Vous êtes sur la page 1sur 9

Anunciada Restauración de Todas las Cosas

1 En el relato de los Hechos de los Apóstoles, Lucas registra la declaración de


que Jesús será retenido en el cielo hasta “el tiempo de la restauración de
todas las cosas, cómo había hablado Dios por medio de sus santos profetas de
la antigüedad”. Hechos 3:21
Qué alegría deberíamos pues sentir, por el hecho de que el futuro de la
humanidad dependa, no de los pronósticos de políticos, científicos y filósofos, si
no de las cosas dispuestas y anunciadas por Dios desde la antigüedad; unas
cosas que están destinadas a beneficiar a la humanidad entera.
Esta prometida restauración tiene que ser para los que ponen fe en Cristo, una
cosa segura, una firme esperanza que en realidad, no está relacionada con lo
que nosotros podamos considerar conveniente, si no con el criterio del
Creador de todas las cosas, que conoce mejor que nadie todo lo que los
hombres precisan para hallar la felicidad.

2 Tal vez pensemos:

¿Cómo podemos estar seguros de que esta restauración corresponde


verdaderamente a una promesa de Dios?

¿Cómo y cuándo se dio a conocer esta declaración, y quiénes la oyeron y


la registraron?

Preguntas cómo éstas merecen la respuesta de una autoridad digna de


confianza para los seguidores de Cristo, cómo la de un hombre que en el primer
siglo de nuestra era, ejerció una gran responsabilidad. Nos referimos en este
caso, al apóstol Pedro y a sus palabras ante una atenta muchedumbre en el
Templo de la ciudad de Jerusalén.
Aquel Templo que había sido construido por el rey Herodes el Grande, no existe
hoy; fue destruido en el año 70, junto a toda la ciudad de Jerusalén, por los
ejércitos romanos. Sin embargo, unos treinta y siete años antes que esto
sucediese, muchas de las personas que lo frecuentaban, rodearon a Pedro para
escuchar sus palabras. Entonces Pedro les habló del designio de Dios que se
concluiría por medio de Jesús, y afirmó que este Jesús, permanecería en el cielo
“…hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, cómo había
hablado Dios por boca de sus santos profetas de la antigüedad”. (Hechos
3:21)

3 Estas pocas palabras de Pedro, proporcionan una breve pero clara respuesta
a las preguntas anteriores. Desde la “antigüedad”, mucho antes del tiempo de
Pedro, Dios había anunciado su extraordinario propósito para la humanidad por
medio de “sus santos profetas”. Pedro afirma que los que habían recibido y
registrado las revelaciones divinas, habían sido reconocidos y considerados en
Israel, cómo santos profetas de Dios. Él les había anunciado su propósito y ellos,
a su vez, lo anunciaron a otros; sus voces dejaron de oírse hace ya muchos
siglos, pero los mensajes de Dios que habían registrado, han permanecido
celosamente guardados e integrados en los treinta y nueve libros de las
Escrituras hebreas. Estos mensajes que fueron recibidos y anotados durante
más de mil años, están en completa armonía y se complementan unos a otros,
diseñando el progreso de un designio que tuvo su primera culminación con la
llegada del Mesías, pero que no ha llegado aún a su conclusión.

4 Pedro conocía y comprendía bien lo que sus palabras implicaban, pero


también nosotros podemos llegar a conocer y a comprender todas estas cosas
declaradas por Dios a través de los siglos, que predijeron con exactitud la
llegada y la trayectoria del Mesías enviado por Dios a Israel y que nos hablan del
designio del Creador para el futuro de la humanidad. En realidad, difícilmente
puede excusarse su desconocimiento, puesto que la Biblia es el libro más
extensamente distribuido que hay en el mundo y también el que en mayor
número de idiomas, circula por toda la Tierra. Por otro lado, los escritos
canónicos hebreos y griegos de la Biblia, constituyen la única fuente de la
enseñanza cristiana y son una autoridad digna de fe para los que han
puesto su esperanza en Cristo.

5 En relación con esto, años después de aquel día en el Templo, el apóstol


Pedro escribió a los discípulos: “Nosotros no os hemos dado a conocer la
venida y las poderosas obras de nuestro señor Jesús Cristo, mediante
historias inventadas, pues fuimos personalmente testigos oculares de su
grandeza cuando recibió el honor y la gloria de Dios Padre, porque a él se
dirigió la voz desde la gloria majestuosa, diciendo: ‘Este es mi hijo amado, el que
yo he elegido’… …Pero primero, debéis saber que ninguna profecía de la
Escritura proviene de una interpretación personal, porque ninguna de las
profecías vino nunca por la voluntad del hombre, si no que los hombres
hablaron de parte de Dios impulsados por espíritu santo”. (2Pedro 1:16-17 y
20-21)
Pedro vindica pues, la autenticidad y la autoridad de las Escrituras y de la
predicación apostólica, y también confirma que las profecías proceden del santo
espíritu de Dios. Por este motivo, los que en este siglo veintiuno profesan fe en
Cristo, deberían interesarse por estos escritos proféticos, que según ha sido
confirmado por los hallazgos del Qumram, permanecen inalterados, y que están
en armonía con las declaraciones de los últimos escritos de la Biblia, o sea, con
los relatos de los evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las cartas a los
discípulos y la revelación recibida por Juan.

¿Por qué rodeó la multitud a Pedro y a Juan en el pórtico del Templo?

6 ¡La curiosidad causada por el asombro! Todos conocían al mendigo tullido que
se sentaba a la entrada del templo esperando recibir algún dinero, pero cuando
Pedro y Juan se le acercaron, le dieron algo mucho más valioso; Pedro le dijo:
“No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo. En el nombre de Jesús
Cristo el Nazareno, levántate y camina”, y le ayudó a ponerse de pie. (Hechos
3:6)
Los que frecuentaban el Templo, sabían que aquel hombre había nacido enfermo
y que nunca había podido levantarse, de modo que estaban maravillados por lo
sucedido y se preguntaban con qué poder había hecho Pedro semejante
milagro.
Lo que había hecho era suficientemente importante para que la gente quisiese
escucharles a él y a Juan. Querían saber, querían una explicación de cómo se
había realizado aquella curación y entonces Pedro les dijo: "Hombres de Israel
¿Por qué os admiráis de esto y por qué nos miráis fijamente, cómo si por
nuestro poder o piedad hubiésemos hecho caminar a éste? El Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su
siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato,
cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Vosotros renegasteis del Santo y
del Justo. Pedisteis que se hiciera gracia a un asesino y matasteis al Agente de
la vida, pero Dios le resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos
de ello; y por fe en su nombre, este que vosotros veis y conocéis, ha
consolidado su nombre (el de Jesús) y la fe que por medio de él, le ha
proporcionado una total recuperación ante todos vosotros. Y ahora, hermanos,
yo sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes, pero Dios
había ya predicho por boca de todos sus profetas, que su Cristo padecería,
cumpliéndolo así’”. (Hechos 3:12-18)

7 Sin embargo, el hecho de que Dios hubiese predicho que su Mesías sufriría,
no podía disculpar a la multitud que pidió su muerte. De acuerdo con la Ley de
Israel, incluso un homicidio involuntario requería una reparación, de modo que el
país no quedase contaminado con sangre inocente. (Números 35:9-34) Los que
habían escuchado a Pedro lo sabían, y sabían que la culpa de la ejecución de
Jesús, el fiel Siervo de Dios, estaba sobre su comunidad; por esto Pedro les dijo:
“Arrepentíos… y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados y
puedan llegar los tiempos de consolación de parte del SEÑOR, y envíe a
aquel que antes os había sido destinado, a Jesús, el Cristo, a quien el cielo
debe retener hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, cómo
había hablado Dios por boca de sus santos profetas de la antigüedad”. (Hechos
3:19-21)

8 Todas las gentes de Jerusalén recordaban la sentencia de los principales de


Israel contra Jesús, y su ejecución por los soldados de Roma, fuera de los muros
de Jerusalén, a principios de la primavera del año 33. Jesús había sido entonces
ejecutado cómo un criminal, pero sus discípulos había obtenido permiso para
sepultarlo y al tercer día, su sepulcro había sido hallado abierto y vacío. Dios
había vindicado el nombre de su Mesías levantándole de entre los muertos y
Jesús, ya resucitado, se había aparecido a sus discípulos, presentándose
durante cuarenta días ante muchos testigos. Pasados aquellos días, Pedro, Juan
y los demás apóstoles, contemplaron cómo era ascendido hacia el cielo.

¿Cómo pueden ser borrados los pecados?

9 Para poder beneficiarse del perdón que “aquel que antes” les “había sido
destinado”, (Hechos 3:19-20) ponía a su alcance, aquellos judíos tenían que
arrepentirse y convertirse de nuevo a Dios, tenían que buscar la verdad de sus
designios y poner fe en sus disposiciones, presentándose ante él cómo
discípulos de su Mesías. Sin embargo, las palabras de Pedro establecen
también un modelo para nosotros hoy día. El apóstol Pablo afirma: “Igual que por
causa del primer hombre el pecado entró en el mundo, por causa del pecado,
la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos heredaron el
pecado”, (Romanos 5:12) y “el salario por el pecado es la muerte.”
(Romanos 6:23)
Todos somos pecadores puesto que hemos heredado el pecado. Por tanto
tenemos pecados que necesitamos borrar, si es que deseamos reconciliarnos
con Dios y alcanzar la vida sin muerte que él otorga mediante la fe en la
redención suministrada por Cristo en favor de la humanidad. Es necesario que
seamos conscientes de esto y sintamos pesar por nuestros fallos, poniendo
confianza en la salvación que Dios proporciona, mientras nos esforzamos en
liberarnos de los hábitos que nos alejan de él.

10 Así pues, todos nosotros tenemos también que arrepentirnos y convertirnos.


El arrepentirnos no es suficiente, debemos convertirnos, volvernos a Dios con
sinceridad y comenzar a andar en sus caminos. Juan escribió con respecto a
estas cosas: “…si declaramos estar unidos a él mientras caminamos en las
tinieblas, no decimos la verdad si no una mentira, porque él (Dios) está en la luz,
mientras que si caminamos en la luz, sí que estamos en unión con él, y la
sangre de su hijo Jesús nos purifica de todos los pecados”. (1Juan 1:6-7)
La segunda llegada del Mesías y los tiempos de consolación

11 Algunas sectas de la cristiandad afirman aguardar el retorno de Cristo y


esperan experimentar en aquel momento un “tiempo de la consolación”, aunque
para disfrutarlo, también ellas tendrían que convertirse de nuevo a Dios,
buscando lo que es verdadero en la armonía interna de las Escrituras, y
desechando cualquier enseñanza ajena, que haya sido por tradición, asimilada a
la doctrina que profesan, igual que hicieron aquellos judíos que siguieron el
consejo de Pedro, arrepintiéndose y convirtiéndose a Dios, para que sus
pecados fuesen borrados.
Puede decirse que tras la muerte de los apóstoles, la enseñanza impartida por
ellos y basada en las palabras de Jesús, fue denigrada y olvidada. A pesar de
que la iglesia afirma gobernar teocráticamente cómo representante de Cristo en
la tierra, desde la consolidación de la Cristiandad en el siglo cuarto, sus
miembros nunca han podido disfrutar de unos “tiempos de consolación de parte
del SEÑOR”, porque sus integrantes, desunidos y confundidos, han sido
abrumados durante más de dieciocho siglos, por las disputas internas y las
guerras y luchas entre sus divisiones sectarias.

12 Si todos los que se llaman cristianos investigasen en las Escrituras y las


considerasen con un profundo respeto, tal vez comprenderían que la destrucción
sufrida en el año 70 por la Jerusalén infiel que había abandonado el espíritu y la
enseñanza de la Ley entregada por Dios a Moisés, prefiguró en realidad, la que
una Cristiandad infiel, alejada del designio de Dios y de la enseñanza apostólica,
sufrirá. Dios no protegió entonces a Jerusalén ni protegerá tampoco a los que
declarándose pueblo suyo, “…consideran la práctica de la fe como un medio
para obtener su propia ventaja”. (1Timoteo 6:5)

13 Es cierto que la mayoría de los componentes de la Cristiandad no creen en el


regreso de Jesús ni en el Reino de Dios, que sin embargo piden en la oración
del Padrenuestro, y sin embargo, en los Hechos de los Apóstoles, Lucas escribe
que Jesús fue ascendido hacia los cielos en presencia de sus apóstoles, hasta
que “…una nube le ocultó a sus ojos. Y estando ellos mirando fijamente al cielo
mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les
dijeron: ‘Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido
llevado, este mismo Jesús, vendrá así, tal cómo le habéis visto subir al
cielo’”. (Hechos 1:9-11)

14 Para que se cumplan todas las profecías acerca del Mesías, Jesús tiene pues
que volver de nuevo, y en armonía con la declaración de Pedro a los judíos, en
cuanto a que Dios enviaría de nuevo al que antes les había sido destinado, “…a
Jesús, el Cristo, a quien el cielo debe retener hasta el tiempo de la
restauración de todas las cosas, cómo había hablado Dios por boca de sus
santos profetas de la antigüedad”, Pablo escribe a los discípulos hebreos:
“Cristo, tras haberse ofrecido una sola vez para abolir por siempre los
pecados de muchos, volverá a manifestarse de nuevo en una segunda
ocasión, pero ya no en relación al pecado, si no a los que le esperan para ser
salvados”. (Hebreos 9:28)

15 La primera vez que Yahúh envió a la Tierra a este hijo suyo, fue para que se
ofreciese cómo redención en beneficio de la humanidad, y así lo habían
anunciado los profetas de la antigüedad, y lo había declarado Pedro a los judíos,
en el día de aquel milagro que tanto les había asombrado, diciendo: “Dios había
ya predicho por boca de todos sus profetas, que su Cristo padecería,
cumpliéndolo así’”, (Hechos 3:18) pero hay también muchas otras escrituras
proféticas, que hablan de su retorno a la tierra en triunfo, cómo rey del Reino de
Dios. Pedro lo sabía y se lo recordó a los discípulos, cuando les escribió: “Los
profetas que predijeron el generoso don que os estaba reservado, examinaban e
investigaban esta salvación mientras testificaban por adelantado los
sufrimientos de Cristo, y la gloria que seguiría después.” (1Pedro 1:10-11)
Además, seguramente Pedro recordaba también estas palabras de Jesús:
“Cuando vuelva el Hijo del hombre en su gloria y todos los ángeles con él,
entonces se sentará sobre su trono de gloria”. (Mateo 25:31)
Los sufrimientos de Jesús en la Tierra predichos por los profetas, son para
siempre cosa del pasado, porque cuando sea enviado por segunda vez, se
cumplirán las profecías que hablan de la consolación que el Reino de los Cielos,
bajo el gobierno del Cristo traerá a la humanidad.

¿Cuándo ocurrirán todas estas cosas?

16 En el día de su resurrección, Jesús se apareció a María, de la ciudad de


Magdala, y le dijo: “Todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis
hermanos y diles: Subo a mi Padre y Padre vuestro, a mi Dios y Dios vuestro”
(Juan 20:17)
El rey David de Jerusalén, que era profeta y uno de los antepasados de Jesús,
se refirió a esta espera y al momento en que comenzaría a reinar, con estas
palabras: “Dijo Yahúh a mi señor: ‘Siéntate a mi derecha hasta que ponga a
tus enemigos abatidos a tus pies. Desde Sión, el SEÑOR te entrega el cetro
de tu poder ¡Domina en medio de tus enemigos!” (Salmo 110:1-2) Y
comentando este salmo profético, Pablo dice: “Después de haber ofrecido una
vez y para siempre, un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la
diestra de Dios mientras espera que sus enemigos le sean colocados cómo
banquillo bajo sus pies”. (Hebreos 10:12-13)
Por tanto, tras su resurrección, Jesús ha sido ya glorificado en el cielo, y en el
momento dispuesto por Dios, le será otorgado el gobierno del Reino y el triunfo
sobre todos los enemigos de su reinado..

La restauración de todas las cosas

17 En armonía con las palabras de David y de Pablo, el apóstol Pedro había


dicho a los judíos que el cielo retendría a Jesús “hasta el tiempo de la
restauración de todas las cosas, cómo había hablado Dios por boca de sus
santos profetas de la antigüedad.” (Hechos 3:21) Así pues, las cosas no pueden
aún ser restauradas, y entre ellas, tampoco el reino mesiánico y sus intereses en
la Tierra; esto nos hace comprender que al menos por un tiempo, tiene que
haber existido en ella un reino mesiánico, porque si no ¿Cómo podría decirse
que iba a ser restaurado?

18 Y es que el antiguo reino de Israel, verdaderamente había sido bajo el


gobierno de la familia del rey David de Belén, un reino mesiánico, hasta el
momento en que Yahúh lo abandonó, sometiéndolo al Imperio Babilónico. Tras la
destrucción de Jerusalén en el año 586 antes de nuestra era, con la derrota del
rey Sedequías, no ha vuelto a haber reyes mesiánicos sobre Israel, que es
actualmente una República. Es verdad que después del dominio de los reinos
griegos, los judíos gozaron de unos pocos años de autonomía en el período
Macabeo, pero no tuvieron un verdadero rey que pudiese considerarse
mesiánico o ungido por Dios y fueron de nuevo sometidos, esta vez por el
imperio romano, desde el año 63 antes de nuestra era, hasta su total destrucción
en el año 70.
19 Durante el período romano, entre el año 7 antes de nuestra era y el año 33,
Dios envío a su Hijo, que nació cómo un hombre de la familia del rey David y fue
llamado Jesús (Yahúshua), que significa “Yahúh es salvación”. Jesús era pues
por nacimiento, un heredero legal al trono del rey David, y había sido nombrado
por Dios para reinar cuando llegase el momento de establecer nuevamente su
reino.
Antes de su nacimiento, un ángel había anunciado a su madre María: “Él será
grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el SEÑOR Dios le dará el trono de
David, su padre; entonces reinará sobre la casa de Jacob por los siglos de los
siglos y su reino no tendrá fin”. (Lucas 1:32-33) Por esto, la noche en que
nació Jesús, el ángel de Dios anunció a unos pastores: “No temáis, pues os
anuncio noticias gozosas que darán una gran alegría a todo el pueblo: hoy os ha
nacido en la ciudad de David, un salvador que es el Mesías, el Señor”. (Lucas
2:10)

20 Los reyes de Israel habían sido ungidos con óleo por los profetas de Dios
o por el sumo sacerdote, esta era la señal de su realeza, y por este motivo se
les denominaba con la palabra hebrea Mesías, que significa Ungido y que se
traduce al griego cómo Cristo. Sin embargo, Jesús no había sido ungido cómo
rey de Israel por un hombre, si no por alguien mucho más alto que el sumo
sacerdote de Israel, por Dios mismo, y no con el óleo de la unción santa, sino
con espíritu de Dios. Su unción aconteció después de que fue bautizado en el
agua del Jordán por Juan el Bautista; y su muerte no impidió que heredase el
reino prometido por Dios, porque fue resucitado a una vida espiritual y eterna,
por lo que su reinado será para siempre.

21 En armonía con esto, cuando Yahúh cerró un pacto solemne con el rey David,
le hizo esta promesa: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante
mí; tu trono permanecerá firme eternamente”. (2Samuel 7:16) Esto significa
que el reino mesiánico de la línea real de David iba a ser restaurado, y por
este motivo, los apóstoles y discípulos, que habían reconocido a Jesús cómo el
Mesías o el Cristo nombrado por Yahúh para su pueblo, esperaban la pronta
restauración del reino de Israel. Recordemos que en una ocasión, Natanael le
había dicho: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. (Juan
1:49) Y también Pedro le dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. (Mateo
16:16)

22 Por este motivo antes de que Jesús fuese ascendido a los cielos, Pedro y los
otros apóstoles que estaban con él, le preguntaron: “Señor ¿Vas a restablecer el
Reino de Israel en este tiempo?” Pero Jesús les respondió: “No os corresponde
a vosotros el conocer los períodos y tiempos que el Padre ha dispuesto según
su autoridad. No obstante recibiréis poder cuando sobre vosotros venga el
espíritu santo, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y
hasta los confines de la tierra”. (Hechos 1:6-7)
Dios no restableció entonces el reino de Israel en la Tierra, pero en su momento,
el reino bajo el gobierno de Cristo, el Reino de los Cielos, abarcará mucho más
que la Tierra misma, porque reunirá felizmente Cielos y Tierra.

El reinado Jesús y las bendiciones que traerá a la humanidad, habían sido


predichos por Moisés y los profetas

23 Para mostrar a Israel la grandeza de Jesús, el apóstol Pedro recordó a la


multitud que le rodeaba en el Templo, las palabras del profeta Moisés registradas
en Deuteronomio 18:15-19, y dijo: “Verdaderamente, Moisés había dicho a
vuestros padres: ‘El Altísimo, vuestro Dios, levantará a un profeta de entre
vuestros hermanos, cómo yo; debéis escucharle en todas las muchas cosas que
os diga, porque ocurrirá que cualquier alma que no escuche a este profeta, será
destruida de entre el pueblo’”. (Hechos 3:22-23) Dios levantó a Jesús de entre
sus hermanos, cómo lo había hecho con Moisés, pero Jesús es mayor que él,
porque si Moisés cerró con Dios el Pacto de la Ley, Jesús fue el mediador de un
Pacto eterno, y cómo dice Pablo, “ha recibido un ministerio mucho más
excelso por ser el mediador de un pacto mejor, uno establecido legalmente
sobre promesas mejores”. (Hebreos 8:6)

24 No fue Moisés el único que profetizó con respecto al Mesías, las Escrituras
contienen centenares de profecías mesiánicas y por este motivo, el apóstol
Pedro dijo a los judíos que en aquel día de la curación del mendigo, le
escuchaban: “…todos los profetas que desde Samuel y sus sucesores han
hablado, anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y
de la alianza que Dios estableció con vuestros padres, cuando le dijo a Abraham:
‘Por tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra’. Dios ha
resucitado a su Siervo, en primer lugar, para vosotros y le ha enviado para
bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades.” (Hechos 3:24-26)

25 Moisés registró en la Escritura el pacto que Yahúh hizo con el patriarca


Abraham, para que todas las familias y naciones de la Tierra fueran bendecidas
por medio de su Descendencia. (Génesis 12:3; 22:18) El profeta Samuel ungió
a David de Belén para que llegara a ser el rey de todo Israel; un acto profético
que predecía al Cristo y su reino eterno. (1Samuel 16:11-13) Y después de él,
todos los profetas hebreos hablaron del reino mesiánico de Yahúh. Sus profecías
nos ayudan a comprender y a apreciar lo que para la humanidad representará el
reino de Dios bajo el gobierno de Jesús, el principal de la descendencia de
Abraham, que está destinado por Yahúh a bendecir a todas las familias y
naciones.
Con respecto a estas cosas, Isaías registró unas palabras de Yahúh que nos
presentan a su rey: “He aquí mi siervo, el que yo sostengo; el elegido mío en
quien mi alma se deleita. He puesto sobre él mi espíritu; él llevará la justicia a las
naciones. No vociferará ni se exaltará y no hará oír en las calles su voz. Caña
quebrada no partirá y mecha mortecina no apagará. Él proveerá un arbitraje
fidedigno; no se debilitará ni se quebrará, hasta implantar en la tierra la justicia, y
confiarán las islas en su ley”. (Isaías 42:1-4)

26 Dios envió pues a Jesús para bendecir en primer lugar, a los judíos naturales,
por causa de la promesa que había hecho a Abraham, y por medio de él, cerró
un nuevo pacto basado en la fe, con las personas de todas las naciones de la
tierra.
Pablo lo explica así: “Abraham mostró fe en el SEÑOR, y esto le fue contado
como justicia. Podéis estar seguros de que los hijos de Abraham son aquellos
que muestran fe, y que Dios justifica por medio de su fe a las personas de
las naciones. La Escritura lo confirma, porque se lee que a Abraham le fue
anunciada esta buena nueva: ‘por medio de ti se bendecirán todas las naciones’,
de manera que los que tienen fe, son bendecidos junto al fiel Abraham… Y por
medio de Jesús Cristo, la bendición de Abraham ha podido alcanzar a las
personas de las naciones, para que mediante su fe, pudiesen llegar a ser
partícipes de la promesa del espíritu… Por esto ya no hay judío, ni griego, ni
esclavo, ni libre, ni hombre o mujer, todos vosotros sois uno con Cristo Jesús”.
(Gálatas 3:6-9,14 y 28)

Restauración de la soberanía universal de Dios


27¿Esperamos nosotros con fe las promesas de Dios y nos alegramos a causa
de los prometidos “tiempos de la restauración de todas las cosas”? Esto es
importante, puesto que se nos ha facultado de libre albedrío. Consideremos por
tanto si estamos realmente dispuestos a aceptar el gobierno que él ha dispuesto,
en el Reino de los Cielos que Jesús nos enseño a pedir en la oración del
Padrenuestro

28 Cuando ocurra que “…el reino del mundo” haya llegado “a ser el reino de
nuestro Soberano y de su Cristo” que “reinará por los siglos de los siglos…” Los
cielos se alegrarán y darán gloria a Dios diciendo: “Te damos las gracias Yahúh,
Dios Omnipotente que eres y eras, porque haciendo uso de tu gran poder has
establecido tu reino. Las naciones se han enfurecido, pero ha llegado tu ira, y
el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus servidores los
profetas, a los santos y a los humildes o poderosos que muestran respeto por
tu nombre, y destruir a todos aquellos que destruyen la tierra”. (Apocalipsis
11:15,17-18)
Esto significará para la humanidad, además de un cambio total, el
restablecimiento de la paz, mientras que para el “Dragón, la antigua Serpiente, el
llamado Diablo y Satanás”, significará la proximidad de una muerte definitiva,
porque en el tiempo establecido por Dios, será “precipitado en el lago de fuego
que arde con azufre (la destrucción)… y su condena será un ejemplo que se
recordará día y noche por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 20:2 y 10)

29 El Reino de los Cielos gobernará sobre la humanidad y desempeñará en la


Tierra funciones efectivas, y todas las personas llegarán a ser sus súbditos y
recibirán la ayuda y la bendición de Dios y de su Cristo. El profeta Isaías había
dicho refiriéndose a la condición del Mesías: “Saldrá un brote del tronco de Jesé
y retoñará un vástago de sus raíces, y sobre él descansará el espíritu de
Yahúh, un espíritu de sabiduría y de entendimiento, un espíritu de consejo y de
fortaleza, un espíritu de conocimiento y de temor de Yahúh. No juzgará por las
apariencias y por lo que oiga decir; juzgará con ecuanimidad a las gentes,
sentenciará con rectitud a los humildes de la tierra y golpeará al mundo con
la vara de su boca, matando al impío con el soplo de sus labios. La justicia
ceñirá su cintura y la fidelidad sus costados”. (Isaías 11:1-5)

30 Con la “vara de su boca,” o los veredictos que dicte, juzgará y eliminará a


todos los inicuos. Así cómo a la organización de aquel que ha estado
extraviando a la Tierra entera desde el inicio. Sus juicios dejarán en la Tierra solo
a los verdaderos amadores de la paz. Entonces podrá cumplirse tanto alegórica
cómo literalmente, esta profecía: “Serán vecinos el lobo y el cordero, y el
leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un
niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus
crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el
agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano.
Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la Tierra estará
llena de conocimiento de Yahúh, igual que las aguas cubren el mar.” (Isaías
11:6-9)

31 La paz que existió en el reino mesiánico de Israel bajo el gobierno del rey
Salomón, hijo de David, se describe así en las Escrituras: “Judá e Israel eran tan
numerosos como la arena que está junto al mar, y todos comían, bebían y se
alegraban... Judá e Israel vivían seguros desde Dan hasta Beerseba, cada uno
debajo de su parra y debajo de su higuera, durante todos los días de Salomón.”
(1Reyes 4:20,25)
Este bienestar representaba un cumplimiento limitado de lo que ocurrirá en la
Tierra bajo el gobierno de Jesús, que cómo él mismo dijo, es “algo más que
Salomón”; (Mateo 12:42) y en una próspera paz cómo aquella, todos los
muertos de la humanidad serán resucitados. Así lo afirmó Jesús, cuando
refiriéndose a los tiempos de su reinado, dijo: “No os extrañéis de esto: llega la
hora en que todos los que estén en los sepulcros, oirán su voz y saldrán,
los que hayan hecho cosas buenas, para una resurrección de vida y los que
hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio”. (Juan 5:28-29)

32 Todos aquellos que durante su vida se hayan esforzado en hacer cosas


buenas, tendrán la oportunidad de adecuarse con sinceridad al gobierno de
Cristo y de obtener una vida sin fin en la nueva Tierra convertida en un Paraíso.
El obedecer a Cristo, será sin duda grato; recordemos que mientras estuvo entre
los hombres, él les invitaba a escucharle diciendo: “Venid a mí todos los que
estéis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre
vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón,
y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es suave y mi
carga ligera”. (Mateo 11:28-30)
Los habitantes de la Tierra recibirán entonces el pleno beneficio de la redención
de Cristo, considerándole cómo un Padre, pues dice Isaías que le llamarán
“Padre Eterno”, (Isaías 9:6) por haberles dado la oportunidad de vivir una vida
sin fin.

33 Por boca de sus santos profetas de la antigüedad, Dios declaró su propósito


de restaurar todas las cosas, y ahora, los tiempos establecidos por Dios se han
acercado, asegurémonos pues de que sean una bendición también para todos
nosotros.

Vous aimerez peut-être aussi