Vous êtes sur la page 1sur 5

MENTE CRISTIANA Y

MUNDO CONTEMPORÁNEO
Teoría bíblica sobre el aborto

ABORTO
Un trato inhumano a dos seres humanos

Armando H. Toledo

El dilema del sí-o-no al aborto es el signo de una civilización


espiritualmente enferma que ha perdido la base sobre la cual poder
juzgar la dignidad humana. Es la herencia posmoderna o poscristiana
que nos han legado los líderes del mundo que han querido
experimentar cómo se vive sin valores eternos que trasciendan las
épocas, los nacionalismos y los meros intereses materiales.

Pero cuando los límites para ciertas conductas son eliminadas, se está en peligro de olvidar nuestro
ilimitado potencial para la maldad y la crueldad. El eminente sabio e historiador Arnold Toynbee,
refiriéndose a esto, decía: “El ser humano es único en capacidad para la maldad, debido a que también es
único en su capacidad de obrar conscientemente y decidir por voluntad propia.”1

Viviendo en una era permeada por la maldad, la violencia y la cultura de la muerte, somos testigos de una
“erosión de la santidad de la vida humana”. El debilitamiento de esta creencia en la dignidad del hombre,
ha provocado los crímenes más inverosímiles como el genocidio nazi, las “limpiezas étnicas”, el abuso de
menores, la pornografía infantil, etc.

Pero de todos los asuntos relacionados con las consecuencias de la erosión del valor de la vida humana, la
cuestión del aborto no ha dejado de ser uno de los más peliagudos temas de discusión en las últimas dos
décadas. El asunto es definitivamente de carácter ético y de la mayor importancia. Los dos ejes sobre los
que se debate generan lo que el constitucionalista estadounidense Laurence H. Tribe ha calificado
correctamente como un “choque de absolutos”.2 Por un lado, los grupos que abanderan el derecho a la
vida del nasciturus (concebido pero aun no nacido) se multiplican y exigen ser oídos. Por el otro,
viviendo en una época en que se idolatra la libertad individual, parece ridículo y anacrónico no estar a
favor de las prerrogativas de la libertad y el supuesto “derecho de la mujer a elegir sobre su propio
cuerpo”.

El debate se ha extendido a los campos social, médico, político y religioso. Los frascos con fetos
abortados son presentados por los grupos “pro-vida” como patético testimonio de los millones de nonatos
a los que ya se ha dado muerte, y como recordatorio de que, en el fragor de esta guerra moral, la batalla
por los derechos de quienes dicen que sí y de quienes dicen que no, resultará en la muerte anual mundial

1
Citado del libro Mankind and Mother Earth [La humanidad y la madre tierra]; 1976, Pág. 13.
2
H. Tribe, Lawrence (1990): Abortion. The Clash of Absolutes; Nueva York-London; W. W. Norton.

1
de entre 50 y 60 millones de fetos,3 la mayoría solo unas semanas más jóvenes que los prematuros que
con tanto empeño otros tratan de salvar.

La polémica es interminable. Cuando uno piensa que se ha ido, ésta vuelve a ponerse en la arena de las
discusiones. Lo irónico es que en un mismo hospital pueda haber médicos que se preocupen por salvar la
vida de un bebé prematuro y, más tarde pongan fin a la vida de un feto de las mismas semanas. Al
parecer, la ley les permite quitar la vida a una criatura mientras se encuentra dentro de la matriz, pero si el
bebé está fuera, ese mismo acto se considera asesinato.

He observado que quienes luchan con más fuerza por lograr la legalización del aborto son las feministas
“liberadas” que no conocen restricciones en el uso de cualquier método anticonceptivo a fin de prevenir
un embarazo en una relación sexual típicamente ilegítima. Estas chicas reivindican con vehemencia su
supuesto derecho a una “maternidad libre y responsable”, siendo que, de hecho, ya han usado su facultad
de concebir y reproducirse. Lo que en realidad desean es el derecho a deshacer lo que comenzaron, como
si las consecuencias naturales y morales de nuestros actos pudieran borrarse así nada más.

Quizá estén de acuerdo conmigo en que mucho del agrio debate suscitado por el conflicto, tiene que ver
con la cuestión de cuándo comienza la vida humana individual. Actualmente pocas personas pondrían en
duda que un óvulo fertilizado esté vivo. Pero la pregunta filosófica ahora es...

1. ¿Qué tipo de vida tiene un óvulo fecundado?


¿Su vida es como la de cualquier célula de
cualquier tejido, o es la vida de un ser humano?
Hay quienes dicen que, durante las doce primeras semanas de embarazo, ‘la minúscula cantidad de tejido
se encuentra en un estado gelatinoso y es muy fácil de eliminar’. Pero eso de que el aborto no sea más que
un acto de ‘eliminar una pequeña masa de tejido’ o de ‘poner término al producto de la concepción’, son
más bien expresiones endulzadas para que la cruda realidad resulte más admisible y pueda tranquilizar las
conciencias perturbadas por un sentido de culpa.

La verdad es que esta pequeña masa de tejido no deseada es una vida que crece y se desarrolla, y que
cuenta con su propio juego cromosómico, el cual registra la historia detallada de un ser humano único en
proceso de formación. Al respecto, la embriología nos informa que después de la fertilización, las células
haploides se fusionan en una célula diploide. Desde ese punto en adelante el feto existe como entidad que
se distingue genéticamente de la madre, es decir, contiene información cromosómica sorprendentemente
organizada y singular. Los científicos cuentan con evidencia irrefutable de ello en el hecho de que, de no
ser por la barrera placentaria, el feto sería vigorosamente rechazado. Como lo dice el profesor experto en
fetología, A. W. Liley: “Biológicamente, en ningún momento podemos estar de acuerdo con la opinión de
que el feto no es más que un apéndice de la madre. Genéticamente, la madre y la criatura son individuos
distintos desde la misma concepción.”

3
En México, según datos aportados por grupos feministas, 1.5 millones de mujeres abortan cada año. Según el Instituto A.
Guttmacher, en 1999 fueron detectados 533mil 100 abortos. En 1998 el Sistema Nacional de Salud atendió 145mil 436 abortos.
Se dice que 21 de cada 100 fue la proporción de abortos por niños nacidos en México en 1999. En el mundo se realizan
anualmente unos 33 millones de abortos legales, y si a esto se suman todos los abortos ilegales, el total puede llegar a entre 40 y
60 millones. El 76% de la población mundial vive en países donde el aborto inducido es legal. El número de vidas humanas
destruidas mediante el aborto supera a la población de Argentina y equivale a aniquilar a toda la población de países como África
del Sur, Egipto, Francia, Gran Bretaña, Italia o Turquía todos los años. Es así mismo equiparable a la cifra total de víctimas de
los seis años que duró la Segunda Guerra Mundial, la más mortífera de todas, que fue de aproximadamente 50 millones de
personas.

2
2. ¿Por qué consideran algunos el aborto como si se
tratase de extirpar un apéndice, una vesícula u otro
órgano?

En efecto, ¿no les parece irónico el hecho de que resulta más fácil conseguirse un obstetra para que
elimine un feto viable a que un cirujano consienta en extirpar una vesícula sana? Aun así, la vesícula es
indudablemente parte del cuerpo del paciente. Creo que la verdadera pregunta es esta:

3. ¿Podemos aceptar el argumento común de los


proabortistas de que el feto es “parte del cuerpo de
la madre”?
Una vez más, si examinamos la lógica del asunto, lo que está en juego no es, de hecho, “el cuerpo de la
mujer”, sino una vida innegablemente separada y que tiene un código genético independiente. Siempre
deberemos recordar que lo que nos da la humanidad, lo que determina el carácter humano de nuestra
naturaleza, es la potencialidad que tiene un microscópico paquete genético de convertirse en persona. La
humanidad individual comienza con la concepción y termina con la muerte. Lo que le da carácter sagrado
al genoma humano, es el hecho de que, a diferencia del de una liebre o de un pepino, este diseño lleva la
imagen de Dios.

El doctor Carlos del Campo, en una carta dirigida al Diario de la Asociación Médica Canadiense, dio la
siguiente advertencia al respecto: “Cuando nos enfrentamos con esta cuestión, es más fácil pasar por alto
lo que sabemos que es cierto y adoptar el proceder que dictan la conveniencia o la ‘compasión’. No
obstante, es deber de todo médico evitar el sucumbir a la opinión y creencias de una sociedad cada vez
más permisiva, o esconderse detrás de ella.”

4. ¿Qué dicen las Escrituras con respecto al carácter


individual del feto humano?

Las Sagradas Escrituras también dejan claro que dentro de la madre se desarrolla un ser humano
individual y único. La vida humana comienza en la concepción, y el Creador se interesa en cada vida
humana desde mucho antes de que ésta vea la luz. Al profeta Jeremías le dijo: “Antes de formarte en el
vientre, ya te había elegido”.4 El rey-poeta David de Belén reconoció: “Mis huesos no te fueron
desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo
entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación...”5 Y con respecto al carácter individual del paquete
genético al que se refiere el investigador Liley, el mismo poeta inspirado declaró que todas las
características físicas que más tarde había de tener su propio embrión, todo ello, dijo, “estaba ya escrito
en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía ni uno solo de ellos” (v. 16).

5. ¿Qué se dijo en la Ley de los antiguos judíos con


respecto al aborto?

Si buscamos en el Antiguo Testamento un pasaje específico sobre el aborto, no vamos a encontrar gran
cosa; y esto no debiera sorprendemos mucho, pues aunque el aborto fue practicado en las naciones
paganas como la romana y la griega, debió haber sido impensable para el antiguo Israel, donde la
concepción era vista como un precioso don divino, y la esterilidad, de hecho, como una maldición.6

4
Jeremías 1:5.
5
Salmos 139:15,16.
6
Ver Génesis 4:1; 29:30; 1º Samuel 1:1-20; Salmos 127:3-5.

3
Solo un pasaje —Éxodo 21:22,23— aborda el tema en el contexto de un aborto accidental, aunque los
académicos no se ponen de acuerdo con respecto a su traducción. Algunos afirman que el “accidente”
involucra el aborto producido en el caso en que dos hombres que pelean lleguen a golpear a una mujer
embarazada. La multa prescrita que el culpable debe pagar es mucho menos severa que el esperado “ojo
por ojo, diente por diente” característico de la pena de muerte judía, lo cual sugeriría un valor-menos-que-
humano para la vida del feto. Otros estudiosos, sin embargo, afirman que el pasaje indica que el producto
es expulsado vivo. Para ellos, una simple multa es suficiente, ya que no se produjo muerte alguna. Otros
pasajes de las Escrituras, sin embargo, dejan bien clara la gran preocupación que siente el Creador por el
feto humano; como los pasajes de Jeremías y el de los Salmos que ya hemos mencionado.
Una vez que hemos mostrado que el feto es objeto de la preocupación personal de Dios y que es una
persona en potencia y un ser humano de hecho, nos preguntamos...

6. ¿Debemos los cristianos condenar la práctica del


aborto?
Aunque quisiéramos condenarla, no podemos. Los únicos que pueden condenar cualquier cosa son, en
primer lugar, Dios (“...a todos los seres humanos les pediré cuentas de la vida de sus semejantes”—
Génesis 9:5) y, en segundo lugar, quienes han recibido de Dios el poder político de ‘llevar la espada para
infundir terror, impartir justicia y castigar a los que hacen lo malo’.7 A diferencia de lo que muchos creen,
los cristianos no estamos para condenar a nadie, sino para juzgar todas las cosas —aunque no a las
personas.8 Los cristianos que son espirituales pueden ‘juzgarlo todo, aunque ellos mismos no están
sujetos al juicio de nadie’; ¿a qué se debe eso?, pues a que ‘tienen y juzgan con la mente de Cristo’.9

Las personas que ‘ya no se amoldan al mundo actual, sino que son transformadas mediante la renovación
de su mente’ (Romanos 12:1), adaptan sus pensamientos a la perspectiva que Dios tiene sobre todas las
cosas —incluso aquellas en las que es más difícil ponerse de acuerdo. Esta perspectiva se desarrolla a
partir de un disciplinado y diligente acercamiento a la Biblia mediante la lectura y el estudio
acompañados de la oración y la guía del Espíritu Santo. Juzgar con la mente de Cristo es la meta que debe
buscar alcanzar todo cristiano que desee estar bien educado y capacitado para responder a esta era
confundida con respecto a cosas que antes eran obvias.

Los que hemos nacido de nuevo en la fe de Cristo no estamos para sentenciar a nadie, sino para tener
misericordia. Podemos, por ejemplo, juzgar al aborto inducido sin razones médicas como un asesinato y
sin embargo manifestar compasión por las mujeres que sufren el arrepentimiento por haberlo cometido
por ignorancia de la realidad, o por el solo hecho ya de estar frente al mencionado dilema del sí-o-no.

Aunque podemos estar en desacuerdo con la idea del “derecho de la madre sobre su cuerpo”, no obstante
es ella y solo ella quien debe tomar su decisión y afrontar las consecuencias temporales y eternas de la
misma. El individuo adulto y responsable es autónomo con respecto de la Iglesia, el Gobierno y la
familia, de la misma manera en que cada una de estas instancias son autónomas unas respecto de las
demás. Pero ninguno, ni el individuo ni el Gobierno ni la familia ni la iglesia, nadie ni nada es ni puede
ser autónomo con respecto al Dios Creador y Soberano que existe.

Hemos intentado demostrar que está mal quitar la vida de un feto viable porque aunque aún no es una
persona-lidad en el sentido total de la palabra —es decir aún no tiene una identidad psicológica propia ni
es libre para tomar decisiones responsables (elementos que en conjunto nos hacen personas) —, no
obstante ya es un ser humano completo en el sentido genético.

7
Romanos 13:1-5.
8
Romanos 2:1-3.
9
1ª Corintios 1:15-16.

4
El aborto es terriblemente malo porque le quita la vida a un ser humano. Pero desde una perspectiva
moral más amplia, es tan malo abortar como forzar a alguien a que lo haga o a que no lo haga. Lo que le
da carácter de “moralmente malo” a esto último es el hecho de que el hombre fue creado libre para elegir
entre opciones reales, sean buenas o sean malas —repito que esto es lo que nos hace personas a imagen y
semejanza de Dios—, de modo que privar al individuo de su libertad de elección es terriblemente malo:
es tratar inhumanamente a un ser humano; aunque de la misma manera, privar a un feto humano de su
derecho a la vida es tratar subhumanamente a un ser humano.

“Por una fe inteligente...”


© 2000. UCLi Cuernavaca. México.

Bibliografía citada o recomendada:

Dworking, Donald; El dominio de la vida. Una discusión acerca del aborto, la eutanasia y libertad
individual; Barcelona; Ariel; 1994.
H. Tribe, Lawrence; Abortion. The Clash of Absolutes; Nueva York-London; W. W. Norton; 1990.
Mankind and Mother Eath [La humanidad y la madre tierra]; 1976.
Morowitz, Harold y James S. Trefil; La verdad sobre el aborto. ¿Cuándo empieza la vida humana?;
Barcelona; Alcor; 1993.
Olasky, Marvin; Abortion Rites: A Social History of Abortion in America; Crossway Books; U. S. A.;
1991.
Schaeffer, Francis A; Whatever Happened to the Human Race; Crossway Books; U. S. A.; 1979. Hay
versión en español: Schaeffer, Francis A; ¿Qué le pasó a la raza humana?; Editorial VIDA; U. S. A.;
1989.
Toledo; Armando H.; Pena de muerte: La venganza de Dios. UCLi Internacional Ministries; Cuernavaca-
México; 2000.
Toledo; Armando H.; El papel de la libertad humana en el surgimiento de la maldad y los procesos de
enajenación. UCLi Internacional Ministries; Cuernavaca-México; 1999.

Vous aimerez peut-être aussi