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¿Quién puede definir el amor?

En el curso de los siglos el amor ha inspirado, miríadas de canciones, poesías y


novelas; a pesar de eso todavía queda un tópico semidesconocido, mal entendido
y a menudo, mal representado.

Según algunos, el amor es un sentimiento, además intenso y saturante.

Siempre según algunos, los sentimientos son la expresión de lo que nos circunda
y que actúa directamente o indirectamente sobre nosotros.

Los sentimientos influencian nuestro humor, nuestro modo de actuar y de hablar


pero sobre todo de vivir y de ser.

La mayor parte de los sentimientos actúa sobre nuestra subconsciencia y por


tanto cada elemento externo nos toca también interiormente, ya que nuestra
subconsciencia atiza una cadena de reacciones que, aunque lógicas, no son
expresables con palabras sino más bien se desarrollan dentro de nuestra mente
como conceptos.

Según el «best seller» de todos los tiempos, la Biblia, se debería querer a Dios
«Con todo nuestro corazón con todo nuestra alma con toda nuestra mente, y por
fin, con todas nuestras fuerzas.»

El amor que cada ser humano debería tener por su creador debería ser entonces
un sentimiento que reside en nuestro corazón figurativo que es corroborado por
nuestras facultades mentales y que es expresado por todo nuestro ser, por
nuestras acciones y comportamientos.

El ser humano es básicamente capaz de probar dos géneros de amor: uno de tipo
«altruista» y lo otro de tipo «egoísta.»

Con altruismo, (dal latino alter let. altro), la enciclopedia Wikipedia indica la
calidad, (moral), de interesarse en el bienestar de los propios similares.

Esta especie de amor, llamada por el griego «agape», es un amor incondicional,


basado en el principio que: cada ser humano debe ser amado por el simple
hecho que es como nosotros y por lo tanto tenemos que amarlo.

Este amor, si emana de nosotros hacia las personas que nos cercan y de estas las
unas hacia las otras, crea un sistema de devolución afectiva, segura y automática,
que mejora nuestra calidad de vida y la de las personas alrededor de nosotros.
La definición de este tipo de «amor» en el Budismo, es: querer que los demás
sean «felices.»

También el hecho de compartir desinteresadamente algo propio con otra


persona, es generalmente percibido como un gesto de amor caritativo, (dicho
también bondad o misericordia), sentimientos que nos incitan a ayudar a los
pobres, a los hambrientos, a los seres humanos o a los animales heridos etc. etc..

También la Biblia, comparando este tipo de amor con la fe, Santiago 2,15-17 dice:
« Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y
alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo
necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está
realmente muerta».

Pues, también el amor « ágape» si no tiene obras, es decir la práctica concreta de


la generosidad, de la compasión y de la gratitud, etc, es inexistente.

El mismo principio se aplica a cualquier tipo de amor que sin aquellos


comportamientos que contribuyen a hacer que la otra persona sea feliz, es
inexistente.

¿En cuál medida deberíamos expresar este tipo de amor, «ágape» hacia nuestro
prójimo? Como por el Evangelio de Marco y el Pentateuco, (Levítico 19:18) dicen:
«como a ti mismo».

Eso quiere decir que deberíamos hacer y no hacer, a nuestro prójimo lo que
nosotros haríamos o no haríamos a nosotros mismos.

Este principio evidencia que para querer a nuestro prójimo con una calidad
satisfactoria de amor, «ágape» tenemos que estar ante todo capacitados a
querernos nosotros mismos.

Aunque nos parezca obvio que un ser humano quiera a si mismo, este amor por la
propia persona, es menos común y difundido de lo que pensamos ya que para
quererse a si mismo, a menudo hay algunos obstáculos que superar.

¿De qué necesitamos para querernos?

Antes de todo tenemos que tener una idea bien precisa de quien somos como
personas, por lo tanto, conocernos bien.

En segundo lugar, como ninguno, nosotros mismos incluidos, corresponde


perfectamente al modelo ideal de ser humano, también continuando a hacer
esfuerzos para mejorarnos tenemos que aceptar lo que somos.

En tercer lugar tenemos que reconocernos al menos un mínimo de aquellas


mismas calidades y valores humanos que deseamos hallar en los otros y que nos
permiten de probar cierta consideración por nuestra persona y de reconocernos y
atribuirnos un buen grado de amabilidad.

En cuarto lugar tenemos que tener cierto amor propio y respeto de nuestra
persona, de lo que somos, de nuestro ser etc. etc..

En el momento en que alcanzamos a querernos, estamos capacitados de querer a


otros, en el caso contrario no podremos hacerlo ya que para sobrevivir a nuestros
complejos, siempre tendremos tendencia a buscar en los demás cualquier defecto
que nos haría sentir menos aislado en nuestra miseria y pensaríamos que, como
nosotros, también los demás, no sean por fin tan amables.

Por «egoísmo» se entiende un conjunto de comportamientos finalizado a la


consecución del interés del sujeto que actúa.

El amor «egoísta», es un amor por la sensación de bienestar y satisfacción que


probamos en presencia, física o sencillamente pensando en una persona, que
imaginamos satisfaga nuestras necesidades y nuestras esperanzas.

Por tanto, mientras el amor de tipo «ágape», está basado en un principio que una
vez reconocido y aceptado es aplicado indiscriminadamente a cualquier otro ser
humano; el amor, de tipo «egoísta» está basado en un sentimiento selectivo que
únicamente probamos para algunas personas y no por otras.

Hay indudablemente varios tipos de «Amor egoísta»:

Entre éstos encontramos el amor familiar, llamado por los griegos «storge» que
corresponde al sentimiento de cariño que se prueba hacia los miembros de la
propia familia.

Este tipo de amor «storge», es una expresión del instinto de supervivencia,


común a los humanos y a la mayoría de los mamíferos.

Este instinto nos induce a perpetuar nuestra especie a través los que son
portadores de nuestra herencia genética, o a veces, a querer realizar, a través de
nuestra descendencia, lo que no hemos logrado realizar en nuestra vida.

Hay el amor para los amigos, llamado por los griegos «philia» este amor procede
del hecho que el ser humano normal es, un animal gregario que tiene tendencia y
necesidad de reunirse en clanes sociales.

Obviamente estos grupos sociales se forman según afinidades existentes entre los
miembros pertenecientes al mismo grupo, afinidades que justifican o engendran
un sentimiento llamado amistad que es una variedad del amor.
Puesto che un grupo social se ha formado alrededor de nosotros, es importante
que sobreviva porque con él, sobreviven nuestro sentimiento de pertenencia y
nuestra estabilidad psicosocial.

Por fin hay el amor «romántico» que ocurre cuando el sentimiento entre dos
seres humanos asume características imputables al romanticismo, (tormento,
comunión y cariño), el todo combinado con la pasión.

El «amor romántico» tiene por tanto una componente sentimental y una


componente física, la pasión, llamada por los griegos «eros», que es una emoción
generalmente causada por una reacción natural fomentada por el instinto sexual
que es el principal input de esta primera fase de selección.

Como todas las emociones, la pasión puede ser fuerte, intensa y acaparadora,
pero siendo provocada por un simple deseo físico es de más breve duración y
disminuye con la costumbre, la satisfacción, la saturación y la rutina.

La «pasión» a menudo es confundida con el amor «romántico» y si analizamos la


mayoría de las canciones y poesías que hablan de amor, nos daremos
rápidamente cuenta.

El «amor romántico» puede ser también «platónico», cuando prescinde la


dimensión sexual y pasional, por lo tanto puede ser probado sea hacia otro ser
humano que un objeto.

El primero contacto entre seres humanos se hace generalmente por la vista, el


oído y el tacto, sentidos que tienen una capacidad de percepción muy superficial
pero inmediata.

Los factores físicos, juegan, por lo tanto, un papel decisivo en la primera fase de
la selección de posibles compañeros o compañeras.

En esta fase, la atracción, fuerte en la pasión pero débil en los otros elementos, es
puramente hedonista.

En efecto, la rapidez de los sentidos, en percibir y comunicar lo que es físico y que


nos permite de determinar si la persona es físicamente aceptable y atractiva, para
nosotros es demasiado elevada, para permitir a nuestra mente de percibir
suficientemente, en el mismo espacio de tiempo, los aspectos espirituales,
intelectuales y emocionales de otra persona y discernir si es o menos, amable
para nosotros.

A primera vista, se aprecia entonces a una persona por su apariencia corpórea, y


por su pura exterioridad.
Si la persona que nos gusta se expresa también con una personalidad agradable
cuando la atracción física está acompañada por el deseo de tener una relación,
puede nacer una primera reacción sentimental llamada «infatuación.»

El amor «egoísta» ideal es el amor basado sobre méritos probados, vale a decir
que una persona se quiere porque está realmente dotada de los valores y del
modo de ser que nos harían sentir bien en su presencia, bajo cualquier
circunstancia.

Si esta valoración fuera conducida con rigor metódico, se debería esperar que una
gama completa de situaciones que nos permitieran de examinar el
comportamiento de una persona bajo las circunstancias las más dramáticas
ocurran y por lo tanto una enormidad de tiempo.

La Biblia dice que se puede querer a un ser invisible como Dios con toda nuestra
mente, eso quiere decir que la mente humana es capaz de otorgar a otro ser,
atributos y calidades aún antes que estas se manifiesten o se materialicen delante
de nuestros ojos.

Debido al concurso del carácter confiado de la naturaleza humana y de la


presunción que lo que nos gusta debe necesariamente ser bueno, aunque no
tengamos todas las pruebas, claras y completas, que una persona que nos gusta
esté realmente dotada de los valores y del modo de ser que merecerían nuestro
amor, lo suponemos, y la queremos de toda forma.

Esta atribución arbitraria de calidades y valores correspondientes a nuestros


deseos y necesidades, constituyen «la infatuación», que, por fin, es una forma de
amor prestado en parte por la necesidad que tenemos de querer y en parte por el
deseo que aquella persona, que nos atrae, posea aquellos valores y
comportamientos (modo de ser) que nos permitirían de quererla realmente, en la
espera de averiguar la existencia de todo eso.

Aún valorando muchos factores como su cultura, sus valores, sus principios, su
inteligencia etcétera, etcétera, en esta fase, de infatuación, se juzga la pareja
aparte de como realmente es.

Lo que inicia con la infatuación puede desarrollarse en un amor más pleno y


reales pero sólo el tiempo permitirá a los dos infatuados de confirmar o infirmar
la correspondencia de su infatuación a la realidad esperada.

En el caso en que se certifica la existencia, en la pareja, de los valores que le han


sido atribuidos en la «espera de pruebas tangibles», esta constatación permitirá
de apreciar la pareja en su pura interioridad, se apreciará entonces en si y por si,
de modo lleno y total, fuertes del conocimiento y cognición del verdadero valor de
la persona.
Después de la infatuación, cuando un amor romántico es compartido por un
largo período, se desarrollan un «apego» y un «cariño» cada vez más fuerte hacia
el otro individuo, mientras que la pasión física, puede disminuir de importancia,
manteniendo pero cierto equilibrio a la base de la relación.

Ahora ya no se quieren más determinadas características, sean ellas materiales o


espirituales, sino más bien el hombre o la mujer, como tales.

Cuando las dos personas hallan, la una en la otra los valores y comportamientos
que justifican el amor, la pasión, la infatuación, el apego y el cariño se encuentran
reemplazados por este sentimiento más completo más duradero y más fuerte.

En el caso contrario serán reemplazados sencillamente por otra pasión para otra
persona.

¿Por qué este tipo de amor es romántico?

Romántico a nivel etimológico viene de «romans», romance, término que en el


tiempo ha asumido sentidos diferentes.

Un romance es una narrativa en prosa, caracterizada, contrariamente al cuento o


a la novela, de un texto de cierta extensión y dotado de una mayor complejidad,
es decir tiempos más largos, hechos y entornos más elaborados, y cantidad de
personajes; un principio, pero el fin a menudo es dejado a la imaginación de los
lectores y siempre tiene un solo tema o propósito y un sólo un personaje
principal.

Por esta razón, aunque los seres humanos no sean generalmente sexualmente
monógamos, se cree sin embargo que puedan querer, románticamente, una sola
persona a la vez.

El amor aunque egoísta, siempre es acompañado por el afecto, que, del latino
«ad» y «facere», que significa «hacer algo por.»

Aunque el afecto, de por si, no es amor, es un sentimiento que ata una persona a
alguien o a algo. Puede, en efecto, ser extendido a criaturas animales o vegetales,
Es: flores, y hasta a particulares objetos, este últimos sobre todo si le relacionaran
a una persona querida o a de los recuerdos.

En el empleo popular el afecto está a indicar un sentimiento o un tipo de relación


personal que tiene mayor valor que la simpatía o la amistad.

Para los estudiosos de ética, el término afecto es generalmente usado para indicar
un sentimiento al mismo tiempo duradero, intenso y convulso; algunos lo ponen
en contraste con la pasión ya que exento de elementos sensuales.
En la antigüedad fue indicado con la palabra griega «pathos», y como tal aparece
en los escritos del filósofo francés René Descartes, en los del holandés Baruch
Spinoza y en muchos otros escritos de estudiosos de ética.

El verdadero amor, entonces, es un sentimiento motivado, sea por un principio


como el amor «ágape», sea por vínculos familiares como el amor «storge», sea
por las afinidades «philia» como la amistad o por el hecho que existen en una
persona, aquellas calidades y aquellos valores que le otorgan la capacidad de
reaccionar, en cualquiera circunstancia, en tal modo que crea en nosotros una
sensación de bienestar emotivo, espiritual y físico, es decir que nos sentimos bien
en su presencia y por lo tanto queremos la sensación de bienestar que nos hace'
probar.

Cuando la sensación de bienestar y la admiración que probamos en presencia de


cierta persona, permiten el desarrollo de un profundo respeto y una profunda
consideración, se crea la base por este sentimiento que es el amor.

Sucesivamente una cadena lógica es fomentada por nuestra subconsciencia


«madurando» y desarrollando así un sentimiento que será expresado por todo
nuestro ser, a través de nuestras acciones y comportamientos.

¿Cuáles comportamientos?

La Biblia en una descripción de las características que nos permiten de identificar


el amor auténtico en, 1cor 13:4-10, dice que: «El amor es sufrido, es benigno; el
amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada
indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la
injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera,
todo lo soporta. El amor nunca deja de ser».

El amor «Ágape», siendo basado en un principio no vendrá nunca deja de ser


como la Biblia dice.

El amor en cambio así llamado «egoísta» no es de por si eterno ya que es


condicionado por la existencia de las motivaciones y la motivación principal es,
nuestro bienestar en compañía de la persona querida.

El amor «egoísta» es por lo tanto un amor que se puede explicar, que se puede
justificar y que se puede defender.

Sin estas características, lo que probamos no es como amor pero infatuación o


algo más, como la sensación materialística de «seguridad» causada por lo que
una persona posee como bienes materiales, conocimiento y aptitudes.

¡El amor verdadero cuando lo ha probado no se puede vivir sin él!

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