Vous êtes sur la page 1sur 7

Filosofía Latinoamericana

La herencia de la Conquista:
Desigualdad, dominio de la fuerza y falta de
diálogo1

“Creo necesario que los mexicanos


podamos crear las condiciones para
pensar, imaginar y construir otra
realidad que no siga la lógica de la
dominación, de la ausencia de diálogo
y de la desigualdad”

¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar si en verdad tenemos como mexicanos algo
común, algo que nos una más allá del lenguaje, de los símbolos patrios, del territorio?
En otras palabras ¿por qué somos mexicanos?; ¿qué nos hace mexicanos?; ¿cómo
somos los mexicanos?

Y, contando con la dificultad que de por sí representa el englobar en el concepto


“mexicano” a todos y cada uno de los habitantes de la República Mexicana, podríamos
hablar del mismo por contraste y por similitud con otros países. Podremos encontrar
algunos elementos comunes con otros países, principalmente con los latinoamericanos y
grandes diferencias con otros. De esto modo, será posible un acercamiento, una
aproximación a aquellos elementos que están implícitos en el modo de nacer, de crecer,
de concebirse como “mexicanos”. Una serie de elementos que nos puedan describir,
que nos permitan hacernos comprensibles, en primer lugar, a nosotros mismos.

Me gustaría empezar estableciendo un rasgo común que compartimos con América


Latina y que por su importancia aún influye en nuestros países y en nuestras
cosmovisiones para posteriormente abordar el caso mexicano.

Podríamos decir que el elemento compartido de México con América Latina es el


hecho histórico de la Conquista. Pero no solamente la mera conquista, sino la poca
asimilación que se ha tenido de ese hecho. Es más se le denomina al 12 de Octubre
como “día de la raza” y se festeja muchas veces sin comprender en toda su extensión y
gravedad el alcance de ese acontecimiento. Incluso se denomina el “encuentro de dos
mundos”, que si bien transformaría las visiones del mundo de los europeos como de los
americanos, me atrevería a afirmar que tuvo poco de encuentro, respeto y diálogo y
mucho de imposición, ambición y brutalidad. Como consecuencia de esa conquista
española compartimos la lengua, una religión, y hasta un modo de ser.

1
Por Pablo Meza Pernas, diciembre 2008.
México, al igual que todos los otros países de América Latina fue conquistado hace casi
500 años. Pareciera que ese hecho está lejano. No obstante, las consecuencias perduran
y son visibles en el México del siglo XXI. Algunas manifestaciones de ello, a mi
parecer, son la desigualdad, la falta de diálogo y el sometimiento a la voluntad del
más poderoso, es decir del que más dinero tiene. Todos estos elementos están
enraizados ya en la cultura, en el modo de convivencia social, en la mentalidad de los
mexicanos.

Tres elementos serán los que presente a continuación, como consecuencias y elementos
descriptivos de “lo mexicano”: a) la desigualdad, b) la imposición desde el poder y c) la
falta de diálogo.

Desde 1808 el barón Alexander von Humboldt describía a México como el país de la
desigualdad2. En 2008 podemos decir que México sigue siendo el país de la espantosa
desigualdad. Y podemos constatar cómo este factor ha estado presente desde la
Conquista, época en la cual los españoles, con la justificación religiosa que la legitimó,
y ávidos de poder y de dinero, los conquistadores y los religiosos, despojaron a los
indígenas de sus tierras y se convirtieron en propietarios. Se estableció así el modelo
de producción bajo el esquema de la Hacienda. Los dueños, por supuesto siempre
fueron los españoles. Los trabajadores los indígenas. No se podría llegar a nombrarlos
esclavos, aunque sí se dieron relaciones de explotación y sometimiento graves.

Actualmente existe también una situación similar, aunque ya no propiamente igual, pues
ahora los dueños de las “haciendas modernas” son los capitalistas (españoles,
estadounidenses o mestizos. Lo mismo da la nacionalidad o el origen étnico) los que
perpetúan un sistema de explotación. Es decir, los que obtienen sus ganancias
producto de la explotación o de los mal llamados “salarios mínimos” o “salarios de
subsistencia o míseros” diría yo.

A continuación presento un texto de Paz, donde describe la situación de los obreros


mexicanos:

“Carece de individualidad, la clase es más fuerte que el individuo y la persona se disuelve


en lo genérico. Porque ésa es la primera y más grave mutilación que sufre el hombre al
convertirse en asalariado industrial. El capitalismo lo despoja de su naturaleza humana,
puesto que reduce todo su ser a fuerza de trabajo, transformándolo por este solo hecho
en objeto. Y como a todos los objetos, en mercancía, en cosa susceptible de compra y
venta. El obrero pierde, bruscamente y por razón misma de su estado social, toda relación
humana y concreta con el mundo: ni son suyos los útiles que emplea, ni es suyo el fruto de
su esfuerzo. Ni siquiera lo ve.

La complejidad de la sociedad contemporánea y la especialización que requiere el trabajo


extienden la condición abstracta del obrero a otros grupos sociales. Vivimos en un mundo
de técnicos, se dice. El gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad contemporánea sería
así el gobierno de los instrumentos”3.

2
HUMBOLDT, Alexander von, Ensayo político del reino de la Nueva España, estudio preliminar,
revisión del texto, cotejos, notas y anexos de Juan Antonio Ortega y Medina, México, Porrúa, 2000,
colección Sepan Cuantos. Nº 39. segunda edición pp. IX-XXIV.
3
PAZ, Octavio, El laberinto de la Soledad, FCE, México, 1981, p. 61-62

2
Con este texto y con la experiencia que da el estar en contacto con los obreros, con
empleados de tiendas, con chalanes, albañiles, e indígenas no se necesita ser mago para
poner al descubierto las grandes diferencias sociales, económicas y culturales que
existen en México. Tan sólo se necesitaría ser ciego para poder obviar esta realidad de
la gran desigualdad, cuya dureza, cuya lejanía y cuyo sentimiento de ser ajena a todos e
insoluble nos lleva a “pasar sin ver”. Y sin embargo, el problema ahí está como reto,
como herida punzante. Como llaga que pide curación y que necesita comprensión: ¿Por
qué tenemos un país tan desigual? ¿Por qué existen tantas injusticias? ¿Por qué en
México hay mexicanos de primera y de segunda?

Ahora bien, los españoles llegaron a lo que hoy es México dominando, tomando
posesión de las tierras, de las propiedades de las comunidades. El modo de ejercer el
poder fue sometiendo a los demás. A la supremacía de las armas de los españoles, se
unió el dominio económico. De esta forma, los que ejercerían el poder en el “Nuevo
Mundo” serían los que tuvieran más poder, más fuerza, más armas y más medios para
someter e imponer. En este caso fueron los españoles, quienes sometieron económica,
política, religiosa y culturalmente a los indígenas. Con el uso de la fuerza buscaron
dominar y justificar sus acciones. Tal parece que nacieron juntos el dominio
económico y poder político. El que tenía derecho de mandar, de opinar, de criticar
siempre fue el español. Al indígena le correspondía el trabajar, el callar y el someterse.
La fuerza fue el elemento que permitió a los españoles dominar a los indígenas y
apropiarse de las tierras y mantener a los indígenas trabajando para ellos. Esa situación
sigue aún vigente. Tomemos como ejemplo la situación de muchos pueblos que quieren
regirse por sus usos y costumbres. Imposible, pues el Estado Mexicano, al cual los
indígenas nunca sumaron su voz para conformarlo, sino que les fue más bien impuesto,
no puede aceptar la diferencia, pues quedaría excluida de la unidad de la Constitución.
En este mismo sentido existen grupos indígenas que se organizan y deciden no vender
sus tierras para proyectos turísticos y comerciales. Todo el peso del sistema se cierne
sobre ellos, presionando legal o ilegalmente para obligar a vender a precios irrisorios las
tierras que inmediatamente después de su expropiación son cotizadas en miles de
dólares. Otro ejemplo es la situación del campo en nuestro país: los campesinos son
siempre los más perjudicados con las variaciones del precio de los productos. Son ellos
los que producen los productos básicos y quien obtiene más ganancias son los
intermediarios, los comerciantes o aquellos que le agregan valor a dichos productos.

Sin embargo, los españoles no son los únicos que ejercen el poder para someter a otros
mediante la violencia física o intelectual, sino que podemos hablar de una visión
eurocentrista que postulaba su superioridad y justificaba su sed de dominar y de
enriquecimiento. Que negaba la historia de todo un continente, cuyo “error” fue el no
haber escrito la historia del mismo modo que el europeo. Escuchemos a Hegel:

“América es, pues, el país del porvenir, donde en los tiempos futuros se manifestará, en el
antagonismo de la América del Norte, puede suponérselo, con la del Sur, el peso de la
historia universal: es un país de sueño para todos aquellos que fatiga el depósito histórico
de armas de la vieja Europa. La América debe separarse del terreno sobre el cual ha
transcurrido hasta ahora la historia universal. Lo que ha sucedido allí hasta ahora es tan
sólo el eco del viejo mundo y la expresión de una vida extraña; ahora bien, como el país
del porvenir, no nos interesa aquí, de una manera general; pues, en relación con la historia
tenemos que ver con lo que ha sido y lo que es, mas, en filosofía, ni con lo que ha sido, ni

3
deberá ser solamente, sino con lo que es y eternamente será, con la razón, y con ella
tenemos bastante trabajo4.

Los europeos, al negar al otro la historicidad, le estaban negando también la voz, la


capacidad racional e incluso el reconocimiento de su racionalidad. Roig, plantea el
desconocimiento de la historicidad de América, como el recurso que el dominador
necesita de la total posesión del nivel discursivo y parte del presupuesto de que su voz
es el de una humanidad privilegiada. No posee la voz porque es hombre, sino que
es el hombre que posee la voz. Todo sujeto es poseedor de historicidad, aunque no
hable o aunque se le niegue la voz. La conciencia histórica llega cuando se ha hecho
una teoría de lo sucedido. Pero existe un riesgo al negar la palabra al otro, puesto
que también conduce a negar nuestra propia palabra, a quedarnos legítimamente sin
ella. Reducir el lenguaje del otro al grito, lleva a renunciar nuestra pretendida
palabra también desde el grito. Aristóteles, en quien indirectamente se apoya Hegel,
define al hombre como un ser que posee el logos, pero sólo el amo y no el esclavo, un
ser inferior, tiene la voz con la totalidad significativa del logos. Al esclavo le concede
una voz cuasianimal, equivalente al grito. Si se reconoce que todo ser humano posee
voz, se hace lo mismo en el campo de su historicidad. Resulta mera ideología la
distinción entre hombres históricos y hombres naturales5.
Frente a argumentos que pretenden usar el poder para dominar, queda en desuso el
diálogo, la razón, el acuerdo. Y pareciera que desde entonces la palabra diálogo no está
en nuestro vocabulario ni en nuestra praxis.

Como menciona Todorov,

“los autores españoles hablan bien de los indios, pero salvo en casos excepcionales,
nunca hablan a los indios. Ahora bien, sólo cuando hablo con el otro (no dándoles
órdenes, sino emprendiendo un diálogo con él) le reconozco una calidad de sujeto,
comparable con el sujeto que soy yo. Si el comprender no va acompañado de un
reconocimiento pleno del otro como sujeto, entonces esa comprensión corre el riesgo
de ser utilizada para fines de explotación, el “tomar”; el saber quedará
subordinado al poder6”

Las consecuencias de no considerar al otro como sujeto de diálogo, y menos si el sujeto


no tiene poder o es pobre, son graves. El poder económico es el que dicta las pautas
de la convivencia social y política y el que determina quien es interlocutor válido.

Un ejemplo de ello, que nos refleja son nuestras instituciones. En los partidos políticos
impera una total descalificación al otro partido, a la otra postura, a las otras ideas tan
solo porque el otro es otro. Se le niega, a priori, la palabra y se le acusa de ser
intolerante e intransigente, escondiendo con ideologías el temor al diálogo.

4
HEGEL, WF. Lecciones de filosofía de la historia universal, Revista de Occidente,
Madrid, 1940, p. 90
5
ROIG, Arturo, Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano, FCE, México,
1981, p. 124
6
Cfr. Todorov Tzvetan. La Conquista de América. Siglo XXI, México 1991, P. 143

4
Y a nivel ciudadano, se gestaron ciudadanos mudos. “Te callas o te mato”, “te callas o
te pego”, “te callas o te atienes a la consecuencias” pudieran ser expresiones comunes
dichas o pensadas que cobran vida en nuestra sociedad. ¡Qué decir de la situación tan
preocupante en la que se encuentra nuestro país! Los atentados en Morelia durante la
celebración del grito de Independencia en el 2008 marcan uno de los puntos más
estremecedores en la historia del país al que se suman los cerca de 5000 muertos este
año.

El problema que es social, también es personal y en esto indico solamente el machismo


como aquella actitud que busca imponer por la fuerza el punto de vista propio sin
escuchar al otro. Actitudes que parecen constantes en varios ámbitos de nuestra vida
(escuela, relación profesor-alumno, relación esposo-esposa, relación padres-hijos).

Recapitulando, hemos establecido tres “herencias” de la conquista para América Latina,


pero especialmente para México, a saber, la desigualdad, el dominio del otro a través del
poder económico, legal, racial y la falta de diálogo que se proviene de ni siquiera
considerar al otro sujeto de diálogo. Creo que estos tres factores están interrelacionados
y siguen presentes en nuestro país, agraviados con una forma de organización capitalista
donde la “voz cantante” la lleva en la mayoría de las ocasiones el capital. Al existir en
una sociedad grandes desigualdades podemos preguntarnos por qué. Yo diría que la
desigualdad no surge de forma inmediata, sino que es una consecuencia de relaciones
desiguales de poder. Al uno establecerse por encima del otro, ya sea como
conquistador, como pensador, como macho, ejerce violencia para que el otro lo
considere superior y se le someta. Logra con esto estar libre para perseguir el
dominador sus interés sean éstos del tipo que sean. Así, por ejemplo, los españoles
sometieron a los indígenas para tomar su oro, instrumentalizaron al indígena; los
machos ejercen violencia para ser ellos quienes manden; los criminales amenazan con
matar a reporteros, políticos y a la sociedad misma. De este modo se deja ver que detrás
de una posición de dominio se encuentran intereses que suelen estar encubiertos con un
manto de bondad, es decir, buscan una legitimación, ya sea la “evangelización”, la
tradición, el bienestar del otro, o la incapacidad del otro y la necesidad de ser ayudado.
Sin embargo, debido a que en el fondo se sabe que se está abusando del otro y no nos
parece correcto a la conciencia, se busca un mecanismo para auto-justificarse. Esto se
realiza negándole al otro su calidad de persona, su capacidad racional, ya sea por
diferencias culturales, económicas, religiosas o de cualquier tipo. El objetivo será pues
negar al otro su calidad de ser racional igual que yo. De este modo, podré
instrumentalizarlo, utilizarlo, explotarlo. ¿Cómo fue posible que los españoles trataran
como quasi-esclavos a los indígenas? ¿Cómo se concibe que seres humanos (alemanes)
hayan matado a miles de judíos? ¿Es creíble que los Estados Unidos fabriquen armas
para ir a conquistar otros países en busca de intereses burdos? ¿Cómo es posible que
sigan muriendo miles de personas en el siglo XXI por hambre, por enfermedades
prevenibles? Mi hipótesis es que hay un encubrimiento, una legitimación del actuar que
nos hace incluso los héroes, los buenos, que a fin de cuentas nos justifica lo
injustificable. Después del sometimiento del otro, de despojo de su “humanidad”, de
su palabra, de reducirlo a salvaje, sólo queda una relación de gran desigualdad de toda
índole: material, dialogal, de poder, de posibilidades. Se crean así dos grupos, uno que
suele acumular el poder político y económico y otro grupo sometido, despojado con
única posibilidad de amoldarse al sistema lo mejor posible para una sobrevivencia.

5
Después de haber establecido las relaciones posibles que encuentro como herencia de la
Conquista, me gustaría concluir con un texto de Arturo Roig quien afirma que para
negar un pasado, para reconstruirlo, primero necesitamos contar con él, entenderlo.
Negarlo es la única opción que nos condena a seguirlo repitiendo.

Para negar un pasado tenemos que contar con él, es decir, entendernos como seres con
historia. No podemos partir de una tesis de América como vacío, no habría posibilidad de
un acto de negación desde nosotros mismos y caeremos en un auto-proyección alienada,
desde una historia ajena, impuesta. Negar el pasado no significa desconocerlo, sino
reconocerlo, pero a partir de un futuro que ha de ser objeto de una filosofía que se ocupe
también de lo que será, con toda la carga de la contingencia de la historia. Tomar
conciencia de nuestra historicidad es aceptar que el futuro puede venir a negarnos en lo que
considerábamos como lo más plenamente justificado, como puede ser nuestra inserción en
la sociedad, en el mundo de las relaciones con las cuales nos movemos y nos
autoafirmamos en ella. Reconocer que el ser del hombre, absolutamente de todo hombre,
radica en su hacerse y en su gestarse y que someter el futuro a un pasado que “nuestro
pasado”, es cerrar las puertas al futuro de los otros e impedirles construir su propio ser. 7

Necesitamos como decía Hegel ponernos “para nosotros mismos como valiosos”.
Frente a la fuerte influencia que México tiene de la Conquista y que ha sido poco
reconocida, actualmente frente al fuerte influjo del capitalismo el cual pone en primer
lugar lo económico no importando los medios para conseguir los fines, aún si implica
pasar por encima de la dignidad e incluso la vida de los demás, se hace necesario
detenerse y hacer un balance de lo vivido para después poder pensar, imaginar nuestro
futuro desde nosotros mismos. Durante el tiempo que he estudiado filosofía descubro
que los grandes filósofos reflexionan y parten de su realidad próxima para luego
trascender lo local y abarcar otros ámbitos. Creo necesario que los mexicanos podamos
crear las condiciones para pensar, imaginar y construir otra realidad que no siga la
lógica de la dominación, de la ausencia de diálogo y de la desigualdad.

Nuestro país enfrente grandes retos, como el de la desigualdad, la pobreza, el


resquebrajamiento del tejido social y los altos índices de violencia. Resulta urgente
reestablecer las relaciones igualitarias, hacer efectiva la igualdad legal: “todos somos
iguales frente a la ley”, superar la discriminación, la corrupción. Se requiere devolver al
otro su calidad de persona, de sujeto de diálogo, porque al hacerlo, nos devolvemos a
nosotros mismos esa capacidad que nos permitirá comprender nuestro pasado y
ponernos de acuerdo sobre nuestro presente y nuestro futuro.

Bibliografía.
7
ROIG, op.cit. p. 131

6
ℵ PAZ, Octavio, El laberinto de la Soledad, FCE, México, 1981

ℵ HEGEL, WF. Lecciones de filosofía de la historia universal, Revista de


Occidente, Madrid, 1940

ℵ ROIG, Arturo, Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano, FCE,


México, 1981

ℵ Todorov Tzvetan. La Conquista de América. Siglo XXI, México 1991

ℵ HUMBOLDT, Alexander von, Ensayo político del reino de la Nueva España,


estudio preliminar, revisión del texto, cotejos, notas y anexos de Juan Antonio
Ortega y Medina, Porrúa, México, 2000.

Vous aimerez peut-être aussi