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Cuando el Hijo del hombre llegue ¿Encontrará la fe sobre la tierra?

Casi todas las personas de nuestro entorno conocen bien el ‘Padrenuestro’, la


oración que Jesús nos enseñó, por eso están familiarizados con estas palabras:
"Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad, como en el cielo así en la
tierra". (Mateo 6 :10) Pues bien, en una ocasión, Jesús hablaba con sus
discípulos de este reino y de las cosas que tenían que suceder antes de que
Dios lo estableciese, y les exhortó a orar con constancia, concluyendo su
argumento con estas palabras: "¿Acaso no hará Dios justicia a sus elegidos, que
claman día y noche, y les hará esperar? Os digo que pronto les hará justicia, sin
embargo, cuando el Hijo del hombre llegue ¿Encontrará la fe sobre la tierra?"
(Lucas 18 :8)

El caso es que en nuestra tierra hay ahora más de seis mil millones de
personas, y entre ellas, muchos millones forman parte de las numerosas
confesiones cristianas, y afirman tener fe en Jesús. Pero en este caso, Jesús
empleó la expresión ‘la fe’, para designar la práctica de todas sus enseñanzas,
porque una trayectoria de vida en armonía con la enseñanza de Jesús, también
recibe el nombre de ‘la fe’ o ‘la vía’ en las Escrituras. Así pues, cuando Jesús se
preguntó si hallaría ‘la fe’ a su retorno, no dudaba de si hallaría a personas que
tuviesen fe en él, sino más bien de si hallaría a personas que viviesen en ‘la
fe’, en la práctica de su enseñanza. Lucas y Pablo emplean el término ‘la fe’ en
este sentido: "La palabra de Dios se difundía en Jerusalén, los discípulos se
multiplicaban considerablemente, incluso, un gran número de sacerdotes se
habían hecho obedientes a la fe... ". (Hechos 6 :7) "Examinad vosotros mismos
si estáis en la fe ...". (2 Corintios 13 :5) "... pues hay un solo Señor, una sola fe,
un solo bautismo y un solo Dios ...", (Efesios 4 :4-5) Y en el mismo capítulo, se
habla de alcanzar la unidad en la fe para ‘llegar a una madurez que esté al nivel
del Cristo’.

Vemos entonces que la reflexión de Jesús fue oportuna, puesto que tras la
muerte de los apóstoles, la fe o modo de vivir de acuerdo con la enseñanza
verdadera, que el apóstol Pablo llama ‘la enseñanza sana’, (1 Timoteo 1 :11)
dejó de ser una sola, y entre los cristianos aparecieron gran variedad de
confesiones, de interpretaciones y de juicios personales.

No obstante, la fe verdadera debe ser la misma que era al principio. Los


discípulos de Jesús debían mantenerse siempre en su palabra, sin dejarse
arrastrar hacia creencias y dogmas que se basan en las especulaciones de
dirigentes, de presuntos vicarios de Cristo, o de cuerpos gobernantes que
pretendan ser el canal divino. La enseñanza correcta está, y siempre ha estado,
en las Escrituras. Jesús dijo a sus discípulos: "Si os mantenéis en mi palabra,
seréis verdaderamente discípulos míos, y conoceréis la verdad y la verdad os
hará libres". (Juan 8 :31-32) Y el apóstol Juan escribió en su carta: "Observando
su enseñanza demostramos conocerle, pero el que dice: ‘yo le conozco’, y no
la observa, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Aquel que observa su
palabra, posee el amor de Dios, vínculo de unión perfecto que nos confirma que
estamos en unión con él. Pero quien afirme que está en unión con él, debe
caminar como caminó él. Amados, no os escribo una enseñanza nueva si
no una antigua que ya tenéis desde el principio. Esta enseñanza antigua es
la palabra que escuchasteis, que para todos es siempre actual ..." (1 Juan 2 :3-
8)

Después de su muerte y resurrección, Jesús derramó espíritu santo sobre sus


apóstoles y discípulos. Ellos hicieron entonces muchas obras poderosas, como
hablar en lenguas o realizar curaciones, incluso se sabe que algunos resucitaron
a personas que habían muerto. Pero el apóstol Pablo advirtió de que estos
dones tan admirables estaban destinados a desaparecer, porque solo se
concedieron como una señal para los judíos y las naciones incrédulas, de que
Dios estaba con la congregación de Cristo. El apóstol Pablo escribió: "... la
profecía pasará, las lenguas cesarán, y las revelaciones terminarán … … Sin
embargo, hay tres cosas que permanecen inmutables y son la fe, la esperanza
y el amor. Y de todas ellas, la mayor es el amor". (1 Corintios 13 :8,13)

La fe, la esperanza y el amor, son las señales perdurables que identifican a


la congregación verdadera. La congregación de Cristo debe caminar de acuerdo
con su enseñanza, la misma fe de los apóstoles, mientras que, para poder
perseverar, mantiene la mirada fija en la esperanza de la vida eterna que Dios
ha prometido, y a la se accede mediante el sacrificio de Cristo, cuando se recibe
el bautismo en su nombre para ser justificado. Pero sobre todo, la congregación
de Cristo debe reconocerse por el amor. Jesús dijo: "Todos reconocerán que
sois discípulos míos por el amor que os tengáis unos a otros" (Juan 13 :35) El
amor es el vínculo que mantiene unida a la congregación, entre sí y con Cristo, y
refleja la personalidad de Dios, ‘porque Dios es amor’, como escribe el apóstol
Juan en su carta: "Amados, el amor proviene de Dios, amémonos pues unos a
otros. Todo aquel que ama, conoce a Dios y ha sido generado por él, pero el que
no ama, tampoco puede conocer a Dios, porque Dios es amor. Y Dios
manifestó el amor que siente por nosotros, enviando a su Hijo unigénito al
mundo, para que por medio de él obtuviésemos la vida". (1 Juan 4 :7-9) Este
amor que impulsó a Dios a entregar a su Hijo, para que todos pudiesen alcanzar
la salvación, e impulsó al Hijo a ofrecerse en sacrificio, para que todos pudiesen
alcanzar la vida, es el mismo que deben reflejar todos aquellos que caminan
según la fe. Por esto, si dentro de una congregación, todos sus miembros se
esfuerzan por cultivar los tres dones ‘que permanecen inmutables’ la fe, la
esperanza y el amor, cuando vuelva Jesús en su reino, sí encontrará la fe
verdadera sobre la tierra.

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