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EL PROPIO CRUMB: de
entre todas sus criaturas, es
posible que ninguna sea tan
curiosa y digna de análisis como
una llamada Robert Crumb que
también vive en sus comics. Y es
que aunque las ideas de Crumb
son constantemente expresadas
por boca de Mr. Natural, Fritz,
Doggo y un largo etcétera de
seres que van desde lo patético
y acomplejado a lo abiertamente
grandilocuente (pues todos son
parte inherente de la personalidad de Crumb), la mayoría de su obra -
como él mismo confiesa- tiene un claro tinte autobiográfico, y en
consecuencia son muchas las ocasiones en las que es el mismo Crumb
el que tiene que salir a la palestra de la viñeta para relatar aquellos
pasajes o expresar aquellas concepciones más íntimas y personalistas.
Todos estos son los instrumentos que Crumb creó con el fin de
poder tratar en sus comics aquella marabunta de obsesiones,
preocupaciones y reflexiones vitales que le cuece la sesera desde que
era un crío en Philadelphia. Al respecto parece evidente que, junto
con el tratamiento de toda una serie de espinosos temas de carácter
social (las drogas, la integración racial, el feminismo, la guerra de
Vietnam, la decadencia de una sociedad WASP gastada y enferma...)
que eran comunes entre los autores underground de su generación
(Shelton, S. Clay Wilson, Spiegelman, etc.) y más propios de la época
de juventud de Crumb, junto a toda esta temática comiquera
progresista Robert ofrecía también un componente terapéutico
personal basado en la plasmación sobre el papel de aquellos aspectos
más oscuros con que su psique se había ido adornando con el paso de
los años. Teniendo como pavoroso ejemplo la locura patente y no
canalizada de sus dos hermanos (tan parecidos a él), Crumb debió
tomar conciencia muy pronto de que si no sacaba deprisa aquellas
cosas de su cabeza, no tardarían
en instalarse en ella
definitivamente.
De caderas anchas y
contundentes, generosísimos traseros y
piernas robustas como columnas griegas
(todo ello hasta la más pura
desproporción), parece que a Crumb el
resto de su anatomía le sobrara por
completo (opinión apoyada por cierto
dibujo bizarro), ya que caras y torsos -
aunque los prefiere hermosos, claro
está- le traen más sin cuidado que el
fundamental tren inferior, al que dirige
su más auténtico y enfermizo
fetichismo. En lo que respecta a su
carácter, estas mujeres suelen ser
bastante excéntricas en su comportamiento como norma general,
cosa bastante lógica si caemos en la cuenta de que -en la gran
mayoría de los casos- se trata de comics autobiográficos que
muestran a mujeres que REALMENTE han osado acercarse a un tipo
de la especie de Crumb (y además liarse con él!!). Semejante
reduccionismo sexista irritó -como es natural y comprensible- a las
hordas feministas de la época, que veían en estos dibujos una clara
depreciación de la mujer como persona (en pos sólo de su físico), pero
a él le daba igual, siempre le resbaló. Ama y desprecia tanto y a la vez
a las mujeres que cualquiera que intente ponerle un apelativo al
respecto -del signo que sea- hará necesariamente el ridículo: Crumb
es inclasificable.