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TEXTO:
Cayo Tito Petronio Árbitro (20 dC – 66 dC) fue escritor y político romano. El
historiador romano Tácito se refería a él como arbiter elegantiae («árbitro de la
elegancia»). Su sentido de la elegancia y el lujo convirtieron a Petronio en
organizador de muchos de los espectáculos que tenían lugar en la corte de Nerón.
Petronio fue también procónsul de Bitinia, y más tarde cónsul. Su influencia sobre
Nerón despertó los celos del prefecto del pretorio Cayo Ofonio Tigelino, otro de los
favoritos del emperador, que lanzó contra él falsas acusaciones. Participó en la
conjura encabezada por Pisón y Nerón, avisado, le ordenó permanecer en Cumas; el
escritor decidió quitarse la vida dejándose desangrar hasta morir. Se dice que antes
envió al emperador un escrito en el que enumeraba todos los vicios del tirano.
Petronio es autor de una notable obra de ficción, una novela satírica en prosa y
verso titulada el Satiricón, (c. 60), de la cual se conservan algunos fragmentos;
narra las aventuras de dos libertinos, Encolpio y Ascilto, e incluye algunos cuentos
milesios sexualmente explícitos. El estilo poético de Petronio es muy manierista,
parecido al de Ovidio. El Satiricón es el primer ejemplo de novela picaresca en la
literatura europea, y puede considerarse el modelo de novelas posteriores. Ofrece
una descripción única, y a menudo enormemente deshinibida, de la vida en el siglo
I d. C. A pesar de que su narrador se expresa en el mejor latín de la época, la obra
es especialmente valiosa por los coloquialismos en los parlamentos de muchos
personajes que ofrecen un interesante objeto de estudio sobre el latín vulgar de la
época.
La historia está protagonizada por una viuda, la cual, a la muerte de su marido, vela
su cadáver sin descanso ignorando los consejos de sus conocidos, que intentan
persuadirla temiendo por su salud. Entonces es cuando interviene el segundo
personaje, un soldado encargado de vigilar la crucifixión de dos ladrones para que
sus familiares no aprovechen para enterrar sus cadáveres. El soldado, curioso, va al
encuentro de la viuda, y tras argumentarle lo bueno que tiene la vida y el poco
sentido que tiene intentarla perder antes de tiempo, la convence y por fin sacia el
hambre que la había estado persiguiendo durante cinco días. Pero no es esta la
única hambre que la viuda quiere saciar, por lo que finalmente acaban durmiendo
juntos durante tres noches, a escondidas de los demás ciudadanos. Es entonces
cuando una familia aprovecha para enterrar el cadáver de uno de los crucificados.
El soldado, frustrado, pretende entregarse. Es la viuda la que impide que lo haga,
reemplazando el lugar que debiera ocupar el soldado por el cuerpo de su difunto
marido.
El tema del relato es recurrente, se puede identificar este tema con algunos dichos
populares andaluces como “el muerto al hoyo y el vivo al bollo” que prioriza la vida
ante la muerte.
Creo que el tema principal de este relato es el de las pasiones humanas, que se
manifiestan de igual manera a pesar de todo, como necesidades primarias que son.
Es curioso cómo el papel de los personajes se invierte en el relato. En un principio
es el soldado el más optimista, sin considerar la muerte como una opción, ya que
atenta contra la vida. Pero esta situación cambia cuando se ve amenazado por no
haber cumplido su deber. Es entonces cuando la muerte le parece la salida más
fácil, y es la viuda la que le da una solución alternativa. Y así es como somos los
seres humanos, a pesar de que este relato fue escrito hace 2000 años, ni nuestras
necesidades, ni nuestros comportamientos han cambiado. Creo que las personas
somos así de frágiles y, mientras estamos en el culmen de la felicidad, un mínimo
detalle que falle puede hacer que esta felicidad se debilite.
El mejor mensaje que se puede sacar de este relato es que todo se puede superar,
que la vida dura lo que dura y hay que disfrutarla día a día.