Cotidiana. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2006.
Si usted busca un libro adecuado y correcto sobre
introducción a la lógica en una biblioteca universitaria es improbable que encuentre un ejemplar que satisfaga todas sus exigencias mínimas. Sin embargo, “Lógica Clásica y Argumentación Cotidiana” de Miguel Ángel Pérez es una obra virtuosa, un justo medio que contiene la teoría que elucida todos los conceptos básicos así como la práctica abundante de tareas reservadas para el lector. La idea clave del texto en análisis es la de partir del lenguaje ordinario (o natural) para entrar de lleno en los temas puramente lógicos. Dicha obra se compone de las siguientes partes: la clásica introducción que versa sobre la valía de la lógica y la argumentación, 4 capítulos que desarrollan la teoría silogística propuesta por Aristóteles y un apéndice final dirigido al investigador principiante para que oriente su producción intelectual haciendo ensayos con referencias bibliográficas. En lo que sigue desarrollaré sus contenidos principales. Para ello dividiré esta reseña en tres secciones: 1) sobre la introducción, 2) acerca del primer capítulo y, por último, 3) trataré en conjunto los tres restantes capítulos dedicados a la lógica silogística.
1) En la introducción se explica la finalidad del trabajo. Su
objetivo es desarrollar las habilidades argumentativas del estudiante de universidad. Se señala también que se partirá del estudio de la lógica silogística porque se la considera más cercana al lenguaje natural que la lógica proposicional llena de tecnicismos y fórmulas abrumadoras. La lógica es entendida aquí como un lenguaje y, por lo tanto, cuando aprendemos lógica hacemos lo mismo que hacemos cuando aprendemos otro idioma. En este último caso se trata de partir del castellano para aprender el idioma extranjero. Pues bien, 1 lo mismo sucede con el aprendizaje de la lógica: se debe entenderla partiendo del lenguaje natural o cotidiano pues ese es el lenguaje que dominamos nosotros. A mí me parece que la formalización técnica y excesiva (o Logística), aunque fructífera y divertida, deja la impresión de que la lógica no tiene nada que ver con lo que vivimos día a día. Incluso se puede llegar a creer que ser lógico, implica ser muy frío, calculador, reprimido, apagado, tranquilo. Pero, nada es más falso. Hay que cuidar la fama de la Lógica, pues su tarea no es formar el carácter de cada uno sino ayudarnos a producir y evaluar (con criterios) los argumentos en general. Así la concibió Aristóteles: como una disciplina que nos permite distinguir los razonamientos correctos de los incorrectos. Las habilidades lógicas de crítica argumental, lamentablemente, no se adquieren con un simple manual: esto requiere amplia lectura, escritura y sobre todo evaluar públicamente tanto las ideas propias como las ajenas.
2) En el primer capítulo se nos habla de la lógica como si
fuera una herramienta. Este “Organon” no puede decidir si “La nieve es blanca” o “La luna es un planeta” son oraciones verdaderas o no. Con la lógica como instrumento no se consigue nueva información sino tan sólo saber si lo que estamos deduciendo lo estamos deduciendo bien, correctamente, de manera tal que nuestro discurso sea válido. Por ello, la lógica silogística aristotélica se plantea como una forma de decidir si tal o cual argumento está bien fundamentado o no. La lógica se ocupa de fundamentar (o justificar) no de explicar. El autor hace uso de un ejemplo que aclara el asunto. Los abogados, como siempre, son los protagonistas del uso de la lógica en la vida cotidiana. En un juicio por supuesto homicidio el científico explica que la víctima murió por asfixia mientras que el abogado defensor del acusado tiene que fundamentar por qué razón su cliente no es el asesino. (p. 34) Propondré el siguiente ejemplo para 2 reforzar esta última distinción. Pregunto “¿Por qué Marte gira alrededor del Sol?”. Si uno quisiera dar la causa que explique sobre lo interrogado diría algo así: “Porque los planetas se sienten atraídos por otros cuerpos de mayor tamaño según la teoría gravitacional de Newton”. En cambio, si uno quisiera brindar una razón que justifique el hecho de que Marte gira alrededor del Sol diría algo así: “Porque todos los planetas giran alrededor del Sol y Marte es un planeta”. En conclusión: la explicación consiste en dar las causas de algo que es evidente para todos, mientras que la fundamentación estriba en dar las razones por las cuales se acepta tal o cual conclusión. Entonces, la lógica tiene que ver con nuestro uso del lenguaje. Concentrémonos, pues, en las posibilidades expresivas del lenguaje. Distingamos al menos los 3 usos principales: informativo, expresivo y directivo. Asimismo, tenemos el no tan difundido uso argumentativo del lenguaje. Este último es el que le concierne absolutamente a la lógica. Hacer lógica se trata de estudiar argumentos constituidos por premisas, conclusiones e indicadores (o nexos de consecuencia lógica). Ésta sólo se ocupa de la relación de implicación (consecuencia lógica o deducción) que existe entre las premisas y las conclusiones de un respectivo argumento. En Lógica todo se reduce a investigar todas las propiedades de la forma “P→Q” incidiendo en el conector condicional. Por último, la especial importancia que le otorga a la didáctica le ha dado confianza a Miguel Pérez para proponer una técnica de reconocimiento de premisas y conclusiones (pp. 42-47) basándose en la presencia de los distintos indicadores en los discursos y en sus tendencias de significado (los indicadores de conclusión son: por lo tanto, en consecuencia, de ahí que, etc.; mientras que los indicadores de premisas son: puesto que, dado que, ya que, etc.).
3) Material, razones y estructuras de los argumentos son los
siguientes temas a desarrollar en el libro que estamos 3 exponiendo. En total se han producido 3 modelos: de las proposiciones categóricas, de las inferencias inmediatas y de la inferencia silogística. ¿Cómo expone estos tópicos Pérez? ¿Cuáles son sus logros y cuáles sus deficiencias? Para empezar, el autor hace uso de los cuantificadores “todos” y “algún”, y no considera como básico el cuantificador “ningún” que es tomado como un caso derivado o posterior. Entonces, cuando le toca definir la proposición con letra E dice que se trata de “Todos los S no son P”. (p. 63) Esta propuesta me parece muy novedosa pues los manuales, por lo general, asumen que la E es una proposición categórica de la forma “Ningún S es P”. Sin embargo, se ha generado el siguiente problema. Existe una regla para casos de proposiciones atípicas cuando éstas tienen negado el verbo copulativo. En el caso de “Todos los S no son P”, la negación del verbo pasa a afectar toda la proposición categórica en sí. De ahí, surge la proposición atípica “No todos los S son P”: lo que equivale por reglas lógicas a “Algunos S no son P”. Entonces decir que la E es “Todos los S no son P”, es decir, según esta regla para los casos atípicos, que la E es “Algunos S no son P” (que se trata de una O), o sea que la SeP es una SoP. El problema radica en que las proposiciones categóricas son 4: A (Todo S es P); E (Ningún S es P); I (Algún S es P) y O (Algún S no es P). Y si se prueba que E=O, dichas proposiciones se reducirían a tres. Pienso que es necesaria una discusión que ponga en orden en este asunto.
Continuemos. Se explica el difícil concepto de distribución de
los términos con una pormenorizada exposición (la distribución consiste en referirse a todos los elementos de la clase del sujeto o del predicado). A las inferencias inmediatas se las divide en 2: por oposición (usando el cuadro de Boecio) y por operación (conversión, obversión y contraposición). Brinda una idea fácil de entender acerca de por qué se divide a los términos de un silogismo en: mayor, menor y medio 4 (resulta que en una proposición tipo bArbArA (AAA-1) los términos mayor, medio y menor, por lógica de clases, se pueden disponer de tal manera que cada uno incluya al siguiente). Asimismo, trata sobre la forma estándar del silogismo (orden preciso: premisas mayor, menor y conclusión) y de las propiedades del modo (sucesión ordenada de letras categóricas) y figura (posición del término medio en el silogismo) que surgen cuando un silogismo adopta esa forma. También, divide las 8 reglas dadas por Aristóteles para hallar la validez de un silogismo categórico a 3 tipos: de cantidad, cualidad y de términos. (pp. 122-127) Es criticable que no añada las famosas falacias: de los 4 términos (que ocurre cuando el término medio que aparece tanto en la premisa mayor como en la menor resulta que está siendo usado con más de un significado, dando lugar a 2 términos medios y, en consecuencia, a 4 términos y no 3 como debería tener todo silogismo válido), del medio ilícito (que ocurre cuando el término medio no se distribuye en ninguna de las premisas), del mayor ilícito (que ocurre cuando el término mayor de la conclusión se distribuye en dicha conclusión pero no en su respectiva premisa mayor) y del menor ilícito (que ocurre cuando el término menor de la conclusión se distribuye en dicha conclusión pero no en su respectiva premisa menor). Finalmente, se termina con 2 tipos de argumentos cotidianos: los entimemas (que carecen o bien de conclusión o bien de premisa) y los sorites (cadena de silogismos que carecen de conclusiones explícitas).
En líneas generales, esta obra pretende ser un manual que
recopila experiencias de arduo dictado para el estudiante universitario. Su mensaje central es que la lógica ayuda al que necesita poner en orden sus ideas, y en tanto pone orden nos permite expresarnos con menos imprecisión. Lo positivo de este libro es su preocupación por la didáctica universitaria del curso de Lógica y como prueba de ello tenemos una batería 5 de abundantes ejercicios, diversas propuestas de estrategias, recomendaciones, cuadros-resúmenes, el apéndice final, etc. Lo negativo es que no existe un solucionario de sus propias preguntas. Asimismo, no se mencionan problematizaciones que sirvan para motivar y/o capturar la atención del estudioso al inicio de una clase de lógica que tenga por método partir de la realidad social a fin de explicar un tópico formal. Y esa es, desde mi perspectiva, la principal razón por la cual existe un grave desinterés generalizado por el curso de Lógica.