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EL EVANGELIO DE CRISTO.
Hechos 2: 14-42
¿Qué quiere decir esto? Era la pregunta. Era un día similar al anterior y
posiblemente sin mucho que aportar de diferencia para el próximo. Un grupo de
personas reunidas esperaban impacientes algo especial, alguna señal, alguna
indicación de que sus expectativas serían realizadas. De pronto, un tremendo
estruendo, el viento arreció y sopló fuerte llenando la casa donde estaban y
comenzó a ocurrir algo extraordinario, las personas hablaban de forma extraña
y sin embargo, se comprendían unos a otros, había confusión, de pronto se
juntó gran cantidad de personas, de Mesopotamia, de Frigia, de Panfilia y de
otros lugares, estaban atónitos, maravillados, perplejos, la gran pregunta entre
todos era la misma: ¿Qué quiere decir esto? Algunos comenzaron a burlarse,
fue entonces que Pedro se paró, esta vez, sin titubear, sin dudas, y comenzó a
disertar haciendo de la escena más insólita y maravillosa. A partir de ese día la
humanidad nunca sería la misma.
Es interesante notar que el evento que precede al discurso del apóstol Pedro
es el advenimiento del Espíritu Santo. Es importante recordar que las
manifestaciones fueron tan extraordinarias que la gente alrededor llegó a
pensar que había algún nivel de embriaguez entre los creyentes reunidos.
Pedro se levanta para aclarar que no es embriaguez ocasionada por el abuso
de bebidas estupefacientes, sino más bien advierte que el pueblo reunido se
encuentra lleno por la presencia del Espíritu Santo. Hasta este punto cualquier
intérprete del texto bíblico influido por la corriente carismática se sentiría, en
definitiva, cómodo con esta lectura.
Como segundo punto, la estructura del discurso del apóstol Pedro se vuelve
significativa: Comienza haciendo referencia a la experiencia de los dones
manifestados a través del advenimiento del Espíritu Santo, pero de inmediato,
busca un asidero escritural y apela a un texto profético de Joel 2: 28-32. Luego,
sitúa la centralidad del mensaje en la personalidad de Jesucristo, su vida, su
ministerio, sus enseñanzas, su pasión, su muerte, su resurrección y su
ascensión. Vuelve a citar un texto, en este caso el salmo 16: 8-11 del rey David,
y luego, en esa línea, el apóstol se enfila hacia provocar una profunda reflexión
en su audiencia, al parecer, con especial interés en los judíos presentes a
quienes exhorta a reconocer el Señorío de Cristo, señalando su
responsabilidad en la crucifixión y los padecimiento de Jesús y les anima a
optar con seriedad por el Reino de Dios representado en el Señorío de
Jesucristo. La frase con que cierra Pedro su discurso es enfática: este mismo
Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
La iglesia del Señor sigue siendo retada a vivir esta experiencia. No hablo en
aspectos sobrenaturales como las lenguas de fuego repartidas, que pueden o
no aparecer, no estoy seguro de que manera Dios decida llamar nuestra
atención; más bien entiendo que los más significativo sigue siendo y debe ser
la centralidad del mensaje en el ministerio, la vida, la pasión, la muerte, la
resurrección, la ascensión y el nuevo día del Señor que fue proclamado por la
iglesia; ese día del Señor esperado y anhelado por el antiguo testamento ahora
se cumplirá en la segunda venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo,
frente a lo cual somos exhortado a tomar postura ya que no podemos ser
indiferentes, debemos tomar decisión y anunciarlo a toda la humanidad. Pedro
lo hizo en el poder del Espíritu Santo, el pueblo del Señor solo necesita dejarse
usar por ese mismo Espíritu para anunciar la buena noticia del evangelio de
Jesucristo.