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EL COMERCIO
cin verdadera en los pueblitos o en el campo. Tales acciones socavan la comn suposicin occidental que la base de todas las libertades es el voto. En realidad, la propia historia de Occidente sugiere que el voto puede ser la ltima libertad que se gana, no la primera. En Gran Bretaa, el respeto a la independencia de las cortes y la libertad de prensa estaban ya generalmente establecidos en el siglo XVIII. Pero no fue hasta 1928 que se garantiz el voto a todos los hombres y mujeres mayores de 21 aos. A travs de toda la era victoriana, la sabidura convencional era que se necesitaban niveles bsicos de propiedad y educacin antes de
que se le permitiera votar a un ciudadano. Cuando esta franquicia fue ampliada en 1867, un conservador britnico argument que la reforma escolar deba ser ahora una prioridad urgente, comentando tristemente: Tenemos que educar a nuestros amos. Tal forma de pensar se considera ahora anticuada e indefendible en Occidente. Pero hace eco en las clases medias emergentes del mundo en desarrollo. Los comentaristas occidentales llevan largo rato prediciendo que la creciente clase media china deba exigir la democracia. Pero, en realidad, muchos chinos afluentes temen que el caos se desatara si el campesinado tuviera la misma voz en la direccin del pas. Los egipcios liberales, que viven con los efectos de una democracia de las masas en una sociedad donde cerca del 40% del electorado es analfabeto, pudieran sentir cierta afinidad. Dada la influencia de las mezquitas y los canales religiosos de televisin, es probable que los pobres de Egipto sigan votando por partidos islamistas, si se les da la oportunidad. Pero aunque el caso de Egipto sugiere que la democracia puede, en ocasiones, socavar otras libertades preciadas, los eventos en El Cairo tambin demuestran que es imposible tener un golpe de Estado liberal. Una vez que uno derroca un gobierno elegido, uno est en el negocio de la represin. Lo que implica censura, la detencin de disidentes polticos y, con frecuencia, las ejecuciones arbitrarias en las calles. La democracia y la libertad no son lo mismo. Pero derrocar una democracia suele llevar al mismo triste destino.
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