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Siempre según algunos, los sentimientos son la expresión de lo que nos circunda
y que actúa directamente o indirectamente sobre nosotros.
Según el «best seller» de todos los tiempos, la Biblia, se debería querer a Dios
«Con todo nuestro corazón con todo nuestra alma con toda nuestra mente, y por
fin, con todas nuestras fuerzas.»
El amor que cada ser humano debería tener por su creador debería ser entonces
un sentimiento que reside en nuestro corazón figurativo que es corroborado por
nuestras facultades mentales y que es expresado por todo nuestro ser, por
nuestras acciones y comportamientos.
El ser humano es básicamente capaz de probar dos géneros de amor: uno de tipo
«altruista» y lo otro de tipo «egoísta.»
Con altruismo, (dal latino alter let. altro), la enciclopedia Wikipedia indica la
calidad, (moral), de interesarse en el bienestar de los propios similares.
Este amor, si emana de nosotros hacia las personas que nos cercan y de estas las
unas hacia las otras, crea un sistema de devolución afectiva, segura y automática,
que mejora nuestra calidad de vida y la de las personas alrededor de nosotros.
La definición de este tipo de «amor» en el Budismo, es: querer que los demás
sean «felices.»
También la Biblia, comparando este tipo de amor con la fe, Santiago 2,15-17 dice:
« Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y
alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo
necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está
realmente muerta».
¿En cuál medida deberíamos expresar este tipo de amor, «ágape» hacia nuestro
prójimo? Como por el Evangelio de Marco y el Pentateuco, (Levítico 19:18) dicen:
«como a ti mismo».
Eso quiere decir que deberíamos hacer y no hacer, a nuestro prójimo lo que
nosotros haríamos o no haríamos a nosotros mismos.
Este principio evidencia que para querer a nuestro prójimo con una calidad
satisfactoria de amor, «ágape» tenemos que estar ante todo capacitados a
querernos nosotros mismos.
Aunque nos parezca obvio que un ser humano quiera a si mismo, este amor por la
propia persona, es menos común y difundido de lo que pensamos ya que para
quererse a si mismo, a menudo hay algunos obstáculos que superar.
Antes de todo tenemos que tener una idea bien precisa de quien somos como
personas, por lo tanto, conocernos bien.
En cuarto lugar tenemos que tener cierto amor propio y respeto de nuestra
persona, de lo que somos, de nuestro ser etc. etc..
Por tanto, mientras el amor de tipo «ágape», está basado en un principio que una
vez reconocido y aceptado es aplicado indiscriminadamente a cualquier otro ser
humano; el amor, de tipo «egoísta» está basado en un sentimiento selectivo que
únicamente probamos para algunas personas y no por otras.
Entre éstos encontramos el amor familiar, llamado por los griegos «storge» que
corresponde al sentimiento de cariño que se prueba hacia los miembros de la
propia familia.
Este instinto nos induce a perpetuar nuestra especie a través los que son
portadores de nuestra herencia genética, o a veces, a querer realizar, a través de
nuestra descendencia, lo que no hemos logrado realizar en nuestra vida.
Hay el amor para los amigos, llamado por los griegos «philia» este amor procede
del hecho que el ser humano normal es, un animal gregario que tiene tendencia y
necesidad de reunirse en clanes sociales.
Obviamente estos grupos sociales se forman según afinidades existentes entre los
miembros pertenecientes al mismo grupo, afinidades que justifican o engendran
un sentimiento llamado amistad que es una variedad del amor.
Puesto che un grupo social se ha formado alrededor de nosotros, es importante
que sobreviva porque con él, sobreviven nuestro sentimiento de pertenencia y
nuestra estabilidad psicosocial.
Por fin hay el amor «romántico» que ocurre cuando el sentimiento entre dos
seres humanos asume características imputables al romanticismo, (tormento,
comunión y cariño), el todo combinado con la pasión.
Como todas las emociones, la pasión puede ser fuerte, intensa y acaparadora,
pero siendo provocada por un simple deseo físico es de más breve duración y
disminuye con la costumbre, la satisfacción, la saturación y la rutina.
Los factores físicos, juegan, por lo tanto, un papel decisivo en la primera fase de
la selección de posibles compañeros o compañeras.
En esta fase, la atracción, fuerte en la pasión pero débil en los otros elementos, es
puramente hedonista.
El amor «egoísta» ideal es el amor basado sobre méritos probados, vale a decir
que una persona se quiere porque está realmente dotada de los valores y del
modo de ser que nos harían sentir bien en su presencia, bajo cualquier
circunstancia.
Si esta valoración fuera conducida con rigor metódico, se debería esperar que una
gama completa de situaciones que nos permitieran de examinar el
comportamiento de una persona bajo las circunstancias las más dramáticas
ocurran y por lo tanto una enormidad de tiempo.
La Biblia dice que se puede querer a un ser invisible como Dios con toda nuestra
mente, eso quiere decir que la mente humana es capaz de otorgar a otro ser,
atributos y calidades aún antes que estas se manifiesten o se materialicen delante
de nuestros ojos.
Aún valorando muchos factores como su cultura, sus valores, sus principios, su
inteligencia etcétera, etcétera, en esta fase, de infatuación, se juzga la pareja
aparte de como realmente es.
Cuando las dos personas hallan, la una en la otra los valores y comportamientos
que justifican el amor, la pasión, la infatuación, el apego y el cariño se encuentran
reemplazados por este sentimiento más completo más duradero y más fuerte.
En el caso contrario serán reemplazados sencillamente por otra pasión para otra
persona.
Por esta razón, aunque los seres humanos no sean generalmente sexualmente
monógamos, se cree sin embargo que puedan querer, románticamente, una sola
persona a la vez.
El amor aunque egoísta, siempre es acompañado por el afecto, que, del latino
«ad» y «facere», que significa «hacer algo por.»
Aunque el afecto, de por si, no es amor, es un sentimiento que ata una persona a
alguien o a algo. Puede, en efecto, ser extendido a criaturas animales o vegetales,
Es: flores, y hasta a particulares objetos, este últimos sobre todo si le relacionaran
a una persona querida o a de los recuerdos.
Para los estudiosos de ética, el término afecto es generalmente usado para indicar
un sentimiento al mismo tiempo duradero, intenso y convulso; algunos lo ponen
en contraste con la pasión ya que exento de elementos sensuales.
En la antigüedad fue indicado con la palabra griega «pathos», y como tal aparece
en los escritos del filósofo francés René Descartes, en los del holandés Baruch
Spinoza y en muchos otros escritos de estudiosos de ética.
¿Cuáles comportamientos?
El amor «egoísta» es por lo tanto un amor que se puede explicar, que se puede
justificar y que se puede defender.