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sobre los prejuicios -la cocina serrana definitivamente aceptada en la costa- y habla del respeto por las costumbres culinarias que nos resultan ajenas. Puede ser tan cotidiano o tan extrao como un gato guisado en Caete, un perro comido en China o una ardilla estofada en un pinar de Castilla. Con el tiempo aprend algunas cosas ms. Roco Orihuela me ense que los mejores son los machos de menos de un kilo y supe de su ta Doris las claves que rigen la preparacin en El Tarwi: un confitado lento en aceite, hasta que la carne est tierna, y una fritura del lado de la piel, en aceite muy caliente, hasta dejarla crujiente. All entend que el bocado ms sabroso extrao y parco, pero increble- es la cabeza; precisamente el que muchos eliminan. Otros me hablaron de razas inti, andino, peruanito, crespo- que he ido probando en algunos rincones de la sierra, aunque todava no alcanzo a identificar las diferencias. En los ltimos cinco aos lo he comido en casi todas las preparaciones imaginadas: chactado, guisado, apanado, a la parrilla o en versiones tan llamativas como el monumental cuy pekins de Astrid & Gastn. Tambin he ledo del cuy relleno, aunque nunca tuve el gusto. En cualquier caso, recuerdo alguno memorable, como el que preparan en Kututu Wasi, uno de los comedores ms humildes de Ayacucho. Tampoco estn mal el de Tradiciones Huanuqueas, en el camino de Hunuco al aeropuerto (si no fuera por las secuelas de la granja que rodea el comedor), el de La Tullpa, en Huancayo, o, de vuelta a Lima, el que prepara Fausto en el Pum Kay de Benavides, frito en trozos y adornado con una picada de
ajo y kion. Ayer mismo com medio cuy en Panchita y volv a caer rendido ante esa carne blanca, jugosa y delicada.