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El escándalo de la pobreza.

A veces no se puede tapar el sol con la mano y evitar que la verdad se manifieste. El papa
Benedicto XVI no nos ha dicho nada nuevo, ni nos ha insinuado algún nuevo dogma de fe.
Sólo se animó a decirnos a los argentinos, que debemos superar el drama de la pobreza y la
exclusión social; con una mayor solidaridad. Con alegría saludó a colaboradores y
participantes de la “Colecta Más por Menos”, invitándolos a seguir su lema “Más solidaridad
por menos exclusión”.
Al mismo tiempo, alentó a los cristianos a realizar un “esfuerzo solidario que contribuya a
reducir el escándalo de la pobreza y la inequidad social, dando así cumplimiento a las
exigencias evangélicas que exhortan a hacer posible una sociedad más justa y solidaria”.
Inmediatamente, nuestras autoridades, reaccionaron y se sintieron tocados por semejantes
palabras. Manifestaron en todos los medios su acuerdo en que un solo pobre es un escándalo,
pero que ellos son expertos en vencer la pobreza. Así el marido de nuestra presidenta, sostuvo
que ellos tienen “autoridad moral” para hablar acerca de la lucha contra este flagelo. Mientras
que el jefe de gabinete Aníbal Fernández, criticó a los medios por desvirtuar las palabras del
Santo Padre.
Por ello, tratando de ser fiel a sus palabras quisiera interpretar algunos conceptos. En
primer, lugar cuando la Iglesia habla de escándalo, hace referencia a algo que nos molesta y
nos causa dolor. Este concepto de origen Griego hace referencia a una situación compleja que
nos afecta o conmueve. Tal como sucede, cuando en el camino se nos opone algún obstáculo,
que nos pone en riesgo de caer. El escándalo es una dificultad en nuestro caminar. Para santo
Tomás de Aquino, se trata de un hecho o un dicho contra le ley de Dios.
En segundo lugar, creo que no tiene mucho sentido hablar de pobreza. Pues sólo basta con
verla y comprobar su alarmante crecimiento. Es así, que monseñor Casarretto basándose en
un informe del observatorio de la deuda social de la UCA, sostiene que la pobreza es de
alrededor de un 40% a diferencia del 15% que sostienen las estadísticas oficiales. Por último,
la inequidad o desigualdad social en que vivimos tiene miles de rostros. No es lo mismo ser
político y tener seguridad por todos lados, que ser un ciudadano común y corriente. No es lo
mismo ser gobernador de Chaco, que un indigente de las afueras de Resistencia. No tiene el
mismo acceso a los bienes quien puede comprar una cartera de marca, que quien con mucho
esfuerzo puede acceder a un local de La Salada. No es lo mismo ser un terrateniente en la
provincia de Buenos Aires, que en las cercanías del Calafate. No es lo mismo viajar todos lo
días en un par de transportes públicos de Villa la Ñata a La Plata; que hacerlo en helicóptero.
La inequidad está en todos lados y no podemos evitarla. Es de espera que algún día, quienes
gobiernan cumplan con sus promesas de redistribución del ingreso y comiencen a donar algo
de sus cuantiosos bienes. Tal vez, algún día comprendan que redistribuir no significa
guardarse la mayor parte de la torta para ellos y repartir migajas al pueblo. En vez de
redistribuirse los escasos recursos que aporto con mis impuestos, sería bueno que le den de
comer a un hambriento o educación a un analfabeto.
Lo único cierto, es que Benedicto no pensó generar semejante revuelo. Tal como dijo su
nuncio: “Con estos deseos el Santo Padre manifiesta su viva gratitud a cuantos contribuyan al
buen resultado de esta campaña”. Por último, tras encomendar a los argentinos a la protección
de Nuestra Señora de Luján, nos imparte con afecto su bendición apostólica. Esperemos que
ella, muy pronto pueda llegar con todo su influjo sobre estas tierras. Pues nuestros políticos
pasan, pero la bendición de Dios siempre queda.

Horacio Hernández.

http://horaciohernandez.blogspot.com/

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