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Este artículo es un extracto del que se escribió en el primer número de la

hoja informativa ‘La Vía’, con fecha de Enero de 1983.

¿Santidad de la vida o de la sangre?


1 La Escritura declara que hacia el final del día sexto de la creación, el ETERNO
creó al hombre para que disfrutase de su obra terrestre, la cultivase y la
administrase. En Génesis 1: 29 leemos que Dios había dado al hombre por
alimento: “… todas las plantas que esparcen semillas, y todos los árboles
frutales que siembran en el suelo la semilla de sus frutos”. Esto excluía pues de
su dieta a todas las criaturas vivientes de la tierra. Según se relata, el hombre
empleaba las pieles de los animales para cubrirse, y Abel ofrecía a los
primogénitos de su rebaño cómo un sacrificio ante Dios; sin embargo, los
hombres no se alimentaron con la carne de los animales hasta después del
diluvio de los días de Noé, cuando las condiciones ambientales y climáticas de la
tierra habían cambiado radicalmente, produciendo variaciones importantes en el
ciclo del crecimiento y maduración de la vegetación.

2 A partir de entonces, en el pacto que Dios hizo con Noé y sus descendientes,
se contempló la posibilidad de que los animales pudiesen servir cómo alimento,
pero esta concesión iba acompañada de un requisito que enfatizaba la santidad
de la vida, pues Dios le dijo a Noé: “Cualquier animal vivo puede serviros de
alimento igual que la vegetación que os di, pero no debéis comer la carne con
su vida, o sea, con su sangre” (Génesis 9: 3-4) ¿Porqué la sangre no? Porque
Dios dispuso que la vida de sus criaturas fuese simbolizada por su sangre; así,
cuando el hombre mataba a un animal y derramaba su sangre sobre la tierra,
reconocía implícitamente el hecho de que la vida es propiedad del Creador. Este
principio, que no fue abolido por el Nuevo Pacto por ser anterior a la Ley, tenía
pues cómo propósito el recordar al hombre que él no había originado la vida, y
que debía respetarla porque no le pertenecía. Podemos por esto concluir, que la
sangre es sagrada solamente cuando representa una vida, puesto que la vida
es propiedad del Creador.

3 Llegados a este punto, queremos destacar que Dios estableció el principio de


la santidad de la vida, y no la de la sangre; sin embargo hay quien sostiene que
cualquier forma de ingestión de sangre o de alguno de sus componentes,
resulta, aún si no implicase el sacrificio de una vida, una violación del mandato
de Dios. Si esto fuese así, el hecho de consumir la carne de un animal ya muerto
por alguna fiera ¿No lo violaría también? La Ley que fue entregada a Moisés nos
hace comprender el verdadero sentido de este mandato, cuando dice: “Puesto
que la vida de cualquier clase de carne está en su sangre y por ella vive, yo
digo a los hijos de Israel: ‘No debéis comer la sangre de ninguna clase de
carne, y quien lo haga será truncado de entre el pueblo’. Pero si alguno comiese
parte de un animal ya muerto, o de uno que hubiese sido desgarrado por una
bestia salvaje, tanto si es uno de vosotros o si es un residente forastero,
debe lavar sus ropas y bañarse en agua, y permanecerá contaminado hasta el
anochecer; después de esto, quedará purificado”. (Levítico 17:14-15) Y es
que ¿Puede la sangre del cuerpo de un animal muerto representar su vida?
Lógicamente, no, y por este motivo comer de él no representaba trasgresión
alguna, significaba simplemente un riesgo, y requería medidas de higiene.

4 Lucas relata en los Hechos de los Apóstoles, que reunidos apóstoles y


presbíteros de la congregación cristiana, para decidir en cuanto a la vigencia de
la circuncisión y de otros mandatos de la Ley, llegaron a esta conclusión
manifestada a través de Santiago, que algunos vierten así: “… es mi decisión el
no perturbar a los de las naciones que están volviéndose a Dios, sino escribirles
que se abstengan de las cosas contaminadas por los ídolos, y de la fornicación,
y de lo estrangulado, y de la sangre”. Sin embargo, el texto griego dice: “… dio
egô krinô mê parenochlein tois apo tôn ethnôn epistrefousin epi ton theon, alla
episteilai autois tou apechesthai tôn alisgêmatôn tôn eidôlôn kai tês porneias kai
tou haimatos”, que debe traducirse: “… es mi decisión no confundir a aquellos
que son parte de las naciones y se vuelven hacia Dios, solamente escribirles que
se abstengan de cosas contaminadas por ídolos, o sea, de la fornicación y de la
sangre”. (Hechos 15:13, 19-20) Las gentes de aquellas naciones estaban muy
familiarizadas con algunas prácticas socialmente bien consideradas cómo la
prostitución sagrada y la participación en la carne y la sangre de los sacrificios
ofrecidos a sus dioses, y Santiago se refiere aquí a esta complicidad en la
idolatría, impropia de quienes se volvían a Cristo; por otra parte, la expresión ‘lo
estrangulado’ se reconoce hoy cómo una interpolación posterior. Esta última
debe ser pues la traducción apropiada, especialmente si consideramos que
cuando la palabra griega ‘kai’ se repite dos o más veces en una misma oración,
la primera no se traduce ‘y’ si no ‘o sea’.

5 ¿Implica entonces la ingestión de sangre o de parte de sus componentes


dentro de preparaciones farmacéuticas, una violación de las leyes de Dios, en lo
que a la santidad de la vida se refiere? ¿Que puede decirse de las transfusiones
de sangre? A la luz de lo considerado, podemos responder preguntando:
¿Representa la sangre empleada, la vida del animal o de la persona donante?
Porque cuando el donante no muere por causa de la donación, de ningún modo
puede su sangre representar la pérdida de una vida que sigue conservando.
Solamente se violaría el principio establecido por Dios al ingerir la sangre de un
animal sacrificado para servir de alimento, o cuando la donación de sangre
significase la muerte del donante.

6 Las personas que deseen respetar este principio bíblico, deben pues evitar
comer la carne de un animal sin sangrar, (medida hoy en día considerada
higiénicamente imprescindible) y también el comer alimentos elaborados con
sangre animal; sin embargo, según las Escrituras, no se viola ningún principio
empleando medicamentos que contengan componentes sanguíneos, o
recibiendo transfusiones de sangre, siempre, claro está, que esto no implique la
muerte del donante. El donar o el aceptar sangre es por tanto una opción
personal lícita, que tal vez pueda representar un cierto riesgo por causa de los
contagios, sin embargo, no existe ningún motivo para que se transforme en un
problema religioso.

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