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Material basado en "Sex, Sexuality and Gender" de Win Hunter y John Delnevo, publicado en
"UK Express Nº296", revista oficial de la Soka Gakkai Internacional del Reino Unido, Febrero
de 1996.
"¡Es machito!", dijo la partera. Pero, ¿qué fue lo que vio la partera para lanzar semejante
afirmación? Los genitales del bebé, por supuesto.
Esto de los genitales parece haber sido siempre algo muy importante para los padres, quienes
quieren saber si el bebé tiene buena salud, si no nace con algún problema o malformación y,
claro, si es hembra o machito. Incluso en el registro obligatorio del nacimiento del niño se
requiere justamente ese dato. ¿Qué es? ¿ varón o es mujer?
Y en realidad el dato sobre los genitales no es para nada banal, si tomamos en cuenta que en
el futuro tendrá peso sobre ámbitos tan dispares como la carrera profesional, la posible entrada
en las fuerzas armadas, la elección de una persona para compartir la vida. Según sea el ámbito
cultural y socioeconómico al que este niño pertenezca, ya desde su primer llanto en brazos de
la partera se habrá depositado sobre él una gran cantidad de anhelos diferentes sobre cómo
este niño se desenvolverá en el futuro y lo que llegará a ser. Es decir que, para muchos de
nosotros, la identidad está íntimamente ligada al género sexual.
Las diferentes culturas y sociedades a través de la historia han tratado con el tema de las
conductas sexuales de muy diversas maneras, a veces desde la ley, a veces por la costumbre,
a veces con sanciones contra aquellos que rompieran los códigos establecidos. Los códigos
morales se han transformado y evolucionado, decidiendo siempre lo que puede ser catalogado
como "correcto" o "natural" y lo que no lo es, y la gente se ha visto compelida a aceptar unos u
otros códigos, quizá para ponerle un sentido a un tema que no deja de ser bastante confuso.
Dentro de los diferentes contextos culturales, el del Budismo resulta sumamente refrescante si
pensamos que no propone reglas sobre lo que está bien o lo que está mal, lo que es o no
apropiado en relación a la conducta sexual. No existe una lista de lo que debe y no debe
hacerse para a aquellos que practican el Budismo de Nichiren Daishonin. Por el contrario, aquí
la responsabilidad cae completamente en cada uno de los individuos que practicamos esta
filosofía, quienes nos asumimos como responsables de todo lo que nos ocurre en nuestras
vidas, incluyendo la forma en que decidimos vivir nuestra sexualidad.
El Budismo enseña que debemos tener un respeto fundamental por cada individuo y por la
dignidad de la vida en sí misma. No existe ningún mandamiento que nos obligue a renunciar a
nada para poder practicar el Budismo, ya que la sabiduría de cómo debemos comportarnos
emerge, justamente, de la práctica, cuando cantamos Nam-myoho-rengue-kyo, comprendiendo
que cada causa que realicemos tendrá un efecto sobre nuestras vidas. Nichiren Daishonin nos
dice que todos podemos manifestar la budeidad tal como somos.
La discriminación
Partiendo de que nadie es incapaz de alcanzar la iluminación, está claro que no existe lugar
para la discriminación basada en el género o la tendencia sexual en las enseñanzas budistas.
En términos del karma, somos quienes somos por las causas realizadas que nos llevaron a
nacer en determinado ámbito cultural, en determinado momento, con las características
particulares que afectan nuestra personalidad, habilidades y capacidades físicas y mentales, y
también, por supuesto, nuestros genitales. Nichiren Daishonin escribe:
"No debería existir discriminación entre aquellos que propagan los cinco caracteres de Myoho-
rengue-kyo en el Ultimo Día de la Ley, se trate de hombres o de mujeres. Si no fueran
bodhisattvas de la Tierra, no podrían invocar el dáimoku".
Nuestra verdadera entidad no tiene forma, pero se manifiesta con las características que nos
individualizan
La integración
Cambio de roles
Los roles suelen cambiar de acuerdo con variaciones socioeconómicas. Por ejemplo, en Gran
Bretaña, durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres comenzaron a realizar una serie de
tareas que tradicionalmente llevaban a cabo los hombres. Este cambio, que le permitió a la
mujer asumir mayor responsabilidad social en ausencia de los hombres, resultó crucial en la
dinámica posterior de la relación hombre-mujer. Condujo luego a modificaciones más profundas
como, por ejemplo, el voto femenino. Los cambios suelen ocurrir a partir de las acciones de
aquellos que se niegan a aceptar pasivamente esas normas. Si aquel que se opone resulta o
no discriminado, eso depende del clima social que prevalezca en ese momento. Antes de la
Primera Guerra Mundial, los hombres y mujeres que luchaban por el voto femenino, eran
socialmente condenados; luego, el medio había variado lo suficiente para permitirles el éxito en
su lucha.
El grupo que sostiene mayor poder económico es, generalmente, quien mayor influencia ejerce
en la definición de las normas sociales. Los mismo ocurre en una simple relación entre dos
personas y puede ser ejemplificado también claramente al hacer una descripción de clases
sociales en cualquier sociedad. Cuando existe un balance desigual aparecen normas
enfermizas que sirven para sostener el abuso de poder. Los roles de "víctima" y "victimario"
evolucionan en relaciones que crean una perpetuación del esquema cristalizando a las víctimas
en una determinada capa social o grupo humano que se siente demasiado débil para reconocer
su propio poder y ejercerlo.
El Budismo carece de una lista de "mandamientos", porque considera que basar la conducta
humana en reglas externas puede generar una sensación de temor a una retribución negativa
de origen externo, a cargo de un "otro" que decidiría nuestro destino según nuestra respuesta
al código de conducta, lo que va en contra de la filosofía de la Causa y el Efecto. En las
religiones que tienen este tipo de mandamientos, romper ese código moral equivale a "pecar", y
eso genera una sensación de "culpa", concepto al que tampoco se le da una entidad verdadera
en el Budismo.
El respeto
Sobre el balance en una relación, Nichiren Daishonin comparó a marido y mujer con las alas de
un ave, que debían moverse armónicamente para poder permitirle al ave volar. Esto significa
que ambos integrantes de la pareja deben basar su relación en el respeto mutuo.
Si damos una mirada general, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el ser humano no
se ha destacado por ser increíblemente diestro en el manejo de su sexualidad. Quizá nos
cuesta admitirlo, porque sabemos que algo muy fuerte se esconde detrás de todo eso que
involucramos bajo la categoría de "sexo". Todos reconocemos en nuestra propia experiencia
aquel momento de nuestra adolescencia en que comenzamos a lidiar con el sexo, donde aun ni
siquiera se trataba del temor hacia el otro, hacia el cómo acercarnos hacia nuestro objeto de
deseo, sino en el profundo temor hacia nosotros mismos, al percibir esas "fuerzas" que
comenzaban a moverse en nuestro interior y con las cuáles no sabíamos qué hacer.
Las ilusiones
Naturalmente se vuelve sumamente difícil descubrir si nos estamos dejando guiar por la
Budeidad al mantener una relación, o simplemente nos conduce la pasión. Quizá se deba a
esto que religiones y sociedades se han encargado de establecer parámetros con los cuales
regular una "sexualidad correcta". Claro que podemos comprender que la expresión
indiscriminada de la sexualidad no sea, probablemente, una buena base para la creación del
valor; pero lo que también debemos saber es que la supresión de nuestros deseos sin
examinar su naturaleza puede resultar sumamente destructiva. Es justamente a partir de este
encuentro con nuestros deseos mundanos, de cualquier tipo que sean, donde logramos nuestra
iluminación.
Nuestra filosofía nos enseña que, el intentar ser alguien que no somos, nos conduce
necesariamente a sentirnos seres inadecuados y faltos de poder, sentimientos negativos que
incluso pueden generar problemas de naturaleza sexual. Por ejemplo, una persona que se
siente débil e inadecuada, puede maltratar a otros para sentirse poderoso. Se sabe que la
violación sexual es algo que se refiere más el ejercicio del poder que a la sexualidad.
El poder sexual también puede ser utilizado de modo "subversivo": Uno de los dos puede usar
los deseos sexuales del otro para conseguir algo concreto a cambio. Los que usan el poder
sexual de esta manera, sin lugar a dudas se faltan el respeto a sí mismos y a los involucrados.
Nam-myoho-rengue-kyo, la Ley universal de la vida, abraza todas las cosas, por lo que es
absolutamente natural cantar dáimoku por nuestra sexualidad. La pregunta que necesitamos
hacernos ante cada relación sexual es: "¿Crea valor?". Esta pregunta vale tanto para cuando
uno está casado, comprometido o se trata de una relación informal.
Los códigos morales vigentes en la sociedad de la que somos parte nos pueden causar
dificultades a nivel personal, o no. En términos de Budismo, lo importante es desarrollar
sabiduría para comprender el mejor camino por el cual podemos vivir nuestro "rol" y crear valor
en la sociedad, más allá de las normas que prevalezcan. Cuando logramos llevar nuestra
naturaleza de Buda a todas las áreas de nuestra vida, recién entonces, podemos considerar
que nos estamos moviendo con verdadera libertad. Es a través de nuestra práctica que
encontraremos el coraje de expresarnos tal cual somos, seamos quienes seamos. Como nos
dice Nichiren Daishonin, la relación entre nuestra Budeidad y nuestro cuerpo físico es
importante:
"En mi corazón, abracé hasta cierto punto la fe en el Sutra del Loto, pero mi cuerpo, que
exteriormente es humano, en su esencia es el de un animal, que en alguna época subsistió a
fuerza de comer carne de aves y de peces, y fue concebido con los fluidos de hembra y de
varón. Mi espíritu habita en este cuerpo, como la Luna que se refleja en el estanque fangoso o
el oro envuelto en un saco mugriento".
El kosen-rufu
¿Existe algo claramente prohibido en Budismo? Nichiren Daishonin nos orienta para que
tengamos cuidado con la calumnia hacia nosotros mismos, hacia los demás y hacia la Ley
Mística. Esto está dicho con espíritu misericordioso, porque la calumnia nos va a causar
necesariamente mucho sufrimiento, ya que el que calumnia no respeta la dignidad de la vida.
Pero aún si hemos calumniado y sufrimos por esa causa, no estamos "condenados" por la
eternidad ni mucho menos. Nichiren Daishonin enseña que, por medio de entonar dáimoku
ante el Gohonzon, uno transforma el veneno en medicina. Incluso el responsable de los actos
más terribles contra la dignidad de la vida puede cambiar radicalmente a partir de la práctica
sincera y transformar su ambiente. La enseñanza del Budismo es una lucha constante para
lograr el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. En palabras de Ikeda sensei: "Nada es
más digno de respeto que usted mismo, ese es el mensaje del Sutra del Loto".
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