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Si es cierto, como R:C Sproul dice, que hoy “No nos hemos librado del cautiverio
pelagiano de la iglesia. Entonces deberíamos orar, predicar, enseñar, escribir y trabajar
con toda nuestra fuerza para romper la cadena que nos mantiene cautivos. Pelagio, un
monje de Bretaña, fue un predicador popular en Roma en los años 401-409 d.C. Fue
archienemigo de Agustín porque rechazaba la noción de que la voluntad humana estaba
esclavizada por el pecado y necesitaba una gracia especial para confiar en Cristo y hacer
en bien. Retrocedía ante la oración de Agustín: ¡Dame la gracia oh Señor para hacer
como ordenas, y ordéname hacer tu voluntad! (Confesiones, X,p.31). R.C. Sproul dice:
“Necesitamos un Agustín o un Lutero que nos hable de nuevo para que la luz de la
gracia de Dios no sea no solo ensombrecida sino eliminada de nuestro tiempo”.
( Agustine and Pelagius, p. 52).
Necesitamos decir con claridad que depravación total no es solo maldad, sino ceguera a
la belleza y muerte al gozo; que elección incondicional significa que la totalidad de
nuestro gozo en Jesús fue planeada para nosotros antes de que siquiera existiéramos;
que expiación limitada es la seguridad de que el gozo indestructible en Dios fue logrado
infaliblemente para nosotros por la sangre del pacto; que gracia irresistible es la
dedicación y el poder del amor de Dios para asegurarse de que no nos aferremos a
placeres suicidas, y libertarnos por el poder soberano de deleites superiores; y que la
perseverancia de los santos es la obra todopoderosa de Dios para guardarnos, a través de
toda aflicción y sufrimiento, para una herencia de placeres a la mano derecha de Dios
para siempre.
¡Qué dulce fue para mí librarme de una vez de esos gozos infructuosos que una vez temí
perder!... Tú lo sacaste de mí, tú, que eres el gozo soberano y verdadero. Tú lo sacaste
de mí y tomaste su lugar… Oh Señor, mi Dios, mi Luz, mi Riqueza y mi Salvación
(Confesiones, ( IX, p. 1).
¿O estamos esclavizados a los placeres de este mundo de tal modo que, a pesar de toda
nuestra perorata en cuanto a la gloria de Dios, nos encanta la televisión, la comida, el
dormir, las relaciones sexuales, el dinero y el elogio humano tal como a cualquier otro?
Si es así, arrepintámonos y fijemos nuestro rostro como pedernal hacia la palabra de
Dios en oración: Oh Señor, abre mis ojos para que vea la noción soberana de que en tu
presencia hay plenitud de gozo y a tu mano derecha hay placeres para siempre (Salmo
16:11)