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La paloma buchona, definida exactamente, es ave doméstica; pertenece por tal a dicho
grupo y por consiguiente no es, ni puede ser, ave de rapiña; carece de aquellos medios
que poseen tales aves propios para apresar e igualmente adecuados para apoderarse de
palomas y de otros animales.
En ambos casos, de la caza de palomas con el empleo del macho o de la hembra buchona,
el acto cometido de encerrar cualquier clase de palomos, con estos métodos y
procedimientos, daba lugar al parecer, sin meditación alguna, a la aplicación de
"ladrona", a esta paloma buchona, cuando en realidad dicho objetivo le correspondería
por entero a la persona que cometía este censurable hecho, siempre en el caso de que no
devolviese las palomas aprehendidas, producto de tales rapacerías o acciones de retener y
de aprovecharse, con fines lucrativos, de bienes ajenos.
La paloma buchona era, porque ya no existe, paloma ordinaria, esbelta, astuta, arrulladora
y sagaz, fecunda por sus medios naturales, apuesta, arrogante, muy decidida, constante y
tenaz, sugestiva o muy dada a sugestionar, y de un marcado instinto de seducción en
general, de persecución y de conservación.
Acerca del origen de la paloma buchona, según afirmaciones hechas por expertos,
veteranos y consecuentes aficionados, hoy decanos y técnicos de la afición, que practican
el deporte desde el siglo pasado, viejos como yo, que también lo soy, pero anteriores a
mí, se atribuye que fue traída a España por los árabes en la época de la Edad Media, a
raíz de su invasión en el año 711.
No cabe duda de que entonces, la paloma buchona, reuniría aquellas excelentes
condiciones y características, dada la pureza de su raza y de que sus poseedores las
emplearían como medio de distracción, de recreo, de aprovechamiento y de negocio.
En los primeros años del presente siglo XX, todo era aún igual; los medios, los
procedimientos, el uso y el cultivo de la paloma buchona, y su afición, no habían sufrido
variante alguna y se desenvolvía exactamente con todos aquellos defectos; tan sólo
habían sufrido alteración los elementos que eran poseedores de la misma; pues aquellos,
los primeros del siglo VIII, eran árabes; y los de esta Edad Contemporánea, del siglo XX,
somos españoles.
Entre aquellos españoles de los comienzos de este siglo XX, me encontraba yo; apenas
tenía entonces 10 años; había nacido en el año 1896 del pasado siglo, pero si recordar es
volver a vivir, aseguro que sentía ya cierta manifiesta inclinación por el cultivo de
palomas.
Mis primeras aves, del mismo orden, aunque de distinta condición, para mí, palomas en
aquellos días, fueron un par de tórtolas, que las tuve poco tiempo y las sustituí después
por dos pichones de aquella raza existente, que se cultivaba con verdadera profusión,
denominada de palomas buchonas.
Recuerdo que eran los dos de color azul, y que las puse en un jaulón adecuado, en el
tejado de mi domicilio, sito en las inmediaciones del antiguo Hospital Provincial de
Valencia.
Junto al mismo edificio de mi casa, y lugar en que tenía mis primeros pichones existía, en
funcionamiento entonces, el Cuartel del Refugio, en la calle del Hospital, caserón
antiguo, hoy desaparecido, que en la parte alta del mismo tenía una torre en forma de
pirámide con cuatro vertientes, en cuya base cuadrangular se posaban aquellos dos
pichones azules, a los cuales contemplaba y admiraba yo, abstraído, horas y horas, desde
el tejado de mi casa, en aquella monótona y quieta situación, en que ellos reconocían el
sitio y todas sus inmediaciones, para aquerenciarse y estar seguros en su vuelo, expertos
en sus movimientos y desenvolverse después, con certeza y facilidad, al pasar de
pichones a la condición de adultos.
A estos pichones siguieron otros, y más palomas, hasta que con mayor conocimiento y
edad fui sintiendo en lo más profundo mi inclinación y afición por todas aquellas palomas
que tuve, como digo, de raza buchona o laudina, las cuales constituían en mi el mayor
atractivo, y lo que es más, mi mejor entretenimiento y distracción.
El aficionado éste, de los comienzos de siglo, de aquella época turbulenta y desdichada
para esta afición, vivía entregado a maniobrar y actuar libre, sin dar cuenta a nadie,
dentro y fuera de su palomar, en lo que se refiere al uso, cultivo y empleo de aquella
paloma buchona.
Así, pues, la paloma valenciana se distinguía de la sevillana por el pico corto y tamaño
menor de ésta.
En el vuelo se distinguía por el buche más o menos abultado o redondo, y también por la
posición de la cola, ya si la tenía de forma plana o recta, o bien de medio arco, hacia
abajo o arriba, detalle conocido y denominado en el argot o léxico buchonista por los
nombres de "colom plá, cacho y brincat".
Los aficionados efectuaban cruces por vía de ensayo, empleando para ello sus palomas
con las de otras provincias, conservando siempre la base, para no perder la fuente natural
y dé continuidad de reproducción, de lo que era nativo, con miras a conseguir, con estas
pruebas, el tipo de ejemplar que mejorase en condiciones lo que poseían y que tuviese
más acentuado el instinto de captación para atraer y también el de conservación para
guardarse, pues era un peligro inminente que el palomo tocase palomar ajeno, debía saber
que podría encontrar con ello fácilmente el motivo para su desaparición.
Había buenos palomos en aquellos veinte primeros años de siglo, que alcanzaron
merecidamente prestigio, renombre y fama; como fuentes de abastecimiento y de
reproducción entonces, Cocentaina, Muro y Alcoy de la provincia de Alicante, y Albaida,
Játiva y Onteniente, de la de Valencia.
En aquellos años, la afición que se practicaba en casi todas partes salvo honrosas
excepciones, empleando la paloma buchona, dejaba mucho que desear, pues por regla
general, el aficionado, en el palomar raramente reconocía amigos, se dedicaba
abiertamente, sin escrúpulos, de una manera imprudente, a la aprehensión de las palomas
de quien fuera empleando para ello toda clase de medios y procedimientos constitutivo de
malas artes, tales como: lazos, cepos, redes de vuelo, redes de libre balancines,
trampolines, agujeros, palomas atadas, etc.
Ante tan lamentable situación, un grupo de buenos aficionados de Valencia nombró una
comisión representativa de los mismos, constituido por los señores D. Fulgencio
González, D. Eduardo Uhden, D. José Alt y D. Gonzalo Donat, para recabar el apoyo de
las autoridades, con mira que se dictasen las oportunas órdenes y medidas para sancionar
los abusos y hechos bochornosos que se cometían con el absurdo empleo de las palomas
buchonas.
Efectuada la visita al Gobierno Civil, y expuesta con todo detalle deplorable situación
que representaba dicho caso de tan continuados desmanes y desafueros, por el Excmo. Sr.
Gobernador Civil se dictó con fecha 13 de junio de 1908 la primera Circular gubernativa,
que amparaba la normal actuación de los aficionados y dictaba reglas y sanción para
todos aquellos que, lejos de observar una buena conducta, se dedicasen al uso y empleo
de la paloma con fines de perjuicio, lucrativos de malas artes para tal fin.
Ramon Fontelles