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Universidad de Santiago de Chile

Facultad de Humanidades
Escuela de Psicología

Transgeneracionalidad del Daño en la


Experiencia Chilena de Exilio-Retorno desde la
Perspectiva de la Segunda Generación.
TESIS PARA OPTAR A TÍTULO PROFESIONAL DE PSICÓLOGO/A

Autoras.- Lic. Susana Latapiatt P.


Lic. Valeria Moscoso U.
Lic. Maya Zilveti V.

Profesora Guía: María Inés Winkler


Profesoras Correctoras: Patricia Pallavicini
Gabriela Wladdimiro

Santiago de Chile, 2007


AGRADECIMIENTOS

Éste es el fin de un largo y extenuante camino, por esto, quiero agradecer a


quienes me acompañaron durante cada paso.
A mis amigos; siempre han sido un lugar donde reponer energías y seguir
adelante. Gracias por su constante apoyo y la confianza que lograría superar
todos los obstáculos para concretar esta meta.
A César, quien me dio su ayuda y supo decir las palabras adecuadas cuando este
sendero parecía no tener fin. Te entrego todo mi afecto.
A mis padres, que han cumplido esta difícil tarea de la mejor forma han podido;
gracias por su esfuerzo. A las mujeres de mi familia, „¡lo logré¡‟, y soy la primera
profesional de muchas otras que vendrán.
A Luis, quien ha hecho florecer lo mejor de mí y me ha ayudado a descubrir lo que
soy ahora.
Por fin llegó el final de este camino, lleno de momentos dulces y amargos. Nada ha
sido en vano, la experiencia queda y la fuerza y constancia ante nuevas
dificultades nunca se extinguirá.
Susana Latapiatt Pérez

~~~~~~~~~~

A mis padres, por haber sido protagonistas activos de la historia y, junto a


ellos, a toda mi familia por haber creído siempre en mí. Gracias por las cosas
buenas y las no tan buenas, porque éstas me brindaron la materia prima para ser
quien soy.

2
A Chalito, por sus constantes cuidados mágico religiosos para mantenerme
protegida y a mi hermosa patria, México.
A Julio, por su amor y comprensión infinitos, sin los cuales no hubiera podido
sobreponerme de mis penas y frustraciones. Gracias por tus enormes esfuerzos por
escucharme y contenerme cada vez que lo necesité, por estar, por quererme y
aguantarme a lo largo de todo este proceso.
A Carolina y Ximena por su incansable apoyo, siempre con una sonrisa y una
palabra de aliento; gracias amigas por acompañarme en mis momentos tristes y
alegres, impulsándome siempre a seguir adelante.
A Maya, gracias por acompañar mi historia con tu historia, por
compartir tu vida y tu sentir; a Pamela y Cristián por su amistad y
compañía y a todos aquellos que me dieron su apoyo y ayuda en el
camino.
A los que hicieron y hacen historia y no cejan en sus esfuerzos por
hacer de éste un mundo mejor, a ellos y a todos… gracias.
Valeria Moscoso Urzúa

3
HIJOS DEL EXILIO

“Para todos va mi canto,

va buscando su raíz,

Somos hijos del exilio

dentro y fuera del país.

Qué país roto y mafioso,

y tan lleno de manejos,

Qué país tan peligroso

nos dejaron estos viejos.”

Astor Piazzolla

Al Hijo:

“No soy yo quien te engendra. Son los muertos.

Son mi padre, su padre y sus mayores.....

Y llegan, sangre y médula, a este día

Del porvenir, en que te engendro ahora.

Siento su multitud. Somos nosotros

Y, entre nosotros, tú y los venideros

Hijos que has de engendrar... Soy esos otros,

También...”

Jorge Luis Borges

4
ÍNDICE
Pag.
1.Resumen 6

2.Introducción 7

3.Preguntas de Investigación 12

4.Objetivos 12

5.Contextualización Histórica
 Antecedentes 13

 Terrorismo de Estado y Represión Política 13

 Exilio-Retorno 17

6.Marco Teórico 25
6.1.Trauma 26

 Evolución del concepto de trauma. 26

 El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).


Críticas a la Nosología Psiquiátrica. 28

 Hacia una mirada social del Trauma. 30

 El Trauma en Chile. 32

6.2.La Experiencia de Exilio-Retorno 33

 La Migración y sus Efectos. 33

 El Exilio-Retorno y sus Dimensiones. El Caso Chileno. 36

 La Familia Chilena en el Exilio-Retorno. 41

 Los Hijos e Hijas del Exilio. 45

 Efectos sociales del exilio-retorno. El (re)encuentro con Chile. 49

6.3.Transgeneracionalidad 51

 Primeros Estudios. 52

 Perspectiva Psicodinámica. 55

5
 Perspectiva Sistémica. 58

 Transgeneracionalidad y Derechos Humanos.


Implicancias a nivel individual, familiar y social. 61

7.Metodología
7.1. Tipo de Estudio 68

7.2. Estrategia Metodológica 69

7.3. Campo de Estudio y Diseño Muestral 69

7.4. Estrategias de Recolección de Datos 71

7.5. Análisis de Datos 73

7.6. Procedimiento 74

7.7. Consideraciones Éticas 75

8.Presentación de Resultados
8.1. Análisis Descriptivo 76

8.2. Análisis Relacional 101

8.3. Modelo Hipotético Interpretativo 104

9.Discusión y Conclusiones 109

10. Sugerencias 126

11. Referencias 132

12. Anexos 138


12.1. Anexo N° 1: Consentimiento Informado 139

12.2. Anexo Nº 2: Preguntas Guía para Entrevista 140


12.3. Anexo Nº 3: Información Necesaria para la Construcción del Genograma
entregada a los/as Entrevistados/as 141
12.4. Anexo Nº 4: Categorías de Análisis de Genogramas
propuestas por McGoldrik y Gerson (1996) 142
12.5. Anexo Nº 5: Informes de Evaluación de Tesis 143

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Resumen

El presente estudio tiene como objetivo conocer cómo se configura el fenómeno de la


transgeneracionalidad del daño en la experiencia de exilio-retorno, desde la perspectiva de
hijos/as de exiliados/as-retornados/as residentes en Chile. El enfoque utilizado en la investigación
es el construccionismo social y la estrategia metodológica empleada es la Grounded Theory
(Strauss y Corbin, 1990). Como herramienta para la recolección de datos recurrimos a la
entrevista semiestructurada (Taylor y Bogdan, 1987; Guerrero, 2001), que fue realizada a seis
participantes, cuatro mujeres y dos hombres, cuyas edades fluctúan entre los 19 y 31 años.

Las entrevistas fueron transcritas y, luego, sometidas a un análisis descriptivo y relacional


para generar un modelo hipotético interpretativo que diera cuenta de las relaciones encontradas
entre las distintas categorías y el fenómeno o categoría central. Concluimos que el elemento
central de la transgeneracionalidad del daño en la segunda generación de exiliados/as-
retornados/as estudiada corresponde al Desarraigo, el cual se articula como un significado que
marca a los/as hijos/as tanto en su identidad como en las relaciones interpersonales que
establecen. Finalmente, planteamos una serie de propuestas orientadas a la reparación de la
transgeneracionalidad del daño en personas con vivencias similares a las de nuestros/as
entrevistados/as, ya sea a través de espacios de elaboración a nivel individual, grupal o social.

Las limitaciones de la investigación guardan relación con las características del grupo de
entrevistados/as elegido. Por un lado, privilegiamos la profundidad del análisis frente al número
de participantes; asimismo, decidimos trabajar con hijos/as de exiliados/as-retornados/as nacidos
exclusivamente en Latinoamérica; por último, contamos únicamente con el testimonio de un
miembro de cada familia, el/la hijo/a, sin incluir los relatos de padres, hermanos/as u otros/as
familiares.

Por su parte, las principales proyecciones se orientan a contrastar y profundizar los


resultados obtenidos en el presente estudio, así como evaluar su utilidad en otros tipos de
migraciones, tales como el desplazamiento por razones económicas.

7
Introducción

“Si no enterraste a tus muertos no puedes vivir,


porque sino dejas a tus muertos en el pasado,
1
el presente es inestable y el futuro también…”

Durante el período comprendido entre 1973 y 1990, la sociedad chilena vivió experiencias
de violencia política que han dejado una huella profunda en la subjetividad individual y social en
nuestro país. Múltiples estudios realizados en Chile, Latinoamérica y países europeos dan cuenta
del impacto traumático de las reiteradas violaciones a los Derechos Humanos (DDHH) ejercidas
por los regímenes dictatoriales (Carvajal, Huertas, Jaramillo, Kovalskys, Quintana y Valdés,
2001; Castillo y Piper, 1996).

En los últimos años, nuestro país ha sido testigo de un potente viraje en la percepción
colectiva respecto de las violaciones a los Derechos Humanos y cuya magnitud ha operado, si no
en la totalidad, en gran parte de los actores involucrados directa o indirectamente; en los/as
afectados/as directos/as por el terrorismo de Estado debido a la remoción de representaciones,
vivencias y afectos asociados a sus propias experiencias traumáticas; en los/as que se
identificaron con el poder y han debido enfrentar cambios importantes en las lecturas que la
sociedad realiza de ese período histórico; en el/la ciudadano/a que vivió y/o vive desde una falsa
conciencia de no involucramiento, prescindencia o negación de vínculos con este trauma social
(Madariaga, 2003).

Vivimos tal vez el más masivo proceso desmitificador de la historia reciente de nuestro
país en el marco de una ofensiva mediática, numerosas jornadas de reflexión, actos
conmemorativos, edición de una gran cantidad de textos alusivos, eventos internacionales, etc.,
que evidencian la transformación experimentada a nivel de las representaciones sociales y del
imaginario colectivo de Chile. Muchos mitos y estereotipos surgidos con la guerra psicológica
impuesta por la Dictadura Militar y recreados durante la transición a la democracia se están
desvaneciendo y cambiando. Ha sido un multifacético esfuerzo de reconstrucción de la memoria
social a partir del testimonio fidedigno aportado, muchas veces, por protagonistas anónimos de la
historia (Madariaga, 2003).

1 Testimonio de Juan, en Jedlicki, (s/f). “El caso Pinochet. Recomposiciones y apropiaciones de la memoria”, en
González (en Restovic, 2004).

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En contraposición a lo anterior, la impunidad, principal factor retraumatizador actual,
perturba directamente los procesos de duelo y la rehabilitación en la primera generación. Su
efecto en el psiquismo individual y colectivo ha sido ampliamente documentado en diversas
publicaciones científicas (Bastías, Mery, Rodríguez y Soto, 2001; Edelman y Kordon, 2002;
Madariaga, 2003 y Scapusio, 2003) y ratificado en las demandas de asistencia médico–
psicológicas a raíz de irrupciones sintomáticas y recaídas en víctimas de violaciones a los
Derechos Humanos, tales como trastornos de ansiedad, del ánimo, reacciones graves al estrés y
trastornos adaptativos, trastornos somatomorfos, problemas psicosociales como abuso de alcohol
y otras sustancias y otras conductas de riesgo (Comisión “Norma para la Atención de Personas
Afectadas por la Represión Política, 2002).

Diversos estudios (Bar-On et al, 1998; Edelman y Kordon, 2002; Halasz, 2001;
Kellerman, 2000 y 2001; Madariaga, 2003 y Scapusio, 2003 y Yehuda et al, 1998 y 2000)
evidencian que el tiempo transcurrido desde el fin de la Dictadura Militar no ha reducido ni
agotado la eficacia traumatizante, ni individual ni socialmente, y que las situaciones traumáticas
inciden tanto en las víctimas directas como sobre el cuerpo social en su conjunto, extendiendo sus
efectos a varias generaciones, fenómeno que desde las ciencias sociales ha sido conceptualizado
como transmisión del trauma o transgeneracionalidad2 (Edelman y Kordon, 2002).

En este sentido, la afectación en segunda y tercera generación 3 hace del trauma


psicosocial un problema del presente y del futuro de la sociedad chilena, puesto que su impacto
sobre el psiquismo colectivo constituye una amenaza para las expectativas de producción de un
nuevo sujeto histórico (Madariaga, 2003).

2 Las diferencias entre estos dos términos son revisadas más adelante en el marco teórico.
3 El término Segunda Generación ha sido y continúa siendo objeto de debate y controversia. Aparece por primera
vez en la literatura surgida a partir de los estudios realizados con niños emparentados con víctimas del Holocausto,
aludiendo a la hipótesis de transmisión transgeneracional del trauma; siendo cuestionado por considerar que la
magnitud y severidad de los trastornos asociados a las experiencias traumáticas de sus antecesores constituyen una
experiencia traumática per-se comparable a la vivida por estos últimos. En este sentido, basándose en la definición de
trauma psíquico, su impacto en el vínculo con los objetos primarios y su mantención en el tiempo impregnando el
mundo subjetivo y relacional, se plantea que los hijos/as han experimentado la violencia política de manera directa
(Díaz, 1992 en Kovalskys y Morales, 2001; Díaz, 1992 en Carvajal; Huertas; Jaramillo; Kovalskys; Quintana y
Valdés, 2001).
No obstante lo anterior, estimamos que el término segunda generación resulta extremadamente aportativo, pues sitúa
velozmente al lector/a en los hijos/as de las víctimas de la violencia de Estado; por ello, en adelante nos referiremos a
estos/as jóvenes como Segunda Generación, aclarando que el empleo de esta nominación no implica que el daño
asociado al trauma en estos/as jóvenes presente diferencias cuantitativas respecto del de sus padres.

9
Desde esta perspectiva, la amenaza de nuestro pasado traumático sobre la sociedad actual
representa en sí misma la dolorosa derrota del Estado chileno en sus esfuerzos reparatorios; sus
consecuencias adquieren materialidad dentro del tejido social en este nuevo consultante que
demanda apoyo psicológico evidenciando la carga de la transgeneracionalidad del daño vinculado
al trauma psicosocial (Madariaga, 2003).

Por otra parte, el modelo neoliberal actual, sostenedor de antiguos y nuevos mecanismos
de impunidad, constituye el escenario histórico en el que se despliegan los aspectos actuales del
trauma psicosocial y la transgeneracionalidad constituye la nueva forma que adquiere en el
presente el trauma de la Dictadura.

Dado lo anterior, a través del presente estudio pretendemos contribuir a la comprensión


acerca de los medios por los que la violencia experimentada se expresa actualmente en la
subjetividad y en la vida relacional de la población de nuestro país. Se trata de profundizar en el
conocimiento de las consecuencias del período dictatorial en el desarrollo posterior de nuestra
sociedad, así como el grado de elaboración social de dichos traumatismos (Carvajal, Huertas,
Jaramillo, Kovalskys, Quintana y Valdés, 2001; Edelman y Kordon, 2002; Scapusio, 2003).

Desde la Psicología Clínica, nos interesa investigar los procesos psicológicos desplegados
frente a las situaciones de trauma psicosocial e intentamos profundizar en la comprensión del
vínculo existente entre nuevas problemáticas psicosociales y clínicas en el área de la salud mental
y los traumatismos vividos durante la Dictadura Chilena.

Considerando lo expuesto, el interés de nuestro trabajo se orienta, entonces, a comprender


el impacto de la transgeneracionalidad del daño vinculado al trauma psicosocial producto de las
violaciones a los Derechos Humanos.

Ahora bien, entre las medidas represivas el exilio constituye, a nuestro juicio, la menos
validada socialmente, lo cual se evidencia en un menor acceso de sus víctimas a las políticas de
reparación implementadas por los gobiernos de la transición. Ha sido, además, en nuestra
opinión, fragmentado en su valoración, pues desde la sociedad se ha minimizado o negado el
efecto traumatizador del retorno por considerarlo precisamente como aspecto reparatorio de la
experiencia, pese a que varios estudios califican este proceso como un evento potencialmente
traumático (Barudy, 1993; Muñoz en Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas
por la Represión Política”, 2002).

10
En este sentido, desde el Estado chileno, se han implementado políticas “paliativas”
tendientes a favorecer la reinserción de los/as retornados/as a través de créditos con el Banco del
Estado para el desarrollo de proyectos económicos, beneficios educacionales, habilitación de
títulos y beneficios aduaneros, sin embargo, no existen a la fecha políticas reparatorias de índole
económica y moral hacia las víctimas del exilio, como ha sucedido con otras medidas represivas
(Comisión Valech para víctimas de la tortura, compensaciones económicas para familiares de
detenidos desaparecidos, etc.).

Asimismo, si bien el fenómeno del exilio y el retorno fue bastamente abordado y


documentado durante la Dictadura y los primeros años de democracia, tanto en Chile como en los
países de acogida, por un lado, la generalidad de las investigaciones se ubican principalmente en
países europeos o Canadá, dejando fuera del análisis la experiencia del exilio latinoamericano, en
países donde las condiciones contextuales, político-económicas, culturales, etc. son distintas a la
realidad del continente europeo. Por otro lado, la mayoría de estos estudios apuntaron a la
implementación de espacios psicoterapéuticos de reparación a nivel individual y familiar y a la
comprensión de las dinámicas psicosociales implicadas en la reinserción de los/las exiliados/as
(Kovalskys, 1998 en Carvajal, Huertas, Jaramillo, Kovalskys, Quintana y Valdés, 2001).

El impacto subjetivo individual y familiar del exilio y el retorno como parte de un proceso
de transgeneracionalidad del daño asociado al trauma psicosocial producto de las violaciones a
los DDHH ocurridas en nuestro país, no obstante, ha sido escasamente estudiado desde la
perspectiva de la segunda generación, en parte por el énfasis en otras medidas represivas
(ejecución, desaparecimiento y tortura) en las investigaciones de transgeneracionalidad, tanto en
los estudios acerca del Holocausto judío como de las Dictaduras Latinoamericanas.

Además, dada la convergencia de múltiples variables en el fenómeno exilo–retorno tales


como el carácter evolutivo de la familia y de cada uno de sus miembros, el tiempo transcurrido
desde la vivencia del exilio y/o el retorno y las modificaciones existentes en las representaciones
sociales con relación a las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en nuestro país y en el
contexto social en general, nos parece razonable hipotetizar que la naturaleza de los efectos del
exilio y el retorno ha sufrido modificaciones que no han sido cubiertas por las investigaciones
realizadas (Carvajal, Huertas, Jaramillo, Kovalskys, Quintana y Valdés, 2001).

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A ello estimamos necesario añadir que, si bien las demás medidas represivas afectaron en
diversos modos a la víctima y a sus figuras significativas, el exilio constituyó, tal vez, la única
que impactó en cierto sentido con igual magnitud a todo el núcleo familiar del/la exiliado/a,
puesto que en la mayoría de los casos fue el grupo familiar en su totalidad el que partió, lo cual
otorga un matiz diferente a las implicancias transgeneracionales de esta experiencia.

En base a lo expuesto, investigar hoy respecto de las consecuencias transgeneracionales


del exilio y el retorno constituye, a nuestro juicio, un interés plenamente vigente puesto que
pretende incrementar la comprensión respecto de la irrupción de nuevas problemáticas
psicosociales y clínicas en el área de la salud mental; además de contribuir a la problematización
de nuestras concepciones clínicas con el objetivo de generar una reflexión tanto a nivel
conceptual como práctico, tomando en cuenta esta expresión del daño entre los efectos
psicosociales de la dictadura en futuras intervenciones en el trabajo con las víctimas directas y
sus familiares (Edelman y Kordon, 2002; Scapusio, 2003).

En términos más amplios, la presente investigación pretende ser un aporte desde nuestro
campo profesional específico a la construcción de la memoria histórica, es decir, “...rescatar el
pasado y pensar el futuro...” como “una forma activa de transformación del presente como
elemento constitutivo de una trayectoria social...permitir el pasaje de la historia a la
historicidad; es decir, la asunción de una historia personal vivida como diferencia que da
sentido a la existencia con y entre otros también diferentes...” (Scapusio, 2003, p.8); en busca de
“una travesía por la identidad, una fenomenología colectiva expresada en una narrativa”
(Corradi, 2001 en Scapusio, 2003, p. 8).

Para llevar a cabo lo que nos hemos propuesto, realizamos un estudio de carácter
analítico-relacional, empleando metodología cualitativa desde una perspectiva construccionista.
En las fases tanto de recolección como de análisis de datos, trabajamos a partir de los
planteamientos de la Grounded Theory. Para obtener los antecedentes realizamos entrevistas
semi-estructuradas y construimos genogramas con hijos/as de exiliados/as-retornados/as
políticos/as chilenos/as en Latinoamérica residentes en Chile, nacidos en los países de exilio
parental. Además, complementamos la información con la construcción de genogramas
familiares.

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Preguntas Guía de la Investigación

¿Cuál ha sido la vivencia de los/as jóvenes de la segunda generación con respecto al exilio-
retorno?

¿Qué momentos críticos identifican en su historia estos/as jóvenes con relación a la experiencia
de exilio-retorno?

¿Qué reacciones-respuestas han percibido por parte de la familia y el entorno social respecto del
fenómeno de exilio-retorno?

¿Cómo han incidido las reacciones-respuestas percibidas en la vivencia de los/as jóvenes de la


experiencia de exilio-retorno y como las han afrontado?

¿Cómo se desarrollaban las dinámicas familiares tanto en el exilio como en el retorno?

¿Cuáles eran las características percibidas de la comunidad del país de exilio y de la sociedad
chilena (tanto en el exilio como el retorno)?

¿Cómo se relacionan estos aspectos contextuales (familiares y sociales) con la vivencia de exilio-
retorno de los/as jóvenes de segunda generación?

Objetivos
Objetivo General:
Conocer cómo se configura el fenómeno de la transgeneracionalidad del daño en la
experiencia de exilio-retorno, desde la perspectiva de hijos/as de exiliados/as-retornados/as
residentes en Chile.

Objetivos Específicos:
Identificar dimensiones contextuales (familiares, culturales y sociopolíticas) que se
articulan en la transgeneracionalidad del daño en el caso del exilio-retorno.

Describir mecanismos generadores y mantenedores de la transgeneracionalidad del daño en


hijos/as de exiliados/as-retornados/as chilenos/as.

Comprender algunas de las repercusiones psicosociales de la transgeneracionalidad del


daño en la experiencia de exilio-retorno en jóvenes de la segunda generación.

13
Contextualización Histórica

Antecedentes.
Los hechos que se sucedieron en Chile a partir del 11 de septiembre de 1973 marcaron la
historia del país y dejaron secuelas que se mantienen hasta nuestros días. Las condiciones
políticas, económicas y sociales al momento del Golpe al Estado, e incluso, al momento en que
asume como presidente Salvador Allende, se encontraban ya en camino a una crisis; diversos
factores intervinieron en los años previos a 1973 para provocar un escenario sociopolítico
polarizado, los más importantes fueron la “Guerra Fría” y la Revolución Cubana, esta última
despertando en América Latina ilusiones de insurgencia contra Estados Unidos, cuyo gobierno
ejercía una fuerte intervención en varios países latinoamericanos (Informe Rettig, 1991).

La elección democrática de Salvador Allende puso en alerta a los Estados Unidos ya que
la llegada al poder de un socialista ponía en peligro la hegemonía del sistema capitalista. Durante
el período de la Unidad Popular se enfatizaron las contradicciones entre la estructura capitalista
existente y un proceso de democratización, se llevó a cabo un aumento radical del papel del
Estado en la economía, se puso en discusión una serie de reformas que agudizaron la polarización
entre los grupos y partidos políticos y surgieron nuevos colectivos, cada vez más extremistas
(Informe Rettig, 1991).

La polarización socio-política del país, la intervención estadounidense en los asuntos


internos, la dura crítica de oposición y la crisis económica que se fue dando desde 1972 -llevando
a un quiebre productivo y un desabastecimiento de artículos esenciales-, se fueron conjugando
para crear un clima en que los conceptos “vía armada” e “ingobernabilidad” empezaron a tomar
más fuerza, hasta que el 11 de septiembre, las Fuerzas Armadas, bajo el mando del entonces
General Augusto Pinochet, decidieron dar un golpe armado al Estado (Informe Rettig, 1991).

Terrorismo de Estado y Represión Política.

Tras los primeros enfrentamientos del día 11 de septiembre de 1973 se instauró por la
fuerza el régimen dictatorial que duró 17 años; durante dicho régimen las Fuerzas Armadas y de
Orden cometieron una serie de violaciones a los derechos humanos causando un fuerte impacto
en la sociedad y dejando secuelas que continúan estando presentes en nuestros días. Dichas
violaciones se instituyeron como formas de control social y represión de la disidencia, al mismo

14
tiempo que se fue produciendo una división en la vida y en la convivencia social, la que fue
quedando marcada por el temor y sus diversas expresiones, acompañada de una creciente
pasividad y sobreadaptación extrema de ciertos sectores de la sociedad (Comisión “Norma para la
Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002).

El temor se vio agravado por el hecho que el Estado, precisamente la institución


encargada de la protección y resguardo de los ciudadanos, era el que desempeñaba las acciones
represivas. Se entiende represión política4, entonces, como “…la violencia ejercida desde el
Estado, con una lógica definida que implica el estudio y la planificación de la violencia, la
produce un sistema, un poder que ocupa las funciones más elevadas del hombre, como son la
razón y la conciencia para gestarla y aplicarla, lo que implica la creación de aparatos técnicos y
la formación de personas especializadas en la destrucción…es una acción global, deliberada,
impulsada a través de agentes ejecutores, sobre individuos concretos y grupos opositores, que
tiene la intencionalidad de producir efectos de miedo y amedrentamiento colectivo, pretende
lograr una determinada mentalidad de los ciudadanos” (Comisión “Norma para la Atención de
Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002, p. 11).

De lo anterior se desprende que los efectos de la represión no afectan solamente al


individuo, sino que tienen consecuencias en la familia, la sociedad, y el conglomerado jurídico e
histórico que constituye el país; la violencia de Estado sería originada en función de un proyecto
de sociedad que se quiere implantar y de sus correspondientes sistemas de dominación y de
legitimación; “obedece a una política represiva, tiene una racionalidad y es funcional a los
intereses y necesidades de los grupos en el poder” (Comisión “Norma para la Atención de
Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002, p.12). Es decir, es un fenómeno
eminentemente social.

4 Tomamos “represión política” como un equivalente al concepto de violencia de Estado o violencia organizada, el
cual nació como tal en 1987, durante una reunión consultiva de la Organización Mundial de la Salud. De él se
desprende que la violencia organizada es “una de las formas más graves de sufrimiento provocado por seres
humanos sobre otros seres humanos. Es practicada por grupos organizados que actúan siguiendo estrategias más o
menos implícitas y que obedecen a un sistema de reglas de conducta y creencias” (Barudy, 1993, p.29).
En el concepto entran prácticas como “la tortura, tratamientos o castigos inhumanos como los descritos en el
artículo 5 de la Convención de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos (1984)...encarcelamiento, la toma de
rehenes, el rapto y/o cualquier otra forma deliberada de privación de libertad”. Este tipo de violencia es, pues, un
fenómeno humano cuyo sustento son personas que provocan intencionadamente dolor y sufrimiento sobre otras
personas o grupos como consecuencia de su adhesión a un sistema de ideas o creencias (Barudy, 1993, p.29).

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A partir de la revisión de varios trabajos realizados por distintos profesionales durante la
época de Dictadura, tanto en Chile como en el extranjero, consideramos la siguiente clasificación
de acciones represivas (C.H.V.5, 1982 en Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial, 1983):

o Acciones represivas que buscan eliminar los obstáculos políticos, sociales, económicos y
culturales con el fin de implantar y consolidar un sistema de dominación. Estas acciones
responden a una represión abierta que permite romper un sistema político socialmente
legitimado y consolidado.

o Acciones represivas que institucionalizan comportamientos de grupos, clases e individuos;


condicionándolos estructuralmente y legitimándolos mediante un ordenamiento jurídico-
legal; es un poder social e ideológico que legitima y garantiza la perpetuación y desarrollo
del proyecto de sociedad y de su correspondiente sistema de dominación, tanto a nivel de la
conciencia como de las normas objetivas. Es una represión institucionalizada.

Para el Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial (1983), en nuestro país, la represión


política ejercida por el Estado siguió un camino desde la represión abierta a la institucionalizada.
Los acontecimientos que se fueron dando en este camino, a partir del Golpe de Estado y hasta la
actualidad, han sido divididos en la literatura en tres fases:

a) Primera Fase: De Septiembre a Diciembre de 1973.


El principal objetivo fue el control efectivo del país por medio de una guerra abierta y
desatada contra organizaciones y población en general. En los primeros meses se estima
que cerca de 10.000 personas debieron pedir asilo diplomático y exiliarse para proteger su
vida y la de su familia (V.G., 1980 en Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial, 1983).

b) Segunda Fase: Desde Enero de 1974 a Agosto de 1977.


Nace la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), encargada de las acciones represivas
de una manera más dirigida y planificada con el fin de resguardar la Seguridad Nacional
(Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”,
2002). Las acciones represivas más selectivas generaron en la población la convicción de
que la represión afectaba sólo a quienes realmente desarrollaban una actividad opositora
de carácter ilegal, logrando una efectiva desmovilización.

5
La razón que éste y otros textos citados se identifiquen solamente por siglas responde a que fueron trabajos escritos
en Chile durante los años `80, es decir, aún bajo el régimen dictatorial y publicados, por ende, en forma clandestina.

16
Continuaron las expulsiones de chilenos/as del territorio nacional, las que las autoridades
administrativas muestran como actos de liberación de detenidos/as por el Estado de Sitio
(V.G., 1980 en Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial, 1983).

c) Tercera Fase: Desde Enero de 1977 a Marzo de 1990.


El objetivo fue la institucionalización de la dictadura con el establecimiento de diversas
políticas que legalizaron el Estado autoritario. En 1977 se creó la Central Nacional de
Informaciones (CNI), sustituyendo y manteniendo, inicialmente, el mismo diseño que la
DINA, para posteriormente encargarse de la inteligencia política más que de la represión
(V.G., 1980 en Colectivo Chileno de Trabajo Psicosocial, 1983).

En 1988 triunfó el NO6 en el plebiscito del 5 de Octubre y se elige, en 1989, a Patricio


Aylwin como presidente, asumiendo en 1990. Esto dio inicio a un proceso de transición
cuyo objetivo principal fue reestablecer la democracia en Chile (Comisión “Norma para la
Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002).

Entre los instrumentos represivos utilizados por el Estado durante las tres fases de la
Dictadura se puede identificar los siguientes (Comisión “Norma para la Atención de Personas
Afectadas por la Represión Política”, 2002):

o Represión Directa: Arrestos, detenciones, relegación, exilio, persecución política,


clandestinidad, amedrentamientos, encarcelamiento arbitrario, detención en campos
de concentración, tortura, desaparición de prisioneros/as, ejecuciones, asesinatos de
opositores/as bajo justificaciones falsas, muerte durante la tortura.

o Represión Indirecta: Privación de alimento, de vivienda y cuidado de la salud,


despido del trabajo, distorsión de los hechos y manipulación de información.

o Marginación Social: Privación de poder social y político, llevando a los individuos y


sus familias a ser excluidos de la producción económica, el goce de beneficios
sociales y servicios, la participación en asociaciones sociales, laborales y comunales.

o Marginación Individual: Pérdida de destrezas y conocimientos como consecuencia


de acciones represivas, por ende, se sufre una disminución en la integridad cultural.

6 En el plebiscito de 1988 se debía decidir por las siguientes opciones: el NO, que optaba por la salida de Pinochet
del gobierno y la realización de elecciones presidenciales y parlamentarias; y el SI, que apoyaba su continuación.

17
Puede ser por falta de uso de capacidades o deterioro y limitación en la adquisición de
conocimiento e intereses culturales y una erosión progresiva de la autoestima.

Exilio-Retorno.

“Si hay un derecho que, en principio, es absoluto, es el derecho a vivir en la patria, de tal
modo incorporado al ser humano que la doctrina lo ha dotado de una denominación singular: es
un atributo de la personalidad, como lo son el nombre y la nacionalidad, porque no es,
éticamente, concebible que una persona no lo posea. La excepción constituida por las penas de
extrañamiento y confinamiento, que puede señalar un juez, es considerada por la mayoría de los
penalistas como un resabio de estados colonialistas que imponían la expulsión del nacional a
territorios de ultramar, razón por la cual se ha propuesto reiteradamente su revisión legislativa”
(Esponda, 1981, p. 699).

Desde los tiempos de la República, en las diferentes cartas constitucionales existentes a lo


largo de la historia de Chile, la libertad de permanencia y tránsito por el territorio nacional había
sido considerada como un derecho; ni el Reglamento Constitucional de 1812, ni la Constitución
de 1818 permitían su suspensión. En la constitución de 1822 se toma la residencia como requisito
necesario para otorgar la ciudadanía y se da a las penas de “expatriación o destierro” la misma
gravedad procesal que a la de muerte, debiendo ser aprobada por el Supremo Tribunal de Justicia
y sólo para sancionar los delitos más graves (Esponda, 1981).

La Constitución de 1925 asegura el derecho de los/as chilenos/as a entrar y permanecer en


el territorio nacional por medio del Art. 10°-5, en el que establece la libertad de permanecer y
trasladarse hacia cualquier punto de la República sin que nadie pueda ser desterrado/a.
Posteriormente, en 1971 y mediante una reforma constitucional, fue incorporada una mención
alusiva a “la libertad de entrar en el territorio, para evitar que gobiernos irrespetuosos del
espíritu de la ley vulneraran dicho derecho” (Esponda, 1981, p. 700).

A partir del 11 de septiembre de 1973, la Junta de Gobierno comienza a dictar una serie
de legislaciones que contradecían los principios y normas constitucionales vigentes; con relación
a las libertades de residencia y tránsito, tras el Golpe de Estado el Poder Ejecutivo se adjudicó la
facultad de desconocer el derecho de los/as chilenos/as a habitar en su país, pudiendo decretar

18
expulsiones invocando la necesidad “de velar por la seguridad del Estado, el orden interno y la
normalidad de las actividades nacionales” (Decreto Ley 81, en Esponda 1981, p. 700).

Se ha denominado exilio a la emigración cuya causa ha sido la expulsión del territorio de


origen por motivos políticos, de persecución y/o de violación de los Derechos Humanos. Una vez
que las condiciones que originaron la salida han sido superadas, ya sea por el reestablecimiento
de la democracia, acuerdos de paz, etc., parte de la población exiliada vuelve a su país de origen;
esto se ha denominado retorno, desexilio o remigración (Castillo y Piper, 1996).

En un informe presentado a la ONU en 1983 por el Comité Pro Retorno de Exiliados


Chilenos7 se entregó una serie de antecedentes que denunciaban la situación del exilio en Chile;
descrito como “un fenómeno social que afecta a la sociedad entera, tanto en el presente como en
el futuro...se ha transformado en un poderoso factor de desintegración individual y familiar...es
una mutilación grave de las raíces de una parte de los chilenos con su tierra, su comunidad, su
historia y el tiempo social de su entorno natural...destruye y/o interrumpe con violencia el
desarrollo de personas, familias y grupos, causando daños a la comunidad entera” (Comité Pro
Retorno de Exiliados Chilenos, 1983, s/p).

El exilio puede definirse de formas distintas de acuerdo al ámbito en que se observe -


personal, laboral, profesional, cultural, familiar, etc.-, “forma parte del quiebre histórico
producido en la sociedad chilena. Es parte del proceso de ruptura de la comunidad nacional....
Especial mención se hace a la situación de los/as niños/as, a quienes el exilio ha convertido en
sus víctimas fundamentales. La alteración de los modelos de identificación paternos; los cambios
abruptos e inesperados de idioma; de sistemas escolares y referentes sociales y afectivos; la
pérdida de fuentes de afecto familiar necesarias para un desarrollo pleno; la angustia frente a un
mundo que les parece incierto y arbitrario y la inestabilidad económica y laboral de sus padres,
son todas condiciones involuntarias o injustas que atentan contra el derecho a crecer
sanamente” (Comité Pro Retorno de Exiliados Chilenos, 1983, s/p).

Para Weinstein (1986 en Castillo y Piper, 1996), lo forzoso del exilio se traduce, por un
lado, en la prohibición de ingreso al país y, por otro, en la imposibilidad de escoger libremente el
lugar de residencia. Esto produce una importante fragmentación de la población afectada,

7
Creado en 1979 por familiares de chilenos/as exiliados/as quienes sostenían fines de lucha, resistencia y denuncia
de la situación del exilio en Chile.

19
dispersa en más de 80 países. La variedad de culturas, idiomas, sistemas sociales y
organizaciones productivas de los países que acogieron a los/as exiliados/as implicó que el exilio
asumiera formas muy diversas, acentuándose la disgregación cultural.

En su dimensión político-social el exilio chileno constituyó, por una parte, la medida


represiva misma, efectuada por las autoridades militares a través de un decreto de expulsión
formal del país de un número significativo de militantes, funcionarios/as de gobierno y
simpatizantes del gobierno de la Unidad Popular. En otros casos, el abandono forzoso del país se
llevó a cabo como una forma de evitar otras medidas represivas tales como la detención en
campos de concentración, la tortura y, en último término, la muerte (Castillo y Piper, 1996).

Para Rebolledo (2001) es posible distinguir distintos contingentes de exiliados/as: entre


1973 y 1974 fueron principalmente asilados/as políticos/as; entre los años ´75-´79 emigró gran
cantidad de presos/as políticos/as expulsados/as por medio del cambio de condena de prisión por
una condena de extrañamiento; simultáneamente, hubo un flujo masivo y constante de
exiliados/as políticos/as que salieron por decisiones más personales entre 1973-1976, el que fue
decreciendo hasta 1980 -esta población se ubicó primero, en su mayoría, en Argentina y Perú
mientras definía el lugar donde se establecería-; entre 1980 y 1990, las salidas de exiliados/as
fueron más episódicas y se dieron de acuerdo a las circunstancias del país.

En el ámbito legal, el exilio vulneró las libertades personales al no respetar el derecho a


vivir en la patria así como el de entrar y salir libremente del territorio nacional, incluidos tanto en
la Declaración Universal de Derechos Humanos8 como en el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos9, donde se plantean como derechos absolutos que no admiten restricción bajo
ninguna circunstancia. Si bien Chile está suscrito a dichos Pactos Internacionales, durante el
período 1973-1990 el Estado realizó una serie de disposiciones jurídicas que violaban dichos
acuerdos (Comité Pro Retorno de Exiliados Chilenos, 1983).

8 Fecha 10 de diciembre de 1948. Art. 9.- Expresa que “nadie puede ser arbitrariamente detenido, preso o
desterrado”. Art. 13.- Establece que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el
territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio y a regresar a su
país” (en Insulza, 1983, s/p).
9 Fecha 16 de diciembre de 1966. Art. 12, N°4.- “Nadie podrá ser arbitrariamente privado del derecho a entrar en
su propio país”. Además existe la Convención Americana sobre Derechos Humanos, “Pacto de San José de Costa
Rica” del 22 de noviembre de 1969, que en su Art. 22 expresa que “Toda persona que se halle legalmente en el
territorio de un Estado tiene derecho a circular por el mismo y a residir en él con sujeción a las disposiciones
legales… a salir libremente de cualquier país, inclusive del propio. Nadie puede ser expulsado del territorio del
Estado del cual es nacional ni ser privado del derecho a ingresar en el mismo” (en Insulza, 1983, s/p).

20
Con respecto a las prohibiciones de ingreso, hasta septiembre de 1973 el Presidente de la
República no estaba facultado para expulsar ni prohibir el ingreso a la patria a ningún/a chileno/a,
ni en Estado de Sitio, de Emergencia, de Guerra, de Asamblea, etc. Entre 1973 y 1980 se realizó
una serie de modificaciones a la Constitución de 1925 (Vicaría de la Solidaridad, 1983):

Decreto Ley 81 de 1973. Facultó al presidente de la República para expulsar


chilenos/as del territorio nacional y agregó que los/as expulsados/as -quienes cumplían
pena de extrañamiento, abandonaron el territorio sin sujetarse a las normas establecidas
y los/as asilados/as- no podían volver sin permiso del Ministerio del Interior, no siendo
necesario el decreto de prohibición de ingreso pues bastaba el hecho objetivo de haber
salido del país en alguna de estas condiciones (Vicaría de la Solidaridad, 1983).

Este decreto “constituyó en figura delictiva, sancionable hasta con la pena de muerte,
el ingreso irregular a1 país, y castigó a quienes encubrieran este delito, alterando los
principios tradicionales de la legislación chilena que sólo sanciona excepcionalmente a
quien encubre al inculpado/a” (Esponda, 1981, p. 701).

Decreto Ley 604 de 1974. Facultó al Gobierno para prohibir el ingreso al país a
chilenos/as o extranjeros/as que se encontraran en algunas de las causales señaladas
(realizar actos contrarios a los intereses de Chile; divulgar doctrinas determinadas). En
estos casos, el Gobierno debía dictar y notificar un decreto de prohibición de ingreso.
Una forma de notificación fue estampar la letra “L” en los pasaportes, lo que significaba
“limitado” o “prohibición de ingreso”; sin embargo, el no tener dicha letra no significó
ausencia de impedimento (Vicaría de la Solidaridad, 1983).

Para las autoridades del momento, estas facultades se consideraban necesarias para “la
preservación y acentuación de la chilenidad, la devoción a la patria, a sus emblemas
sacros y a sus tradiciones históricas”, bastando solamente que los afectados, “a juicio
del Gobierno, constituyeran un peligro para el Estado” (Art. 1° del DL604 en Esponda,
1981, p. 701).

Artículo 41 de la Constitución promulgada por la Junta Militar en 1980. Facultó al


Presidente de la República para decretar un Estado de Emergencia, con acuerdo del
Consejo de Seguridad Nacional. En éste podía restringir la libertad de locomoción y
prohibir a determinadas personas la entrada y salida del país, imponer censura a la

21
correspondencia y comunicaciones, restringir la libertad de información y opinión. Este
no podía exceder 90 días, sin embargo, tenía posibilidad de renovarse (Insulza, 1983).
Decretos exentos.

Durante el período de vigencia de la Constitución 1980 desaparecieron las causales


objetivas de prohibición de ingreso; el Decreto Ley 81 era contrario a la nueva Constitución por
lo tanto fue derogado. Por otra parte, existían disposiciones que permitían la existencia de dos
estados de excepción (Vicaría de la Solidaridad, 1983):

Estado de Emergencia (que rigió hasta el 31 de agosto de 1983), conforme al cual se


podía prohibir el ingreso al país (no expulsar) mediante un decreto firmado por el
Ejecutivo que no requería causales, aunque debía invocar “real necesidad” de la medida.
Los decretos debían ser “tomados de razón” por el Contralor General de la República.
La medida de prohibición de ingreso era perpetua (mientras no fuera revocada) y sus
efectos se prolongaban aún cuando cesara la vigencia del Estado de Emergencia.
Estado de Peligro de Perturbación de la Paz Interior (Art. 24° transitorio y
renovable cada seis meses, dictado en 1980 por la Junta Militar). Se podía expulsar y
prohibir el ingreso; los decretos los firmaba el Ministro del Interior y estaban exentos de
“toma de razón”; debían invocar causales. No procedía “recurso alguno”, salvo la
petición de reconsideración a la autoridad que dictaba la medida.

Bajo estos estados de excepción podían aplicarse las medidas mencionadas a quienes
propagaran “doctrinas que atenten contra la familia, propugnen la violencia o una concepción
de la sociedad, del Estado o del orden jurídico, de carácter totalitario o fundada en la lucha de
clases... los que están sindicados o tengan reputación de ser activistas de tales doctrinas y a los
que realicen actos contrarios a los intereses de Chile o que constituyan un peligro para la paz
interior” (disposición transitoria 24ª, letra c, inciso final), sin embargo, ya que era el Jefe de
Estado quien hacía tal calificación y ésta no era susceptible de revisión judicial, en la realidad
cualquier chileno/a podía ser proscrito/a (Esponda, 1981, p. 702).

Con relación a las autorizaciones de retorno, las prohibiciones de ingreso sólo podían
dejarse sin efecto por otro Decreto Supremo que derogara al anterior, el que podía hacerse de
oficio por la autoridad o a petición de parte, y que mantenía vigente el principio que “el vivir en
la patria es una gracia de la autoridad y no un derecho” (Vicaría de la Solidaridad, 1983, p. 5).

22
Entre Noviembre de 1973 y Octubre de 1982, el Gobierno ignoró la situación de los/as
exiliados/as. Conforme a los decretos 81 y 604, quienes estaban (automáticamente o por decreto)
impedidos de retornar podían solicitar al Ministerio del Interior dejar sin efecto la medida,
aunque comúnmente las solicitudes no eran contestadas. Entre Octubre y Diciembre de 1982,
Pinochet anunció la creación de una comisión que estudiaría la situación, según sus palabras
debía presentarse la solicitud correspondiente, más la comisión sería sólo consultiva y no
resolutiva. Al término de su cometido, la comisión emitió un informe que no fue conocido
públicamente (hasta hoy no se sabe con certeza que alguien haya retornado por dicha comisión);
los Ministerios del Interior y Justicia continuaron “el conocimiento y estudio de las solicitudes de
las personas afectas a prohibición de ingreso” (Vicaría de la Solidaridad, 1983, p. 6).

Cuando las denuncias por el retorno de los/as exiliados/as comenzaron a tomar fuerza, el
Gobierno aclaró su decisión de no permitir el reingreso al país de estas personas; el General
Pinochet declaró a la prensa: "Sería un daño para la población autorizar los regresos de los
exiliados que hablan tanto en contra de Chile. Dicen que aquí se mata en la calle, que la gente se
está muriendo de hambre. Yo les hago un bien dejándolos afuera, para que no sufran” (El
Mercurio, 30/04/1979 en Esponda, 1981, p. 704). Posteriormente, y ya con la nueva Constitución
vigente, se refirió a los/as exiliados/as con la siguiente postura: "Quienes entonces no trepidaron
en asesinar a los hijos de Chile son los mismos que hoy pretenden volver recurriendo a viles
argucias y sin detenerse ante la calumnia y la mentira. Si permitiéramos el regreso de estos
agentes del comunismo estaríamos traicionando los ideales de nuestros hombres muertos en
acción” (Mensaje pronunciado el 11 de Septiembre de 1981, en Esponda, 1981, p. 704).

Al término de 1982 y hasta Octubre de 1983, el Gobierno publicó listas de exiliados/as


autorizados/as a regresar, lo que significaba que la autoridad había dictado los correspondientes
decretos supremos que derogaban los que prohibían el ingreso. En ellas aparecieron muchos/as
exiliados/as, pero también menores de edad, personas fallecidas, detenidos/as desaparecidos/as,
personas que no habían salido de Chile o habían retornado sin inconvenientes, nombres repetidos,
etc. Llamó la atención, además, que un gran número de personas que aparecieron en las listas, no
habían solicitado su reingreso. Según el Ministro Montero, las personas incluidas en las listas no
requerirían de ningún trámite adicional para regresar (Vicaría de la Solidaridad, 1983).

23
En Octubre de 1983 fueron reembarcados en el Aeropuerto de Pudahuel tres exiliados que
aparecían en las listas de autorización de retorno; ante la situación, el Subsecretario del Interior
declaró que en realidad las listas debían complementarse con trámites posteriores como la
dictación de decretos que anularan los de prohibición, los que en algunos casos no se dictarían.
Se instaló, luego, una Oficina de Informaciones sobre Regreso de Exiliados que evacuaría
“cualquier tipo de consultas” y, particularmente, “si alguna persona está incluida en alguna de
las listas”. Las consultas las podían hacer familiares, por escrito, indicando dirección y remitente.
Los/as exiliados/as debían dirigirse a consulados y embajadas “para manifestar su deseo de
regresar”, lo que se consultaría a las autoridades chilenas (Vicaría de la Solidaridad, 1983).

El proceso de retorno comenzó a principios de los ´80 de forma paulatina e individual por
quienes no tenían prohibición de ingreso, aunque para muchos el retorno “legal” era percibido
como real sólo en la medida en que se produjeran cambios políticos importantes en Chile. Tras
publicarse las listas de autorización, retornaron cerca de 3.562 personas en el plazo de un año,
aunque nunca se conocieron los criterios de selección. No obstante, junto a esta mayor apertura
frente al exilio, coexistió la aplicación de nuevas medidas de expulsión; la letra “L”, sin embargo,
dejó de emplearse en 1983 (Vicaría de la Solidaridad, 1983; Castillo y Piper, 1996).

Quienes pudieron volver lo hicieron por medio de recursos propios con los que contaban,
el régimen que los/as exilió no se hizo responsable de su regreso, por lo que éste se convirtió en
una decisión y una acción privada que no llegó a constituirse en una superación colectiva de un
problema social. En 1988, pocos días antes de que se llevara a cabo el plebiscito, el régimen puso
fin al exilio de manera formal como parte de su campaña electoral (Castillo y Piper, 1996).

En relación a la magnitud del exilio-retorno, existen diferencias significativas entre las


cifras oficiales de exiliados/as políticos/as y las de diversos organismos de Derechos Humanos.
Los números oficiales hablan de alrededor de 20 mil personas incluidos los familiares; ACNUR
(Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) registró en Argentina al menos
unos/as 9.000 refugiados/as políticos/as y otros/as 2.900 en Perú; la Liga Chilena de los Derechos
del Hombre menciona 400.000 chilenos y chilenas que debieron abandonar el país por razones
políticas. Durante 1990, la Oficina Nacional de Retorno10 (ONR), el Servicio Universitario
Mundial y el Comité Intergubernamental para los Migraciones (CIM), manejaban una cifra de

10
Creada por la ley 18.994, el 20 de agosto de 1990. Termina sus funciones en Septiembre de 1994.

24
cerca de 200 mil exiliados/as políticos/as dispersos en los cinco continentes; esta cifra es cercana
a la que da la Vicaría de la Solidaridad, que calcula una cantidad 260.000 personas obligadas a
vivir fuera del país por razones políticas (Bolzman, 1993; Vaccaro, 1990, en Rebolledo, 2001).

De acuerdo a informaciones de organismos nacionales e internacionales, desde el año


1978 a 1992 habían retornado alrededor de 39.000 personas, de las cuales 26.828 (68%) se
encontraban registradas en la Oficina Nacional del Retorno11. Según datos de esta misma Oficina,
entre los años 1990 y 1992 más de un 60% de la población total exiliada había retornado al país.
Se dictó una serie de leyes que intentaron aportar al proceso de retorno y reinserción, como la
Ley 19.074, de Habilitación de Títulos, o la Ley 19.12812 (Oficina Nacional del Retorno, 1992).

El 17 de Septiembre de 2005, el presidente de Chile, Ricardo Lagos, firmó una serie de


modificaciones a la Constitución de 1980 entre las que elimina las expulsiones y prohibiciones de
ingreso, de esta forma, ya no es posible privar administrativamente a los/as chilenos/as del
derecho a residir en el país. No obstante estos recientes avances, aún queda pendiente el
reconocimiento y real reparación del daño que el exilio-retorno constituyó y constituye aún para
muchos/as chilenos/as y sus familias (Constitución Política de Chile, 2005).

11 Según lo dicho por el presidente Aylwin, durante el Mensaje Presidencial del 21 de Mayo de 1993, en la Sesión
del Congreso Pleno, respecto al tema del “Retorno de exiliados” se informa que: “hasta abril último habían retornado
al país algo más de 40.000 personas, de las alrededor de 250.000 a que se estima que llegó el exilio originado por las
causas políticas. Del total de retornados, la Oficina Nacional de Retorno, ha participado en la reintegración de 33.000
personas (10.674 familias), tarea en la que ha contado con la valiosa cooperación del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)”.
12 En el mismo Mensaje menciona: “Dado que un 58% de los jefes de familia retornados son profesionales titulados
en el exterior, ha sido de gran trascendencia la aplicación de la ley 19.074, de 28 de agosto de 1991, que permite
habilitarlos para el ejercicio de su profesión en Chile... Los compatriotas que retornan del exilio, aparte de los
beneficios aduaneros que les otorga la ley 19.128, de 7 de febrero de 1992, tienen aseguradas para sus hijos la
continuidad de sus estudios básicos y medios y el acceso al primer año universitario, y acceden gratuitamente a todos
los niveles de atención de salud. Más de 15.000 personas han hecho uso de este beneficio. Por otra parte, 9.087
personas retornadas de escasos recursos han obtenido ayuda de la Oficina para su subsistencia y reinserción, y 6.486
han obtenido acceso a una solución laboral con apoyo directo del Gobierno. Especial importancia tiene, para los
exiliados que aspiran a volver, la posibilidad de obtener la continuidad de su previsión. Consciente de la importancia
de esta justa aspiración, el Gobierno está estudiando, con las naciones amigas que recibieron a numerosos exiliados
chilenos, la suscripción de convenios bilaterales sobre seguridad social”.

25
Marco Teórico

Nuestro trabajo se estructura en torno a tres conceptos centrales: Trauma, Exilio-Retorno


y Transgeneracionalidad, los que serán brevemente revisados a continuación.

Iniciamos la exposición con el término Trauma, el cual ha sido desglosado con el


objetivo de incluir la evolución del concepto, además del surgimiento de la nosología psiquiátrica
de Trastorno de Estrés Postraumático y su inadecuación en el análisis de los fenómenos de
violencia de Estado. Enseguida presentamos la vertiente psicosocial del Trauma, para finalizar
exponiendo una sistematización del abordaje realizado en nuestro país sobre el trauma asociado a
la represión política generada a raíz del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

En la segunda parte, correspondiente al fenómeno de Exilio-Retorno, comenzamos


exponiendo las consecuencias implícitas de una migración, vinculándolas a aspectos, a nuestro
juicio, centrales en el análisis del tema tales como identidad y cultura; a su vez, enfatizamos las
diferentes pérdidas asociadas a las migraciones y el potencial traumático de esta experiencia.

Posteriormente, presentamos una contextualización histórica del fenómeno de Exilio y


Retorno, abordando tanto su evolución en el ámbito internacional como nacional. Finalizamos
este punto con una breve revisión de las principales características del fenómeno en nuestro país.
En cuanto al impacto del Exilio y Retorno en Chile, exponemos sus efectos a nivel familiar y más
específicamente en los/as descendientes de exiliados/as-retornados/as, para finalizar revisando las
implicancias psicosociales de este fenómeno en nuestro país.

En relación al concepto de Transgeneracionalidad, exponemos primero la relevancia del


término en el caso de situaciones de violencia de Estado; más adelante, revisamos los principales
planteamientos relacionados al tema, partiendo por los primeros estudios surgidos a partir del
Holocausto, para continuar presentando las vertientes investigativas más prolíferas respecto de la
transgeneracionalidad, correspondientes a la perspectiva psicodinámica y sistémica.

Contextualizamos, luego, el tema a la situación actual de Latinoamérica a través de la


revisión de una serie de trabajos elaborados desde diferentes instituciones de Derechos Humanos
que abordan la temática de la transgeneracionalidad asociada a las dictaduras de nuestro
continente. Finalmente, proponemos una definición operativa de Transgeneracionalidad del Daño
vinculado a la experiencia chilena de exilio y retorno, la cual guiará nuestro trabajo.

26
1.Trauma
“…la sensación, en cualquier caso repentina, no de haberme librado de la muerte,
sino de haberla atravesado. De haber sido, mejor dicho, atravesado por ella.
De haberla vivido, en cierto modo. De haber regresado de la muerte
13
como quien regresa de un viaje que le ha transformado: transfigurado, tal vez.”

Para una mayor comprensión de las consecuencias traumáticas generadas tras los
acontecimientos del 11 de Septiembre de 1973 es necesario realizar una revisión del concepto de
“trauma”. Si bien el concepto ha experimentado modificaciones sustanciales en cuanto a su
significado a lo largo de la historia, su aporte al estudio de la afectación psicosocial generada a
raíz de situaciones de violencia de Estado ha sido ampliamente documentado en numerosas
investigaciones que van desde la I Guerra Mundial hasta conflictos bélicos y étnicos recientes.

Así, a continuación, exponemos los primeros acercamientos al concepto de trauma,


incluyendo el de Estrés Post-Traumático, aportado por la psiquiatría. Posteriormente, describimos
brevemente como el concepto pasa desde una concepción individual a otra más social,
exponiendo distintas contribuciones que se han hecho tanto en Europa como en Latinoamérica.
Finalmente llegamos a las conceptualizaciones de trauma que se han utilizado en Chile y
presentamos la definición de trauma que ocuparemos en la presente investigación.

Evolución del concepto de trauma.

La palabra procedente del griego significa “herida” y se ha ido especializando tomando


en el campo psíquico el carácter de trauma y en el físico, el de traumatismo (Arnal, 2000 en
Pastrana y Venegas, 2001). Aparece en la psicología a partir del enfoque psicoanalítico. Freud y
Breuer introducen el “trauma psíquico” en “Estudios Sobre la Histeria” (1980), estableciendo
una analogía entre histeria y neurosis traumática. En esta última, la causa del trauma
correspondería a un sobresalto, un “trauma psíquico”, es decir, “cualquier suceso que provoque
los afectos penosos del miedo, la angustia, la vergüenza o el dolor psíquico, puede actuar como
un tal trauma” (Freud y Breuer, 1980, p. 12).

Es relevante el énfasis que daba Freud a la sensibilidad de la persona como determinante


de la importancia traumática del evento; así, no sería lo externo lo que determina el trauma sino
aspectos internos de la persona, configurándolo como algo único y particular. No es el trauma en

13 Fragmento en “Resiliencia: una estrategia en la rehabilitación en pacientes víctimas del terrorismo de Estado”, en
Paisajes del Dolor, Senderos de Esperanza. Salud Mental y Derechos Humanos en el Cono Sur, 2002.

27
sí el “agente provocador” sino, más bien “el trauma psíquico, o su recuerdo, actúa a modo de
un cuerpo extraño, que continúa ejerciendo sobre el organismo una acción eficaz y presente, por
mucho tiempo que haya transcurrido desde su penetración en él” (Freud y Breuer, 1980, p. 13).
El recuerdo tiene un afecto perdido pues el individuo no reaccionó enérgica y adecuadamente al
suceso estimulante; cuando la reacción se da con intensidad suficiente desaparece con ella la
mayor parte del afecto; si, al contrario, reprime la reacción, el afecto queda ligado al recuerdo.

Otro elemento importante es la consideración que hace Freud de la existencia de “traumas


parciales”, donde observa que el trauma no necesariamente se constituye por un hecho único en
un momento determinado, sino que puede desarrollarse a lo largo del tiempo con una serie de
acumulaciones de diversas presiones que se mantienen latentes para luego vincularse con otras
experiencias que tomarán el carácter de traumáticas (Freud y Breuer, 1980).

Los aportes post-freudianos al trauma siguieron un camino en lo individual, aunque


fueron incluyendo aspectos vinculares y dando mayor importancia a situaciones externas. Khan
(1974 en Madariaga, 2002), por ejemplo, aportó el concepto de “trauma acumulativo”,
enfatizando la relación temprana madre-hijo como díada que, por la dependencia que presenta en
cuanto a satisfacción de necesidades fisiológicas y afectivas, concentra la mayor cantidad de
eventos emocionalmente significativos para el niño. En este intercambio pueden darse diversas
experiencias sub-traumáticas que formarían una superposición silenciosa de conflictos vinculares
no resueltos, sobrepasando los mecanismos adaptativos del niño y pudiendo derivar, en algún
momento del ciclo vital, en un trauma psíquico (Madariaga, 2002).

Tras la I Guerra Mundial, Freud comenzó el estudio de las neurosis de guerra, las que vio
ya no como una resignificación interna secundaria, sino como suceso productor de alteraciones
específicas en el individuo. El principal cambio tuvo que ver con los sueños, donde ya no se daba
una realización de deseos inconscientes sino repeticiones de vivencias traumáticas (Freud, 1986).

Desde la psiquiatría, inicialmente se pensaba que el trauma de post-guerra era de origen


físico y se debía al efecto de explosión de granadas (“shell shock”). Algunos psiquiatras llegaron
a postular causas psicológicas, sin embargo, lo común era que los síntomas se atribuyeran a
cobardía y debilidad del soldado, usando como tratamiento castigos y amenazas para quien
sufriera dicha neurosis, “incluso llegaron a usarse descargas eléctricas para tratar el mutismo y
pérdida sensorial de algunos pacientes” (Cazabat, 2001, en Pastrana y Venegas, 2001, p. 10).

28
Es durante la II Guerra Mundial que se comenzó a hablar de síntomas asociados a “estrés
post traumático”. En 1941, Abraham Kardiner escribe "The Traumatics Neurosis of War”, donde
se refirió a estos trastornos y, con Herbert Spiegel, desarrolla tratamientos para integrar las
experiencias traumáticas. En 1952 apareció la primera edición del “Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM), incluyó el diagnóstico de Reacción a Gran Estrés
(“Gross Stress Reaction”) y describió los síntomas de la exposición a estrés intolerable. Ya en
Estados Unidos se trabajaba con veteranos de la II Guerra Mundial y Corea, aunque fue con
veteranos de Vietnam que se empezó a poner real atención a los efectos traumáticos de guerra,
permitiendo, así, reconocer la existencia de un trastorno derivado (Pastrana y Venegas, 2001).

El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Críticas a la Nosología Psiquiátrica.

Hans Selye describe por primera vez, en 1934, el concepto de “estrés”, el que se define
como “los procesos fisiológicos y psicológicos que se desarrollan cuando existe un exceso de
demandas ambientales percibidas por el sujeto para poder satisfacerlas”. El término moderno
toma en cuenta la interacción de factores como el entorno y la forma de percibir del individuo
según personalidad, experiencias previas y recursos que cree poseer para enfrentar las demandas
del entorno o “autoeficacia percibida” (Campusano, 1999 en Pastrana y Venegas, 2001, p. 11).

En 1980, la American Psychiatric Association (APA) incorporó en el DSM-III el


diagnóstico de Estrés Post-Traumático (Post-Traumatic Stress Disorder), que exige la presencia
de un evento vivido como amenaza vital, generando respuestas angustiosas y síntomas como:
reexperimentación del acontecimiento traumático, evitación de estímulos asociados a éste y
aumento en la activación. Otorga poca relevancia a procesos sociales, como situaciones de guerra
y represión política, al no incorporalos como factores constitutivos del trauma. Pone mayor
énfasis en los síntomas posteriores al hecho traumático y homologa distintos tipos de eventos sin
considerar las diferencias contextuales; mostraría, de esta forma, un enfoque más bien
reduccionista y limitante que omite el carácter procesual e histórico del trauma (DSM-IV, 2002).

Madariaga (2002) realiza una crítica a esta conceptualización diagnóstica desde 4 ejes:

◦ Respecto de la temporalidad pretraumática: El concepto de TEPT desconocería la condición


sociohistórica del individuo, ignorando su estado pretraumático, su personalidad, biografía,

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proyecto vital, nivel de conciencia, etc.; elementos que conforman la base de la singularidad
con la que se expresa la respuesta psíquica a la experiencia traumática.

◦ Respecto de sujeto: La percepción ahistórica del individuo dificultaría una comprensión del
rol que éste juega en el conflicto social, desconociendo su campo relacional y la interacción
dialéctica individuo-entorno.

◦ Respecto del evento traumático: Atendería sólo la cantidad de descarga energética del evento
inespecífico, viendo también al suceso traumático como ahistórico y fuera del campo de las
relaciones sociales; descarta características específicas de traumas producidos por violación a
los derechos básicos, donde la génesis de la psicopatología proviene de las estrategias de
control y dominación social, remitiendo así un nuevo tipo de causalidad, la sociogénesis.

◦ Respecto del trastorno propiamente tal: El daño se reduciría a una constelación sintomática,
desconociendo su singularidad, unicidad e impacto biopsicosocial; omite que, en general, el
evento traumático es anterior a la aparición de síntomas y limita la mejoría a su desaparición.

En el caso de situaciones de conflicto socio-político, el alcance de las consecuencias del


trauma, para Madariaga (2002), tendrá directa relación con el marco de referencia causal, es
decir, el contexto político dará el sentido, racionalidad y coherencia lógica al trauma, de aquí que
tendrá una doble manifestación, como trauma individual y psicosocial. El primero materializado
en el individuo afectando su unidad biopsicosocial; el daño, su recurrencia, cronicidad, sobrevida,
etc., serán propios según su psiquismo, corporalidad y situación social. El trauma psicosocial, en
cambio, tomará el carácter de acontecimiento histórico; el sujeto social, la representación
colectiva de grupos sociales en conflicto son los protagonistas y las reacciones al evento tendrán
relación con el grado de participación, la posición social, etc. (Becker, 1994; Madariaga, 2002).

Becker (1994), por otro lado, crítica que el TEPT consideraría el daño como un trastorno,
lo que perjudicaría a los/las afectados/as en conflictos sociales catalogándolos como “enfermos
mentales”. En estos casos, son los poderes represores los que habitualmente han definido “a sus
víctimas como enfermos” pues así disfrazarían los crímenes cometidos y los justificarían como
“medidas de sanación a la población” (Becker, 1994 en Pastrana y Venegas, 2001, p. 14).
Agrega que los síntomas del TEPT son unipersonales, ignorando el daño interpersonal como el
producido en la familia que, al parecer, no fue directamente dañada por el trauma, sin embargo
sufre las consecuencias (Lira y Weinstein, 1990; Bastías, Mery, Rodríguez y Soto, 2001).

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La Red Latinoamericana de Instituciones de la Salud contra la Tortura, la Impunidad y
otras Violaciones a los Derechos Humanos (Scapucio, 2003), señala que el TEPT y otras
nosografías psiquiátricas no toman en cuenta aspectos sustanciales del trauma psicosocial como:

a) Estigmatización: Sea por la respuesta “oficial” o social a la situación de los/as


afectados/as, o por los sentimientos (dolor, vergüenza, etc.) que despierta la experiencia.

b) Proyecto Vital: El que se ha visto afectado en quienes han pasado por experiencias
traumáticas, viéndose forzados/as a reelaborarlo; al ser éste un proyecto de “ser con
otros”, incluye el lugar social y los posicionamientos éticos, espirituales, ideológicos, etc.

c) Transculturización: Se da especialmente en desplazados/as y exiliados/as, pero también


puede darse cuando se ataca e invalida pautas que son soportes sociales de la comunidad.

d) Retraumatización y Daño: Los que se producen por el impacto de la impunidad, la no-


reparación social y la repercusión que ello tiene en lo colectivo.

A partir de los argumentos revisados, concordamos con los críticos del TEPT en el
sentido que no aborda adecuadamente consecuencias de conflictos sociales, en particular, de
violencia organizada. Para entender de manera más precisa el trauma asociado a este tipo de
situaciones, se han desarrollado otros conceptos dirigidos a una mayor y mejor comprensión de
los elementos que lo constituyen.

Hacia una mirada social del Trauma.

Es Bruno Bettelheim quien tomó el concepto de trauma desde una mirada más social y
enfatizó el carácter de intencionalidad política atribuido a la traumatización, buscando destruir al
individuo a razón de su praxis política. La “situación traumática extrema” destruye la estructura
psíquica individual y repercute en la estructura familiar, social y los recursos con que éstas
cuentan para enfrentar la experiencia. “Dicho de esta forma, no se trata de ´cuadros o síndromes
psicopatológicos´ únicamente, sino... de expresiones concretas del conflicto social y político que
se desarrollan en una sociedad determinada y se manifiestan tanto en el psiquismo individual
como en la subjetividad social” (Becker et al., en Martín-Baró, 1992, p. 289).

Keilson (1979 en Bastías et. al. 2001), por otra parte, aporta a la “situación traumática
extrema” la idea de cronificación al enfatizar que las consecuencias del trauma podrían continuar
después del término de la persecución y represión. Integra, así, las dimensiones temporal y

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contextual a la situación y propone la idea que la traumatización sigue un carácter secuencial, en
que el período de post-guerra no sólo evidencia las consecuencias prolongadas de experiencias
traumáticas, sino que forma parte del proceso traumático mismo. En las correspondientes
“secuencias traumáticas”, el trauma se desarrollaría, entonces, como un estrés continuo de
intensidad extrema y permanente por la amenaza vital imperante en el tejido social, generando
trastornos psicológicos que pueden potenciarse o, incluso, proyectarse como daño
trasgeneracional, pues la experiencia traumática sigue operando en la conciencia espontánea y el
inconsciente colectivo, bases de la transferencia a las nuevas generaciones (Madariaga, 2002).

En Latinoamérica, los aportes hechos al estudio del trauma se relacionan, esencialmente, a


las consecuencias de luchas sociales e implantación de dictaduras que han violado los Derechos
Humanos básicos; diversos profesionales e investigadores, especialmente en Argentina, Chile y
Centroamérica, han profundizado el término a fin de adecuarlo al caso particular que nos ocupa.

Martín-Baró propone el término “trauma psicosocial”, aludiendo a 3 aspectos esenciales:


uno, que el trauma tiene carácter dialéctico, es decir, se ubica en la particular relación social de la
que el individuo sólo es una parte, aun cuando sea el principal afectado/a; las situaciones sociales,
entonces, no generan traumas de forma mecánica en cualquier persona, así como circunstancias
excepcionales pueden conducir al deterioro, también pueden llevar al crecimiento y superación.
Afirmar el carácter dialéctico del trauma implica afirmar también su carácter histórico. Dos, que
al hablar de trauma psicosocial insiste en que éste se produce socialmente, por lo que su
comprensión y solución no sólo requieren de atender al problema individual, sino que es
necesario abordar las estructuras o condiciones sociales traumatógenas. Tercero, que las
relaciones sociales de los individuos no sólo son causantes de traumas, sino que es su
mantenimiento el que alimenta y multiplica los casos de traumatización (Martín-Baró, 1992).

Becker, Castillo y Díaz, a partir de lo planteado por Bettelheim, definen para el caso
chileno la “traumatización extrema” como “un proceso que da cuenta de un tipo de
traumatización específica, caracterizada por ocurrir en dependencia de acontecimientos socio-
políticos… está marcada por una forma de ejercer el poder en la sociedad, donde la estructura
sociopolítica se basa en la desestructuración y el exterminio de algunos miembros de esta misma
sociedad por otros... El proceso de traumatización no está limitado en el tiempo y se desarrolla
en forma secuencial” (Becker, Castillo y Díaz 1990, en Becker, 1994, p. 86).

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El Trauma en Chile.

Tras los sucesos vividos a partir del 11 de septiembre de 1973, el trabajo respecto del
trauma en Chile adquirió importancia fundamental para muchos profesionales pues posibilitaría
entender lo vivido y sus consecuencias, generando mejores métodos de tratamiento para ayudar a
las personas de manera efectiva. Del Solar y Piper (1995), basándose en la traumatización
secuencial de Keilson, proponen una secuencia análoga posible de aplicar al caso chileno:

o Primera Secuencia Traumática


Se iniciaría en el Golpe Militar, terminando al ocurrir la situación represiva específica -
detención, desaparición, etc.- Se caracteriza por inseguridad generalizada fruto de la masificación
de la amenaza política, generó angustia y desconfianza en el contexto; todos eran sospechosos y
la identidad política tornaba al otro en potencial “enemigo” (Del Solar y Piper, 1995).

o Segunda Secuencia Traumática


Comenzaría al momento de la situación represiva específica y se cerraría con el término
del régimen militar. Durante esta etapa se mantienen los elementos de temor, angustia e
inseguridad descritos en la primera secuencia, agudizándose debido a la búsqueda de familiares o
amigos desaparecidos o la denuncia de detenciones injustificadas, etc. (Del Solar y Piper, 1995).

o Tercera Secuencia Traumática


Iniciaría al terminar la dictadura sin ser claro cuando terminará. Es la más compleja pues
su carácter traumático depende de las características que tome la reparación. En este sebtido, el
incumplimiento de las promesas de reparación puede resultar más traumático que la violación
misma de derechos, pasando los/as afectados/as de un papel de “enemigos/as” en el régimen
militar, al de “víctimas enfermas” en la transición, quedando en una nueva situación de
marginalidad individual, cuando ésta constituye una problemática debiera ser tratada a nivel
social (Del Solar y Piper, 1995).

Para efectos del presente trabajo, tomamos en cuenta la adaptación de la traumatización


secuencial de Keilson realizada en Chile por Del Solar y Piper, aunque, en cuanto a la definición
de trauma, nos parecen más acertados los planteamientos de Martín-Baró respecto del trauma
psicosocial que la traumatización extrema; por lo tanto, serán esencialmente estos dos aportes los
que consideramos al momento de adscribirnos a una concepción del trauma.

33
2.La Experiencia de Exilio-Retorno
“El destierro es redondo, un círculo
un anillo; le dan vueltas tus pies
cruzas la tierra, no es tu tierra
te despierta la luz y no es tu luz
la noche llega: faltan tus estrellas
hallas hermanos: pero no es tu sangre.”14

Habiendo descrito el exilio en sus dimensiones sociopolítica y jurídica, consideramos


ahora necesario explicar las consecuencias psicológicas del mismo; para esto, exponemos a
continuación las implicancias que trae cualquier tipo de migración en las personas, sea ésta
voluntaria o no, para pasar luego al exilio como una migración forzada que afecta tanto al
individuo y su estructura familiar como a la sociedad en su conjunto.

Posteriormente, y tras una breve exposición de los efectos a nivel familiar, pasamos a uno
de los temas de mayor relevancia para nuestra investigación, los/as hijos/as de exiliados/as-
retornados/as que nacieron en los países de exilio y cómo esta experiencia ha impactado sus
vidas. Por último, expondremos algunas de las principales consecuencias que ha tenido el exilio-
retorno en la sociedad chilena y las relaciones que quienes permanecieron en Chile durante la
Dictadura establecen con los/as retornados/as.

La Migración y sus Efectos.

La decisión de migrar, voluntaria o no, puede presentarse a cualquier persona o grupo a lo


largo de su vida. Actualmente, varios autores plantean que cualquier migración, aún en óptimas
condiciones, implica atravesar por crisis potencialmente traumáticas con efectos psicoafectivos
profundos y duraderos, generando desorganización psíquica, descompensación, somatizaciones,
rupturas conyugales y/o familiares, aislamiento, conflictos laborales, crisis económicas, etc. Una
migración, entonces, puede o no ser desencadenada por una crisis, pero es siempre determinante
de una. Usualmente, quien migra no tiene noción de lo violento de la experiencia ni del impacto
acumulativo, llevando a lo que Sluzky llama “estrés migratorio” (1979, en Bar de Jones, 1994).

Para Yampey, migración se refiere a “la movilidad geográfica de personas, quienes se


desplazan ya sea en forma individual, en pequeños grupos o en grandes masas…en la que el
traslado se realiza de una región a otra, suficientemente distinta y distante por un tiempo

14
Pablo Neruda (1964), al hablar de su exilio por González Videla en el poema del mismo nombre.

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suficientemente prolongado como para que implique „vivir‟ en otro país o región y desarrollar
allí las actividades de la vida cotidiana” (1982 en Bar de Jones, 1994, s/p).

Al hablar de migración resulta relevante conocer la relación existente entre identidad y


cultura. Desde una perspectiva psicoanalítica, Bar de Jones habla de la cultura como “el conjunto
de los dispositivos de representaciones simbólicas que dan sentido e identidad y de este modo
son organizadores de la permanencia del conjunto humano, de sus procesos de transmisión y de
transformación” (Bar de Jones, 2001, s/p); los nexos cruciales que sostienen la psiquis, el cuerpo,
grupo y cultura corresponden a lo que se designa “apuntalamientos”. Es posible decir, por tanto,
que quien migra pasa por “una crisis cultural, debido a la pérdida de apuntalamientos de tipo
materno relativos a la formación de identidad en la cultura de origen” (Bar de Jones, 2001, s/p).

Los gestos maternales sostienen y transmiten la cultura desde el inicio de la vida y


constituyen la identidad, son códigos de referencia comunes a miembros de la familia y grupos
sociales destacándose, precisamente, cuando los cambios evidencian su ausencia. Para Käes
(1999) “la historia del sujeto se va construyendo sobre la base de los distintos apuntalamientos
sucesivos en las diferentes situaciones de cambio y de crisis que le va tocando enfrentar... el
entorno sociocultural se constituye como marco y estructura de sostén y apuntalamiento para la
identidad. Función muda, que no es evidente ni consciente para el sujeto hasta que cambia”
(Käes, 1999 en Bar de Jones y Cohan, 2000, s/p).

Quien migra va perdiendo “el marco cultural que mantiene ligados a todos estos
elementos entre sí y que garantiza de alguna manera su identidad y su integridad” (Bar de Jones,
2001, s/p); esto puede traer resistencias pues, al integrarse a la nueva cultura, surge el temor de
perder la propia, instaurándose un “conflicto de lealtades”, donde al tener que “renunciar”
consciente o inconscientemente a las propias raíces, la amenaza de aniquilamiento del sí mismo
impide la asimilación del nuevo entorno. Reacciones defensivas pueden ser la idealización de lo
perdido o su denigración, despersonalización, resistencia a integrarse al nuevo lugar, depresión,
respuestas psicosomáticas, etc. También, suelen darse mecanismos disociativos importantes, que
en principio son imprescindibles y que debieran disminuir mientras se realiza el trabajo de duelo,
sin embargo, cuando ello no sucede, generalmente es el cuerpo el que reacciona ante la falla de la
memoria (Bar de Jones y Cohen, 2000; Bar de Jones, 2001).

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Otra noción relevante en este fenómeno, entonces, es la de duelo, “para el que se va de su
lugar de origen las pérdidas son masivas, lo que representa una exigencia inmensa para la
psiquis” (Bar de Jones, 2001, s/p). A ello se suma la incorporación de novedades vinculares,
culturales, sociales, etc. El individuo se verá sin lo que lo/a contuvo y protegió anteriormente,
pierde la presencia de seres queridos, el ambiente no humano, una serie de objetos materiales y
no materiales como la patria, la libertad, un ideal, etc., siendo cada evento igual de importante.

Los duelos en las migraciones presentan particularidades pues, en general, las pérdidas no
tienen el carácter absoluto de la muerte. La “distancia geográfica en las migraciones, permite
negar las pérdidas que se van produciendo, al creer que basta tomar un avión para que todo
vuelva a ser como antes” (Bar de Jones, 1994, s/p); Grinberg y Grinberg (1984 en Bar de Jones,
2001) hablan de vínculos de integración de la identidad, aludiendo a la integración temporal
como especialmente afectada en las experiencias.

Habría una vivencia casi universal en la que “el tiempo no transcurre en el lugar del que
estamos alejados”, provocando un quiebre en la continuidad de los vínculos y una pérdida de
variables que forman parte de la cotidianeidad. En la migración se pierde la posibilidad de tener
una familia ampliada, “los amigos de toda la vida; los conocidos de siempre; las calles...y los
múltiples rincones cargados de afecto, de significación, de recuerdo” (Bar de Jones, 1994, s/p).
Es común que el/la migrante establezca vínculos caracterizados por cierto desapego pues se
conceptualizan como circunstanciales y destinados a interrumpirse (Bar de Jones, 2001).

El idioma puede adquirir relevancia, pues la imposibilidad de comunicarse en un idioma


común y único reedita la angustia de la pérdida de identidad; en este caso es aún más intensa la
sensación que será “imposible reencontrarse, ni siquiera en la ilusión de una fusión protectora
permitida por la utilización de una base cultural lingüística común” (Bar de Jones, 2001, s/p). La
extranjerización es otra consecuencia donde, incluso tras el retorno al lugar de origen, la
sensación de “ser extranjero” puede perdurar en el tiempo, teniendo efectos tanto en el individuo
como en siguientes generaciones; respecto de este punto Grinberg y Grinberg sostienen: “está
claro que uno nunca vuelve, siempre va” (Grinberg y Grinberg, 1984 en Bar de Jones, 2001, s/p).

Paradójicamente, las mayores crisis parecen presentarse cuando el individuo se da cuenta


que ha logrado instalarse, lo que reactualizaría la decisión de migrar redefiniendo su significado,
desencadenando lo que Grinberg y Grinberg (1984, en Bar de Jones, 2001) llaman “duelo

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postergado”. Su vivencia, junto con el paso del tiempo, agrega un factor particular a la
migración; la muerte adquiere ribetes fantasmáticos y surge la pregunta “¿dónde voy a morir?”
(Nasim Yampey, 1982 en Bar de Jones, 2001).

Una migración se vuelve traumática cuando predomina el sentimiento de desamparo, la


migración “simboliza y reproduce la separación y la pérdida del amparo parental,
fundamentalmente de la madre amparadora. La regresión es inevitable en los primeros tiempos...
de su intensidad dependerá el grado de compromiso de la personalidad, con su riesgo de
desintegración y disolución con pérdida de los límites del yo en situaciones extremas” (Bar de
Jones, 1994, s/p); sin embargo, también dependerá de las experiencias anteriores de pérdida y
separación del individuo y sus posibilidades de reconstruir una trama social satisfactoria en el
nuevo lugar. En el caso de migraciones forzadas debido a situaciones de represión política, son
consideradas como traumáticas de por sí (Bar de Jones y Cohan, 2000).

El Exilio-Retorno y sus Dimensiones. El Caso Chileno.

Las migraciones constituirían experiencias potencialmente traumáticas que dan lugar a


crisis psicológicas. En sus distintas formas, el exilio, en particular, “ha tenido dos variantes a lo
largo de la historia: voluntario, cuando las condiciones sociales, políticas, llevan a la
determinación de autoexiliarse por temor a persecución, represalias o fracaso económico; y
forzado, conocido históricamente como destierro o extrañamiento, producto de determinaciones
legales o arbitrarias de la administración política de turno o vencedora” (S/A, 2005, s/p).

Ya en el mundo griego la expatriación se consideraba más grave que la muerte, en la


cultura ateniense no podía aplicarse expulsión sin previo juicio, en Roma, la pena de deportación
era considerada gravísima, pues privaba del derecho de ciudad. “Cuando las relaciones jurídicas
primarias originadas en meros lazos de consanguinidad se transformaban en relaciones
fundadas en el derecho territorial, surge el sentido de pertenencia a la tierra natal y la noción de
patria. El derecho a vivir en ella no es, pues, el abstracto resultado de deducciones lógicas, sino
una norma históricamente fundada, porque corresponde a un sentimiento profundo de los
pueblos en un estado de la evolución social” (Esponda, 1981, p. 699).

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La primera manifestación positiva del derecho a entrar y salir libremente y residir en el
territorio del Estado se encuentra en la Carta Magna de 1215, la primera declaración escrita de los
Derechos Humanos con imperio jurídico sobre un Estado; su Art. °39 sostiene que “ningún
hombre libre será (...) proscrito o desterrado” (Esponda, 1981, p. 699). Durante la época
contemporánea, se incorpora a partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1879 y, posteriormente, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
de Naciones Unidas, en América está el Pacto de San José de Costa Rica. Por otra parte, la Iglesia
también se ha pronunciado a este respecto, por ejemplo, Juan XXIII en la Encíclica Pacem in
Terris defiende el derecho de todo ser humano “a la libertad de movimiento y de residencia
dentro de la comunidad política de que es ciudadano” (Esponda, 1981, p. 699).

El exilio, “el otro nombre de la muerte” como Shakespeare lo denominaba (S/A, 2005),
alude entonces a una migración forzosa especialmente compleja, ya que agrega a las dificultades
psicológicas de cualquier migración, el dolor de la derrota, pérdida del territorio, de un proyecto
vital, de libertad y la ausencia parcial o total de despedida (Domínguez y Salamovich, 1986).

Si bien la experiencia sociopolítica del exilio comparte una vivencia común, sus
implicancias se perciben de modo diferente por cada persona y/o grupo (S/A, 1978). La vivencia
está supeditada por las experiencias de cada individuo que, a su vez, están condicionadas por
elementos como el lugar que ocupaba en la sociedad y grado de participación en el conflicto. Las
condiciones de abandono del país, características del lugar de acogida e imposibilidad de regreso,
se mezclan con la experiencia de fracaso del proyecto socio-político (Castillo y Piper, 1996).

El/la exiliado/a político, a diferencia del emigrante económico, “no se reconoce como
alguien que desea integrarse totalmente a la sociedad que lo acoge, ni social ni económicamente,
ya que su proyecto de vida se encuentra situado en otro lugar” (S/A, 1978, p. 637). Más allá de
distinciones jurídicas o gramáticas, “extranjero/a”, “extraño/a”, “expatriado/a”, “exiliado/a”,
aluden a “lo que ya no constituye lo propio...negación de un lugar; un fuera del lugar de sujeto
definido por una continuidad histórica identificatoria...intento de conservarse en su continuidad,
aunque al precio de autodesignarse es su exclusión frente a otro” (Fernández Gaos, 1999, s/p).

La experiencia del exilio impone el desafío de un reaprendizaje social y cultural y marca


el inicio de un trabajo de duelo del mismo, traducido en una pérdida no deseada, alimentando el
sentimiento de lo irrecuperable y generando un impacto en el desarrollo de la identidad. La

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separación abrupta genera vivencias límite, implica un desarraigo violento del marco de
referencia ambiental, inspira una crisis íntima pues ya no existe lo que se era en términos de ser
social y la persona, en cuanto sujeto de un proceso socio-histórico que ha sido quebrado, debe
“construirse” de nuevo (Cáceres, 1984; Domínguez y Salamovich, 1986).

“En Chile, el exilio tuvo un carácter fundamentalmente político y se institucionalizó en el


sistema legal chileno como pena a delitos contra la patria, traición, conspiración o sublevación”
(S/A, 2005, s/p). El exilio tuvo gran dispersión geográfica y fue masivo y pluriclasista, afectando
a funcionarios/as de Estado, dirigentes, profesionales, obreros/as, campesinos/as, estudiantes que
salieron junto con sus familias. El Estado chileno ha tomado la problemática, generalmente,
como un tema “menor” dentro del contexto de violaciones a Derechos Humanos, tendiendo a
invisibilizarlo con respecto a otras formas de represión de Estado (Rebolledo, 1999; 2001).

Según lo planteado por Muñoz (1992), el exilio-retorno es un proceso complejo que se


constituye en dos momentos con características diferentes. El exilio, por una parte, generó
dificultades específicas debido a la forma de salida del país; antes de salir al exilio los
sentimientos predominantes eran de angustia y amenaza, ya fuera de Chile devienen sentimientos
como la culpabilidad o el fracaso, lo cual se suma a las variadas reacciones desde el entorno, la
comprobación de la imposibilidad de volver y las dificultades inherentes al exilio mismo
(Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002).

Barudy (1993) describió tres momentos del exilio, el primero vivido en Chile -similar a lo
que luego plantea Muñoz- donde se experimenta la violación a los derechos fundamentales
derivando en el exilio, ya sea directo o indirecto. El segundo lo constituyó el choque con la
realidad del país de acogida, su cultura y, en varios casos, una lengua desconocida. El tercer
momento, por último, se habría dado al producirse el retorno a Chile.

Tras llegar al país de acogida, Barudy (1993) describe una primera etapa caracterizada por
desconfianza con la gente del país e, incluso, con chilenos/as que precedieron la llegada. Este
momento sería luego superado por la contrastación de la realidad vivida al salir de Chile (tortura,
persecución, etc.) y la del país de acogida, donde la amenaza vital ya no está presente; empiezan
entonces a surgir problemas de integración a la nueva sociedad. En este período, se habla de un
“cortoplacismo” en la visión de la realidad chilena que tenían los/las exiliados/as –la situación era

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transitoria y el retorno inminente- mostrando un desfase entre la imagen de Chile en el exterior y
la realidad que se vivía internamente, además de la negación de la derrota (Barudy, 1993).

El exilio constituyó “un corte biográfico brutal”, una ruptura violenta con las raíces e
historia personal, negó la posibilidad de elegir, fijar objetivos a futuro, en definitiva, definir un
proyecto vital y actuar en consecuencia. No sólo afectó al individuo, también a la familia y la
sociedad desintegrándolas; produjo pérdida de índices referenciales fundamentales, colocándolo
en un mundo extraño. Impidió, además, estar presente ante enfermedades, prisión y/o
fallecimientos en el país de familiares y amigos/as (Barudy, 1993; Comisión “Norma para la
Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002).

Para Rebolledo (1999), el exilio rompió la linealidad temporal y espacial del/la exiliado/a,
éste no se ve como emigrante, sino como un condenado/a a vivir en “lo ajeno”. La autora destaca
dos imágenes, una la del desarraigo, “el vivir al mismo tiempo entre dos espacios: allá y acá (en
Chile y el país de exilio)...el sentirse viviendo en el „país de nadie‟ acentúa la sensación de no
pertenecer al lugar donde se vive y de pertenecer a otro donde no se puede vivir... vivir a medias
porque se piensa y se sueña con estar en Chile” (Rebolledo, 2001, s/p). La otra es el “tiempo
suspendido”, donde el exilio se vive como un tiempo entre paréntesis, “a la espera del regreso,
„con la maleta lista para volver‟… una especie de no-tiempo, vivido con la casi certeza de que la
vida real estaba esperando en otra parte” (Rebolledo, 2001, s/p).

El/la exiliado/a vivenciaba el tiempo de manera particular; pasado, presente y futuro se


mezclaron produciendo crisis que adquirían características específicas en función de las variables
mencionadas. Surgieron mecanismos defensivos contra el país de acogida, rechazando sus
costumbres y reafirmando características de la cultura chilena. Apareció la necesidad de
reconstruir grupos de referencia que proveyeran seguridad y preservaran la identidad, aunque en
ocasiones, estos “ghettos” obstaculizaran la adaptación a la nueva realidad (S/A, 1978).

Algunas manifestaciones clínicas que se han observado en exiliados/as corresponden a


síndromes reactivos que, según la etapa de exilio en que se desencadenaron, se manifestaron de
forma distinta; reacciones angustiosas al principio (llanto, palpitaciones, ansiedad, inapetencia o
bulimia, insomnio, labilidad emocional), y síndromes depresivos en etapas más tardías (anorexia,
aislamiento, nostalgia, apatía, descuido personal, insomnio, ideación con o sin intento suicida)
(Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002).

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Como se puede apreciar, las problemáticas del exilio afectan el psiquismo del individuo,
su familia y entorno. Sin embargo, siguiendo a Barudy, “hay que diferenciar entre los problemas
del exilio y los del retorno. Después de 10 años, se ha producido adaptación al lugar donde se
vive. El retorno plantea el problema de abandonar por segunda vez un grado de estabilidad para
reintegrarse en un país en el cual no se ha vivido…el problema mayor se plantea entre los
niños...no quieren irse a vivir a Chile, pues por un lado han hecho su vida afuera y por el otro
tienen miedo de la acción de los organismos de seguridad” (Barudy en Cáceres, 1984, s/p).

El retorno estuvo compuesto de varias oleadas migratorias, las que correspondieron a


empresas familiares y personales, impidiendo su cuantificación; no obstante, “en 1993 -a 3 años
de recuperada la democracia y bastante avanzado el proceso de retorno que se inicia a mediados
de la década del 80- se estimaba que aún había 200.000 personas que habían salido de Chile por
razones políticas y que permanecían fuera del país” (Montupil, 1993 en Rebolledo, 1999, s/p).

La fantasía del retorno proporcionó alivio al exiliado/a, había idealizado al país, la familia
y cotidianeidad en general. Al llegar, no obstante, rápidamente percibe cómo el país ha cambiado.
Las pautas de referencia y claves de identificación físicas, sociales y emocionales que poseía
antes del exilio sufrieron cambios de diverso grado (Weinstein, 1986 en Castillo y Piper, 1996).

Muñoz, (1992), divide el proceso de retorno en tres: (Comisión “Norma para la Atención
de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002)
1° Etapa.- La luna de miel del retorno y nostalgia de lo dejado.
“Se vive una especie de vorágine de encuentros…está lleno de sentimientos encontrados:
alegría, tristeza, perplejidad, cariño y sobre todo nostalgia por lo que tenía y no vuelve a
encontrar; y por lo dejado en el país de acogida” (Comisión “Norma para la Atención de
Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002, p. 39), ambivalencia generada debido a que
nuevamente se renuncia a una serie de vínculos afectivos, una cierta estabilidad y bienestar.

2° Etapa.- Reconocimiento de su nueva realidad, la desilusión.


Pasado un tiempo, parte de los/las exiliados/as-retornados/as no ha conseguido trabajo,
viven allegados/as, “se siente solo, desorientado…encuentra a la gente diferente, lo hacen sentir
que no ha sufrido como los que se quedaron, transformándose el encuentro en una competencia
por la cantidad de dolor sufrido” (Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por
la Represión Política”, 2002, p. 39). Estas interacciones tienen se base la sistemática distorsión y

41
manipulación de información que la Dictadura hizo del exilio. En esta etapa se da una mayor
frecuencia de síntomas físicos y psíquicos, siendo comunes respuestas de ansiedad y depresión.

3° Etapa.- Reinserción disfuncional.


Aquí el/la retornado/a está aún en una situación más bien precaria y lo relaciona con su
condición de retorno, sin ver que la mayoría de los/las chilenos/as tiene problemas similares. La
sensación de ser rechazado/a socialmente se vuelve más fuerte; rechaza el medio; insertarse
interesa cada vez menos; reduce su entorno a grupos con otros/as retornados/as pues siente que
sólo éstos/as podrán entenderlo, volviéndose homeostáticos y con límites extremadamente rígidos
(Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002). Si
bien Muñoz (1992) plantea esta etapa como esencialmente negativa, muchos/as exiliados/as-
retornados/as si lograron insertarse satisfactoriamente en Chile a lo largo de los años.

De lo anterior puede verse que el/la exiliado/a-retornado/a se enfrenta a una doble


experiencia emocional: la ruptura ahora voluntaria de otra cotidianeidad, la del exilio, y la
constatación de lo irrecuperable de la anterior al exilio, forzosamente perdida. El encuentro con
esta realidad, diferente a la soñada, así como la necesidad de reelaborar experiencias traumáticas
y la paradoja de tener que readaptarse a su propio país, constituyen experiencias de confrontación
y fragmentación que generan vivencias contradictorias (Castillo y Piper, 1996).

Estas experiencias son vividas de forma distinta por cada miembro de la familia; en el
caso del el/la exiliado/a-retornado/a surge gran necesidad de reestablecer un puente con la
experiencia previa a la salida, lo que a veces exige hacer un corte apresurado con la experiencia
del exilio, dificultándose con ello el proceso de elaboración (Domínguez y Salamovich, 1986).

La Familia Chilena en el Exilio-Retorno.

El exilio ha tendido a ser conceptualizado socialmente más como una experiencia


masculina debido a que la mayoría de las prohibiciones de ingreso fueron para hombres. Esto fue
después reforzado por los medios de comunicación pues, al comenzar el retorno, destacaron
principalmente la experiencia del exilio de los altos dirigentes políticos del gobierno de la Unidad
Popular. Estos discursos se han ido haciendo hegemónicos, desdibujando y marginando la
experiencia de exilio de mujeres y niños, así como la de hombres comunes, creando una “versión
oficial” del exilio que, al circunscribirlo a los dirigentes políticos, lo minimiza (Rebolledo, 1999).

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Hasta ahora hemos descrito la problemática del exilio desde una perspectiva individual,
no obstante, éste es un fenómeno que se extiende a la familia y siguientes generaciones; realidad
de amplias resonancias, doblemente traumática por la negación social de sus repercusiones,
obligando a vivirla individualmente y recordarla en privado entre quienes compartieron vivencias
similares (Rebolledo, 1999).

Las familias que sufrieron las consecuencias de la violencia de Estado, poseen una
historia de experiencias previa a la represión, la cual determinará posteriormente su estructura,
funcionamiento e identidad familiar. Al interior del sistema existían subsistemas con roles y
tareas específicos, regulados por reglas y mecanismos encargados de mantener el equilibrio entre
su interior y el medio externo (Minuchin, 1979 en Barudy, 1993). Asimismo, la familia se
encontraba inserta en una serie de relaciones con otros sistemas, en una red de interacciones que
permitía el intercambio de información y la obtención de elementos gratificantes que ayudaban a
mantener la cohesión familiar y reforzaban las identidades personales, familiares y sociales,
dando sentido a lo que sucedía en la familia (Mead, 1934 en Barudy, 1993).

Así, antes del exilio, la familia, si bien estaba sujeta a fluctuaciones y ajustes constantes
desde dentro y fuera del sistema, vivía con cierto equilibrio y estabilidad. La violencia de Estado
rompió este equilibrio y el contexto relacional que daba sentido a la vivencia individual y grupal,
todos los miembros se vieron afectados y el núcleo familiar entró en crisis, forzando el desarrollo
de nuevas formas de adaptación para protegerse y asegurar su existencia. En este momento, las
experiencias individuales de cada miembro vuelven a cobrar importancia, pues cada uno pasó por
circunstancias y vivencias distintas en función de si debió huir, fue encarcelado/a, debió quedarse
cuidando al resto de la familia mientras otro/a estaba desaparecido/a, etc. (Barudy, 1993).

Los cambios a los que fue sometida la familia desde antes de la salida del país rompieron
la vida cotidiana, privaron de la posibilidad de compartir y apoyarse mutuamente y generaron una
profunda reestructuración al interior del sistema. Un ejemplo fue el llamado “proceso regresivo
en el ciclo evolutivo de la familia nuclear”, donde los/las más pequeños/as habitualmente
debieron asumir roles y tareas que correspondían a adultos, generándose una especie de
“envejecimiento prematuro”, “parentalización”15, “adultización”, etc. (Barudy, 1993).

15 La parentalización alude a estrategias de contención/asunción de responsabilidades materno-paternas,


desperfilando las funciones de sostén/contención parentales (Kovalskys y Morales, 2001).

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Para Sluzky (1979), es posible distinguir pasos dentro de los procesos migratorios a nivel
familiar. Primero se da una “Etapa Preparatoria” seguida del “Acto de la Migración”, las que
suponen voluntariedad y reflexión ante la decisión de migrar, lo que no produciría mayores
dificultades que las mencionadas para todo tipo de migración (Bar de Jones, 2001).

Luego se presenta el “Período de Sobre-compensación”, donde la familia se dedica a las


tareas de sobrevivencia y satisfacción de necesidades básicas. No suelen darse crisis aún, sino
intensificación de pautas anteriores y negación a identificarse con las del país de acogida; puede
darse el proceso de duelo, evitarse o no manejarse, desarrollando mecanismos defensivos más
patológicos (Rosenberg en Botinelli, 1994). “Lo que a nivel individual puede ser visto como
escisiones que se van profundizando, se instala en la familia como formación de subgrupos,
conflicto entre cónyuges, problemas generacionales” (Sluzky, 1979 en Bar de Jones, 2001, s/p).

Posteriormente se inicia el “Período de Descompensación”, donde se mantienen hábitos


familiares y se desechan otros, conservando la identidad familiar y buscando compatibilidad con
el medio. “La crisis suele introducirse en la familia a través de los hijos que asimilan la nueva
cultura con mayor rapidez que los padres” (Bar de Jones, 2001, s/p), lo cual genera un choque de
valores y estilos que afecta al núcleo familiar. Entre las compensaciones del sistema podían darse
fusiones de sus miembros, acercamiento a grupos herméticos, descripción de “lo exterior” como
“lo malo”, aislamiento o, por otro lado, “hiperadaptación”, asimilación inadecuada al medio,
disminución de capacidad de integración y elaboración, etc. (Bar de Jones, 2001).

Rosenberg (en Botinelli, 1994), al hablar de este período, lo define como un momento de
crisis en que se desatan síntomas y dificultades; el pasado y la nueva realidad producen angustia
y los conflictos de padres e hijos/as por las normas de comportamiento se enfrentan y toman
importancia al interior de la familia. La creación de nuevas redes requiere tiempo, tendrán una
distribución más irregular e individual y sus funciones tendieron a ser menos intensas y
recíprocas que las del país de origen. La ausencia de reconocimiento de las dificultades vividas
generaría en la familia miradas más individuales de los problemas, tendiendo a adjudicar a ciertos
miembros, ciertos procesos psicopatológicos en lugar de entender el fenómeno como algo común.

Por último, el paso final en los procesos migratorios corresponde a los “Fenómenos
Transgeneracionales”, que explicaremos más adelante; no obstante, mientras, es posible afirmar

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que dichos fenómenos, dependiendo de las formas en que se den y sean manejados, pueden ser
una ayuda o una dificultad para la elaboración del proceso (Sluzky, 1979 en Bar de Jones, 2001).

En el exilio surgieron nuevas reglas de interacción familiar más o menos defensivas a la


crisis, se produjo una rápida adaptación a diversas situaciones que no pudieron controlar, como
las pérdidas, ausencias prolongadas, cesantías, circunstancias extremas, desarraigo, etc. En la
medida en que la identidad, autoestima, seguridad de los miembros de la familia fueron
traumatizadas, cada miembro tuvo necesidad de reforzarse recuperando sus roles al interior de la
estructura familiar, sin embargo esto llevó a una serie de renegociaciones de la relación, causando
dificultades entre cónyuges, padres, hijos/as y hermanos/as, y aumentando a su vez los niveles de
estrés al interior de la familia (S/A, 1978).

Tras la salida al exilio, la familia extendida se transformó en un núcleo familiar aislado.


En el país de acogida, las vivencias de frustración y desencanto sustituyeron los primeros
momentos de alivio y seguridad. La familia, pareja, grupo social o político, que permiten al
individuo adaptarse a situaciones nuevas, dándole puntos de referencia simbólicos, también
intentaban adaptarse a las nuevas condiciones (Martens, 1979 en Barudy, 1993; S/A, 1978).

En el exilio, los comportamientos y mensajes no tenían los mismos significados que en el


país de origen, los contextos habían cambiado, se producían confusiones respecto de las reglas y
códigos que definían las relaciones interpersonales. Se planteaba el desafío de una adaptación en
momentos de regresión y debilidad en los adultos, pues se esperaba ser confirmado/a por los
habitantes del país de acogida como adulto portador de determinados roles, sin embargo, lo
vivido hasta ese momento lo/la colocaba objetivamente en un rol infantilizante de dependencia y
pérdida de sus capacidades de controlar el medio ambiente (Barudy, 1993).

A nivel material, el núcleo familiar aislado ya no disponía de las instancias de apoyo con
que contaba en su país de origen. A esto se agregó la desvalorización en sus roles sociales
habituales, generando que la acumulación de expectativas y tensión en la familia transformaran
pequeños incidentes en grandes conflictos (Bolzman en Barudy, 1993).

Al interior de la familia la necesidad de adaptarse condicionó cambios en los patrones de


funcionamiento y relación. Habiendo pasado por una larga trama de pérdidas, crear nuevos
vínculos de afecto parecía riesgoso y la certeza de una nueva separación hacía vivir un duelo
anticipado. Es así como fraccionar la vida, ocultar la actividad política, los vínculos sociales,

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cambiar trabajo ante cualquier alerta, constituían defensas para mantener un espacio seguro; las
interacciones familiares mantenían comunicaciones rígidas, el silenciamiento y negación fueron
útiles inicialmente para proteger el núcleo y garantizar su sobrevivencia (Estrada et. al., 1997).

La segunda generación también sufrió las consecuencias de este proceso. A muchos


adultos les faltó tiempo para los hijos/as, atender las angustias de un mundo que entendían a
medias y en el que había poco espacio para exigencias comunes. Otro tipo de dificultad estuvo
relacionada con la capacidad de los progenitores para asumir la educación en una sociedad con
referentes culturales distintos al país de origen, lo que generó en muchos padres sensaciones de
ineficacia al tener que mediar entre los/las niños/as y el mundo que los rodeaba (Barudy, 1993).

Los deseos que los/las hijos/as hicieran una vida normal dentro del país de exilio se
contradecían con la necesidad de conservar lazos suficientes con Chile para que el retorno no
constituyera conflictos, por lo tanto, en varias ocasiones se intentaba limitar la influencia del
medio sobre los/las menores, se insistió en el uso de la lengua materna, en la mantención de una
serie de tradiciones y costumbres propias del país de origen, subrayando la importancia del
mantenimiento de los lazos con la familia extendida que quedó en el país de origen,
transmitiendo y generando sensación de incompletud (Barudy, 1993).

Los cambios al interior de la familia a consecuencia del exilio se vieron potenciados,


luego, por problemáticas propias del retorno. En algunos casos éste se dio con un/a compañero/a
distinto/a al que se tenía al iniciar el exilio, en ocasiones uno o más hijos/as decidieron
permanecer en el país de acogida, otras veces uno de los cónyuges debió postergar su regreso,
etc. Así, el retorno de las familias fue, generalmente, de familias incompletas, aumentando las
dificultades y con éstas su fragmentación (Estrada et. al., 1997).

Los Hijos e Hijas del Exilio.

La situación de los/las hijos/as de exiliados/as tiene complejidades propias que hasta


cierto punto diferencian su experiencia de la de sus padres. Estos/as jóvenes han vivido la mayor
parte de su vida o, en ocasiones, la totalidad de ella en un país que, aunque no es formalmente el
suyo, conocen mucho mejor que el que supuestamente lo es, “en ese sentido son a la vez parte de
dos sociedades y de ninguna parte, su verdadera patria es el exilio” (Barudy, 1993, p. 47). A

46
pesar de todo, para la mayoría de estos/as jóvenes la integración al país de acogida fue más fácil
que para sus padres; la escuela, el barrio, los/las amigos/as se constituyeron en sus grupos de
pertenencia a través de los cuales hicieron suya una cultura “ajena” (Castillo y Piper, 1996).

En el caso de quienes nacieron en el país de exilio, la situación toma matices aún más
complicados, ya que en este caso surgen disposiciones jurídicas con respecto a la nacionalidad la
cual, por un lado, es transmitida por lazos sanguíneos y, por otro, responde a lazos territoriales,
que, según criterios que se manejan en Chile, son los predominantes al momento de adquirir una
nacionalidad, llevando a estos/as jóvenes a una situación de “apátridas” (Barudy, 1993).

En términos de socialización, para los/las hijos/as de exiliados/as ésta ha sido bicultural,


interviniendo instancias generalmente divergentes. Además, este proceso se ha realizado en el
marco de la familia y la comunidad de exiliados/as los que, como sistemas relacionales, han sido
severamente afectados por las vivencias represivas. El exilio y otras experiencias anteriores a la
salida del país cruzan y determinan una parte importante de las dinámicas de estos grupos; en un
contexto donde las pérdidas y los duelos encapsulados eran lo que caracterizaba las experiencias
familiares, las relaciones entre padres e hijos/as tendieron a ser ambivalentes con respecto a su
cercanía, oscilando entre una mayor cercanía con riesgos de fusión, parentalización o duelo
anticipado por la pérdida del progenitor/a; o una postura más lejana que facilitara la separación,
pero dejaba al hijo/a sin la protección parental (Estrada et. al., 1997).

El proceso de desarrollo y la definición de identidad de los/las hijos/as de exiliados/as se


llevó a cabo en un marco de pertenencia fragmentada. El marco de referencia de los/las jóvenes
pasó a ser un proyecto social y político del cual no fueron sujetos y en un país que en realidad no
conocían; con el transcurso del tiempo, la separación entre proyectos de vida de padres e hijos/as
se profundiza, los adultos conservan la memoria de un pasado distante, pero propio, y los/las
niños/as y adolescentes han crecido integrándose a un modelo de sociedad diferente pero del cual
se sienten parte. Chile es para ellos/as algo ajeno (CODEPU, 1989 en Castillo y Piper, 1996).

Como hemos observado, la identidad de los exiliados/as se mueve entre dos referentes
espacio-temporales que operan simultáneamente: allá-antes y acá-ahora. “Ese vivir con la maleta
lista y soñando en chileno”, llevó a que los padres transmitieran a sus hijos/as una idea de Chile
que permitiera que lo sintieran como un lugar cercano y amado, imagen que se contradecía con
información que llegaba desde otras personas y, en especial, de los medios de comunicación, que

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mostraban una imagen distinta de Chile, donde se violaban Derechos Humanos. Para estos hijos e
hijas, la escisión también estuvo presente, entonces, entre la casa y la calle (Rebolledo, 1999).

En este contexto, los/las hijos/as de exiliados/as se vieron enfrentados a la exigencia de


mantenerse leales al mundo de sus padres y, a la vez, al mundo del país de acogida; hubo padres
que impusieron sus patrones, normas y tradiciones de una forma más rígida para superar la
influencia del medio, pudiendo generar en los/las hijos/as la creencia que incorporarse a la nueva
realidad significaba “traicionar las raíces de pertenencia” o “negar los valores y las causas por
las que sus padres lucharon” (Rosenberg en Botinelli, 1994, p. 96); en síntesis, se puede apreciar
que en el exilio se dieron una serie de “conflictos de lealtades”, los que derivaron en una gama de
actitudes y comportamientos con el fin de mantener y defender una cierta identidad.

Se dieron alejamientos o rompimientos con la familia o, al contrario, buscaron mantener


la continuidad familiar, conservando intactos ideales y tradiciones de los padres; surgió rebeldía
contra la familia y la comunidad de exiliados/as así como con el entorno social, adquiriendo
conductas marginales o delictivas que se dieron en distintas intensidades (Barudy, 1993).16

La instalación de un proyecto real de retorno a nivel familiar, sea cuando el/la exiliado/a
es permitido/a a entrar en el país o al momento de finalizada la Dictadura, fue un tema delicado
para los/las hijos/as tanto o más que para los padres. El “regreso” a Chile constituía el viaje a un
país prácticamente desconocido del cual sólo poseían historias míticas, siendo difícil situarlo de
manera precisa. Se experimentaba temor respecto del choque entre el país imaginado y la
realidad, respecto del choque cultural, el sentirse extranjeros/as y ser cuestionados/as en una
identidad bicultural, formada con bastantes dificultades; los/as jóvenes experimentaron conflictos
a causa de los objetos externos que tuvieron que ser abandonados y las identificaciones infantiles
que debían dejar, adquiriendo otras que configurarían la identidad adulta (Castillo, 1996).17

“Para la generación de los/as hijos/as, los que nacieron o se criaron fuera, el exilio se
inicia en el momento del retorno de sus padres con ellos. Se constituye en un aquí-ahora en el
instante de la llegada a un país donde no tienen historia ni recuerdos, atrás queda el país de la

16 El exilio se ha abordado en algunas realizaciones como la de Luis Vera, “Bastardos en el paraíso” (2000), que a
través de quienes nacieron y se criaron lejos de Chile, muestra una familia exiliada en Suecia en la que los hijos
crecieron escuchando la palabra Chile como un paraíso lejano.
17 El retorno es también una temática presente en los filmes; Sergio Castilla dirige “Gringuito” (1998) y muestra el
choque cultural vivido por un niño de 8 años que “vuelve” con sus padres, chilenos exiliados, a un Santiago
desconocido para él, conoce a “sus” abuelos y debe hablar una lengua que no recuerda.

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infancia y la posibilidad de recuperarlo es mucho más difusa pues no es parte del proyecto de
vida de los padres que se los trajeron” (Rebolledo, 1999, s/p).

No existía un referente previo y en muchas ocasiones la decisión era tomada como una
imposición de los padres y en un contexto sociopolítico de grandes presiones, lo que tuvo como
resultado que el retorno fuera vivido como un proceso que no contó con el tiempo necesario para
su elaboración y cierre, quedando los años vividos en el país de acogida de los padres
suspendidos e idealizados ya que no pudieron ser integrados (Aguilar y Lira, 1994; Castillo &
Piper, 1996). “Cada miembro de la familia comienza a crear una historia de pérdidas y su
propio mundo de expectativas” (Estrada et. al., 1997, p. 65). Se generó, entonces, una
experiencia común en todos/as los/las hijos/as de retornados/as, la extranjería (Rebolledo, 1999).

Durante el primer tiempo en Chile, los/las hijos/as de exiliados/as manifestaron


sentimientos marcados por nostalgia, vivencias de pérdidas vinculares y materiales en relación al
país de exilio (Domínguez y Salamovich, 1986). En los/las que llegaron del exilio paterno, la
consolidación de identidad se vio dificultada debido a que la socialización se realizó en pautas
culturales distintas a las de los padres e, incluso, a veces, en idiomas diferentes (Castillo, 1996).

El desarraigo de los/as jóvenes del país en que se criaron y el desajuste que vieron entre lo
narrado y lo visto, provocó que Chile haya sido vivido como el país de los padres y no como el
propio; incluso la reunión con la familia ampliada, que podría haber generado un vínculo
suficientemente fuerte como para encontrar referentes en Chile, no fue capaz de disminuir el
desarraigo de los/las jóvenes, llevándolos en ocasiones a hacer cortes radicales tanto con sus
entornos sociales como con sus familias. En otros casos, el choque fue mayor debido a la
constatación de que tanto en la sociedad como, incluso, en la propia familia, había quiebres
irreparables que hacían ver los fenómenos de forma dicotómica (Rebolledo, 1999).

En los/las adolescentes “retornados/as” la posibilidad de elaborar un proyecto resultó


compleja. En la mayoría de ellos/as se ha podido observar la existencia de un mandato histórico,
asumir el rol en el cual sus padres fracasaron en su proyecto político, mandato que fue y ha sido
transmitido a través de conversaciones escuchadas, de percepciones, de situaciones no dichas, de
temores, de dolores y de silencios. Su misión consiste en hacerse cargo del proyecto que sus
padres no pudieron realizar, y en este sentido, la generación de hijos/as de exiliados/as-
retornados/as se constituye como reemplazante de la de sus padres (Castillo, 1996).

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Para estos/as jóvenes, la experiencia del retorno asumió el carácter de “encuentro”; la
identidad de chileno/a adquirida por sus padres –una suerte de identidad delegada- se ponía a
prueba en un medio que resultaba distinto al construido en la fantasía, percibían diferencias con
los/las jóvenes que nacieron y permanecieron en Chile. Se sentían diferentes, ajenos/as, percibían
la desconfianza y rechazo de parte de esta nueva sociedad. Trataron de asimilarse a los códigos y
costumbres, insertarse en las organizaciones, pero habían socializado las experiencias vividas de
forma distinta. El darse cuenta que se percibían como distintos/as y del fracaso en su rol de
continente de los grupos familiares y sociales se cristalizaron en la búsqueda desesperada por
instalarse en una determinada identidad (Domínguez y Salamovich, 1986; Castillo, 1996).

Desde esta perspectiva, el retorno significó una nueva amenaza a la continuidad de la


experiencia de los/as hijos/as. A ello se sumó que la vivencia pasada no era reconocida ni
confirmada por los vínculos presentes; así, de manera diferenciada a la de sus padres, se marginó
y se sigue marginando su experiencia.

Por una serie de variables, no existen huellas materiales capaces de dar cuenta de que el
fenómeno existe (testimonios escritos, cuentos, novelas, poesía sobre el exilio escritos por la
generación que nació en él); consignándolo como un problema psicológico individual,
desadaptación o, a lo más, como traumatización vicaria, lo que ocasiona serias dificultades para
la realización de trabajos que puedan proporcionar elementos tanto para un mayor conocimiento
del fenómeno y modos de tratamiento eficaces, como referentes identitarios colectivos que
permitan desprivatizar la problemática (Rebolledo, 1999).

Efectos sociales del exilio-retorno. El (re)encuentro con Chile.

Además de las consecuencias en el individuo, la familia y grupos sociales que ya hemos


mencionado a partir de la experiencia de exilio-retorno, es posible detectar otras, cuyo daño
posee un carácter profundo dentro del país. El daño a definir tiene que ver con la separación-
desencuentro que la Dictadura generó y promovió en la sociedad chilena y que se inscribe en una
dicotomización del mundo entre buenos/as y malos/as, civiles y militares, exiliados/as-
retornados/as y chilenos/as de residencia permanente en Chile, entre otras (Almarza, 1991 en
Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002).

50
“La separación provocada por el exilio se concreta en dificultades en la comunicación
entre parientes que se vuelven a encontrar, entre vecinos, entre compañeros de trabajo”
(Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002, p.
38). La coerción sistemática y masiva generó en el conjunto de la población la dicotomización
tanto en el plano afectivo como cognitivo, traduciéndose en el establecimiento de pautas
generalizadas de interacción discriminatoria. A su vez, el no-reconocimiento social de lo ocurrido
y el discurso político que avala la impunidad e induce el olvido; perpetúa los sentimientos de
exclusión en los/las afectados/as y promueve la privatización del daño (Bastías et. al., 2001).

Sin duda, el caso del exilio constituyó y constituye hasta hoy una situación de violencia
con un fuerte potencial destructor para el sistema individual, familiar y social, desencadenando
procesos complejos de ruptura y adaptaciones que no terminan con el reingreso al país. Tanto el
exiliado/a y su familia como las redes que dejaron al partir han cambiado. Las fantasías que se
mantenían en el exilio que en Chile las cosas seguirían igual a como eran antes de la salida
provocaron un choque entre quienes retornaron y quienes permanecieron en el país y, en este
sentido, el asombro y rechazo del retornado/a frente al retroceso y deterioro cultural y formas de
convivencia social fueron percibidos por quienes permanecieron como una crítica, contribuyendo
a la fragmentación del sujeto político y social (Domínguez y Salamovich, 1986; Castillo y Piper,
1996).

Las actitudes de recelo, crítica y desconfianza con las que, a su vez, fueron recibidos
los/las retornados/as, tiene que ver con la visión de éstos/as como ocupando una posición de
victimización percibida como injustificada, ya que hasta la actualidad existe la tendencia a
considerar que el/la exiliado/a optó por abandonar su proyecto político en pos de su seguridad y
bienestar personal, viviendo los peores años de la dictadura militar bajo el ala protectora de la
solidaridad internacional (Castillo y Piper, 1996).

Los costos que ha tenido esta experiencia significaron la más profunda y grave división de
la sociedad y familia chilena, condenando a generaciones de chilenos/as nacidos/as en el exilio a
vivir en una situación familiar y social “anormal”, contradictoria y, en ocasiones, hostil, que no
podrá superarse mientras el contexto sociopolítico no lo asuma como un problema nacional.

51
3.Transgeneracionalidad
“Preocupado veía a su mujer guiando a la criatura y temía que en ese momento en que ambos
estaban fuera de su alcance ella transmitiese a su hijo... pero, ¿qué?...En qué momento la madre,
apretando a su criatura, le daba esta prisión de amor que se abatiría para siempre sobre el
futuro hombre.... Más tarde su hijo, ya hombre, solo, estaría de pie frente a esa misma ventana...
preso. Obligado a responder a un muerto. Quien sabría jamás en qué momento la madre
transferiría al hijo la herencia... Ahora madre e hijo comprendiéndose dentro del misterio compartido
Después nadie sabría de que negras raíces se alimentaba la libertad de un hombre”.18

A través de múltiples estudios realizados en poblaciones afectadas por violaciones a


Derechos Humanos a lo largo del siglo XX (genocidio armenio, campos de concentración nazis,
sobrevivientes de la bomba atómica, guerra de Vietnam, dictaduras en Latinoamérica y
Sudáfrica) ha quedado de manifiesto que las situaciones traumáticas inciden tanto sobre las
personas que las sufren directamente como sobre el cuerpo social en su conjunto, impactando,
incluso, a varias generaciones posteriores (Edelman y Kordon, 2002).

La transgeneracionalidad ha sido ampliamente abordada en la psiquiatría y psicología


clínica; los primeros trabajos sistematizados se atribuyen a Freud (1988), cuya producción en este
ámbito ha sido complementada por exponentes del psicoanálisis francés e historiadores de la
teoría freudiana (Käes, Faimberg, Enriquez y Baranes, 1996; Tisseron, Torok, Rand, Nachin,
Hachet y Rouchy, 1997). Las primeras investigaciones que relacionaron transgeneracionalidad y
conflictos socio-políticos surgieron a partir del Holocausto donde, además de estudios respecto
del daño experimentado por quienes vivieron situaciones de extrema violencia, comenzó a surgir
gran interés por explorar las implicancias de dicho fenómeno en descendientes de sobrevivientes;
desde entonces se han escrito más de 400 trabajos. Más recientemente, trabajos surgidos desde
instituciones de Derechos Humanos se han centrado en la transgeneracionalidad de traumatismos
vividos en dictaduras (Edelman y Kordon, 2002; Morales y Becker, 1994; Scapusio, 2003).

A continuación exponemos una breve revisión de los principales planteamientos con


relación al tema de la transgeneracionalidad. Iniciamos esta presentación con los resultados de las
primeras investigaciones en este ámbito generadas a raíz del análisis de las consecuencias de la
Segunda Guerra Mundial en los/as hijos/as y nietos/as de los/as sobrevivientes de este hecho,
para continuar contextualizando nuestra temática en las condiciones psicosociales presentes tanto
durante la vivencia de situaciones represivas como en la actualidad y proponiendo, finalmente,
una definición operativa de transgeneracionalidad que nos ayude a orientar el presente trabajo.

18 Clarece Lispector (1973), “Lazos de Familia” (Amado, 2004).

52
Primeros Estudios.

Vivian Rakoff, en 1966, notó que los hijos/as de sobrevivientes del Holocausto
conformaban gran número de admisiones a unidades psiquiátricas, generando el interés por esta
población y dando inicio al estudio del impacto psicológico de este período en segunda
generación. En 1971, Sigal y cols. realizan los primeros trabajos clínicos, seguidos por estudios
empíricos con muestras no clínicas; cuyos resultados sugieren que la exposición al trauma del
Holocausto ha tenido efectos a largo plazo y en las generaciones sucesivas, utilizando conceptos
como “traumatización vicaria”, “secundaria” o “co-victimización” para explicarlos (Gorko, 2000;
Kellermann, 2000).

Yael Danieli et. al. (1998), introducen el estudio de la “transmisión intergeneracional”, en


el “International Handbook of Multigenerational Legacies of Trauma” a partir de diversos
contextos culturales -Holocausto, II Guerra Mundial, genocidio armenio, Guerra de Vietnam,
luchas indígenas en América y África, regímenes represivos en Chile, Argentina, Asia, Sudáfrica,
violencia doméstica, crimen urbano, enfermedades de amenaza vital, etc.-. A partir de estos
trabajos, se ha llegado a sostener que los traumas pueden transmitirse inconscientemente de
padres a hijos/as por medio de complejos procesos extra-sensoriales de comunicación.

Por su parte, Ruedenberg (1997) y Kellermann (2001) sugieren cuatro enfoques teóricos
principales para abordar el tema:

Teoría Medio de Transmisión Principal Factor Transmisor


1 Psicodinámica Relaciones Interpersonales Emociones inconscientes desplazadas
2 Sociocultural Socialización Modelos de roles parentales
3 Sistémica Comunicación “Enredamientos” familiares
5 Biológica Genética Vulnerabilidad heredada al TEPT

El pasado de los padres ha demostrado tener impacto en los hijos/as, quienes parecen
haber “absorbido” consciente o inconscientemente las experiencias del Holocausto. Los/as
niños/as fueron investidos con significados ajenos a sus propios recursos y habilidades, sus
padres esperaban que representaran-reencarnaran lo que perdieron, significándolos como la razón
para seguir viviendo; “esperaban que el hijo reivindicara el sufrimiento que debieron
experimentar” (Pilcz, 1979 en Goldhar y David, 2000, p.1). Tal expresión de transmisión
transgeneracional se caracteriza, según varias investigaciones, por cambios o difusión de rol

53
padre-hijo/a, donde éstos se sentían protectores de sus padres traumatizados y tomaron papeles de
“niño parentalizado”, mostrando una compromiso exagerado y cuidado defensivo (Danielli, 1988
en Goldhar y David, 2000; Rosenberger, 1973; Miller, 1981; en Kellermann, 2000).

Williams (2002) presentó una clasificación de familias sobrevivientes del Holocausto en


cuatro categorías no excluyentes:
1.Familia víctima. Excesiva preocupación por la sobrevivencia y la posibilidad de otro
Holocausto, uso de la culpa, hijos/as “empujados” a mantener “bajo perfil”, lograr éxito
académico y profesional, no alejarse y mantener un contacto cercano.
2.Familia luchadora. Intensa necesidad de “construir” y tener éxito, afrontamiento de conflictos
sólo cuando son críticos, relajación y placer vistos como pérdida de tiempo, desconfianza,
instrucción clara de “sostenerse solo, no demostrar miedo, nunca rendirse”.
3.Familia entumecida. Las pérdidas fueron muy intensas, los padres parecían siempre en shock
y resignación, la regla no dicha fue “no agitación”, los hijos/as protegían a los padres aún
cuando los sentían distantes, búsqueda de identificación fuera de la familia.
4.Familia que “lo logró”. Tomaron la liberación como victoria sobre los Nazis, individualistas,
persistentes, buscaron mayor educación, estatus y fama, la meta era “hacer a lo grande”, muy
devotos a sus carreras, dinero y estatus.

Respecto a la comunicación intrafamiliar, los estudios han evidenciado que su alteración


tiene efectos adversos en la segunda generación. Algunas familias conservaron una
“conspiración de silencio” (Danieli, 1988 en Ruedenberg, 1997), en otras se habló “demasiado”,
“demasiado pronto, demasiado tiempo”. Pese a esto, se reafirmaron supuestos clínicos que
indicaban que hablar es mejor que no hablar (Ruedenberg, 1997).

Desde la perspectiva biológica, múltiples trabajos enfocados en la respuesta


intergeneracional del trauma han relacionado bajos niveles de cortisol con la tendencia a
presentar distrés frente al trauma del Holocausto (Ruedenberg, 1997). Estos estudios muestran
mayor riesgo de desarrollar síntomas psiquiátricos (ansiedad, depresión y TEPT), en segunda
generación, por exposición a sus padres traumatizados (Yehuda, Schmeidler, Elkin, Wainberg,
Guo & Yang, en Danieli, 1998 en Ruedenberg, 1997).

A su vez, numerosas investigaciones evidencian conflictos en tres áreas específicas: a)


Manejo de las emociones; b) Autonomía; y c) Formación de identidad (Lansen, 1993). Fogelman

54
y Savran (1980), por otra parte, delinearon siete efectos psicosociales visibles en hijos/as de
sobrevivientes del Holocausto (Gorko, 2000):

1. Necesidad de identificarse con el sufrimiento experimentado por sus padres para sentir
empatía y cercanía hacia ellos;
2. Dificultades de comunicación respecto del sufrimiento parental por miedo a causarles y
causarse dolor o conocer lo que debieron pasar para sobrevivir;
3. Lucha con la fantasía de compensar a sus padres por las pérdidas sufridas;
4. Conflicto entre la necesidad de expresarse abiertamente y el intento de proteger a sus
padres de angustias futuros callando su propio dolor y rabia;
5. Problemas al manejar sentimientos de vergüenza, desconfianza, culpa, ira o miedo por lo
que pudiera pasarle a sus padres;
6. Inhabilidad para llorar a personas que no conocieron;
7. Búsqueda de formas personales para expresar sus pensamientos y sentimientos acerca del
Holocausto y desarrollar continuidad con su pasado familiar.

Hace 20 años, el tema principal para la segunda generación era afrontar su separación-
individuación. En la actualidad, en cambio, surge la preocupación por el cuidado de los padres
ancianos y el duelo de su muerte, aspectos pendientes para futuros estudios (Ruedenberg, 1997).
Cabe señalar el menor número de trabajos relativos a la tercera generación (nietos/as de
sobrevivientes), tal vez porque ésta es todavía muy joven para alzar la voz e iniciar una nueva
etapa de trabajo, aún cuando ya parece claro que el Holocausto es parte relevante de su identidad.
Algunos estudios han explorado peregrinajes a campos de concentración, el impacto de acciones
conmemorativas y el rol simbólico de los/as jóvenes en dichos esfuerzos19 (Ruedenberg, 1997).

Gran parte de la segunda y tercera generación actual se perciben como el “último enlace”
con sobrevivientes del Holocausto, a quienes conocen como padres y abuelos. Son responsables
del recuerdo, lo que restauren o transmitan será parte de la memoria colectiva, lo que ignoren o
descarten desaparecerá de la historia; de aquí que su participación en las tareas de memoria y
reparación sea de crucial relevancia en la superación de lo vivido (Lansen, 1993).

19 Existen trabajos sobre la “Marcha de la Vida”, peregrinaje que se realiza desde 1988 con estudiantes judíos de
todo el mundo (Feldman, 1995; Stier 1995). El documental de Daniel Halpern y Daniel Segal, “Holocausto Tercera
Generación” (2005), narra la historia de tres jóvenes, nietos de sobrevivientes de Auschwitz, que 60 años después
participan en una de estas experiencias por los lugares donde sus abuelos vivieron los horrores del Holocausto.

55
Perspectiva Psicodinámica.

Desde esta perspectiva teórica, el ser humano es sujeto de múltiples conjuntos


intersubjetivos, cuyos miembros “nos tienen y nos sostienen como los servidores y los herederos
de sus sueños de deseos irrealizados, de sus represiones, de sus renunciamientos, de la malla de
sus discursos, de sus fantasías y de sus historias” (Käes, 1996, p.17). En otras palabras, el/la
niño/a, desde su nacimiento y durante toda su vida, interioriza los datos del entorno y el lugar que
ocupa en éste, sumergiéndose en una serie de actitudes relacionales y expectativas que giran en
torno a él/ella y que lo/a definirán como sujeto.

La familia, principalmente la madre, constituyen los agentes encargados de proporcionar


los primeros apuntalamientos en los cuales el/a niño/a se apoya; asimismo, representan los
elementos que posibilitan el aprendizaje de aspectos familiares y socioculturales básicos para un
funcionamiento acorde a las expectativas del sistema familiar y una inserción social satisfactoria.
A través del ingreso a la historia familiar y su universo simbólico, el/la descendiente consigue
generar lazos significativos y desarrollar sentido de pertenencia con ambos sistemas, es decir, con
la cadena genealógica de la cual proviene y con la sociedad en la que se encuentra (Käes, 1996).

En ocasiones, los padres experimentan acontecimientos dolorosos de tal magnitud que


superan su capacidad para procesar y elaborar dichos eventos, generándose con ello un trauma
psíquico. Los elementos del trauma parental, tales como sentimientos, emociones, pensamientos e
imágenes, son condenados al secreto a través de la represión conservadora, siendo sepultados sin
significado en el inconsciente a la espera de ser dotados de sentido en la trama familiar, bajo la
esperanza que resurja en algún momento la posibilidad de elaboración (Tisseron, 1997).

La incapacidad del individuo para reconocer, integrar y elaborar tales aspectos crea una
fractura en su continuidad psíquica o clivaje del Yo; las áreas no reconocidas del/los evento/s
traumático/s se van constituyendo como objetos parcialmente simbolizados, los cuales conforman
una cripta o fósil psíquico (Gomel, 1997; Tisseron, 1997).

Esta cripta o fósil psíquico parental es transmitida a los/as hijos/as aunque, como éstos/as
no tienen acceso al acontecimiento traumático de manera directa, éste adquiere características
diferentes, generándose un fantasma en la descendencia correspondiente a los efectos en el
inconsciente del secreto mantenido por los padres respecto de lo que vivieron, su deseo castrado
y/o el objeto de amor perdido (Tisseron, 1997).

56
De esta manera, para la primera generación, el acontecimiento traumático puede
denominarse “indecible” en la medida en que los progenitores prefieren no hablar de éste pese a
que está psíquicamente presente en ellos; por otro lado, los/as hijos/as nacen sin la posibilidad de
acceder a elementos sustanciales de su historia familiar, con lo cual lo “indecible” en los padres
se torna “innombrable” en la segunda generación producto de los vacíos en su simbolización,
vale decir, no poseen un nombre o una palabra que les permita apropiarse de los hechos, ya que
los progenitores no les han podido brindar elementos para significarlo al estar ellos también
incapacitados de hacerlo (Tisseron, 1997).

Los mecanismos implicados en la transmisión de padres a hijos/as consisten en el discurso


familiar, la escena fantasmática y la identificación con esta trama fantasmática. El primero
corresponde a un discurso que por definición es vincular, pues crea un lazo social y se estructura
como lugar de anclaje para la configuración de sentido que articula lo dicho y lo no dicho; a
través de este mecanismo, las familias se construyen en base a su propio discurso por medio de la
entrega de significados que posibilitan generar y entender futuros vínculos (Gomel, 1997).

El segundo mecanismo, la fantasía, surge a partir de la discrepancia entre los contenidos


explícitos transmitidos por los progenitores a la segunda generación y los contenidos tácitos que
los descendientes perciben. Desde esta perspectiva, cuando a un/a niño/a se le impone una
prohibición de comprender o saber -a través de la instauración de un secreto en relación a una
temática precisa-, el/la hijo/a logra igualmente intuir por medio de las expresiones, los
comportamientos, los gestos; etc., los afectos parentales asociados al/los acontecimiento/s
“indecible/s” (Gomel, 1997; Tisseron, 1997).

Como consecuencia, el secreto se constituye como un inductor de imágenes o


representaciones en los/as hijos/as, más aún cuando éste obstaculiza la comunicación con sus
progenitores. Es aquí donde la segunda generación puede presentir la existencia de un daño en los
padres, no porque sea dicho, sino por las reacciones afectivas que perciben en ellos ante ciertos
estímulos y que no se condicen con lo efectivamente verbalizado (Gomel, 1997; Tisseron, 1997).

En cuanto a la identificación, ésta constituye una de las bases que permite a la persona la
pertenencia a un grupo social al conjugar la identidad individual con múltiples identidades para
formar un todo nuevo que, aunque diferente, contiene aspectos relevantes de cada miembro. Para
esto es necesario que el ser humano sea reconocido por los/as otros/as, vale decir, por el conjunto

57
que lo recibe y, de esta manera, puede identificarse y tomar un lugar dentro del grupo, recibiendo
los nuevos significados entregados y haciéndolos propios (Käes, 1996; Gomel, 1997).

La primera identificación se realiza con el ideal de lo padres, que pasa a ser sostén para
todas las identificaciones posteriores, “…así el superyó del niño/a no se edifica en verdad
conforme al modelo de sus progenitores, sino según el superyó de ellos…” (Freud, 1933 en
Gomel 1997, p.33). De esta forma, el sistema de ideales familiares, a los cuales los/as hijos/as
aspiran cumplir para ser objetos de afecto, se organiza alternando entre el yo ideal y el ideal del
yo (Gomel, 1997).

La segunda generación se identifica con el silencio parental en torno al acontecimiento


indecible, se identifica con el no decir y esto le permite pertenecer al grupo familiar, ya que
cumple con las expectativas que le son asignadas; no obstante, tal identificación genera una
contradicción en ellos/as, pues si bien perpetúan el silencio no pueden dejar de fantasear en torno
a lo “indecible” de sus padres o de representarlo en el acto. Asimismo, existe un deseo en los/as
hijos/as de aliviar a los progenitoress de la carga traumática intuida, por lo que tratan de pensar,
articular y dominar los vacíos de sentido parentales para, de esta manera, ahorrarles el
sufrimiento de la confidencia de los acontecimientos dolorosos (Tisseron, 1997).

La transgeneracionalidad del daño tiene efectos en los/as hijos/as en tanto la compulsión a


la repetición que se da primero en los padres es traspasada en el vínculo a su descendencia, es
decir, la falla simbólica del deseo obturado en el trauma -lo no dicho- se expresa en el acto; de
esta manera, la acción repetitiva vendría a rememorar lo fallido, pues lo excluido -lo no
simbolizado- no es descartado de la psiquis, sino del vínculo familiar y de los sujetos que habitan
dicho vínculo. En los/as hijos esto toma un matiz diferente pues no vivenciaron directamente el
evento traumático, por lo que sus actos repetitivos rememoran lo fallido en sus padres desde la
fantasía que construyeron en relación a lo no dicho (Gomel, 1997).

Los efectos sobre el yo de la historia secreta y su clivaje alienante sólo pueden ser
modificados a partir de un proceso de historización que permita restituir la historia al pasado,
posibilitando que el individuo se sitúe en relación con la diferencia de generaciones, “…de la
prehistoria tramada antes del nacimiento de un sujeto, su inconsciente lo habrá hecho su
contemporáneo, pero solo llegará a ser su pensador por los efectos de la resignificación…”
(Käes, 1996, p. 17). Lo que los/as hijos/as lograrían por medio de la historización es la

58
integración y apropiación de su historia, incluyendo en ésta la de sus antecesores desde un modo
nuevo, único y particular, sostenido desde sus propios significados.

Desde esta perspectiva, la relevancia del proceso de historización en los/as descendientes


de los portadores de una cripta radica en que representa la única posibilidad para transformar lo
transmitido en un elemento de sostén al adueñarse de lo recibido, imprimiéndole a este bagaje su
sello personal (Gomel, 1997).

Si bien la familia, en ocasiones, no es un lugar propicio para realizar este proceso, el


grupo, el otro social, juega un rol fundamental al desempeñar también funciones de contención y
permitiendo, en un espacio afectivo y lleno de nuevos simbolismos, la elaboración de vivencias
que no han sido completamente integradas. Por lo tanto, “incluso donde exista un secreto
familiar que contenga una vergüenza social, no creará efecto fantasma si pudo ser objeto de una
comunión suficiente de afectos y de palabras en el medio interesado, de modo que la generación
implicada ha podido hacer su duelo y sus descendientes no serán afectados por ello” (Tisseron,
1997, p.91-92).

Perspectiva Sistémica.

En otra vertiente investigativa, Boszormenyi-Nagy y Spark (2003), especialistas en


terapia familiar, elaboran la teoría multipersonal o “sistémica” de las motivaciones a partir de la
confluencia de diversas bases teóricas como son la psicología dinámica, la fenomenología
existencial y la teoría de los sistemas. La premisa fundamental de este enfoque se orienta a
concebir todas las relaciones en forma dialéctica.

Desde este punto de vista, un sistema se define como un conjunto de unidades que se
caracterizan por tener una dependencia mutua; el concepto sistémico de familia, por ejemplo,
requiere una distribución interdependiente de roles donde las funciones psíquicas de un miembro
condicionan las de los otros miembros y estas, a su vez, son codeterminadas por sus funciones
sociales más amplias. Asimismo, el individuo es visto como una “entidad biológica y psicológica
dispar, cuyas reacciones, sin embargo, están determinadas tanto por su propia psicología como
por las reglas que rigen la existencia de toda la unidad familiar” (Boszormenyi-Nagy y Spark,
2003, p.14).

59
Dentro de la familia, los individuos han aceptado renunciar parcialmente a regir sus
comportamientos y pensamientos y han aceptado ligar sus intereses, materiales y psíquicos, al
grupo a través de la construcción de un “aparato psíquico familiar”. La familia es vivida por sus
integrantes como una realidad trascendente que desempeña funciones psíquicas de continente y
elaborativas. La primera función se vincula a la capacidad de la familia para aceptar en su seno
los contenidos psíquicos de los diferentes miembros ligados a los acontecimientos que han
vivido, juntos o por separado, antes o después de su encuentro. Por su parte, la función
elaborativa consiste en el poder familiar de transformación de estos contenidos de una manera
acorde con las fantasías y mitos del grupo social al cual pertenecen (Anzieu, 1987 en Tisseron et.
al., 1997).

La dinámica central que rige las relaciones entre los miembros de un grupo se establece en
torno a una trama invisible de justicia, la cual se extiende a lo largo y ancho de las relaciones y
constituye un “libro mayor” o código no escrito que orienta el funcionamiento del grupo. La
lealtad20, a su vez, constituye uno de los determinantes principales dentro de la dinámica familiar
y deriva de esta estructura u hoja de balance multigeneracional de justicia, la cual es creada a
partir del patrimonio de acciones y actitudes entre sus miembros y determina la escala de
equivalencia de méritos, ventajas, obligaciones y responsabilidades de cada uno de ellos/as
(Boszormenyi-Nagy y Spark, 2003).

La trama de lealtad multipersonal es propia de todo sistema de relación e implica la


existencia de mitos y expectativas en el grupo frente a las cuales todos los miembros adquieren
un compromiso y colaboración latente; la meta de estas expectativas, obligaciones y vínculos de
lealtad entrelazadas es que el sistema subsista en un equilibrio inalterable, conformando un
código implícito de regulación y sanciones que establecen las deudas de lealtad compartidas para
con los principios y definiciones simbólicas del grupo (Boszormenyi-Nagy y Spark, 2003).

De aquí que toda relación familiar implique la contabilización de méritos, determinados


por valores personales y relacionales, e incluya implicancias vinculares a corto y largo plazo,
tanto manifiestas como implícitas; dicha contabilización, a su vez, genera cuentas de

20 Con el término lealtad, los autores hacen referencia al vínculo basado en relaciones de consanguinidad y
matrimoniales por un lado, y relaciones entre grupos sociales más amplios como los grupos religiosos o la nación y
la especie humana en último término. Desde esta perspectiva, la lealtad nacional se sustenta en la definición de una
identidad cultural, un territorio común y una historia compartida.

60
obligaciones, reembolsos y explotación no expresadas a través de un balance alterable con el
transcurso de las generaciones (Boszormenyi-Nagy y Spark, 2003).

Un miembro leal a la familia debe promover el funcionamiento homeostático del sistema


familiar para lo cual ha de interiorizar las expectativas y asumir una serie de actitudes tendientes
a cumplirlas. El establecimiento de nuevas relaciones, particularmente desde matrimonio y el
nacimiento de los/as hijos/as, plantea la necesidad de forjar nuevos compromisos de lealtad;
mientras más rígido sea el sistema de lealtad originario, el desafío para el individuo de mantener
un equilibrio será mayor (Boszormenyi-Nagy y Spark, 2003).

Dado que la contabilización de los actos de lealtad es el principal determinante de las


estructuras de relación y, en última instancia, de la conducta individual, los autores plantean que
“la interiorización de las relaciones objetales es uno de los indicadores de la justicia que rige en
el propio universo humano” (Boszormenyi-Nagy y Spark, 2003, p. 41); la frustración inicial del
desarrollo respecto del balance entre el dar y recibir “hace que la escala del niño se incline de
manera desmedida hacia la intolerancia de toda injusticia, el mundo aparece como algo en
esencia frustrante que no le da nada y que, por ende, se encuentra unilateralmente en deuda con
él” (Boszormenyi-Nagy y Spark, 2003, p. 48).

Para que el sistema de relaciones familiares se configure como un espacio sano o


promueva el crecimiento, es necesario que las reglas y criterios sobre las obligaciones y la
autonomía individual permitida sean relativamente accesibles, “la claridad de las reglas que
determinan el modo de llevar el libro mayor contribuye a crear una atmósfera de confianza
básica en cualquier grupo social” (Boszormenyi-Nagy y Spark, 2003, p. 128).

Por el contrario, ya que en la familia las consecuencias de todo acto quedan grabadas en la
contabilización transgeneracional, cualquier violación a la justicia inherente al orden humano
básico de una persona, ya se desde dentro o fuera del grupo familiar, puede convertir la vivencia
en el elemento central en torno al cual se constituirá la dinámica de sus relaciones y la de sus
descendientes. Asimismo, las cuentas sin resolver entre una persona y el trasgresor originario
pueden rotar, usando a una tercero inocente para saldar la deuda y generando, así, una “foja
rotativa” que establece una cadena de retribuciones desplazadas en las familias y se convierte en
fuente de retroalimentación cíclica repetitiva (Boszormenyi-Nagy y Spark, 2003).

61
Transgeneracionalidad y Derechos Humanos. Implicancias a nivel individual, familiar y
social.

En los últimos diez años, diversas instituciones y organizaciones dedicadas a la


investigación en Derechos Humanos han generado un importante cuerpo teórico con relación a la
transgeneracionalidad de las situaciones traumáticas vividas como parte de la violencia de Estado
ejercida en diferentes países latinoamericanos durante las dictaduras militares.

Dentro de estos trabajos resultan relevantes, a nuestro juicio, los planteamientos de


Scapusio (2003), quien establece una distinción bastante precisa entre términos habitualmente
empleados de forma indistinta que, aunque vinculados, poseen connotaciones diferentes.

En “Transgeneracionalidad del Daño” (Scapusio, 2003), si bien postula la existencia de un


proceso de transmisión intersubjetiva que se efectúa en el ámbito de la familia, trasladando
efectos no elaborados a sus descendientes; sostiene que la denominación Transmisión
Transgeneracional psicologiza, familiariza y privatiza el origen y responsabilidad en este proceso,
eludiendo el hecho de que éste surge en el interjuego de lo político y social.

De esta manera, el término “Transmisión Transgeneracional” induciría a pensar que la


transmisión es realizada solamente por los sujetos y excluye la participación de otros campos
tales como la sociabilidad, la subjetividad, el grado de desarrollo material, etc., que actúan
acoplándose unos con otros.

Siguiendo la reflexión, el autor plantea que la expresión “Transmisión Transubjetiva”


tampoco logra plasmar la complejidad de lo transgeneracional, pues en ésto no sólo participan
inconscientes individuales o grupales en su circulación fantasmática a través de distintas
generaciones, sino todo un funcionamiento real maquínico que incluye modos de producción,
entramados institucionales y producción de subjetividad, constituyendo formas de captura de lo
nuevo para mantener y reproducir lo ya existente a través de modelos personológicos en
consonancia con lo establecido.

En base a lo expuesto, emplearemos el concepto de “Transgeneracionalidad del daño”


ligado al trauma psicosocial para referirnos al impacto que dichos traumatismos han generado, no
sólo en las personas vinculadas consanguínea y/o afectivamente a las víctimas directas, sino en
cada trama del tejido social de los pueblos que han experimentado violencia de Estado.

62
A nuestro juicio, el empleo de este término resulta más acertado, pues implica que los
efectos producto de las situaciones traumáticas vividas reaparecen de diversos modos en las
generaciones siguientes sin hacer recaer en las precedentes la exclusiva responsabilidad de
reproducir y transmitir tales efectos.

Con relación a la expresión de este fenómeno, Edelman y Kordon (2002), describen en


forma bastante esclarecedora los mecanismos a través de los cuales se produce la afectación
transgeneracional. Estas autoras parten del supuesto que determinados acontecimientos pueden
provocar en un sujeto efectos psíquicos o consecuencias traumáticas que en el caso de no ser
elaborados, influirán en los procesos simbólicos e imaginarios de sus descendientes.

En los casos de violaciones a los Derechos Humanos, ya sea por la violencia, masividad o
destructividad de la acción traumática, el sujeto no alcanza a defenderse de la acción tanática
puesto que el aparato psíquico no logra elaborar los acontecimientos ocurridos y apropiarse de los
mismos, incorporándolos como aspectos metabolizados y homogéneos al conjunto del psiquismo.
De este modo, el impacto de lo ocurrido queda instalado como un cuerpo extraño o
enquistamiento. En algunos casos, las respuestas implementadas por el sujeto entran en conflicto
con su sistema de valores, desencadenando una crisis en su identidad (Edelman y Kordon, 2002).

Este enquistamiento es caracterizado por las autoras como traumático, puesto que
inficiona y modifica, a veces sustancialmente, los sistemas de valores, mitos, fantasías y
creencias en el ámbito personal, familiar y social, articulándose a su vez con los ideales y cadenas
de significaciones predominantes socialmente. Es traumatizante, además, ya que junto a los
efectos que produce en el espacio personal y familiar, se transmite a las generaciones sucesoras,
organizado como zonas ambiguas instaladas en el vínculo (Edelman y Kordon, 2002).

Desde este punto de vista, los momentos estructurantes del psiquismo, relacionados con
los procesos de transgeneracionalidad descritos, estuvieron marcados por situaciones límites en
cuanto a las posibilidades de preservación de la psiquis y de los vínculos. En esta misma línea, las
vivencias desestructurantes y depresivas del entorno familiar, la pérdida de la tierra y los afectos
en el caso de los exiliados/as, etc., constituyen experiencias que imprimieron huellas traumáticas
y traumatizantes que trascienden las generaciones (Edelman y Kordon, 2002).

Diversas investigaciones han constatado que la afectación producto de las situaciones


traumáticas ejercidas por la represión política es multigeneracional; es decir, varias generaciones

63
fueron afectadas simultáneamente; intergeneracional, pues generó y genera conflictos entre
generaciones y transgeneracional; o sea, sus efectos reaparecen de diversos modos en las
generaciones siguientes (Díaz, 1995; Castillo y Piper, 1996; Castillo, 1999; Bastías et. al., 2001;
Edelman y Kordon, 2002; Scapusio, 2003).

En esta misma línea, Bastías et. al. (2001), plantea que el carácter transgeneracional del
daño se comporta en forma independiente a la situación represiva, al tiempo, al espacio en que se
generó y al contexto sociocultural. Con relación a las principales variables personales que inciden
en el fenómeno de la transgeneracionalidad, se han destacado el nivel de información manejada
por el sujeto, determinados aspectos de su personalidad vinculados a la tendencia de estructurar la
vida en torno al trauma y sus consecuencias, mecanismos empleados para asegurar la mantención
de la memoria histórica y rigidización de estrategias de supervivencia que actúa limitando la
inserción y desarrollo social del individuo (Bastías et. al., 2001).

A su vez, la respuesta familiar incide en la cronificación del daño. En este sentido, se


mencionan las capacidades desplegadas al interior del sistema familiar para reconocer, validar y
promover la elaboración en sus integrantes de las emociones y sentimientos asociados a la
vivencia de las situaciones traumáticas, el modo en que cada familia afrontó las situaciones
represivas y el sentido otorgado a las vivencias traumáticas, las condiciones de duelo y el cambio
en la estructura familiar, el nivel de rigidización de pautas relacionales que incide en la
privatización del daño y la sobre incidencia por parte de la familia respecto de la elección de
redes de apoyo por parte de sus miembros (Bastías et. al.; 2001; Edelman y Kordon, 2002).

Por su parte, en las respuestas individuales y familiares frente a la violencia de Estado


inciden el desarrollo de diferentes formas de respuesta social y la presencia de factores de
retraumatización. Concretamente, en la generación siguiente, la frustración de expectativas de
justicia generó una vivencia de escepticismo y sin sentido de lo colectivo, además de posibilitar
la reactivación periódica de vivencias de desamparo que operan como factor desestructurante en
el psiquismo (Edelman y Kordon, 2002).

En esta misma línea, Bastías et. al. (2001) sostienen que la coerción sistemática y masiva
generó en el conjunto de la población la dicotomización tanto en el plano afectivo como
cognitivo, la cual se tradujo en el establecimiento de pautas generalizadas de interacción
discriminatorias. A su vez, el no-reconocimiento social acerca de lo ocurrido y el discurso

64
político que avala la impunidad e induce el olvido perpetúa los sentimientos de exclusión en
los/as afectados/as y promueve la privatización del daño.

Respecto de las expresiones actuales de la transgeneracionalidad en el campo de lo


subjetivo, se aprecia la persistencia de temor debido al conocimiento incompleto y distorsionado
acerca del pasado, que mantiene la aprehensión de la posibilidad que las fantasías respecto a
objetos y situaciones temidas puedan volverse reales. Se constatan además, sentimientos de
nostalgia vividos como pérdida de un tiempo y una situación idealizada anterior al terrorismo de
Estado, la que conlleva decepción y apatía ante el presente y tristeza, desconcierto y desesperanza
hacia el futuro (Scapusio, 2003).

La organización del secreto también es concebida como efecto de la transgeneracionalidad


del daño. En este sentido, se incluyen tanto el silencio social inducido por el Estado, la
identificación alienada con este mandato de silencio, así como la cronificación del silencio como
estrategia defensiva, posterior a la vivencia traumática (Scapusio, 2003).

Finalmente, la desconfianza y falta de credibilidad, tanto entre pares como entre la clase
política y el resto de la sociedad, constituyen evidencias de la ruptura de códigos simbólicos que
desempeñaban funciones organizadoras de lo social (Scapusio, 2003).

En esta misma línea, aparece la necesidad de continuar desarrollando estrategias para


mitigar sentimientos asociados al daño, tales como injusticia, rabia e impotencia, las cuales
resultan actualmente obstaculizadas por los efectos retraumatizantes de la impunidad detallados
anteriormente (Bastías, Mery, Rodríguez y Soto, 2001).

En otro ámbito, en las familias traumatizadas se ha documentado la presencia de modos


relacionales que rigidizan la adscripción de roles, obstaculizando la capacidad de los individuos
de diferenciarse de los demás miembros. Se ha constatado que independiente del tipo de
represión vivido, muchas familias se aglutinaron respecto al tema, impidiendo la diferenciación
emocional y de los proyectos vitales en sus integrantes debido al establecimiento de fronteras
difusas entre ellos (Morales, 1994; Bleger y Minuchin en Gissi 1986 en Bastías et. al.; 2001).

Con relación a las características de la afectación en segunda generación, se ha constado


que el traumatismo social que afecta a los padres genera efectos específicos en la estructuración
del psiquismo de sus hijos/as. De esta manera, la configuración del sistema familiar alrededor del
trauma y el duelo no elaborado inciden en la conformación de la identidad de los descendientes

65
(Castillo, 1999; Edelman y Kordon, 2002), proceso que reconoce la vía y el producto de las
identificaciones y de las transmisiones de lo no-dicho (Edelman y Kordon, 2002) y que es
percibido por los demás miembros como una amenaza a la estructura familiar (Castillo, 1999).

Lo no-dicho, es decir, lo que no pudo ser historizado y simbolizado, queda fijado y


retorna en la vida de los/as hijos/as. Si bien en muchos casos, durante su infancia, la segunda
generación no presentó efectos psicológicos perturbadores, en el mediano plazo y generalmente
en la adolescencia éstos se manifiestan ya sea bajo la forma de conductas de riesgo y/o de una
dificultad extrema para efectuar el pasaje de la adolescencia a la juventud o de ésta a la adultez.
Dichos aspectos no aparecen necesariamente vinculados en forma directa a las situaciones
traumáticas precoces a la que esto /as jóvenes estuvieron sometidos, siendo posible establecer la
articulación entre ambos a lo largo de tratamientos psicológicos (Edelman y Kordon, 2002).

Por otra parte, debido a las consecuencias de la traumatización en los padres, la tarea
fundamental de la familia pasó a centrarse en el resguardo de la seguridad, denuncia y otras
actividades, postergando el cuidado y la contención afectiva de los/as hijos/as. La falta de sostén
afectivo asume el carácter de trauma y despierta sentimientos de vacío, aislamiento,
incomunicación y desintegración; reactualizándose tanto dentro de la familia como en el contexto
social ya sea por el conflicto culpable o la negación del daño. Dichas carencias se intentaron
compensar desarrollando sentimientos de omnipotencia, creciendo de forma rápida,
convirtiéndose en “protectores” de los padres y encargados de solucionar problemas familiares.
En muchos casos, los/as hijos/as intentaron compensar el daño de sus progenitores asumiendo
funciones parentales de acogida y satisfacción de sus necesidades afectivas (Díaz, 1995).

Por otro lado, la infancia de estos/as jóvenes en los países de exilio de sus padres estuvo
sobrecargada de exigencias de adaptación generando su adultización. Este fenómeno generó una
distancia madurativa respecto del grupo de pares, lo que se tradujo en dificultades para hallar
grupos primordiales de afinidad durante la adolescencia. Dicha percepción subjetiva de madurez
se halla a su vez vinculada a la imposibilidad de canalizar experiencias traumáticas, obligándolos
a insertarse en forma marginal (Castillo y Piper, 1996).

Siguiendo con lo anterior, se constata en la segunda generación, la existencia de una serie


de mandatos y exigencias inconscientes producto de las situaciones traumáticas que afectaron a
sus progenitores, las cuales incidieron en su desarrollo. Estos/as jóvenes deben comenzar a vivir

66
donde sus padres dejaron de hacerlo, rehabilitar la imagen familiar y demostrar que es posible
anular el daño causado por las distintas secuencias traumáticas vividas por la familia, siendo
exitosos como estudiantes, profesionales y en la conformación de vínculos de pareja estables y
armoniosos, es decir, lograr un espacio de reconocimiento social que anule la marginalidad y que
constituya un símbolo de victoria sobre la Dictadura (Díaz, 1995; Castillo, 1999).

En este sentido, la autonomía y diferenciación de los/as hijos/as constituye deslealtad


hacia la familia y una amenaza de reedición de las vivencias de pérdidas de sus padres “...los
hijos deben sabotear el propio desarrollo para mitigar la angustia de separación y las culpas,
manteniéndose de esta forma el vínculo simbiótico…” (Díaz, 1995; p. 215).

En algunos casos, los/as jóvenes también deben hacerse cargo del odio y/o rabia
impotente de los padres, ayudarlos a disminuir sentimientos de culpa y humillación
manteniéndose fieles a las ideas políticas y sociales de éstos; además de convertirse en la
memoria familiar y social de lo sucedido a los progenitores (Díaz, 1995).

Las contradicciones de los mandatos se dan también desde el contexto social en el que
están insertos, donde las exigencias de éxito implican una separación y gran inversión afectiva
fuera del sistema familiar. Estos/as jóvenes, en el intento de cumplir y rebelarse de los mandatos
familiares, han ido perdiendo la capacidad de percibir las propias necesidades (Castillo, 1999).

La conjugación entre las dificultades en la construcción de la identidad, en el encuentro de


un espacio de pertenencia, las lealtades y mandatos familiares y las exigencias del medio, obligan
a los/as jóvenes a disociar su realidad y mantenerse en dos polos: el de víctimas marginales y el
de hijos/as desleales con la historia familiar; lo que finalmente lleva al fracaso de los proyectos
de diferenciación.

Como consecuencia, en la conflictiva de la segunda generación se expresa un dilema que


presenta una paradoja, al parecer, casi irresoluble. Si los/as jóvenes buscan la inserción adecuada
a la sociedad chilena, deben ser desleales a los mandatos familiares, perdiendo este referente de
pertenencia en pos de la integración social; integración que implica que la violación a los
Derechos Humanos y el daño es un problema de las víctimas, un problema del pasado que debe
ser olvidado. Por otra parte, si se rebelan a esta propuesta social, asumiendo el legado de su
historia, siendo hijos/as leales a sus padres, quedan marginados/as socialmente, se les iguala al rol
de los progenitores y quedan segregados/as al pasado (Morales y Becker,, 1994).

67
En esta misma línea, Edelman y Kordon (2002) plantean que las situaciones traumáticas
vividas en la familia durante un período de tiempo prolongado generaron la pérdida generalizada
de apuntalamiento psíquico. Desde esta perspectiva, el cuerpo agredido y/o amenazado, la familia
fracturada, los grupos de pertenencia y referencia perdidos, las instituciones, el cuerpo social y,
aún, el Estado, que deberían cumplir funciones de garante simbólico, pierden para el sujeto sus
funciones apuntaladoras, principalmente en cuanto a la falta de un marco de sostén y la clausura
de un espacio intermediario que favorezca los procesos de simbolización.

Aquí adquiere relevancia lo planteado por Faimberg (1996), quien sostiene que el secreto
implica una organización, una interpretación de lo no-dicho en base a determinadas leyes del
funcionamiento psíquico de un grupo familiar y/o social. Desde aquí, tanto el silencio social
inducido por el Estado, la identificación alienada con ese mandato de silencio, así como la
cronificación de la necesidad personal de mantener silencio como estrategia defensiva posterior a
la vivencia traumática (Edelman y Kordon, 2002; Scapusio, 2003) prolongan la pérdida de
apuntalamiento y constituyen factores de retraumatización.

Recuperada la democracia formal, la impunidad, el silencio y el olvido, ejes centrales de


las políticas post-dictaduras, imposibilitaron la elaboración colectiva, perpetuando hasta nuestros
días los efectos de la etapa del terror. Sobre esta herida histórica se produjo la ofensiva ideológica
y cultural del neoliberalismo. Desde esta perspectiva, las diferentes agrupaciones que en la
actualidad luchan por los Derechos Humanos y los diferentes discursos que de esta práctica social
emergen, constituyen un importante factor de re-apuntalamiento (Madariaga, 2002 en Scapusio,
2003; Edelman y Kordon, 2002).

Para efectos prácticos del presente trabajo, entenderemos transgeneracionalidad como la


transferencia en el vínculo familiar y social de los elementos no elaborados del traumatismo
presente tanto en los progenitores como en el resto de la sociedad chilena a la generación
sucesora, transmitiendo deudas sin saldar producto de las injusticias vividas y la falla simbólica
de la/s experiencia/s traumática/s; lo anterior se expresaría en estos/as jóvenes en dificultades en
el manejo afectivo y las relaciones interpersonales, junto a una rigidización en la definición de sí
mismos/as, aspectos que afectarían de algún modo su funcionamiento psicosocial actual.

68
Metodología

Tipo de Estudio.

El presente estudio es de carácter analítico-relacional, pues no sólo buscamos la


descripción de las cualidades del fenómeno estudiado por medio de la generación de conceptos,
sino que también pretendemos establecer relaciones entre éstos con la finalidad de generar un
modelo teórico que de cuenta de éste (Krause, 1995).

La metodología de investigación es de tipo cualitativo, la que se orienta a descubrir el


sentido y significado de las vivencias, tanto sociales como individuales, dando un mayor énfasis a
los procesos subjetivos, permitiendo acceder a un mundo de significados rico en contenidos que
posteriormente es articulado y analizado bajo modelos interpretativos, rescatando la mirada de
los/as propios/as actores/actrices de la realidad social que se investiga (Max Weber, en Sierra
Bravo, 1991; Krause, 1995, Stake en Rodríguez, Gil y García, 1999).

El paradigma en el cual nos basamos es el socio-construccionista, que sostiene como


premisa fundamental que la realidad es construida socialmente en un proceso socio-histórico a
través de prácticas humanas, es decir, prácticas sociales. No pretende afirmar que la realidad no
existe, sino que existe y nos constriñe y potencia al mismo tiempo, independiente de cómo nos
gustaría que fuese; lo que plantea es que la realidad es construida y que este proceso de
construcción es eminentemente social, entendiendo por social a un colectivo que comparte un
mundo de significados a través de la comunicación, es decir, es una construcción intersubjetiva
(Ibáñez, 1989, en Tocornal y Vergara, 2004).

En el marco de nuestra trabajo, podemos observar que el fenómeno a estudiar se ubica en


tiempos y espacios que son reales -el Golpe de Estado, la salida forzada del país, la necesidad de
adaptarse a un nuevo contexto, las situaciones enfrentadas al retorno, etc.- sin embargo, las
vivencias de quienes pasaron por estos eventos se configuran intersubjetivamente, pudiendo
existir una multiplicidad de “realidades” en torno a un mismo hecho.

Asimismo, de acuerdo a la epistemología utilizada, el/la investigador/a es considerado/a


como parte del campo de investigación, manteniendo una relación dialéctica en la que se co-
construyen nuevas síntesis y cuya finalidad consiste en la comprensión del sentido de las
situaciones y acontecimientos vivenciados por los individuos.

69
Hablamos, entonces, de una relación recíproca y horizontal donde es posible la
transformación, siendo necesario un contrato de confianza y complicidad posibilitando al/la
otro/a desconocido/a hablar de sí mismo/a y producir entre ambos/as un saber (Krause, 1995;
Correa, 1999).

Estrategia Metodológica.

La estrategia metodológica por la cual optamos es la Grounded Theory (GT), donde tanto
la recolección de datos como su análisis son procesos que se llevan a cabo de forma paralela.
Considerando que los planteamientos iniciales de la GT sustentados por Glaser y Strauss (1967)
han sido modificados y diversificados a través de los años (Chamarz, 1983; Chesler, 1987),
hemos empleado el modelo propuesto por Strauss y Corbin (1990), quienes ofrecen una versión
más sistematizada de los procedimientos y técnicas contenidas en la GT.

El objetivo primordial de esta estrategia metodológica es la generación de teoría por


medio de la articulación de tres momentos de análisis: Codificación Abierta, Codificación Axial
y Codificación Selectiva, que permiten el establecimiento de conceptos y relaciones entre éstos,
integrándose de forma sistemática para llegar finalmente a la construcción de modelos teóricos
de un fenómeno social. Transversalmente a estos procedimientos se emplea el Método de
Comparación Constante (MCC) y la Sensibilidad Teórica21, además de el registro de memos
(notas teóricas e interpretativas) (Strauss, 1987; Strauss y Corbin, 1990).

Campo de Estudio y Diseño Muestral.

Siguiendo los planteamientos de la GT, configuramos el campo de estudio a partir de un


Muestreo Teórico; en éste el número de “casos” carece relativamente de importancia, lo esencial
es el potencial de cada informante para ayudar al investigador/a a desarrollar comprensiones
teóricas sobre un área de la vida social (Glasser y Strauss, 1967; Strauss y Corbin, 1990).

21 Destreza para reconocer las sutilezas que dan significado a los datos durante el proceso de recolección y análisis,
es decir, la habilidad de reconocer lo que es importante en los datos y darle sentido (Strauss y Corbin, 1990).

70
El proceso de muestreo teórico consta de tres momentos acordes a cada fase del proceso
analítico (Strauss y Corbin, 1990; Taylor y Bogdan, 1987):

 Muestreo Abierto.- Utiliza pautas más bien amplias para orientar la selección de la muestra.

 Muestreo de Relaciones y Variaciones.- La meta es validar y/o descartar las relaciones entre
las distintas categorías generadas durante las fases anteriores mediante la búsqueda de
incidentes que demuestren el rango o variaciones de las dimensiones de un concepto.

 Muestreo Discriminativo.- Busca maximizar la oportunidad de análisis comparativo para


verificar y complementar el argumento de historia y las relaciones entre las categorías. Culmina
cuando se da la saturación teórica, es decir, no hay nuevos datos que emerjan de una categoría,
ésta está bien desarrollada en sus propiedades y dimensiones demostrando variación y las
relaciones entre categorías esten bien establecidas y validadas.

En nuestro caso, las primeras entrevistas fueron seleccionadas en base al cumplimiento de


los siguientes criterios, predeterminados desde la literatura existente:
Hijos/as de exiliados/as políticos/as, residentes en Chile, cuyos padres hayan tenido
prohibición de ingreso al país o hayan sufrido persecución política, es decir, que hayan
tenido la letra "L" en el pasaporte, se les haya aplicado decreto de prohibición de ingreso
o hayan tenido que abandonar el país para proteger su vida y/o la de sus seres queridos.
Que hayan nacido en el país de exilio parental y este sea un país latinoamericano de
habla hispana, de modo que el idioma no interfiera en la problemática a analizar.

Posteriormente, buscamos variación del país de exilio parental con el fin de maximizar las
diferencias culturales y sociopolíticas. Consideramos, además, la edad de los/as jóvenes al migrar
a Chile para así contrastar la incidencia del tiempo vivido en el país de exilio parental.
Finalmente, situamos nuestra atención en la participación social de los/as entrevistados/as, pues
durante el análisis ésta surgió como variable relevante en las significaciones dadas por los/as
jóvenes respecto del impacto de la Dictadura en la sociedad chilena.

Los informantes fueron contactados a través de organizaciones y agrupaciones de


Derechos Humanos (H.I.J.O.S.22, Comisión Funa23 y Comité de Retornados del Exilio–Chile24) y
en base a la técnica de la bola de nieve.

22 “Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio”, creada en 1995 en Argentina e integrada por
hijos e hijas de desaparecidos/as, asesinados/as, exiliados/as y presos/as políticos/as durante la aplicación del
terrorismo de Estado en Argentina, ampliándose en años posteriores a países Europeos y el resto de Latinoamérica.

71
En base a lo anterior el grupo de participantes quedó conformado de la siguiente manera:
Tabla Nº 1: Datos de los/as Entrevistados/as
Otras Exp.
País de Llegada a Nivel Nivel Ed. de
Sexo Edad Chile Edo. Civil Represivas en
origen Educacional Padres
la Familia
I1.- 1993 (17a) Univ. Soltera,
F 28a Cuba Ed. Media Prisión y tortura
Dolores Padre no retorna Incompleta 1 hija, (6a)

I2.- Univ.
F 30a Argentina 1989 (12a) Soltera Ed. Univ. Prisión
Isabel Completa

I3.- Costa Rica / Univ. Soltero,


M 31a 1991 (16a) Ed. Univ. Prisión y tortura
Javier México Completa 1 hija, (11a)

Ed. Univ. Prisión,


I4.- 2002 (15a) Univ. En
F 19a Venezuela Soltera Completa e relegación y
Alejandra Padre no retorna Proceso
Incompleta tortura

I5.- Panamá Univ. En Ed. Univ. y


F 22a Madre 1995 (11a) Soltera Prisión y tortura
Natalia Panameña
Proceso Ed. Media

Cuba / Univ. Exoneración,


I6.- M 28a 1991 (13a) Casado Ed. Univ.
Néstor Argentina Completa (cubana) prisión y tortura
Padre Argentino

Estrategias de Recolección de Datos.

Para la recolección de datos utilizamos la entrevista, la cual se define como un encuentro


entre investigador/a e informante dirigido hacia la comprensión de la perspectiva que este/a
último/a tiene respecto de un tema particular. De manera específica, empleamos en nuestra
investigación la entrevista semiestructurada, que sigue un esquema o pauta general de preguntas,
sin embargo, es más flexible que la entrevista estructurada pues no necesariamente se ajusta a una
secuencia fija, sino que permitie que ésta se desarrolle de acuerdo al relato del entrevistado
(Taylor y Bogdan, 1987; Flick, 2004).

Considerando lo planteado, nuestra entrevista25 se centró en la vivencia de los/as jóvenes


en el país de exilio parental con sus familias y el entorno social, el conocimiento y la cercanía que
mantenían con Chile antes de la migración, el proceso de retorno y su integración al país;
exploramos, además, aspectos de la dinámica familiar tales como las relaciones entre sus

23 Grupo dedicado a denunciar a quienes hayan estado vinculados/as a la represión durante el régimen militar.
24 Nace en 1995 por iniciativa del Comité Pro Retorno de Exiliados-Retornados de Argentina y otros países
latinoamericanos „COPROREX‟, obteniendo personalidad jurídica en Chile en 1999.
25
Anexo N° 2: Preguntas Guía para Entrevista.

72
miembros, los roles y expectativas entre estos, etc.; finalmente, indagamos en el impacto de la
experiencia de exilio-retorno en los/as entrevistados/as.

Como estrategia complementaria y para enriquecer el posterior análisis, utilizamos la


construcción de genogramas. Si bien esta es aún una herramienta en proceso de desarrollo, se ha
usado cada vez más por su utilidad para realizar mapas de los procesos familiares.

Según McGoldrik y Gerson (1996), un “genograma es un formato para dibujar un árbol


familiar que registra información sobre los miembros de una familia y sus relaciones”,
valiéndose de una serie símbolos simples que representan gráficamente distintos tipos de
información, permitiendo identificar y entender de una manera rápida los patrones presentes en
una historia familiar, así como entregar hipótesis sobre cómo esta historia puede ser influida e
incluso, determinada por diversos aspectos del contexto (McGoldrik y Gerson, 1996, p. 17).

Los genogramas constituyen una herramienta interpretativa subjetiva que permite rastrear
información relevante en los procesos familiares a través del tiempo y espacio, ayudando a ver un
“cuadro mayor” desde el cual la información estructural, vincular y funcional de una familia
puede interpretarse en forma horizontal, al tomar la extensión actual del contexto familiar
(relaciones entre los miembros y con el sistema mayor), y de forma vertical, desde un punto de
vista histórico a través de las generaciones (situar cuestiones actuales en el contexto de las
normas evolutivas familiares); por esto, los genogramas incluyen, al menos, tres generaciones, así
como una cronología que muestra los sucesos nodales y críticos en la historia individual y/o
familiar según la persona (McGoldrik y Gerson, 1996).

La creación de un genograma incluye tres pasos: primero, se realiza el trazado de la


estructura familiar, el que muestra una descripción gráfica de cómo diferentes miembros de la
familia están biológica y legalmente ligados entre si de una generación a otra; en segundo lugar
se registra la información familiar, incluyendo información demográfica26, información del
funcionamiento27, y el registro de sucesos familiares críticos28 (McGoldrik y Gerson, 1996).

26 Edades, nacimientos, muertes, ocupaciones, nivel educacional, etc. (McGoldrik y Gerson, 1996).
27 Datos más o menos objetivos de funcionamiento médico, emocional y de comportamiento de los miembros como
ausentismo laboral, pautas de alcoholismo, así como pautas de funcionamiento positivo (McGoldrik y Gerson, 1996).
28 Transiciones importantes, cambios de relaciones, migraciones, fracasos y éxitos, dando un sentido de continuidad
histórica de la familia y del efecto de la historia familiar de cada individuo (McGoldrik y Gerson, 1996).

73
El tercer nivel es el que requiere de una mayor deducción, y comprende el trazado de las
relaciones familiares. Dichas caracterizaciones se basan en informes de los miembros de la
familia y observaciones directas, utilizando variaciones de líneas para simbolizar los distintos
tipos de relación; en nuestro caso, los datos fueron obtenidos desde el relato de los/as informantes
(McGoldrik y Gerson, 1996).

Por último, y tomando en cuenta los aportes de Lewis (1989 en Wiggins, 2001),
agregamos color a las figuras del genograma estándar, buscando dar cuenta de características
específicas en los miembros de la familia que puedan tener relación con aspectos de la
investigación, en este caso, identificar las tendencias políticas que tienen y/o tuvieron los
individuos, mostrando la multiplicidad de afiliaciones existentes en la familia y buscando cómo
éstas pueden tener un papel en los procesos familiares (Wiggins, 2001).

Análisis de Datos.

Como ya hemos explicado, dentro de la GT el análisis de datos se realiza a través de las


codificaciones abierta, axial y selectiva. Para el proceso de Codificación Abierta revisamos las
entrevistas y generamos conceptos y categorías respecto del fenómeno estudiado,
desarrollándolos en función de sus características o propiedades y de sus dimensiones. Toda
interpretación se mantuvo como provisional y se plantearon preguntas y proposiciones (hipótesis)
sobre el fenómeno (Glasser y Strauss, 1967; Strauss y Corbin, 1990).

Posteriormente, en la Codificación Axial, reorganizamos los datos fragmentados en la


fase anterior estableciendo conexiones entre categorías y subcategorías mediante un “Paradigma
de Codificación” que incluye condiciones causales o antecedentes, factores intervinientes y
contextuales, estrategias de acción/interacción utilizadas para manejar o responder al fenómeno y
consecuencias del fenómeno o resultados de las acciones/interacciones (Strauss y Corbin, 1990).

Durante la Codificación Selectiva integramos y refinamos las categorías mediante un


proceso de reducción bajo un eje o categoría central29, de esta manera obtuvimos un esquema
conceptual de relaciones y la identificación de patrones expresado mediante el argumento de la

29 Categoría que denota los problemas o asuntos más significativos de un fenómeno de acuerdo a los/as
investigadores/as. Permite reunir las categorías para formar un todo explicativo (Strauss y Corbin, 1990).

74
historia30. Luego, completamos aquellas categorías que requerían mayor refinamiento y
desarrollo, buscando validar, mediante la comparación constante, las oraciones de relación entre
los conceptos (Strauss, 1987; Strauss y Corbin, 1990).

Paralelamente, analizamos e interpretamos los datos obtenidos en los genogramas,


integrándolos a los resultados de la codificación, formando así parte del modelo teórico
emergente. Si bien los principios interpretativos para la evaluación de genogramas no han sido
establecidos de manera explícita, McGoldrik y Gerson (1996) proponen una serie de categorías31
que representan un conjunto general de suposiciones de las cuales se generan hipótesis sobre las
pautas familiares. En términos amplios, cada genograma incluye datos relativos a la estructura
familiar, su adaptación al ciclo vital, la repetición de pautas a través de las generaciones, sucesos
de la vida y funcionamiento familiar, pautas vinculares y (des)equilibrio familiar.

Procedimiento.
A continuación explicitamos el procedimiento que utilizamos durante la investigación:
1. A través de organizaciones de Derechos Humanos contactamos telefónicamente a
potenciales participantes para exponer los objetivos del estudio e invitarlos a ser parte
de éste. En este primer contacto explicamos el procedimiento, número de reuniones y el
carácter voluntario de la participación, pudiendo retirarse en cualquier etapa del proceso
si lo estimaban conveniente, sin que ésto tuviera implicancias para ellos/as.

2. Con cada participante se tuvo de 1 a 2 encuentros con el fin de realizar la entrevista en


profundidad y la construcción de un genograma familiar relativamente exhaustivo.

3. En la primera entrevista, previa firma de un consentimiento informado32, recabamos


elementos básicos del genograma, relacionados con acontecimientos vividos al interior
de la familia y que guardaban relación con los objetivos de la investigación.
Posteriormente realizamos la entrevista en profundidad para, finalmente, entregar un
informativo con los antecedentes necesarios a recabar para completarlo33.

30 Explicación del fenómeno por medio de una historia que integra las categorías y memos (Strauss y Corbin, 1990).
31
Anexo N° 4: Categorías de Análisis de Genogramas propuestas por McGoldrik y Gerson (1996).
32
Anexo N° 1: Consentimiento Informado.
33
Anexo Nº 3: Información Necesaria para la Construcción del Genograma entregada a los/as Entrevistados.

75
4. El segundo encuentro tuvo la finalidad de indagar en mayor profundidad temas
pendientes de la primera entrevista, así como completar el genograma. Aunque en
algunos casos éste segundo encuentro no fue necesario.

5. De acuerdo con las estrategias metodológicas planteadas en la GT, luego de cada


entrevista, ésta se transcribió y analizó con el propósito de generar las categorías que
guiaron las siguientes entrevistas.

6. Luego de finalizar la investigación se devolverá la información a los/as participantes.

Consideraciones Éticas.

Durante el desarrollo del presente estudio nos enfrentamos como investigadoras a una
serie de reflexiones éticas que exponemos a continuación.

Por una parte, durante la elaboración de la pauta de entrevista nos dimos cuenta que los
contenidos a tratar podían abrir temas conflictivos para los/as entrevistados, por lo que nos
aseguramos que los ambientes para la realización de las entrevistas contaran con la privacidad
necesaria. De la misma manera, durante el encuentro nos mantuvimos atentas a contener a los/as
participantes, cerrar los temas conversados y ofrecer orientación sobre lugares especializados a
los cuales acudir, en caso de ser necesaria una posterior atención profesional al remover procesos
que pudieran no estar suficientemente elaborados.

Por otra parte, tras la obtención de los datos y en la medida de asegurar la


confidencialidad de los/as entrevistados/as, cambiamos los nombres y suprimimos toda
información que pudiera resultar identificatoria.

Por último, tal como exponemos en el procedimiento, los resultados obtenidos en la


presente investigación serán devueltos a los/as entrevistados/as al término de ésta; compromiso
adquirido con los/as participantes al momento de realizar los encuentros y que responde a las
premisas fundamentales de la epistemología que utilizamos en la medida que este nuevo saber al
cual accedimos ha sido co-construído entre ambas instancias, es decir, investigador/a e
investigado/a.

76
Presentación de Resultados

1.Análisis Descriptivo

Para la elaboración del presente análisis descriptivo, las entrevistas realizadas fueron
sometidas a un proceso de codificación abierta; a continuación, examinamos los genogramas34 y
los comparamos con los resultados de la codificación, buscando datos que nos permitieran
confirmarlos, completarlos o modificarlos. A partir de ambas fuentes surgen cinco grandes
categorías (Diagrama Nº 1) que configuran la transgeneracionalidad del daño desde la perspectiva
de la segunda generación en el caso de exilio-retorno, empezando con los antecedentes hasta los
efectos que los/as entrevistados/as presentan en la actualidad.

Las categorías descritas a continuación corresponden a: Historia Política y Represión


Vivida por la Familia, Caracterización de Aspectos Familiares, Experiencia de la Segunda
Generación en el País de Exilio, Experiencia de la Segunda Generación en el Retorno e Impacto
de la Experiencia de Exilio-Retorno en la Segunda Generación.

Cabe precisar que existen elementos que sólo fueron mencionados por una de las personas
entrevistadas, razón por la cual no han sido incluidos en las categorías; no obstante, dado que
aportan nuevos antecedentes a la comprensión de la transgeneracionalidad del daño, serán
señalados al final del análisis descriptivo.

Diagrama Nº1: Categorías Centrales.

TRANSGENERACIONALIDAD DEL DAÑO EN LA SEGUNDA GENERACIÓN


EN EL CASO DE EXILIO-RETORNO

I. HISTORIA POLÍTICA II. CARACTERIZACIÓN III. EXPERIENCIA IV. EXPERIENCIA V. IMPACTO DE LA


Y REPRESIÓN DE ASPECTOS DE LA 2ª DE LA 2ª EXPERIENCIA DE
VIVIDA POR LA FAMILIARES GENERACIÓN EN GENERACIÓN EN EXILIO-RETORNO EN
FAMILIA EL PAÍS DE EXILIO EL RETORNO LA 2ª GENERACIÓN

Historia Política Dinámica Caracterización de Factores que Efectos en el Sí


de los Padres Familiar las Relaciones con Inciden en la Mismo
las Personas del Decisión del
País de Exilio Retorno
Consecuencias Parental Afectos Asociados
de la Represión a la Migración
en los Padres Imagen que Proceso de
los/as Hijos/as Inserción a Chile
tienen de sus
Formas de Desarraigo
Padres
Enfrentamiento Nexos con Chile Aspectos de la
Familiar de la Vida en Chile
Represión actual mente Nuevas
Vivida
Oportunidades
Sociales
34
Anexo Nº 6: Genogramas.

77
I. HISTORIA POLÍTICA Y REPRESIÓN VIVIDA POR LA FAMILIA:
Esta categoría hace referencia a los antecedentes que los padres les han entregado a los/as
entrevistados/as respecto de su historia política y la represión vivida, las consecuencias de ésta
represión que los/as hijos/as perciben en los padres y las formas de enfrentamiento desplegadas
por la familia.
Diagrama Nº2: Historia Política y Represión Vivida por la Familia. Subcategorías y Propiedades.

I. HISTORIA POLÍTICA Y REPRESIÓN


VIVIDA POR LA FAMILIA

Historia Política Consecuencias de la Formas de Enfrentamiento


de los Padres Represión en los Padres Familiar de la Represión Vivida
Pérdida de
oportunidades
de estudios
Partido u Consecuencias superiores
Silencio
Organización Clínicas Parental Proteger su
Política a la que infancia y
resguardar la
Pertenecieron
Dificultades seguridad
económicas familiar
Dificultades
Socio- Evitar la
Dificultades al Perpetuación
económicas transmisión
Alto Nivel de reinsertarse en del Silencio
Chile de elementos
Compromiso con ideológicos
el Partido Político Consecuencias y/o
traumáticos
Psicosociales Enfrentamiento
Distanciamiento
o pérdida de de los/as
vínculos Hijos/as del Evitar el
Efectos en familiares Silencio dolor
las Redes Parental parental y
propio
Sociales Búsqueda de
Dificultades Información
para recuperar por Medios
y/o crear redes Extra-
sociales Familiares

a) Historia Política de los Padres: Esta subcategoría contiene datos tanto de las entrevistas
como de los genogramas e incluye el partido u organización política a las que pertenecieron
los padres al momento del Golpe y el nivel de compromiso que mantenían los padres con este
partido u organización.
Entre los partidos u organizaciones políticas de izquierda a las que pertenecieron
los padres antes y durante la Dictadura se incluyen el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez (FPMR), el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), el Partido
Comunista (PC) y el Partido Socialista (PS).
Por otro lado, los/as entrevistados/as refieren un alto nivel de compromiso de los
padres con el partido en el que militaban, tal como se aprecia en la siguiente frase:

“…su activismo político fue siempre bien marcado. Mi papá trabajaba en ferrocarriles pa‟l
Golpe y militó durante toda la UP, o sea, trabajó en pos de la UP y estaban absolutamente
involucrados, mi papá sobre todo, mi mamá como ahí, apoyando a mi viejo pero…Entonces mi
papá metido hasta las masas, siempre…” (Isabel, 40-44)

78
b) Consecuencias de la Represión en los Padres: Alude a la percepción que tienen los/as
hijos/as respecto de las consecuencias negativas de la represión en sus padres.
Las consecuencias clínicas comprenden sintomatología ansiosa, depresiva y/o abuso de
sustancias que los/as hijos/as han percibido en sus padres tanto en el país de exilio parental
o tras la migración a Chile y que ellos/as atribuyen a la represión vivida por sus
progenitores, lo que se ve reflejado tanto en las entrevistas como en los genogramas.

“…siempre ha estado escondido (solloza), cambiándose identificación, clandestino…se calmó


un poco cuando vivíamos en Cuba porque se sentía un poco más protegido, pero no con eso está
conforme (llora), no con eso se siente bien (llora), no con eso no se siente perseguido, no con eso
(solloza) se siente, eh…tranquilo en sí, tiene pesadillas y tantas torturas, tantas cosas en su cuerpo
a la larga le trae, le trae consecuencias…mentalmente se cagó, una persona que no expresa mucho
lo que siente, es una persona súper fría, a pesar de ser una persona cariñosa, es una persona que
no demuestra su sentir como uno quisiera… emocionalmente él está mal, emocionalmente el estar
lejos de su patria, el hecho de luchar y no haber triunfado lo que él aspiraba, lo que él soñaba,
estar lejos de sus hijos por una cosa de fuerza mayor… y mi mamá sí, mi mamá se enfermó de los
nervios, la tuvimos que internar en el psiquiatra (…) cuando se fue exiliada, cuando se fue exiliada
estuvo 3 años en el psiquiátrico…” (Dolores, 2/ 71-86 y 88)

Por su parte, las consecuencias psicosociales abarcan las dificultades socioeconómicas


que viven los padres producto de la represión, así como los efectos de ésta en sus redes
sociales.
Entre las primeras aparece la pérdida de oportunidades de estudios superiores producto
del exilio, dificultades económicas debido a la cesantía y/o la pérdida del estatus
socioeconómico que se tenía en Chile o que se logró tener en el país de exilio, y problemas
al momento de reinsertarse en Chile al retorno. En la cita a continuación, por ejemplo,
Natalia relata las condiciones vividas por su padre al salir al exilio y, luego, al retorno:

“…llegaron a trabajar en las bananeras en Panamá, entonces es un cambio absolutamente


nada que ver ¿cachai?, onda a un clima ultra tropical, en condiciones onda ultra inferiores de
trabajo, o sea, de verdad estaban en el último escalafón social, o sea, inmigrantes, exiliados onda
políticos en Panamá que trabajaban en la bananeras (…) cuando volvió le costó como encontrar
trabajo porque no alcanzó, antes de irse a Panamá no alcanzó a tener, a entrar a la universidad ni
nada, dio la prueba y quería entrar a periodismo pero, y lo tomaron detenido entonces no alcanzó,
no alcanzó como a hacer los trámites, o sea, estaba preso durante ese período y eso entonces, eso
siempre ha sido como un tema porque mi mamá si, si es universitaria…” (Natalia, 426-429 y 90-93)

En cuanto a los efectos en las redes sociales parentales producto de la represión,


particularmente el exilio-retorno, los/as entrevistados/as perciben, por una parte, el
distanciamiento o pérdida de vínculos familiares, primero por la separación con la familia
extensa debido al exilio, situación que se repite al momento del retorno cuando uno de los
padres decide quedarse en el país de exilio. Dolores y Néstor, por ejemplo, mencionan el
sufrimiento de sus padres al estar lejos de su familia:

“…Porque la tierra más que nada te ata, tú familia te ata, el hecho de, de, de, de que ella dejó
su mamá, sus hermanos, no se despidieron, pasaron veintitantos años en que no saben por qué tuvo
que exiliarse, no supieron nunca de mi mamá, si se, si estaba viva o muerta, no tenían idea…y eso

79
te ata porque hay temas pendientes (…) el sufrimiento de mis papás, ajeno a todo, lejos de todo, el
no tener una familia constituida como hubiésemos querido (…) una familia destruida…” (Dolores,
2/347-349, 550-551 y 563)

“…mi madre es muy familiar y extrañaba mucho a su mamá, por ejemplo, me acuerdo,
extrañaba mucho a su hermana, que vivía en Francia, que vive en Francia (…) o sea, era, fue un
par de veces que vi llorando, recuerdo haber visto llorando a mi mamá, que yo iba y me acuerdo
que le preguntaba que le pasaba y me decía „es que extraño mucho a mi mamá‟…” (Néstor, 403-
404 y 928-930)

Asimismo, los/as entrevistados perciben en sus padres dificultades para recuperar y/o
crear redes sociales tras el retorno pues, al reencontrarse con las antiguas amistades, se dan
cuenta que la relación y los ideales por los que luchaban ya no son los mismos, no
encuentran las redes que tenían antes del exilio y se les dificulta crear otras nuevas.
Además, a través del análisis de los genogramas, pudimos apreciar un abandono de la
militancia política por parte de los padres, principalmente, tras el retorno, lo que se
constituyó como una nueva pérdida de redes.
Alejandra, por ejemplo, relata a continuación:

“…se fue a Venezuela y pasó, pasó, pasó todo el tiempo, entonces de eso es lo que mi mamá se
arrepiente, porque dice „no saqué nada, me fui, volví, esperaba tener amigos, esperaba, nada,
nada…no saqué nada, no tengo amigos, no tengo conexiones, no tengo contactos…no tengo nada,
llegué en blanco y me saqué la cresta, siendo militante‟, esa es su visión…” (Alejandra, 447-450)

c) Formas de Enfrentamiento Familiar de la Represión Vivida: Esta subcategoría se


desprende de los datos aportados en las entrevistas y agrupa el modo en que los padres
manejan la información sobre su historia política y de represión vivida frente a sus hijos/as y
cómo éstos interpretan y/o reaccionan al nivel de información transmitida.
A partir de lo referido por los/as entrevistados/as, apreciamos que los padres mantienen
su historia política y la represión vivida en el silencio, siendo la entrega de información
superficial, insuficiente y circunstancial, entregando datos fragmentados e inconexos, sin
existir espacios de diálogo, discusión y contención.

“…en mi caso nunca se dijo, „oye, sabe que se sientan todos y vamos a conversar de esto‟,
no…los hijos no se hacían participe de eso, ellos hacían reuniones políticas, que se yo, pero nunca
se sentaron a decirnos nada (…) los papás nacieron en otro país, ustedes tienen otra cultura, nos
enseñaban indirectamente ciertas cosas, pero nadie se sentó a contarnos nada (…) Lo sentía así no
más, ellos a toda costa evitaban temas, si no, no, eran, de no hablar mucho, nada referente a Chile
lo, están bien, que te escribió un tío, que se yo, pero, así, como bien, a la ligera, nada en
profundidad…” (Dolores, 2/311-324, 326-327, 355-356)

Los/as hijos/as, a su vez, enfrentan el silencio parental de dos maneras. Por una parte,
perpetúan el silencio de los padres mediante una serie de explicaciones. Una de éstas alude
a la creencia que los padres, en su silencio, trataban de proteger su infancia y resguardar su
seguridad, pues al entregar información a los/as hijos/as pequeños éstos/as podrían dar

80
información comprometedora en contextos inadecuados, lo que se puede apreciar en la
siguiente cita de Dolores:

“…mis papás quedaron de alguna u otra forma con trauma, ¿en qué sentido?, de que se
pusieron cada vez más aprehensivos y tenían mucho cuidado de no alterarnos a nosotros nuestra
infancia, lo que significaba que habían cosas que ellos no podían decir, que para ellos era
importante resguardar porque teníamos cierta edad en la cual nosotros, sin mayor intención
íbamos a hablar que a lo mejor a ellos los perjudicara, o los afectara o simplemente los
comprometiera, porque indistintamente que estábamos en un país socialista, un sistema totalmente
distinto, uno nunca sabe, es decir, el trauma te deja así que tú desconfías de todo el mundo, por lo
tanto nos sobreprotegieron muchísimo y nunca nos contaron…” (Dolores, 2/10-16)

Asimismo, los/as entrevistados/as justifican la poca información entregada desde los


padres al asociar el conocimiento de la historia con una transmisión de elementos
ideológicos y/o traumáticos que los determinaría en su actuar, pensar o sentir. Alejandra,
por ejemplo, habla a continuación de la posible determinación política de padres a hijos/as
en caso de que se les entregara información al respecto:

“…tenía una amiga en el colegio acá en Chile, que su familia toda era militante comunista y, y
ella, era comunista, entonces yo le decía, yo conversaba con ella y le decía que ella era comunista
más que por principios propios porque habían sido inculcados por la familia, y ella me decía „no,
mentira, no se cuanto‟, y yo „ya bueno, okay, lo que quieras‟, pero obvio que así fue, mi mamá
nunca me dijo nada, nada, nada, nada, nada, entonces, yo tuve la libertad, de, de crecer bajo mis
propios, mis, mis ideales, yo formármelos…” (Alejandra, 555-560)

Néstor, por su parte, relata como los padres pueden transmitir traumas a sus hijos/as:

“…yo tengo amigos que vivieron afuera y lo pasaron súper mal, más que nada por sus padres,
les metieron una cosa en la cabeza que no era, o sea, o sea, tengo un amigo que ni siquiera
aprendió, aprendió a hablar bien el español del trauma que tuvieron sus padres cuando saltaron de
este país, eh, él habla español como una persona así, como extranjero y hace años que viven acá y
en su casa hablan en inglés, se exiliaron en Irlanda y resulta que lo debe haber pasado mal y lo va
a seguir pasando mal en su vida porque probablemente muy traumado (…) Los padres y él, él por
transmisión, de hecho estaba medio loquito…” (Néstor, 952-957 y 959)

Finalmente, el silencio tanto de padres como de hijos/as es fundamentado por los


entrevistados/as como una forma de evitar el dolor de sus progenitores al recordar las
experiencias vividas, así como el propio dolor que el sufrimiento de los padres genera en
ellos/as, lo que se refleja en esta cita de Dolores:

“…era para el Sí y pa‟l No, ya ahí, ya en mí marcó, a esa edad, seis, siete, ocho años, en qué
estábamos metidos, de ahí uno le va tomando el peso y ciertamente yo soy cubana; pero mis papás
son chilenos y ciertamente no había muchas cosas que preguntar; porque uno también nota, uno
también capta de que…hay un dolor y eso uno trata de evitarlo y eso, yo si, con esa edad, ya yo
sentía la diferencia…” (Dolores, 2/32-35)

Por otra parte, a pesar del silencio parental, los/as hijos/as perciben o intuyen en los
padres una serie de consecuencias producto de la represión y realizan una búsqueda de

81
información por medios extra-familiares tales como prensa, libros y participación en
actividades políticas a fin de poder reconstruir y comprender la historia silenciada de sus
progenitores, tal como se aprecia en la siguientes citas:

“…los „Teleanálisis‟ ¿ya?, de la revista „Análisis‟ los videos. Entonces difundían los videos del
„Caso degollados‟ bueno así yo me enteré de la actualidad de lo que pasaba acá ¿cachai?, „Caso
degollados‟, el „Caso de Gloria Quintana‟, los quemados, andaban con los Apsi, con, con el Cauce,
con, o sea, difundían todo lo que se podía (…) una vez que agarré un libro de historia acá el `85
que fuimos a Conce, que me prestaron un libro de historia de niña ¿cachai?, que entendí quien era
Manuel Rodríguez ¿cachai?, que no me gusta O´Higgins, que empezai a involucrarte un poco más
en el cuento, empezai a entender más…”(Isabel, 120-123 y 395-398)

“…o sea, en una primera etapa digamos, cuando muy niño, 8 años más o menos, eh, yo me
fijaba en las conversaciones, había como conversaciones de grandes y de esas conversaciones
trataba de escuchar lo más posible y después repetir según lo, o elaborar yo mis conclusiones, y
después ya era en la adolescencia yo apoyándome en mis lecturas, consultándolo a él sobre lo que
yo leía, su opinión…” (Néstor, 2/13-16)

II. CARACTERIZACIÓN DE ASPECTOS FAMILIARES:


Esta categoría hace referencia a las descripciones realizadas por los/as entrevistados/as sobre
aspectos del funcionamiento de su familia de origen, en particular, la dinámica familiar y la
imagen que los/as hijos/as tienen sobre sus padres.
Diagrama Nº3: Caracterización de Aspectos Familiares. Subcategorías y Propiedades.

II. CARACTERIZACIÓN DE ASPECTOS


FAMILIARES

Dinámica Familiar Imagen que los/as Hijos/as


tienen de sus Padres
Funciones de
Apoyo en la Ausencia de
Familia Uno o Ambos
Roles Presencia de
Progenitores
Desempeñados por Padres durante la
los/as Hijos/as Reivindicador Infancia y
dentro del Sistema de la Familia Adolescencia de
Familiar los/as Hijos/as Progenitores
Presentes
Compañero de
los Padres

Padres con
Relación del Baja
Sistema Familiar Escasos Competencia de Capacidad
con el Entorno Vínculos los Padres en los
Social Ámbitos Familiar
y/o Social
Padres
Capaces

a) Dinámica Familiar: En esta subcategoría se incluyen los roles desempeñados por los/as
hijos/as dentro de la familia así como los vínculos que el sistema familiar mantuvo en el país
de exilio con el entorno social.

82
Los roles desempeñados por los/as hijos/as dentro del sistema familiar corresponden
a las funciones que los/as entrevistados/as refieren cumplir dentro de sus familias, las cuales
se aprecian en los relatos de los/as jóvenes así como a partir de los análisis de genogramas.
Por un lado, los/as jóvenes refieren haber desempeñado funciones de apoyo en la
familia, por ejemplo, en los casos en que perciben que los padres no pueden cumplir con sus
funciones normativas al interior del sistema familiar, por lo que los/as hijos/as asumen el
hacerse cargo de los afectos dolorosos o conflictos no enfrentados por uno o ambos
progenitores y toman funciones de protección, contención, cuidado y guía de alguno de los
miembros de la familia, tanto nuclear como extensa y a nivel afectivo y/o económico.
Dolores, por ejemplo, reclama estar más afectada que sus hermanos debido a las
experiencias de represión que han vivido sus padres:

“…ellos (hermanos) no son de las personas que se cuestionan mucho que papi allá, „ah, está en
Cuba, bueno‟…está en Cuba y punto, pero nadie, nadie lo ha analizado, nadie lo ha entendido, la
única que la acepta y todo soy yo y me duele mucho. Así que todo como que ha rebotado en mí…”
(Dolores, 2/443-445)

Además, relata como ha interrumpido sus proyectos de vida para hacerse cargo del
cuidad y acompañamiento de la madre:

“…siempre él con las intenciones de casarse pero, en mi nunca ha estado casarme, porque yo
tengo que velar por mi mamá entonces yo no, no podría…a pesar de que podría haberme casado, es
decir, yo, me voy con mi mamá, pero él tampoco aceptaría eso…y entre él, y mi mamá, yo no lo
pienso, me quedo con mi mamá, sin duda (ríe). Y, y me quedé con ella…” (Dolores, 618-621)

Por otro lado, los/as jóvenes toman el rol de reivindicador de la familia, al asumir los
proyectos inconclusos de sus padres, así como una serie de exigencias orientadas a ser
autosuficientes, independientes, responsables, lograr éxito profesional, movilidad social,
etc. A continuación, Natalia describe el alto nivel de autoexigencias en el rendimiento
escolar que se imponía desde temprana edad:

“…(3º básico) si imagínate, yo falsifiqué las notas y yo ese día, de verdad, eso yo, ellos no lo
saben, pero yo ese día de verdad así, pensaba en, en, salir a la calle y que me atropellara un auto,
así, mal (ríe), onda, el nivel de presión, autopresión que tenía era heavy…y, yo me quería puro
morir po‟ hue‟on, ponte tú que me había sacado un 3.8, ese año, no, no, ni siquiera hue‟on, si yo
había aprobado, me había sacado como un 4.3 ponte tú, ¿cachai?, entonces, encontraba que era
terrible (…) entonces, puta, haber fracasado en el colegio era como, lo peor que podía haber hecho
si era la única hue‟a que hacía, en mi vida ¿cachai? (ríe), entonces era como, mal, así, era lo peor
del mundo, me sentía, realmente, la peor hija del mundo ¿cachai?…” (Natalia, 504-501 y 519-521)

Finalmente, el rol de compañero de los padres, apunta al desarrollo de una relación


horizontal entre los/as hijos/as y sus figuras parentales, donde los primeros se ubican a un
nivel de pares con los segundos al momento de reclamar sus ausencias o al colaborar en sus
misiones políticas, tal como lo refleja la siguiente cita de Néstor:

“…me gustaba porque, supongo que era involucrarme en las misiones de mi padre, ¿ya?…ehm,
era como que era parte del cuento, como que me, participaba de eso, así que estaba todo muy bien,

83
de hecho tenía, yo vivía frente por frente, en un edificio, a mi tío, argentino, y mi padre se iba y yo
tenía que decirle que mi papá estaba durmiendo, y uno de los viajes más largos que hizo mi papá
fue de dos meses, y mi papá estuvo durmiendo dos meses, o sea (…) yo asumo el rol de, de partner
de mi padre y de mi madre en su lucha contra Pinochet…” (Néstor, 303-308 y 905)

En cuanto a las relaciones que la familia estableció en el país de exilio, se aprecia en


las narraciones de los/as entrevistados/as que ésta mantuvo escasos vínculos con el entorno
social, ya sea por una marcada desconfianza con las personas externas al sistema familiar o
la limitación de las relaciones a grupos de otros exiliados, con lo cual se mantuvo dentro de
ghettos, reduciendo el intercambio cultural con otros grupos sociales.

“…éramos bien nucleares allá, onda más entre nosotros, acá como que nos juntamos más con
el resto de la familia, en Panamá era más como nosotros (…) No, éramos más nosotros y de hecho
nosotros no teníamos amigos en el barrio por ejemplo, éramos bien pa‟ dentro en ese sentido (…)
como que no tienen muchos amigos, onda igual salen pero poco, como que no tienen muchos
amigos cercanos tampoco y en Panamá yo diría que hasta menos, tenían, obviamente yo más de
alguna vez fui a la casa de alguno de ellos, pero siempre manteniendo una relación a distancia, eso
siempre como que se resguardan ene ellos dos…” (Natalia, 130-131, 133-134 y 325-328)

b) Imagen que los/as Hijos/as tienen de sus Padres: Ésta se forma, por un lado, a partir de la
apreciación que tienen los/as hijos/as respecto de la presencia de sus progenitores durante su
infancia y adolescencia y la competencia de éstos en los ámbitos familiar y social.
Con relación a la presencia de los padres durante la infancia y adolescencia, en los
casos donde existió la sensación de ausencia de uno o ambos progenitores, algunos/as
hijos/as se refieren principalmente a la falta de éstos al momento de requerir su afecto,
protección, contención y guía en situaciones difíciles, lo cual es confirmado tanto en las
entrevistas como en el análisis de los genogramas. Por ejemplo, Dolores, explica en la
siguiente frase los reclamos emitidos hacia su padre debido a sus ausencias por la actividad
política desarrollada:

“…distinto hubiera sido si yo hubiese tenido la posibilidad de haber compartido con los dos y
haber tenido una etapa normal con ambos padres, pero…cuando tenía 9 años le recriminaba
mucho a mi papá, le criticaba mucho que siempre estaba metido en la política, que con eso no
conseguía na‟…cuando retorné me hizo mucha falta, sentía que era esa etapa que yo necesitaba de
mi papá, es ahí donde yo necesitaba a mi papá, es ahí el rol, es ahí donde yo sentía ese rol de pa…,
más que de papá, de amigo, de un hombre que te representara, que para que no te pasaran a llevar,
ahí lo necesité, cuando tuve a mi hija igual como en esos años…” (Dolores, 2/124-130)

Igualmente, Javier relata las ausencias de su madre en momentos en que él presentaba


problemas psicológicos:

“… (Mi mamá) no llegaba nunca a la casa, yo con ataques de pánico te digo, sentía mucho más
las ausencias, yo te puedo decir que no llegaba nunca y no llegaba en semanas, llegaba en el día,
digamos, hacía dos, tres cosas y no llegaba en la noche…” (Javier, 519-521)

En la misma línea, otros/as entrevistados/as refieren haber percibido a los progenitores


presentes cuando existió la sensación de contar con las figuras parentales en los momentos

84
de dificultad, aún cuando éstos no estuvieran físicamente presentes por trabajo o viajes, al
considerar que existía una explicación satisfactoria de sus ausencias. Como muestra de lo
anterior están las siguientes citas de Isabel y Natalia:

“…(Mi papá) no sé, estaba ahí, igual siempre estuvo, o sea, yo me acuerdo que viajaba pero no
era tampoco que viajara así que, que no estuviera meses en mi casa, pa‟ na‟…Nos incorporó
siempre mucho a su trabajo, o sea, yo me acuerdo de chica de que el loco me llevaba a la oficina y
yo me estaba todo el día en la oficina de él…onda, no sé, ahora me acuerdo de cosas y el loco te, te
integraba, yo igual me entretenía…hasta el día de hoy ahora compartimos las cosas ingenieriles
con él, ¿cachai?, pero, pero no sé, estaba presente mi papi, o sea no, no, no fue un padre ausente
para nada (…) Estuvieron los dos presentes todo el tiempo…” (Isabel, 317-324 y 326)

“…igual no, no tengo como, ese resentimiento de padres ausentes, pa‟ na‟…porque siempre nos
explicaron todo…„pucha, hay que ir a trabajar‟ o „oye, tienes que ir al colegio porque, no sé, tienen
que salir adelante‟ y siempre…pero a nosotros nos hacía mucho sentido…” (Natalia, 126-128)

Por otro lado, los/as entrevistados/as evalúan la competencia de sus padres en los
ámbitos familiar y/o social, es decir, si representan una figura capaz de sostener y guiar el
sistema familiar y si son capaces de manejarse adecuadamente en el entorno.
En cuanto a la percepción de padres con baja capacidad, los/as jóvenes refieren que sus
progenitores no han cumplido adecuadamente con las funciones de protección,
establecimiento de límites y normas al interior del sistema familiar; asimismo, perciben
dificultades en sus progenitores al momento de buscar trabajo o establecer relaciones
sociales, lo que puede verse en la frase de Alejandra a continuación:

“…mi mamá es súper insegura, entonces no, no, no ha buscado trabajo ni cosas por el
estilo…no es una persona movida, porque no se siente segura, entonces no hace contactos y qué se
yo y no se busca trabajos (…) tiene debilidades pero además piensa que tiene muchas más de las
que tiene, entonces ahí ya cagó, no se levantó nunca más ¿cachai?, entonces ahora hay que
levantarla, levantarla…” (Alejandra, 374-377 y 1030-1031)

La percepción de padres capaces alude a la apreciación que los/as entrevistados/as


realizan de sus progenitores respecto de su capacidad para desarrollar redes, enfrentar los
conflictos y cumplir con sus roles normativo al interior de la familia.

“…(Mi mamá) se puso a bailar tango también y andaba con su grupito de tango…después se
puso a estudiar, entonces entró en ese look de ponerse a estudiar y ese yo creo fue el primer así
cuento de `oh, mi vieja se puso a estudiar y tiene 40 años´ ¿cachai? (…) (empecé a darme cuenta)
de cual era la vida de mi mamá ¿cachai?, onda de que, de que la loca su cuento era hacer estas
cosas, así como estudiar, como reconocerla a ella como personaje…” (Isabel, 285-288 y 313-314)

“…A ver, mi madre es una persona mucho más intuitiva, mucho menos racional, eh, que confía
bastante en su sexto sentido, que entre paréntesis le pega bastante, eh, más dramática, de llanto
fácil, mhm, y a pesar de todo los dos son muy fuertes, yo la veo muy fuerte, en el sentido que, yo
creo que alguna vez lo hablamos con ella, mi papá, efectivamente, bueno, estaba acá, estaba allá,
fue a Nicaragua, volvió, pero mi mamá se tenía que comer tremendo cable con mi tío y con mi
hermano, sola, en un país que no conocía…” (Néstor, 2/299-303)

85
III. EXPERIENCIA DE LA SEGUNDA GENERACIÓN EN EL PAÍS DE EXILIO:
Esta categoría contempla la caracterización de las relaciones establecidas por los/as jóvenes
con sus compatriotas en el país de exilio parental, así como el mantenimiento de diversos nexos
con Chile en su cotidianeidad; aspectos que se desprenden de los relatos de los/as jóvenes.
Diagrama Nº4: Experiencia de la Segunda Generación en el País de Exilio. Subcategorías y Propiedades.

III. EXPERIENCIA DE LA SEGUNDA


GENERACIÓN EN EL PAÍS DE EXILIO

Caracterización de las Relaciones con Nexos con Chile


las Personas del País de Exilio Parental

Escasa Relación
Relaciones Relación con la
Circunstanciales e Familia Extensa
Inestables Mayor Contacto

Imagen de la
Situación Socio- País represivo y
Política en Chile Peligroso

Invalidación
Social
Relación con Otros/as Relación
Chilenos/as Ambivalente
Exiliados/as
Relación Positiva

a) Caracterización de las Relaciones con las Personas del País de Exilio Parental: En esta
subcategoría se describe los vínculos mantenidos por los/as entrevistados/as con sus
coterráneos.
El establecimiento de relaciones se vio afectado, en algunos casos, por cambios de curso
o de colegio, migraciones intra e inter-país o la anticipación constante del retorno, lo cual
condujo a relaciones circunstanciales e inestables caracterizadas principalmente por ser
superficiales o, por el contrario, muy intensas debido a la antelación de pérdida asociada al
retorno. Natalia relata, por ejemplo, las dificultades que enfrentaba para hacer amigos
debido a constantes cambios de curso:

“…como que no tenía amigos, no tenía muchas instancias de sociabilizar tampoco…en Panamá
los colegios no son un curso completo sino que todos los años te cambian ¿cachai?, entonces tu vai,
de quinto a sexto puede que no tengai los mismos compañeros, entonces establecer amistades así
como, mi amiguita, mi mejor amiga del colegio, es más difícil (…) yo nunca fui de esas personas
que llama a las amigas, o sea, mis amigas de colegio eran de colegio y, mientras duraba el colegio,
onda, en vacaciones nunca me juntaba con ellas…” (Natalia, 484-490 y 611-612)

Asimismo, Javier describe como la anticipación constante del retorno influyó en sus
relaciones interpersonales:

“…Después este hueveo, además desde el `87, de las listas, este estar viniendo, viniendo,
viniendo, viniendo y nunca vienen, que nos vamos el próximo año, que nos vamos el próximo año,
córtenla, o sea, yo no puedo armar relaciones con gente, si mi polola todo el tiempo supo que yo me

86
iba, duré un año ocho meses con ella, pero todo el tiempo yo ya me estaba yendo (…) se ve más
intensidad siempre por eso, porque siempre estás en la pitilla, estas en lo último de la relación. Y se
alarga, se prolonga, entonces…” (Javier, 642-645 y 647-648)

Del mismo modo, las relaciones establecidas en el país de exilio parental estuvieron
marcadas por distintos niveles de invalidación social. Los/as jóvenes refieren haber vivido
experiencias de exclusión y discriminación, las cuales generaron la sensación de no
pertenecer al país en el cual nacieron; lo anterior se puede apreciar en el siguiente relato de
Dolores:

“…era extraño, pero me decían „tú eres la chilena‟, imagínate, yo era chilena porque mi papá
era chileno, nos decían a todos que éramos chilenos por mis papás y pasaba con los hijos de todos
o de todos los extranjeros en el fondo, de clasificar…” (Dolores, 313-315)

Por su lado, Natalia describe la discriminación que sufrió en el colegio por ser “hija de
chileno”:

“…en tercero…no habían sillas en la sala ¿cachai?, y tuvieron que ponerme un asiento que no
tenía, eh, respaldo, entonces yo, fui todo el año a clases ¿cachai?, onda, así, y apoyándome acá pa‟
escribir, y mi papá nunca supo eso, es que yo no contaba nunca cuan, o nada…yo no me sentaba en
ningún lugar sino que, onda, ahí ¿cachai?, al lado de la puerta, entonces, absolutamente
discriminada ¿cachai? (ríe), y, igual había un rollo de algunos profes con que era hija de chileno,
onda, como, como (…) Si, onda así como, como, “ah, no, es que es hija de chileno” (…) Si, igual
había un rollo político con eso, pese a que yo iba en el colegio “República de Chile”, pero bueno,
gente idiota hay en todos lados…” (Natalia, 457-463, 465 y 467-468)

b) Nexos con Chile: Ésta incluye las relaciones mantenidas con la familia extensa, la imagen
que los/as entrevistados/as desarrollan sobre Chile y la relación establecida con otros/as
chilenos/as exiliados/as.
En cuanto a la relación con la familia extensa mantenida por los/as jóvenes durante el
período de exilio parental, este vínculo se desarrolló a través de visitas de miembros de la
familia extensa o viajes de la familia nuclear a Chile, incidiendo en la imagen sobre este
país construida por los/as entrevistados/as.
En algunos casos, esta relación fue escasa, frente a lo cual los/as entrevistados/as
reclamaban su ausencia y, al no poder acceder a estas figuras, reaccionaban minimizando la
necesidad de estos vínculos. Un ejemplo lo expone Dolores en la siguiente cita:

“…yo veía que mis compañeritos en Cuba siempre hablaban de su familia, en esa época justo
se separaron mis papás y no sé (llora), ahí pregunté por mis abuelos, yo creo que lo único que eché
de menos fue mis abuelos, que no aproveché; pero después de eso sentí que no necesitaba a nadie,
nunca tuve cerca un tío, un primo, nada (llora), así como familia (…) estaban todos en Chile. Y
después con los años, yo creo que fue ahí que los necesité porque más de una compañera me
preguntaba (llora)…” (Dolores, 150-153 y 155-156)

Cuando existió un mayor contacto con la familia extensa, se asoció Chile al lugar donde
se encontraban los lazos familiares, evocando sentimientos de añoranza vinculados a las

87
visitas de los abuelos/as, tíos/as o primos/as en el país de exilio parental o a los juegos y
reuniones del grupo familiar durante las vacaciones en Chile.

“…Mucha felicidad, mucho agrado (…) En todo, era un espacio muy idílico Chile para mí (…)
Eso me persiguió todo la…todo el resto del exilio ¿no?, era una familia muy linda, muy acogedora,
muy grande (…) Y éramos 4 y a veces venía mi abuela y mi tía y también pagaba los pasajes mi
abuelo (…) Entonces era muy idílico, éramos puros niños, la pasábamos chancho (…) Mi abuelo
tenía una casa enorme donde compartíamos mucho, acá en Santiago y en la playa también,
entonces eran lugares muy idílicos (…) jugar todo el día, tener veinte mil primos, que no teníamos
allá, eh, eso en realidad…” (Javier, 217, 219, 221, 224, 227, 229-230 y 233)

Otro elemento de esta subcategoría alude a la imagen de la situación sociopolítica en


Chile, donde la mayoría de los/as jóvenes refieren haber contado con aunque sea un
mínimo de información relativa a lo que ocurría en este país durante la Dictadura,
elaborando una imagen de Chile como un lugar represivo y peligroso, generando, en
ocasiones, sentimientos de miedo, rechazo, rabia o impotencia. Dolores, por ejemplo,
expresa a continuación el temor que le provocaba la información que tenía de Chile:

“…que estaba muy revolucionado así…me quedé con lo del Sí y lo del No, tenía, esa imagen, lo
de Carmen Gloria35, lo de los pacos, los (ininteligible), esa era la idea, nunca quise venir (…)
Mucho miedo, mucho miedo, mucho, mucho, era, era sólo de saber, y era un, era, temblaba de los
pies a la cabeza…” (Dolores, 2/335-336 y 338)

Igualmente, Javier habla sobre la información que tenía de Chile mientras vivía en el
país de exilio parental:

“…Nos tocó ver, te digo, lo de Rodrigo Rojas, nos tocó ver la justicia de los guanacos, de la
caga´, de cómo estaba mal, de la situación, sabíamos de los detenidos desaparecidos por
experiencia propia, o sea, no era un cuento que a nosotros nos tuvieran que andar contando, había
más apertura…” (Javier, 610-612)

Por último, los/as entrevistados/as realizan una evaluación de su relación con otros
chilenos/as exiliados/as, la que se dio a través de la participación en actividades chilenas
junto a sus padres.
Algunos/as jóvenes refieren haber mantenido una relación más bien ambivalente con
otros/as chilenos/as exiliados/as, manteniendo vínculos caracterizados, por una parte, por
poco interés en relacionarse con esta comunidad o conflictos entre los distintos grupos
políticos y, por otra, por reuniones y reencuentros producidos a partir de ocasiones
especiales tales como fiestas nacionales o durante el plebiscito.

“…pasaba de que se reunían los miristas, se reunían en otra casa los socialistas, en otra casa
los comunistas y así sucesivamente. Por lo tanto si yo veía a un comunista, yo no, lo re..., era una
cuestión que era, lo repelaba. Entonces pasaron muchos años así, que de acuerdo al partido los
hijos también eran, en ese sentido, los marginaban (…) Por lo tanto no había mucho feeling, ni
muchos vínculos. Con el pasar de los años…ya no se vio en forma así tan clasificada; creo que se

35
Carmen Gloria Quintana era estudiante universitaria cuando fue quemada, junto a Rodrigo Rojas, por miembros de
una patrulla militar en Santiago, el año 1986.

88
notó más cuando hubo el Sí y el No… así que de ahí de a poco fuimos ya tirando lazos, no muchos
lazos, pero sí de a poco se fue gestando…” (Dolores, 63-66, 69-75)

En otras ocasiones se dio una relación positiva, la que se estructuró como un espacio de
validación, además de constituirse en referente del país de origen parental. Esto es mostrado
a continuación en la cita de Natalia:

“…Igual siempre hubo contacto con la gente chilena que vivía allá, onda, se reunían en la casa
del periodista se llamaba y siempre pa‟ los 18 íbamos pa‟ allá ¿cachai?, onda y yo no sabía como
se llamaba, pero eran unas empanadas muy grandes que venían con un huevo y yo decía esta hue‟a
es genial así (ríe), me las comía y también vendían arroz con pollo y cosas panameñas, entonces
igual estaba el vínculo de chilenos…” (Natalia, 344-347)

IV. EXPERIENCIA DE LA SEGUNDA GENERACIÓN EN EL RETORNO:


Esta categoría comprende los factores que inciden en la decisión del retorno, el proceso de
integración a Chile de la segunda generación y aspectos de su vida en la actualidad.
Diagrama Nº5: Experiencia de la Segunda Generación en el Retorno. Subcategorías y Propiedades.

IV. EXPERIENCIA DE LA SEGUNDA


GENERACIÓN EN EL RETORNO

Factores que Inciden Proceso de Aspectos de la


en la Decisión del Inserción a Chile Cotidianeidad en
Retorno Chile actualmente
Ghettos de
exiliados/as-
Rechazo Relaciones retornados/as
Familiar Restringidas
Nostalgia de los Obstaculizadores Caracterización
de la Inserción de las Intolerancia
Padres
frente a las
Experiencias Relaciones diferencias
de Invalidación Interpersonales valórico-
en el Ámbito Actuales ideológicas
Social
Apertura Política
en Chile Desvalorización
de los Vínculos
Apoyo
Familiar al
Retorno Valoración
Dificultades negativa de la
Económicas en el Ingreso a idiosincrasia
Facilitadores de
País de Exilio colegios para Imagen de la chilena
la Inserción hijos/as de Sociedad
exiliados/as-
Chilena
Presencia de retornados/as Percepción de
Espacios de daño producto de
Transición la Dictadura
Participar en Valoración
actividades Negativa de los
extra-
Gobiernos de
escolares Imagen Actual Concertación
de Chile
Percepción de
Impunidad

Valoración
Negativa del
Sistema Socio-
Económico

89
a) Factores que Inciden en la Decisión de Retorno: Esta subcategoría agrupa tanto las
razones parentales como los factores político-económicos que influyeron en la decisión de
retornar a Chile.
Respecto a la nostalgia parental, ésta consiste en la percepción por parte de los/as
entrevistados/as que sus padres tenían deseos de volver a Chile para recuperar vínculos
familiares o que los/as hijos/as conociesen a la familia extensa ante enfermedad o
inminencia de muerte de alguno de sus miembros, generalmente los/as abuelos/as. En la
siguiente cita, por ejemplo, Alejandra relata como percibía a su madre durante el exilio:

“…mi mamá quizás también se sentía sola… yo creo que mi mamá también se quería venir
igual…” (Alejandra, 624-630)

Dolores, por su parte, expone las razones dadas por su madre para el retorno:

“…mi mamá dijo, bueno vamos, vamos porque yo quiero que conozcan a su abuelito antes que
fallezca y la familia los va a aceptar sin re…sin mucho problema; todo lo contrario, estaban felices
de conocerla y todo…” (Dolores, 354-355)

Por otro lado, la apertura política que se produjo en Chile tras la resolución del
plebiscito y la aparición de las listas de autorización de ingreso al país provocó o facilitó la
decisión del retorno, tal como explica Javier a continuación:

“…mi papá viene a Chile y Pinochet larga las últimas listas del retorno, triunfa el No y ya
desde el `88 más o menos mi papá ya se quería venir y había salido en las listas, fueron las últimas
listas de exiliados…” (Javier, 555-557)

Asimismo, las crisis o dificultades económicas en el país de exilio parental también


constituyeron un factor importante al momento de decidir volver a Chile. Néstor, en la cita
siguiente, relata esta situación:

“…la razón fue, básicamente económica, en Argentina no, no, estábamos bastante pobres y, eh,
se dio la posibilidad de regresar a Chile…” (Néstor, 396-397)

b) Proceso de Inserción a Chile: Esta subcategoría incluye los elementos que facilitaron u
obstaculizaron la inserción de los/as entrevistados/as a Chile.
Entre los obstaculizadores de la inserción a Chile se encuentran el rechazo por parte
de la familia extensa y experiencias de invalidación en el ámbito social.
En este sentido, varios de los/s entrevistados/as refieren haber experimentado rechazo
por parte de la familia extensa al llegar a Chile; dicha actitud consistió, de acuerdo a los/as
jóvenes, en desconfianza de algunos miembros de la familia hacia ellos/as, disputas
económicas o, como pudimos apreciar del análisis de los genogramas, discrepancias
políticas cuando la familia extensa mantenía una ideología de derecha, rechazando,
avergonzándose e invalidando el sufrimiento de quienes retornaban. A continuación,
Dolores cuenta el recibimiento que percibió de su familia al llegar a Chile:

90
“…Ahí tratamos después de tantos, largos años, nos empezamos a conocer aquí, de tener algún
tipo de comunicación y fue en vano (…) tú venías a arrebatar algo que supuestamente, para ellos,
tú no tenías derecho y, y me refiero a cosas netamente materiales, hablemos de casa, de, de casa, de
autos, de plata, eso, es decir, como que veníamos a arrebatarles algo que no nos pertenecía (…) te
rechazan…simplemente porque no te hacen participe de que, o…no te, no te integran, entonces…el
hecho que uno viene de Cuba, ¡oh, concho!, `viene de Cuba, es comunista, viene aquí a formar la
revolución y más encima viene más caga´ que uno, y hay que ayudarla´, tú vienes siendo un cacho
pa‟ ellos…” (Dolores, 158-159; 467-469 y 487-493)

Por otra parte, las experiencias de invalidación en el ámbito social correspondieron a


situaciones en que los/as entrevistados/as se sintieron discriminados en base a su
nacionalidad, ideología, acento y aspectos de la idiosincrasia del país de exilio parental,
generando sensaciones de inseguridad y exclusión. Vinculado a los anterior, el rechazo a
adoptar los códigos culturales chilenos pareciera ser una reacción a lo anterior lo que, a su
vez, sigue perpetuando y potenciando la discriminación social en Chile.

“…porque tú hablas así, porque te hacen muecas, porque te re, te andan remiando, como tú
hablas, y esas cosas, aunque sea, aunque suene, como acogedores no eran acogedores eran
pesadeces, y tú vas sintiendo la discriminación y tú vas sintiendo el malestar…entonces, te hacen
ver siempre que tú eres extraña, que tú no eres partícipe de esto, aunque tú quizás por muy adentro
tú tuviste alguna vez la intención de decir, “concho, yo soy chilena”…pero es tanto que te joden,
que te hacen ver que tú eres de otro país y tú reniegas totalmente de esto, definitivamente (…)
cuando estuve, en el colegio, cuando quería, integrarme al colegio, quería postular al colegio del
Sagrado Corazón, y me dijeron no porque lo primero que me dijo el cura, “coño, tu eres, tu eres cu,
oye tu eres cubana, no, tu eres comunista” y me cerró el colegio…” (Dolores, 2/176-182, 186-188)

Entre los facilitadores de la inserción a Chile se encuentran el apoyo familiar y la


presencia de espacios de transición.
El apoyo familiar al retorno alude a la reacción que los/as entrevistados/as perciben
desde la familia extensa radicada en Chile al momento de la migración.
Si bien, en general, quienes retornaban del exilio debieron quedarse en casa de
familiares antes de poder establecerse en su nuevo hogar, cuando a esto se sumó la
aceptación, no cuestionamiento y apoyo familiar, los/as jóvenes percibieron que la familia
extensa los acogió, ayudando a enfrentar las dificultades propias del proceso. A partir de los
análisis de los genogramas pudimos apreciar, además, que cuando la familia extensa
mantenía una ideología política similar o igual a la de quienes debieron salir al exilio, ésta
se constituyó como un elemento de apoyo para la inserción a Chile.
Javier, en la siguiente cita, relata el recibimiento que tuvo por parte de su familia
extensa al llegar a Chile:

“…conocer a la familia y que la familia te saque a pasear y los primos de nuevo y conocer a la
gente acá y ver (…) Bien, bien, mucho apoyo, gente muy cariñosa; habían muchas familias que
también habían retornado, estaban todos, apoyo hasta el día de hoy, mucho, mucho, hay buena
onda digamos…” (Javier, 675 y 691-692)

91
Del mismo modo, la presencia de espacios de transición tras la migración a Chile
permitió que los/as jóvenes tuvieran una adaptación e integración paulatina al país. Entre
éstos se cuenta el ingreso a colegios para hijos/as de exiliados/as-retornados/as,
permitiendo que los/as entrevistados/as se relacionaran con pares que compartían una
historia en común promoviendo la consecuente validación de la experiencia vivida, tal y
como relata Isabel:

“…Entré al (colegio para hijos/as de retornados/as), lo cual fue, fue un gran punto porque te
cruzai con hue‟ones igual que tú ¿cachai? Venían de Argentina, de Suecia, de Alemania, de
Chuchuncocity y te integrai po‟…estuve tres años en que te integrai, te integrai a un grupo de
música, te integrai a un sistema que es parecido al tuyo, te integrai a Chile…te integrai a algo (…)
el colegio en ese sentido fue un poco una burbuja, pero fue una transición, era la transición que yo
necesitaba pa‟ incorporarme, incorporarme al mundo real de a poquito, y creo que fue bueno…”
(Isabel, 519-523 y 567-568)

Además, la participación en actividades extraescolares, fueran éstas culturales,


recreativas o políticas, llevó a una ampliación de la redes sociales que poseían los/as
entrevistados/as y la identificación con distintos grupos.

“…cantaba en la noche; el fin de semana por lo menos…durante la Escuela estuve en un ballet


también; estuve 4 años en eso. Entonces como que siempre he hecho algo con la música…Pero,
pero como extra programático ahora retomé el estadio, también 3 años que no iba al estadio…”
(Isabel, 844- 858)

c) Aspectos de la Cotidianeidad en Chile actualmente: Esta subcategoría contiene la


caracterización de las relaciones interpersonales que mantienen los/as jóvenes en la actualidad
así como la imagen que tienen en este momento de Chile, lo que muestra en cierta medida
como ha sido su inserción en el país.

En cuanto a la caracterización de las relaciones interpersonales actuales de la


segunda generación, por un lado, podemos apreciar que son relaciones restringidas, pues
limitan sus vínculos a personas que poseen ideologías o historias de vida similares,
manteniéndose dentro de ghettos de exiliados/as-retornados/as y generando, en varios
casos, una escasa vinculación con el entorno chileno más amplio. Néstor, a continuación,
habla sobre el “ghetto” de exiliados con el que se relacionaba:

“…en Chile solamente en el ghetto del exilio, muy ghetto, no salíamos de ahí (…) Era el
colegio, amigos de padres, por lo tanto que venían de otros lados, se habían quedado en Chile pero
eran de izquierda…” (Néstor, 555 y 557-558)

A su vez, los/as entrevistado/as evidencian una intolerancia frente a diferencias


valórico-ideológicas, evaluando las conductas de los demás en términos estrictos y
categóricos y percibiendo las opiniones distintas como una fuente segura de conflictos, lo
que dificulta la generación y mantenimiento de vínculos sociales. Como ejemplo de lo
anterior, Dolores explica la forma en que ella se relaciona con los/as demás:

92
“…siempre he sido como selectiva, a mi la gente que no me cuadra, que no está conmigo, mi
forma de pensar, que sea, por ejemplo, yo no quiero a nadie a mi lado que me distorsione, por que
yo tengo claro qué es lo que quiero, y siempre lo, siempre lo he tenido, si a mi no me gusta, fumar,
tu no me vengas a insistir que yo quiero fumar, o que yo quiero tomar o que vamos a amanecernos,
no insistas con eso, por lo tanto, si tu sigues insistiendo, yo no te hablo más y no te hablo más
(énfasis), porque tú no me aportas a mí nada, no se si será interés eso, pero si tu a mí no me aportas
nada, positivo, que a mí me haga sentir como persona bien y cada vez mejor, no me sirves…”
(Dolores, 2/503-509)

Asimismo, Néstor relata su comportamiento en las relaciones interpersonales:

“…le decía a mis amigos todo el tiempo „tú erís bla, bla y no hacís nada‟, era pesado y era
súper pesado, sigo siéndolo creo `huevón deja de quejarte, o sea, o hacís alguna hue‟a o dejai de
quejarte, pero no huevís más´, o hueveo ahora que tengo una vida profesional acá en Chile, me
pagan buena plata, qué sé yo, hueveo con la tarjeta, hueveo con el tema de los celulares, siempre
me, trato de que al otro le pique algo y si es de izquierda jodo más y si se equivoca he llegado al
punto de no perdonar a la persona, de no hablar más con la persona…” (Néstor, 625-630)

Por otro lado, se aprecia en los/as jóvenes una desvalorización de los vínculos, lo que
podría responder a una reacción defensiva ante la pérdida de éstos bajo la consigna de “no
necesitar” de nadie, potenciando una percepción de sí mismo/a como autosuficiente, tal
como se puede apreciar en la siguiente frase de Natalia:

“…no se si será muy feo o terrible que lo diga y espero no arrepentirme pero como que no
necesito tanto así como a, como amigos del alma, en el colegio si, en el colegio mi base eran mis
amigos y yo, lo tenía súper claro (…) objetivamente si uno dice, ya, uno necesita a los amigos y los
llama, yo no los llamo ¿cachai? …” (Natalia, 885-886 y 924-925)

Finalmente, la imagen actual de Chile que tienen los/as entrevistados/as también


ilustra como ha sido su proceso de inserción, además de fomentar u obstaculizar la
identificación y pertenencia al país. Aquí, los/as jóvenes integran la imagen que poseen
tanto de la sociedad chilena, los gobiernos de la Concertación, la percepción de impunidad
y la valoración del sistema socioeconómico.
En primer lugar, la imagen de la sociedad chilena comprende, por un lado, la valoración
negativa de la idiosincrasia chilena que realizan los/as entrevistados/as, considerando a
los/as chilenos/as como poco transparentes, arribistas, intolerantes con la diferencia, con
fuertes niveles de frustración que derivan en altas tasas de problemas psicológicos,
incapaces de cuestionarse sobre lo que sucede a su alrededor o hacer patente su disgusto
ante las injusticias de las que son víctimas. Alejandra, por ejemplo, habla de los niveles de
represión y enfermedades psicológicas que percibe en los/as chilenos/as:

“…trabajan mucho, trabajan mucho, son muy infelices, esa es mi imagen, no sé por qué tengo
esa imagen, quizá porque todo el mundo dice que Chile tiene una alta tasa de depresión…yo siento
que aquí la gente es muy depresiva, como que no es sincera, se reprime, es muy reprimida, se
reprime muchas cosas…” (Alejandra, 1085-1091)

Néstor, por su parte, habla de las características negativas que observa en la sociedad:

93
“…el chileno es traicionero, a mi modo de ver, el chileno es súper arribista, tremendamente
arribista…tremendamente creído y con una falta de historia que a mí personalmente me, me
molesta…” (Néstor, 2/543-546)

“…necesitan sobrevivir y a mi modo de ver se callan la boca respecto a un montón de cosas


que si los veo hace 10 años y les pregunto y jamás lo hubieran pensado (…) En el sentido de ser
críticos y tener la fuerza suficiente como para proponer cambiar al que está al lado, se quedan
callados, lo asumen, no solamente del punto de vista político, o sea, de nuevo, es una actitud de
vida, es muy típico del chileno y es así, yo lo asumo como casi idiosincrásico del chileno, quedarse
callado frente a alguna injusticia tan nimia como el tipo del estacionamiento que te cobra luca en
Bellavista, por ejemplo, y aceptarlo…es decir, Chile para mí en ese sentido era, es como súper
apagado…” (Néstor, 784-785 y 787-793)

Ahora bien, esta imagen se encuentra, en ocasiones, mediatizada por la percepción de


daño social producto de la Dictadura, consistente en la creencia, por parte de los/as
jóvenes, que las violaciones a los Derechos Humanos vividas durante el Régimen Militar
habrían afectado a la población chilena en su totalidad, incidiendo negativamente,
determinando su forma de pensar, actuar y sentir y causando un quiebre generacional entre
padres e hijos/as en el que se pierde el diálogo y la transmisión de experiencias. Javier y
Néstor, en las citas siguientes, exponen esta situación:

“…este país es un país tremendamente cagado porque es un país derrotado hue‟on, nosotros
logramos tener el poder, mal o bien durante tres años, sabemos lo que fue, sabemos lo que fue
políticas tendientes a un Estado más, igualitario, ¿no?, lo sabemos, y nos hicieron mierda, y esa
hue‟a uno la respira…” (Javier, 1087-1089)

“…en Argentina la vida y en Cuba más todavía, es afuera de la casa, la casa es para dormir, se
hacen fiestas y las fiestas son en discotecas y los jóvenes van a discotecas y hay un mundo al cual tú
sales, acá encerrado, el paso por la calle era lamentable, era lo que había que hacer para llegar de
casa a casa a encerrarse a fumar marihuana o a hacer cosas prohibidas o discutir y ese tipo de
cosas…y eso fue la Dictadura, o sea, yo no tengo duda, eso fue, todo ese mundo de gente que vivía
en Chile en esa época y aquella que vivió afuera y vivió con miedo que hizo que se encerraran en sí
mismos en un montón de aspectos y que las críticas se vivieran adentro libremente…pero siempre
hubo ese, ese temor, temor a lo que había afuera y esa crítica despiadada adentro que sólo algunos
llevaron después a la práctica…” (Néstor, 803-814)

“…lo que yo extraño es una relación política entre esa generación y la mía, por ejemplo, no
hay una transmisión política de la generación, no hay una transmisión política de los traumas, o
sea, casi no conozco amigos que conozcan que sus padres hayan sido torturados, ni detalles de esa
tortura, ni donde fueron torturados, o, o, o detalles de sus funciones políticas de esa época (…) mi
relación es que hubo un corte generacional desde el discurso a partir del miedo…” (Néstor, 1049-
1052 y 1054)

Respecto del Estado chileno, los/as entrevistados/as realizan una valoración negativa de
los gobiernos de la Concertación, refiriéndose a éstos como traidores a los ideales que
sostenían durante la lucha contra la Dictadura y cómplices del Régimen Militar. En la frase
siguiente, Javier habla sobre su visión acerca de los gobiernos de la Concertación:

94
“…es que no ha cambiado un carajo, se ha pasado de una dictadura a una dictablanda, se ha
deslegalizado el sistema del derecho, eso es lo que es la democracia de la concertación, legalizar el
sistema de la represión, el sistema económico, legalizar las ventas, los robos y las brutalidades…”
(Javier, 759-762)

Del mismo modo, Néstor expone de su opinión frente a ciertos partidos políticos:

“…particularmente del partido socialista, eh, cuando yo estudio los temas me doy cuenta que
esos tipos eran súper militaristas en esa época y hablaban de tomar las armas y qué se yo, en
contraposición, cosa que yo entiendo mucho al partido comunista, „no hay que calmarse‟, qué se yo
y hoy veo a los socialistas en una parada súper de acomodarse en el sistema, acomodarse a como
de lugar y a partir de ahí hacer lo que haya que hacer para, uno, mantener el poder, dos, asustarte
con el cuco que si viene la derecha…o sea, me imagino a Lavín en el poder y no imagino
demasiados cambios y, eso, en algún momento me sentí como traicionado…” (Néstor, 872-878)

Asimismo, existe en los/as jóvenes la percepción de impunidad en relación a la temática


de las violaciones a los Derechos Humanos, ante la cual refieren, por una parte, que los
gobiernos de la Concertación no han realizado suficientes esfuerzos por aclararlas y
enjuiciarlas sino, más bien, han utilizado el tema en beneficio propio, faltándole al respeto a
quienes sufrieron dichas violaciones. Por otra parte, los/as jóvenes perciben que la sociedad
chilena no ha afrontado muchas de las secuelas que dejó la Dictadura, invalidando, de esta
manera, su experiencia de exilio-retorno al mantener una imagen negativa de los/as
exiliado/as como los/as que convulsionaron el país para después huir de éste y como
habiendo sufrido menos consecuencias por la Dictadura que quienes permanecieron en
Chile.
A modo de ejemplo, Javier demanda en esta cita la necesidad de enfrentar lo sucedido
durante la Dictadura chilena y no “dar vuelta la página”:

“…creo que no ha terminado la herida, no ha terminado de sanar y no va a terminar de sanar,


los judíos siguen hablando del Holocausto cincuenta años después, está hue‟a de Lagos y de todos
estos imbéciles de cerrar el, y dar vuelta la página y no hablar más es una huevada de este tamaño,
¿no?, el Holocausto tiene que seguir ahí, el Holocausto judío te estoy hablando, cincuenta años
atrás, el Holocausto chileno tiene que seguir ahí, tenemos que entender que fue una hue‟a brutal
¿no?, dejar de seguir pensando que el tata colores hue‟on, era una buena persona hue‟on, siguen
saliendo hue‟as y de repente tú ves a los políticos como ahora dicen „bueno, yo creí que él había
sido un dictador nada más, pero, puta, y ahora más encima ladrón‟, siempre fue un hijo de su puta
madre cabrón…” (Javier, 1170-1177)

Dolores, por su parte, reclama debido a la invalidación de su dolor y el dolor familiar


por parte de la sociedad chilena:

“…me da mucha impotencia…mucha impotencia porque, no creo que no somos nosotros,


nosotros somos como familia que sufrimos, y mucho…y la gente no lo valora, la gente tiene la
capacidad de olvidar con mucha rapidez…y quieren tapar el sol con un dedo y es
imposible…porque detrás de eso hubo mucho, mucha, mucho dolor…” (Dolores, 551-554)

Asimismo, Néstor habla sobre como los/as chilenos/as que permanecieron en Chile ven
a quienes vivieron en el exilio:

95
“…recuerdo con un amigo, sigo siendo muy amigo de él, que un día me chocó mucho diciendo
la frase „pa‟ ustedes fue muy fácil, porque ustedes vivieron afuera‟…” (Néstor, 506-507)

Por último, los/as jóvenes realizan una valoración negativa del sistema socioeconómico
imperante en Chile, sustentada en una percepción del modelo neoliberal como perverso y
fuerte, obligando a las personas a funcionar según sus reglas, ya que de lo contrario
quedarían marginadas de éste. Néstor, por ejemplo, comenta su percepción del sistema
socioeconómico imperante en Chile:

“…el sistema, lo primero es que el sistema es tremendamente perverso, tremendamente


perverso, que una vez que estás adentro de él, sino tienes cuidado todo el tiempo, el sistema (…) es
una rueda no más, es una rueda que se ha dado así, que tiene sus particularidades, este capitalismo
o este sistema…” (Néstor, 826-827 y 846-847)

Dolores, por su lado, explica como el sistema social obliga a las personas a cambiar su
forma de ser:

“…el extranjero que llega cambia, no es el mismo, tú no puedes funcionar como a lo mejor tú
vives en Cuba, porque no puedes, porque te quedas, colgando bajo la micro, entonces tu te tienes
que arrimar al sistema, o si no estás, jodido (…) únete a los, la mayoría nomás, porque tú no
puedes estar todo el tiempo contra la corriente…contra un, contra un sistema que, que es mucho
más fuerte de lo que uno piensa (llora), entonces para hacerla más llevadera, y no joderte tu salud,
y no joderte entera, tienes que hacerlo…” (Dolores, 2/171-173 y 567-570)

V. IMPACTO DE LA EXPERIENCIA DE EXILIO-RETORNO EN LA SEGUNDA


GENERACIÓN:
Esta categoría contiene la descripción que los/as entrevistados/as hacen sobre las distintas
consecuencias a largo plazo que la experiencia de exilio-retorno ha tenido en ellos/as.

Diagrama Nº6: Impacto de la Experiencia de Exilio-Retorno en la Segunda Generación. Subcategorías y Propiedades.


V. IMPACTO DE LA EXPERIENCIA DE EXILIO-
RETORNO EN LA SEGUNDA GENERACIÓN

Efectos en el Sí Afectos Asociados a la Desarraigo Nuevas Oportunidades


Mismo Migración Sociales

Adquisición de Nuevas Sensación de Pausa o Sensación de No


Habilidades Sociales y Ruptura en la Pertenecer a Ningún
Enriquecimiento del Sí Mismo Cotidianeidad País o Grupo
Desarrollada en el País
de Exilio Parental
Pérdida de Aspectos del Sí
Mismo Valorados
Positivamente Ciudadano/a del Mundo
Sensaciones de Atadura
Consecuencias Clínicas Asociadas al País de
Exilio Parental

96
a) Efectos en el Sí Mismo: Esta subcategoría alude a los distintos cambios que los/as jóvenes
refieren haber experimentado en su personalidad producto de la migración y las
consecuencias clínicas que algunos/as presentaron durante la experiencia de exilio-retorno.
Por un lado, los/as entrevistados/as refieren la adquisición de nuevas habilidades
sociales y enriquecimiento del sí mismo tras la migración a Chile, pues ésta les brindó la
posibilidad de “reinventarse” en el nuevo ambiente en términos de ser más extrovertidos y
ampliar sus relaciones interpersonales; además, la experiencia de vivir en distintos países
les permitió una mayor apertura mental, la cual es entendida por los/as jóvenes como la
capacidad para integrar un mayor número de elementos al análisis de la contingencia
internacional, además de una mayor conciencia e interés por los sucesos que ocurren en
diversas partes del mundo.
Alejandra, en la siguiente cita, comenta como tras migrar a Chile tuvo la oportunidad de
ser menos tímida:

“…Bueno, yo, lo que recuerdo, principalmente, es que, cuando yo me vine a Chile, para mí, fue
la oportunidad, de cambiar, de hacer un borrón y cuenta nueva, porque yo era muy tímida, era, en
Venezuela, muy, muy, muy, muy tímida, muy tímida…entonces, yo llego acá y yo digo, me digo
„bueno, aquí nadie te conoce, aquí nadie sabe quien eres tú, nadie sabe tu historia, entonces
perfectamente, tienes la oportunidad, de ser otra‟, no ser otra como radicalmente, porque yo sigo
siendo la misma, me imagino, pero, pero, de, de potenciar, quizás, dejar a un lado un poco tu
inseguridad…” (Alejandra, 707-713)

Isabel y Néstor, igualmente, relatan cómo en haber vivido en varios lugares les brindo
nuevas herramientas para analizar los sucesos que acontecen en el mundo:

“…pero siento que es eso, que el exilio me abrió la cabeza a ser conciente de lo que uno vive
¿cachai?, creo que me abrió la cabeza culturalmente haber estado en Argentina; o sea que tengo un
espectro más amplio de conocimiento de todo tipo, el hecho de haber vivido afuera, o sea que te da
un poco más de mundo como dice la gente (…) Pero eso yo rescato del exilio, de la experiencia, de
la experiencia de vivir fuera, de la experiencia de conocer otra gente, de, de y de tomar conciencia
de lo que se vivió acá ¿cachai? (…) la conclusión que me queda, a, a pito que me preguntaste del
haber vivido fuera es la conciencia del mundo, de las cosas que pasaron acá, allá y cosas que
puedan ocurrir en otro minuto (…) De hechos, de los hechos históricos, de represiones, de
democracia, de, de, de todo, de todo lo que está sucediendo, de lo que está sucediendo
permanentemente ¿cachai, o sea que ya no, no se te va a pasar piola con una invasión en Irak de,
de o en Irán que quieren ahora los, los gringos ¿cachai?, o sea vai a poder ser capaz de opinar al
menos respecto de eso ¿cachai?, no se si te parezca bien o te parezca mal; pero, pero como que yo
siento que uno es más conciente de lo que pasa alrededor de uno en todo sentido, en todo sentido,
de ver el país de uno hoy día, de ver el país del lado como está funcionando…” (Isabel, 902-905,
913-914, 967-969 y 971-976)

“…La capacidad para mirar el mundo desde distintos puntos de vista o de entender un mismo
problema de varias aristas sobre todo en (ininteligible), sobre todo en lo que concierne a entender
culturas ajenas…” (Néstor, 485-486)

Por otro lado, los/as jóvenes manifiestan haber sufrido la pérdida de aspectos del sí
mismo valorados positivamente, aludiendo a que tras el retorno y, a consecuencia de las

97
diversas vivencias negativas atribuidas a éste, hubo cambios de una forma de ser “alegre” a
otra más introvertida o “apagada”, tal como Dolores lo expone a continuación:

“…Por lo tanto, eso me marcó una forma de ser que yo dejé. Yo en Cuba dejé todo, una vez
saliendo, una vez salir ya me significa todo. Porque yo dejé de ser quien era, esa persona alegre,
esa persona ingenua, esa persona que puede decir lo que siente sin mayor problema, y aquí me hizo
cambiar todo…” (Dolores, 31-33)

“…uno se siente con cierta…trauma, de no ser quizás, textualmente como quisiera, por que yo
quisiera ser una persona demostrativa y no lo puedo ser, ya no lo voy a ser tampoco, entonces no es
que este desconforme, conmigo misma, pero yo una de las cosas que quisiese mantener, como ese,
como era en mi infancia, era ser alegre y hoy en día estoy apagada, me gusta la música y todo pero
no es lo mismo, no es lo mismo…” (Dolores, 2/545-549)

Por último, los/as entrevistados/as aluden a una serie de consecuencias clínicas


relacionadas con la experiencia de exilio-retorno, las cuales contemplan la presencia de
sintomatología ansiosa y depresiva tanto en el país de exilio parental como al momento del
retorno y que pueden o no seguir padeciendo. Estas consecuencias son relatadas en las
entrevistas y luego confirmadas en los análisis de genogramas donde, además, pudimos
apreciar que en los casos de estos/as jóvenes existían también antecedentes familiares de
sintomatología clínica, lo que podría estar dando cuenta de un patrón familiar de reacción
frente a los conflictos.
En la siguiente cita, por ejemplo, Javier habla sobre los ataques de pánico que padece
desde su adolescencia:

“…con esto de los ataques de pánico, tú agarras agorafobia, una serie de fobias digamos; mi
fobia era que mis padres salieran de la casa (…) Y me abandonaran, una fobia rarísima, no te la
puedo explicar, hasta el día de hoy de repente me da. Viajar para mí es como soltar el vínculo, un
vínculo que jamás tuve además, entonces es muy extraño, es una hue‟a así, era un huevón, soy un
huevón absolutamente independiente ¿no?, entonces tener un vínculo de terror a una hue‟a que no
entendiera, dije „estoy loco cabrón, o sea, necesito psicólogo‟, fui a un psicólogo un tiempo y
todo…” (Javier, 490-491, 493-496)

Asimismo, Dolores relata la depresión que sufrió tras la migración a Chile:

“…yo me tuve que ver con un psicólogo porque yo rechazaba este país hasta el día de hoy, yo
tuve que verme con un psicólogo porque era demasiado, era una depresión terrible, que era llorar
por dos años, ya no tenía ni lágrimas, lloraba y lloraba y lloraba y lloraba, lloraba porque estaba
fuera de Cuba, porque echaba de menos a mis amistades, a mi pololo…Por otra parte tu familia, el
duro golpe que uno sufre al estar fuera de, de tu país, porque yo me siento cubana, ese es mi país,
pero con las personas que son familiares tuyos que, que hablábamos el español, pero no nos
entendíamos, entonces tú vas sumando una serie de cosas, que ya al final tú colapsas y tú lo único
que quieres es estallar y lo único que quieres es desaparecer y eso me pasó…” (Dolores, 400, 408)

b) Afectos Asociados a la Migración: En esta subcategoría se incluye las diferentes


sensaciones que los/as jóvenes experimentan actualmente con relación a la vida desarrollada
en el país de exilio parental y los efectos de la migración sobre ésta.

98
Los/as entrevistados/as refieren tras el retorno una sensación de pausa o ruptura en la
cotidianeidad desarrollada en el país de exilio parental, manteniendo la impresión de
dejar vivencias inconclusas en este país. Isabel, por ejemplo, grafica este aspecto en la
siguiente cita:

“…con mi hermana como que todavía nos quedaba el bichito de, de, de terminar de vivir una
vida que no terminamos de vivir allá, como que eso es lo que queda medio raro (…) Hay, hay algo
que de repente no hay vivido, capaz que no lo viva nunca…” (Isabel, 925-926 y 932)

Javier, por su parte, refiere cómo la migración a Chile interrumpió relaciones


mantenidas en el país de exilio parental:

“…cada cierto tiempo mi ex, esta que te digo de los 15 años, tengo 31 vieja, este, tenemos como
cierta idea de lo trunco, yo me vine cabrón, ni siquiera terminé, me vine. Entonces siempre ha
habido como una cosa ahí ¿no?…” (Javier, 915-917)

A partir de estas sensaciones de quiebre y la creencia que aún existen temas pendientes
en su país de origen que deben resolver, los/as jóvenes han desarrollado sensaciones de
atadura asociadas al país de exilio parental, las que se traducen en sentimientos de
nostalgia y compromiso con dichos países, llevando a algunos/as entrevistados/as a
estructurar sus proyectos futuros en base al retorno a las naciones de exilio parental. A
continuación, por ejemplo, Dolores describe su sensación de atadura con Cuba:

“…Pero eso te ata porque, por ejemplo, yo que estoy fuera de Cuba a mí me ata mucho, esté
como esté, yo estoy muy orgullosa de donde provengo, y, sea bueno o malo, yo me voy, yo emigro,
yo pa‟ allá tiro…” (Dolores, 2/351-353)

Del mismo modo, Natalia explica el compromiso que siente hacia Panamá:

“…también tengo el compromiso en Panamá…volver a Panamá, pero ahí tengo planes ultra
ambiciosos, onda quiero (ríe), porque no hay antropología creo, hay una escuela no más, entonces
ca, casi que me gustaría hacer la Escuela de Antropología, pero, quiero hacer mucho trabajo ahí
porque hay muchas carencias en antropología, muchas, y, sería un bonito contacto con, como la de,
vuelta de mano, así como que siento mucho esa, como esa responsabilidad…” (Natalia, 914-922)

c) Desarraigo: Esta subcategoría comprende la vivencia y resignificación que los/as jóvenes


realizan en torno a su sensación de no tener raíces.
Los/as entrevistados/as expresan tener la sensación de no pertenecer a ningún país o
grupo debido a las experiencias de clasificación y discriminación tanto en el país de exilio
parental como en Chile. Además, por medio del análisis de los genogramas pudimos
observar que tras el exilio-retorno se produjo una dispersión familiar en distintos países, lo
que implicó una fragmentación del sistema familiar y derivó, también, en dificultades en la
pertenencia para los/as jóvenes.
A continuación, Javier expone las dificultades de sentirse extranjero en todas partes:

“…A ver, yo creo que eso es algo muy importante de los exiliados, creo que les pasa a todos, no
hay arraigo, firme, existe arraigo pero no hay arraigo, ni con la patria que lo recogió a uno ni con

99
la patria de los padres, hay un des-arraigo, eso es el exilio, el exilio es una hue‟a muy heavy, eh, no
por nada fue, eh, uno de los peores castigos de los griegos ¿no?, si no el peor antes de la pena de
muerte…es súper heavy ser desarraigado, súper difícil ser el chilenito y, en México y el, mexicanito
en Chile, y nunca poder (…) Ahora, hay gente que dice y yo creo que lo de, decía yo antes bastante,
yo, yo, yo no soy exiliado en México, yo estoy exiliado en Chile…” (Javier, 941-945 y 947-948)

Natalia, a su vez, habla de la imposibilidad de arraigarse:

“…te dai cuenta de que ésta es tu realidad, onda tu familia fue así, no fue de las familias que
vive y se muere en un mismo radio y que nunca ha sido así, o sea, todos mis parientes están súper
dispersos, tengo otro tío en Canadá ¿cachai?, que es como primo de mi mamá y siempre ha sido
así, onda de los viajes, de saber que hay gente en otro lado que también tiene que ver contigo, pero
que no los conocís, entonces...te cambia totalmente, yo creo que hace que seai más independiente
¿cachai?, porque tenís que ser más independiente, sino te vai a la cresta, o sea, no te podís arraigar
demasiado (…) inevitablemente uno igual se siente perteneciente a los dos lados ¿cachai?, pero lo
heavy es que no erís ni de ningún lado ni del otro…” (Natalia, 956-961 y 1112-1113)

A pesar de lo anterior, se aprecia en algunos/as jóvenes el intento de resignificar este


desarraigo a través de la ampliación de su sentido de pertenencia expresada en la percepción
de sí mismos/as como “ciudadano/a del mundo”, lo que se puede apreciar en las
siguientes citas de Javier y Néstor:

“…lo que te decía yo era, que los exiliados tenemos la posibilidad ya a estas alturas de
entender que el mundo es una sola patria, no hay como arraigo (…) o sea, finalmente tenís las
posibilidad de entender que el mundo es uno solo, sobre todo en términos de Latinoamérica…”
(Javier, 954-955 y 964-965)

“…me conviene ser un poco más amplio y decir que soy latinoamericano (…) la conclusión que
saqué de eso es, nada, tengo mis partes, soy en parte cubano, soy en parte argentino y soy en parte
chileno, quizás fue la manera más fácil de resolver el dilema…” (Néstor, 502-503 y 524-525)

d) Nuevas Oportunidades Sociales: Algunos/as jóvenes perciben que tras la migración


pudieron acceder a una serie de nuevas oportunidades como la ampliación de sus intereses,
nuevas opciones académicas o el logro de un estatus socio-económico mayor que el
desarrollado en el país de exilio parental. Alejandra, por ejemplo, describe este tipo de
cambios tras la migración a Chile:

“…muchas oportunidades que me ha dado Chile que quizá no me hubiese dado Venezuela, eso
todo lo rescato, yo he tenido muchas, muchas más oportunidades, particularmente por vivir en una
buena comuna, no sé, hice diplomados, hice cuestiones…” (Alejandra, 1147-1150)

Por último, tal como explicamos al inicio del presente análisis, encontramos en las
entrevistas algunos elementos que no incluimos en las categorías puesto que sólo se dan en uno
de los casos observados, no obstante, consideramos que son relevantes pues parecen haber

100
cumplido un papel de protección frente la transgeneracionalidad del daño, por lo que los
exponemos a continuación y los retomamos, posteriormente, en las discusiones finales.

De estos factores, los que pudimos apreciar a partir de las entrevistas corresponden a la
percepción del sistema familiar como abierto e inclusivo con respecto al entorno social del país
de exilio, el mantenimiento de los roles normativos familiares y el establecimiento de relaciones
interpersonales amplias y validantes tanto en el país de exilio parental como en Chile.

Asimismo, en el análisis de los genogramas apreciamos un sistema familiar en que sus


miembros no padecieron prisión, tortura u otro tipo de represión además del exilio y la existencia
de otro modelo familiar que transmitía normalidad ante las migraciones pues éstas eran
percibidas como una consecuencia probable frente al compromiso político internacionalista.

Finalmente, algunos/as entrevistados/as hacen referencia a que las consecuencias de la


Dictadura seguirán prolongándose en la sociedad y las siguientes generaciones. Por un lado, esta
prolongación responde al insuficiente reconocimiento y reparación del daño producto de la
represión; y, por otro, consideran que la experiencia de exilio-retorno puede seguir teniendo
consecuencias en sus hijos/as.

Una de las personas entrevistadas percibe que en la tercera generación, es decir, los/as
hijos/as, se repiten las experiencias de invalidación social al ser tratados/as como diferentes por
tener modismos o aspectos idiosincrásicos del país en el que nacieron sus padres quienes, además
siguen perpetuando el silencio respecto de la historia política y la represión vivida por la familia,
ya que existe el temor que esto pueda significarle consecuencias negativas a la tercera generación
tales como una mayor discriminación y/o sufrimiento por el daño inflingido a la familia.

Lo anterior tampoco es incluido en de las categorías pues, si bien es expresado por los/as
entrevistados/as, corresponde ya a efectos que la segunda generación infiere podrían darse en la
tercera.

101
2.Análisis Relacional

Una vez realizado el análisis descriptivo revisamos las categorías emergentes e


integramos los memos, estableciendo relaciones y destacando los aspectos que consideramos
relevantes; lo anterior dio como resultado el cuadro que presentamos a continuación, el cual se
refiere al Impacto de la Represión en la Dinámica Familiar (Cuadro N°1).

Cuadro Nº1: Impacto de la Represión en la Dinámica Familiar.

Consecuencias de la represión en los padres


percibidas por los/as hijos/as:
- Consecuencias clínicas como sintomatología ansiosa,
depresiva y/o abuso de sustancias
- Pérdida de redes familiares y sociales
- Dificultades socioeconómicas

Carencia de Espacios de Contención a


Nivel Familiar: Familia con Escasas Redes Sociales
en el País de Exilio:
- Percepción de padres emocionalmente
ausentes - Percepción de padres inseguros y
- Percepción de padres vulnerables desconfiados en el ámbito social
psicológicamente

Percepción de Padres
con Secuelas
Persistentes Producto de
la Represión

Silencio Familiar sobre la Historia


Política y la Represión Vivida: Alteración de Roles en
- Estrategia de los padres para resguardo Relación Parento-Filial
personal y protección del sistema familiar
- Hijo/a como encargado/a del
- Validación y perpetuación del silencio bienestar familiar
desde los/as hijos/as para evitar el dolor
propio y de los padres, la determinación - Hijo/a como receptor/a de cargas
ideológica en base a la postura de los familiares
progenitores, así como la transferencia “en
bruto” del daño parental producto de la
represión.

102
Entre los aspectos surgidos a partir de las entrevistas pudimos apreciar, en primer lugar,
que los/as hijos/as perciben en los padres una serie de consecuencias que atribuyen a la represión
ejercida sobre ellos tales como sintomatología ansiosa y depresiva, abuso de sustancias, pérdida
de redes familiares y sociales tras el exilio, dificultades para recuperar estas redes en el retorno y
dificultades socioeconómicas tanto en el exilio como tras el retorno.

Frente a estas consecuencias, los/as jóvenes se forman una imagen de sus padres tanto en
el ámbito familiar como social. En la familia, los/as entrevistados/as perciben a los progenitores
como ausentes emocionalmente, es decir, sea que estén o no físicamente, sienten la carencia de
sus padres al momento de requerir afecto, protección, contención y guía en situaciones difíciles;
asimismo, en algunos casos, los/as jóvenes refieren una mayor sintomatología clínica en los
progenitores, lo que lleva a una percepción de éstos como vulnerables psicológicamente. Por otro
lado, los/as hijos/as perciben a los padres como inseguros y desconfiados frente a las demás
personas, lo que resulta consistente con la limitación de las redes sociales mantenidas por el
sistema familiar en el país de exilio parental; en algunos casos, las relaciones se restringieron a
grupos de otros/as exiliados/as y, en otros, se produjo un repliegue casi total hacia la familia
nuclear.

A partir de los elementos descritos, los/as entrevistados/as perciben que el impacto de la


represión en sus padres ha persistido en el tiempo, dejando secuelas hasta el día de hoy y, por
ende, menoscabando sus capacidades para responder satisfactoriamente a las necesidades de los
hijos/as; esto, a su vez, se traduce en que se vaya generando un silencio en la familia respecto de
la historia política y la represión vivida por los padres y una alteración de roles en la relación
parento-filial.

El mutismo respecto de la historia y la represión vivida es, según los/as jóvenes/as, una
estrategia de sobrevivencia de los padres para resguardo personal, debido al malestar que provoca
la reedición de afectos dolorosos asociados a estas experiencias, así como una forma de proteger
al sistema familiar frente al riesgo que otras personas tengan conocimiento de su actividad
política, por lo que evitan que los miembros de la familia mencionen aspectos de la historia
parental en contextos percibidos como no seguros y/o que pudiesen comprometer a los
progenitores como, por ejemplo, frente a personas pertenecientes a otros partidos políticos, dentro
del entorno social del país de exilio, en los viajes a Chile o tras el retorno.

103
Asimismo, los/as hijos/as validan el silencio parental como estrategia eficaz para evitarles
el dolor de recordar las experiencias vividas, así como el propio dolor generado por esta
situación, perpetuando este mutismo sustentándose en la creencia que al hablar sobre la historia
política y/o la represión vivida, los padres les transmiten elementos ideológicos y/o traumáticos
de manera inevitable. La transmisión ideológica es percibida por la segunda generación como un
aspecto que restringe su propia capacidad de decisión, determinando su postura ideológica en
base a la ideología de los progenitores.

Por su parte, la transmisión de elementos traumáticos es asociada por los/as jóvenes a la


transferencia “en bruto” de los afectos dolorosos que configuran el daño parental producto de la
represión que vivieron. Los/as hijos/as evidencian sentir temor de recibir esta carga afectiva
traumática y de no contar con las capacidades para su procesamiento y elaboración.

La alteración de roles en la relación parento-filial, por su parte, se expresa en actitudes de


los/as jóvenes en las que éstos/as se hacen cargo del bienestar familiar, por ejemplo, procurando
mantener el silencio respecto de la represión vivida para no dañar a los padres; y se convierten en
receptores/as de los afectos y conflictos no asumidos por los padres, por ejemplo, buscando
reparar los conflictos familiares o continuar con los proyectos inconclusos de sus padres.

De esta manera, la difusión de funciones en el sistema familiar y la dinámica familiar de


silencio en relación a la historia política y la represión vivida se retroalimentan; al mismo tiempo,
ambos aspectos limitan aún más los espacios familiares para la expresión y contención
emocional, dificultando la elaboración tanto de esta historia como sus efectos en cada uno de los
miembros de la familia.

104
3.Modelo Hipotético Interpretativo

A continuación, presentamos el modelo hipotético interpretativo resultante del proceso de


codificación selectiva, el cual emerge de los procesos de codificación realizados con anterioridad
e integra los resultados descriptivos y relacionales expuestos. El presente modelo (Modelo
Hipotético Interpretativo) describe la categoría central a la que hemos denominado Desarraigo,
entendido como una sensación constante de no tener una pertenencia clara a un lugar.

El contexto en el cual surge este fenómeno se encuentra determinado por el proceso de


Exilio-Retorno, donde lo padres tuvieron que salir de Chile, ya sea por expulsión o para proteger
su vida y/o la de sus seres queridos, debido a la persecución política ejercida por el Estado en su
contra. La expatriación significó para los padres una pérdida masiva de referentes -cotidianeidad,
familia, redes, proyectos, etc.- y los enfrentó a la necesidad de reconstruirse en un país ajeno.
Ahora, si bien en el caso de la primera generación las pérdidas comenzaron recién al ser
expulsada del país, los/as jóvenes nacidos/as en el exilio parental se vieron enfrentados desde el
inicio a una Multiplicidad de Referentes Culturales provenientes tanto de Chile como de su
país de origen, vale decir, el país de acogida sus padres.

Los respectivos países de exilio parental aportaron diversos referentes idiosincrásicos,


físicos, sociales, culturales, etc., que los/as jóvenes incorporaron en distinta medida,
estructurando su cotidianeidad y desempeñando funciones de apuntalamiento durante parte
significativa de sus vidas. No obstante, la presencia constante de elementos culturales chilenos
durante la infancia y adolescencia de la segunda generación tales como música, comidas,
características idiosincrásicas y lingüísticas en los padres, etc., así como la percepción que los
progenitores deseaban retornar a Chile dificultó, en varias ocasiones, la plena identificación de
los/as jóvenes con sus respectivos países de origen al sentir que una parte de ellos era chilena,
restringiendo sus proyectos futuros en los lugares de nacimiento y limitando el arraigo.

Posteriormente, cuando se produce el retorno familiar y la segunda generación migra a


Chile, se produce en los/as hijos/as, al igual que en la primera generación con el exilio, una
Pérdida de Referentes Socioculturales, con la consecuente necesidad de reconstruirse en este
nuevo país. Desde esta perspectiva, la multiplicidad de referentes durante el exilio parental y la
pérdida de gran parte de ellos tras la migración a Chile constituyen los antecedentes de nuestro
fenómeno central.

105
Respecto de los factores intervinientes, existen algunos elementos que potencian el
Desarraigo, tanto durante el período de exilio parental como tras el retorno. Entre los elementos
potenciadores durante el exilio observamos, por una parte, la Insatisfacción de Necesidades de
Contención Afectiva dentro de la Familia, que se produce a partir de la percepción de padres
emocionalmente ausentes producto del daño provocado por la represión y la ausencia de familia
extensa en el país de exilio parental. Ambos aspectos se traducen en una carencia de elementos
para comprender, procesar y/o elaborar su historia, así como las emociones y sentimientos
asociadas/os a ésta; la sensación de desarraigo, por lo tanto, es vivida en solitario dentro de la
familia.

Por otra parte, en el ámbito social podemos apreciar que durante el período de exilio
parental, los/as jóvenes sufrieron Experiencias de Marginación Social en base al País de
Origen de los Padres, situación que abarcó desde la clasificación como “chilenos/as” a pesar de
haber nacido en el país donde residían, hasta prácticas abiertamente discriminatorias que
obstaculizaron el arraigo al país de acogida parental, es decir, su país de origen.

Respecto a los factores potenciadores del Desarraigo que se presentan tras el retorno,
los/as entrevistados/as se enfrentan, por un lado con la Frustración de Expectativas de Apoyo
Familiar al llegar a Chile. Las carencias afectivas respecto de la familia extensa constituyeron
precisamente una de las principales motivaciones para migrar tanto para los padres como, en
algunos casos, para los/as hijos/as. Cuando las relaciones desarrolladas con la familia extensa en
Chile no resultaron acordes a las expectativas generadas, el proceso de arraigo al país se vio
afectado, pues no se contó con el apoyo esperado para comenzar a integrarse al país.

Por otro lado, al llegar a Chile los/as jóvenes vuelven a vivir Experiencias de
Marginación Social, esta vez, en base al Propio País de Origen, es decir, al país de exilio
parental, siendo tratados como extranjeros/as y nombrados/as como “cubanos/as”,
“mexicanos/as”, “panameños/as”, etc., sintiéndose sin los mismos derechos que los/as chilenos/as
que nacieron y han permanecido siempre en Chile. Asimismo, la impunidad percibida respecto a
las temáticas de Derechos Humanos se configura como otra forma de marginación social pues, el
no reconocimiento del daño inflingido a los padres niega sus vivencias durante el período de
exilio parental. El arraigo, por lo tanto, se ve nuevamente limitado.

106
Como resultado de los elementos previamente señalados, se genera en la segunda
generación una serie de consecuencias a partir del Desarraigo. En primer lugar se genera un
proceso de Extranjerización, el que es entendido como la sensación de ser diferente, extraño o
foráneo en comparación con el resto de las personas oriundas tanto del país de exilio parental
como de Chile.

Al mismo tiempo se produce por parte de los/as entrevistados/as un Rechazo a Chile y/o
Idealización del País de Origen; los/as jóvenes rechazan Chile al ser el país que invalida su
historia y no tienen deseos de formar parte de la sociedad chilena, mientras tanto, mantienen la
fantasía de un lugar, el país de exilio parental, en el que fueron y serán felices,
independientemente que ello sea o no real, y al cual desean, intensamente, regresar.

Producto de lo anterior, los/as jóvenes manifiestan Deseos de Emigrar de Chile, los que
en algunos casos son resultado de las experiencias de marginación social vividas y, en otros,
atribuidos a deseos de recuperar una vida “interrumpida” en el país de origen. La gran mayoría
los/as entrevistados/as, sin embargo, no logra expresar motivaciones claras y lógicas para
rechazar y/o irse de Chile, aunque el constante deseo de migrar lleva a que la segunda generación
presente dificultades para proyectarse en Chile, siendo sus planes futuros vagos e inciertos.

Otra consecuencia corresponde al desarrollo de una Percepción de Sí Mismo/a como


Invulnerable pues, por medio de ésta, los/as jóvenes minimizan el impacto de las pérdidas y
discriminaciones vividas. Igualmente, los/as entrevistados tienden a resguardar sus emociones y
afectos dolorosos, manifestando Dificultades en el Contacto y la Expresión Emocional, lo que
resulta en un distanciamiento afectivo generalizado.

A su vez, el desarraigo genera también en la segunda generación Conflictos en las


Relaciones Interpersonales, los cuales se traducen en constantes dificultades para desarrollar y
mantener relaciones profundas y satisfactorias, problemática que se expresa tanto en el ámbito
familiar como en la interacción social. Lo anterior produce en los/as jóvenes la sensación de no
tener un lugar o grupo de pertenencia, lo cual se traduce en sentimientos de Soledad que pueden,
incluso, derivar en desamparo.

Por otra parte, existen factores que amplían el conocimiento de la segunda generación con
respecto a la historia familiar y social; a través de este mayor conocimiento, los/as
entrevistados/as acceden a Elementos que les Permiten Resignificar el Desarraigo al integrar

107
nuevas perspectivas que fomentan la comprensión, procesamiento y eventualmente la elaboración
de la experiencia de exilio-retorno.

Entre estos elementos se encuentra, en algunos casos, los relatos de los propios padres, la
búsqueda de información por medios extrafamiliares como literatura relativa a la época, prensa,
producciones audiovisuales, la participación de los/as jóvenes en actividades sociales y políticas
y la percepción de la sociedad chilena como también dañada producto de la Dictadura. Este
último factor consiste en la noción de los/as entrevistados/as que la represión habría afectado no
sólo a sus padres o al sistema familiar, sino que a la sociedad en su totalidad, idea que incorpora
nuevos elementos en el análisis de los jóvenes y les permite explicarse las experiencias de
marginación social como parte de las secuelas de la Dictadura en el tejido social.

Los elementos mencionados modifican la sensación de desarraigo permitiendo


resignificarlo desde una visión más positiva. Los/as jóvenes logran conceptualizarse como
“Ciudadanos/as del Mundo”, que consiste en la ampliación del sentido de nacionalidad a
Latinoamérica o, inclusive, al mundo entero, junto a la capacidad de radicarse en otros lugares,
generando una sensación de independencia al no poseer raíces fijas en ningún sitio, intentando
resolver con esta nueva acepción sus conflictos de pertenencia.

Asimismo, también producto de estos factores, los/as entrevistados/as refieren poseer una
Mayor Conciencia y Flexibilidad al Analizar lo que Sucede en el Mundo, entendida como la
capacidad para interesarse y analizar los procesos sociohistóricos que tienen lugar en diferentes
partes del planeta, integrando en su análisis variados elementos que les permitirían apreciar las
situaciones desde diversos ángulos.

108
Modelo Hipotético Interpretativo: Desarraigo en la Segunda Generación.

MAYOR CONCIENCIA Y
CIUDADANO/A FLEXIBILIDAD AL
DEL MUNDO DIFICULTADES
ANALIZAR LO QUE
EN EL
SUCEDE EN EL MUNDO
RECHAZO A CONTACTO Y
CHILE / LA EXPRESIÓN
IDEALIZACIÓN EMOCIONAL
DE PAÍS DE
ORIGEN PERCEPCIÓN DE
SÍ MISMO/A
INVULNERABLE
DESEOS DE
EMIGRAR DE
CHILE
CONFLICTO EN
LAS
RELACIONES
Elementos que Permiten Resignificar INTER-
EXTRANJERIZACIÓN el Desarraigo: PERSONALES
- Relatos de los padres
- Búsqueda de información fuera de la
familia
- Participación en actividades sociales y/o SOLEDAD
políticas
- Visión que la sociedad chilena también
está dañada por la Dictadura

D
E
S
A
R
R
A
I
G
O

Necesidades de Contención Frustración de


Experiencias de Insatisfechas: Expectativas de Experiencias de
Marginación Social - Padres Ausentes Apoyo Familiar tras Marginación Social
por el País de Origen - Ausencia de Familia la Migración por País de
de los Padres Extensa Nacimiento

EXILIO RETORNO
Múltiples Referentes Pérdida de Referentes
Culturales en Cotidianeidad Socioculturales del País de Origen

109
Discusión y Conclusiones

A continuación, presentamos los resultados de nuestra investigación, contrastándolos con


los aportes de estudios precedentes revisados en el marco teórico. Con el objetivo de facilitar la
comprensión de los siguientes contenidos, hemos estructurado la discusión partiendo con los
resultados relativos a aspectos familiares, para luego continuar con los que involucran al contexto
socio-político, culminando con las repercusiones psicosociales de lo anterior en los/as jóvenes y
las conclusiones generales de nuestro trabajo.

En cuanto al ámbito familiar, a través de esta investigación observamos una serie de


elementos que participan en la configuración de la transgeneracionalidad del daño en la segunda
generación, los cuales giran en torno a las consecuencias a nivel familiar de la represión vivida
por los padres y, concretamente de la experiencia de exilio-retorno.

En primer lugar y de acuerdo a las entrevistas, en el país de acogida, los/as jóvenes


refieren haber percibido a sus padres inseguros y desconfiados frente al entorno social,
experimentando dificultades para generar y mantener redes durante el período de exilio. Este
aspecto, según los/as entrevistados/as, condujo a una restricción de las relaciones a grupos de
otros/as exiliados/as y un repliegue casi total de los padres hacia la familia nuclear, aspecto que
en algunos casos se mantiene tras el retorno a Chile.

Lo anterior ha sido documentado en investigaciones precedentes como una reacción del


sistema familiar al estrés implicado en la experiencia de exilio. Desde esta perspectiva, Bar de
Jones (2001) describe conductas de aislamiento y desarrollo de una percepción amenazante del
entorno social en familias afectadas por experiencias migratorias de índole política. En esta
misma línea, Estrada (1997) señala que la necesidad de adaptarse al país de acogida, así como las
pérdidas implicadas en la experiencia de exilio, condicionaron cambios en los patrones de
relación caracterizados por la restricción de los vínculos debido al temor a vivir una nueva
separación. Por su parte, Bastías (2001) refiere la afectación de la inserción y el desarrollo social
del/la exiliado/a producto de la rigidización de estrategias de supervivencia.

Junto a las dificultades descritas en la primera generación en el ámbito social, algunos/as


de los/as jóvenes refieren la presencia de sintomatología clínica en sus progenitores, aspecto
conceptualizado por ellos/as como parte de los efectos de la represión y documentado en la
Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión Política” (2002),

110
escrito que reporta la detección de manifestaciones clínicas en exiliados/as-retornados/as, las que
comprenden desde reacciones angustiosas en los primeros meses del período de exilio hasta
síndromes depresivos en etapas más tardías.

Por otro lado, la mayoría de los/as jóvenes relatan la casi inexistencia de espacios
familiares de diálogo respecto de la participación política de sus figuras parentales, así como de
la represión vivida por éstas a causa de la Dictadura. Este aspecto ha sido reportado por Estrada
(1997), quien conceptualiza este fenómeno como silenciamiento y negación, explicitándolo en
términos de una rigidización de defensas familiares orientadas, inicialmente, a la sobrevivencia
del sistema. A su vez, Ruedenberg (1997) describe como “conspiración del silencio” a las
modificaciones suscitadas en el ámbito de la comunicación familiar producto del Holocausto.

A pesar de este silencio parental o, más bien, debido a éste, los/as entrevistados/as intuyen
la presencia de algún daño o dolor en sus progenitores pues, además, observan en éstos fuertes
reacciones afectivas como llanto o respuestas ansiosas al enfrentarse a noticias o documentales
relativos al período de la Unidad Popular, el Golpe de Estado o la represión dictatorial. Frente a
esta situación, los/as jóvenes evitan hacer preguntas a sus padres con el propósito de evitarles la
reedición de afectos dolorosos al recordar y verbalizar sus vivencias de represión, así como evitar
el propio dolor al conocer las experiencias traumáticas sufridas por sus progenitores.

Asimismo, los/as jóvenes justifican el silencio parental como estrategia eficaz para
proteger la seguridad del sistema familiar frente a un entorno social percibido como amenazante e
inseguro y evitar la transmisión desde los progenitores de contenidos traumáticos e ideológicos,
lo que es visto por los/as entrevistados/as como no deseable bajo el supuesto que restringiría la
libertad para escoger su propia ideología y postura política y los cargaría afectivamente con
experiencias ajenas de índole dolorosa.

La validación y perpetuación del silencio parental por parte de los/as hijos/as se halla
documentada en investigaciones previas acerca de los efectos psicosociales en descendientes de
sobrevivientes del Holocausto. Desde esta perspectiva, Gorko (2000) señala dificultades de
comunicación respecto del sufrimiento parental debido al temor de la segunda generación de
causarles dolor a sus progenitores al recordar y comunicar vivencias traumáticas, así como a
experimentar ellos mismos dolor producto del conocimiento de lo vivido por sus padres.

111
Siguiendo con otro punto, a través de las entrevistas, los/as jóvenes refieren en sus padres
dificultades para acogerlos/as y contenerlos/as, aspecto que algunos/as vinculan a la represión
vivida por sus progenitores. La baja capacidad de los padres para desempeñar adecuadamente sus
funciones parentales es descrita por Barudy (1993) en términos de los efectos vinculados a las
exigencias a adaptarse al país de acogida en momentos de debilidad y regresión. A su vez,
Estrada (1997) alude a la ausencia de protección parental durante parte significativa del
desarrollo de la segunda generación producto de las pérdidas y procesos de duelo no resueltos de
las figuras parentales a causa del exilio y otras formas de represión. En esta misma línea, Díaz
(1995) reporta el desmedro de las funciones familiares de contención afectiva debido a la
traumatización de los padres y las necesidades de adaptarse al nuevo entorno del país de exilio.

Vinculado a lo anterior, los/as jóvenes refieren haber mantenido relaciones esporádicas


y/o distantes con la familia extensa durante el período de exilio parental, con lo cual
hipotetizamos que las posibilidades para socializar, procesar, ser contenidos y elaborar los afectos
asociados a la percepción del daño parental u otras problemáticas a las cuales se vieron
enfrentados/as durante su crecimiento resultaron disminuidas, debiendo vivirlas en solitario.

En nuestra opinión, mantenemos la hipótesis que frente a esta situación, los/as jóvenes
han reaccionado restringiendo el contacto y expresión emocional, lo que además, a nuestro juicio
guarda relación no sólo con la carencia de espacios de contención y elaboración, sino también
con un aprendizaje gestado a partir de la percepción del silencio parental. Este aspecto ha sido
previamente reportado por Lansen (1993), quien señala la presencia de conflictos en el manejo de
emociones en la segunda generación de víctimas del Holocausto.

Por otra parte, los/as entrevistados/as describen el desempeño de una serie de funciones al
interior del sistema familiar, las cuales oscilan entre protección y apoyo de sus figuras parentales,
recepción de sus conflictos y afectos dolorosos, reivindicación de la familia, hasta el
mantenimiento relaciones horizontales con éstos, sintiéndose sus compañeros/as o cómplices.

Pese a que en la mayoría de los casos, los/as jóvenes no refieren argumentos o


justificaciones respecto de las funciones ejercidas dentro del ámbito familiar, consideramos que
dicha alteración de roles normativos obedece a la ausencia de espacios familiares de contención y
elaboración, así como al daño parental producto de la represión percibido por los hijos. Este
aspecto contribuiría, por ende, a la recuperación de la homeostasis familiar en el exilio, que

112
aunque disfuncional, logra resituar funciones abandonadas por los progenitores y necesarias para
el funcionamiento del sistema.

La alteración de roles al interior de la familia como parte de los efectos del exilio y otras
formas de represión se ha documentada en múltiples estudios. Desde esta perspectiva, Barudy
(1993), Estrada (1997), Danielli (1998 en Goldhar y David, 2000), Rosenberger (1973), Miller
(1981 en Kellermann, 2000) reportan la asunción de roles y funciones correspondientes a las
figuras parentales por parte de los/as hijos/as producto del proceso regresivo en el ciclo evolutivo
familiar que vive el sistema debido al exilio. Díaz (1995), a su vez, alude al desempeño de tareas
de acogida y satisfacción de necesidades afectivas de los padres por parte de sus descendientes.

A través del análisis de las entrevistas constatamos, además, diferencias de género en la


asunción de roles antes descrita. En este sentido, los entrevistados tienden a asumir funciones de
compañeros o amigos de sus padres, situándose a nivel de pares con sus figuras parentales,
mientras que las entrevistas tienden, mayoritariamente, a desempeñar funciones socialmente
calificadas como parentales, tales como cuidado, protección, contención y proporción del
sustento económico. Dicho aspecto no ha sido confirmado en investigaciones anteriores, sin
embargo nos parece interesante en términos de las implicancias que estas diferencias de género
pudiesen tener sobre la problemática actual de la segunda generación producto de la experiencia
de exilio-retorno, elemento que podría ser retomado en investigaciones posteriores.

Finalmente, a través del análisis tanto de las entrevistas como de los genogramas,
constatamos en los/as entrevistados/as altos niveles de autoexigencias y expectativas respecto de
sí mismos/as tales como no ser afectado/a por las dificultades, destacar en el ámbito académico y
laboral, no necesitar a los demás para ser feliz, mantener siempre un comportamiento acorde a los
principios de la ideología parental y permanecer al lado del padre y/o la madre para acompañarlos
y retribuirlos por los cuidados recibidos.

Al respecto, inferimos que existe en estos/as jóvenes una serie de mandatos y expectativas
parentales orientados a reivindicar y reparar el daño producto de la represión. Desde esta
perspectiva, la necesidad de ser invulnerable puede ser conceptualizada como un intento de los/as
entrevistados/as por simbolizar la victoria familiar sobre la Dictadura y el sufrimiento ocasionado
a sus figuras parentales; así mismo, sobresalir en estudios y trabajo correspondería a los deseos

113
de reivindicar la pérdida de oportunidades de estudios superiores por parte de los padres a causa
del exilio, así como la consecuente disminución del estatus socioeconómico familiar.

Siguiendo con lo anterior, no necesitar de los demás correspondería a una necesidad


transmitida desde los padres de ser capaz de autovalerse en términos afectivos debido a las
múltiples pérdidas vinculares experimentadas producto del exilio. La consistencia en el plano
político-ideológico obedecería, en nuestra opinión, a los mandatos de asumir el proyecto político
parental; asimismo, la alteración de roles a nivel familiar equivaldría a intentos por compensar a
los padres respecto de las pérdidas sufridas.

Sea como fuere, la parentalización y adultización producen en los/as jóvenes una


desconexión con sus propias necesidades y su propia historia ya que, por una parte, no se
comportan ni asume funciones que les corresponden de acuerdo a su ciclo vital y, por otra, se
hacen cargo de una historia que no les es propia.

Hipótesis semejantes han confirmadas en investigaciones previas sobre el Holocausto; en


este sentido, diversos autores (Pilcz 1979 en Goldhar y David, 2000; Gorko 2000 y Williams,
2002) reportan en personas afectadas por vivencias traumáticas la necesidad que la generación
siguiente compense y reivindique su sufrimiento. Asimismo, Díaz (1995) conceptualiza las
relaciones de fusión y otros aspectos disfuncionales familiares como actos de lealtad orientados a
evitar la reedición de pérdidas y reparar el daño parental.

Ahora bien, con respecto al ámbito social, en primer lugar, los/as entrevistados/as refieren
haber mantenido un contacto permanente durante el período de exilio parental con información,
tradiciones, expresiones artísticas y afectos asociados a Chile; tal situación se produjo, de acuerdo
a los datos, a través del vínculo parento-filial, los contactos con la familia extensa residente en
Chile y las relaciones mantenidas con otros/as chilenos/as exiliados/as. A su vez, los/as jóvenes
reportan haber asimilado durante esta etapa, múltiples referentes socioculturales relativos a sus
respectivos países de origen.

Al respecto hipotetizamos que la presencia constante de referentes múltiples


pertenecientes tanto a los países de origen como a Chile, incidió en los conflictos que
experimenta actualmente la segunda generación respecto de la sensación de pertenencia a un
territorio o país determinado. Este aspecto es confirmado por Bar de Jones (2001), quien plantea
que la superposición de referentes constituiría una ausencia de representaciones simbólicas

114
claras, afectando la identidad de los/as hijos/as de exiliados/as. En esta misma línea, Rebolledo
(1999) alude a la afectación de la identidad social de los hijos/as de exiliados/as producto de la
existencia de referentes espacio-temporales divergentes entre padres e hijos/as.
En base a lo anterior, consideramos que multiplicidad de referentes de tipo sociocultural
constituye un aspecto que ha estado presente durante toda la vida de estos/as jóvenes, situación a
la que se añade posteriormente la pérdida de estos elementos al momento del retorno.

Por otro lado, el período de exilio parental implicó, en gran parte de los casos, diversas
experiencias de discriminación e invalidación para la segunda generación. Desde esta
perspectiva, varios/as de los jóvenes refieren haber enfrentado a temprana edad vivencias
dolorosas en el ámbito de las relaciones interpersonales, las que si bien difirieron en cada
entrevistado/a en cuanto a la magnitud de la discriminación, cualitativamente surtieron el mismo
efecto: establecer una diferencia entre los/as hijos/as de exiliados/as y el resto de la población del
país de acogida sobre la base de la nacionalidad de sus progenitores.

Al migrar a Chile, los/as jóvenes refieren haber sido nuevamente objeto de prácticas
discriminatorias, sustentadas esta vez en el hecho de haber nacido en el extranjero y la
mantención de aspectos culturales de los respectivos países de origen. Estas experiencias de
discriminación no se encuentran registradas en la literatura revisada, no obstante, diversos
estudios han documentado su ocurrencia en la primera generación tras el retorno, atribuyéndolas
a los efectos en el tejido social de la persistente violación a los Derechos Humanos llevada a cabo
durante el período dictatorial (Muñoz, 1992; Almarza, 1991 y Bastías et. al., 2001).

Otra fuente de invalidación expresada en el presente estudio alude a la concepción del


exilio como “tiempo dorado” percibida por los/as jóvenes a nivel social, según ésta, el periodo de
expatriación habría permitido a quienes lo vivieron no sólo evitar otras medidas represivas, sino
también acceder a posibilidades de estudios superiores e incrementar el capital económico
familiar. Esta visión “positiva” del exilio se sustenta, como mencionamos anteriormente, en la
minimización social del potencial traumático del extrañamiento frente a otras medidas represivas
(Rebolledo, 1999) y ha sido conceptualizada por Castillo y Piper (1996) como expresión de la
dicotomización en la ciudadanía producto del trauma psicosocial generado por la Dictadura, la
que se traduciría en la incapacidad de quienes permanecieron en Chile para percibir a los/as
exiliados/as-retornados/as como dañados/as por la represión.

115
El Estado chileno, por su parte, desempeña de acuerdo a los/as entrevistados/as un rol
trascendental en su problemática actual; en este sentido, muchos de los/as jóvenes manifiestan
haber crecido durante el período de exilio parental con la idea de un gobierno represivo,
responsable del dolor de sus padres, de su propio desarraigo y extranjerización y de la carencia de
familia extensa. Asimismo, según los/as jóvenes, los padres desarrollaron durante el exilio altas
expectativas de verdad, justicia y reparación, las cuales fueron depositadas en los gobiernos de la
Concertación y, en algunos casos, transmitidas a los hijos/as.

Sea como fuere, del testimonio de los/as entrevistados/as se desprende que al migrar a
Chile, las expectativas familiares de justicia y reparación resultaron insatisfechas, aspecto
significado por los/as jóvenes como ausencia de reconocimiento e invalidación de las
experiencias dolorosas vividos a nivel individual y familiar a consecuencia del exilio-retorno,
afectando, a nuestro juicio, el proceso de inserción al país.

Siguiendo con lo anterior, los gobiernos de la Concertación son percibidos por los/as
entrevistados/as como agentes promotores de la impunidad que mantienen los mecanismos
represivos instaurados por el Régimen Militar y calificados como hipócritas, pues simulan
perseguir activamente la verdad y la justicia respecto de las violaciones cometidas a los Derechos
Humanos y, sin embargo, resguardan la identidad de los torturadores y obstaculizan los procesos
judiciales de los culpables de crímenes de lesa humanidad.

Asimismo, la conceptualización por parte del Estado y la sociedad chilena del proceso de
retorno como aspecto reparatorio de la experiencia de exilio se configura, de acuerdo a los/as
jóvenes, como una nueva forma de invalidación de sus vivencias; no en vano, tanto en trabajos
anteriores (Castillo, 1996; Rebolledo, 1999) como en nuestra propia investigación, el retorno es
conceptualizado por varios/as entrevistados/as como el inicio de su propio exilio y calificado en
por diversos autores como un evento potencialmente traumático (Barudy, 1993; Muñoz en
Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión Política”, 2002).

Lo anterior coincide con lo planteado por Del Solar y Piper (1995) respecto del carácter
traumático del fracaso de las funciones reparatorias requeridas desde los gobiernos posteriores a
los regímenes dictatoriales. Diversos autores, además, aluden a la impunidad como un factor de
retraumatización que promueve la privatización del daño y obstaculiza los procesos sociales de
resignificación (Del Solar y Piper, 1995; Edelman y Kordon, 2002).

116
En cuanto a las consecuencias de lo planteado, observamos en la casi totalidad de los
casos sensación de desarraigo, dificultades en el establecimiento de relaciones interpersonales,
desarrollo de percepciones de sí mismos/as como invulnerables, mantención de aspectos
lingüísticos característicos de los países de exilio parental, sensación de vida interrumpida tras el
retorno familiar, rechazo a Chile e idealización del país de origen, deseos de emigrar del país y
dificultades para elaborar proyectos futuros.

En primer lugar, a partir de las reiteradas experiencias de discriminación vividas, tanto en


los países de exilio parental como al llegar a Chile, los/as jóvenes expresan tener una sensación
de ser distintos/as y no pertenecer a los países donde han vivido. Esta persistente sensación de ser
diferentes, “extranjeros/as” y/o no pertenecer ha sido bastamente documentada en la literatura
conceptualizándose como extranjerización en la primera generación (Grinberg y Grinberg 1984
en Bar de Jones, 2001) o extranjería en la segunda (Rebolledo, 1999), siendo atribuída, en el caso
de los/as hijos/as, a los efectos del retorno familiar a Chile.

Vinculado a ésto, la multiplicidad de referentes socioculturales relativos a ambos países


durante parte significativa del desarrollo de los/as entrevistados/as, generó en ellos/as la
sensación de no compartir suficientes códigos de referencia con el resto de las personas
residentes en los países donde han residido. Este aspecto participa, incluso, en la definición que
realizan los/as entrevistados/as de sí mismos/as, pues desde la nominación como “hijos/as de
exiliados/as” ya son definidos como los/as hijos/as de los/as que no pertenecen, de los/as
desarraigados/as, es decir, sus subjetividades se construyen en torno a la falta de arraigo y
pertenencia, pues en su tierra son vistos como “hijos/as de” y en Chile como extranjeros/as,
elemento que se configura como parte sustancial de su identidad.

En el presente estudio, empleamos el término desarraigo para describir la sensación


crónica de no contar con índices referenciales comunes que los sostengan y apuntalen en un
marco sociocultural y que les permitan construir su historia y garantizar su identidad e integridad.
Dicha definición comparte varios aspectos con la conceptualización realizada por Rebolledo
(1999), sin embargo, la diferencia fundamental reside en el período de aparición de este elemento
pues, mientas la autora lo sitúa tras la llegada a Chile, nosotras consideramos que corresponde a
un elemento que ha estado presente durante toda la vida de estos jóvenes, situación a la que se

117
añade posteriormente la pérdida de referentes implicada al momento del retorno. El desarraigo al
cual nos referimos, además, constituye el fenómeno central de nuestra investigación.

Lo anterior, por consiguiente, se constituye como un aporte a los resultados de


investigaciones precedentes y corresponde, además, a una nueva y clara expresión de
transgeneracionalidad del daño en la segunda generación en el caso de exilio-retorno,
precisamente porque el exilio, como medida represiva, tuvo como objetivo principal el desarraigo
y extranjerización de sus víctimas a través de la pérdida masiva de referentes y del no
reconocimiento como ser social gestor de una historia colectiva.

Si bien, en nuestra opinión, los conceptos de extranjerización y desarraigo se hallan


íntimamente vinculados, resultando difícil separarlos, consideramos que el primero de ellos
guarda mayoritariamente relación con las experiencias de invalidación social descritas con
anterioridad, mientras que el desarraigo se asocia a la multiplicidad y pérdida de referentes a
causa de la experiencia de exilio-retorno. Desde esta perspectiva, el desarraigo provocaría la
extranjerización, pero la extranjerización no necesariamente generaría desarraigo.

Respecto de las dificultades actuales en las relaciones interpersonales que establecen


los/as jóvenes observamos una desvalorización de los vínculos, altos niveles de intolerancia
frente a divergencias valórico–ideológicas y tendencia a relacionarse mayoritariamente con otros
hijos/as de exiliados/as-retornados/as. A continuación revisamos cada uno de estos aspectos.

La desvalorización de vínculos, no ha sido confirmada en estudios anteriores para la


segunda generación, no obstante, investigaciones relativas al impacto de la experiencia de exilio
en la primera generación confirman el establecimiento de relaciones interpersonales
caracterizadas por cierto desapego, pues serían conceptualizados como circunstanciales y
destinados a interrumpirse (Bar de Jones, 2001). Barudy (1993), en esta misma línea, describe
altos niveles de desconfianza en las relaciones establecidas durante el primer período de exilio
por parte de la primera generación, aspecto que se habría extendido no sólo hacia las personas
oriundas del país de acogida, sino también a otros/as chilenos/as exiliados/as.

Por nuestra parte, hipotetizamos que la desvalorización de vínculos constituiría una


reacción defensiva de la segunda generación frente a la masiva pérdida de redes implicada en la
migración a Chile y las reiteradas experiencias de discriminación experimentadas tanto en sus
respectivos países de origen como al llegar a nuestro país.

118
Respecto de la intolerancia frente a divergencias valórico-ideológicas constatada en las
entrevistas, tampoco hemos hallado elementos en la literatura que confirmen o refuten este
resultado. En nuestra opinión, esta actitud correspondería a otra estrategia defensiva orientada a
conservar la integridad del sí mismo frente a un contexto social percibido como excluyente e
invalidante, en donde se enfrentan a reiteradas actitudes discriminatorias, la minimización e
invisibilización social de los aspectos dolorosos de su experiencia, así como la frustración de las
expectativas de justicia y reparación de parte de los Gobiernos de la Concertación.

La tendencia a relacionarse principalmente con otros/as exiliados/as-retornados/as, por


otro lado, ha sido descrita en estudios relativos a los efectos del retorno en la primera generación
(S/A, 1978; Comisión “Norma para la Atención de Personas Afectadas por la Represión
Política”, 2002) siendo atribuida a la sensación de rechazo social que conduciría al retornado/a a
reducir su entorno social a personas con las que comparte vivencias similares, así como a un
mecanismo defensivo orientado a la reconstrucción de grupos de referencia que provean
seguridad y contribuyan a la preservación de la identidad.

A nuestro juicio, el establecimiento mayoritario de relaciones por parte de la segunda


generación con otros/as hijos/as de exiliados/as-retornados/as obedecería, al igual que en el caso
de sus progenitores, al temor de seguir siendo objeto de rechazo en el ámbito social y a la
necesidad de confirmación de la propia subjetividad e identidad a través del diálogo respecto de
experiencias compartidas, lo que fomentaría procesos de resignificación y elaboración. No
obstante, observamos que la restricción de los vínculos a este tipo de grupos constatado en
algunos/as entrevistados/as ha limitado las posibilidades de desarrollar nuevas redes,
obstaculizando la inserción social y cronificando los conflictos en las relaciones interpersonales.

En cuanto a la visión de sí mismos/as como invulnerables observada en los/as


entrevistados/as, ésta se asemeja a los sentimientos de omnipotencia hallados por Díaz (1995) en
la segunda generación, los que atribuye a la falta de contención y sostén experimentada por
estos/as jóvenes/as a nivel familiar, reactualizada posteriormente en el ámbito social a través de la
negación del daño. A nuestro juicio, el desarrollo de este tipo de autopercepciones correspondería
a una estrategia defensiva a través de la cual la segunda generación intenta minimizar el impacto
de las experiencias vividas.

119
La mantención de elementos lingüísticos propios del país de origen, a pesar de llevar
varios años de residencia en Chile, es un aspecto que ha sido anteriormente documentado tanto en
la primera (S/A, 1978) como en la segunda generación (Bar de Jones, 2001), conceptualizándose
como reacción frente a la pérdida del marco cultural del país de origen y la consecuente amenaza
a la identidad. En esta misma línea, Bar de Jones y Cohen (2000) explican este comportamiento
en base a un conflicto de lealtades entre ambas culturas, donde la integración al nuevo entorno
implicaría la renuncia a las propias raíces.

Por nuestra parte, consideramos que la mantención de aspectos lingüísticos puede ser
entendida, además, como una estrategia defensiva que compensa la sensación de ser extranjero/a
o “apátrida” pues permite la identificación, al menos, con el país de exilio parental; sin embargo,
esta situación perpetúa las actitudes discriminatorias mencionadas, pues gran parte de los/as
entrevistados siguen siendo percibidos como extranjeros debido al empleo de modismos relativos
a sus respectivos países de origen, con lo cual el proceso de extranjerización es retroalimentado.

La sensación de “vida interrumpida” como producto de la migración a Chile es también


una de las consecuencias observadas en los/as entrevistados/as y se asemeja al “tiempo
suspendido” documentado en estudios previos como efecto del retorno familiar en la segunda
generación (Aguilar y Lira, 1994; Castillo y Piper, 1996). Esta sensación ha sido atribuida en
investigaciones precedentes al hecho que, en la mayoría de los casos, la decisión de retorno fue
tomada por las figuras parentales y en contextos sociopolíticos de grandes presiones, con lo cual
el tiempo para los procesos elaborativos habría resultado insuficiente. Rebolledo (1999), además,
emplea iguales términos para conceptualizar la negación de los padres a realizar los trabajos de
duelo por las pérdidas vinculadas al exilio, así como la fantasía de poder recuperar tras el retorno
la vida desarrollada en Chile antes que se produjera la expatriación.

En nuestra opinión, si bien investigaciones anteriores (Aguilar y Lira, 1994; Castillo y


Piper, 1996; Rebolledo, 1999) confirman la alteración de la integración temporal producto de las
experiencias migratorias, en el presente estudio, dicha afectación adquiere un matiz más radical,
pues no se trata de una sensación de pausa en la historia que coexiste con la expectativa de
recuperar la continuidad sino que, por el contrario, en el caso de los/as entrevistados/as, la
sensación de “vida interrumpida” connota la aceptación del quiebre vital y la pérdida de la
cotidianeidad desarrollada en los países de exilio parental producto del retorno familiar a Chile.

120
Al respecto, hipotetizamos que en la diferencia entre ambas sensaciones, vale decir “vida
interrumpida” versus “tiempo suspendido”, incide el hecho que los/as jóvenes/as, al llegar a
Chile, constataron la desilusión experimentada por sus padres al contrastar el país idealizado con
el país al que realmente retornaban y al encontrarse con la imposibilidad de recuperar la vida
desarrollada previo al exilio. Frente a lo anterior, los/as entrevistados/as ven obstaculizadas sus
posibilidades de retomar lo perdido, con lo cual la sensación de interrupción vital persiste.

Varios de los/as jóvenes, por otro lado, refieren sentir un fuerte rechazo hacia Chile e
idealizan a sus respectivos países de origen. El primero de estos aspectos se halla, de acuerdo a
nuestra revisión, ausente en investigaciones previas, sin embargo, mantenemos la hipótesis que
corresponde a una reacción ante las experiencias discriminatorias sufridas, así como un ejercicio
de lealtad hacia las figuras parentales expresado a través de la identificación con el daño y el
dolor inflingido por el Régimen Militar y posteriormente perpetuado por los gobiernos de la
Concertación al promover la impunidad.

La idealización del país de origen, por su parte, sí se encuentra documentada tanto en la


primera (Barudy, 1993; Rebolledo, 1999; Bar de Jones y Cohen, 2000; Bar de Jones, 2001) como
en la segunda generación (Aguilar y Lira, 1994; Castillo y Piper, 1996) a modo de respuesta a la
pérdida del marco cultural del país de origen y la cotidianeidad allí desarrollada producto de la
migración.

En nuestra opinión, además, consideramos que esta idealización constituye una reacción
frente a las experiencias de invalidación social vividas en Chile ya descritas; a través de ella,
los/as jóvenes elevan la imagen del país de origen al lugar donde fueron felices, generando la
expectativa que al volver recuperarán dicho estado anímico. Esta idealización, a su vez, actuaría
como mecanismo de protección frente a las sensaciones de desarraigo y extranjerización al
promover la fantasía de un lugar al que se pertenece, minimizando u olvidando que, en ocasiones,
también allí se sintieron discriminados.

Vinculado a lo anterior, la totalidad de los/as entrevistados/as reportan deseos de emigrar


de Chile, aspecto que, aunque de un modo diferente, ha sido documentado como parte de los
efectos del exilio en la primera generación y conceptualizado por Rebolledo (1999) como “vivir
con la maleta lista”. Desde esta perspectiva, a través de las entrevistas hemos constado que al

121
igual que sus padres durante el período de exilio parental, parte de la segunda generación
entrevistada vive “soñando” con retornar al país de origen.

Este anhelo, a nuestro juicio, adquiere un matiz diferente en los/as hijos/as, pues en el
caso de los padre exiliados la expectativa del fin de la Dictadura se configuró como un elemento
concreto que sustentó colectivamente el deseo de retorno y continuidad de la cotidianeidad
interrumpida por el exilio. Por el contrario, en el caso de la segunda generación, este tipo de
fundamento no existe, por lo que los/as jóvenes deben desarrollar argumentos individuales
tendientes a mitigar la incertidumbre generada por la ausencia de un acontecimiento determinado
que asegure y respalde la posibilidad de retorno.

Pese a la diferencia de matices expuesta, consideramos que “vivir con la maleta lista” o el
permanente deseo de emigrar de Chile en la segunda generación constituye otra clara expresión
de la transgeneracionalidad del daño en el caso de exilio-retorno, aspecto previamente
documentado sólo en estudios relativos a la primera generación y que, a través de nuestro estudio,
evidenciamos en los/as hijos/as. Lo anterior, en nuestra opinión, actúa además obstaculizando los
procesos de identificación y arraigo a Chile de la segunda generación.

En estrecha relación con lo previamente expuesto, los/as entrevistados/as expresan


dificultades para generar proyectos futuros, consecuencia que ha sido previamente analizada por
Castillo (1996), quien se ha centrado en las dificultades para generar proyectos consistentes y
medianamente sólidos, vinculándolas a la existencia de mandatos históricos en los/as jóvenes
orientados a asumir el proyecto político interrumpido de sus progenitores.

En esta misma línea, hipotetizamos que en los conflictos para elaborar proyectos
expresados por los/as entrevistados/as interviene, además de la presencia de mandatos parentales,
la incapacidad de los/as jóvenes para ubicarse espacialmente a futuro debido a la ambivalencia en
cuanto a retornar o no a sus respectivos países de origen, así como la sensación de desarraigo
anteriormente mencionada.

Un dato interesante que llamó nuestra atención fue el darnos cuenta que la mayoría de los
padres de los/as entrevistados/as poseen educación universitaria y provienen de familias de
profesionales; estos/as jóvenes, a su vez, tuvieron acceso y terminaron o se encuentran cursando
alguna carrera en la universidad. Coincidentemente, la única persona que no logró continuar con
sus estudios y tuvo mayores dificultades en sus relaciones interpersonales y el proceso de

122
inserción a Chile, proviene de una familia perteneciente a un sector más humilde y cuyos padres
no ingresaron a la educación superior.

Las hipótesis para esta coincidencia pueden ser muchas, por ejemplo, podríamos pensar
que el menor nivel educacional puede tener un papel en cuanto a las herramientas con que se
cuenta para resolver las problemáticas; otra conjetura tiene que ver con la diferencia entre el
exilio de los altos dirigentes de la Unidad Popular y profesionales de izquierda, y el exilio de
los/as cientos de trabajadores/as del campo, las minas e industrias que también fueron
expatriados/as pero no contaban con mayores conexiones o herramientas para poder salir adelante
en el extranjero. En fin, podemos realizar múltiples presunciones con respecto a este punto, sin
embargo, no contamos en esta investigación con los datos suficientes para hacerlo, por lo que
puede constituir un tema interesante a investigar en el futuro.

Ahora bien, a través de éste estudio hemos descubierto, también, la existencia de una serie
de elementos que actúan como mitigadores de las consecuencias previamente descritas de la
transgeneracionalidad del daño en la experiencia de exilio retorno en la segunda generación. Los
elementos que expondremos a continuación, los factores mitigadores y sus consecuencias, no
fueron hallados en la literatura revisada, por lo que consideramos que constituyen aportes al
fenómeno estudiado.

El primero de éstos corresponde al nivel de apertura del sistema familiar hacia el contexto
social del país de exilio, es decir, la capacidad de la familia nuclear para establecer vínculos
durante el período de expatriación, tanto con otros/as chilenos/as exiliados/as como con personas
del país de acogida, integrando en sus redes de apoyo a un amplio número de personas y
transmitiendo a los/as hijos/as, con esto, que no existía una desconfianza per se respecto de los/as
otro/as.

Estos sistemas, como pudimos apreciar desde el relato de los/as jóvenes, aportaron en la
búsqueda de elementos que posibilitaran la elaboración de la historia política y de represión
vivida por los padres, ya sea desde la participación en nuevos espacios o el acceso a material
escrito o audiovisual que proporcionara componentes de simbolización. De esta forma, los/as
entrevistados/as pudieron ir conectando fragmentos de la historia familiar, además que contaron
con mayores redes de apoyo durante el período de exilio parental.

123
Otro factor importante surgido a partir de los datos guarda relación con el acceso a
espacios de transición tras el retorno; aquí pudimos apreciar que algunos/as de los/as
entrevistados/as, al llegar a Chile, ingresaron a colegios llamados “para hijos/as de exiliados/as”,
lo que permitió a los/as jóvenes integrarse al país de una manera más paulatina y a través de
espacios donde su historia y vivencias eran validadas por el entorno. Asimismo, la participación
en distintas actividades tales como agrupaciones musicales, políticas, de scouts, etc.,
constituyeron también facilitadores en este aspecto, permitiéndoles contar con mayores redes de
apoyo.

Un tercer elemento importante a tener en cuenta se relaciona con la capacidad que refieren
poseer algunos/as entrevistados/as para ver que las consecuencias de la represión no sólo
afectaron a su familia, sino que dañaron a la totalidad de la sociedad chilena. Esta noción o
percepción de daño en la sociedad producto de la Dictadura actúa mitigando el impacto de las
experiencias de discriminación e invalidación social vividas tras llegar a Chile, pues son
atribuidas y explicadas en función del trauma psicosocial.

A partir de estos agentes atenuantes, los/as jóvenes logran un nivel de resignificación de


su historia, aspecto que pudimos apreciar en sus relatos. Esta nueva dotación de sentido deriva,
por un lado, en la capacidad de los/as entrevistados/as de definirse a sí mismos/as más allá del
desarraigo y percibirse como “ciudadanos del mundo”, donde el arraigo ya no se restringe a una
única patria sino que se amplia a Latinoamérica o el mundo. A través de esto, consideramos que
la segunda generación intenta llenar el vacío simbólico que experimenta en cuanto a la
pertenencia.

Por otro lado y también producto de estos factores, varios de los/as entrevistados/as
refieren poseer una mayor conciencia y flexibilidad al analizar lo que sucede en el mundo, es
decir, que gracias a la experiencia de haber vivido en varios países perciben tener una mayor
capacidad para interesarse y analizar los procesos sociohistóricos que tienen lugar en diferentes
partes del planeta, integrando en su análisis variados elementos que les permitirían apreciar las
situaciones desde diversos ángulos.

Ahora bien, una vez culminada la discusión de los principales resultados de nuestra
investigación exponemos, a continuación, las conclusiones derivadas de nuestro trabajo. En
primer lugar, observamos que tanto los aspectos familiares como sociales se articulan de manera

124
dialéctica para configurar la transgeneracionalidad del daño en la segunda generación en la
experiencia de exilio-retorno.

En el ámbito familiar, por un lado, el daño percibido en los padres producto de la


represión vivida, el silencio respecto de estas experiencias y la carencia de familia extensa
durante el período de exilio parental constituyen elementos que afectaron y/o afectan
profundamente la dinámica familiar y han derivado en una alteración de roles, así como en la
ausencia de espacios de contención. Frente a este panorama, los/as hijos/as experimentan una
carencia de herramientas afectivas para enfrentar sus conflictivas, disminuyendo con ello las
posibilidades de elaboración y resignificación al interior del sistema familiar.

Respecto del contexto sociopolítico chileno, concluimos que toda forma de invalidación
social, ya sea en su variante organizada como la impunidad o la ejercida en las relaciones sociales
como, por ejemplo, las experiencias de discriminación sufridas tras la migración a Chile y la
minimización de los aspectos dolorosos vinculados a la experiencia de exilio-retorno, constituyen
factores de retraumatización y cronificación de la transgeneracionalidad del daño, pues a la
vivencia misma de invalidación se suma la reedición de las discriminaciones sufridas en los
países de exilio parental y la percepción que parte significativa de su historia es anulada
socialmente. Lo anterior sería, a nuestro juicio, la reactivación de la pérdida de reconocimiento
como ser social impuesta a los progenitores por medio del exilio y ejercida ahora en contra de
los/as hijos/as a través de la exclusión e invalidación.

A raíz de lo anterior, en las repercusiones psicosociales detectadas en la segunda


generación de exiliados/as-retornados/as chilenos/as destacan los procesos de extranjerización y
desarraigo, aspectos que coinciden con los efectos manifestados durante el período de exilio en la
primera generación. No obstante, a través del presente estudio constatamos que dichos
fenómenos persisten en los/as jóvenes, por lo que, a nuestro juicio, constituyen expresiones
actuales de la transgeneracionalidad del daño en la experiencia de exilio-retorno.

Observamos, además, que la segunda generación mantiene la sensación de quiebre en su


continuidad y muestra dificultades para generar proyectos futuros en Chile, pues se debate entre
deseos de volver y no volver ante el temor de un reencuentro cargado de desilusión debido al
choque entre el país recordado e idealizado y el país actual y real, probablemente diferente e,
incluso, ajeno, tal como ocurrió con los padres tras su retorno. Proyectarse en Chile implicaría

125
para los/as jóvenes establecerse en este país, enfrentándolos a la pérdida del país de exilio
parental y a la tarea de elaborar un trabajo de duelo con respecto a su pasado; asimismo, la
carencia de un lugar real de pertenencia genera un vacío que ya fue vivenciado en otro tiempo por
los padres, traduciéndose en sentimientos de soledad que pueden, incluso, derivar en desamparo.

A su vez, observamos en los/as entrevistados/as dificultades en el manejo emocional,


percepciones de sí mismos/as como invulnerables, altas autoexigencias, dificultades para elaborar
proyectos a futuro y conflictos en el ámbito de las relaciones interpersonales. Dichos elementos
confirman, en nuestra opinión, la existencia de un daño transgeneracional debido a las similitudes
con efectos psicosociales documentados anteriormente tanto en primera generación como en
otros casos de segunda generación.

Por último y considerando que la epistemología utilizada en el presente estudio es el


socio-construccionismo, cuya premisa fundamental consiste en la inclusión del investigador en el
campo de estudio a través de una relación dialéctica, recíproca y horizontal por medio de la cual
es transformado. Consideramos apropiado finalizar este apartado con una reflexión sobre el modo
en que este trabajo nos ha influido y transformado como investigadoras.

Tomando en cuenta que parte de nosotras vivió la experiencia de nacer en el exilio de


nuestros padres, el presente estudio tuvo una importante repercusión en nuestros propios
procesos, removiendo contenidos que manteníamos cerrados y obligándonos a retomarlos, lo que
nos permitió incrementar el grado de elaboración de varios temas. En esta misma línea, investigar
una temática que forma parte de nuestra propia conflictiva e historia personal representó un
importante desafío a lo largo de todo el trabajo, pues debimos procurar que nuestras propias
experiencias y vivencias no constituyeran un sesgo tanto al momento de relacionarnos con los/as
entrevistados/as como al analizar los datos.

A ello contribuyó, además, el hecho que una de nosotras no haya vivido la experiencia
estudiada, aportando otras miradas y análisis que ayudaron a minimizar los sesgos que, como
mencionamos, pudieron haber interferido en la investigación. Además, a pesar de no compartir la
experiencia del resto de las investigadoras, el presente trabajo aportó a éste miembro del equipo
un mayor acercamiento a la problemática.

126
Sugerencias

En consecuencia de lo expuesto hasta el momento, como futuras profesionales de la salud


mental planteamos a continuación una serie de sugerencias.

A nivel terapéutico, la terapia en sí ya cumple la función de ser un espacio de intercambio


simbólico, ordenando y dando sentido a aquello que ha quedado vacío de significado tanto en la
familia como en lo social. De esta manera, la sola decisión de iniciar un proceso psicoterapéutico
constituye un primer paso para desprivatizar el daño pues permite que éste sea abordado en
conjunto con un otro que, desde un nuevo vínculo, ayude a facilitar su elaboración.

Consideramos que el trabajo terapéutico debe darse desde dos espacios complementarios,
el grupal y el individual. La terapia grupal se presente como una estrategia apropiada para
trabajar con la población estudiada en la medida que ésta estimula la emergencia y la reedición
vincular (Gomel, 1997); es un espacio que permitiría a los/as jóvenes darse cuenta que otros/as
comparten experiencias similares a las suyas y trabajar en conjunto con los distintos elementos
que configuran el daño. Tomando en cuenta, además, que gran parte de las consecuencias de la
transgeneracionalidad del daño en los/as hijos/as de exiliados/as-retornados/as alude a las
relaciones en general, la terapia grupal sería un lugar adecuado para trabajar en la reparación y
reconstrucción de los vínculos, así como la generación de nuevas redes sociales.

En cuanto a la terapia individual, ésta debiera efectuarse de manera paralela y


complementaria al trabajo grupal, principalmente en casos de jóvenes con graves conflictos en su
integración afectiva, extrema rigidización e intolerancia, lo que podría conducir al abandono de la
terapia grupal al encontrarse con experiencias y opiniones diversas.

De cualquier manera, irrumpir en la cadena multigeneracional de injusticias y reconocer y


enfrentar los vínculos invisibles que se originan a partir del período formativo de crecimiento,
dentro de un contexto de reconocimiento de un/os otro/s significativo/s, permite reconocer el
daño sin activar fantasías de aniquilamento del Yo, resignificar y reparar las relaciones e instaurar
un nuevo equilibrio en los balances, mitigando los efectos de la transgeneracionalidad. En caso
contrario, estos lazos junto con todas sus consecuencias seguirán siendo vividos como pautas
repetidas en todas las relaciones y generaciones futuras.

127
Ambos espacios terapéuticos, en nuestra opinión, junto con orientarse al reconocimiento,
expresión y contención afectiva de las emociones y conflictos asociados a la historia personal de
la segunda generación, debe incluir, además, como objetivo transversal, la renuncia por parte de
los/as jóvenes de la visión de sí mismos/as como víctimas pasivas, otorgada ya sea por ellos/as
mismos/as o por el resto de la sociedad, y asumir un rol activo en la construcción de su propia
historia, dotando a sus experiencias y afectos de nuevos significados generados por ellos/as.

Se trataría, por ende, de un proceso de elaboración y resignificación que libere a los/as


hijos/as de la carga determinista del dolor parental. Con esto, no se trata de negar los efectos en la
segunda generación de la represión ejercida en contra de sus progenitores, sino de lograr
apropiarse de estas consecuencias y simbolizarlas, produciendo nuevos significados que
posibiliten la historización y la creación de su propia realidad.

Por otro lado, dado que estamos frente a un trauma psicosocial, generado y mantenido por
unas determinadas relaciones y estructuras sociopolíticas, la reparación no puede limitarse al
ámbito individual, precisamente porque ésta involucra un “procesamiento individual y social del
trauma, implica un reconocimiento que permite a las víctimas dejar de ser marginales, y cuya
verdad pueda ser integrada dentro de la verdad oficial compartida responsablemente por el
conjunto de la sociedad” (González en Restovic, 2004, p 81).

Desde esta perspectiva, la reparación debe ampliarse, involucrando en esta tarea tanto a la
sociedad como al Estado, pues los logros que se puedan alcanzar al interior del espacio
terapéutico requieren inseparablemente de avances en la esfera sociopolítica chilena con respecto
al reconocimiento, justicia y reparación de las violaciones a los Derechos Humanos. De lo
contrario, seguiremos manteniéndonos en un contexto que constantemente retraumatiza a la
población y remite la psicoterapia a un papel de paliativo, impidiendo una reparación integral y
efectiva para todos los/as chilenos/as.

Ante todo lo expuesto nos encontramos, entonces, con el desafío de abrir más y mejores
espacios, tanto individuales como sociales, que faciliten los procesos elaborativos de las
problemáticas señaladas y nos permitan avanzar en la reparación del daño que la represión dejó
en nuestra sociedad. Por una parte, el Estado debiera asumir un mayor compromiso con respecto
a los Derechos Humanos, invirtiendo mayores recursos y buscando de una manera más activa la
verdad, teniendo una posición más clara y fuerte sobre el reconocimiento del daño y la justicia;

128
en relación al exilio en particular, es de primordial importancia su reconocimiento como
violación a los Derechos Humanos, con un potencial traumático no menor al de otros
instrumentos represivos.

Es fundamental, además, dejar de pensar en el retorno como la instancia reparatoria del


exilio, para comenzar a concebir el exilio-retorno como un proceso que se compone de dos
momentos distintos, donde el segundo ha constituido un elemento retraumatizador más que el fin
de la represión, permitiéndonos entender como sociedad la real magnitud del daño que
experimentan los exiliados/as-retornados/as así como sus descendientes y, de esta manera,
elaborar proyectos sociales orientados a una mejor atención y una auténtica reparación del daño.

Por otra parte, desde la salud mental, la tarea a la que nos enfrentamos se relaciona con un
replanteamiento de lo que entendemos por psicoterapia, así como el rol que nos corresponde
como psicólogos/as en las temáticas de Derechos Humanos. Llama la atención la ausencia de
dichos contenidos en el nivel formativo de pregrado de los/as profesionales de la salud mental,
sobre todo considerando que aún tienen plena vigencia pues el trauma psicosocial social,
concordando con los planteamientos de Keilson (1979 en Bastías et. al. 2001), se mantiene en
nuestra sociedad a modo de tercera secuencia traumática.

A nuestro juicio, la no inclusión de temáticas respecto de los Derechos Humanos como


parte de la instrucción del psicólogo/a se relaciona directamente con el silencio social inducido
por el Estado respecto del daño producido por el Régimen Militar y la consiguiente identificación
alienada con este mandato por parte de la sociedad y las instituciones; es esta negación la que
continúa perpetuando el trauma y es aquí precisamente donde los/as psicólogos/as pueden tomar
un importante rol.

Para esto, consideramos importante la inclusión en la formación del psicólogo/a de


contenidos relacionados al tema, es decir, elementos tanto teóricos como prácticos que permitan
al profesional el abordaje y la intervención clínica con personas afectadas por el trauma
psicosocial heredado de la Dictadura. Consideramos que la presencia en el instrucción del
psicólogo/a de nociones y conceptos psicosociales básicos relativos a la traumatización y los
Derechos Humanos, pueden constituir herramientas fundamentales para el tratamiento apropiado
de estos eventos, así como también aportan a que el quehacer profesional se convierta en un
promotor de reales avances a nivel social.

129
Como hemos podido apreciar a través de este estudio, se han realizado grandes avances
desde Europa y Latinoamérica en la comprensión de las consecuencias de las catástrofes
sociopolíticas; en nuestro país, varios autores han aportado a esta comprensión desde al ámbito
clínico, por lo que existe ya en Chile un amplio trabajo.

En este sentido, nuestros resultados introducen nuevas bases en el estudio de la


transgeneracionalidad del daño en el caso del exilio-retorno, los cuales deberán ampliarse en
futuros trabajos pues, en este caso, privilegiamos la profundidad de la información frente al
número de participantes. Lo anterior es una de las principales limitaciones del presente estudio,
pues si bien llegamos a proponer un modelo teórico hipotético, es necesario más adelante
contrastar este modelo y complementarlo con más información, sin embargo, a nuestro parecer,
hemos dado los primeros avances para una interesante línea de investigación.

Trabajar con hijos/as de exiliados/as en Latinoamérica fue otra de las limitaciones de esta
investigación, si bien fue una decisión tomada intencionalmente por un interés en este grupo y
para no incluir la variable idioma dentro de los análisis, estamos concientes que con esta decisión
excluimos información valiosa que pudo haber aportado variables muy importantes al fenómeno.
De esta manera, tomar en futuros estudios a hijos/as de exiliados/as tanto en países
latinoamericanos como europeos podría contribuir a una mayor riqueza en los resultados,
sobretodo cuando desde el discurso de algunos/as entrevistados/as se aprecia diferencias en la
acogida al momento del retorno dependiendo de si vienen de Latinoamérica o Europa.

Una tercera limitante alude a la exhaustividad de la información a la que pudimos


acceder; por una parte, al estudiar un fenómeno que tiene importantes raíces en el ámbito
familiar, el testimonio de los padres y/u otros familiares podría haber sido una contribución
esencial a la investigación. Por otra parte, la desconfianza o resistencia de parte de algunos/as
entrevistados/as al momento de profundizar en su historia y, sobretodo, en las relaciones y
calidad de sus vínculos, dificultó el acceso a vivencias significativas que pueden hacer
enriquecido los datos.

La presente investigación ha hecho posible constatar la transgeneracionalidad del daño de


una generación a otra en el caso de exilio-retorno en un grupo de jóvenes, lo que aporta al
mantenimiento y perpetuación del trauma psicosocial en Chile. Asimismo, los resultados
obtenidos, si bien se encuentran enmarcados en la temática del exilio-retorno, pueden aportar

130
elementos utilies para investigaciones posteriores y/o para otros tipos de migración como, por
ejemplo, en los casos de desplazamiento forzado por razones políticas y/o económicas en
Latinoamérica (Colombia, Perú, Bolivia).

Finalmente, en él ámbito de los Derechos Humanos en Chile, consideramos que aún falta
mucho por delante en términos de validación y justicia para los/as afectados/as y la sociedad
chilena en su conjunto, pues muchos/as todavía no han sido reconocidos/as, no obstante, siguen
formando parte de nuestro país e intentan mantener la memoria histórica viva.

En el ámbito judicial, se ha tendido a remitir la reparación a retribuciones económicas,


dejando la tarea de la reparación subjetiva a los/as profesionales de la salud mental en desmedro
del reconocimiento social; lo anterior constituye una amenaza para la índole dinámica de la
sociedad misma pues al no reconocer el daño continuarán existiendo deudas sin saldar y
dinámicas sociales y familiares que se perpetuarán de generación en generación.

Los intentos por olvidar la historia continúan marginando y patologizando a quienes


sufrieron las más crueles violaciones a sus Derechos Humanos, atribuyendo su insistencia por la
búsqueda de la verdad y reparación a “venganzas” o distorsiones estructurales psíquicas que los
determinan; el concepto de justicia y cómo éste provoca desequilibrios en los balances
multigeneracionales, por su parte, nos proporciona una mirada dialéctica de la problemática,
abriendo posibilidades a una real reconciliación.

Como cierre, deseamos recordar la siguiente reflexión realizada por Martín-Baró (1990):
“Si la base de la salud mental de un pueblo se encuentra en la existencia de unas relaciones
humanizadoras y unos vínculos colectivos en los cuales y a través de los cuales se afirme la
humanidad personal de cada cual y no se niegue la realidad de nadie, entonces la construcción
de una sociedad nueva o, por lo menos, mejor y más justa, no es sólo un problema económico y
político, es también, por principio, un problema de salud mental” (Martín-Baró, 1990, p.37).

131
Arpillera El Retorno.Talleres Solidarios,
Arzobispado de Santiago, Vicaría de la Solidaridad

132
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Taylor, S. y Bogdan, R. (1987). Introducción a los métodos cualitativos de investigación.


Barcelona: Paidos.

137
Tisseron, S., Torok, M., Rand, N., Nachin, C., Hachet, P. y Rouchy, J. (1997). El psiquismo
ante la prueba de las generaciones. Clínica del fantasma. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Tocornal, X. y Vergara, M. (Obtenido el 17 de Noviembre de 2004). La Memoria del Régimen


Militar. Un Análisis Psicosocial desde la Perspectiva Socioconstruccionista. Centro de
Investigaciones Sociales. Universidad ARCIS. Disponible en: Biblioteca Virtual del Consejo
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http://www.clacso.org/wwwclacso/espanol/html/biblioteca/fbiblioteca.html].

V. G. (Comp.) (1980). Represión y Normativa Jurídico Institucional en Chile. Septiembre


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Vicaría de la Solidaridad. (1983). Información y Recomendaciones de Interés para los


Exiliados. Santiago, 10 de Noviembre: Arzobispado de Santiago.

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138
ANEXOS

139
ANEXO N° 1:
Consentimiento Informado.

CARTA DE CONSENTIMIENTO INFORMADO

Yo___________________________________________, acepto participar, a través de la entrega


de mi testimonio, en la investigación sobre Exilio y Retorno que realizan las Licenciadas en
Psicología Susana Latapiatt, Valeria Moscoso y Maya Zilveti de la Universidad de Santiago de
Chile, en el marco del desarrollo de su Tesis para optar al título de Psicólogo.

A su vez, declaro que conozco y acepto los siguientes puntos:


Las investigadoras se comprometen a resguardar la confidencialidad de los testimonios
aportados por los/as participantes de este estudio.
Para el registro de mi testimonio se utilizarán equipos de audio-grabadora.
Toda información emergente sólo será usada para fines académicos e investigativos.
Los/as entrevistados/as son libres de abandonar la investigación en cualquier momento, sin
necesidad de explicar sus motivaciones y sin que esto tenga implicancia alguna para ellos/as.
Dada la temática de este trabajo de investigación, estoy consciente de la posibilidad de que la
entrega de mi testimonio reviva aspectos dolorosos vinculados a mi experiencia; frente a lo
cual, las entrevistadoras se comprometen a aportar la ayuda e información necesaria a fin de
poder optar a un apoyo psicológico; en caso de que así lo decida.

__________________________
Entrevistado/a

_________________ _________________ ________________


Susana Latapiatt Valeria Moscoso Maya Zilveti
Lic. en Psicología Lic. en Psicología Lic. en Psicología

Santiago, ____ de ____________ de 2006

140
ANEXO N° 2:
Preguntas Guía para Entrevista.
1.-. Datos de identificación

2.- Genograma básico

3.- Descripción familiar

4.- Caracterización de relaciones familiares

5.- Rol del entrevistado/a en la familia

6.- Expectativas paternas respecto del entrevistado/a

7.- Historia de vida


Exilio Parental: ¿Cómo fue que tus padres llegaron a (país de exilio)?
(Historia Política y Represiva, Historia Familiar, Exilio)
Vivencia en país de Origen: ¿Cómo fue para ti vivir en (país de origen)?
(Infancia y adolescencia, Relaciones interpersonales y familiares, Conocimiento de historia política-represiva
parental, Actividades extra programáticas y su función o papel, Vínculos con Chile y con comunidad chilena)
Conocimiento de Chile previa migración: ¿Qué imagen tenías de Chile antes de migrar?
(Creencias, Percepciones, Expectativas)
Decisión de migrar: ¿Cómo se da la decisión de venirse a Chile?
(Nivel de participación de miembros en decisión, Sentimientos, Reacciones familiares)
Primeras experiencias en Chile: ¿Cuáles son las primeras experiencias que tuviste al llegar a Chile?
(Vivencia personal, Relaciones familiares -nuclear y extensa-, Reacción del entorno, Condiciones de
migración -apoyo institucional, familiar, condiciones materiales, etc.-)
Experiencias en Chile: ¿Cómo ha sido para ti vivir estos años en Chile?
(Relaciones familiares y sociales, Actividades extra programáticas, Vínculos con país de origen, Relaciones
con instituciones gubernamentales -temática de justicia y DDHH- impacto de esta relación en entrevistado/a)
Presente: ¿Cómo es tu vida hoy?
(Redes, Actividades, Autopercepción, Proyectos futuros)

8.- Impacto
¿Cuál sería, desde tu vivencia, el impacto de la experiencia de exilio de tus padres? (positivo,
negativo y qué influyó para que fuera así)
¿Cómo hubiese sido tu vida si tus padres no hubiesen sido exiliados?
¿Cuál sería, desde tu vivencia, el impacto de la migración a Chile? (positivo, negativo y qué influyó
para que fuera así)
¿Cómo hubiese sido tu vida si no hubieses migrado a Chile?

9.- Preguntas, sugerencias, dudas desde el entrevistado

141
ANEXO N° 3:
Información Necesaria para la Construcción del Genograma entregada a los/as
entrevistados/as.

ÁRBOL FAMILIAR
Para (re)construir la historia y realizar un árbol familiar es necesario recabar información de
al menos tres generaciones, es decir, abuelos, padres, hijos, nietos, etc.; los datos requeridos son:

Persona Entrevistada, Hijos y Cónyuges


Nombre. Fecha de nacimiento. Ocupación. Estado civil. Nombre de los cónyuges. Nombre,
sexo y fechas de nacimiento de los/as hijos/as. Abortos. Muertes. Causas de fallecimiento.
Adopciones. Casamientos. Separaciones. Divorcios. Ocupaciones y educación de los familiares
mencionados. Quién vive en el hogar ahora.
Familia de Origen
Nombre de la madre. Nombre del padre. Hermanos/as y su posición dentro de la familia.
Nombre y sexo de los hermanos/as. Nacimientos. Abortos. Adopciones. Casamientos.
Separaciones. Divorcios de padres o hermanos/as. Fallecimientos y causas. Segundas Nupcias.
Ocupaciones. Nivel educacional Quién ha vivido en el hogar durante su crecimiento. Situación
familiar en cada nacimiento o fallecimiento. etc.
Familia de la Madre y del Padre del Entrevistado/a
Nombre de los padres. Cuántos hermanos/as tiene y que posiciones ocupan. Nombre y sexo
de los hermanos/as. Nacimientos. Adopciones. Abortos. Muertes y causas. Casamientos.
Separaciones. Divorcios. Ocupaciones. Educación. etc.
Carácter Étnico
Antecedentes étnicos/culturales/religiosos de los familiares y sus lenguas maternas. etc.
Movimientos Importantes
Migraciones y sucesos familiares críticos y/o importantes. Transiciones. Cambios de
relaciones. Fracasos. Éxitos. etc.
Otras Personas Importantes
Todos aquellos que vivieron con o fueron importantes para la familia y/o el individuo. Datos
de estas personas. etc.
Para todos los Miembros Mencionados
Problemas médicos, emocionales o de conductas importantes. Problemas laborales.
Problemas de drogadicción o alcoholismo. Problemas con la ley. Signos de funcionamiento
exitoso. etc.
Relación con Cada Miembro Mencionado y entre Ellos
Caracterización de las relaciones familiares.

Realizaremos una cronología con el genograma, es decir, un listado en orden de aparición de


hechos importantes en la historia de la familia que pudieran haber causado un impacto; en esta
cronología recabaremos información tanto individual como del sistema familiar en su conjunto.

142
ANEXO N° 4:
Categorías de Análisis de Genogramas propuestas por McGoldrik y Gerson (1996).
I.Categoría 1: Estructura Familiar

A. Composición del hogar


1. Familia nuclear intacta 4. Hogar con tres generaciones
2. Familia uniparental 5. Hogares que incluyen a miembros no-nucleares
3. Familias de segundas nupcias de la familia

B. Constelación fraterna
1. Orden de nacimiento
2. Genero
3. Diferencias de edad
4. Otros factores que influyen en la constelación
a) Momento de la historia familiar en que nace cada hijo/a
b) Características del niño/a
c) “Programa” familiar para el/la niño/a
d) Actitudes e inclinaciones parentales sobre las diferencias de sexo
e) Posición fraterna del niño/a con respecto a la del padre
C. Configuraciones familiares inusuales

II.Categoría 2: Adaptación al Ciclo Vital

III.Categoría 3: Repetición de Pautas a través de las Generaciones


A. Pautas de funcionamiento C. Pautas estructurales repetidas
B. Pautas vinculares

IV.Categoría 4: Sucesos de la Vida y Funcionamiento Familiar


A. Coincidencia de sucesos de la vida C. Reacciones de aniversario
B. Impacto de los cambios, transiciones D. Sucesos sociales, económicos y políticos
y traumas

V.Categoría 5: Pautas Vinculares y Triángulos


A. Triángulos E. Triángulos en familias con hijos adoptivos
B. Triángulos padre/madre-hijo/a F. Triángulos multigeneracionales
C. Triángulos comunes de parejas G. Relaciones fuera de la familia
D. Triángulos en familias divorciadas y
vueltas a casar

VI.Categoría 6: Equilibrio y Desequilibrio Familiar


A. Estructura familiar
B. Roles
C. Niveles y estilo de
funcionamiento
D. Recursos

143
ANEXO N° 5:
Informes de Evaluación de Tesis.

Facultad de Humanidades

INFORME DE TESIS PARA OPTAR AL TÍTULO PROFESIONAL DE PSICÓLOGA

Transgeneracionalidad del daño en la experiencia chilena de Exilio-Retorno desde la


perspectiva de la Segunda Generación

ALUMNAS : Susana Latapiatt P.


Valeria Moscoso U.
Maya Zilveti V.

PROFESORA GUÍA : Dra. María Inés Winkler


PROFESORES/AS CORRECTORES : Mg. Patricia Pallavicini
Psic. Gabriela Wladdimiro
FECHA : 3 de enero 2007

La presente tesis se propone como objetivo conocer cómo se configura el fenómeno de la


transgeneracionalidad del daño en la experiencia de exilio-retorno desde la perspectiva de hijos/as
exiliados/a-retornados/as residentes en Chile. Proponerse el estudio de un tema como éste implica
tanto una postura política como ética, ambas dimensiones ineludibles constituyentes de la
investigación, según Maritza Montero (2001). Concordantemente, las autoras explicitan la relevancia
del tema y de las preguntas de investigación, en particular, identificando las omisiones o “deudas” que
la sociedad chilena tiene con las víctimas de las violaciones a los Derechos Humanos en el período de la
dictadura militar; así como también las omisiones simbólicas durante los gobiernos de la Concertación,
post-dictadura.
El Marco Teórico es pertinente y logra resumir los principales aportes en la temática,
incorporando especialmente las críticas que desde una postura psicológica y ética se hace a los
conceptos de trauma y estrés postraumático, evidenciando los componentes ideológicos que han
jugado un papel importante en la definición de tales conceptos.
La descripción metodológica es exhaustiva y descriptiva y permite a los/as lectores/as conocer
los caminos recorridos para alcanzar los resultados, es decir, el método.

144
Sin embargo, una de las principales innovaciones metodológicas –combinar las entrevistas con
los genogramas- no es lograda en el producto final. Se trataba de una propuesta en que se apostó por
la profundidad en el análisis de los datos –por ello, sólo seis entrevistas- pero no se logró mostrar el
aporte que significaba incluir los genogramas en el análisis. Predominan las revistas y los genogramas
quedan casi ausentes en la presentación final de resultados. Tal ausencia es más evidente en la
descripción de la Categoría II: Caracterización de Aspectos Familiares, donde queda la impresión que
no “le sacaron provecho a los datos”.
La Presentación de Resultados es clara, ilustrativa y da cuenta de lo encontrado. Sin embargo,
insisto en la debilidad de no incorporar la información proveniente de los genogramas. No puedo dejar
de preguntarme si la experiencia personal de las investigadoras influyó en la dificultad para elaborar
esta información. Y realizo un “mea culpa” en el sentido de que tal vez se requería mayor presencia
mía como directora de tesis en el procesamiento de datos y en la elaboración y procesamiento del
trauma.
En lo formal se trata de un trabajo de cuidadosa y excelente presentación, con una redacción
que se ajusta a lo habitual en trabajos de pre-grado y que permite reconocer la presencia de las
autoras no sólo en el uso de la primera persona -que apoyo- sino también en una cuidadosa reflexión
teórica legible en y entre líneas. Destaco también la preocupación por los aspectos éticos en la
investigación y la teorización.
Considero que por la calidad y méritos del trabajo realizado y presentado es indispensable
consumar el siguiente "paso natural" para una investigación de este tipo, cual es, su elaboración como
artículo para ser publicado en alguna revista de psicología y cumplir así la finalidad última que la
originó: contribuir a la formación de psicoterapeutas. En particular rescato la sugerencia de incluir en
la currícula profesional los temas del daño transgeneracional y los efectos del exilio-y el retorno- en la
salud de quienes lo han vivido.
En lo formal, algunos problemas de redacción y tipeo, como por ejemplo, la ausencia de título
en el Diagrama nº 2. Asimismo, en lo formal no queda claro el abordaje del objetivo específico nª 3º; ni
la incorporación de losa datos de los genogramas.
La discusión y conclusiones es potente; sin embargo, extensión de la discusión opaca la
prevalencia de las conclusiones de esta investigación.
Por todo lo anterior, y con mis más sinceras felicitaciones para sus autoras, evalúo la Tesis con
nota 6.6 (seis coma seis).

Dra. María Inés Winkler

145
Informe de evaluación de tesis

Transgeneracionalidad del daño en la experiencia chilena de exilio-retorno desde la


perspectiva de la segunda generación

Autoras: Susana Latapiatt, Valeria Moscoso & Maya Zilvetti


Profesora Guía: María Inés Winkler

Uno de los grandes aportes de esta investigación dice relación con abrir la mirada respecto a los
impactos de la represión política. Las acciones reparatorias que hasta ahora se han implementado
se han focalizado, fundamentalmente, en las personas directamente afectadas y omitiendo el
carácter social del trauma, que es lo que esta tesis y sus hallazgos relevan.

En consideración de esto, la pregunta que se plantean las autoras es compleja de abordar y


desarrollar, cuestión que logran mediante un adecuado diseño metodológico y con un
compromiso ético con los sujetos que formaron parte del estudio. El trabajo realizado es de gran
calidad y se destaca la elaboración de un modelo que articula las relaciones entre las diferentes
problemáticas y vivencias de los sujetos.

Como tareas pendientes, y aunque quedó enunciado en el documento, se sugiere discutir y


potenciar los recursos que posibilitan la resignificación y explorar vías para una redefinición
identitaria, que no limite la identidad a la identidad dada por el estado-nación.

Por lo anterior, califico la tesis con nota 6,7.

Patricia Pallavicini M.

146
Tésis para optar al Título profesional de Psicólogo: “Transgeneracionalidad del Daño en la
Experiencia chilena de Exilio-Retorno desde la perspectiva de la Segunda Generación”

Alumnas: Lic. Susana Latapiatt P.


Lic. Valeria Moscoso U.
Lic. Maya Zilveti V.

El tema abordado por las tesistas reviste una extraordinaria importancia, al introducirnos
en la comprensión del proceso de la transmisión del daño producido en hijos de exiliados
retornados a su país de origen.

Proporciona una mirada integradora de un problema psicosocial, utilizando una metodo-


logía adecuada a los propósitos de la Investigación.

Nos enfrenta a la concepción de un sistema familiar traumatizado, trascendiendo el


enfoque reduccionista e individual . No es sólo el individuo “enfermo” quien responde a
circunstancias amenazantes y perturbadoras del entorno, sino que los miembros de un
sistema familiar que en diferentes momentos, contextos y etapas de sus respectivos
ciclos vitales. intentan responder a la necesidad de enfrentar las exigencias y cambios
que acompañan al exilio-desexilio.

Sin embargo, la abundante información recogida y que podría haber contribuído a


profundizar y establecer nexos relacionales entre las generaciones, no es aprovechada
a cabalidad y se desestima un mayor análisis de instrumentos como los genogramas.

Asimismo, pese a constatar elementos traumáticos y efectos del daño que dan cuenta de
similitudes en los procesos vivenciados en la 1ª y 2ª generación, no se contemplan
instancias reparatorias que permitan integrarlos . La ausencia de una propuesta que con-
sidere una modalidad de Terapia Familiar que aborde aspectos disfuncionales de la
dinámica familiar y permita la elaboración de lo vivido no parece del todo congruente.

Se rescata su carácter de pionero y marcador de nuevas temáticas de investigación.

En consecuencia a lo expuesto, evalúo este trabajo de Tésis con nota 6.7

M. Gabriela Wladdimiro E.
Profesora correctora

147

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