Vous êtes sur la page 1sur 4

La Fe, la Esperanza y el Amor

1 En su carta a los Corintios, el apóstol Pablo habla de los diferentes y


milagrosos dones recibidos por la Congregación de Dios, unos dones que
terminarían cuando tras la muerte de los apóstoles, la apostasía que debía surgir
y predominar, la hiciesen desaparecer. Todo iba pues a cambiar, pero, dice: “…
hay tres cosas que permanecen inmutables, y son la fe, la esperanza y el
amor; y de todas ellas, la mayor es el amor”. (1Corintios 13:13)

2 Los milagrosos dones del espíritu estaban pues destinados a desaparecer


junto con la Congregación, que se sumiría en un profundo sueño, y
permanecería simbólicamente en el Hades. Sin embargo Jesús había prometido:
“…las puertas del Hades (el sepulcro) no prevalecerán sobre ella”, (Mateo
16:18) porque a su retorno, él la levantaría de nuevo, revestida de los dones que
Dios le había otorgado.

3 Prediciendo esta situación, Pablo escribió: “…os ruego hermanos, que en lo


referente a la presencia de nuestro Señor Jesús y a nuestra reunión con él, no
os dejéis confundir con facilidad… No os dejéis engañar por ninguno, porque no
puede llegar antes de que surja la apostasía; antes de que se manifieste… el
adversario que se ensalza sobre cualquier cosa considerada divina y objeto de
reverencia, y que tomando asiento en un lugar divino, ostenta divinidad…
Sabéis bien lo que ahora lo retiene, para que solo pueda manifestarse al llegar el
momento establecido, pero este trasgresor desconocido ya está obrando, y
cuando aquello que lo retiene sea retirado (cuando los apóstoles ya no estén),
el trasgresor, que el Señor declarará espiritualmente muerto y aniquilará
durante la manifestación de su presencia, se dará a conocer”.
(2Tesalonicenses 2:1..8) Tanto Jesús cómo los apóstoles habían predicho el
crecimiento de la apostasía, que se extendería y dominaría hasta el final, pero
también afirmaron que siempre habría personas produjesen buenos frutos, obras
nacidas de la fe y la esperanza en las promesas de Dios, y sobre todo, del amor
que proviene de su espíritu.

La Fe

4 Las expresiones la fe y el ejercer fe se traducen del sustantivo griego pistis y


del verbo pisteuein. Estos términos que en el Nuevo Testamento se repiten
doscientas cuarenta y tres veces, expresan un sentimiento de confianza y de
fidelidad; no deben pues ser confundidos con pisteoô, un verbo de uso
puramente profano, que significa creer, en el sentido de dar crédito a un informe
o a un mensaje, puesto que entre el creer en la existencia de Dios, y el ejercer
fe en su anunciado propósito, existe una gran diferencia. Las Escrituras griegas
denominan 'la fe', tanto a la enseñanza apostólica, llamada también la vía, cómo
a la confianza ejercida en la fidelidad de Dios a sus promesas. Pablo escribe:
Cristo “…os ha reconciliado… y os ha hecho puros, irreprensibles y sin mancha
ante él, siempre que sigáis firmes e inamovibles en la fe (aquí Pablo se
refiere a la verdadera enseñanza apostólica) y sin apartar la mirada de la
esperanza prometida en la buena nueva…” (Colosenses 1:21..23) Y en otra de
sus cartas dice: “La fe es el fundamento de lo esperado, es la convicción de
realidades que no se ven...” (Hebreos 11:1) “…mediante la fe comprendemos
que el universo fue formado por medio de la Palabra de Dios, de modo que lo
visible se originó a partir de lo que no se ve”, (Hebreos 11:3) “…sin fe es
imposible ser aprobado por Dios; de hecho, es necesario que cualquiera que se
le acerque ejerza fe en su existencia, y en que él recompensa a los que le
buscan”. (Hebreos 11:6) Esta fe voluntariamente ejercida, nos permite identificar
a Jesús cómo el prometido Mesías, y aproximarnos a Dios por medio suyo,
porque cómo dice Juan: “…el Hijo de Dios ha venido, y nos ha facilitado el
discernimiento necesario para reconocer al Dios verdadero y eterno…” (1Juan
5:20)

5 Leemos en las Escrituras, que Dios consideró amigo suyo a Abraham en base
a la fe que ejercía en su propósito; “...y es que él, delante del Dios de su fe... no
se mostró incrédulo dudando de lo que se le prometía, y fortalecido por su fe,
dio gloria a Dios por estar convencido de que podía cumplir lo que le había
prometido; por esto fue declarado justo. Pero ‘por esto fue declarado justo’ no
se escribió solamente por él, se escribió también por nosotros, ya que se nos
atribuye la justificación mediante la fe en aquel que despertó de entre los
muertos a nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestras ofensas y
despertado para nuestra justificación”. (Romanos 4:17..25) Ahora, “…Dios
concede la justificación que la Ley y los Profetas declaran… mediante la fe en
Cristo”, y la pone “…al alcance de todos los que tienen fe, sin distinciones...”
porque “la fe en el poder redentor de su sangre, es la base para que Dios,
por su misericordia, atribuya la justificación”. (Romanos 3:21..25) Y si
“Abraham ejerció fe en el SEÑOR y le fue contada cómo justicia, estad
seguros de que aquellos que ejercen fe, son los hijos de Abraham”, (Gálatas
3: 6..7) y constituyen junto a Cristo, su prometida descendencia.

6 La fe, la sincera confianza en el propósito de Dios, es la base de la esperanza


que permite a los discípulos de Cristo, disfrutar de la certeza de la vida
perdurable que Dios pone a su alcance. El apóstol Juan escribió, “…Dios nos ha
dado la vida eterna por medio de su Hijo... Os escribo todo esto para que sepáis
que vosotros, los que habéis ejercido fe en el Hijo de Dios, habéis recibido la
vida eterna”. (1Juan 5:11..13) pero “…debéis mostrar perseverancia, para que
después de haber hecho la voluntad de Dios, obtengáis lo que fue prometido.
Porque ‘todavía un poco, verdaderamente poco, y el que debe venir llegará,
ciertamente no tardará, y mi justo vivirá a causa de la fe. Pero si se vuelve atrás
mi alma no se complacerá en él’; y nosotros no somos de los que se vuelven
atrás, hacia la destrucción, si no de los que obtienen la vida mediante la fe”.
(Hebreos 10:36..39)

La Esperanza

7 Las palabras esperanza y esperar se traducen del sustantivo griego elpis y


del verbo elpizô, que expresan tanto la esperanza y el esperar, cómo la cosa
esperada. Dice la Escritura que Abraham “...mantuvo la esperanza contra toda
razón de esperar…” pues “él tenía ya casi cien años de edad, y consideraba su
cuerpo y el seno de Sara cómo muertos...”, (Romanos 4:17..19) cuando Dios le
prometió una numerosa descendencia; y a pesar de esto, ni por un momento
dudó de la promesa, mostrando así su confianza en las palabras de Dios. Del
mismo modo, mientras nosotros aguardamos “…la manifestación de la gloria de
Dios”, alimentamos mediante la fe, la esperanza que nos alegra y que nos
consuela “…también en las tribulaciones, porque sabemos que la tribulación
produce perseverancia, que la perseverancia nos permite ser aprobados, y que
el ser aprobados, asegura nuestra esperanza, una esperanza que no nos
defraudará…” (Romanos 5:2..5) Dice Pablo, que Cristo, “…por la gozosa
esperanza puesta ante él, soportó una muerte ignominiosa sin considerar la
vergüenza, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. (Hebreos 12:2) Esta
esperanza que se basa en la fe, nos es absolutamente necesaria, porque “…si
pudiésemos ver lo que estamos esperando, no necesitaríamos la esperanza…”,
no obstante “…nosotros estamos aguardando pacientemente lo que todavía no
vemos…” (Romanos 8:24..25) con la plena certeza de que se realizará, y de
que recibiremos “…la vida eterna prometida desde la antigüedad por el Dios
que no puede mentir...”, (Tito 1:1..2) en una nueva tierra que bajo el gobierno del
Cristo, albergue la justicia. Y “¡Esta esperanza es la que nos consuela!”
(Romanos 8:23)

8 En realidad, “La humanidad entera espera ansiosamente la manifestación


de los hijos de Dios, (el gobierno del Cristo) porque no fue sometida a la
futilidad por voluntad propia, si no por la culpa de aquel que transgredió, y por
esto mantiene la esperanza de llegar a ser emancipada de la esclavitud a la
corrupción…” (Romanos 8:19..21) Nuestra confianza está fundamentada en la
fidelidad de los designios de Dios, que fueron anunciados desde la antigüedad
por los profetas, confirmados por Jesús, y registrados luego por sus apóstoles y
discípulos para nosotros, que creemos en que “...todas las cosas que se
escribieron, fueron escritas para nuestra instrucción, para que por medio de la
perseverancia y del consuelo que proviene de las Escrituras, podamos
mantener la esperanza”. (Romanos 15:4)

9 En armonía con esto, el apóstol Pedro nos exhorta diciendo: “Amados, esta es
ya la segunda carta que os escribo, y con ambas apelo a vuestra memoria, para
despertar vuestra mente y recordéis correctamente las palabras de los santos
profetas y las instrucciones que el Señor y Salvador os ha transmitido por medio
de los apóstoles…” Porque “…según su promesa, nosotros estamos
esperando unos nuevos cielos y una nueva tierra que alberguen la justicia; y
por esto amadísimos, mientras estamos esperando estas cosas, esforzaos
para que él os encuentre sin mancha, irreprensibles, y en paz…” (2Pedro
3:1..14) “Pero”, dice Pablo “...deseamos que cada uno de vosotros demuestre el
mismo celo hasta el final, para que pueda hacer segura su esperanza”,
(Hebreos 6:11) y si así lo hacéis, “Nuestro señor Jesús Cristo en persona, y
Dios nuestro Padre, que nos ha concedido por amor el generoso don de una
esperanza eterna y preciosa, confortarán vuestros corazones y os harán
vigorosos en palabras y en obras buenas”. (2Tesalonicenses 2:16)

El Amor

10 La palabra amor está en nuestro idioma un tanto desvirtuada, porque puede


emplearse para describir sentimientos muy diferentes unos de otros, y expresa
tanto un enamoramiento, cómo el cariño natural entre familiares y amigos, o el
amor altruista y desinteresado que podría tal vez llamarse caridad, si esta
expresión no tuviese para la mayoría de las personas, un sentido muy diverso al
de su raíz latina. En el idioma griego existen sin embargo varias palabras
adecuadas para matizar las diferentes relaciones designadas por la palabra
amor; y este hecho nos permite observar que en los evangelios y en los escritos
apostólicos, se utilizan los términos agapaô y agapê, traducción del sustantivo
hebreo ahabâ y del verbo âhêb, para expresar un sólido sentimiento de amor
puro y desinteresado, con connotaciones de profunda estima y de cálida
acogida. Mediante la palabra agapê se expresa pues el amor de Dios y el amor
de Cristo por los hombres, y también el amor de los hombres por Dios, por sus
hermanos en la fe, por el prójimo, y por sus enemigos.

11 Este amor altruista identifica al mismo Dios, puesto que Juan escribe: “…ho
Theos agapê estin”, o sea: “…Dios es amor”, (1Juan 4:8) por esto debe
identificar también a los discípulos de Cristo, porque cómo él dijo: “Todos sabrán
que sois discípulos míos por el amor que os tengáis unos a otros”. (Juan
13:35) Juan escribe: “Amados, el amor proviene de Dios, amémonos pues unos
a otros. Todo aquel que ama, conoce a Dios y ha sido generado por él, pero
el que no ama, tampoco puede conocer a Dios, porque Dios es amor”,
además “…si nosotros le amamos, es porque él nos amó primero”, por esto “…
‘El que ame a Dios, que también ame a su hermano’; este es el mandato que
tenemos de parte suya…”, puesto que “…amándonos unos a otros, Dios
permanece unido a nosotros y su amor nos hace perfectos...”. (1Juan 4:7..21) Y
Pablo dice: “...ahora voy a mostraros un camino que es la vía por excelencia: si
yo hablase las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tuviese amor,
me asemejaría al sordo repicar de unos trozos de cobre o de unos estridentes
címbalos. Y si tuviese el don de profecía, conociese todos los secretos sagrados
y toda la ciencia, y poseyese una fe tan grande que moviese las montañas, pero
no tuviese amor, no sería nada. Y si distribuyese todas mis posesiones y me
ofreciese además a mí mismo, podría ensalzarme, pero sin amor, no me sería
de ningún beneficio”, (1Corintios 12:31,13:1..3) por esto recomienda: “Haceos
imitadores de Dios cómo unos hijos amados, demostrando el mismo amor que
nos mostró Cristo, cuando se ofreció a sí mismo en favor nuestro, cómo un
sacrificio aprobado ante Dios”. (Efesios 5:1..2)

12 Y para describir la manifestación de este amor altruista, sigue diciendo: “El


amor es clemente y benigno, el amor no es envidioso, no presume ni es
arrogante, no se comporta de modo indecente, y no busca sus propios intereses.
El amor no se irrita ni tiene en cuenta el mal sufrido, no goza con la injusticia y
se alegra con la verdad; no es suspicaz si no confiado, sobrelleva todas las
cosas, y todas las perdona”. (1Corintios 13:4..7) y aconseja: “Haced de manera
que vuestro amor sea sin hipocresía, odiad el mal y apegaos a lo que es
bueno, mientras tomáis la iniciativa en mostraros unos a otros honor y tierno
afecto… Contribuid a las necesidades de los santos, buscad ser hospitalarios, y
bendecid a los que os persiguen ¡Bendecid y no maldigáis! Compartid las
alegrías y los dolores de los demás, y sed respetuosos al tratar unos con otros”.
(Romanos 12:9..16) Cuando las persecuciones se extendieron, Pedro escribió a
los discípulos para exhortarles a que permaneciesen unidos en el amor, y les
dijo: “…Todo está a punto de acabarse; (aquí se refería a la Congregación que
iba a permanecer cómo dormida hasta el retorno de Cristo) vosotros orad, y sed
prudentes y vigilantes, pero sobre todo, teneros unos a otros un amor intenso,
pues el amor pasa por alto una multitud de errores, y así os aceptaréis unos
a otros sin reproches”. (1Pedro 4:7..9)

13 Jesús había dicho: “De la misma manera que el Padre me amó, también yo
os he amado; pero vosotros debéis manteneros en mi amor. Si guardáis mis
mandamientos os mantendréis en mi amor, del mismo modo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre, y me mantengo en su amor”.
(Juan 15:9..10) Guardar los mandamientos de Jesús es indispensable para
permanecer en su amor; debemos por tanto mantenernos en la enseñanza
apostólica por encima de cualquier consideración o conveniencia. La fidelidad a
Cristo exige el amor por la verdad revelada y registrada en las Escrituras; un
amor que nos mantiene en su amor, y que nos impulsa a obedecer este consejo
del apóstol Juan: “No améis al mundo ni las cosas del mundo, puesto que en
aquel que ama al mundo no está el amor del Padre. Todo lo que pertenece al
mundo, lo que buscan los sentidos, lo que codicia la vista, y la ostentación de lo
que se posee, no proviene del Padre si no del mundo; pero mientras el mundo
con sus deseos pasa, el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre”. (1Juan 2:15..17)

Vous aimerez peut-être aussi