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El Núcleo de la Ética
La cuestión central de la Ética, como gobierno de sí mismo, gira en
torno a la cuestión de la felicidad, en su doble carácter de bien privado
(ética) y bien público (política). El medio conducente por excelencia es
la virtud, y el obstáculo por excelencia que traba su acceso es la
supremacía del vicio y de las pasiones.
El Eudemonismo
¿Cuál ha de ser el fin o bien supremo? Todo el mundo está de acuerdo:
es la felicidad. Lo que se quiere absolutamente por sí mismo y ya no se
quiere por otra cosa, es impostergable y no se subordina, es la felicidad.
Los más ponen felicidad en algunas de estas tres cosas: riquezas, honores
(fama) y placeres, Aristóteles mostrará que éstos no son verdaderos
caminos a la felicidad. ¿Y cómo ha de hacerlo? Mostrando que tales
cosas no pueden ser buscadas o queridas por sí mismas, ya que
precisamente son un instrumento, un medio.
Sobre la Felicidad
Toda Actividad Humana tiene un Fin
Tanto el arte como la investigación, y del mismo modo, la acción y toda
búsqueda, son concebidas siempre en dirección hacia algún bien. Por
esta misma razón, el bien fue definido correctamente como aquello hacia
lo cual tienden todas las coas. Sin embargo, pueden constatarse algunas
diferencias entre los fines: algunos de ellos consisten en acciones; otros,
en cambio, consisten en actividades; y otros, en obras.
Divergencias Acerca de la
Naturaleza de la Felicidad
Cabe preguntarse cuál ha de ser el bien que se propone alcanzar la Política
y cuál ha de ser el bien supremo que puede ser obtenido por medio
de nuestras acciones.
La generalidad de los hombres parece optar por una vida servil; sin
embargo, sus preferencias parecen encontrar algún fundamento
respecto de esta especie de vida al tomar por modelo la forma de vivir
de muchos otros de posición elevada. En cambio, si consideramos las
formas de vida más prominentes, éstas nos muestran que los
hombres de refinamiento superior y los de disposición activa identifican
la felicidad con los honores, porque éste es, de algún modo, el fin al que
aspira la vida política. Incluso, aquellos hombres que aspiran a los
honores sólo pretenden persuadirse a sí mismos de merecerlos en
razón de su virtud y solicitan la aprobación de los honores prudentes; y
es por éstos que pretenden hacerse honrar y, también, por quienes los
conocen; y eso por su virtud. Para estos hombres resulta evidente que
la virtud es algo superior; y tal vez, alguien podría suponer que es ella el
fin de la vida política, aun más que los honores.
Por lo que hemos expuesto, el bien propio del hombre reside, entonces,
en las acciones del alma practicadas conforme con la virtud; y si estas
virtudes son numerosas, entonces, será en conformidad con la más
elevada y perfecta que agregamos a lo largo de toda la vida.
La Felicidad es
una Actividad
De Acuerdo
con la Virtud
Dividimos así los bienes en tres clases: los llamados bienes exteriores, los
bienes del alma y los bienes del cuerpo. Sostenemos que los bienes del
alma son los más importantes y los más elevados, ya que todas las
acciones anímicas quedan referidas al alma. Asimismo, es correcto
identificar ciertas acciones y actividades con el fin, porque tales acciones
corresponden a los bienes del alma y no a la de los bienes exteriores. La
felicidad consiste en la virtud o en alguna clase de virtud, porque la
actividad que se ejercita conforme con la virtud es propia de la felicidad.
La felicidad parece necesitar también de tal prosperidad y, por esta razón,
algunos identifican la felicidad con la buena suerte, mientras que otros la
identifican con la virtud.
La Felicidad,
Objeto de Honor
Y no de
Alabanza
Elogiamos al justo y al hombre valiente: y en general, al bueno, y a la
virtud por sus acciones y sus obras; elogiamos al robusto y al ágil, y a
cada uno de los demás por tener cierta cualidad natural y servir para algo
bueno y virtuoso.