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RESOLUCIÓN INTERLOCUTORIA N° 98

NEUQUÉN, 18 de agosto de 2009.


V I S T O S:
Estos autos caratulados “DIRECCIÓN DE TRÁNSITO
S/INVESTIGACIÓN HOMICIDIO EN ACCIDENTE DE
TRÁNSITO” (expte.n° 10-año 2009) del Registro de la Secretaría
Penal del Tribunal Superior de Justicia; y
CONSIDERANDO:
I.- Que por resolución interlocutoria n° 393/08 la Cámara de
Apelaciones en lo Criminal con Competencia Provincial, resolvió
(por mayoría): “…CONFIRMAR la Resolución Interlocutoria N°
828/08, del 06 de octubre de dos mil ocho, obrante a en autos a
fs. 198/208, dictada por el Juzgado de Instrucción en lo Criminal y
Correccional N° 2, con asiento de funciones en la I°
Circunscripción Judicial, de esta Provincia…”, convalidando así el
procesamiento con prisión preventiva dictado sobre el imputado
Juan Eduardo Hermosilla Soto (cfr. fs. 426/433).
En contra de tal Resolución, dedujo Recurso de Casación el
entonces letrado de confianza del encausado, Dr. Jorge Larrea (fs.
452/466).
II.- Que corresponde a este Cuerpo examinar si se han
cumplido las prescripciones legales para que el recurso sea
admisible, conforme a lo dispuesto por el art. 397 del C.P.P. y C.:
1°) El escrito fue presentado en término, ante el Tribunal
que dictó el auto interlocutorio que se cuestiona, por quien se
encuentra legitimado para ello.
2°) El auto impugnado resulta objetivamente casable. En
efecto, si bien nominalmente, la resolución atacada no se
encuentra entre las expresamente enunciadas en el artículo 416
de nuestra ley adjetiva, consideramos acertada la buena senda
jurisprudencial según la cual, este tipo de decisiones, son
captables dentro del concepto de resolución equiparable a
sentencia definitiva (cfr. R.I. N° 8/2004, R.I. N° 42/2007, del
Protocolo del Registro de Autos Interlocutorios de Casación Penal
de la Secretaría Penal de este Cuerpo, entre otras).
3°) El escrito recursivo resulta autosuficiente, ya que su
lectura permite conocer como se configuran, a criterio del
recurrente, los motivos de casación aducidos y la solución final
que se postula.
En tal sentido, el impugnante, al momento de desarrollar en
su acápite ‘IV)’ los “Fundamentos del Recurso” (fs. 459), efectuó
las siguientes críticas:
a) En primer lugar, el Dr. Larrea ha disentido con la
calificación de homicidio simple con dolo eventual bajo el
siguiente razonamiento: “…Vuestra Señoría califica el hecho
‘prima facie’ como constitutivo del delito de homicidio simple con
dolo eventual –dos hechos- […] Esta defensa se agravia por la
insuficiencia de prueba existentes en torno a la conducta
atribuida a mi defendido por el Sr. Juez. En su resolución expresa
que la lógica y la experiencia lo lleva a concluir que Hermosilla
Soto se presentó la posibilidad del resultado, y no obstante ello,
ha continuado con los resultados consabidos; y agrega que a su
juicio está en presencia de un homicidio intencional, y que lo
único por discutir, dada la gran dificultad probatoria, sería la
relativa al dolo desde su carácter eventual…”. Cita a continuación
(de manera parcial) dos fallos jurisprudenciales que a su modo de
ver guardarían analogía con este caso, y señala a continuación
que “…De las pruebas colectadas hasta aquí no surge que mi
defendido haya obrado con dolo eventual. El hecho de que
Hermosilla Soto manejara en estado de ebriedad, no prueba que
haya admitido la eventualidad del resultado y que l[e] haya sido
indiferente. Se le suma a esto que a la fecha del procesamiento
no obra agregado el informe requerido por el art. 69 del C.P.P. y C.
[…] La toma de decisión por una u otra calificación –dolo eventual
o culpa con representación- va a llevar insito una extrema
dificultad probatoria que me arriesgo a decir, será de casi
imposible verificación –basta para ello recordar el dictamen de los
médicos forenses mencionados-, pues sólo podrá ventilarse tan
ardua incertidumbre con la propia confesión del imputado […] Es
[de] resaltar que resulta insuficiente el material probatorio
reunido para endilgarle aún provisoriamente a JUAN EDUARDO
HERMOSILLA SOTO, la conducta que le es reprochada en el auto
de procesamiento…”.
b) El segundo motivo de crítica atiende a la alegada
improcedencia de la prisión preventiva (fs. 462/464), pues desde
su punto de vista no estarían configurados en el legajo los
peligros de fuga o del entorpecimiento del proceso. Sobre ello
indica, de manera textual, que “…Con relación a la investigación,
a esta altura del sumario, tras toda la tarea realizada y diligencias
producidas, no se advierte de qué manera podrá afectar el normal
desarrollo de los procedimientos, con miras a frustrar la
realización del debate oral […] Descartado ese peligro,
pasaremos a analizar la fuga, respecto del cual, de la misma
forma, no se advierte que mi defendido intentará eludir la acción
de la justicia, lo que constituye el nudo de las discusiones que
separan en doctrina y jurisprudencia, a los que consideran que la
expectativa de pena, por sí sola, ya es un elemento determinante
y definitivo para impedir que un imputado pueda transitar el
proceso penal en libertad, de la de otros que consideran que esa
circunstancia sólo es un elemento de peso a considerar, pero
nunca definitorio […] Como surge de lo expuesto hasta aquí, esta
defensa sostiene la última posición, para el caso de que V.E. no
comparta el criterio de cambiar la calificación a homicidio
culposo…”.
Hizo reserva del caso federal, citando doctrina y
jurisprudencia en apoyo de su posición.
III.- Que a la luz de la doctrina fijada por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, se le impone a este Cuerpo, como
tribunal de casación, una revisión del fallo objetado en su sentido
más amplio, de forma tal que para proceder a su confirmación no
sólo baste descartar la arbitrariedad sino también cualquier atisbo
de error que, por su grado, sea capaz de llevar al temperamento
que por dicha vía recursiva se tiende a contravenir.
  Tal criterio, por cierto, no obsta al rechazo del 

planteo   en   esta   fase   liminar   del   trámite   si   luego   de 

efectuada   tal   faena,   con   total   rigor   y   sin   amparo   en 

óbices formales, no se advierten producidos los vicios 

alegados   (cfr.   C.S.J.N.,   “Merlo,   Benito   s/   p.s.a. 

homicidio”,   T.   328,   pág.   4568).   Ello,   en   tanto   una 

admisión   irreflexiva   de   los   motivos   propuestos   a 

tratamiento   conllevaría   el   ingreso   de   causas   cuya 

manifiesta   improcedencia   deberá   luego   este   Cuerpo 

declarar   de   modo   inexorable   con   el   consiguiente 

dispendio jurisdiccional que ello traería aparejado. 

  En   función   de   tales   pautas,   se   vislumbra   que  los


agravios postulados no podrán sortear el juicio de

admisibilidad que se impone en esta fase.

IV.- El primer embate recursivo –se recuerda- censuró la


confirmación del auto de procesamiento aduciendo, en lo
medular, que: a) la circunstancia de haber conducido el turismo
de su propiedad en estado de ebriedad no prueba la existencia
del dolo eventual; b) que aquella incertidumbre en torno al
aspecto volitivo de la conducta es de casi imposible prueba y sólo
se disiparía con la propia confesión del encausado y c) que no
obra aún el informe del artículo 69 del ritual local, por lo que el
cuadro probatorio para tener por configurado el dolo eventual
sería insuficiente.
A poco de estudiadas las constancias causídicas, se llega a
la conclusión de que el motivo bajo examen será rechazado.
En primer término debe recordarse que el voto del
magistrado de cámara que finalmente prosperó en el Acuerdo,
atendió a una presunción basada en una circunstancia que, aún
cuando no fue expresamente enumerada por el juez de grado
entre las muchas pautas valorativas desarrolladas a fs. 206 vta./7
para fundar provisionalmente el dolo eventual, fue largamente
contemplada en su decisorio en el marco de la prueba que él
mismo enumeró, tanto en la llamada “Materialidad objetiva del
hecho” (fs. 200) como en el literal referido a la “autoría y
responsabilidad” de Hermosilla Soto (cfr. fs. 202 vta.).
Concretamente, nos referimos a la “carrera” o “picada” que, con
base en cierta prueba testimonial transcripta por el Dr. Varessio
(fs. 428/429) le permitió a este último sostener “…con el grado de
probabilidad que exige esta instancia procesal, que el incoado
Hermosilla Soto realizaba una carrera de velocidad con su
vehículo Suzuki, corriendo contra el Renault Clio conducido por
Rozas. El lugar de ocurrencia, Av. Olascoaga de la ciudad de
Neuquén, en horas de madrugada, lleva a la conclusión lógica de
que la misma no contaba con autorización de autoridad alguna
sino que fue producto de la libre determinación de ambos
conductores, los que se conocían previamente…”.
Así, el voto mayoritario, conjugando esta circunstancia
fáctica (acreditada provisionalmente en el legajo con diversos
testimonios concordantes y con el acta de procedimiento policial)
junto a las consideraciones dogmáticas que -con sustento en
prestigiosa doctrina- realizara el vocal ponente sobre el artículo
193 bis del C.P., llevó a convalidar el dolo eventual abonado a
Hermosilla Soto en el auto de mérito (cfr. fs. 427/429 vta.).
El recurrente, lejos de contraponer a dicho análisis
dogmático otros argumentos de igual tenor para ponerlos en
crisis, prefirió en su impugnación: a) insistir con la crítica al fallo
del juez instructor (cfr. fs. 459, tercer párrafo), cuando el embate
del documento casatorio debía ceñirse a censurar la
argumentación dada por la Cámara de Apelaciones en su
pronunciamiento confirmatorio (cfr. fs. 459, 3° párrafo); b)
remarcar una vez más la imposibilidad de probar el dolo a partir
de la intoxicación etílica (desconociendo que fueron múltiples las
razones fundantes dadas por el Dr. Gago, además de aquélla [cfr.
fs. 206/207], a la que se le suma la ponderada por el voto
mayoritario de la Cámara en las circunstancias expuestas “ut
supra” y sobre lo cual, ninguna crítica en específico se ha alzado;
c) destacar la carencia de prueba científica sobre tal extremo por
la no incorporación del examen mental obligatorio del artículo 69
del C.P.P. y C. (fs. 460), soslayando que dicho estudio, en
definitiva, resulta neutro a esos fines procesales pues solo
acreditaría su capacidad mental al momento de producirse el
hecho materia de juzgamiento; y d) que el dolo eventual podría
acreditarse exclusivamente con la sola confesión de su cliente
(cfr. nuevamente fs. 460/461), aserto éste que desconoce el
“principio de libertad probatoria” y la valoración conglobada de
los indicios.
En definitiva, el recurso de casación presentado no ha
desvirtuado aquel análisis riguroso practicado por la Alzada, no
advirtiéndose asimismo de su contenido cualquier atisbo de error
capaz de ponerlo en crisis, aún con otras probanzas que en
dirección contraria sugirió el letrado defensor a fs. 455/6 (que a su
ver descartaría aquella “picada”).
Lo dicho, claro está, con la provisionalidad que caracteriza
esta etapa y que será tratado en profundidad en el contradictorio
aún pendiente (cfr. fs. 520/521).
Resta ahora analizar la crítica vinculada a la detención
preventiva.
El entonces defensor de Hermosilla Soto, Dr. Jorge Larrea,
trajo a colación diversos fallos en los que se destaca la
imposibilidad de fundar la prisión preventiva, de modo exclusivo,
en la propia gravedad del delito.
Dicha cuestión no es novedosa para este Tribunal, pues en
sentido concordante, este Cuerpo se encargó de precisar que:
“(…) la aplicación concreta de las medidas de coerción procesal
debe, ineludiblemente, cumplir con una serie de requisitos y
condiciones que determinan su legitimidad; a saber: a) la prisión
preventiva debe responder únicamente al resguardo de una
finalidad procesal; b) debe ser excepcional; c) su imposición
estará limitada por el principio de proporcionalidad y, por fin, d) la
medida tiene que tener un plazo razonable de duración (cfr.
Alberto Bovino, Problemas del derecho procesal penal
contemporáneo, Ediciones del Puerto, Bs. As., 1998, pp. 136/137,
148 y 152)...” (Acuerdo n° 2/2007, “TRECANAO QUIROZ”, rta. el
12/02/2007).
También la Cámara Nacional de Casación Penal ha decidido,
a nuestro juicio acertadamente, que: “…no basta en materia de
excarcelación o eximición de prisión para su denegación la
imposibilidad de futura condena de ejecución condicional, o que
pudiere corresponderle al imputado una pena privativa de la
libertad superior a ocho años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.)
[similares a nuestros arts. 290 y 291 del C.P.P. y C.], sino que
deben valorarse en forma conjunta con otros parámetros tales
como los establecidos en el art. 319 del ordenamiento ritual
[similar al art. 293 del C.P.P. y C., vigente en nuestra provincia] a
los fines de determinar la existencia de riesgo procesal” (C.N.C.P.,
en pleno, “Díaz Bessone, Ramón Genaro s/ rec. de casación”, rta.
el 30/10/2008).
Sin embargo, sobre este tópico, aún los pronunciamientos
más actuales en materia de detención cautelar hacen hincapié en
el llamado “principio de proporcionalidad”, que en sentido estricto
implica una ponderación entre los intereses afectados y los fines
perseguidos, siendo en definitiva una ecuación razonable o
proporcionada entre la injerencia de los intereses individuales y la
importancia del interés estatal que se intenta salvaguardar. Y,
precisamente, algunos de los indicios que permiten establecer la
proporcionalidad (o no) de una medida de coerción semejante
pueden constituirlo: “…la gravedad y naturaleza de los hechos
que se le atribuyen al imputado, el tiempo de detención que lleva
en la causa, la escala penal del delito que abarca el
comportamiento reprochado, la posibilidad en el caso de que el
proceso se encuentre en etapa instructoria de su elevación a la
etapa del debate…” (cfr. Inés Cantisani “Un criterio rector en
materia de excarcelación: el principio de proporcionalidad” en
Revista de Derecho Procesal Penal, “Excarcelación. Doctrina”,
Rubinzal-Culzoni Editores, Sta. Fe, 2005, pág. 265).
Bajo este marco doctrinal que se comparte, se advierte: a)
que los hechos atribuidos a Hermosilla Soto y su consecuente
calificación legal son particularmente graves (dos homicidios
dolosos, según su calificación provisional); b) que el tiempo de
detención resulta relativamente escaso, atendiendo a que –
inclusive- se regularizó su situación procesal mucho antes de
quedar como detenido comunicado a exclusiva disposición del
magistrado instructor a fines del pasado año. En efecto: 1) fue
indagado el día 26/09/08 dentro del nosocomio donde se
hallaba internado (fs. 137 y vta., más allá de los errores
materiales volcados en las actas de fs. 138 y 139 que atestan que
se lo hizo comparecer en el Juzgado) fue regularizada su
situación procesal por el Dr. Gago el día 6/10/08 (fs. 198/208)
y fue recién trasladado en calidad de detenido comunicado a
una sede de detención común el día 14 de octubre del
2008 (cuando recibiera el alta del hospital, cfr. fs. 286),
confirmándose por la Cámara aquella medida cautelar el
12/11/08 (fs. 426/433); y c) el legajo estaría ya en condiciones de
plenario. De allí que la detención cautelar, en este caso, guarde la
proporcionalidad requerida por los estándares doctrinales y
jurisprudenciales a la luz de los instrumentos internacionales de
derechos humanos (art. 7.1 dela Convención Americana de
Derechos Humanos, art. 9° de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, el artículo XXV de la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre y el art. 9.1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en función del
artículo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional).
En cuanto al literal “c” del párrafo anterior, tal como se dijo,
no es un dato insustancial pues al guardar íntima relación el
estado del trámite de la causa con la intensidad de la sospecha, el
juicio de ponderación del peligro de fuga puede sopesarse según
dicho estadio. Así, la jurisprudencia ha indicado, en casos de
cierta analogía al presente, que: “(…) Habida cuenta del grave
suceso por el cual el imputado fuera procesado con prisión
preventiva –violación en grado de tentativa- y si no se aprecia
desproporción alguna en el tiempo que lleva detenido –próximo a
llegar a juicio-, corresponde, por aplicación de lo establecido en
los arts. 319 y 280, convalidar el rechazo de la excarcelación
solicitada […] ya que la gravedad del suceso y la inminencia
del juicio oral, constituyen datos que podrían dar lugar a
una fuga del encausado, en caso de acceder a su
libertad…” (C.Nac. Crim. y Corr., Sala 5°, 21/02/05 Sánchez,
Roberto V., Magistrados: Navarro, Filosof, Pocielo Argerich. Expte.
26223-5, el destacado es nuestro).
Por lo expuesto, SE RESUELVE:
I.- DECLARAR LA INADMISIBILIDAD del Recurso de
Casación deducido por el entonces letrado de confianza, Dr. Jorge
Héctor Larrea, a favor del imputado JUAN EDUARDO
HERMOSILLA SOTO.
II.- Regístrese, notifíquese y oportunamente remítanse las
presentes actuaciones a la Cámara de origen.
vcp

Dr. OSCAR E. MASSEI


Presidente
En disidencia

SI-
///
///-GUEN FIRMAS:

Dr. EDUARDO FELIPE CIA Dr. ANTONIO GUILLERMO


LABATE
Vocal Vocal

Dra. LELIA GRACIELA M. de CORVALÁN Dr. ALBERTO MARIO


TRIBUG
Vocal Vocal
subrogante
En disidencia

DISIDENCIA de la señora Vocal Dra. LELIA GRACIELA M. de


CORVALÁN y del señor Presidente OSCAR E. MASSEI:
Si –como ocurre en autos- el recurrente, al amparo del
art.415 incisos 1° y 2° de la ley ritual, cuestiona la interpretación
que realizara el tibunal ‘a-quo’, de las disposiciones relativas al
auto de procesamiento con prisión preventiva, ese planteo, en si
mismo, es desde un estricto análisis formal, admisible, por lo que
deberá habilitarse la vía casatoria con la finalidad de que este
Tribunal, a través de la sentencia pertinente, se pronuncie sobre el
fondo del asunto. Lo dicho, lo es, sin perjuicio del acierto o no de
los argumentos expuestos por el recurrente, cuestión que mercerá
la respuesta de este Tribunal, a través del Acuerdo respectivo en
la oportuniad que corresponda, dentro de la estructura del
proceso casatorio.

Dra. LELIA GRACIELA M. de CORVALÁN Dr. OSCAR E. MASSEI


Vocal Presidente

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