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Esto no significa que debamos lucir lo peor posible para que esa manera la
belleza de Dios pueda brillar, o que todo lo concerniente a la belleza es vanidad.
Dios simplemente está diciendo que la Belleza no viene de afuera. De hecho, los
adornos externos son mas un estorbo para la verdadera Belleza que una ayuda.
¡Estamos tan preocupadas por nuestra ropa, cabello, maquillaje y accesorios!
Sin embargo, esas cosas no guían más a una vida espiritual que a una atracción
sensual de la carne. ¿Cuan frecuentemente nos vestimos para atraer las
miradas? ¿No entendemos que “los deseos de la carne, los deseos de los ojos,
y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”? (1 Juan
2:16) Y si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (1 Juan 2:16,
15). Debemos dejar de llamar la atención sobre nosotras mismas y buscar
irradiar una Belleza tal que dirija todos los ojos hacia Dios.
“…Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está
delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1 Samuel 16:7)
Llevar puestas joyas de oro cuesta menos que llevar joyas de virtud.
Quiera Dios que las generaciones por venir den testimonio sobre la belleza de
Dios en nuestras vidas, sobre nuestros rostros radiantes, y sobre la fortaleza,
dignidad y virtud con la cual vestimos.