Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
El propio Domingo de Soto nos da a través de sus obras algunos detalles importantes de su
vida y de sus escritos. Por lo que se refiere a su evolución en el orden del pensamiento es de
gran valor la confesión personal que hace de su paso del nominalismo al tomismo. Lo dice en el
prólogo a su exposición de la Isagoge de Porfirio: "inter nominales nati sumus interque reales
enutriti". El autotestimonio más importante, que nos ofrece dentro de sus obras, es el que
encontramos en el Comentario al libro cuarto de las Sentencias de Pedro Lombardo, en el tomo
segundo, publicado en Salamanca a principios de 1560, el mismo año de su muerte. Se
encuentra al final del volumen, como colofón no sólo de esta obra, sino de todos sus escritos.
Son cuatro hojas en folio, en las que aparecen nombrados casi todos sus libros, algunos sólo de
modo genérico. Pretende particularmente hacer una retractación de algunas cuestiones
doctrinales defendidas en sus obras, y una petición de que en próximas ediciones se corrijan a
tenor de lo que deja consignado en este lugar. Advierte que quiere excusar la responsabilidad de
los escritos que él no ha podido corregir.
Domingo de Soto demuestra en este amplio colofón, como asimismo en otros pasajes de sus
escritos, que es un buen estilista. Las lecciones de clase y los tratados académicos no se prestan
fácilmente para lucir todos los recursos literarios de un profesor, sobre todo si se atiene con
rigor a las exigencias del método, de suyo demasiado hermético, de la Escolástica. Los
sermones y las ocasiones como la presente, aprovechando como despidida la parte final de su
obra, en que cabe una forma de expresión más afectiva o más cargada de sentimientos y de
vivencias, y se presta a una mayor flexibilidad de lenguaje, Domingo de Soto logra manifestar
sus buenas disposiciones para el bello decir.
"La obra -escribe aquí Soto- que con la probación de Dios hube comenzado, llega por fin a
su término. Mi alma me presagia que éste ha de ser para mí el último de los trabajos. He
consumido casi toda la vida entre papeles, explicando, componiendo, interlineando, revisando y
pasando hojas (lamiendo el dedo) con el dedo (vitam in chartulis praelegendis, exarandis,
interlineandis, revisandisque et lambendis pene insumpsi).
Gonzalo de Arriaga era hijo de ese convento dominicano y quería dejar bien sentada la
filiación del gran teólogo Domingo de Soto al convento de Burgos, insistiendo en que nunca
cambió esa filiación, a pesar de vivir tantos años en el convento de Salamanca y encontrarse tan
a gusto en él. Es en el cap. 14 donde transcribe el acta de su profesión religiosa.
Al copiarla dice expresamente "fue vista por mí en el Libro de Profesiones en esta forma:
Domingo a 23 días del mes de julio de 1525 años hiço professión fray Domingo de Soto, que en
el siglo se llamaba Francisco de Soto, natural de la ciudad de Segobia en manos del Reverendo
Padre frai Pedro Lozano, Maestro en Santa Theología, Prior deste monasterio de San Pablo de
Burgos, siendo General de la Orden el Reverendíssimo Padre frai Francisco Silvestre de Ferrara,
Provincial de la Provincia de España el Padre Maestro frai Diego de Pinedo. En fe de lo qual lo
firmaron de sus nombres los Padres infraescritos, etc."
En general este historiador Gonzalo de Arriaga por lo que se refiere a las biografías de esta
historia del convento de San Pablo de Burgos no ha sido tenido muy en cuenta. Nos ofrece unas
biografías muy ampulosas y muy laudatorias; los datos concretos son escasos y rodeados de
inútil retórica. Historiadores muy exigentes han preferido orillarlo. En la célebre polémica de la
patria chica de Francisco de Vitoria se adujo en favor de Burgos el testimonio de Arriaga y se
argumentó que, como conventual de Burgos, este historiador tuvo que tener delante el acta de
profesión de Francisco de Vitoria, y por lo mismo que hablaba basado en un testimonio de un
valor irrecusable, y que merecía por ello todo crédito.
Algunos autores, como V. Beltrán de Heredia, juzgaron que el retórico historiador Gonzalo
de Arriaga no tuvo el libro de profesiones en sus manos, pues no lo aduce en ese caso de
Francisco de Vitoria. Fue necesario el recurso a otra prueba 28 años más tardía que el acta de
profesión y de menos valor, pues no es un documento, sino una crónica, para considerar a
Burgos de modo definitivo como la patria chica de Vitoria. Sin embargo la verdad es que
Arriaga sí tuvo en sus manos el Libro de Profesiones del Convento de San Pablo de Burgos,
como lo dice expresamente a propósito de Domingo de Soto, y que, basado en el documento
primordial del acta de profesión religiosa, pudo afirmar, con todas las garantías de decir la
verdad, que Francisco de Vitoria era natural de la ciudad de Burgos.
Desde su atalaya del Tormes, Soto estaba al tanto de cuanto ocurría en España y fuera de
ella. Sintió muy al vivo los problemas que venían de América, y sobre ellos escribió, e intervino
ante el mundo intelectual y ante la corte en favor de los indios. Por su intervención en estos
problemas y su obra De iustitia et iure es considerado con Francisco de Vitoria cofundador del
Derecho Internacional Moderno y de la clásica Escuela Teológico-Jurídica Española o
Salmantina.
Sobre las cuestiones que planteaba la evangelización del Nuevo Mundo escribió una obra,
que él mismo cita y tenía por título De ratione promulgandi Evangelium (Acerca de la
promulgación del Evangelio) y que trataba de modo exhaustivo o muy amplio esos problemas,
ya que remite a ella a los que quieran conocer mejor su pensamiento acerca de esta materia.
Con la desaparición de esa obra, que era la apropiada para el estudio de tema de América, ha
de recomponerse su pensamiento mediante textos parciales que encontramos en sus otros
escritos. Tenemos en primer lugar su relección De dominio, pronunciada en la universidad de
Salamanca en 1535, antes de las relecciones de Francisco de Vitoria sobre los indios.
La obra, que figura entre los tratados de Bartolomé de Las Casas y se titula Aquí se contiene
una disputa o controversia, es en su primera parte el resumen que hizo Domingo de Soto sobre
la disputa pública entre el Padre Las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda en Valladolid en 1550 y
1551. El obispo de Chiapa lo publicó en Sevilla con otros tratados del Defensor de los Indios en
1552. Domingo de Soto se mantiene neutral, limitándose a la función que le han encargado de
resumir; sólo intercala en este escrito una observacion personal, moderando un tanto las tesis
lascasianas.
Muy importante para este propósito es la obra titulada De iustitia et iure libri decem, que
publicó Domingo de Soto por primera vez en Salamanca 1553. Añádase a esto un famoso
fragmento descubierto por el P. Vicente Beltrán de Heredia en el Códice Ottoboniano Latino
782 de la Biblioteca Apostólica Vaticana y que él considera una pequeña parte de una relección
perdida de Domimgo de Soto. Se titula este fragmento An liceat civitates infidelium seu
gentilium expugnare ob idolatriam. Habría pronunciado esa conferencia o relección Soto en la
Universidad de Salamanca en 1553 y trata sobre la guerra por motivos religiosos,
particularmente las de América. Jaime Brufau juzga más probable que sea un fragmento de la
obra perdida De ratione promulgandi Evangelium, escrito en 1554.
Textos muy significativos para la cuestión de Las Indias o de América encontramos también
en su gran obra de plena madurez y de tres años antes de su muerte, que se titula
Commentariorum in Quartum Sententiarum liber Primus, que publicó en Salamanca en 1557. Y
tenemos finalmente una carta muy significativa de Bartolomé de Las Casas a Domingo de Soto,
en la que se muestran las inquietudes de nuestro teólogo y en la que Las Casas da a conocer el
contenido de otras cartas dirigidas a él por el catedrático salmantino.
La fecha de la muerte la dan con toda precisión Arriaga y Colmenares, que la toman de
Domingo Báñez, que estuvo presente a aquel memorable trance. Lo cuenta Báñez en su obra De
fide, Spe et Charitate, publicada en Salamanca en 1596. Lo hace en una página muy emotiva en
que habla de sus predecesores dominicos en la Cátedra de Prima de Teología de la Universidad
de Salamanca. Recuerda con particular emoción a Francisco de Vitoria, a Melchor Cano y a
Domingo de Soto. Cuando murió éste comenzaba Domingo Báñez su profesorado de teología
en el convento de San Esteban de Salamanca, y nos dice que él presenció la muerte de Domingo
de Soto el 15 de noviembre de 1560, y que dio ejemplo de muy robusta fe y de gran humildad.
filósofos y teólogos. Las dos materias se encuentran en su pensamiento como formando una
unidad. En sus exposiciones teológicas se plantea muchas veces cuestiones o problemas que él
mismo denomina filosóficos.
Su nombre está muy unido al de Francisco de Vitoria en la formación de la Escuela
Teológico-Jurídica de Salamanca y en la fundación del Derecho Internacional Moderno.
Limitándonos a la pura filosofía Domingo de Soto es considerado como el reformador de su
enseñanza en Salamanca, en especial de la Lógica. Estudia este punto Vicente Muñoz Delgado
en Domingo de Soto y la ordenación de la enseñanza de la Lógica, en "La Ciencia Tomista" 87
(1960) 467-528.
Los historiadores de la filosofía consideran a Domingo de Soto como un seguidor en general
de la doctrina de santo Tomás de Aquino, pero sabiendo conservar su personalidad filosófica,
que le impulsa a buscar nuevos campos de aplicación, nuevos temas y nuevos argumentos.
Incluso que no tiene inconveniente en apartarse del tomismo en tesis importantes, como en la
distinción de la esencia y la existencia en las criaturas, que él parece negar en algún texto, a mi
juicio no muy claro, y en la imposibilidad absoluta de una materia prima sin forma substancial,
que también parece negar en algún otro.
Valor muy especial tienen sus Cuestiones sobre los ocho libros de los Físicos de Aristóteles.
Estas cuestiones han merecido pasar a la gran historia de las ciencias por las leyes ahí expuestas
sobre la caída de los graves, en que se adelanta ochenta años a Galileo. Sabemos que éste
conocía los escritos de Soto, pues los cita sobre otras materias. Todavía a mediados del siglo
XVIII se leen los comentario de Domingo de Soto a los Físicos de Aristóteles. Nicolás
Concinas en Iuris naturalis et gentium doctrina..., publicada en Venecia en 1736 hace un elogio
de Soto y transcribe unas frases del citado comentario. Dice de él que es "uno de los mayores
Filósofos y Teólogos de la Escuela y gloria y ornamento de la Orden Dominicana". Alaba su
sentido crítico particularmente en sus Cuestiones sobre los Físicos de Aristóteles, en cuyo libro
tercero, cuestión primera, se opone a la multiplicación de entidades o formas sin necesidad.
Antonio Senense Lusitano, O. P., en su Bibliotheca de los escritores dominicos (París 1585)
y Alonso Fernández, O.P., en Concertatio Praedicatoria (Salamanca 1618), después de
enumerar las obras impresas de Domingo de Soto, añaden que se dice que escribió además un
Comentario a San Mateo y otro a los libros De Anima de Aristóteles. Que dejó manuscrito un
Comentario al Evangelio de San Mateo lo sabemos por el propio Soto; ese manuscrito ha
desaparecido. Que escribiera Sobre el alma son sólo éstos los autores que lo dicen; debió quedar
manuscrito y correr la misma suerte del anterior.
Beltrán de Heredia al hablar de los manuscritos de los Maestros Vitoria y Soto, pues recoge
lecciones de ambos teólogos salmantinos. Son lecciones pronunciadas las de Domingo de Soto
en los años 1535, 1536 y 1537. La parte que voy a usar en mi trabajo corresponde al año
académico 1536-1537.
Este manuscrito no es una toma directa del dictado o de las explicaciones de la clase, sino un
resumen amplio hecho ya en casa con calma de esas lecturas escolares. Las lecciones de Soto
ocupan los primeros 221 folios; después hasta el fol. 336 o último contiene los comentarios de
Vitoria en 1537 a la Tercera Parte de la Suma de Teología de santo Tomás. El P. Beltrán de
Heredia, después de analizar detenidamente el códice lo considera bueno y como necesario para
una edición crítica de estas lecciones.
Santo Tomás, al exponer en la Suma de Teología su tratado sobre el hombre, nos dice que
considerar la naturaleza humana es algo que pertenece a la teología bajo dos aspectos: primero
por lo que se refiere al alma, y segundo también por lo que se refiere al cuerpo, pero en cuanto
relacionado con el alma. Domingo de Soto parece expresar lo contrario y de forma contundente.
Al comenzar a tratar sobre la naturaleza del alma afirma con palabras netas: "toda esta materia
es filosófica". Seguramente que no es difícil armonizar ambas afirmaciones, pero de hecho
suenan de forma distintas, y Soto no da explicaciones de esa afirmación suya tan rotunda y sin
ambages. Para santo Tomás lo que se refiere a la naturaleza del alma pertenece a la teología, y
para Soto la materia en torno a la naturaleza del alma pertenece "toda" a la filosofía. Muy
seguramente santo Tomás quiere decir que esta materia, además de filosófica, es también
teológica.
definición de santo Tomás del alma como "principio de la vida", porque esa sería la función de
ese cuerpo vital, comunicar la vida.
No satisface a Soto esa interpretación, porque santo Tomás pretende seguir en esto a
Aristóteles, y para ambos el cuerpo de suyo no expresa sino potencia y sujeción, y es la forma
que actúa sobre el cuerpo lo que coloca a éste en una especie u otra. Por consiguiente no hay
cuerpo vivo por sí mismo, sino que lo es por la actuación de una forma, que llamamos alma.
Los nominalistas afirmaban que toda alma, menos el alma racional, es cuerpo, pues sólo el
cuerpo es extenso, y las almas no racionales son extensas. Domingo de Soto ve en esto un
enfrentamiento claro con Aristóteles en el libro segundo De Anima, para quien no es la
extensión lo que distingue el alma del cuerpo. El cuerpo -dice- es substancialmente potencia. El
alma del caballo es extensa, pero no es cuerpo, porque no es potencia, sino acto vital o que da la
vida.
Según Aristóteles el alma no es cuerpo, sino el acto del cuerpo, y le da el nombre de
"endelechia". Esta palabra "endelechia" ha sido objeto de reñida controversia. Cicerón en el
primer libro de las Cuestiones Tusculanas dice que "endelechia" es una moción perenne y
continuada. Otros autores la interpretan como el "acto del cuerpo".
Este tema da origen a otra de las dudas o cuestiones que se plantea en torno a esta materia
Domingo de Soto. La expone en estos términos: ¿cuál de las dos interpretaciones de
"endelechia" es la mejor: la de moción o la de acto?
Guillermo Budé propone que tal vez se trate de dos palabras algo distintas: endelechia con
d, y entelechia con t. Si se escribe con d significa moción, y si se escribe con t significa acto del
cuerpo.
Otros defienden que las dos expresiones son en realidad la misma palabra, que los áticos
escriben con t, y el resto del mundo griego la escriben con d. Ambos términos significarían la
misma cosa, a saber, el acto del cuerpo. Según esto Cicerón se habría equivocado al interpretar
la palabra endelechia como moción. No cabe, pues, otro significado que el de acto del cuerpo,
escríbase esa palabra con d o con t.
Para escribirlo correctamente en buen griego debería escribirse con t, y traducirse, según el
modo común de hablar entre los filósofos, diciendo que el alma es el acto o principio activo del
cuerpo.
Expuesta así la doctrina sobre la naturaleza del alma en general, estudia luego Domingo de
Soto la naturaleza del alma racional o humana. Como teólogo se pregunta Soto si es de fe que el
alma racional sea incorpórea o subsistente por sí misma, y por lo tanto si es herético mantener la
doctrina contraria. En su exposición se esfuerza en combinar lo que dice la filosofía con lo que
enseña la teología sobre esta materia.
Responde primero con claridad que no es de fe la incorporeidad del alma ni es herético
pensar lo contrario, es decir que el alma sea corpórea e insubsistente por sí misma. Sin embargo
defiende que decir que el alma no es incorpórea y que no subsiste por sí misma es una
disonancia con la verdadera filosofía. Ser incorpórea y ser subsistente por sí misma significa
idéntica cosa, y ciertamente está en disonancia con la fe afirmar que nuestra alma depende del
cuerpo como las almas de los animales brutos.
Desde la luz natural de la inteligencia humana, sin recurrir a la Revelación sobrenatural o
divina, es necesario decir que el alma del hombre es subsistente por sí misma, pues Aristóteles
enseña que el alma humana es perpetua e incorruptible.
Por la Sagrada Escritura sabemos que Dios la creó para que disfrutara de la eterna
bienaventuranza. Luego por su misma naturaleza tiene la subsistencia, sin la necesidad del
concurso del cuerpo, y por consiguiente es un error manifiesto decir que que el alma humana no
es subsistente por sí misma.
Muchos se han opuesto a la razón dada por santo Tomás de Aquino para demostrar la
subsistencia y la independencia del alma con respecto al cuerpo. Dice en efecto santo Tomás
que el alma para conocer debe estar despojada de la materia de las cosas que conoce.
Domingo de Soto: Vida y Antropología – Ramón Hernández O.P. 10
Los argumentos dados contra esa argumentación de santo Tomás son varios. En primer
lugar, si el alma para conocer no debe poseer la naturaleza de lo que conoce, el alma no podría
conocerse a sí misma ni a las otras almas. Además el alma participa de la naturaleza del ser y de
la substancia, y sin embargo conoce el ser y la substancia.
Por si esto fuera poco, los sentidos internos se conocen a sí mismos y sus operaciones. Y
más claro y palpable se ve todo esto en el sentido del tacto. El sentido del tacto participa de la
naturaleza del calor, y sin embargo siente los calores extraños.
Concluyendo, y a pesar de tantas y tan fuertes objeciones, debo decir -asegura con la mayor
convicción Domingo de Soto- que no hay otra razón para probar que el alma carece de cuerpo,
si no es la ya indicada de santo Tomás, dejando aparte la consideración de la fe.
Santo Tomás en esto coincide plenamente con Aristóteles: la potencia, para que conozca una
cosa, debe encontrase desprendida de ella, de su naturaleza.
Lo prueba porque conocer es en cierta manera padecer o sufrir en sí el objeto conocido
(cognoscere est quoddam pati). Ahora bien nada se padece, si antes no se carece de ello. Para
que el ojo sufra el color, es necesario que carezca del color.
El genio práctico de Soto apura las objeciones y las dificultades para llegar mejor al
conocimiento de la naturaleza de las cosas. Al hilo de lo anterior se hace esta pregunta: si el ojo
fuera blanco ¿podría conocer lo negro?
La respuesta que da es negativa, y razona de la forma siguiente. Para que una potencia
conozca, debe hacerse en acto el objeto conocido. La potencia cognoscitiva debe ser
indeterminada, para poder recibir las formas de todas las cosas. Por eso, si el ojo fuera blanco,
no podría conocer otro color, porque ya era en acto un color determinado, el blanco. Según
Aristóteles el entendimiento pasible es simple e indeterminado, para poderse hacer todos los
objetos.
En conclusión la razón dada por santo Tomás es óptima para probar que el alma es
incorporea. Y nos da la base para resolver las objeciones.
El alma se conoce a sí misma, pero no de forma inmediata, sino a través de las especies, que
recibe del cuerpo. Si el alma fuese un cuerpo, ya estaría determinada a una especie concreta de
realidades, y no podría hacerse todas las cosas, como en efecto se hace el alma humana o
racional.
Sin embargo del hecho de que el alma es substancia no se deduce que no pueda hacerse otra
cosa. Es en efecto una substancia espiritual, y por consiguiente indeterminada y dispuesta para
hacerse todos los objetos.
Si el ojo fuera diáfano podría conocer todos los cuerpos diáfanos, porque eso no es
obstáculo para poder recibir las especies de los colores.
Que el tacto participe de la naturaleza del calor, no es un impedimento para que sienta el
calor de los cuerpos extraños, pues posee el calor en una proporción distinta. Si tuviera el calor
del fuego, no podría sentir el fuego.
Otra cuestión difícil que se plantea Domingo de Soto es la siguiente: ¿cómo debe entenderse
la subsistencia del alma?
Para Escoto, advierte, no hay razones naturales que prueben la perpetuidad del alma. La
única prueba es la Revelación, la Sagrada Escritura. Dice expresamente que las razones de santo
Tomás no tienen valor demostrativo.
La duda es si el alma es de tal manera independiente, o separada del cuerpo en la operación,
que se pueda decir con verdad que actúa el alma sola y no el todo. Santo Tomás persiste en que
las acciones son del compuesto o individuo o supuesto, y no de las partes que lo componen, y
debe por ello defenderse que es todo el hombre el que quiere, y es todo el hombre el que
entiende.
El alma por consiguiente no está separada del cuerpo en cuanto al obrar. Sin embargo,
debemos dejar bien sentado que así como el alma comunica su ser al supuesto, de esa misma
forma le comunica su obrar. Y esto se armoniza sin dificultad con la afirmación de que el alma
puede estar sin el cuerpo, aunque, cuando está en el cuerpo, comunique su actuar al supuesto o
individuo.
Ya Aristóteles, en el libro 1º Sobre el alma, texto 13, se plantea esta cuestión: ¿las
operaciones del alma son comunes del hombre, o hay algunas operaciones que son propias o de
Domingo de Soto: Vida y Antropología – Ramón Hernández O.P. 11
sólo el alma? Aristóteles dice en ese lugar que únicamente la intelección y la volición son de
sola el alma; las otras son de todo el compuesto.
Domingo de Soto advierte que no es ésa la diferencia entre intelección y sensación, pues
también la intelección necesita la intervención del órgano corporal. Santo Tomás había
precisado que el órgano es necesario para la intelección por parte del objeto, mientras que para
la sensación es requerido también por parte de la potencia.
Por eso el principio elicitivo de la intelección es el alma informada por las especies, sin la
necesidad de un órgano corporal. En cambio el principio elicitivo de la sensación es el órgano
corporal con el alma. Se dice por ello que la diferencia entre la intelección y la sensación está en
que la primera es de sola el alma, y la segunda es de todo el compuesto.
Pero esto, repetimos, no es verdad absolutamente hablando, pues es todo el hombre el que
siente, y es todo el hombre el que entiende. Sólo son verdades esas expresiones por lo que se
refiere al principio elicitivo: sola el alma es el principio elicitivo de la intelección, mientras que
el principio elicitivo de la sensación es el compuesto del órgano y del alma. Y es ésta la que
debe ser considerada como la verdadera doctrina de Aristóteles.
Sin embargo para Platón no es ésa la diferencia entre entre intelección y sensación, pues
afirma que el alma sola, sin ningún órgano corporal, es el principio elicitivo tanto de la
intelección como de la sensación. Y así, según él, el alma es toda la esencia del hombre.
Lo mismo enseñan Ocham y todos los que colocan las sensaciones en sola el alma.
posible. Y dice que el entendimiento agente es simple y siempre en acto. Esto ha hecho pensar a
algunos, como a Cayetano, que para Aristóteles el entendimiento agente no está formalmente en
nadie, sino que está actualmente separado de todo sujeto.
Domingo de Soto dice aquí que afirmar eso es ridículo, y falso e indigno de discutirse.
Otro texto controvertido de Aristóteles es el que cita santo Tomás en el libro segundo de la
Suma contra los gentiles, cap. 79, y que pertenece al libro primero De Anima, textos 65-66, donde
escribe que el entendimiento parece ser cierta substancia que ni se corrompe ni envejece.
Aristóteles en el libro segundo Sobre el alma, texto 21, hablando del entendimiento y de las
potencias vegetativas dice que son separables como lo perpetuo o incorruptible de lo temporal o
corruptible. Santo Tomás de Aquino glosa este texto diciendo que Aristóteles siempre habla en esta
materia bajo la duda, pues siempre dice "videtur".
Domingo de Soto asegura que esta interpretación del Aquinate encierra su gran parte de
verdad. Y lo explica de la siguiente forma. En Aristóteles la creación es imposible. Ahora bien, si el
alma es forma simple y no dependiente del cuerpo, tiene que ser creada. Esto nos ayuda a
comprender cómo Arstóteles no pudo considerar el alma como plenamente independiente del
cuerpo.
Nos queda por exponer lo que dice respecto de nuestro problema la pura razón natural.
Juan Duns Escoto establece estas dos conclusiones. Primera: hay algunas razones naturales
tanto de los filósofos como de los teólogos que son probables. Segunda: ni las razones de los
filósofos ni las de los teólogos concluyen con todo rigor.
Ya hemos visto lo que de Aristóteles dice santo Tomás: que parece que siempre dudó de la
perpetuidad del alma.
Domingo de Soto actúa en este tema, como también lo hace en otros, como verdadero filósofo,
y sabe distinguir los diversos niveles de certeza de las ciencias y de sus propias demostraciones. Así
en filosofía natural no podemos pedir razones tan evidentemente demostrativas como en las
ciencias matemáticas. Por otra parte, si en esta materia hay alguna razón que convenza más que las
otras es la dada por santo Tomás de Aquino y aceptada por muchos autores. Y la razón dada por
santo Tomás es que el alma no se corrompe con la corrupción del todo.
Escoto sin embargo piensa que esto es algo que no se sabe por la sola razón: que no es
verdaderamente demostrable.
Domingo de Soto cree que puede caber una verdadera demostración de orden filosófico. Para
él el alma tiene el ser por sí misma, independientemente del cuerpo. La razón es que la naturaleza
de las cosas en cuanto al ser se conoce por el obrar. El alma humana no puede depender del cuerpo
en cuanto al ser porque su obrar específico es el entender y el alma conoce todas las cosas, tanto
materiales como espirituales.
Que no se corrompa el alma del hombre es manifiesto porque es toda ella en sí misma acto y
forma. Alguno, anota Soto, podría llevar esta argumentación al absurdo, diciendo que por esa
misma razón habría que admitir que el alma no puede ser aniquilada. Niega Domingo de Soto esta
consecuencia, porque ambas actitudes potenciales pertenecen a categorías distintas: el poder para
no corromperse se encuentra dentro de los seres incorruptibles, mientras que el poder para no ser
aniquilado o para aniquilar se encuentra fuera de los todos seres naturales o creados.
En una cuarta proposición se explica cómo es posible que todos los hombres entiendan por un
solo principio. Dice así: el entendimiento agente se une a todos los hombres por medio de las
especies inteligibles. Todavía en una quinta proposición se precisa más esta doctrina: las especies
inteligibles se encuentran en esa substancia separada que es el entendimiento agente único para
todos los hombres, pero se hacen nuestras o de cada uno por su conexión con esas mismas especies
o reprentaciones en cuanto están en nuestra fantasía.
Averroes quiere hacer fácilmente comprensible esa doctrina de un entendimiento separado y
explica que ese principio común no se encuentra distante de los hombres en cuanto al accidente de
situación o situs. Como el entendimiento agente no tiene cantidad, no puede estar distante del
hombre, y se une a él en cuanto que ese principio abstrae las especies inteligibles de los fantasmas o
representaciones sensibles de los objetos y las proyecta en el entedimiento posible o personal de
manera abstracta.
Por este motivo podemos hablar de nuestro entendimiento agente y de nuestro entendimiento
posible. De esta forma puedo decir que yo entiendo, puesto que entiende ese principio agente por
medio de las especies abstraídas de mi fantasía o de mis representaciones sensibles.
Esta es la razón por la que muchos aristotélicos dicen que nuestra alma es mortal. Santo
Tomás cree interpretar auténticamente a Aristóteles, al defender que ese entendimiento agente o
principio elicitivo de la intelección se une al hombre como principio formal o forma substancial del
cuerpo humano.
Una cuestión muy debatida en la edad media y que siguió tratándose en los albores de la
moderna era el de la unicidad y comunidad del principio intelectivo o su multiplicidad y diversidad
en cada hombre.
Domingo de Soto, inspirado en la doctrina de santo Tomás, hace esta formulación categórica:
es imposible que haya un solo entendimiento común para todos los hombres.
Luego se esfuerza por probarlo mediante un conjunto de observaciones. La primera es que
puedo estar yo entendiendo una cosa mientras que tú no estás entendiendo nada, o estás
entendiendo otra o la contaria.
Segunda: si fuera el mismo el entendimiento de todos, podría existir en el mismo
entendimiento respecto de una misma cosa una actitud de fe, y de ciencia y de opinión.
Tercera: admitiendo el entendimiento común, nadie podría enseñar nada a otra persona,
porque lo que uno sabe lo sabe también el otro.
Después de estas reflexiones estudia Domingo de Soto la diversidad entre las representaciones
de la fantasía y las del entendimiento, también llamadas éstas "especies inteligibles". En la fantasía
caben las representaciones individuales de los sujetos de cada especie, mientras que en el
entendimiento las representaciones inteligibles son sólo de carácter universal.
Recoge inmediatamente Soto a este propósito el problema que se plantean los autores de
cómo es posible que en la misma fantasía se den al mismo tiempo las representaciones de Juan y de
Pedro, siendo así que no pueden caber en el mismo sujeto dos accidentes de la misma especie.
Los autores se las ingenian para buscar o hacer las correspondientes distinciones. Tomás de
Vío Cayetano lo explica de esta forma. Esos fantasmas o represtaciones individuales de Pedro y de
Juan en la fantasía, aunque no son diferentes en su ser de noticia, sí lo son en su ser de cualidad;
como una estatua de oro y otra de plata de un mismo personaje no son distintas por lo que se refiere
a su ser de figura o de representación, pero sí son distintas por lo que se refiere a su naturaleza o a
la materia que las constituye. Es la solución admitida también por Sóncinas en su Metafísica.
Domingo de Soto no juzga probable esa solución, porque si son sólo diferentes en el orden o
en la especie de la cualidad, se sigue que una representación es más perfecta que otra, como lo
advierte santo Tomás en la cuestión setenta y cinco de esta Primera Parte de la Suma de Teología,
artículo séptimo.
La solución ofrecida por otros autores es que las diversas representaciones se sitúan o se
colocan en las diversas partes de la fantasía. Domingo de Soto rechaza también esta explicación,
pues dos representaciones de unas mismas características (como si vemos Pedro y a Juan a una
misma distancia) no hay razón para que una representación vaya a una parte y otra a otra parte
distinta de la fantasía.
La explicación que ofrece Soto es más sencilla. Los accidentes pueden ser considerados o por
razón del sujeto, como la blancura, que puede encontrase en dos sujetos distintos, y pueden ser
Domingo de Soto: Vida y Antropología – Ramón Hernández O.P. 14
considerados en su razón de objeto o de noticia. Sólo en este segundo caso cabe la diferencia
numérica en las representaciones de la fantasía, como son diferentes en la fantasía las especies
sensibles de Pedro y de Juan.
En el entendimiento la representación es de otra manera. Esas dos representaciones
numéricamente dististas de la fantasía se convierten en una sola especie o representación en el
entendimiento, y representa no a un hombre concreto, sino a todos los hombres.
Por eso algunos tomistas llegan a decir que en el entendimiento no hay conocimiento de los
singulares, sino sólo de los universales. Esto puede tener su aspecto de verdad, pero no lo es
absolutamente hablando, porque la especie inteligible de carácter universal no pierde su referencia
a las representaciones o noticias singulares y sensitivas de la fantasía, y el entendimiento
espontáneamente relaciona con éstas su especie inteligible.
Estos dos aspectos del entender ha dado origen a la siguiente doble denominación:
entendimiento directo y entendimiento reflejo. El entendimiento directo o acto directo de entender
termina en la especie o representación inteligible en el entendimiento posible o paciente, y el
entendimiento reflejo o acto reflejo de entender, que es también natural y se realiza
espontáneamente, es como una vuelta hacia la fantasía, relacionando lo entendido, o especie
expresa o expresada en el entendimiento posible, con las especies singulares sensibles que se
encuentran en la fantasía.
A pesar de su defensa a ultranza de la simplicidad del alma, la relación de dependencia de ésta
con el cuerpo parece a veces excesiva. Él enuncia la doctrina de muchos tomistas, según los cuales
las almas se distinguen unas de otras por sus diversas relaciones al cuerpo.
Nos ofrece esta comparación: como en este agua se produce este determinado calor, y no otro,
y esto por razón de esta materia y de este tiempo, así sucede con las formas substanciales; se
distinguen porque en esta materia se introduce esta forma.
De modo semejante también las almas se distinguen por las materias. Pero, una vez que se
hacen distintas, permanecen distintas por sí mismas, sin ordenación o subordinación a la materia.
Domingo de Soto advierte que la mayoría de los autores han preferido en esto la doctrina de
Aristóteles y de santo Tomás de Aquino, que enseña la unicidad del alma intelectiva en el hombre,
a la doctrina de Platón, que distingue varias almas: nutritiva, concupiscible y cognoscitiva.
Ocham en el Quodlibeto 2, cuests. 11, y 12 defiende que en el hombre es necesario poner dos
almas, la sensitiva y la intelectiva, pues de lo contrario el hombre no podría entender dónde hay
sensaciones e intelecciones.
Advierte Soto que santo Tomás aduce a este propósito como autoridad en su favor un libro
antiguamente atribuido a san Agustín, titulado De ecclesiasticis dogmatibus. No es, dice Soto, de
san Agustín, pero sí del tiempo de san Agustín y de san Jerónimo, pues fue escrito contra Joviniano
y otros herejes de la época. Es un libro que gozó siempre de mucha autoridad y rechaza la dualidad
de almas: una animal, que da la vida al cuerpo, y la otra espiritual, que es el principio de la razón.
Sólo hay un alma en el hombre, que vivifica al cuerpo y confiere al hombre la facultad de la razón.
Por otra parte, si hubiera dos almas en el hombre, se seguiría que por la adquisición de la
segunda de ellas, es decir, del alma racional, no tendría lugar propiamente la generación del
hombre, como también se seguiría que por la separación del alma racional no tendría lugar la
muerte ni la corrupción del compuesto o ser humano.
Recurre aquí Domingo de Soto a una comparación del orden físico muy frecuente en él. El
agua, cuando recibe el calor, no es engendrada, pues ya era un ente en acto, antes de recibir el calor.
Del mismo modo, si al venir el alma racional, ya estaba el alma sensitiva, no hay generación con el
advenimiento del alma racional.
Después de haber atendido a la opinión de Ocham, que contradice la de santo Tomás,
Domingo de Soto tiene en cuenta la peculiar doctrina de Juan Duns Escoto. Para este célebre
Doctor Sutil santo Tomás presupone en esta materia un falso principio, a saber, que la forma
substancial da el ser de la cosa, pues nada puede darse el ser a sí mismo.
Domingo de Soto: Vida y Antropología – Ramón Hernández O.P. 15
Domingo de Soto replica a esta argumentación de Escoto diciendo que santo Tomás entiende
la cuestión no de manera efectiva, porque esto es propio de la causa eficiente, sino de manera
formal, y es de este modo como la forma substancial da el ser a los entes: no en cuanto los produce,
sino en cuanto los informa.
Volviendo al ejemplo, tan invocado por Soto, del agua, recibiendo el calor. Si cupieran dos
formas substaciales en un mismo ser, no podríamos probar que el calor no sea una nueva forma
substancial de ese agua. En ese caso ciertamente se podría decir que en el agua hay dos formas
substanciales y que en el hombre hay dos almas, que son también las dos formas substanciales.
No vale argüir que es algo distinto el caso del calor, que puede venir al agua y marchar de
ella, permaneciendo el agua; en el hombre, en cambio, no sucede lo mismo, pues, si quitamos el
alma racional no permanece el hombre.
Soto utiliza para su demostración argumentos teológicos, pero también gusta argüir desde la
pura filosofía y desde la mera razón natural. Desde el terreno de la sola razón natural da el siguiente
argumento. Si el alma sensitiva es en el hombre distinta del alma racional, no parece imposible que
en el asno u otro animal el creador infunda el alma racional y el asno se convirtiera así en hombre,
lo cual parece absurdo.
Otra razón, muy recurrida en filosofía escolástica y también muy utilizada por Soto en casos
similares, es que no debe ponerse pluralidad cuando no hay necesidad. Por consiguiente, si basta un
alma para explicar suficientemente los dos conocimientos, sensitivo y racional, no deben ponerse
dos almas.
Un argumento en pro de la tesis de Ocham de la necesidad de dos almas, una sensitiva y otra
racional es la que exponemos a continuación. Dos apetencias contrarias no pueden darse en el
mismo sujeto. En el hombre se dan apetencias contrarias: por el apetito sensitivo se quiere una
cosa, que por el apetito racional es rechazada. Domingo de Soto responde que esos dos actos no se
dan en realidad de modo inmediato en el mismo sujeto, porque el apetito sensitivo tiene como
sujeto inmediato todo el compuesto, mientras que el sujeto inmediato del apetito intelectivo es el
alma.
Una de las objeciones que se pone Soto hace referencia a la física del movimiento, muy
utilizada por él. Dice la objeción: el mismo en número es el movimiento en el hombre vivo y en ese
hombre muerto. Luego también debe ser el mismo el móvil. En efecto para la identidad del
movimiento, no se requiere sino la identidad del móvil. No parece que valga decir que basta la sola
materia, sino que se requiere la identidad de todo el compuesto de materia y forma.
Se pone el ejemplo del hombre que es precipitado en un abismo y muere en el trayecto, antes
de llegar al fondo del abismo. El movimiento sigue siendo idéntico, como también lo sigue siendo
el móvil. Luego hay una forma substancial que queda después de la muerte y da la unidad a ese
móvil, que sigue su trayecto, pero ya muerto.
Para unos no seguiría siendo el mismo movimiento real, sino sólo según las apariencias.
Domingo de Soto no tiene inconveniente en conceder que la identidad del movimiento, en igualdad
de circunstancias, la concede la identidad del móvil, y que el movimiento en el ejemplo puesto es el
mismo el comenzado por el hombre vivo y seguido y terminado por ese hombre muerto en el
trayecto. Pero Soto considera una falacia concluir la necesidad de una forma substancial, distinta
del alma racional, que dé identidad a ese compuesto, pues para la identidad del movimiento basta la
unidad accidental, que mantenga la misma materia o cuerpo.
la segunda de las objeciones es de carácter más psicológico. Parece que hay algunos
accidentes que se dan en el hombre como tal, y no sólo en la materia, antes de la introducción del
alma racional. Luego hay en el hombre una unidad antes de la unión con el alma, y vendría dada
esa unidad por el cuerpo humano y la forma de corporeidad. El antecedente parece claro respecto
de aquellos accidentes que son disposiciones a la introducción del alma racional, y que son primero
en el orden de la naturaleza a ese alma racional.
Soto niega que haya accidentes antes de la introducción del alma racional, pues el alma
racional hace virtualmente (es decir, por su fuerza o virtud) todo lo que correspondería hacer al
alma vegetativa, a la forma de corporeidad, al alma sensitiva y, por supuesto, todo lo propio del
alma racional. Todos estos efectos los realiza en el mismo instante de tiempo, aunque en el orden
de la naturaleza sea primero el ser corpóreo, luego el ser vivo, después el ser sensitivo y por último
el ser racional.
APÉNDICE
JUAN DE LA CRUZ, O. P.
Corónica de la Orden de Predicadores... dirigida al Serenísimo Príncipe de Castilla Don
Carlos... (Lisboa 1567)
[Lib. V]
Fue este sigular varón y siervo de Dios natural de la ciudad de Segovia, según en los títulos de
sus libros ponía frequentemente; creo yo para honrar su patria, como verdaderamente la honró y
ennobleció en [fol. ccxlvii vb] estas tierras, y en las agenas donde sus escrituras se leen. Después de
la primera criança que tuvo en casa de sus padres, la qual de creer es sería muy buena, a quien tales
medios y fines se siguieron, estudió assí las Artes como la Sagrada Theología en la universidad de
París, donde llegó a graduarse de Maestro en Artes. Después vino a la universidad de Alcalá, en la
qual rigió una cáthreda con grande acepción del estudio y esperança de mayor grado.
Pero el siervo de Dios, considerando que aunque tal estado de Doctor, assaz es loable y
provechosa para la ánima y para los próximos, pero tiene anexos algunos peligros (por los quales
dice el Apóstol [I Cor 8] que la ciencia hincha a los que la tienen, si juntamente no posseen la
caridad que edifica, la qual caridad padece muchos combates y impedimentos en el siglo, por la
conversación de los hombres de diversos tratos y condiciones) determinó ciertamente no sin lumbre
y ayuda del Spíritu Sancto, el qual (como el Psalmista dize [Ps 30]) esconde a los suyos en su
morada de la turbación de los hombres en religión, y por la razón y consideración sobredicha
escogía la Orden de San Benito en la casa de Nestra Señora de Monserrate. Y para effectuar su
ardiente deseo, partió de Alcalá y fue a la dicha casa.
Pero nuestro Señor, que en su secreta providencia le tenía escogido para otros servicios, le
aparejó ally un hombre docto, con quien se confessó y comunicó su propósito; el qual, sabida su
erudición, y conoscida su [fol. ccxlviii ra] abilidad, le consejó, y totalmente le persuadió que no
entrasse en aquella Orden, donde escondiesse el talento que Dios le avía dado, y con que podía
aprovechar a la Yglesia.
Por lo qual movido por Dios dio la buelta a tomar el hábito y orden de Sancto Domingo, en la
qual pudiesse por acomodados medios conservar y augmentar la sancta charidad de Dios y del
próximo, prosiguiendo juntamente el exercicio de las letras, para que Dios le avía dado natural
inclinación y grande abilidad. Tomó el hábito en San Pablo de Burgos de edad de treinta años.
Algunos dixeron que entró en religión por escrúpulo de conciencia que tuvo porque antes avía
apartado por su consejo a otro estudiante de ser frayle. No lo affirmo por cierto, puesto que algunas
vezes lo contava a sus familiares como de tercera persona, y se creía que a él avía acaescido. Pero,
si assí fue, indicio manifiesto es de la sanidad y rectitud de su alma.
Y no sólo satisfizo con su persona, mas por su exemplo y persuasión traxo a la Orden un
compañero de su estudio y de su edad, que después fue Maestro en Theología, y uno de los Padres
que con grande religión perseveraron en Las Indias, llamado fray Domingo de la Cruz. En el
monesterio conversó muy religiosamente con mucha humildad y obediencia, guardando el rigor de
su observancia sin algún respecto de sus años y estudio, antes su edad y letras le hizieron más
zeloso de su propia religión, y zelador de la agena, como en la verdad fue siempre amador [fol.
ccxlviii rb] y procurador de toda virtud y sólido frayle de Sancto Domingo.
Iuntamente con la virtud de la religión tanto creció y se perficionó en la sciencia que vacando
en Salamanca la cathedra de bísperas de Theología, la provincia le propuso a la universidad para
ella, y la llevó, puesto que tuvo fuerte opositor, y la leyó por algunos años, hasta que vacó la
cathedra de prima, por ausencia y cessión del Maestro fray Melchior Cano. Porque entonces de la
cáthedra de bísperas pasó a la de prima con grande favor y contentamiento de la universidad, en
cuya leción hizo grande fructo de los estudiantes, y llevó mucho adelante la sapientíssima doctrina
y maravilloso estilo de enseñar del Padre fray Francisco de Victoria de sancta memoria, a quien él
por humildad y por exemplo oyó algunos días quando leya la misma cáthedra.
De ally fue mandado por el Emperador don Carlos al concilio Tridentino, que entonces se
celebrava, en el qual assistió todo el tiempo que fue congregado, y tuvo en él el lugar del Maestro
de la Orden de Predicadores por su absencia, que es muy principal en los concilios de la Sancta
Yglesia, y el primer voto de las Órdenes Mendicantes. Y en las disputas y tratados que antes de la
determinación del concilio se hazían por letrados, tuvo grande authoridad, y él juntamente con un
obispo de la Orden de Sant Francisco, italiano, llamado Cornelio, ordenó el estilo y puso en escrito
las sentencias y cánones del dicho concilio por comisssión de los Legados del [fol. ccxlviii va] Papa
que presidían.
De ally le llamó el Emperador don Carlos para su confessor, y le confessó por algún tiempo.
Pero, sintiendo este officio por grave carga y amando la quietud y seguridad de su spíritu y el
exercicio de las letras, para que sin duda havía nacido, pidió y alcançó licencia para bolver a
Domingo de Soto: Vida y Antropología – Ramón Hernández O.P. 18
España, después de acabado o suspendido el dicho concilio. En este tiempo fue cierto que el
Emperador le dava el obispado de Segovia, y por las razones sobredichas se escusó. Y el
emperador le proveyó a la persona, cuya vida y letras el varón sabio y religioso le aprovó, porque
avía sido su discípulo y avía en él conoscido virtudes dignas de tal elección, y el Padre volvió a la
universidad de Salamanca a proseguir su cáthedra hasta que la jubiló.
Pero todavía el Emperador tuvo tanta estima de su consejo que quando de Flandes bolvió a
España para se recoger (como se recojó en Yuste), dende Valladolid le mandó llamar, y consultó
con él algunas cosas graves, que convenía para el descanso de su conciencia. En la lición de su
cathedra y en el escribir libros (de que luego diré) trabajó tan continuamente, y con tanto ánimo y
perseverancia quando viejo, como en mocedad. Porque por maravilla se distraya alguna vez del
estudio, sino para cosas pertenecientes al bien de las ánimas o al culto divino, señaladamente para
celebrar, porque ningún día faltava de dezir missa.
Todo el otro tiempo estaba ordinariamente en su cella. Antes, quando estava fuera della y en
qualquier recrea- [fol. ccxlviii vb] ción que tomava siempre tenía el entendimiento ocupado,
meditando lo que avía de leer, de escrivir, o corriendo por la memoria lo que ya tenía aprehendido,
lo qual se conoscía claramente en su gesto y meneos, tanto que alguna vez parecía que de todo lo ál
estava olvidado, sino de su estudio. Por esta razón se desocupó quanto pudo con la obediencia de
otros exercicios y cargos de la Orden, para que por su religión y prudencia era bastante.
Porque solamente fue Prior del convento de Sant Estevan dos vezes, y la postrera no pudo
acabar, y se hizo absolver, donde mostró su religión y gracia de charidad con sus súbditos. Porque,
dado que tan ocupado estava, no dexava los exercicios de la Orden. Y muchas vezes de el coro yva
a leer a las escuelas, haziendo siempre una breve oración ante el Sancto Sacramento.
La predicación exercitava raras vezes, pero en los sermones que hazía mostrava la
profundidad de su entendimiento y copia de sciencia, y lo que más es fervoroso zelo de las ánimas.
Para dar consejos estava pronto por su charidad, no solamente en cosas particulares que le
preguntavan diversas personas, mas en cosas gravissimas, sobre que era consultado del Consejo
Real y del Consejo de la Inquisición. Porque conoscían en él lo que verdaderamente tenía,
fortíssimo zelo de la religión christiana y amor de justicia.
Lo qual assaz manifiestan los libros que dexó escritos, en unos de los quales poderosamente
disputa y confunde la falsedad de los herejes mo- [fol. ccxlix ra] dernos, y enseña la cathólica
doctrina, y en otros como en el De Iustitia et Iure enseña y determina la obligación que los hombres
de todos los estados tienen para el servicio de Dios, y justos contratos, y conversación con los
próximos.
Y allende desto escrivió otros de declaración de las Escrituras divinas, y otros de las artes
liberales con deseo de aprovechar a los estudiosos assí principiantes como aprovechados. Pero
trabajando en estos exercicios sin tener cuenta con su salud, llegó el término de su vida no muy
viejo, porque, enfermando en su convento de Salamanca, aunque una vez tornó a convalescer,
recayó en la enfermedad con mayor peligro, en el qual tiempo se dispuso para morir como hombre
tan cathólico y de tanta sciencia y prudencia.
Finalmente recibió todos los sanctos sacramentos con ardiente fe y grande fervor,
mayormente el Sanctíssimo Sacramento de la Eucharistía, en el qual, preguntándole el sacerdote
que se la dava como es costumbre de la Orden: Creéis que es éste Jesuchristo Hijo de Dios vivo? se
esforçó tanto que parecía que se quería levantar azia el Sacramento y dixo: credo verissime.
Después sin agonía ni alguna turbación, en presencia de sus hermanos todos los religiosos del
convento, recibiendo primero el sancto sacramento de la estrema unción, que él pidió con grande
instancia que se le diese, dio el ánima a su criador el treze de octubre del año del Señor de mil y
quinientos y sessenta y fue sepultado por sus fray- [fol. ccxlix rb] les y por los religiosos de todas
las Órdenes que ay en la ciudad, y por Doctores y Maestros y estudiantes de las escuelas y colegios,
y por el Obispo de Ciudad Rodrigo que a la sazón era reformador del estudio.
[Difiere este cronista, Juan de la Cruz, de Domingo Báñez y de sus seguidores con respecto al
día y al mes de la muerte de Domingo de Soto. Con Juan de la Cruz está Antonio Senense Lusitano
en su Bibliotheca...].