de un Jaguar...

...huyendo graciosamente como un pez o embistiendo sin miedo como


un tapir, e incluso provocando serios problemas a quien intenta cruzarse
en el camino de los de peor temperamento. Esto, por supuesto,
relacionado con la Naturaleza individual de su creación.

Por lo anterior, es importante saber diferenciarlos en su temperamento,


pues cuando los hombres los capturaron y obligaron a servirles les hubiera
sido muy útil mucho saber cuales Aluxes serían más un dolor de cabeza
que una ayuda.

Tal vez lo mas confuso y curioso de los miles de tipos de seres guardianes,
sea el hecho de que los Aluxes no poseen un nombre propio, su esencia
no requiere de palabras, irradian la luz de los seres que protegen

...la inteligencia del Venado...


...el valor del Jaguar...
...la agudeza del Águila...
...la magnificencia de la Ceiba...
...o el temor que despierta el Chechen...

Por esto no requieren llamarse por otro nombre que Venado, Jaguar,
Águila, Ceiba o Chechen. No obstante, en nuestro limitado
entendimiento de la magia y la sencillez de la Naturaleza y los seres
fantásticos, requerimos de apoyarnos en algunas definiciones racionales.

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Caminos de Tierra blanca
9
Rollo de hilo grueso

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Pues la mayoría de las veces nos es muy complicado, por no decir casi
imposible, concebir la idea de que son una extensión de la esencia de un
ser, como una prolongación de su espíritu, de su cuerpo, y más allá,
como una extensión de todos los espíritus y cuerpos de los de su especie,
en cualquier parte de la selva y en cualquier momento que se
encuentren.

Hay algunos aluxes legendarios por su valentía, por su ingenio o sus


travesuras...y hay algunos que son legendarios por el terror que causan
en otras criaturas de la creación. Por lo general se les agrupa por tribus o
comunidades, así están los aluxes de las selvas altas, los de las selvas
bajas, de los pantanos, de los cenotes, de las lagunas, de las costas, de
las milpas y de los alrededores de los pueblos donde habitan los
humanos.

A diferencia de las tribus de los humanos, las de los Aluxes nunca pelean
entre si, ni compiten por ser los mas fuertes o los mas populares, ellos
deambulan libremente, cumpliendo con su tarea encomendada, pero
eso no significa que no hagan travesuras o sean malcriados, porque hay
que recordar que el Alux tiene la esencia del animal o planta que cuida,
y hay también animales traviesos, taimados y mezquinos en la naturaleza,
como los hay colaboradores, gentiles y sabios, porque hay plantas que se
reverencian, y las hay que infunden temor y dolor, con tantas
posibilidades a lo largo de más de cuatro mil años y contando, ¿Quieres
conocer sus historias?

PROXIMAMENTE

LOS ALUXES
• DE LAS SELVAS ALTAS
ALTAS
• DE LAS SELVAS BAJAS
• DE LOS PANTANOSS
PANTANOSS ALUXES DE LOS CENOTES
• DE LAS LAGUNAS
• DE LAS COSTAS
• DE LAS MILPAS
• DE LOS PUEBLOS

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