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Resumen:
Palabras Clave:
Introducción.
Por otra parte, cuando se brindan asistencia a los niños con trastornos mentales,
no se lo hace en un servicio especializado: el Atlas de la OMS sobre el estado de
los programas de salud mental en el mundo, muestra que el 40% de los países
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Para las comunidades, los costos del abuso sin tratar entre los adolescentes son
enormes, y aparecen más adelante en diferentes partes del sistema de servicios
humanos (educación, justicia juvenil y bienestar).
d) Discapacidades en el aprendizaje.
El retraso mental es quizás el tipo de trastorno mental mas frecuente en los países
en desarrollo (OMS, 2001), y su prevalencia se puede reducir simplemente
añadiendo yodo a la sal, método que resulta muy barato (Mubbashar, 1999). Las
mejoras de la atención obstetrica permitirían reducir aun más el problema, y
también medidas de control medioambiental para prevenir el retraso mental
asociado a la intoxicación por metales pesados como el plomo. Debido a la
gravedad que reviste y a la pesada carga que impone a las personas afectadas, a
sus familias y a los servicios de salud, la prevención del retraso mental tiene suma
importancia.
Otros trastornos identificados por la OMS como inquietudes prioritarias son los
trastornos depresivos y ansiosos. La depresión en la adolescencia tiene un alto
riesgo de recurrencia en las edades adultas y está también asociada con el riesgo
de desarrollar problemas de la personalidad o de conducta (Jaycox, 1994). Una de
las consecuencias de las condiciones cambiantes en el mundo de hoy es el
incremento de los trastornos de ansiedad entre los niños, especialmente del estrés
postraumático (Sack, 1999).
Una política integral de salud mental para niños y adolescentes, como parte de
una política general de salud mental en todo el país o como parte de una política
de salud infantil puede fomentar la estructura necesaria de servicios, capacitación
y asignación de recursos suficientes que beneficien los sistemas nacionales de
atención de la salud (OMS, 2004).
El contexto social.
Muchas veces hemos oído que “el futuro de nuestra sociedad depende de la salud
y el bienestar de nuestros niños.” Sin embargo, estas conceptuosas palabras rara
vez se ven apoyadas por una política pública o la asignación de recursos
adecuados para garantizar que las familias y comunidades puedan alimentar y
mantener un sano desarrollo mental, físico y social de los jóvenes.
Los niños de todas partes del mundo enfrentan muchas amenazas; la imagen del
niño que ríe feliz con esperanzas para el futuro no es más que un sueño para
demasiados niños y sus familias. Los retos son muchos, tanto físicos como
psicológicos. Gozar de buena salud física y mental puede ayudar al niño a
manejarse en el complejo mundo en que se mueve. La buena salud mental tiene
sus cimientos en la primera infancia, comenzando por la relación que establece el
lactante con sus padres o cuidadores, lo cual sienta las bases de la confianza.1 El
contexto social y familiar para el desarrollo ofrece un ingrediente esencial para una
salud mental permanente.
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El camino para superar esta situación, apunta a que las políticas de salud mental
se orienten .al reforzamiento y restitución de las redes sociales que, en el contexto
comunitario, se relacionan e interactúan con las redes de servicios. Reconocer
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Conclusiones.
El futuro de la salud de nuestras comunidades, no depende solo de nuestra
capacidad de enfrentar las enfermedades agudas, sino, sobretodo, de las
respuestas que podamos implementar ante los desafíos de un mundo cambiante y
la irrupción de las enfermedades crónicas precio de nuestra modernidad. En
especial las que afectan el comportamiento y el modo de vivir de nuestros niños,
las que de no ser tratadas a tiempo perduraran de por vida, expendiendo sus
efectos a la familia y la comunidad.
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