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30 de abril de 2009
Si algunas, o muchas veces, ha rondado por su cabeza la idea de montar un negocio propio y se ve en
él ganando dinero, alégrese, ya tiene el primer requisito para ser empresario: Soñar. Soñar es la
primera de una serie de motivaciones que conducen al emprendimiento; soñar con la independencia,
soñar con que se dispone de muchos recursos, soñar con ser exitoso y construir grandes proyectos
que trasciendan el mundo.
“Si lo sueñas puedes lograrlo”, decía Walter Elias Disney (1901 – 1966) dibujante que luego de ser conductor
de ambulancia y repartidor de periódicos, entre otros oficios, perfeccionó su talento artístico y se dedicó a
crear personajes que de su cabeza saltaron al cine. Walt Disney empezó por soñar, pero lo que más hizo fue
trabajar y poner a rodar su espíritu emprendedor; formó equipo con su hermano, que le ayudó en la
administración de sus negocios y con los mejores dibujantes que posteriormente estarían a su servicio. Es
interminable la lista de grandes empresarios que, como Walt Disney, empezaron por soñar, pero también hay
una larga lista de quienes no continuaron sus sueños.
Lo importante amig@ Emprendedor Cultural es que piense y decida en cuál equipo quiere estar, y luego,
con ese sueño que construyó y, motivado a través de una mentalidad emprendedora, se esfuerce por llevarlo
a cabo. Cierre sus ojos y proyéctese durante unos minutos, por lo menos cinco años hacia delante. ¿Se ve
usted en el mismo trabajo? ¿Tendrá el mismo auto, la misma casa? ¿Estará haciendo lo que hace
actualmente? Si bien el entorno puede hacerle tomar decisiones o tomarlas por usted, el hecho de querer ser
emprendedor lo obliga a sacar las respuestas de usted, de lo que quiere hacer con su vida de aquí en
adelante, no importa si está ganando un buen salario y es exitoso en su empleo.
Tomado de la Revista Ser Empresario No. 1, Publicaciones Dinero – Sena, Pág. 3. 2007
Mosaico de emprendedoras*
La historia de las mujeres empresarias en el país es amplia pero muy
desconocida. La herencia de negocios y fortunas que dejaron las
precursoras del empresariado nacional.
La aparente escasez de mujeres empresarias contrasta con la mayor abundancia
y visibilidad de mujeres obreras, políticas, religiosas, literatas, artistas, gerentes y
profesionales. Parece que no ha habido muchas colombianas dispuestas a asumir
riesgos, a enfrentar la incertidumbre o que, como se define un empresario, tengan
un alto sentido del lucro, busquen ganancias y posean una actitud innovadora en
materia de mercados, productos, organizaciones y métodos de producción. La
ausencia de la mujer en el desarrollo empresarial lo muestra la edición especial de
Dinero (No. 214, 2004), donde solo figura Mercedes Sierra y su proyecto
urbanizador de la zona del Chicó en Bogotá.
Las primeras
María Centeno fue hija del segundo matrimonio de doña Juana Taborda con el
capitán español don Hernando de Zafra Centeno, vecino de Santa Fe de Antioquia
(1563). También fue conocida como María del Pardo, María del Prado o María de
Zafra. Doña Juana Taborda se volvió a casar en tercera ocasión con Damián de
Silva, encomendero de los indios bejicos y titiribíes. Doña María heredó de su
madre la elección de hombres ricos o importantes para llevar al altar. Su primera
unión fue con Alonso de Rodas Carvajal, hijo del mestizo, ambicioso y bastardo
don Gaspar de Rodas. De él se divorció cuando le puso un pleito, porque no
soportó el adulterio continuado que María practicó con Antonio Machado,
encomendero de los indios de Guaca. Luego contrajo nupcias con García
Jaramillo de Andrade, que le dejó en herencia las ricas minas de Buriticá casi en
plena producción; por tercera vez, con el capitán y sargento mayor Fernando de
Ossio y Salazar, expedicionario del Chocó en 1639. Era primo hermano del
gobernador Juan Vélez de Salamanca, más tarde conocido como Marqués de
Quintana de Las Torres. De ninguno de sus tres hombres, que se sepa
oficialmente, tuvo descendencia; sin embargo, la leyenda le atribuye dos hijas
rodeadas, tanto como la madre, de mil leyendas que por tradición oral se
conservan en varias regiones mineras de Antioquia.
A Doña María por su desmedido gusto por la riqueza, en una época en que se
reivindicaba el estado de pobreza como una manera de llegar a Dios, se la calificó
de libertina y cruel con animales y esclavos. También, según se dice en la
tradición, destruyó la antigua ciudad de Santa María de Águeda, sin que se sepa
la causa. Cuentan que con su cuadrilla de negros esclavos, la redujo a cenizas
durante una excursión de cateo de minas que ella misma comandaba en la región
de los ríos La Miel, Dulce, Samaná y Verde, en el actual departamento de Caldas.
Sin dudas, Doña María fue la más extraordinaria empresaria de minas del Nuevo
Reino. Con un trabajo continuo de más de 25 años, logró reunir una cuadrilla de
casi 600 esclavos distribuidos por lo menos en 40 minas diseminadas en los
actuales municipios de Segovia, Remedios, Yolombó, Buriticá, Santa Fe de
Antioquia, Frontino y Abriaquí. En Buriticá, también dice la tradición oral, Centeno
extrajo grandes riquezas con una cuadrilla de 508 negros. Se conservan todavía
rastros del extraordinario acueducto de 15 kilómetros de longitud que ella y su
marido García Jaramillo hicieron construir en medio de despeñaderos y faldas
para poder beneficiar las ricas vetas. En caballos briosos, solía salir desde la
ciudad de Antioquia a inspeccionar y dirigir el trabajo de sus minas. Murió viuda y
de más de 80 años, en la ciudad de Antioquia y no en España como se afirma
frecuentemente, el 4 de agosto de 1645 (Uribe Ángel, 1985). Parte de su gran
fortuna pasó a manos del capitán Alonso de Guetaria y de él a su yerno Felipe de
Herrera, quien la recibió en dote, convirtiéndose después en uno de los mineros
más ricos de Antioquia en el siglo XVII (Melo, 1988).
Negocios en familia
Durante el siglo XIX y buena parte del XX, en Colombia, detrás de todos los
negocios, grandes o pequeños, estuvo la familia. Hacia los bancos, por ejemplo,
dice Roger Brew, se orientaron los fondos destinados al fomento de los diferentes
sectores productivos. La familia tenía simultáneamente un carácter financiero y
empresarial muy fuerte en la vida económica colombiana, al punto de que los
bancos y muchas empresas del siglo XIX se fundaron por intereses de parentesco.
Los negocios comerciales se nutrían de capitales familiares aportados por padres,
hermanos, primos, tíos, ahijados y compadres, que solían ser también socios
industriales o que aportaban trabajo y asumían el manejo de los negocios de los
parientes viejos, o de los heredados por parientes menores de edad, huérfanos o
viudas. Ocurría también que tras de un matrimonio terminaban calándose fuertes
alianzas económicas.
1 Las Siete Partidas se redactaron entre 1256 y 1263 pero solo a partir del reinado
de Alfonso X el Sabio, en el siglo XIV, VERIFICAR tomaron pleno vigor. La Cuarta
Partida trata sobre el derecho de familia y sus disposiciones siguieron teniendo
vigencia en gran parte del mundo latino hasta el siglo XX.
1 Las Leyes de Toro fueron promulgadas en la ciudad del mismo nombre en 1505,
durante el reinado de Juana la Loca. Precisamente, su parte más extensa se
refiere al derecho matrimonial y sucesorio. Establecieron la emancipación total de
los hijos después del matrimonio, las obligaciones y contribuciones de hombres y
mujeres a la sociedad conyugal, la sujeción de la mujer a la potestad y autoridad
del marido, obligación de pedirle licencia a su marido en actos con consecuencias
jurídicas, en especial cuando se trataba de la enajenación de los bienes de la
dote.
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