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Los Ingenieros del Renacimiento

Un análisis del libro de Bertrand Gille

Por NICOLE SCHUSTER

En su libro Los Ingenieros del Renacimiento, el autor, Bertrand Gille, sustenta


que la época, conocida como la del "Renacimiento", se caracteriza por el
surgimiento de la categoría de los denominados "ingenieros", que sobrepasa la
condición de "maestro de las máquinas de guerra", como se solía llamar a los
artesanos-constructores de la Edad Media. Estos últimos fabricaban los artefactos
de guerra pesados, como las catapultas, en base a conocimientos empíricos, dado
que los instrumentos de medida, en este mundo donde la matemática empezaba
solamente a ser introducida en la enseñanza de las universidades, se revelaban de
lejos insuficientes, situación que se hizo igualmente sentir durante el
Renacimiento. Al contrario, el ingeniero del Renacimiento, para poder enfrentarse
a las nuevas realidades técnicas de la época, tiende siempre más hacia un esfuerzo
de racionalización de las leyes físicas que rigen el mundo. El Ingeniero debía
desempeñar las funciones de arquitecto civil, militar, constructor, diseñador, y
pensador, aunque aquel esfuerzo de reflexión no desembocó obligatoriamente en la
proliferación de innovaciones técnicas y militares, como se hubiera podido asumir.
Es desde ese entonces que se esbozara una tímida interacción entre la ciencia y la
técnica, aun cuando el nuevo ingeniero se distinguirá siempre más del futuro
científico, el cual se mueve a otro nivel de abstracción, destacándose del sector
de la pura tecnicidad.

Para sustentar su tesis, el autor hace un breve recorrido de las fuentes


manuscritas de la Antigüedad griega, romana, de las del Imperio bizantino, en las
cuales se encuentran consignadas las técnicas contemporáneas en uso y que
confirmaban la existencia de un espíritu "técnico". Luego, analiza el periodo de
la Edad media, que se caracteriza por la copia de los manuscritos antiguos, y
aprecia la influencia técnica y científica que esas reproducciones han tenido
sobre los ingenieros europeos a partir del siglo XII, y particularmente del
Renacimiento. El autor estudia el Tratado militar de Guy de Vigevano, que anticipa
los cuadernos de los ingenieros del Renacimiento, así como repasa los escritos
técnico-militares de la Escuela alemana. Entre éstos últimos se destaca el de
Konrad Kyeser, cuyos dibujos serán ampliamente reproducidos en los manuscritos
posteriores, particularmente en los italianos, sin que, desgraciadamente, fuese
citado su nombre. A esta obra se añade el Manuscrito de la guerra husita, escrito
en Alemania, y que data del periodo ulterior a 1420. Bertand Gille explora
asimismo las dos generaciones italianas, que precedieron la época personificada
por Da Vinci. Entre los autores de la primera generación, encontramos a Filippo
Brunelleschi, Taccola, León Battista Alberti, Roberto Valturio. En la obra de este
último se nota la influencia de Flavio Vegecio, antiguo autor de la obra De Re
Militari, cuyo título será retomado por Valturio para su tratado de técnica
militar. El tratado de Valturio tuvo gran éxito durante más de medio siglo después
de su publicación, y fue dedicado al ex – condotiero Malatesta devenido en
Príncipe y dedicado al mecenazgo. Francisco di Martini, cuya carrera fue
injustamente eclipsada por la de Da Vinci, el cual no dudó tampoco en copiar sus
dibujos, marca la transición definitiva hacia la segunda generación, de la cual Da
Vinci fue un notable representante.
El estudio de la compilación de manuales tradicionales evidencia la influencia de
Vegecio, la cual, a parte de haberse cristalizado en el tratado de Valturio, como
lo habíamos mencionado, se manifiesta también en varios otros ingenieros del
Renacimiento. Entre no solamente los ingenieros de la primera generación, pero
igualmente en los trabajos de Da Vinci, el antiguo Vitruvio ocupa un sitio de
honor, más que el romano Frontin.
En Italia, todas las obras publicadas bajo, principalmente, la égida de los
humanistas y mecenas italianos, quedaron impregnadas de la tradición escrita
técnico-militar, de la cual se tiene dificultad en salir, aunque en esta época
había ya aparecido el cañón, arma revolucionaria a nivel de la táctica, estrategia
y de construcción militar.
Sin embargo, se percibe en los manuscritos que se publican en el siglo XV y XVI
una voluntad más fuerte de exactitud en el dibujo, una importancia mayor otorgada
a la perspectiva, especialmente desde Da Vinci, y que confirma el espíritu de
cooperación que unía a los artistas y los sabios desde el inicio del Renacimiento.

Gran parte del libro enfoca la vida de Leonardo da Vinci, su carrera de ingeniero,
su lado técnico, y su "método", el cual, según Bertrand Gille, no existe. Como lo
señala el autor, es inexistente porque Leonardo es dotado de una curiosidad
inmensa que desgraciadamente lo lleva a dispersarse, lo cual le impide
especializarse en ciertos sectores, y por ende, a erigir los pilares de una
investigación metódica. Además, Bertrand Gille indica que, aun si Leonardo Da
Vinci lega un número amplio de dibujos a la posteridad, su aporte a nivel de
innovaciones técnicas fue mínimo, dado que no brindaba soluciones prácticas
viables, pero quedaba de una manera u otra fijado en el espíritu de su tiempo
orientado hacia el análisis y la reproducción literal de los dibujos anteriores.
El autor ha estimado necesario colocar a Da Vinci en su justo contexto, es decir,
sin alabarlo demasiado como era costumbre hasta la mitad del siglo XX. Porque,
aunque se puede detectar en Da Vinci un cierto esfuerzo de reflexión sobre los
mecanismos que rigen el funcionamiento de varias máquinas de la época, su estudio
del armamento, por ejemplo, es inexistente, y como sus compañeros de la época
entonces escultores, pintores, constructores, Leonardo se interesaba más en la
fortificación militar y prefería dedicar un número importante de sus trabajos al
sistema hidráulico de las obras públicas. Pero, en estas áreas, tampoco resultó
ser un descubridor. Sin embargo, no se puede denigrar al florentino, puesto que su
deseo de observación y el de usar ciertas nociones de cálculo en la elaboración de
máquinas que dibujó, pone a este último entre los precursores de los ingenieros
modernos.

El autor nos demuestra que el Renacimiento estaba fuertemente anclado en la


tradición antigua, aún si ésta fue enfocada de manera diversa por cada uno de los
países europeos. Tenemos así a los alemanes que no conseguían emanciparse de ella,
razón por la cual se encontraron en la imposibilidad de dar el salto hacia el
progreso técnico, mientras que los italianos, a pesar de reconocer su mérito, no
le atribuyeron a la tradición manuscrita la importancia que le otorgaban los
teutones, y sin embargo no pudieron superarla. Efectivamente, pese al hecho que
los italianos manifestaban una capacidad creativa superior a la de los alemanes,
demasiado aferrados al mundo de la técnica militar, sus dibujos de máquinas de
guerra eran a menudo meras fabulaciones, como las que poblaban el imaginario
medieval, y no tenían aplicación práctica.
Además, la adopción durante una gran parte de la Edad Media de los principios
aristotélicos que se sobreponían a la visión arquimediana, la cual había sabido
unir de manera más pragmática ciencia y técnica, representó un verdadero freno
para la época del Renacimiento. Desgraciadamente, Aristóteles, que impuso al
Occidente medieval su noción del impetus, desvió gran parte de los estudios sobre
el movimiento y, consecuentemente, sobre las del tiro en la artillería.

En conclusión se puede afirmar que, pese a esta tradición que dominaba las
compilaciones de la época y el hecho que los mecanismos de comprensión eran mal
canalizados debido a que estaban basados en la visión física aristoteliana colmada
de errores, el cuerpo naciente de "ingenieros", como Francisco di Giorgio Martini
o Leonardo Da Vinci, evidenció una verdadera voluntad de reflexión para entender
la tradición, a fin de integrarla mejor a las realidades técnicas vigentes de ese
entonces. Esta tentativa de razonamiento posibilitó a los ingenieros ulteriores
asimilar y superar esta tradición, fenómeno que desembocará en el establecimiento
de un método de investigación más sólido sustentado en una mayor sistematización.
Dotados de conocimientos científicos que iban acrecentándose, esos nuevos
especialistas de la técnica racionalizada iban a poder enfrentar mejor los
requisitos del mundo técnico de los siglos siguientes.

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