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3 Estas pocas palabras de Pedro, proporcionan una breve pero clara respuesta
a las preguntas anteriores. Desde la “antigüedad”, mucho antes del tiempo de
Pedro, Dios había anunciado su extraordinario propósito para la humanidad por
medio de “sus santos profetas”. Pedro afirma que los que habían recibido y
registrado las revelaciones divinas, habían sido reconocidos y considerados en
Israel, cómo santos profetas de Dios. Él les había anunciado su propósito y ellos,
a su vez, lo anunciaron a otros; sus voces dejaron de oírse hace ya muchos
siglos, pero los mensajes de Dios que habían registrado, han permanecido
celosamente guardados e integrados en los treinta y nueve libros de las
Escrituras hebreas. Estos mensajes que fueron recibidos y anotados durante
más de mil años, están en completa armonía y se complementan unos a otros,
diseñando el progreso de un designio que tuvo su primera culminación con la
llegada del Mesías, pero que no ha llegado aún a su conclusión.
6 ¡La curiosidad causada por el asombro! Todos conocían al mendigo tullido que
se sentaba a la entrada del templo esperando recibir algún dinero, pero cuando
Pedro y Juan se le acercaron, le dieron algo mucho más valioso; Pedro le dijo:
“No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo. En el nombre de Jesús
Cristo el Nazareno, levántate y camina”, y le ayudó a ponerse de pie. (Hechos
3:6)
Los que frecuentaban el Templo, sabían que aquel hombre había nacido enfermo
y que nunca había podido levantarse, de modo que estaban maravillados por lo
sucedido y se preguntaban con qué poder había hecho Pedro semejante
milagro.
Lo que había hecho era suficientemente importante para que la gente quisiese
escucharles a él y a Juan. Querían saber, querían una explicación de cómo se
había realizado aquella curación y entonces Pedro les dijo: "Hombres de Israel
¿Por qué os admiráis de esto y por qué nos miráis fijamente, cómo si por
nuestro poder o piedad hubiésemos hecho caminar a éste? El Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su
siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato,
cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Vosotros renegasteis del Santo y
del Justo. Pedisteis que se hiciera gracia a un asesino y matasteis al Agente de
la vida, pero Dios le resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos
de ello; y por fe en su nombre, este que vosotros veis y conocéis, ha
consolidado su nombre (el de Jesús) y la fe que por medio de él, le ha
proporcionado una total recuperación ante todos vosotros. Y ahora, hermanos,
yo sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes, pero Dios
había ya predicho por boca de todos sus profetas, que su Cristo padecería,
cumpliéndolo así’”. (Hechos 3:12-18)
7 Sin embargo, el hecho de que Dios hubiese predicho que su Mesías sufriría,
no podía disculpar a la multitud que pidió su muerte. De acuerdo con la Ley de
Israel, incluso un homicidio involuntario requería una reparación, de modo que el
país no quedase contaminado con sangre inocente. (Números 35:9-34) Los que
habían escuchado a Pedro lo sabían, y sabían que la culpa de la ejecución de
Jesús, el fiel Siervo de Dios, estaba sobre su comunidad; por esto Pedro les dijo:
“Arrepentíos… y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados y
puedan llegar los tiempos de consolación de parte del SEÑOR, y envíe a
aquel que antes os había sido destinado, a Jesús, el Cristo, a quien el cielo
debe retener hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, cómo
había hablado Dios por boca de sus santos profetas de la antigüedad”. (Hechos
3:19-21)
9 Para poder beneficiarse del perdón que “aquel que antes” les “había sido
destinado”, (Hechos 3:19-20) ponía a su alcance, aquellos judíos tenían que
arrepentirse y convertirse de nuevo a Dios, tenían que buscar la verdad de sus
designios y poner fe en sus disposiciones, presentándose ante él cómo
discípulos de su Mesías. Sin embargo, las palabras de Pedro establecen
también un modelo para nosotros hoy día. El apóstol Pablo afirma: “Igual que por
causa del primer hombre el pecado entró en el mundo, por causa del pecado,
la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos heredaron el
pecado”, (Romanos 5:12) y “el salario por el pecado es la muerte.”
(Romanos 6:23)
Todos somos pecadores puesto que hemos heredado el pecado. Por tanto
tenemos pecados que necesitamos borrar, si es que deseamos reconciliarnos
con Dios y alcanzar la vida sin muerte que él otorga mediante la fe en la
redención suministrada por Cristo en favor de la humanidad. Es necesario que
seamos conscientes de esto y sintamos pesar por nuestros fallos, poniendo
confianza en la salvación que Dios proporciona, mientras nos esforzamos en
liberarnos de los hábitos que nos alejan de él.
14 Para que se cumplan todas las profecías acerca del Mesías, Jesús tiene pues
que volver de nuevo, y en armonía con la declaración de Pedro a los judíos, en
cuanto a que Dios enviaría de nuevo al que antes les había sido destinado, “…a
Jesús, el Cristo, a quien el cielo debe retener hasta el tiempo de la
restauración de todas las cosas, cómo había hablado Dios por boca de sus
santos profetas de la antigüedad”, Pablo escribe a los discípulos hebreos:
“Cristo, tras haberse ofrecido una sola vez para abolir por siempre los
pecados de muchos, volverá a manifestarse de nuevo en una segunda
ocasión, pero ya no en relación al pecado, si no a los que le esperan para ser
salvados”. (Hebreos 9:28)
15 La primera vez que Yahúh envió a la Tierra a este hijo suyo, fue para que se
ofreciese cómo redención en beneficio de la humanidad, y así lo habían
anunciado los profetas de la antigüedad, y lo había declarado Pedro a los judíos,
en el día de aquel milagro que tanto les había asombrado, diciendo: “Dios había
ya predicho por boca de todos sus profetas, que su Cristo padecería,
cumpliéndolo así’”, (Hechos 3:18) pero hay también muchas otras escrituras
proféticas, que hablan de su retorno a la tierra en triunfo, cómo rey del Reino de
Dios. Pedro lo sabía y se lo recordó a los discípulos, cuando les escribió: “Los
profetas que predijeron el generoso don que os estaba reservado, examinaban e
investigaban esta salvación mientras testificaban por adelantado los
sufrimientos de Cristo, y la gloria que seguiría después.” (1Pedro 1:10-11)
Además, seguramente Pedro recordaba también estas palabras de Jesús:
“Cuando vuelva el Hijo del hombre en su gloria y todos los ángeles con él,
entonces se sentará sobre su trono de gloria”. (Mateo 25:31)
Los sufrimientos de Jesús en la Tierra predichos por los profetas, son para
siempre cosa del pasado, porque cuando sea enviado por segunda vez, se
cumplirán las profecías que hablan de la consolación que el Reino de los Cielos,
bajo el gobierno del Cristo traerá a la humanidad.
20 Los reyes de Israel habían sido ungidos con óleo por los profetas de Dios
o por el sumo sacerdote, esta era la señal de su realeza, y por este motivo se
les denominaba con la palabra hebrea Mesías, que significa Ungido y que se
traduce al griego cómo Cristo. Sin embargo, Jesús no había sido ungido cómo
rey de Israel por un hombre, si no por alguien mucho más alto que el sumo
sacerdote de Israel, por Dios mismo, y no con el óleo de la unción santa, sino
con espíritu de Dios. Su unción aconteció después de que fue bautizado en el
agua del Jordán por Juan el Bautista; y su muerte no impidió que heredase el
reino prometido por Dios, porque fue resucitado a una vida espiritual y eterna,
por lo que su reinado será para siempre.
21 En armonía con esto, cuando Yahúh cerró un pacto solemne con el rey David,
le hizo esta promesa: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante
mí; tu trono permanecerá firme eternamente”. (2Samuel 7:16) Esto significa
que el reino mesiánico de la línea real de David iba a ser restaurado, y por
este motivo, los apóstoles y discípulos, que habían reconocido a Jesús cómo el
Mesías o el Cristo nombrado por Yahúh para su pueblo, esperaban la pronta
restauración del reino de Israel. Recordemos que en una ocasión, Natanael le
había dicho: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. (Juan
1:49) Y también Pedro le dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. (Mateo
16:16)
22 Por este motivo antes de que Jesús fuese ascendido a los cielos, Pedro y los
otros apóstoles que estaban con él, le preguntaron: “Señor ¿Vas a restablecer el
Reino de Israel en este tiempo?” Pero Jesús les respondió: “No os corresponde
a vosotros el conocer los períodos y tiempos que el Padre ha dispuesto según
su autoridad. No obstante recibiréis poder cuando sobre vosotros venga el
espíritu santo, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y
hasta los confines de la tierra”. (Hechos 1:6-7)
Dios no restableció entonces el reino de Israel en la Tierra, pero en su momento,
el reino bajo el gobierno de Cristo, el Reino de los Cielos, abarcará mucho más
que la Tierra misma, porque reunirá felizmente Cielos y Tierra.
24 No fue Moisés el único que profetizó con respecto al Mesías, las Escrituras
contienen centenares de profecías mesiánicas y por este motivo, el apóstol
Pedro dijo a los judíos que en aquel día de la curación del mendigo, le
escuchaban: “…todos los profetas que desde Samuel y sus sucesores han
hablado, anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y
de la alianza que Dios estableció con vuestros padres, cuando le dijo a Abraham:
‘Por tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra’. Dios ha
resucitado a su Siervo, en primer lugar, para vosotros y le ha enviado para
bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades.” (Hechos 3:24-26)
26 Dios envió pues a Jesús para bendecir en primer lugar, a los judíos naturales,
por causa de la promesa que había hecho a Abraham, y por medio de él, cerró
un nuevo pacto basado en la fe, con las personas de todas las naciones de la
tierra.
Pablo lo explica así: “Abraham mostró fe en el SEÑOR, y esto le fue contado
como justicia. Podéis estar seguros de que los hijos de Abraham son aquellos
que muestran fe, y que Dios justifica por medio de su fe a las personas de
las naciones. La Escritura lo confirma, porque se lee que a Abraham le fue
anunciada esta buena nueva: ‘por medio de ti se bendecirán todas las naciones’,
de manera que los que tienen fe, son bendecidos junto al fiel Abraham… Y por
medio de Jesús Cristo, la bendición de Abraham ha podido alcanzar a las
personas de las naciones, para que mediante su fe, pudiesen llegar a ser
partícipes de la promesa del espíritu… Por esto ya no hay judío, ni griego, ni
esclavo, ni libre, ni hombre o mujer, todos vosotros sois uno con Cristo Jesús”.
(Gálatas 3:6-9,14 y 28)
28 Cuando ocurra que “…el reino del mundo” haya llegado “a ser el reino de
nuestro Soberano y de su Cristo” que “reinará por los siglos de los siglos…” Los
cielos se alegrarán y darán gloria a Dios diciendo: “Te damos las gracias Yahúh,
Dios Omnipotente que eres y eras, porque haciendo uso de tu gran poder has
establecido tu reino. Las naciones se han enfurecido, pero ha llegado tu ira, y
el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus servidores los
profetas, a los santos y a los humildes o poderosos que muestran respeto por
tu nombre, y destruir a todos aquellos que destruyen la tierra”. (Apocalipsis
11:15,17-18)
Esto significará para la humanidad, además de un cambio total, el
restablecimiento de la paz, mientras que para el “Dragón, la antigua Serpiente, el
llamado Diablo y Satanás”, significará la proximidad de una muerte definitiva,
porque en el tiempo establecido por Dios, será “precipitado en el lago de fuego
que arde con azufre (la destrucción)… y su condena será un ejemplo que se
recordará día y noche por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 20:2 y 10)
31 La paz que existió en el reino mesiánico de Israel bajo el gobierno del rey
Salomón, hijo de David, se describe así en las Escrituras: “Judá e Israel eran tan
numerosos como la arena que está junto al mar, y todos comían, bebían y se
alegraban... Judá e Israel vivían seguros desde Dan hasta Beerseba, cada uno
debajo de su parra y debajo de su higuera, durante todos los días de Salomón.”
(1Reyes 4:20,25)
Este bienestar representaba un cumplimiento limitado de lo que ocurrirá en la
Tierra bajo el gobierno de Jesús, que cómo él mismo dijo, es “algo más que
Salomón”; (Mateo 12:42) y en una próspera paz cómo aquella, todos los
muertos de la humanidad serán resucitados. Así lo afirmó Jesús, cuando
refiriéndose a los tiempos de su reinado, dijo: “No os extrañéis de esto: llega la
hora en que todos los que estén en los sepulcros, oirán su voz y saldrán,
los que hayan hecho cosas buenas, para una resurrección de vida y los que
hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio”. (Juan 5:28-29)