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MARXISMO HOY Nº 1

A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

Presentación
En defensa del marxismo

En agosto de este año, se cumplirán 100 años de la muerte de Federico Engels, el hombre que contribuyó de
manera decisiva a desarrollar las ideas del marxismo.

Engels combinó como pocos, su dominio de la teoría marxista y su práctica de luchador obrero, hizo grandes
aportaciones a la teoría en particular en el campo de la filosofía marxista, y al mismo tiempo participó en la
lucha del movimiento obrero británico, en contacto permanente con la clase obrera.
Desde la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, hemos decidido lanzar el primer número de
esta nueva revista, titulada MARXISMO HOY, precisamente coincidiendo con el centenario de la muerte de
Engels.
Es obligado, por tanto, que esta revista dedique una parte importante de sus páginas al materialismo
dialéctico y al mismo tiempo sea el inicio de una campaña destinada a difundir las ideas, las aportaciones, la
vida de Federico Engels, que transcurrirá durante todo el año 1995.
En los próximos meses la Fundación editará un libro titulado Razón y Revolución, sobre el marxismo y la
ciencia moderna, como paso siguiente de esa campaña, dedicado a demostrar como los grandes
descubrimientos de la ciencia moderna, vienen a confirmar la mayoría de las ideas y perspectivas que Engels
desarrolló, hace más de cien años.
La publicación de ese libro, que presentamos en páginas interiores, y en general todas las actividades que
vamos a realizar, queremos que sirvan a la extensión y debate de las ideas del marxismo.
El capitalismo continúa su decadencia histórica, dentro de su etapa de degeneración imperialista. Las ideas
del marxismo continúan probando en los hechos científicos su extraordinaria validez como el nivel más
avanzado de pensamiento humano bajo el capitalismo y, por otro lado, por una de esas paradojas de la
historia, estas ideas, ocupan un espacio muy reducido en la mente de las masas.
Como marxistas somos deterministas, el socialismo es inevitable. Todo lo racional es real, es decir las ideas
que reflejan procesos objetivos, en la naturaleza o en la sociedad acaban triunfando. Pero no somos
fatalistas.
El proceso de la lucha de clases es una lucha de fuerzas vivas, en la que factores objetivos y subjetivos, están
en continuo desarrollo y en continua interrelación. No hay ningún proceso, ningún fenómeno, bajo el
capitalismo, que avance en línea recta. Avances y retrocesos son inevitables. Más tarde o más temprano, el
socialismo acabará triunfando, cuando previamente las ideas del marxismo se apoderen de la mente de las
masas, se fusionen con la extraordinaria fuerza potencial del movimiento obrero mundial, para convertirse
en una fuerza decisiva que cambiará la historia.
En este primer número de la revista, publicamos, además del apartado dedicado al centenario de Engels, un
amplio análisis sobre el carácter de clase y la evolución actual del fundamentalismo islámico, escrito por un
marxista paquistaní, que vive estos fenómenos muy de cerca.
Continuamos la publicación de la Historia del Partido Bolchevique, escrita por Alan Woods, marxista
británico. El primer capítulo fue publicado en la revista Izquierda Marxista, también editada en el pasado por
la Fundación Federico Engels. En próximas publicaciones seguiremos con los siguientes capítulos.
Cuando se cumplen diez años del inicio de la perestroika, en marzo-abril de 1985, publicamos un análisis
sobre la importancia de este acontecimiento, y la posterior caída del estalinismo, además de las perspectivas
para Rusia. Estos hechos han pesado y siguen pesando con fuerza sobre la época actual, y seguramente
continuarán siendo objeto de análisis en próximos números de la revista.
Por razones de espacio, no hemos podido insertar en este número artículos sobre la situación en México,
Irlanda y el Estado Español.
La Fundación editará en breve un folleto sobre la situación en Irlanda, que ayudará al debate que está
teniendo lugar en Euskadi, sobre el hipotético final de la violencia de ETA. En el próximo número de la
revista, que trataremos de que vea la luz antes de final de este año de 1995, procuraremos superar las lagunas
anteriores.
Mantendremos como secciones fijas Notas Económicas Internacionales, críticas de Libros y Cartas.
A 90 años de la revolución rusa de 1905, hemos querido traer a colación la maravillosa obra de León
Trotsky, donde sentó las bases para su teoría de la revolución permanente.
La revista nace con el objetivo de difundir las ideas del marxismo dentro del movimiento obrero. Estamos
totalmente abiertos a cualquier colaboración. Estaríamos muy agradecidos a cualquier trabajador o joven,
que nos hiciese llegar sus aportaciones o críticas para mejorar la revista, para superar los inevitables fallos
que seguramente tendrá, dados nuestros escasos medios.
Pero, por encima de todo, os invitamos a participar con nosotros en la Campaña-Celebración del centenario
de la muerte de Federico Engels. Entre todos contribuiremos a la expansión y al desarrollo de las ideas del
MARXISMO HOY.

Comité de Redacción

Federico Engels
V.I. El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en
Lenin1883), Engels fue el más notable sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo
Otoño de civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos
1895 amigos consagraron su vida se convirtió en una obra común. Y así, para comprender lo que Federico Engels
ha hecho por el proletariado, es necesario comprender claramente la importancia de la doctrina y actividad
de Marx en pro del desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en
demostrar que la clase obrera con sus reivindicaciones surge necesariamente del sistema económico actual,
que, con la burguesía, crea inevitablemente y organiza al proletariado. Demostraron que la humanidad se
verá liberada de las calamidades que la azotan no por los esfuerzos bien intencionados de algunas que otras
nobles personalidades, sino por medio de la lucha de clase del proletariado organizado. Marx y Engels
fueron los primeros en dejar sentado en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de
soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la
sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, la sucesión
en el dominio y en las victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto ha de continuar hasta que no
desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción
social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por lo que la lucha de
clase consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una
lucha política.

Estos conceptos de Marx y Engels los ha hecho suyos en nuestros días todo el proletariado en lucha por su
emancipación. Pero cuando los dos amigos, en la década de los 40, participaban en la literatura socialista y
en los movimientos sociales de aquel tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón
había muchos hombres con talento y otros sin talento, muchos honrados y otros deshonestos, que, en el ardor
de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia de los monarcas, de la policía y del clero,
no percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Estos
hombres ni siquiera admitían la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por
otra parte, ha habido muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba tan sólo convencer a
los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil
implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo que triunfara sin lucha.
Finalmente, casi todos los socialistas de aquella época y, en general, los amigos de la clase obrera no veían
en el proletariado más que una llaga y contemplaban con horror cómo, a la par que crecía la industria, crecía
también esta llaga. Por eso todos ellos pensaban en el modo de detener el desarrollo de la industria y del
proletariado, de parar "el carro de la historia". Contrariamente al temor general ante el desarrollo del
proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico de éste.
Cuantos más proletarios haya tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y tanto más próximo y
posible será el socialismo. De expresar en pocas palabras los méritos de Marx y Engels ante la clase obrera,
podría decirse que enseñaron a la clase obrera a tener conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron
los ensueños por la ciencia.

He aquí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos de todo obrero; he aquí el motivo de que
insertemos en nuestra recopilación, que, como todo lo que editamos, tiene por objeto despertar la conciencia
de clase de los obreros rusos, un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos
grandes maestros del proletariado contemporáneo.
Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante.
En 1838, Engels, por motivos familiares, se vio obligado, antes de terminar el liceo, a colocarse como
dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse de su capacitación
científica y política. Siendo todavía alumno del liceo, Engels llegó a odiar la autocracia y la arbitrariedad de
los funcionarios gubernamentales. El estudio de la filosofía le llevó aún más lejos. En aquella época, en la
filosofía alemana predominaba la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo partidario. A pesar de que el
propio Hegel era admirador del Estado autocrático prusiano, a cuyo servicio se hallaba en calidad de
profesor de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón
humana y en los derechos de ésta y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual en el mundo
transcurre un proceso constante de cambio y desarrollo, indujeron a los discípulos del profesor berlinés, que
no querían resignarse a la realidad, a la idea de que también la lucha contra la realidad, la lucha contra la
injusticia existente y el mal reinante tiene sus raíces en la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo el
mundo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perdurar eternamente la
autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la
enorme mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo?. La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo
del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el desarrollo de la
naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres, el de las relaciones sociales. Marx y
Engels, conservando la idea de Hegel del perpetuo proceso de desarrollo (2), rechazaron su preconcebida
concepción idealista del espíritu, vieron que no es el desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la
naturaleza, sino, a la inversa, que el espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la materia...
Contrariamente a Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocando el mundo y la
humanidad desde el punto de vista materialista, vieron que, lo mismo que todos los fenómenos de la
naturaleza tienen por base causas materiales, así también el desarrollo de la sociedad humana está
condicionado por el desarrollo de las fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de las
fuerzas productivas dependen las relaciones en que se colocan los hombres entre sí en el proceso de
producción de los objetos indispensables para la satisfacción de las necesidades humanas. Y en dichas
relaciones está la clave que permite explicar todos los fenómenos de la vida social, los anhelos del hombre,
sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la
propiedad privada; pero vemos ahora también cómo ese mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja
de la propiedad a la mayoría de los hombres para concentrarla en manos de una insignificante minoría;
destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende al mismo fin que se han planteado
los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad
contemporánea está interesada en la realización del socialismo e inculcar a esta fuerza la conciencia de sus
intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en el centro
de la industria inglesa, en Manchester, adonde se trasladó en 1842, como empleado de una firma comercial
de la que su padre era uno de los accionistas. Allí Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la
fábrica, sino que anduvo por los barrios inmundos en los que se albergaban los obreros y comprobó con sus
propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban. No conformándose con sus propias
observaciones, Engels leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera
inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como resultado
de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya
hemos señalado más arriba en qué consiste el mérito principal de Engels como autor de dicho libro. Es cierto
que también con anterioridad a Engels fueron muchos los que describieron los padecimientos del
proletariado e indicaron la necesidad de ayudar a éste. Pero Engels fue el primero en afirmar que el
proletariado no sólo constituye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica
en que se encuentra le impulsa inconteniblemente hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación
definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera
llevará ineludiblemente a los trabajadores a la conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo,
Por otra parte, el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la
lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas fundamentales de la obra de Engels sobre la situación de
la clase obrera en Inglaterra, ideas aceptadas ahora por todo el proletariado que piensa y lucha, pero que
entonces eran completamente nuevas. Estas ideas fueron expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno
de los cuadros más auténticos y patéticos en los que se mostraban las calamidades del proletariado inglés.
Era un libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión que
produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra de Engels como el cuadro que mejor
representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845 ni después apareció
una descripción tan brillante y veraz de las calamidades sufridas por la clase obrera.

Engels se hizo socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de Manchester se puso en contacto con los
militantes del movimiento obrero inglés existente en aquel entonces y empezó a colaborar en las
publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció allí a Marx,
con quien ya mantenía correspondencia. Estando en París, Marx bajo la influencia de los socialistas
franceses y de la vida en Francia, también se hizo socialista. En la capital de Francia los dos amigos
escribieron juntos su obra La sagrada familia. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx y que apareció
un año antes de La situación de la clase obrera en Inglaterra, contiene las bases del socialismo
revolucionario-materialista, cuyas ideas principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un
nombre burlón dado a los filósofos hermanos Bauer y a sus secuaces. Estos señores predicaban una crítica
que estaba por encima de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda
actuación práctica y sólo contemplaba "críticamente" el mundo circundante y los sucesos que ocurrían en él.
Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado de masa carente de sentido crítico. Marx y
Engels se enfrentaron enérgicamente con esta tendencia absurda y nociva. En nombre de la verdadera
personalidad humana, la del obrero pisoteado por las clases dominantes y por el Estado, Marx y Engels
exigían no la contemplación, sino la lucha por un orden social mejor. Y veían, naturalmente, que la fuerza
capaz de librar esta lucha, en la que estaba interesado, era el proletariado. Ya antes de la aparición de La
sagrada familia, Engels había publicado en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su
Estudio crítico sobre la economía política(3) en el que analizaba desde el punto de vista socialista los
fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la dominación
de la propiedad privada. Su relación con Engels contribuyó sin duda a que Marx se decidiera a ocuparse del
estudio de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una revolución.

Desde 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos con las
actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades. Allí Engels y Marx se
relacionaron con una asociación clandestina alemana, la "Liga de los Comunistas", que les encargó que
expusiesen los principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto
del Partido Comunista de Marx y Engels, que vio la luz en el año 1848. Este pequeño libro vale por tomos
enteros: su espíritu da vida y movimiento, hasta hoy día, a todo el proletariado organizado y combatiente del
mundo civilizado.

La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de la Europa
Occidental, permitió a Marx y Engels regresar a su patria. Allí, en la Prusia renana, asumieron la dirección
de la Nueva Gaceta del Rhin, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos
constituían el alma de todas las tendencias democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ellos
defendieron hasta la última posibilidad los intereses del pueblo y de la libertad contra las fuerzas
reaccionarias. Como es sabido, las fuerzas reaccionarias vencieron, la Nueva Gaceta del Rhin fue
suspendida, y Marx, que mientras se hallaba en la emigración había sido privado de los derechos de súbdito
prusiano, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, después de participar en la insurrección armada del
pueblo y combatir en tres batallas en pro de la libertad, huyó a Londres, a través de Suiza, una vez
derrotados los insurgentes.

A Londres vino a establecerse también Marx. Engels no tardó en colocarse de nuevo en la misma casa de
comercio de Manchester, de la que había sido empleado en la década del 40, y más tarde se hizo socio suyo.
Hasta 1870, Engels vivió en Manchester y Marx en Londres, lo que no fue óbice para que siguieran en el
más íntimo contacto espiritual, manteniendo correspondencia casi a diario. En esta correspondencia los dos
amigos intercambiaron sus ideas y conocimientos, continuando la elaboración en común de la doctrina del
socialismo científico. En 1870 Engels se trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx,
continuaron su vida intelectual conjunta, una vida llena de intensísimo trabajo. Su resultado fue, por parte de
Marx, El Capital, la obra más grande sobre economía política de nuestro siglo, y, por parte de Engels, toda
una serie de obras grandes y pequeñas. Marx trabajó en el análisis de los complejos fenómenos de la
economía capitalista. Engels, en sus trabajos, escritos con un lenguaje muy ameno, muchas veces en forma
de polémica, enfocó los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos del pasado y del
presente en el sentido de la concepción materialista de la historia y de la doctrina económica de Marx. De
estos trabajos de Engels citaremos: la obra polémica contra Dühring (en ella el autor analiza los problemas
más importantes de la filosofía de las ciencias naturales y de la sociología(4). El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado, Ludwig Feuerbach, un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso(5),
sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda(6) y, finalmente, dos artículos, pequeños pero muy
valiosos, Sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia)(7). Marx murió sin haber
logrado dar definitivo remate a su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, esta obra estaba terminada
en borrador y Engels, después de la muerte de su amigo, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los
tomos segundo y tercero de El Capital. En 1885 editó el segundo y en 1894 el tercer tomo (el cuarto tomo ya
no alcanzó a redactarlo)(8). Estos dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austriaco
Adler observó con razón que, con la edición del segundo y tercer tomos de El Capital, Engels erigió a su
genial amigo un monumento majestuoso en el que, involuntariamente, había grabado también con trazos
indelebles su propio nombre. En efecto, dichos tomos de El Capital son obra de ambos, de Marx y de
Engels.

Las leyendas de la antigüedad nos demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado
europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas
superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres. Engels siempre, y en
general con toda justicia, se posponía a Marx. "Al lado de Marx —escribió en una ocasión a un viejo amigo
suyo— me correspondió el papel de segundo violín"(9). Su cariño hacia Marx mientras éste vivió y su
veneración a la memoria del amigo muerto fueron infinitos. Engels, el luchador austero y pensador
profundo, era hombre de una gran ternura.

Después del movimiento de 1848-49, Marx y Engels, en el exilio, no se dedicaron únicamente a la labor
científica. Marx creó en 1864 la AIT (Asociación Internacional de los Trabajadores), que dirigió durante
todo un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La actividad de esta "Asociación
Internacional" que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo una
enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero, incluso después de haber sido disuelta
dicha asociación, en la década del 70, el papel de Marx y de Engels como unificadores de la clase obrera no
cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento
obrero seguía creciendo constantemente, porque el propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar.
Después de la muerte de Marx, Engels, solo, siguió siendo el consejero dirigente de los socialistas europeos.
A él acudían en busca de consejos y directrices tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas, a pesar de las
persecuciones gubernamentales iban constante y rápidamente en aumento, como los representantes de países
atrasados, por ejemplo, españoles, rumanos, rusos, que se verían en el trance de meditar y medir con toda
cautela sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias
del viejo Engels.

Marx y Engels, que conocían la lengua rusa y leían libros en ruso, se interesaban vivamente por Rusia,
seguían con simpatía el movimiento revolucionario de nuestro país y mantenían relaciones con
revolucionarios rusos. Ambos eran ya demócratas antes de hacerse socialistas y tenían profundamente
arraigado el sentimiento democrático de odio a la arbitrariedad política. Este sentimiento político innato, a la
par que la profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión
económica, así como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran
extraordinariamente sensibles precisamente en el sentido político. Por lo mismo, la heroica lucha sostenida
por un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos
revolucionarios probados la simpatía más viva. Y a la inversa, era natural que el intento de volver la espalda
a la tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos —la conquista de la libertad política—, en aras
de supuestas ventajas económicas, les parecía sospechoso e incluso fuese considerado por ellos como una
traición a la gran causa de la revolución social. "La emancipación del proletariado debe ser obra del
proletariado mismo"(10) nos enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación
económica, el proletariado debe conquistar ciertos derechos políticos. Además, Marx y Engels vieron con
toda claridad que la revolución política en Rusia tendría también una enorme importancia para el
movimiento obrero de la Europa Occidental. La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la
reacción europea. La situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra
de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, naturalmente, no hizo más que
aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Unicamente una Rusia libre, que
no tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni
de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania, daría a la Europa contemporánea la
posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a todos los elementos reaccionarios de
Europa y aumentaría las fuerzas de la clase obrera europea. Por lo mismo, Engels, teniendo también en
cuenta los intereses del movimiento obrero del Occidente, abogó calurosamente por la implantación de la
libertad política en Rusia. Los revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus amigos.

¡Memoria eterna a Federico Engels,


gran luchador y maestro del proletariado!
MARXISMO HOY Nº 1
A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

Presentación
En defensa del marxismo

En agosto de este año, se cumplirán 100 años de la muerte de Federico Engels, el hombre que
contribuyó de manera decisiva a desarrollar las ideas del marxismo.

Engels combinó como pocos, su dominio de la teoría marxista y su práctica de luchador obrero,
hizo grandes aportaciones a la teoría en particular en el campo de la filosofía marxista, y al
mismo tiempo participó en la lucha del movimiento obrero británico, en contacto permanente
con la clase obrera.
Desde la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, hemos decidido lanzar el primer
número de esta nueva revista, titulada MARXISMO HOY, precisamente coincidiendo con el
centenario de la muerte de Engels.
Es obligado, por tanto, que esta revista dedique una parte importante de sus páginas al
materialismo dialéctico y al mismo tiempo sea el inicio de una campaña destinada a difundir las
ideas, las aportaciones, la vida de Federico Engels, que transcurrirá durante todo el año 1995.
En los próximos meses la Fundación editará un libro titulado Razón y Revolución, sobre el
marxismo y la ciencia moderna, como paso siguiente de esa campaña, dedicado a demostrar
como los grandes descubrimientos de la ciencia moderna, vienen a confirmar la mayoría de las
ideas y perspectivas que Engels desarrolló, hace más de cien años.
La publicación de ese libro, que presentamos en páginas interiores, y en general todas las
actividades que vamos a realizar, queremos que sirvan a la extensión y debate de las ideas del
marxismo.
El capitalismo continúa su decadencia histórica, dentro de su etapa de degeneración
imperialista. Las ideas del marxismo continúan probando en los hechos científicos su
extraordinaria validez como el nivel más avanzado de pensamiento humano bajo el capitalismo
y, por otro lado, por una de esas paradojas de la historia, estas ideas, ocupan un espacio muy
reducido en la mente de las masas.
Como marxistas somos deterministas, el socialismo es inevitable. Todo lo racional es real, es
decir las ideas que reflejan procesos objetivos, en la naturaleza o en la sociedad acaban
triunfando. Pero no somos fatalistas.
El proceso de la lucha de clases es una lucha de fuerzas vivas, en la que factores objetivos y
subjetivos, están en continuo desarrollo y en continua interrelación. No hay ningún proceso,
ningún fenómeno, bajo el capitalismo, que avance en línea recta. Avances y retrocesos son
inevitables. Más tarde o más temprano, el socialismo acabará triunfando, cuando previamente
las ideas del marxismo se apoderen de la mente de las masas, se fusionen con la extraordinaria
fuerza potencial del movimiento obrero mundial, para convertirse en una fuerza decisiva que
cambiará la historia.
En este primer número de la revista, publicamos, además del apartado dedicado al centenario de
Engels, un amplio análisis sobre el carácter de clase y la evolución actual del fundamentalismo
islámico, escrito por un marxista paquistaní, que vive estos fenómenos muy de cerca.
Continuamos la publicación de la Historia del Partido Bolchevique, escrita por Alan Woods,
marxista británico. El primer capítulo fue publicado en la revista Izquierda Marxista, también
editada en el pasado por la Fundación Federico Engels. En próximas publicaciones seguiremos
con los siguientes capítulos.
Cuando se cumplen diez años del inicio de la perestroika, en marzo-abril de 1985, publicamos
un análisis sobre la importancia de este acontecimiento, y la posterior caída del estalinismo,
además de las perspectivas para Rusia. Estos hechos han pesado y siguen pesando con fuerza
sobre la época actual, y seguramente continuarán siendo objeto de análisis en próximos
números de la revista.
Por razones de espacio, no hemos podido insertar en este número artículos sobre la situación en
México, Irlanda y el Estado Español.
La Fundación editará en breve un folleto sobre la situación en Irlanda, que ayudará al debate
que está teniendo lugar en Euskadi, sobre el hipotético final de la violencia de ETA. En el
próximo número de la revista, que trataremos de que vea la luz antes de final de este año de
1995, procuraremos superar las lagunas anteriores.
Mantendremos como secciones fijas Notas Económicas Internacionales, críticas de Libros y
Cartas.
A 90 años de la revolución rusa de 1905, hemos querido traer a colación la maravillosa obra de
León Trotsky, donde sentó las bases para su teoría de la revolución permanente.
La revista nace con el objetivo de difundir las ideas del marxismo dentro del movimiento
obrero. Estamos totalmente abiertos a cualquier colaboración. Estaríamos muy agradecidos a
cualquier trabajador o joven, que nos hiciese llegar sus aportaciones o críticas para mejorar la
revista, para superar los inevitables fallos que seguramente tendrá, dados nuestros escasos
medios.
Pero, por encima de todo, os invitamos a participar con nosotros en la Campaña-Celebración del
centenario de la muerte de Federico Engels. Entre todos contribuiremos a la expansión y al
desarrollo de las ideas del MARXISMO HOY.

Comité de Redacción

Federico Engels
V.I. Lenin Otoño de 1895El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx
(fallecido en 1883), Engels fue el más notable sabio y maestro del proletariado contemporáneo
de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico
Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en una obra común. Y
así, para comprender lo que Federico Engels ha hecho por el proletariado, es necesario
comprender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx en pro del desarrollo
del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la
clase obrera con sus reivindicaciones surge necesariamente del sistema económico actual, que,
con la burguesía, crea inevitablemente y organiza al proletariado. Demostraron que la
humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan no por los esfuerzos bien
intencionados de algunas que otras nobles personalidades, sino por medio de la lucha de clase
del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en dejar sentado en sus obras
científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado
inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda
la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, la sucesión en el dominio y en
las victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto ha de continuar hasta que no
desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la
producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas,
por lo que la lucha de clase consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas.
Y toda lucha de clases es una lucha política.

Estos conceptos de Marx y Engels los ha hecho suyos en nuestros días todo el proletariado en
lucha por su emancipación. Pero cuando los dos amigos, en la década de los 40, participaban en
la literatura socialista y en los movimientos sociales de aquel tiempo, estos puntos de vista eran
completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento y otros sin talento,
muchos honrados y otros deshonestos, que, en el ardor de la lucha por la libertad política, en la
lucha contra la autocracia de los monarcas, de la policía y del clero, no percibían el
antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Estos hombres
ni siquiera admitían la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente.
Por otra parte, ha habido muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba tan
sólo convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social
existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban
con un socialismo que triunfara sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella
época y, en general, los amigos de la clase obrera no veían en el proletariado más que una llaga
y contemplaban con horror cómo, a la par que crecía la industria, crecía también esta llaga. Por
eso todos ellos pensaban en el modo de detener el desarrollo de la industria y del proletariado,
de parar "el carro de la historia". Contrariamente al temor general ante el desarrollo del
proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico
de éste. Cuantos más proletarios haya tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y
tanto más próximo y posible será el socialismo. De expresar en pocas palabras los méritos de
Marx y Engels ante la clase obrera, podría decirse que enseñaron a la clase obrera a tener
conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron los ensueños por la ciencia.

He aquí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos de todo obrero; he aquí el
motivo de que insertemos en nuestra recopilación, que, como todo lo que editamos, tiene por
objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos, un esbozo sobre la vida y la
actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.

Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Su padre
era fabricante. En 1838, Engels, por motivos familiares, se vio obligado, antes de terminar el
liceo, a colocarse como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le
impidió ocuparse de su capacitación científica y política. Siendo todavía alumno del liceo,
Engels llegó a odiar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios gubernamentales. El
estudio de la filosofía le llevó aún más lejos. En aquella época, en la filosofía alemana
predominaba la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo partidario. A pesar de que el propio
Hegel era admirador del Estado autocrático prusiano, a cuyo servicio se hallaba en calidad de
profesor de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era revolucionaria. La fe de Hegel en
la razón humana y en los derechos de ésta y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según
la cual en el mundo transcurre un proceso constante de cambio y desarrollo, indujeron a los
discípulos del profesor berlinés, que no querían resignarse a la realidad, a la idea de que
también la lucha contra la realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante tiene
sus raíces en la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo el mundo se desarrolla, si unas
instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perdurar eternamente la autocracia del rey
prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la
enorme mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo?. La filosofía de Hegel hablaba del
desarrollo del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista. Del desarrollo del espíritu
deducía el desarrollo de la naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres, el
de las relaciones sociales. Marx y Engels, conservando la idea de Hegel del perpetuo proceso de
desarrollo (2), rechazaron su preconcebida concepción idealista del espíritu, vieron que no es el
desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la naturaleza, sino, a la inversa, que el
espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la materia... Contrariamente a Hegel y otros
hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocando el mundo y la humanidad desde el
punto de vista materialista, vieron que, lo mismo que todos los fenómenos de la naturaleza
tienen por base causas materiales, así también el desarrollo de la sociedad humana está
condicionado por el desarrollo de las fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo
de las fuerzas productivas dependen las relaciones en que se colocan los hombres entre sí en el
proceso de producción de los objetos indispensables para la satisfacción de las necesidades
humanas. Y en dichas relaciones está la clave que permite explicar todos los fenómenos de la
vida social, los anhelos del hombre, sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas
productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero vemos ahora
también cómo ese mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja de la propiedad a la
mayoría de los hombres para concentrarla en manos de una insignificante minoría; destruye la
propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende al mismo fin que se han planteado
los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la
sociedad contemporánea está interesada en la realización del socialismo e inculcar a esta fuerza
la conciencia de sus intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo
conoció en Inglaterra, en el centro de la industria inglesa, en Manchester, adonde se trasladó en
1842, como empleado de una firma comercial de la que su padre era uno de los accionistas. Allí
Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que anduvo por los barrios
inmundos en los que se albergaban los obreros y comprobó con sus propios ojos la miseria y las
calamidades que los azotaban. No conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó
todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió
minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como resultado de
sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en
Inglaterra. Ya hemos señalado más arriba en qué consiste el mérito principal de Engels como
autor de dicho libro. Es cierto que también con anterioridad a Engels fueron muchos los que
describieron los padecimientos del proletariado e indicaron la necesidad de ayudar a éste. Pero
Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no sólo constituye una clase que sufre, sino
que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra le impulsa
inconteniblemente hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el
proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará
ineludiblemente a los trabajadores a la conciencia de que no les queda otra salida que el
socialismo, Por otra parte, el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza cuando se
convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas fundamentales
de la obra de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas aceptadas ahora
por todo el proletariado que piensa y lucha, pero que entonces eran completamente nuevas.
Estas ideas fueron expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno de los cuadros más
auténticos y patéticos en los que se mostraban las calamidades del proletariado inglés. Era un
libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión
que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra de Engels como el
cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni
antes de 1845 ni después apareció una descripción tan brillante y veraz de las calamidades
sufridas por la clase obrera.

Engels se hizo socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de Manchester se puso en


contacto con los militantes del movimiento obrero inglés existente en aquel entonces y empezó
a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a
Alemania, conoció allí a Marx, con quien ya mantenía correspondencia. Estando en París, Marx
bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia, también se hizo socialista.
En la capital de Francia los dos amigos escribieron juntos su obra La sagrada familia. Esta obra,
escrita en su mayor parte por Marx y que apareció un año antes de La situación de la clase
obrera en Inglaterra, contiene las bases del socialismo revolucionario-materialista, cuyas ideas
principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un nombre burlón dado a los
filósofos hermanos Bauer y a sus secuaces. Estos señores predicaban una crítica que estaba por
encima de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actuación
práctica y sólo contemplaba "críticamente" el mundo circundante y los sucesos que ocurrían en
él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado de masa carente de sentido
crítico. Marx y Engels se enfrentaron enérgicamente con esta tendencia absurda y nociva. En
nombre de la verdadera personalidad humana, la del obrero pisoteado por las clases dominantes
y por el Estado, Marx y Engels exigían no la contemplación, sino la lucha por un orden social
mejor. Y veían, naturalmente, que la fuerza capaz de librar esta lucha, en la que estaba
interesado, era el proletariado. Ya antes de la aparición de La sagrada familia, Engels había
publicado en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico
sobre la economía política(3) en el que analizaba desde el punto de vista socialista los
fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la
dominación de la propiedad privada. Su relación con Engels contribuyó sin duda a que Marx se
decidiera a ocuparse del estudio de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron
toda una revolución.

Desde 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos con
las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades. Allí Engels y
Marx se relacionaron con una asociación clandestina alemana, la "Liga de los Comunistas", que
les encargó que expusiesen los principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así
surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, que vio la luz en el año
1848. Este pequeño libro vale por tomos enteros: su espíritu da vida y movimiento, hasta hoy
día, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.

La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de la
Europa Occidental, permitió a Marx y Engels regresar a su patria. Allí, en la Prusia renana,
asumieron la dirección de la Nueva Gaceta del Rhin, periódico democrático que aparecía en la
ciudad de Colonia. Los dos amigos constituían el alma de todas las tendencias democráticas
revolucionarias de la Prusia renana. Ellos defendieron hasta la última posibilidad los intereses
del pueblo y de la libertad contra las fuerzas reaccionarias. Como es sabido, las fuerzas
reaccionarias vencieron, la Nueva Gaceta del Rhin fue suspendida, y Marx, que mientras se
hallaba en la emigración había sido privado de los derechos de súbdito prusiano, fue expulsado
del país; en cuanto a Engels, después de participar en la insurrección armada del pueblo y
combatir en tres batallas en pro de la libertad, huyó a Londres, a través de Suiza, una vez
derrotados los insurgentes.

A Londres vino a establecerse también Marx. Engels no tardó en colocarse de nuevo en la


misma casa de comercio de Manchester, de la que había sido empleado en la década del 40, y
más tarde se hizo socio suyo. Hasta 1870, Engels vivió en Manchester y Marx en Londres, lo
que no fue óbice para que siguieran en el más íntimo contacto espiritual, manteniendo
correspondencia casi a diario. En esta correspondencia los dos amigos intercambiaron sus ideas
y conocimientos, continuando la elaboración en común de la doctrina del socialismo científico.
En 1870 Engels se trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx, continuaron su
vida intelectual conjunta, una vida llena de intensísimo trabajo. Su resultado fue, por parte de
Marx, El Capital, la obra más grande sobre economía política de nuestro siglo, y, por parte de
Engels, toda una serie de obras grandes y pequeñas. Marx trabajó en el análisis de los complejos
fenómenos de la economía capitalista. Engels, en sus trabajos, escritos con un lenguaje muy
ameno, muchas veces en forma de polémica, enfocó los problemas científicos más generales y
los diversos fenómenos del pasado y del presente en el sentido de la concepción materialista de
la historia y de la doctrina económica de Marx. De estos trabajos de Engels citaremos: la obra
polémica contra Dühring (en ella el autor analiza los problemas más importantes de la filosofía
de las ciencias naturales y de la sociología(4). El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado, Ludwig Feuerbach, un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso(5), sus
magníficos artículos sobre el problema de la vivienda(6) y, finalmente, dos artículos, pequeños
pero muy valiosos, Sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia)(7).
Marx murió sin haber logrado dar definitivo remate a su grandiosa obra sobre el capital. Sin
embargo, esta obra estaba terminada en borrador y Engels, después de la muerte de su amigo,
emprendió la difícil tarea de redactar y editar los tomos segundo y tercero de El Capital. En
1885 editó el segundo y en 1894 el tercer tomo (el cuarto tomo ya no alcanzó a redactarlo)(8).
Estos dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austriaco Adler observó
con razón que, con la edición del segundo y tercer tomos de El Capital, Engels erigió a su genial
amigo un monumento majestuoso en el que, involuntariamente, había grabado también con
trazos indelebles su propio nombre. En efecto, dichos tomos de El Capital son obra de ambos,
de Marx y de Engels.

Las leyendas de la antigüedad nos demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad. El


proletariado europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores
cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad
entre los hombres. Engels siempre, y en general con toda justicia, se posponía a Marx. "Al lado
de Marx —escribió en una ocasión a un viejo amigo suyo— me correspondió el papel de
segundo violín"(9). Su cariño hacia Marx mientras éste vivió y su veneración a la memoria del
amigo muerto fueron infinitos. Engels, el luchador austero y pensador profundo, era hombre de
una gran ternura.

Después del movimiento de 1848-49, Marx y Engels, en el exilio, no se dedicaron únicamente a


la labor científica. Marx creó en 1864 la AIT (Asociación Internacional de los Trabajadores),
que dirigió durante todo un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La
actividad de esta "Asociación Internacional" que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los
proletarios de todos los países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento
obrero. Pero, incluso después de haber sido disuelta dicha asociación, en la década del 70, el
papel de Marx y de Engels como unificadores de la clase obrera no cesó. Por el contrario, puede
afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía
creciendo constantemente, porque el propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar.
Después de la muerte de Marx, Engels, solo, siguió siendo el consejero dirigente de los
socialistas europeos. A él acudían en busca de consejos y directrices tanto los socialistas
alemanes, cuyas fuerzas, a pesar de las persecuciones gubernamentales iban constante y
rápidamente en aumento, como los representantes de países atrasados, por ejemplo, españoles,
rumanos, rusos, que se verían en el trance de meditar y medir con toda cautela sus primeros
pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo
Engels.

Marx y Engels, que conocían la lengua rusa y leían libros en ruso, se interesaban vivamente por
Rusia, seguían con simpatía el movimiento revolucionario de nuestro país y mantenían
relaciones con revolucionarios rusos. Ambos eran ya demócratas antes de hacerse socialistas y
tenían profundamente arraigado el sentimiento democrático de odio a la arbitrariedad política.
Este sentimiento político innato, a la par que la profunda comprensión teórica del nexo existente
entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de la
vida, hicieron que Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles precisamente en el
sentido político. Por lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios
rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos revolucionarios
probados la simpatía más viva. Y a la inversa, era natural que el intento de volver la espalda a la
tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos —la conquista de la libertad política—
, en aras de supuestas ventajas económicas, les parecía sospechoso e incluso fuese considerado
por ellos como una traición a la gran causa de la revolución social. "La emancipación del
proletariado debe ser obra del proletariado mismo"(10) nos enseñaron siempre Marx y Engels.
Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar ciertos derechos
políticos. Además, Marx y Engels vieron con toda claridad que la revolución política en Rusia
tendría también una enorme importancia para el movimiento obrero de la Europa Occidental. La
Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación
internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que
sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, naturalmente, no hizo más que
aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Unicamente una
Rusia libre, que no tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios
y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania,
daría a la Europa contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras,
debilitaría a todos los elementos reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase
obrera europea. Por lo mismo, Engels, teniendo también en cuenta los intereses del movimiento
obrero del Occidente, abogó calurosamente por la implantación de la libertad política en Rusia.
Los revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus amigos.

¡Memoria eterna a Federico Engels,


gran luchador y maestro del proletariado!

MARXISMO HOY Nº 1
A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

El materialismo dialéctico hoy


Alan Woods
Redactor de la revista marxista británica Socalist Appeal

Estamos viviendo en una época de profundo cambio histórico. Después de un período de 40


años de crecimiento económico sin precedentes, el sistema capitalista está llegando a sus
límites. En lugar de crecimiento nos enfrentamos al estancamiento económico, la recesión y
una crisis de las fuerzas productivas. Incluso dejando de lado los países de África, Asia y
América Latina, hay entre treinta y cuarenta millones de parados en los países capitalistas
avanzados.

En la víspera del siglo XXI la humanidad se encuentra en una encrucijada. La crisis del
capitalismo se manifiesta en todos los niveles de la vida. Se refleja en la especulación y la
corrupción, el consumo de drogas, la violencia, el egoísmo y la indiferencia hacia los
sufrimientos de los demás, el colapso de la familia burguesa, la crisis de la moralidad, la cultura
y la filosofía burguesas. ¿Cómo podría ser de otra manera? Uno de los síntomas de un sistema
social en crisis es que la clase dominante se da cuenta cada vez más de que es un freno al
desarrollo de la sociedad.

La iglesia catolica

En su período de ascenso histórico, la burguesía luchó contra el viejo oscurantismo de la


iglesia católica —la más alta expresión de la ideología del feudalismo. Aún antes de la
revolución burguesa en Holanda y en Inglaterra, esta lucha fue anticipada por la titánica batalla
lanzada por la ciencia contra la Inquisición. Copérnico, Giordano Bruno, Galileo y Kepler
representaban la nueva manera de ver el mundo enfrentada a la camisa de fuerza del pasado.

La Revolución Francesa fue anunciada por las ideas de los filósofos materialistas de la época
de las luces. En su fase progresista, la burguesía francesa era atea y materialista. Combatió
bajo la bandera de la Razón. Sólo cuando el levantamiento del proletariado significó una
amenaza a su dominio, especialmente después de la Comuna de París, descubrió de golpe los
encantos de la Madre Iglesia.

Pero en la época actual —la época de la decadencia senil del capitalismo— todos estos
procesos se han convertido en su contrario. En palabras de Hegel "La Razón se convierte en la
Sinrazón". Es cierto que la religión "oficial" está en bancarrota. Las iglesias están vacías y en
creciente crisis. En su lugar, vemos la proliferación de todo tipo de sectas y una epidemia de
fundamentalismo religioso —cristiano, musulmán, judío e hindú—; un signo del callejón sin
salida de la sociedad que vuelve locos a sectores de la pequeña burguesía. A medida que se
acerca el nuevo siglo vemos los más terroríficos retrocesos hacia el oscurantismo medieval.
Este fenómeno no se limita a Irán, la India y Argelia. En los Estados Unidos —el país capitalista
más desarrollado y tecnológicamente más avanzado (junto con Japón)— hemos visto
recientemente la "matanza de Waco". En otros países occidentales vemos el desarrollo
incontrolado de sectas religiosas, supersticiones, astrología y toda clase de tendencias
irracionales.

Todos estos fenómenos guardan un asombroso parecido con lo que ocurrió en el período de
declive del Imperio Romano. Que nadie objete que este tipo de cosas se limitan a sectores
marginales de la sociedad. Hace tan sólo diez años, el presidente de los Estados Unidos,
Ronald Reagan, hizo un famoso discurso sobre el "Imperio del Mal" (Rusia) para justificar un
programa de producción de los medios más terroríficos de destrucción —que podrían destruir
todo el mundo varias veces. En ese discurso dijo lo siguiente: "En el mundo existen el Pecado y
el Mal, y las Sagradas Escrituras y Nuestro Señor Jesucristo nos dirigen a enfrentarnos a ellos
con todas nuestras fuerzas"

El lenguaje y el pensamiento del ex presidente del país capitalista más desarrollado viene
directamente de la Edad Media. Es una contradicción dialéctica de primer orden. Y no está
aislada. Cuando al primer astronauta de los EEUU se le pidió que diese un mensaje a la
humanidad escogió.... la primera frase del Génesis: "Al principio Dios creó el Cielo y la Tierra".
No es un accidente que en algunos Estados de los EEUU, las escuelas están obligadas a
enseñar la teoría de la "creación" en oposición a la de la evolución. Ni tampoco que los
telepredicadores consigan fortunas a través de las ondas con una audiencia de millones.

Irracionalidad

¿De dónde surge toda está irracionalidad? No es ajena a un sentimiento de impotencia en un


mundo donde el destino de la humanidad está controlado por fuerzas aterradoras y
aparentemente invisibles. Sólo hay que mirar al pánico en la bolsa, con hombres y mujeres
"respetables" correteando arriba y abajo como las hormigas cuando se les destroza el nido.
Estos espasmos periódicos, provocando el pánico del rebaño, son un ejemplo gráfico de la
anarquía capitalista.
Marx explicó que las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante.
En sus primeros días, la burguesía no sólo jugó un papel progresista, llevando más lejos las
fronteras de la civilización, sino que era consciente de ello. Ahora los estrategas del capital
están vencidos por el pesimismo. Son los representantes de un sistema sentenciado por la
historia, pero no pueden reconciliarse con este hecho

Esta contradicción central es el factor decisivo que deja su huella en la manera de pensar de la
burguesía hoy en día. Lenin dijo que un hombre al borde de un abismo no razona. Es un hecho
increíble que los consejos de dirección de las gigantes compañías multinacionales consulten
astrólogos antes de tomar sus decisiones de inversión. ¡La única justificación para esto es que
los resultados que les dan los brujos económicos profesionales no son mucho mejores!. Cuanto
más tiempo se le permita continuar a este sistema decrépito basado en el caos, la codicia y el
parasitismo, mayor será la amenaza para los logros sociales, económicos y culturales
acumulados de la humanidad.

Ciencia y sociedad

Hasta hace muy poco, parecía que el mundo de la ciencia estaba por encima de la decadencia
general del capitalismo. Las maravillas de la ciencia y la tecnología modernas dieron un
prestigio colosal a los científicos, que parecían tener cualidades casi mágicas. El respeto
ganado por la comunidad científica crecía en la misma proporción en que sus teorías se hacían
cada vez más incomprensibles para la mayoría de la sociedad, incluida la gente más instruída.

Pero los científicos son seres normales que viven en el mismo mundo que todos nosotros. Y
por lo tanto también pueden estar influenciados por las ideas, filosofías, políticas y prejuicios
dominantes, por no hablar de intereses materiales en algunos casos muy sustanciosos. La
mayoría de los científicos creen sinceramente que tienen la mente completamente abierta, que
no tienen "ninguna filosofía", simplemente se dedican a la consideración objetiva de "los
hechos". Por desgracia los hechos no se seleccionan por si solos. Heráclito, ese pensador de
la Antigüedad maravillosamente profundo, dijo una vez: "Los ojos y las orejas son malos
testigos para hombres que tienen almas bárbaras"

La palabra griega "bárbaro" significaba "alguien que no comprende el lenguaje". La ciencia


moderna nos da abundante material que confirma la afirmación de Engels de que "en ultima
instancia la naturaleza funciona dialécticamente". Y a pesar de eso, a cada paso, los científicos
sacan conclusiones filosóficas completamente erróneas de su trabajo. Ahora mismo, el trabajo
de muchos físicos de partículas fundamentales está basado en la búsqueda de una "teoría del
todo" —una "gran teoría universal" (GUT).

Hace cien años, los científicos creían que las leyes de Maxwell sobre electromagnetismo
servían para explicar las leyes fundamentales del Universo. Quedaban sólo algunas pocas
cosas por clarificar, y se conocería todo lo que había que conocer acerca del funcionamiento
del Universo. Por supuesto, había algunas discrepancias problemáticas, pero parecían ser
pequeños detalles que podían ser ignorados.

Pero en pocas décadas estas discrepancias "menores" fueron suficientes para echar abajo
todo el edificio y provocar una verdadera revolución científica. Durante la mayor parte de este
siglo, la física ha estado dominada por la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica que
desplazaron la vieja mecánica clásica. A pesar de eso, en un principio los argumentos de Max
Plank y Albert Einstein no tuvieron mucho eco en la comunidad científica, que se agarraba
tenazmente a sus viejos puntos de vista. Hay una lección importante en esto. Cualquier intento
de imponer una "solución final" a nuestra visión del universo está condenado a fracasar. Como
dijo Hegel: "La verdad es infinita, su finitud es su negación".

Anti-Dhüring

El materialismo dialéctico parte de la concepción de un universo material eterno, infinito, en


evolución, en desarrollo y en constante cambio. Por lo tanto nadie va a conseguir nunca la
"teoría del todo". No es posible poner un límite al conocimiento y al desarrollo humano. Todo
límite de este tipo está condenado a ser superado. Esto se ha demostrado a lo largo de toda la
historia de la ciencia.

Como explicó Engels en su obra maestra Anti-Dhüring: "Un sistema de conocimiento natural e
histórico que lo abarca todo y es finito en el tiempo está en contradicción con las leyes
fundamentales del pensamiento dialéctico, el cual, de todas maneras, lejos de excluir, incluye la
idea de que el conocimiento sistemático del universo externo puede dar avances gigantescos
de generación en generación".

Las teorías de la mecánica cuántica y de la relatividad han tenido un efecto importante en el


desarrollo de la ciencia y la tecnología. No obstante, no son la última palabra, de la misma
manera que no lo eran las teorías de Maxwell. Una teoría provisional desplaza a otra teoría
provisional, hasta que esta es superada de nuevo.

El desarrollo de la ciencia y del pensamiento humano en general consiste en una serie infinita
de aproximaciones sucesivas, que penetran cada vez más profundamente en los secretos del
universo. Esto es lo único "Absoluto" —el proceso infinito del conocimiento humano a la
búsqueda de la comprensión de un universo infinito y en constante cambio.

Desde el punto de vista del materialismo dialéctico materia y energía son lo mismo. Engels
describió la energía ("moción") como "el modo de existencia, el atributo inherente de la materia"
(La Dialéctica de la Naturaleza).

Einstein demostró que la luz, que durante mucho tiempo se había pensado que era una onda,
se comportaba como una partícula, y estaba sujeta a la ley de la gravedad. Esto fue
brillantemente confirmado en 1919 durante un eclipse de sol. Más tarde De Broglie demostró
que la materia, que siempre se había creído que se componía de partículas, debía estar
compuesta por ondas y participar de su naturaleza.

Durante muchos años la física discutió, si los electrones eran partículas u ondas. Finalmente la
mecánica cuántica demostró que estos pueden, y de hecho lo hacen, comportarse como
partículas y como ondas.

Esta afirmación, en su día, causó una dura polémica. Iba en contra de las leyes de la lógica
formal, o para decirlo de otro modo, del "sentido común".

"Pero el bien fundamentado sentido común," como señaló Engels, "que es un respetable
compañero entre las cuatro paredes de casa, corre las más extraordinarias aventuras cuando
sale al ancho mundo de la investigación científica.. Aquí, la manera metafísica de ver las cosas,
justificable e incluso necesaria como es dentro de sus dominios cuya extensión varía según la
naturaleza del objeto a investigar, llega siempre un momento más pronto o más tarde en que
alcanza un límite más allá del cual pasa a ser unilateral, limitado y abstracto y se pierde en
contradicciones insolubles" (Anti-Dhüring).

La lógica formal

¿Cómo puede el sentido común aceptar que un electrón pueda estar en dos sitios al mismo
tiempo?. ¿O incluso moverse, a increíbles velocidades, al mismo tiempo en un número infinito
de direcciones diferentes?

Para la lógica formal, basada en las llamadas Ley de la Identidad y Ley de la Contradicción, tal
proposición sería algo monstruoso. Para andar por casa estas leyes se las arreglan bastante
bien. Pero para cálculos más complicados, que impliquen, por ejemplo, grandes distancias, o
velocidades extremadamente altas, o partículas infinitamente pequeñas, son incapaces de
explicar las cosas. Simplemente son inaplicables. Para explicar este tipo de fenómenos se
necesita un punto de vista dialéctico.
Citemos de nuevo a Engels: "Pero la situación es diferente tan pronto como consideramos las
cosas en su movimiento, su cambio, su vida, sus influencias recíprocas unas en otras.
Entonces inmediatamente aparecen las contradicciones. La moción en sí mismo es una
contradicción: incluso el simple cambio mecánico de lugar sólo puede llegar a producirse con
un cuerpo que esté en un momento dado y en ese mismo momento en un sitio y en otro, que
esté en el mismo sitio y que no esté en él. Y el continuo planteamiento y solución simultánea de
esta contradicción es precisamente lo que es el movimiento". (Anti-Dhüring).

La idea de que un electrón puede ser una onda y una partícula que puede estar
simultáneamente en un sitio y en otro distinto es una brillante confirmación de la dialéctica tal y
como fue elaborada no sólo por Marx y Engels, sino por Hegel, e incluso por Heráclito.

En 1927, Wemer Heisenberg enunció su famoso "principio de indeterminación", según el cual


es imposible determinar, con la precisión deseada, la posición y la velocidad de una partícula
simultáneamente. Cuanto menos incierta sea la posición de una partícula, más incierto es su
momento, y viceversa. (Esto también se aplica a otros pares específicos de propiedades). La
dificultad de establecer con precisión la posición y velocidad de una partícula que se está
moviendo a 5.000 millas por segundo en diferentes direcciones es evidente. Pero deducir de
esto que la causalidad en general no existe es una proposición completamente falsa.

El rechazo al viejo determinismo mecánico de Laplace y otros fue correcto y necesario. Pero
llevarlo hasta el punto de negar también la causalidad es una receta acabada para abandonar
la ciencia y el pensamiento racional.

En su libro "La extraña historia del quantum", Banesh Hoffman no duda en afirmar que "la
estricta causalidad es fundamental e intrínsecamente indemostrable. Por lo tanto la estricta
causalidad ya no es un concepto científico legítimo y debe ser expulsada del dominio oficial de
la ciencia de nuestros días"

No es extraño que el mismo autor exclame en la misma página: "Es difícil decidir dónde acaba
la ciencia y empieza el misticismo". ¡Desde luego!. Una vez que negamos la causalidad, el
universo se convierte en una cuestión totalmente arbitraria y azarosa. Todas las bases del
pensamiento racional desaparecen y se abre la ventana a la irracionalidad y al misticismo más
monstruoso .

Muchos científicos importantes estuvieron radicalmente en contra de la interpretación de


Heisenberg sobre el fenómeno en consideración. Entre ellos estaban, no sólo Einstein, sino los
principales pioneros en el campo de la mecánica cuántica, Max Plank y Louis De Broglie, y
también Erwin Schroedinger cuya famosa ecuación fue crucial para su desarrollo.

Como un intento de justificar el rechazo a la causalidad, se suele alegar que "el observador
crea el resultado de su observación por el acto de observación" (B. Hoffmann, op cit).
Heisenberg y Niels Bohr defendían que un electrón se materializa en un punto dado sólo
cuando es medido. El mecanismo preciso por el cual se supone que esto ocurre sigue siendo
un misterio. Parece que debemos aceptar el planteamiento de que la observación en sí misma
tiene un efecto decisivo sobre los procesos objetivos como un dogma de fe. El materialismo
dialéctico parte de la objetividad del universo material, que nos es dada a través de la
percepción sensorial. "Interpreto el mundo a través de mis sentidos". Esto es evidente. Pero el
mundo existe independientemente de mis sentidos. Esto se sobreentiende, podemos pensar,
¡pero no para la moderna filosofía burguesa!

Una de las principales corrientes de la filosofía del siglo veinte es el positivismo lógico, que
precisamente niega la objetividad del mundo material. Más exactamente, considera que la
misma cuestión de si el mundo existe o no es irrelevante y "metafísica". Estos argumentos
fueron contestados brillantemente por Lenin en 1908-9 en su libro Materialismo y
Empirocriticismo: "Si el color es una sensación que sólo depende de la retina (como la ciencia
natural nos lleva a admitir), entonces los rayos de luz, cayendo sobre la retina producen la
sensación de color. Esto significa que fuera de nosotros, independientemente de nosotros y de
nuestros pensamientos, existe un movimiento de materia, déjennos decir de ondas etéreas con
una longitud determinada y una velocidad definida, las cuáles, actuando sobre la retina,
producen la sensación de color. Así es precisamente como lo explica la ciencia natural. Explica
las sensaciones de varios colores por las diferentes longitudes de ondas luminosas que existen
fuera de la retina humana e independientemente de ella. Esto es el materialismo: materia
actuando sobre nuestros órganos sensoriales produciendo sensaciones. La sensación depende
del cerebro, los nervios, la retina, etc., es decir de materia organizada de manera definida. La
existencia de la materia no depende de la sensación. La materia es primaria. La sensación, el
pensamiento, la conciencia son el producto supremo de la materia organizada de manera
particular. Estos son los puntos de vista del materialismo en general y de Marx y Engels en
particular"

Idealismo consciente

¿Y Heisenberg? Cuando era un estudiante, en 1919, Heisenberg era un idealista consciente,


que admitió haber sido profundamente impresionado por el Timaeus de Platón (donde el
idealismo de Platón se explica de manera más consistente). Entonces luchaba en las filas de
los Freikorps reaccionarios contra los obreros alemanes. Por lo tanto defendía que estaba
"mucho más interesado en las ideas filosóficas profundas que en lo demás", y que era
necesario " apartarse de la idea del proceso objetivo en el tiempo y el espacio".

En otras palabras, la interpretación filosófica de la mecánica cuántica de Heisenberg estaba


muy lejos de ser el resultado objetivo de un experimento científico. Estaba claramente
vinculada a la filosofía idealista que él aplicaba conscientemente a la física y que determinaba
su punto de vista.

Las consecuencias reaccionarias de este idealismo subjetivo que intenta poner un límite al
conocimiento humano, negando la objetividad de los fenómenos físicos como el movimiento de
los fotones y los electrones, y que trata de negar la existencia de la causalidad en general, se
demostró con la propia evolución de Heisenberg. Justificó su actividad de colaboración activa
con los nazis porque "no hay guías generales a las que podamos adherirnos. Tenemos que
decidir por nosotros mismos, y no podemos decir por adelantado si lo estamos haciendo bien o
mal".

Schroedinger ridiculizó la afirmación de Heisenberg y Bohr de que, cuando un electrón no está


siendo observado "no tiene posición" y sólo se materializa en un punto dado como resultado de
la observación. Si coges un gato y lo pones en una caja con un frasco de cianuro, decía
Schroedinger, cuando el contador Geiger detecta la decadencia de un átomo, el frasco se ha
roto. Según Heisenberg, el átomo no "sabe" que ha decaído hasta que alguien lo observa. En
este caso por lo tanto, hasta que alguien no abra la caja y mire dentro, ¡el gato no estará vivo ni
muerto!.

Con esta anécdota, Schroedinger trataba de dejar claras las contradicciones absurdas debidas
a la aceptación de interpretación idealista subjetiva que hacía Heisenberg de la física cuántica.
Los procesos de la naturaleza tienen lugar objetivamente, independientemente de que haya
seres humanos alrededor para observarlos. Negar la existencia de causalidad, la idea de que
todas las acciones son casuales y no tienen causa es, por lo tanto, completamente falsa.
Aceptarla sería negar toda la ciencia y, la posibilidad de hacer cualquier predicción.

Probabilidades y mecánica cuántica

Los científicos continuamente hacen predicciones que son verificadas por la observación y la
experimentación. Esto incluye el campo de la mecánica cuántica, a pesar de la
"indeterminación". Aunque no es posible predecir con precisión el comportamiento de fotones o
electrones individuales, es posible predecir con gran precisión el comportamiento de grandes
cantidades de partículas.

No hay nada nuevo en esto. Lo que se conoce como "acontecimientos casuales masivos" se
puede aplicar a un gran campo de fenómenos físicos, químicos, biológicos y sociales, desde el
sexo de los recién nacidos hasta la frecuencia de defectos en una cadena de producción.

Las leyes de la probabilidad tienen una larga historia. Por ejemplo la "ley de los grandes
números" establece el principio general de que el efecto combinado de gran cantidad de
factores accidentales produce, para una gran cantidad de dichos factores, resultados que son
casi independientes de la casualidad. Esta idea fue expresada tan pronto como en 1713 por
Bernoulli, cuya teoría fue generalizada por Poisson en 1837 y le dio una forma acabada
Chebyshev en 1867.

La afirmación de que no podemos conocer las causas precisas, o predecir la posición y


velocidad precisas de un electrón individual es, en realidad, un lugar común filosófico, sin
ningún contenido. Intentar buscar una relación precisa de todas las coordinaciones e impulsos
de cada partícula individual sería volver a la cruda determinación mecánica de Laplace. Este
es, en realidad, un concepto fatalista que reduce la necesidad al nivel de la mera casualidad—
es decir si todo está gobernado por una especie de decreto eterno, entonces todo es
igualmente arbitrario, lo llamemos necesario o no. Como Engels planteó: "No se puede tratar
de trazar la cadena causal en ninguno de estos casos: por lo tanto somos tan sabios en una
como en la otra, la llamada necesidad sigue siendo una frase vacía, y con ello —la casualidad
sigue siendo lo que era". (La Dialéctica de la Naturaleza).

Si fuese posible establecer todas las causas del movimiento de las partículas subatómicas, la
investigación de éstas, en el caso de un solo electrón sería suficiente para mantener a todos
los científicos del mundo ocupados por muchas vidas, y todavía no llegarían al final.
Afortunadamente esto no es necesario. Aunque somos incapaces de precisar la posición "fija" y
la velocidad de una partícula dada, que por lo tanto se puede decir que tiene un carácter
casual, la situación cambia radicalmente cuando se trata de grandes cantidades de partículas.
Y aquí, estamos tratando con cantidades realmente grandes. Cuando tiramos una moneda al
aire, la posibilidad de que sea "cara o cruz" se puede poner en un 50%. Esto es un fenómeno
totalmente casual, que no se puede predecir. Pero los propietarios de los casinos, que
supuestamente se basan en un juego de "azar" saben que, a largo plazo, el cero o doble cero
saldrán con la misma frecuencia que cualquier otro número, y por lo tanto pueden sacar
ganancias respetables y predecibles.

Lo mismo se aplica para las compañías de seguros que ganan grandes cantidades de dinero
precisamente en base a las probabilidades, que en último término pasan a ser certezas
prácticas, aunque no se puede predecir el destino preciso de los clientes individuales.

"La mecánica cuántica ha descubierto las leyes precisas y fantásticas que gobiernan las
probabilidades, es precisamente tratando de cantidades como éstas que la ciencia supera sus
problemas. Con semejantes medios la ciencia puede hacer las predicciones más audaces. A
pesar de confesar humildemente su incapacidad para predecir el comportamiento exacto de
electrones o fotones individuales u otras entidades fundamentales, puede decirte con enorme
confianza cómo deben comportarse precisamente grandes multitudes de ellos" (B. Hoffmann,
op. cit.)

Por cierto, estos ejemplos, sacados de los más diferentes campos, son excelentes ilustraciones
de la ley dialéctica de la transformación de cantidad en calidad.

El desarrollo de la física cuántica representa una auténtica revolución en la ciencia, rompiendo


decisivamente con el viejo determinismo mecánico autosuficiente de la física "clásica". (El
método "metafísico" como lo habría llamado Engels). En lugar de eso tenemos una visión de la
naturaleza mucho más flexible, dinámica —en una palabra, dialéctica. Empezando por el
descubrimiento de Plank de la existencia infinitesimal del quantum, que al principio pareció ser
un pequeño detalle, toda la física se transformó. Así surgió una nueva ciencia que podía
explicar los fenómenos de la transformación radioactiva y analizar con gran detalle los
complejos datos del espectroscopio. Llevaba directamente al establecimiento de una nueva
ciencia —la química teórica, capaz de resolver cuestiones previamente insolubles. En general
toda una serie de dificultades teóricas eran eliminadas, cuando se aceptaba el nuevo punto de
vista.

La fusión nuclear

La nueva física reveló las poderosas fuerzas que encerraba el núcleo atómico. Esto llevó
directamente a la explotación de la energía nuclear —el camino para la potencial destrucción
de la vida en la tierra— o una visión de abundancia inimaginable, sin límites y progreso social
humano a través del uso pacífico de la fusión nuclear. He aquí un poderoso avance para la
ciencia. Pero la mente humana —contrariamente a lo que piensan los idealistas— es
conservadora por naturaleza. Esta revolución de la ciencia se produjo a pesar de que la
mayoría de los científicos aceptaban las conclusiones filosóficas más primitivas y reaccionarias.

"Los científicos naturales" escribió Engels, "creen que están libres de la filosofía ignorándola o
atacándola. Sin embargo, no pueden dar ni un paso sin pensar, y para pensar necesitan
determinaciones mentales. Pero ellos toman estas categorías como un reflejo de la conciencia
común de las llamadas personas instruidas, que en general está dominada por las reliquias de
filosofías largamente obsoletas, o de la pequeña cantidad de filosofía obligatoria que han
aprendido en la Universidad (que no sólo es fragmentaria, sino una mezcla de los puntos de
vista de personas pertenecientes a las más variadas y con frecuencia peores escuelas), o de
lecturas acríticas y no sistemáticas de escritos filosóficos de todo tipo. Por lo tanto no sólo no
están menos influidos por la filosofía sino que en la mayoría de los casos lo están por la peor"
(Dialéctica de la Naturaleza).

Así, en su conclusión a un trabajo sobre la revolución cuántica, Banesh Hoffmann es capaz de


escribir: "Por lo tanto debemos maravillarnos mucho más de los poderes milagrosos de Dios
que creó el cielo y la tierra de una esencia primitiva de tan exquisita sutileza que con ella pudo
modelar cerebros y mentes dotados con el don de la clarividencia para penetrar sus misterios.
Si la mente de un simple Bohr o Einstein nos deja atónitos por su poder, ¿cómo podemos
siquiera empezar a admirar la gloria de Dios que los creó?" (B. Hoffmann, op. cit.)

Desgraciadamente éste no es un caso aislado. Toda la literatura científica moderna está


impregnada de arriba a abajo de este tipo de tufillo místico, religioso o casi—religioso. Esto es
un resultado directo de la filosofía idealista que en gran parte muchos científicos han adoptado
consciente o inconscientemente.

Geometría

Las leyes de la mecánica cuántica parecen incomprensibles a los ojos del "sentido común" (es
decir la lógica formal), pero están en plena consonancia con el materialismo dialéctico.
Tomemos por ejemplo la concepción del punto. Toda la geometría tradicional se deriva de un
punto, que se convierte en una raya, un plano, un cubo, etc. Pero una observación más precisa
nos revela que tal punto no existe. El punto se concibe como la expresión más pequeña del
espacio, algo que no tiene dimensión. En realidad tal punto se compone de átomos, electrones,
núcleo, fotones, e incluso partículas más pequeñas. En última instancia desaparece en una
incesante curva de ondas cuánticas en remolino. Y no hay un final para este proceso. No hay
ningún punto "fijo". Esta es la respuesta final a los idealistas que quieren encontrar las formas
"perfectas" que supuestamente se esconden "más allá" de la realidad observable.

La única "última realidad" es el universo material infinito, eterno y en constante cambio, que es
mucho más maravilloso en su inacabable variedad de formas y procesos que la más fabulosa
aventura de ciencia ficción. En vez de una localización fija —un "punto"— tenemos un proceso,
un flujo, que nunca se acaba. Cualquier intento de poner un límite a esto, en forma de principio
o de final, inevitablemente fracasará.

Estado de cambio

Hace cien años los científicos creyeron haber encontrado finalmente la última y más pequeña
partícula. Pensaban que no había nada más pequeño que el átomo.

El descubrimiento de las partículas subatómicas llevó a los físicos a profundizar más en la


estructura de la materia. En 1928 los científicos se imaginaban que habían descubierto las
partículas más pequeñas —protones, electrones y fotones. Se suponía que todo el mundo
material se componía de estas tres partículas.

Posteriormente esto fue hecho pedazos por el descubrimiento del neutrón, y después toda una
multitud de otras partículas incluso más pequeñas, con una existencia cada vez más efímera —
neutrinos, pi-mesones, mu-mesones, k-mesones, y muchas más.

El ciclo vital de algunas de estas partículas es tan evanescente —quizás una cien mil
millonésima de segundo— que han tenido que ser descritas como partículas "virtuales" —algo
totalmente impensable en la era precuántica.

Desde el punto de vista de la dialéctica estos descubrimientos son extremadamente


importantes. ¿Cuál es el significado de estas "extrañas partículas" con una "existencia virtual"
—de las que no se puede decir exactamente si son o no son? El neutrino es descrito por B.
Hoffmann como "una incertidumbre fluctuante entre la existencia y la no-existencia"), esto es,
para decirlo en el lenguaje de la dialéctica, que son y no son.

Todos estos logros de la investigación científica constituyen una brillante confirmación de la


concepción dialéctica de la naturaleza como un proceso sin fin, en un estado de cambio
continuo que tiene lugar mediante contradicciones, en el cual las cosas se convierten en su
contrario.

"Cuando observamos la naturaleza, o la historia de la humanidad, o nuestra propia actividad


intelectual," escribió Engels, "la primera imagen que se nos presenta es la de un laberinto
infinito de relaciones e interacciones, en el cual nada permanece igual a lo que era, dónde
estaba y tal como era, sino que todo se mueve, cambia, pasa a ser y deja de existir. Esta
concepción primitiva, ingenua, pero intrínsecamente correcta del mundo era la de la antigua
filosofía griega, y fue formulada claramente por primera vez por Heráclito : todo es y a la vez no
es, porque todo fluye, está cambiando constantemente, constantemente pasando a existir y
desapareciendo" (Anti-Dhüring).

Comparémoslo con esta otra cita: "En el mundo del quantum, las partículas están
constantemente apareciendo y desapareciendo. Lo que podemos pensar que es un espacio
vacío es una nada fluctuante, con fotones apareciendo de la nada y desvaneciéndose tan
pronto como nacen, con electrones apareciendo por breves momentos del océano monstruoso
para crear pares evanescentes electrón-protón y súbitamente otras partículas añadiéndose a la
confusión" (B. Hoffmann, La Extraña Historia del Quantum).

Más de cien años después, la visión dialéctica del mundo de Engels se ve brillantemente
corroborada, no sólo a nivel macrocósmico sino también a nivel microcósmico. ¡Qué lejos está
todo esto del universo idealista estático de Platón! Aunque parezca mentira es la filosofía de
Platón y de otros idealistas la que probablemente domina el pensamiento de la mayoría de los
científicos en contradicción con los resultados de sus propias investigaciones. Tratan a Hegel
como un "perro muerto" (por no hablar de Marx y Engels), sólo para echar mano del idealismo
en sus formas más abstractas y oscurantistas.

Que las partículas individuales (incluyendo las "partículas virtuales") existen no está en
cuestión. "Son" y sus propiedades (por lo menos algunas de ellas) son conocidas. Pero
tratemos de determinarlas con más precisión, de fijarlas en un tiempo y un espacio, y resultarán
extremadamente evasivas. "Son y no son, porque fluyen." Un electrón es una partícula y una
onda al mismo tiempo, está "aquí" y "allí" a la vez.

Esta concepción de la materia en estado de cambio constante, ligada a una red universal de
interconexión e interpenetración, es precisamente la esencia del punto de vista dialéctico. Ya
no es la ingenua aunque brillante intuición de Heráclito, sino algo firmemente establecido por la
experimentación.

Esto por supuesto no impide a los idealistas atacar el materialismo distorsionando


sistemáticamente las conclusiones de la ciencia moderna para sus propios fines. Así,
argumentaban que la producción de fotones implicaba que la materia había "desaparecido",
ignorando que desde el punto de vista del materialismo dialéctico, la materia y la energía son lo
mismo. Esto fue demostrado científicamente por la famosa ley de Einstein de la equivalencia de
la masa y la energía. De hecho, la masa está permanentemente convirtiéndose en energía
(incluyendo luz-fotones) y la energía en masa. Por ejemplo los fotones (luz) cambian
constantemente a pares de electrones y positrones, —el proceso opuesto. Este fenómeno se
ha estado dando ininterrumpidamente por toda la eternidad. Es una demostración concreta de
la indestructibilidad de la materia —justamente lo contrario de lo que se quería demostrar.

El Big Bang

La búsqueda de "la partícula final" ha demostrado ser inútil. Pero a nivel del universo en su
conjunto, ha habido un intento similar de poner un "límite" a la materia, en forma de un universo
finito. De hecho, la llamada teoría del "Big Bang" es un retroceso a la vieja idea medieval de un
"universo cerrado", que, en última instancia, implica la existencia de un Creador.

Hace algunas décadas, Ted Grant, utilizando el método del materialismo dialéctico, puso al
descubierto la poca base tanto de la teoría del "Big Bang" del origen del universo como de la
teoría alternativa del "Estado Estacionario" planteada por Fred Hoyle y H. Bondi.
Posteriormente se demostró que la teoría del estado estacionario, que se basaba en la
"creación continua de materia" (de la nada), era falsa. La teoría del Big Bang por lo tanto ganó
por "falta de alternativas", y sigue siendo defendida por la mayoría de la comunidad científica.

La teoría del Big Bang sostiene que el universo fue creado en una gigantesca explosión que
ocurrió entre diez mil y veinte mil millones de años. Antes de eso, sus defensores nos quieren
hacer creer que toda la materia del universo estaba concentrada en un solo punto, cuyas
dimensiones han sido descritas de varias formas. De hecho ha habido por lo menos cinco
versiones diferentes de esta teoría. La primera fue planteada en los 30 por un cura católico que
más tarde ocupó el puesto de director de la Academia Pontificia de Ciencia, Georges-Henri
Lemaitre. Esta fue rápidamente refutada en diferentes campos —conclusiones incorrectas de la
relatividad general y de la termodinámica, una falsa teoría de los rayos cósmicos y la evolución
estelar...

Después de la Segunda Guerra Mundial, la desacreditada teoría fue recuperada por George
Gamow y otros en una nueva forma. De cualquier manera, la teoría del Big Bang representa
una visión mística de un universo finito en el tiempo y el espacio, y creado en un momento
definido por un proceso misterioso, que ya no se puede observar en ninguna parte en la
naturaleza. Toda la idea en sí, está plagada de dificultades, tanto de carácter científico como
filosóficas.

Los científicos hablan del "nacimiento del tiempo", en el momento del Big Bang. Pero tiempo y
espacio junto con el movimiento son el modo de existencia de la materia.

Es un contrasentido hablar del principio del tiempo o de su final, a no ser que consideremos,
junto con San Agustín, que Dios creó el universo de la nada, algo que no sólo está al margen
de toda experiencia, sino que contradice una de las leyes fundamentales de la física: la ley de
la conservación de la energía. La energía, y por tanto la materia, no puede ser creada ni
destruida.

Si aceptamos el Big Bang, surgen todo tipo de preguntas. Por ejemplo, ¿qué lo causó?
¿Cuáles eran las leyes del movimiento que condicionaban este minúsculo punto, suspendido
en el espacio por toda la eternidad, en el cual toda la materia del universo, ni más, ni menos, se
supone que estaba concentrada? La teoría abre la ventana de par en par a la intervención de
un Ser Supremo y todo tipo de misticismos, de ahí su atracción sobre el católico Lemaitre y los
idealistas en general.

Gamow y otros avanzaron toda una serie de cálculos para explicar los diferentes fenómenos
que se desprenden del Big Bang —densidad de la materia, temperatura, niveles de radiación...
Se encontraron gran cantidad de discrepancias que invalidaban, no sólo el modelo de Gamow,
sino también el modelo del "universo oscilante", planteado por Robert Dicke y otros, en un
intento de solucionar el problema de qué es lo que había antes del Big Bang, haciendo oscilar
el universo en un ciclo perpetuo.

Sin pruebas

No hay prácticamente ninguna evidencia empírica que sustente la teoría del Big Bang. La
mayor parte del trabajo que se ha hecho para apoyarla es de carácter meramente teórico,
basado fundamentalmente en fórmulas matemáticas rebuscadas y esotéricas. Las numerosas
contradicciones entre el esquema preconcebido del Big Bang y la evidencia observable han
obligado a sus defensores a cambiar las reglas del juego para preservar a toda costa una
teoría sobre la cual se ha construido tanta reputación académica.

Según los cosmólogos del Big Bang, para que se formaran galaxias a partir del Big Bang
debería de haber habido suficiente materia en el universo para que se llegase finalmente a un
punto muerto en su expansión debido a la ley de la gravedad. Esto significaría una densidad de
aproximadamente diez átomos por metro cúbico. En realidad la cantidad de materia presente
en el universo observable es de un átomo por diez metros cúbicos —cien veces menos que la
cantidad predicha por la teoría.

En lugar de ver esta contradicción como un fallo decisivo en la teoría, los partidarios del Big
Bang buscaron ayuda en las partículas físicas fundamentales, lo que les obligó a inventarse la
idea de "la materia oscura", una sustancia invisible, para la existencia de la cual no existe un
sólo pedazo de prueba empírica, pero que se supone que suma ¡no menos del 99% de toda la
materia del Universo!

La última versión del Big Bang —la llamada "teoría inflacionaria"— no nos lleva ni un paso más
adelante. De hecho es todavía más contradictoria y mística que sus desacreditadas
predecesoras. De acuerdo con el último gran genio, Alan Guth, el Big Bang tuvo que haber sido
acelerado de tal manera que el universo "inflacionario" duplicó su tamaño cada 1035 segundos,
llenando de esta manera "espontáneamente" todo el espacio. La cuestión de dónde saldría una
cantidad tan enorme de energía sigue sin respuesta. Por lo visto, simplemente apareció DE LA
NADA, un truco que difícilmente es concebible sin la intervención de algún mago cósmico. Y
todo esto se supone que debe ser aceptado, como artículo de fe, para apoyar una teoría que
no se sostiene en pie. Una proposición empíricamente verificable que se deduce de la nueva
teoría es que, según ella, los protones se descomponen. En la medida en que la gran mayoría
del universo observable está compuesto de protones, esto tiene consecuencias dramáticas.
Significaría que el propio universo está condenado a desintegrarse. Sin embargo la
experimentación ha demostrado lo contrario: los protones no se descomponen. Su vida se
prolonga por varios billones de años más allá de los límites puestos por los experimentos.

En el siglo XVIII , el obispo Usher calculó la fecha exacta de la creación del mundo —el 23 de
octubre del 4004 a. C.. Hoy en día los seguidores del Big Bang también han puesto una fecha
para el nacimiento del universo (y del tiempo por supuesto) hace entre diez mil y veinte mil
millones de años. Esta fecha no se puede situar antes en el tiempo sin contradecir las actuales
mediciones de la distancia de las galaxias respecto a la nuestra y la velocidad con que parece
que se están alejando.

De esto se deduce que, según esta teoría, no puede haber nada en el Universo más viejo que
20 mil millones de años. Pero hay pruebas que parecen contradecir esta afirmación. En 1986,
Brent Tully de la Universidad de Hawai dijo que había descubierto enormes aglomeraciones de
galaxias ("super-racimos") de mil millones de años luz de largo, trescientos millones de años
luz de ancho y cien millones de años luz de grosor. Para que se pudieran formar objetos de ese
tamaño se necesitarían entre ochenta mil y cien mil millones de años, es decir, cinco veces
más de lo que nos permitiría la teoría del Big Bang.

Desde entonces ha habido otros resultados que parecen confirmar estas investigaciones. The
New Scientist (5 de febrero de 1994) publicaba un reportaje sobre el descubrimiento de un
racimo de galaxias por parte de Charles Steidel del Instituto Tecnológico de Massachusetts en
Pasadena con grandes implicaciones para la teoría del Big Bang:

"El descubrimiento de un racimo de ese tipo plantea nuevas dificultades para las teorías de la
materia oscura fría, que plantea que una gran parte de la materia del universo está en objetos
fríos y oscuros como planetas o agujeros negros. Estas teorías predicen que el material del
universo primitivo se agrupó desde "arriba", con lo que primero se formaron las galaxias, y sólo
después se agruparon para formar racimos"

Como siempre la primera reacción de los astrónomos ha sido recurrir a "cambiar las reglas del
juego" ajustando la teoría a los obstinados hechos. Así, Mauro Giavalisco del Telescopio
Espacial del Instituto Científico de Baltimore cree que sería posible explicar el nacimiento del
primer racimo de galaxias con un desplazamiento hacia el rojo de 3.4 ajustando la teoría de la
materia oscura fría. Pero añade una advertencia: "Si encuentras diez racimos con un
desplazamiento al rojo de 3.4, sería la muerte de las teorías de la materia oscura fría"

Podemos estar seguros de que existen, no sólo diez, sino un número mucho mayor de estos
racimos enormes y que serán descubiertos. Y eso a su vez, será solamente una proporción de
un minuto de toda la materia que se encuentra mucho más allá del universo observable y que
se extiende hasta el infinito. Todo intento de poner un límite al universo material está
condenado al fracaso. La materia no tiene límites, ni a nivel subatómico, ni por lo que se refiere
al tiempo y al espacio.

La teoría del caos

Los grandes científicos del Renacimiento tenían una vasta cultura y un dominio completo de
variadas disciplinas. Leonardo Da Vinci era un gran ingeniero, matemático y mecánico, a la vez
que artista y genio. Lo mismo Durero, Maquiavelo, Lutero, y muchos otros sobre los que Engels
escribió:

"Los héroes de ese tiempo todavía no estaban mutilados por la división del trabajo, cuyos
efectos restrictivos, con su producción unilateral, vemos frecuentemente en sus sucesores" (La
Dialéctica de la Naturaleza).

La división del trabajo, por supuesto, juega un papel necesario en el desarrollo de las fuerzas
productivas. Sin embargo, bajo el capitalismo, ha sido llevada a tales extremos que empieza a
convertirse en su contrario. La exagerada división, por una parte, entre el trabajo manual e
intelectual significa que millones de hombres y mujeres están reducidos a la vida de la rutina de
la cadena de producción en la que no se piensa, negándoseles cualquier posibilidad de
desarrollar la creatividad y la inventiva que está latente en cada ser humano.

En el otro extremo vemos el desarrollo de una especie de casta sacerdotal intelectual que se
ha arrogado a sí misma el derecho al título de "únicos guardianes de la ciencia y la cultura". En
la medida en que esta gente se aleja cada vez más de la vida real de la sociedad, esto tiene un
efecto negativo en sus conciencias. Se desarrollan en un sentido estrecho y unilateral.

No sólo hay un abismo que separa a las ciencias de las letras, sino que la propia comunidad
científica sufre una creciente división entre especialidades cada vez más específicas. En un
momento en que las "líneas de demarcación" entre la física, la química y la biología están
desapareciendo. Por ejemplo, la distancia que separa diferentes ramas de la física es
prácticamente insalvable.

James Gleick, el autor de un conocido libro sobre el "Caos" describe así la situación: "Pocos
laicos se dan cuenta de hasta qué punto está firmemente compartimentalizada la comunidad
científica, una fortaleza naval con protecciones contra cualquier escape. Los biólogos ya tienen
bastante que leer para prestar atención a la literatura matemática —por ejemplo, los biólogos
moleculares tienen ya bastante sin preocuparse por la biología poblacional—, y los físicos
tienen mejores formas de utilizar su tiempo que no leer revistas de meteorología." (Caos,
Construyendo una nueva ciencia).

En los últimos años, el surgimiento de la teoría del caos es una indicación de que algo se está
moviendo en la comunidad científica. Cada vez más, científicos de diferentes campos sienten
que de una u otra forma han llegado a un callejón sin salida: Es necesario abrirse camino en
una nueva dirección.

¿Cuáles son los aspectos principales de la teoría del caos? Gleick los describe así: "Para
algunos físicos, el caos es una ciencia de procesos más que de estado, del convertirse más
que del ser (...) Tienen la sensación de que se está produciendo una regresión hacia el
reduccionismo, es decir, de reducir todo a sus partes constituyentes mientras que ellos quieren
ver las cosas en su conjunto".

El método del materialismo dialéctico es precisamente fijarse más en el "proceso que en el


estado, en el convertirse más que en el ser". Comparémoslo con lo que Engels dice acerca de
la manera de pensar "metafísica":

"Pero este método de investigación también nos ha dejado un legado, el hábito de observar los
objetos naturales y los procesos naturales aislados, separados de la completa y vasta
interconexión de las cosas, y por lo tanto no en su movimiento sino en su reposo; no como
esencialmente cambiantes, sino como constantes fijas; no en su vida, sino en su muerte" (...)
"Pero para la dialéctica, que toma las cosas y sus imágenes, ideas, esencialmente en su
interconexión, en su secuencia, su movimiento, su nacimiento y su muerte, procesos como los
mencionados son corroboraciones de su propio método de tratamiento. La naturaleza es la
prueba de la dialéctica, y debemos decir que las modernas ciencias naturales nos han
proporcionado materiales extremadamente ricos y cada vez en mayor cantidad para su prueba,
y han demostrado que en último análisis los procesos de la naturaleza son dialécticos y no
metafísicos."

"Pero los científicos que han aprendido a pensar dialécticamente son todavía pocos y así el
conflicto entre los descubrimientos realizados y el tradicional viejo modo de pensar es la
explicación de la ilimitada confusión que reina en las ciencias naturales teóricas y que reduce a
la desesperación a maestros y alumnos, escritores y lectores". (Engels, Anti-Dhüring).

Hace más de ciento cincuenta años, Engels describió precisamente el estado actual de la
ciencia. A pesar de todos los maravillosos avances de la ciencia y la tecnología, existe un
sentimiento profundamente arraigado de confusión. Un número cada vez mayor de científicos
se rebela contra la ortodoxia que prevalece y busca nuevas soluciones para los problemas a
los que se enfrenta. Más pronto o más tarde esto llevará a una nueva revolución en la ciencia,
similar a la que efectuaron Einstein y Planck hace casi un siglo. Significativamente, el propio
Einstein, lejos de ser un miembro de la comunidad científica oficial, era un humilde escribiente
en una oficina de patentes de Zurich.

Avance científico

Existen indicios de que el grado de avance de la ciencia y la tecnología se ha ralentizado


considerablemente en las últimas décadas. Un estudio reciente muestra que, con la excepción
de la biología, no ha habido ningún avance importante cualitativo en la tecnología en los
últimos treinta años, en oposición al perfeccionamiento cuantitativo de la ya existente.

"La corriente principal durante la mayor parte del siglo veinte," subraya Gleick, "ha sido la física
de partículas, explorando los bloques constitutivos de la materia a energías cada vez más altas,
a escala cada vez más pequeña, y en tiempos cada vez más cortos. Aparte de la física de
partículas se han desarrollado teorías sobre las fuerzas fundamentales de la naturaleza y sobre
el origen del universo. Algunos jóvenes físicos se han sentido insatisfechos con la dirección de
la más prestigiosa de las ciencias. El progreso ha empezado a parecer lento, el dar nombre a
nuevas partículas fútil, y el cuerpo teórico acartonado. Con la llegada del caos, los científicos
más jóvenes creyeron que estaban viendo los inicios de un cambio de dirección para toda la
física. El terreno había sido dominado durante demasiado tiempo, pensaban, por las rutilantes
abstracciones de las partículas de alta energía y por la mecánica cuántica." (J. Gleick, op. cit.)

Es todavía demasiado pronto como para formarse una idea definitiva de la teoría del caos. Lo
que está claro es que los científicos se están orientando en la dirección de una visión dialéctica
de la naturaleza. Por ejemplo la ley dialéctica de la transformación de la cantidad en calidad (y
viceversa) juega un papel importante en la teoría del caos:

"Él (Von Neumann) reconocía que un sistema dinámico complicado podría tener puntos de
inestabilidad —puntos críticos en los que un pequeño empujón puede tener grandes
consecuencias, como una pelota balanceándose en lo alto de una colina." (ibid.)

Y de nuevo: "En la ciencia, como en la vida, es conocido que una cadena de acontecimientos
puede tener un punto de crisis que magnificaría cambios pequeños. Pero caos significaba que
este tipo de puntos estuviesen en todas partes." (ibid.)

Estas y muchas otras citas muestran un claro parecido entre ciertos aspectos de la teoría del
caos y la dialéctica. Pero lo más increíble es que los pioneros del "caos" parecen no tener ni el
más mínimo conocimiento, no ya de los escritos de Marx y Engels, ¡sino incluso de Hegel!. En
cierto sentido esto nos da una confirmación incluso más brillante de la corrección del
materialismo dialéctico, pero en otro, es frustrante pensar que haya habido ausencia de un
marco filosófico y una metodología adecuados para la ciencia sin necesidad alguna y durante
tanto tiempo.

Trotsky dijo una vez que la relación entre la lógica formal y la dialéctica era similar a la que
existía entre la matemática elemental y la matemática superior.

"La dialéctica no es ni ficción ni misticismo, sino una ciencia del pensamiento, en tanto que
intenta llegar a la comprensión de los problemas más complicados y profundos, superando las
limitaciones de los asuntos de la vida diaria. La dialéctica y la lógica formal guardan la misma
relación que las altas matemáticas y las matemáticas elementales" (...) "El pensamiento
dialéctico es al vulgar lo que una película al fotograma. La película no niega las fotografías,
sino que las combina en series según las leyes del movimiento. La dialéctica no niega el
silogismo —las leyes de la lógica formal (AW)— pero nos enseña a combinar silogismos, de
modo que nos lleven lo más cerca posible de la comprensión de una realidad eternamente
cambiante".

"Hegel, en su Lógica establece una serie de leyes: cambio de la cantidad en cualidad,


desarrollo a través de las contradicciones, conflicto entre forma y contenido, interrupción de la
continuidad, cambio de posibilidad en inevitabilidad, etc., que son tan importantes para el
pensamiento teórico como el silogismo simple para tareas más elementales". (Trotsky, En
Defensa del Marxismo).

Lógica formal

Nosotros podemos añadir que la relación entre la dialéctica y la lógica formal se puede
comparar a la relación entre la mecánica cuántica y la mecánica clásica. No se contradicen sino
que se complementan la una a la otra. Las leyes de la mecánica clásica siguen siendo válidas
para un inmenso número de operaciones. Sin embargo, no se pueden aplicar al mundo de las
partículas subatómicas, que implican cantidades infinitesimalmente pequeñas y velocidades
tremendas.

La lógica formal (que ha adquirido la fuerza de un prejuicio popular en la forma de "sentido


común") igualmente sigue siendo válida para toda una serie de experiencias de la vida diaria.
Sin embargo las leyes de la lógica formal, que parten de un punto de vista esencialmente
estático de las cosas, inevitablemente no sirven cuando tratan con fenómenos más complejos,
cambiantes y contradictorios.

Para utilizar el lenguaje de la teoría del caos, las ecuaciones "lineales" de la lógica formal no
pueden abarcar los procesos turbulentos que podemos observar en toda la naturaleza, la
sociedad y la historia. Solo el método dialéctico puede cumplir esta tarea.

Es increíble que las leyes básicas de la lógica formal elaboradas por Aristóteles, se hayan
mantenido sin cambios fundamentales durante dos mil años. En este período hemos visto
continuos procesos de cambio en todas las esferas de la ciencia, la tecnología y el
pensamiento humano. Y a pesar de eso los científicos han continuado utilizando esencialmente
las mismas herramientas metodológicas que utilizaban los maestros medievales en los días en
que la ciencia todavía estaba al nivel de la alquimia.

Es igualmente sorprendente que los pioneros de la teoría del caos, que están intentando
romper con la farragosa metodología "lineal" y crear una nueva matemática "no lineal", lo que
está más en consonancia con la turbulenta realidad de la naturaleza en cambio permanente,
parezcan ser completamente ignorantes respecto a la única auténtica revolución en la lógica de
los dos últimos milenios —la lógica dialéctica elaborada por Hegel, y posteriormente
perfeccionada sobre bases científicas y materialistas por Marx y Engels.

Cuántos errores, callejones sin salida y crisis en la ciencia se podrían haber evitado si los
científicos hubiesen estado equipados con la metodología que refleja genuinamente la realidad
dinámica de la naturaleza, en lugar de entrar en conflicto con ella a cada momento.

MARXISMO HOY Nº 1
A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

Razón y Revolución
El marxismo y la ciencia moderna
Alan Woods y Ted Grant

En agosto de 1995 se celebra el centenario de la muerte de Federico Engels, el hombre que, junto
a Karl Marx, desarrolló una forma totalmente nueva de analizar la naturaleza, la sociedad y el
desarrollo humano. Después de eso nada volvería a ser igual. Se acepten o no las ideas del
marxismo, es imposible negar el impacto colosal que han ejercido en el mundo, desde la aparición
del Manifiesto Comunista, hasta hoy.

El marxismo ha sido un factor decisivo, no sólo en la arena política, sino en el desarrollo del
pensamiento humano en el siglo XX. Aquellos que lo han combatido, sin embargo se han visto
obligados a tomarlo como punto de partida. Independientemente del estado actual de las cosas, es
un hecho indiscutible que la Revolución de Octubre cambió todo el curso de la historia. Un estudio
cuidadoso de las teorías del marxismo, por lo tanto, es una precondición necesaria para cualquiera
que quiera entender los fenómenos más fundamentales de nuestros días.
En los últimos años, desde la caída del Muro de Berlín, ha habido una contraofensiva ideológica
sin precedentes contra el marxismo y contra la idea del socialismo en general. Pero, si lo
examinamos más atentamente, lo que cada vez es más obvio es que la crisis de la denominada
economía de libre mercado —que actualmente condena a 35 millones de seres humanos a una
vida de inactividad forzosa sólo en los países industrializados, desperdiciando el potencial creativo
de toda una generación— toda la sociedad occidental se encuentra en un callejón sin salida, no
sólo económicamente, socialmente y políticamente, sino también moral y culturalmente.

El monstruoso régimen del stalinismo en Rusia ha sido sustituido por otro que es, si cabe, más
monstruoso. El significado real de las "reformas de libre mercado" en la antigua Unión Soviética,
tal y como predijo Trotsky hace medio siglo, ha sido un colapso completo de las fuerzas
productivas y la cultura a una escala tal que sólo se puede comparar con los efectos de una
derrota catastrófica en una guerra.

A pesar de todo esto —o precisamente por todo esto— los defensores de las supuestas virtudes
del capitalismo dedican todos los recursos a su alcance, que no son pocos, a afirmar que el
colapso del stalinismo es la prueba irrefutable de que el socialismo no funciona y que todo el
cuerpo ideológico creado por Marx y Engels, y posteriormente desarrollado por Lenin, Trotsky y
Rosa Luxemburgo, ha quedado completamente desacreditado.

Mark Twain en una ocasión dijo que los rumores de su muerte habían sido un poco exagerados.
Es un hecho sorprendente que, cada año durante aproximadamente los últimos 150 años, el
marxismo ha sido declarado clínicamente muerto. Pero, por alguna razón misteriosa, mantiene
una vitalidad envidiable y la mejor prueba de ello es que los ataques no sólo continúan, sino que
tienden a multiplicarse tanto en cantidad como en acritud. Si el marxismo fuera realmente
irrelevante, ¿por qué molestarse ni siquiera a citarlo? El hecho es que a los detractores del
marxismo les sigue persiguiendo el mismo viejo espectro. Para su incomodidad son conscientes
de que el sistema que defienden está en serias dificultades, surcado por contradicciones
insolubles; que el colapso de la caricatura totalitaria del socialismo no es el fin de la historia; que la
historia no ha acabado. Y, por encima de todo, los más honestos de ellos se hacen la pregunta
que no se atreven a responder: ¿No tendría razón el viejo Karl después de todo?

El papel de Engels

El papel jugado por Engels en el desarrollo del pensamiento marxista es una cuestión a la que
nunca se ha prestado la atención que se merece.

Esto es en parte resultado de la enorme genialidad de Marx que, inevitablemente, ensombrece la


contribución que hizo su amigo y camarada de toda la vida. Y en parte surge de la humildad innata
de Engels, que siempre escondió su contribución, prefiriendo enfatizar la preeminencia de Marx. A
su muerte, Engels dió instrucciones de que su cuerpo fuese incinerado y que sus cenizas se
esparciesen en el mar de Beach Head, precisamente porque no quería un movimiento. Al igual
que Marx detestaba de todo corazón cualquier cosa que se aproximase remotamente al culto a la
personalidad. El único monumento real que le hubiese gustado dejar es el cuerpo de sus ideas,
que da una base ideológica amplia para la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

Sin embargo, el terreno del marxismo va mucho más allá de la política y la economía. En el centro
del marxismo está la filosofía del materialismo dialéctico. Desgraciadamente, el inmenso trabajo
de escribir El Capital impidió a Marx escribir un trabajo amplio sobre el tema, como se había
planteado. Si excluimos sus primeros trabajos como La Sagrada Familia y La ideología alemana,
que representan intentos importantes —aunque todavía preparatorios— de desarrollar una nueva
filosofía, y los tres volúmenes de El Capital, que son un ejemplo clásico de la aplicación concreta
del método dialéctico a la esfera particular de la economía, los principales trabajos de filosofía
marxista fueron escritos por Engels. El estudiante moderno que quiera entender el materialismo
dialéctico debe empezar con un estudio a fondo del Anti-Dühring, La Dialéctica de la Naturaleza y
Ludwig Feuerbach, todos escritos por Engels.

¿Hasta que punto los escritos filosóficos de este hombre, que murió hace un siglo, han resistido la
prueba del tiempo? Este es el punto de partida del presente trabajo. Engels definió la dialéctica
como "las leyes generales del movimiento de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento
humano". En La Dialéctica de la Naturaleza, en particular, Engels se basó en el estudio cuidadoso
del conocimiento científico más avanzado de su tiempo para demostrar que "en última instancia, el
funcionamiento de la naturaleza es dialéctico". El contenido de este libro, que será publicado en
España por la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, es que los descubrimientos
científicos más importantes del siglo XX son una brillante confirmación de esto.

Sus principales contenidos, en líneas generales, serían los siguientes:

1. Introducción. La crisis de la sociedad y qué relación tiene con las ideas; la extensión de la
irracionalidad; la evolución de la ciencia.
2. Una breve historia de la filosofía, explicando el desarrollo de la filosofía del materialismo y
el idealismo, desde el materialismo jónico hasta Hegel, y una historia del desarrollo de la
dialéctica.
3. ¿Qué es la dialéctica? Una exposición detallada de las principales leyes de la misma,
basada en los trabajados de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Plejanov, Hegel y Feuerbach,
con nuevos ejemplos sacados de la ciencia del siglo XX.
4. Dialéctica y ciencia

a) Física — Mecánica cuántica y relativizada; el principio de indeterminación de


Heinseberg; causalidad y casualidad.

b) Cosmología — Una crítica de la teoría del Big Bang del origen del universo.

c) Matemáticas — Contradicciones en matemáticas; el infinito matemático; la teoría del


caos nuevos modelos matemáticos.

d) Geología — Dialéctica de la geología; la deriva continental y la tectónica de placas;


terremotos y volcanes.

e) Química y Biología — El origen de la vida; la evolución puntuada; el "gen egoísta".

f) Los orígenes de la humanidad — Una reevaluación de El papel del trabajo en la


transformación del mono en hombre, de Engels.
5. La filosofía del futuro.

a) Lógica formal versus Dialéctica — Una crítica de la lógica formal y sus limitaciones.

b) Las filosofías del pasado — Una crítica de las principales escuelas burguesas del siglo
XX, especialmente el positivismo lógico y la denominada "filosofía de la ciencia".

c) La búsqueda de una nueva ciencia — La ciencia en crisis; posibles salidas; la teoría del
caos y la complejidad; las implicaciones de los sistemas autoorganizados.

d) ¿Es científico el marxismo? — La teoría del conocimiento; "la pobreza del Popperismo";
¿es posible una moral suprahistórica?; las raíces sociales de la ética; las relaciones
humanas al final de la sociedad capitalista; la alienación y la amenaza al futuro de la
humanidad.

d) En la víspera de un nuevo milenio — La alternativa de la humanidad; la barbarie o un


nuevo estadio de la civilización humana.
MARXISMO HOY Nº 1
A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

Historia del Bolchevismo (II)


Una década decisiva
...

En el número 1 de la revista Izquierda Marxista, publicada en junio de 1992 por la Fundación de


Estudios Socialistas Federico Engels, publicábamos el primer capítulo del análisis elaborado por Alan
Woods sobre la Historia del Partido Bolchevique.

En esta nueva revista, continuadora de las ideas de la anterior, con otro nombre —tal como
explicamos en la presentación—, publicamos el capítulo II de la historia del partido que dirigió a la
clase obrera rusa a la gran revolución de Octubre de 1917, el más importante acontecimiento en la
historia de la humanidad.

Actualmente, cuando los derroteros de la historia en Rusia caminan en sentido contrario, es


importante profundizar en la historia del bolchevismo para comprender cómo las ideas y métodos del
marxismo, que siempre dirigieron los actos del partido de Lenin y Trotsky, nada tienen que ver con
los métodos de los epígonos del leninismo, encabezados por Stalin, auténticos sepultureros y
principales responsables del desastre que está teniendo lugar en los territorios donde un día prendió
la esperanza y la realidad de la sociedad socialista.

En el capítulo I, titulado El nacimiento del marxismo ruso, Alan Woods explicaba los orígenes y la
formación del Grupo por la Emancipación del Trabajo de Plejanov en 1883. En este segundo capítulo
se explica cómo desde un pequeño núcleo, los marxistas rusos —incluido el joven Lenin— avanzaron
hacia la conquista de los primeros puntos de apoyo firmes en el movimiento obrero ruso, cuando
éste, a través de alzas y bajas inevitables, comenzó a crecer y fortalecerse imparablemente durante
las décadas de los 80 y de los 90 del siglo pasado.

En próximos números continuaremos la publicación de nuevos capítulos.

"El movimiento revolucionario en Rusia sólo puede triunfar como un movimiento revolucionario de los
trabajadores. Para nosotros no hay otra salida, ni nunca la habrá". Plejánov, discurso al Congreso de
la Internacional Socialista, París, 1889.

Hegel afirmó en una ocasión que: "Cuando queremos ver un roble con todo el vigor de su tronco, sus
ramas extendidas y su espeso follaje, no estaremos satisfechos con que en su lugar se nos enseñe
una bellota". (GWF Hegel, La fenomenología de la mente, London-New York, 1961, pág.75). No
obstante, dentro del embrión de una planta o un animal sanos está contenida toda la información
genética necesaria para su desarrollo futuro.

El desarrollo de una tendencia revolucionaria no es diferente de esto. Aquí, la "información genética"


está representada por la teoría, la cual contiene dentro de ella un rico cúmulo de generalizaciones
basadas en la experiencia pasada. La teoría es primaria: todo desarrollo subsecuente proviene de
esto. La gran contribución del Grupo por la Emancipación del Trabajo, a pesar de su pequeño
tamaño, de lo primitivo de su organización y de sus métodos bastante amateurs, fue trazar las raíces
teóricas del movimiento.

Por necesidad, el trabajo inicial del Grupo estuvo confinado a ganar miembros de uno en uno, a
educar y entrenar cuadros, a insistir en los principios fundamentales del marxismo.

"Nos esforzamos, con todo nuestro corazón", escribía Plejánov, "en trabajar por una producción
literaria que sea accesible al entendimiento del conjunto de las masas obrero-campesinas; no
obstante, por ahora estamos obligados a confinar nuestros esfuerzos literarios populares al estrecho
círculo de líderes más o menos ‘intelectuales’ de la clase obrera". (Istoriya KPSS, Vol.1, pág.132).

Los escritos de Plejánov durante este período sirvieron para establecer las bases teóricas para la
construcción del partido. Muchos de ellos han pasado a ser clásicos, aunque no reciben suficiente
atención por parte de los estudiosos del marxismo. No por casualidad, Lenin recomendó firmemente
la republicación de los escritos filosóficos de Plejánov después de la revolución, cuando ambos hacía
tiempo que eran enemigos políticos. Socialismo y la lucha política, Nuestras diferencias, y, sobre
todo, la obra maestra de Plejánov, Acerca del desarrollo del punto monista de la historia, son
reafirmaciones magistrales de las ideas fundamentales del materialismo dialéctico e histórico.

La teoría es fundamental

Estas obras se convirtieron inmediatamente en los cimientos para el desarrollo del nuevo partido y
simultáneamente llevaron a cabo un trabajo devastador de demolición de las viejas teorías del
narodnismo. Plejánov desafió a los más prestigiosos ideólogos del Populismo a una forma de
combate teórico singular. Su lógica implacable les arrinconó. El corte brillante y vigoroso de su estilo
polémico siempre iba acompañado de un ingenio agudo, de modo que un lector convencido por los
argumentos de Plejánov a veces experimentaba un tipo de sentimiento por su oponente similar al que
uno podría tener por un infortunado ratón perseguido por un gato.

Plejánov no fue un hombre que abrigara dudas acerca de sí mismo. Amigos y enemigos por igual
reconocieron en él a uno de los intelectuales más impresionantes de su época. Tal hombre fue
necesario para nutrir las todavía débiles fuerzas del marxismo ruso, para darles confianza en sí
mismas, en las ideas y en la inevitabilidad de sus futuros triunfos.

La impetuosidad del ataque de Plejánov provocó desconcierto entre los líderes narodniki. Incapaces
de dar una respuesta coherente a la argumentación marxista, recurrieron a quejas amargas y
alegaciones rencorosas acerca del nuevo grupo. Vestnik Narodnoy Voli (nº 2, 1884) afirmaba que
"para ellos (los marxistas) la polémica con Narodnaya Volya es más relevante que la lucha contra el
gobierno ruso y otros explotadores del pueblo ruso". (Istoriya KPSS, pág.136).

¡Con qué frecuencia hemos oído los marxistas tales alegaciones a lo largo de nuestra historia! El
marxismo siempre es acusado del horrible pecado del ‘sectarismo’, de estar contra la ‘unidad de la
izquierda’ y demás, precisamente por el crimen de insistir en claridad teórica, por intentar trazar una
clara línea de demarcación entre él mismo y otras tendencias políticas. No deja de ser una de las
grandes ironías de la historia que el narodniki Tikhomirov (‘NV’), enemigo de Plejánov, que acusó al
Grupo de desbaratar la unidad revolucionaria y aceptar sumisamente el yugo del capital, acabó
pasándose más tarde al campo de la reacción monárquica. ¡Ni por primera ni por última vez, el
partidario de la ‘unidad’ sin principios termina uniéndose a los enemigos de la clase obrera!

La razón real del lloriqueo de los narodniki acerca del ‘sectarismo’ y los ‘escisionistas’ era el efecto
que las ideas del marxismo estaban teniendo en sus propios seguidores. Es difícil sobreestimar el
impacto que obras como Nuestras diferencias (1885) tuvo entre los jóvenes revolucionarios dentro de
Rusia, los cuales estaban buscando ávidamente una salida al atolladero del narodnismo, que
entonces se encontraba en una fase de evidente decadencia.

Los miembros del Grupo por la Emancipación del Trabajo, exiliados en Suiza, se propusieron la
hercúlea labor de traducir las obras de Marx y Engels y de intentar introducirlas en el interior. Entre
las numerosas traducciones estaban: Ludwig Feuerbach, Acerca de las relaciones sociales en Rusia,
La pobreza de la filosofía, La cuestión de la vivienda, Salario, trabajo y capital, La guerra civil en
Francia y El manifiesto comunista.

No obstante, el trabajo de penetrar el movimiento en Rusia continuó con penosa dificultad. El


transporte ilegal de material político supuso enormes problemas. Profesionales y estudiantes en el
extranjero, se ofrecían para llevar propaganda ilegal cuando volvían a casa de vacaciones. En
distintas ocasiones, miembros del Grupo fueron enviados a Rusia para establecer contactos. Tales
viajes eran extremadamente peligrosos y frecuentemente terminaban en arrestos.

La gente del interior que pudo establecer contacto directo con el Grupo fue poca y alejada entre ella,
pero apreciada como pepitas de oro. En 1887-88 hubo un intento de establecer un Sindicato de
Social Demócratas Rusos en el extranjero, dirigido por el estudiante Rafail Soloveichik que había
salido de Rusia en 1884. Este entró en conflicto con el Grupo, volvió a Rusia y fue arrestado en 1889.
Sentenciado a un largo período de encarcelamiento, durante el cual se volvió loco, se suicidó. Otro
miembro del mismo grupo, Grigor Gukovsky, un joven estudiante en Zurich, fue arrestado en Aachen
y entregado al gobierno zarista. Sentenciado a prisión, también se suicidó. Hubo muchos casos como
estos.

El brazo de las autoridades zaristas era largo. El Grupo se enfrentaba constantemente con el peligro
de infiltración de espías policiales y provocadores. Uno de estos espías fue Christian Haupt, un
obrero que fue utilizado por la policía para infiltrar las organizaciones social demócratas rusas en el
exilio. Desenmascarado por los social demócratas alemanes como un espía policial, Haupt fue
expulsado de Suiza.

Lo peor de todo era la sensación de aislamiento político total, agravado por las inevitables broncas y
peleas de la vida en el exilio. Los narodniki emigrados, aguijoneados por las críticas de Plejánov,
dieron rienda suelta a sus sentimientos mediante acaloradas protestas por llamárseles ‘bakuninistas’
al mismo tiempo que exigían públicas disculpas. La aplastante mayoría de los exiliados eran
narodniki e implacablemente hostiles al nuevo grupo, que consideraban traidor y escisionista. Años
más tarde, la esposa de Plejánov recordaba que "la gente de Narodnaya Volya y NK Mikhailovsky
controlaban en aquel entonces los corazones y mentes de los emigrados en Ginebra y de los
estudiantes rusos". (Perepiska GV Plekhanova i PB Alsel’roda, pág.87).

El atolladero del Narodnismo

Aquellos eran tiempos difíciles. La vieja corriente narodniki se encontraba en un callejón sin salida
total. Habiéndose quemado los dedos con el terrorismo, los ‘revolucionarios extremistas’ efectuaron
otro giro de 180° y finalmente terminaron en el campo de los filisteos liberales, predicando una
política cobarde de ‘pequeñas obras’ y trabajo educativo-cultural inofensivo. Comentando sobre la
decadencia del narodnismo, Martov escribió: "La caída del (grupo) revolucionario Libertad del Pueblo
fue al mismo tiempo el colapso del populismo en su conjunto. Amplios círculos de la intelligentsia
democrática se desmoralizaron profundamente y se defraudaron de la ‘política’ y de su propia misión
heróica. Una modesta ‘cultivación’ al servicio de segmentos liberales de las clases poseedoras: ésta
fue la señal bajo la cual parte de la intelligentsia que había permanecido leal al populismo, entró en la
época gris de la década de 1880". (Citado en T. Dan, Los orígenes del bolchevismo, pág.141).

El nuevo zar, Alejandro III, era un hombre gigantesco, suficientemente fuerte como para doblar una
herradura de caballo con sus manos; pero un pigmeo intelectual, dominado por su antiguo tutor, el
ministro Pobedonostsev, procurador del Sínodo Sagrado, que creía que la democracia occidental
estaba podrida, que sólo el sistema patriarcal ruso era sano, que la prensa debía ser silenciada, que
las escuelas debían estar bajo el control de la Iglesia y que el dominio del zar debía de ser absoluto.
De los curas de los pueblos se esperaba que informasen a la policía de cualquier parroquiano
políticamente sospechoso e incluso sus sermones eran sujetos a la censura. Todas las religiones no
ortodoxas y no cristianas eran perseguidas. Los tolstoyanos eran considerados particularmente
peligrosos para la Iglesia y el Estado. El propio Tolstoi fue excomulgado. Las protestas estudiantiles
eran reprimidas salvajemente.

Rosa Luxemburgo recordaba esta década sombría de reacción con las siguientes palabras:

"Después del asesinato de Alejandro II, un período de desesperación se apoderó de toda Rusia (...)
Los techos de plomo (las prisiones) del gobierno de Alejandro III contenían un silencio sepulcral. La
sociedad rusa cayó bajo la garra de la resignación desesperada, enfrentada como estaba con el final
de toda esperanza de una reforma pacífica y el aparente fracaso de todos los movimientos
revolucionarios. En semejante atmósfera, sólo podían emerger tendencias metafísicas y místicas".
(JP Nettl, Rosa Luxemburg, New York-Toronto, 1966, Vol.1, pág.44).

Por todas partes se daban casos de retirada, retroceso ideológico y apostasía cobarde. Con el fin de
encontrar una vía para la joven generación, Plejánov se vio obligado a buscar colaboración con toda
clase de elementos confusos y semi-narodniki. Semejante grupo publicó un pequeño periódico,
Svobodnaya Rossiya, que en el artículo principal de su primer ejemplar sostenía que era imposible la
"organización de los obreros y los campesinos alrededor de la acción revolucionaria" y argüía en
contra de plantear ideas que pudieran asustar a sus simpatizantes liberales. (Perepiska GV
Plekhanova i PB Aksel’roda, pág.66).

Plejánov, contra sus mejores instintos, pero temeroso de alienar a la juventud que "creía en el ‘terror’
como en un dios", se doblegó bajo presión e incluyó una referencia a la ‘lucha terrorista’ en el primer
borrador del programa del Grupo. Sería muy fácil ahora, con el saber de la percepción a posteriori,
reprochar a Plejánov por oportunista. Pero uno debe tener presente las condiciones extremadamente
difíciles y el extremado aislamiento en el que los marxistas tenían que trabajar en aquel entonces.
Plejánov, junto con Lenin, Trotsky y todos los marxistas rusos, se opuso implacablemente al
terrorismo individual. Esa desafortunada referencia fue pulida en el segundo borrador (mucho más
mejorado) y olvidada para siempre en toda la historia del partido.

Irónicamente, era precisamente en aquel momento cuando los líderes narodniki estaban repudiando
apresuradamente el terrorismo y girando abiertamente hacia el campo del liberalismo burgués.

La defensa del terrorismo y la capitulación al liberalismo burgués eran cara y cruz de la misma
moneda. En el fondo de esa fraseología radical sobre el terrorismo individual subyace el profundo
escepticismo y pesimismo de la pequeña burguesía revolucionaria con su arraigada desconfianza de
las masas. Bajo condiciones de reacción política, semejante animal puede volverse rápidamente en
su contrario. El giro a la derecha de los líderes narodniki alcanzó su punto culminante con Tikhomirov
—el blanco de muchas de las polémicas de Plejánov— que renegó abiertamente y que en 1888
publicó un folleto con el título Porqué he dejado de ser un revolucionario.

El colapso del viejo narodnismo revolucionario tuvo un efecto profundo en la juventud dentro de
Rusia, produciendo una polarización entre los elementos reformistas pro-liberales y los mejores
elementos de la juventud, que luchaban por encontrar una vía hacia la revolución. A finales de 1887,
SN Ginsburg, que acababa de volver de Rusia, escribía en un tono preocupado al líder narodniki PL
Lavrov: "Nuestras diferencias políticas y Socialismo y la lucha política han tenido su influencia, y muy
fuerte, con la cual debemos llegar a un acuerdo(...) La importancia del individuo, la importancia de la
intelligentsia en la revolución, están completamente destruidas por ellos, y yo personalmente he visto
gente que ha sido aplastada por sus teorías. Y el aspecto principal es su tono, audaz como si
estuviera convencido de su corrección, su negación de todo lo que ha habido antes, la reducción de
todos los predecesores a la nada —definitivamente, todo esto está teniendo una influencia". (Op.cit.
pág.61)

Luchando contra la corriente

La carta de Ginsburg muestra como nuevos grupos, sin saberlo los marxistas exiliados, estaban
cristalizando en el interior, discutiendo los fracasos del pasado, haciendo balance y buscando un
nuevo camino. Aquí las ideas de Plejánov cayeron sobre terreno fértil. Pero durante los primeros diez
años de su existencia, el Grupo por la Emancipación del Trabajo se vio forzado a librar una agotadora
batalla contra la corriente. El contacto con Rusia se asemejaba al juego de la gallina ciega. La
situación de los exiliados difícilmente podía haber sido peor. Las frustraciones del Grupo se ven en la
correspondencia de Plejánov con sus colaboradores más cercanos.

Hasta la actividad literaria del grupo estaba cargada de dificultades. El Grupo por la Emancipación del
Trabajo vivía en una atmósfera de continua crisis económica. Siendo pequeño en número y con un
limitado campo para conseguir dinero, normalmente dependían de lo que en el mundo teatral
americano es conocido como ‘ángeles’, simpatizantes ricos dispuestos a financiar sus empresas
literarias, como VN Ignatov, uno de los primeros partidarios del Grupo que había contribuido a los
fondos para el trabajo inicial de éste. Algunas veces, esta gente ni siquiera era socialista, como
Guryev, el cual puso el dinero necesario para el trimestral Sotsial Demokrat. En general, las
publicaciones del grupo salieron muy irregularmente. No obstante, a pesar de todo, se apañaron para
mantener viva la todavía débil voz del marxismo dentro de Rusia. Bajo tales circunstancias, esto
representó un logro formidable.

A veces, la tarea debe haber parecido casi inútil. En el verano de 1885, Plejánov escribió a Axelrod
en términos que rayaban en la desesperación: "Realmente estamos al borde de un abismo con las
deudas y no puedo pensar y no sé a qué agarrarme para impedir que caigamos nosotros mismos.
Está mal". (Perepiska GV Plekhanova i PB Aksel’roda, pág.21).

A lo largo de los días oscuros de la década de 1880, Plejánov y su familía vivieron en extrema
pobreza. A veces dio lecciones privadas de literatura rusa por un pequeño salario, viviendo en la
pensión más barata que pertenecía a un carnicero que le alimentó exclusivamente de sopa y carne
cocida. Malas condiciones de vida y alimentación minaron su salud. Durante un período estuvo
gravemente enfermo con pleuresía, cuyos efectos padeció el resto de su vida.

Trabajando bajo enormes dificultades, sufriendo despiadada presión por todas partes, el Grupo por la
Emancipación del Trabajo se mantuvo unido por la fuerza de sus ideas, pero también por la
imponente autoridad moral y política de Plejánov.

Dentro del Grupo, Plejánov era la figura dominante. Su propio aislamiento hizo que sus miembros
cerrasen filas en torno a un grupo altamente solidario, forjado por fuertes vínculos políticos y
personales. No por casualidad más tarde adquirieron el apodo de "La familia". Y Plejánov fue la
cabeza indiscutible de la "familia" —intelectualmente, sobresalió sobre los demás y, no obstante,
existía entre ellos un fuerte sentido de dependencia mutua nacida de años de lucha y sacrificio por
una causa común. En tales circunstancias, no podía sorprender que cuestiones personales y políticas
se entremezclaran. Plejánov fue una torre de fortaleza para los demás, dándoles apoyo moral en
épocas de dudas y crisis personales.

Durante dos décadas, los miembros del Grupo por la Emancipación del Trabajo fueron virtualmente
los mismos. De sus fundadores, VN Ignatov murió demasiado pronto como para dejar mucha huella.
Lev Deutsch fue el cuerpo y alma del aspecto organizativo del trabajo, tales como los arreglos para
imprimir y distribuir el material político. Pavel Axelrod fue un propagandista de extremado talento que
produjo una gran impresión en los jóvenes Lenin y Trotsky. Su nombre fue durante mucho tiempo
inseparable del de Plejánov.

Vera Zasulich

El papel jugado por Vera Zasulich en el Grupo merece una mención aparte. Persona sincera,
afectuosa e impulsiva, Vera Zasulich sufrió más que la mayoría el trauma del exilio. Contínuamente
impaciente por cerrar el espacio entre el Grupo por la Emancipación del Trabajo y la nueva
generación de revolucionarios en Rusia, siempre estaba defendiendo con vehemencia a la juventud,
superando la resistencia de Plejánov y animando nuevas iniciativas —normalmente sin éxito— con
los grupos de jóvenes en el exilio. Su relación con Plejánov era paradójica. Tremendamente
dependiente de su apoyo moral y político, ella más que ningún otro, no tenía miedo de enfrentársele
con la más aguda de las críticas y hacerle ver sus defectos. Dado el enorme abismo intelectual entre
Plejánov y el resto de su pequeño grupo de seguidores, tal rol fue de inestimable ayuda. El hecho de
que el enojadizo Plejánov estuviese dispuesto a someterse humildemente a las reprimendas de
Zasulich en más de una ocasión, indicaba que él, más que cualquier otro, era consciente de este
hecho.

La tragedia de gente como Axelrod y Zasulich tenía un doble carácter. Bajo diferentes condiciones
históricas, estos individuos con talento podían haber jugado un papel mucho más importante en dar
forma a los acontecimientos. Largos años de aislamiento en el exilio tuvieron un efecto desastroso
sobre su desarrollo psicológico e intelectual. Trabajando bajo la sombra de Plejánov, su evolución
resultó tan ridícula que, cuando las condiciones cambiaron, fueron incapaces de adaptarse y se
perdieron para la revolución.
En las condiciones en que el Grupo se vio obligado a trabajar durante décadas, era inevitable que
quedasen restos de mentalidad de estrecho círculo de propaganda. Tales factores no podían tener
significancia fundamental en los primeros años, el largo y lento período de preparación teórica y
diminutos círculos de propaganda. Sólo más tarde, cuando el movimiento marxista ruso se enfrentó a
la necesidad de sobrepasar la limitación de la fase propagandística, fue cuando los rasgos negativos
del Grupo por la Emancipación del Trabajo emergieron. Pero durante la década de 1890, el Grupo
empezó a disfrutar de una enorme autoridad ante los ojos de un creciente número de jóvenes
marxistas, y el nombre de Plejánov era conocido en cada círculo de propaganda en la clandestinidad
y en cada comisaría de policía en Rusia.

El cambio de marea

"Bueno, hermano, ¡no puedo imaginarme qué les ha pasado en estos días, enviándonos de repente
todos estos muzhiks políticos! Antes solían traernos toda la gente de clase alta y estudiantes,
auténticos caballeros. Pero ahora viene gente como tú —un simple muzhik— ¡un trabajador! (Bor’ba
za Sozdanie Marksistskoi partii v Rossii (1894-1904), pág.3).

Con estas palabras el guardia de prisión de la cárcel de Taganskaya saludaba la llegada de MN


Lyadov, uno de los líderes de la Liga Obrera de Moscú en el año 1895. A su manera, el viejo guardia
había entendido el profundo cambio que había tenido lugar en el movimiento revolucionario ruso en la
década de 1890.

Las furiosas discusiones entre marxistas y narodniki sobre la inevitabilidad o no del desarrollo del
capitalismo en Rusia se estaban resolviendo en la práctica mediante el rápido crecimiento de la
industria y la existencia cada vez más evidente de polarización de clase dentro del campesinado, con
la cristalización de una clase de campesinos ricos o kulaks y una masa de pobres sin tierra que se
iban a las ciudades en busca de trabajo.

Al final de la década de 1860, había tan sólo 1.600 kms de vía férrea en todo el país. En las dos
décadas siguientes esta cifra aumentó 15 veces. En los diez años entre 1892 y 1901, se
construyeron no menos de 26.000 kms. de vía férrea.

Junto a los centros industriales tradicionales de Moscú y San Petersburgo surgieron nuevos centros
en áreas como el Báltico, Bakú y Donbass. Entre 1893 y 1900, la producción de petróleo aumentó
dos veces y la de carbón tres veces.

Verdad es que el desarrollo de la industria no tuvo el carácter orgánico del ascenso del capitalismo
en Gran Bretaña descrito por Marx en El Capital. La emancipación de los siervos de la gleba en 1861
proveyó las premisas materiales para el desarrollo del capitalismo. Pero la burguesía rusa subió al
escenario de la historia demasiado tarde como para aprovecharse de la oportunidad. Las débiles y
subdesarrolladas fuerzas del capitalismo ruso no pudieron competir con la poderosa burguesía
desarrollada de Europa Occidental y de América. Al igual que los países ex-coloniales hoy en día, la
industria rusa se encontraba fuertemente dependiente del capital extranjero que ejercía una
dominación aplastante sobre la economía, principalmente mediante su control de la banca y el
sistema financiero:

"También la fusión del capital industrial con el bancario", escribió Trotsky, "se efectuó en Rusia en
proporciones que tal vez no haya conocido ningún otro país. Pero la mediatización de la industria por
los bancos equivalía a su mediatización por el mercado financiero de la Europa Occidental. La
industria pesada (metal, carbón, petróleo) se hallaba sometida casi por entero al control del capital
financiero internacional, que se había creado una red auxiliar y mediadora de bancos en Rusia. La
industria ligera siguió las mismas huellas. En términos generales, cerca del 40 por 100 del capital en
acciones invertido en Rusia pertenecía a extranjeros y la proporción era considerablemente mayor en
las ramas principales de la industria. Sin exageración, puede decirse que los paquetes de acciones
que controlaban los principales bancos, empresas y fábricas de Rusia estaban en manos de
extranjeros, debiendo advertirse que la participación de los capitales de Inglaterra, Francia y Bélgica
representaban casi el doble de los de Alemania". (Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, Tomo I,
pág.22. Editora Zero. Biblioteca ‘Promoción del pueblo’).

La penetración del capital extranjero en la sociedad rusa dio un marcado ímpetu al desarrollo
económico, sacando del barbarismo al gigante de 2.000 años e introduciéndole en la era moderna.
Gran número de campesinos fue arrancado de la inmutable rutina de la vida del pueblo y empujado al
infierno de la industria capitalista a gran escala.

La teoría marxista del desarrollo desigual y combinado encontró su expresión más perfecta en las
extremadamente complejas relaciones sociales en Rusia a la llegada del siglo. Junto con formas de
existencia feudales, semi-feudales e, incluso, pre-feudales, surgieron las fábricas más modernas,
construidas con capital francés y británico basadas en los modelos más recientes. Este es
precisamente el fenómeno que ahora vemos en todo el conjunto del llamado Tercer Mundo, en Africa,
Asia y América Latina.

En solo 33 años, de 1865 a 1898, el número de fábricas con más de cien obreros se dobló —de
706.000 a 1.432.000. Hacia 1914, más de la mitad de todos los obreros industriales trabajaban en
plantas de más de 500 empleados, y casi un cuarto en plantas de más de mil —una proporción
mucho más alta que en cualquier otro país. Ya en la década de 1890, siete grandes fábricas en
Ucrania empleaban dos tercios de todos los obreros metalúrgicos en Rusia, mientras que Bakú tenía
casi todos los obreros del petróleo. De hecho, hasta 1900, Rusia era el mayor productor de petróleo
del mundo. (Cifras de T. Dan, Los orígenes del bolchevismo, pág.150 y BH Sumner, Estudio de la
historia rusa, pág.324-331).

No obstante, a pesar del tempestuoso impulso de la industria, el cuadro general de la sociedad rusa
siguió siendo de extremado atraso. La masa de la población todavía vivía en los pueblos, donde el
rápido desarrollo de diferenciación de clases recibió un poderoso ímpetu por la crisis agrícola
europea de la década de 1880 y principios de los 90.

La caída del precio del grano arruinó capas enteras del campesinado, la espantosa naturaleza de su
existencia es claramente descrita en los cuentos de Chejov, En la hondonada y Muzhiks. El
semiproletariado rural, privado de la tierra, pregonando sus servicios por los pueblos, se convirtió en
un espectáculo común. En el otro extremo del espectro social, la nueva clase de capitalistas rurales
emergiendo, los kulaks, enriqueciéndose a expensas de los pobres de las aldeas, podían permitirse
comprar la tierra de los viejos terratenientes —una situación reflejada con gran ingenio y perspicacia
en la famosa obra de Chejov El huerto de cerezas.

La vieja comunidad rural, el mir, que según los teóricos narodniki iba a proveer las bases para el
socialismo campesino, se estaba rompiendo rápidamente en líneas de clase a pesar de todos los
intentos del régimen zarista por reforzarla. Aquellos que no pudieron encontrar trabajo en el pueblo
se abalanzaron a las ciudades, proveiendo una inmensa reserva de mano de obra barata para las
nuevas empresas capitalistas establecidas.

Fue así como los viejos debates entre narodniki y marxistas se resolvieron decisivamente por la
marcha de los acontecimientos. No por casualidad, las obras tempranas de Lenin, tales como Nuevos
desarrollos económicos en la vida campesina, Sobre la llamada cuestión de mercado y El desarrollo
del capitalismo en Rusia fueron escritas para ajustar las cuentas a los narodniki. No por casualidad
tampoco, estas obras estaban basadas en el irrefutable idioma de hechos, cifras y argumentos.

El desarrollo del capitalismo en Rusia significó también el desarrollo del proletariado, que pronto hizo
saber a toda la sociedad de su intención de colocarse en la vanguardia de la lucha por el cambio. El
carácter altamente concentrado de la industria rusa rápidamente creó ejércitos industriales de
obreros, organizados y disciplinados, colocados en los puntos estratégicos de la sociedad y la
economía. El gráfico del movimiento huelguístico (Cuadro 1) indica claramente la creciente confianza
y conciencia de clase de la clase obrera rusa en este período.

La huelga de Morozov

A partir de la primavera de 1880, la industria fue golpeada por una crisis que duró varios años. Este
fue un período de desempleo masivo en el cual los empresarios redujeron despiadadamente los ya
miserables salarios de los obreros. Además de todos los otros problemas, los obreros eran
continuamente oprimidos con toda clase de pequeñas restricciones y normas arbitrarias diseñadas
para mantenerles dominados. La más importante era la costumbre de multar por una serie de
ofensas reales o imaginarias contra los empresarios.

El folleto de Lenin Una explicación de la Ley sobre multas, muestra como antes de 1886, un obrero
fabril podía ser multado con hasta la mitad de su salario. La indignación y el descontento acumulados
por los obreros finalmente explotó en una ola de agitación social en 1885-86 en Moscú, Vladimir y
Yaroslavl, que culminó en la famosa huelga de la fábrica Nikolskoye, perteneciente a TS Morozov.

Los 11.000 obreros de las obras Morozov habían visto reducidos sus salarios no menos de cinco
veces en dos años. Al mismo tiempo, se imponían gravosas multas por cantar, hablar alto, pasar
delante de la oficina del jefe con la gorra puesta, etc. Estas multas frecuentemente suponían una
cuarta parte del salario de un obrero, ¡y algunas veces la mitad! Finalmente, la paciencia de los
obreros se agotó y el 7 de diciembre de 1885 organizaron una huelga.

Toda la rabia y frustración reprimidas durante años de pequeñas vejaciones, robo y arbitrariedades
reventaron con una fuerza elemental. El líder de los huelguistas, Pyotr Anisimovich Moiseyenko
(1852-1923) era un revolucionario experimentado, un ex-miembro del Sindicato Norteño de Khalturin,
quien había cumplido un período de exilio siberiano. Un hombre destacado, uno de esos líderes
naturales de la clase obrera, Moiseyenko más tarde escribió: "Primero aprendí a comprender,
después a actuar". No obstante, la naturaleza espontánea de la huelga se pone de manifiesto en el
propio relato de Moiseyenko, en un discurso de aniversario pronunciado en 1923 (ingresó en el
Partido Bolchevique en 1917).

"Decidimos", recuerda, "que había que ir a la fábrica y entonces veríamos qué más teníamos que
hacer". (Discurso re-impreso en Nachalo Rabochego Dvizheniya i Rasprotranie Marksisma v Rossii,
1883-1894, pág.96).

Los enfurecidos obreros desahogaron su rabia haciendo pedazos el almacén de comida de la fábrica,
donde operaba el sistema de pago en especie obligándoles a comprar comida a precios inflados, y
también la casa del odiado capataz Shorin.

Alarmado por la violencia del estallido, el gobernador de la provincia de Vladimir envió tropas y
cosacos. Los obreros se presentaron al gobernador con sus reivindicaciones, pero fueron reprimidos.
600 obreros fueron arrestados. Las tropas rodearon la fábrica y los obreros fueron forzados a entrar a
trabajar a punta de bayoneta. No obstante, tal era el ambiente entre los obreros, que la fábrica no
volvió a funcionar plenamente hasta un mes más tarde.

La huelga de Morozov terminó en derrota. Sin embargo, el efecto que tuvo en las mentes de los
trabajadores en toda Rusia hizo que la situación se transformara enteramente. En el juicio a los
huelguistas celebrado en Vladimir en mayo de 1886, Moiseyenko y los otros acusados hicieron una
defensa tan ardiente que se convirtió en una devastadora denuncia de las condiciones en la fábrica,
hasta el punto que las acusaciones fueron levantadas y el caso de los obreros sobreseído.

El fallo del juicio de Morozov produjo una ola de conmoción por toda la sociedad rusa.
Profundamente alarmado, el reaccionario Moskovskiye Vedmosti protestó: "Es peligroso burlarse de
las masas del pueblo. ¿Qué van a pensar los obreros, tras el veredicto de no culpable del tribunal de
Vladimir? Las noticias de esta decisión se extendieron como un relámpago por todo este área
manufacturera. Nuestro corresponsal, que salió de Vladimir inmediatamente después del anuncio del
veredicto, oía hablar de ello en todas las estaciones...". (Lenin, Obras escogidas, Volumen 2, pág.38).

La huelga de Morozov mostró el enorme poder potencial del proletariado. La lección no fue inútil para
el régimen zarista que, a pesar de todo su apoyo a los empresarios, decidió que tenía que hacer
concesiones a los obreros. Así lo hizo el 3 de junio de 1886, cuando aprobó la Ley de Multas
limitando la cantidad que podía imponerse y estipulando que las ganancias no deberían de
apropiárselas los empresarios, sino ser depositadas en un fondo benéfico especial para los obreros.

Los primeros círculos de propaganda

Las reformas son siempre un subproducto de la lucha revolucionaria de los trabajadores para
cambiar la sociedad. Igual que el ‘Proyecto de Ley de las 10 horas’ aprobado en Gran Bretaña el
siglo pasado, la Ley de Multas fue un intento de pacificar a los obreros e impedir que se moviesen en
una dirección revolucionaria, mientras que simultáneamente trataban de apoyarse en los obreros
para refrenar las reivindicaciones de los liberales burgueses. Semejante ‘benevolente’ legislación no
impidió la represión salvaje de las huelgas y los arrestos sistemáticos y deportación de líderes
obreros en el siguiente período.

Tampoco la nueva ley tuvo el efecto deseado de desalentar el movimiento huelguístico. La huelga de
Morozov inspiró a los obreros con nuevo valor, al tiempo que las concesiones hechas por la
todopoderosa autocracia mostró lo que podía lograrse luchando audazmente por sus intereses. En
1887, el número total de huelgas excedió el de los dos años anteriores juntos. Dos años más tarde el
jefe de policía, Plehve, se vió obligado a informar a Alejandro III que, a su vez, 1889 fue "más prolífico
que 1887 y 1888 en desórdenes originados por las condiciones en las fábricas". (Istoriya KPSS, Vol.I,
pág.100).

El mero aumento del movimiento huelguístico indicaba la creciente conciencia de los trabajadores de
que eran una clase y una fuerza dentro de la sociedad. El estrato más avanzado, representado por
gente como Moiseyenko, estaba buscando a tientas ideas que pudieran derramar luz sobre su
condición y mostrarles un camino a seguir.

Este movimiento tenía un doble significado. Por un lado, estos estallidos espontáneos,
frecuentemente acompañados por actos de Luddismo que dieron testimonio de su naturaleza todavía
no organizada y semiconsciente, anunciaron al mundo la aparición de la clase obrera rusa en el
escenario de la historia. Por otro lado, suministró pruebas irrefutables de la corrección de los
argumentos teóricos de Plejánov y el Grupo por la Emancipación del Trabajo. Al calor de la lucha de
clases, se habían sentado las bases para el aglutinamiento de las todavía numéricamente débiles
fuerzas del marxismo y el poderoso, aunque todavía incoherente, proletariado ruso.

Desde el punto de vista marxista, la importancia de una huelga va mucho más allá de la lucha por
reivindicaciones inmediatas sobre horas, salarios o condiciones. El significado real de las huelgas,
incluso si se pierden, es que los obreros aprenden. En el curso de una huelga —particularmente una
huelga importante— la masa de los obreros, sus esposas y familias, inevitablemente se vuelven
conscientes de su papel como clase. Dejan de pensar y actuar como esclavos o una rueda dentada
más en una máquina y empiezan a crecer hasta llegar a la estatura de auténticos seres humanos con
una mente y una voluntad propias.

Los tempestuosos acontecimientos de la lucha de clases en sus aspectos externos permanecen


fácilmente en la imaginación mucho tiempo después de que han pasado a la historia. Pero el
silencioso y subterráneo proceso de desarrollo de la conciencia de la clase obrera —que Trotsky
describió en su más memorable frase, "el proceso molecular del desarrollo de la conciencia de
clase"— se pasa por alto demasiado fácilmente. No obstante, este es el fruto más importante de la
larga y ardua historia del movimiento obrero.

A través de su experiencia de la vida y de la lucha —particularmente de grandes acontecimientos—


las masas empiezan a transformarse. Comenzando con la capa más activa y consciente, los obreros
se sienten profundamente descontentos de todo y de una forma aguda perciben sus propias
limitaciones. Derrotas, mucho más que victorias, fuerzan al activista obrero a la ardiente necesidad
de un claro entendimiento del funcionamiento de la sociedad, de los misterios de la economía y la
política.

A través de la historia, la clase dominante ha mantenido firmemente en sus manos un arma mucho
más potente que todos sus ejércitos y fuerzas policiales para la subyugación de la mayoría: ese arma
no es otra que el monopolio de los medios de la cultura.

No es una casualidad que cada clase revolucionaria en la historia ha empezado su asalto a los
poderes fácticos mediante una crítica total de las ideas y la cultura de la vieja clase dominante. Así, la
burguesía, antes de derrocar a las monarquías feudales, destronó primero al monarca espiritual
llevando a cabo la Reforma.

A lo largo de la historia, una de las cadenas más poderosa de todas las que atan a la clase obrera es
la ignorancia. El primer golpe por la emancipación de la clase obrera debe ser dado contra esta.
Mediante su guardia avanzada, la clase obrera siente en primer lugar la necesidad de conquistar
ideas y teoría como un pre requisito esencial para la conquista del poder y la reconstrucción de la
sociedad sobre un nuevo y más alto cimiento.

El crecimiento de la industria capitalista produce un poderoso ejército del proletariado. Pero incluso el
mejor ejército será derrotado si carece de generales, comandantes y capitanes bien entrenados en el
arte de la guerra. Las tormentosas batallas huelguísticas de la década de 1880 proclamaron al
mundo que los batallones pesados del proletariado ruso estaban preparados y dispuestos a luchar.
Pero también revelaron la debilidad del movimiento, su naturaleza espontánea, desorganizada e
inconsciente, su falta de rumbo y liderazgo. El ejército estaba ahí. Lo que hacia falta era preparar el
futuro Alto Estado Mayor. Esta conclusión fue irresistiblemente asumida por la conciencia de los
mejores obreros. Y con el enfoque serio y sencillo que caracteriza a los activistas obreros de todo el
mundo, se dispusieron a aprender.

La lucha por la teoría

A pesar de todos sus esfuerzos, los narodniki eran completamente incapaces de vincularse con ‘el
pueblo’, ni podían esperar hacerlo sobre las bases de teorías, programa y métodos falsos. No
obstante, este problema aparentemente irresoluble había sido resuelto con total facilidad por los
marxistas. Una cabeza de puente fue construida rápidamente para vincular a estos con los
trabajadores.

En todos los centros de industria más importantes surgieron círculos de estudios, clases educativas y
"escuelas de domingo", constituyendo la semilla para toda una nueva generación de trabajadores
marxistas revolucionarios, la columna vertebral del futuro partido de Octubre.

Así empezó el llamado período de propaganda o kruzhovshehina (basado en la palabra rusa para
círculo de estudios). Después de un agotador día de trabajo bajo espantosas condiciones, muchos
obreros industriales con manos callosas, luchando contra los difíciles capítulos de El Capital de Marx
—el mismo libro que el censor zarista consideraba demasiado seco y abstruso como para
representar un peligro. ¡No por última vez, un régimen dictatorial iba a infravalorar el significado
revolucionario de El Capital y la inteligencia de la clase obrera! Tan grande era el deseo de los
obreros de aprender, que un volumen de El Capital era desencuadernado para distribuirlo por
capítulos entre el mayor número posible de gente.

Cuando se compara esto con las huelgas de masas, las batallas con la policía y los mítines desde la
tribuna, este tipo de trabajo educativo lento y sin inspiración parece palidecer en su insignificancia.
No obstante, esta esmerada, paciente y ardua tarea de educación teórica fue la sólida base sobre la
que se construyó el marxismo ruso. Representó un enorme autosacrificio por parte de los
trabajadores, cuyos logros en el plano teórico eran tan importantes para el futuro de la revolución
como las luchas en los lugares de trabajo. Desde la cuna del movimiento de las masas obreras rusas
estaba forjándose el vínculo indisoluble entre la teoría y la práctica.

Al mismo tiempo que Plejánov y sus colaboradores estaban estableciendo el Grupo por la
Emancipación del Trabajo ruso en el extranjero, el primer círculo social demócrata (es decir,
marxista) apareció en San Petersburgo, establecido por un joven estudiante búlgaro, Dimiter Blagoev
—el futuro líder del Partido Comunista Búlgaro (1856-1924). En 1884, su grupo tomó el nombre de
"El Partido de los Social Demócratas Rusos" e incluso empezó a publicar un periódico —Rabochii (El
Obrero). No obstante, el grupo no tardó mucho tiempo en ser aplastado por la policía.

Pero el proceso estaba ahora demasiado avanzado como para ser detenido por la acción policial. Al
siguiente año se formó otro grupo social demócrata en la capital, esta vez con lazos más estrechos
con la clase obrera. El grupo de PV Tochissky comprendía aprendices y artesanos y se llamaron a sí
mismos "La Hermandad de Artesanos de San Petersburgo".

Mucho más lejos, en el área del Volga de Rusia Central, otro de los pioneros del marxismo ruso,
Nickolai Fedoseyev (1871-98) organizó un grupo de estudiantes en Kazán, uno de cuyos miembros
era un joven estudiante con el nombre de Vladimir Ulyanov, más tarde Lenin. Este grupo se
desintegró cuando Fedoseyev fue arrestado en el verano de 1889. Muchos años más tarde, en
diciembre de 1922, Lenin escribió una breve nota sobre Fedoseyev para la Comisión de Historia del
Partido en la cual brindó un cálido tributo a "este revolucionario con talento y dedicación
excepcionales". (Lenin, Obras Completas, Vol.33, pág.432-3. El subrayado es nuestro).

Pero las primeras semillas habían sido plantadas y los primeros miembros habían sido ganados,
aunque en pequeños puñados, en Kazán, Nizhny Novgorod, Samara, Saratov, Rostov-on-Don y otras
ciudades de la región.

Este es un período de muchos nombres —en su mayor parte extraños y no familiares para el lector
moderno. Los pequeños grupos que surgieron en una ciudad tras otra debieron parecerles a las
autoridades zaristas el resultado de algún virulento e inexplicable virus. Por las páginas de los
archivos policiales, las caras y números de revolucionarios arrestados pasaban con monótona
regularidad —simplemente unos pocos bacilos aislados y extraídos por el bien del sistema político.
La mayoría de estos hombres y mujeres hace tiempo que pasaron a la oscuridad. Y no obstante,
sobre los huesos y nervios de estos héroes y mártires, se construyó el movimiento obrero ruso.

De la propaganda a la agitación

El libro de Krupskaia sobre Lenin es quizás el informe más gráfico de cómo funcionaban estos
círculos iniciales de propaganda marxista. El contacto se hacía mediante un círculo de estudios
obreros, donde enseñar a leer y escribir se combinaba hábilmente con al menos las ideas
elementales del socialismo:

"Hubiérase dicho que existía una conspiración de silencio. En la escuela, en principio se podía hablar
de todo a pesar de que era rara la clase en que no había un espía; si no se empleaban las terribles
palabras ‘zar’, ‘huelga’ y otras por el estilo, se podía aludir a las cuestiones más fundamentales. Pero
oficialmente no se podía hablar de nada; en cierta ocasión fue clausurado el llamado ‘grupo de
repetición’ por el hecho de que en el mismo, como había podido comprobar un inspector que se
había presentado de improviso, se enseñaban las fracciones decimales, mientras que según el
programa no se autorizaba más que la enseñanza de las cuatro reglas de la aritmética". (Krupskaia,
Recuerdo de Lenin, pág.21, Editorial Fontamara).

Trabajando contra tremendas rémoras, bajo dificultades intolerables y siempre con riesgo personal,
perseveraron obstinadamente en su causa. La gran mayoría de ellos no vivió para ver el resultado de
su labor. Nunca lucharon en las grandes batallas finales, ni vieron caer las viejas y odiadas
estructuras de la sociedad. Su papel fue el más duro de todos: la ardua tarea de empezar, de
construir el movimiento desde la nada, de ganar pacientemente de uno en uno y de dos en dos, de
explicar, argüir, convencer, prestar atención a las mil y una mundanas y rutinarias tareas diarias de
construir una organización, que pasa inobservada para los historiadores, pero que constituyen el
centro de una gran empresa histórica.

A pesar de todas las dificultades, el trabajo lento y paciente de los marxistas empezó a dar
resultados. Grupos marxistas surgían por toda Rusia. Imitando al Grupo por la Emancipación del
Trabajo, se llamaban a sí mismos "Ligas de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera". Al
mismo tiempo, el movimiento de los trabajadores estaba asumiendo un carácter de masas.
Entonces, como un rayo en un cielo azul, algo ocurrió que transformó completamente la situación.

En 1891 y 1892, una terrible ola de hambre recorrió el país, causando muerte por hambruna en los
pueblos y una exorbitante subida de los precios de la comida. El hambre, el cólera y el tifus afectaron
a 40 millones de almas, pueblos enteros perecieron, especialmente en la región del Volga.
Campesinos hambrientos inundaron las ciudades dispuestos a aceptar trabajo a cualquier precio.
Esto, combinado con una mejora económica que, paradójicamente, coincidió con el hambre, produjo
una ola de huelgas, especialmente en Rusia Central y Occidental, los centros de la industria textil,
acompañada de choques con la policía y los cosacos, especialmente en la huelga de los obreros del
textil polaco en Lodz en 1892.

El hambre sirvió para desenmascarar la bancarrota de la autocracia y la corrupción e ineficacia de la


burocracia. El destino de los millones de hambrientos tuvo un efecto profundo en la juventud. El
movimiento estudiantil se inflamó otra vez en Moscú y Kazán.

El despertar general de la sociedad tuvo también un efecto entre los liberales. Silenciados por el
régimen reaccionario de Alejandro III, los zemstvos estaban re-despertando a la vida mediante la ola
de hambre. Por toda Rusia, liberales acomodados basados en los zemstvos lanzaron campañas para
aliviar el hambre. Los liberales zemstvos, muchos de ellos remanentes envejecidos del movimiento
"Id al pueblo" de la década de 1870, aliviaron su conciencia estableciendo estos comedores de
beneficencia. Hicieron todo lo posible para dar a la lucha contra el hambre una coloración inofensiva,
no política, en línea con su política de "pequeñas obras". Pero el fermento social y político provocado
por el hambre y la respuesta caótica de la administración zarista sirvió para revolver a la intelligentsia,
sacando a la juventud de los años de estancamiento y desesperación y proporcionando nuevos
reclutamientos para los marxistas, que estaban empeñados en furioso combate con los
representantes de la tendencia liberal narodnik. La amargura de la lucha se refleja en un episodio
recordado por Krupskaia de una de las primeras intervenciones de Lenin, poco después de llegar a
San Petersburgo:

"Como medida conspirativa, se escogió como pretexto de la reunión la celebración de una pequeña
fiesta íntima a base de ‘blinis’ (especie de hojaldre. N. del T.) (...) Me acuerdo de uno de los
momentos de la discusión. Se hablaba de la senda que era preciso seguir. No había modo de hablar
un lenguaje común. Uno de los reunidos —Schevliaguin, me parece— dijo que era muy importante la
labor en el comité para la lucha contra el analfabetismo. Vladimir Illich se rio con una risa seca y
maliciosa, una risa que después no le oí más.

"‘¿Qué puedo decir? Si hay alguien que quiere salvar a la patria en el comité para la lucha contra el
analfabetismo es libre de hacerlo. No le opondremos ningún obstáculo’". (Krupskaia, op cit, pág.15. ).

Mirando la situación atentamente desde lejos, Plejánov entendió inmediatamente que estaba
teniendo lugar un cambio fundamental que exigía un cambio en los métodos empleados hasta ahora
por los marxistas rusos. El hambre había expuesto la bancarrota de la autocracia hasta un grado sin
paralelo. Sus efectos fueron sentidos por todos los sectores de la sociedad —no sólo los obreros y
campesinos, sino incluso los liberales burgueses, sacudidos por un abatimiento profundo, empezaron
a organizar agencias de socorro para compensar la parálisis total del Estado, utilizando las
organizaciones gubernamentales locales ‘Zemstvo’. La idea de una asamblea representativa, una
Zemsky Sobor empezó a ganar terreno entre la intelligentsia liberal. Plejánov cogió la oportunidad
con ambas manos.

En su folleto La ruina de toda Rusia publicado en Sotsial Demokrat nº 4, Plejánov explicaba que las
causas del hambre no eran naturales, sino sociales. Partiendo de la caótica situación creada por la
corrupción e ineptitud de las autoridades zaristas, mostró la necesidad de realizar propaganda y
agitación generales, vinculando las reivindicaciones concretas de las masas a la idea central de
derrocar a la autocracia.

Por supuesto, la consigna de un Zemsky Sobor en manos de los liberales recibió un carácter
completamente reformista y, por lo tanto, utópico. Pero Plejánov, desarrollando un vivo instinto
revolucionario, planteó esta reivindicación como una consigna militante, luchadora, como un medio
de movilizar a las masas y atraer a los mejores sectores de la intelligentsia democrática a la idea de
una lucha abierta contra el zarismo. "Todos esos rusos honrados", escribió, "que no pertenecen al
mundo de los meros acaudaladores de dinero, kulaks y burócratas rusos deben empezar a agitar al
instante para el Zemsky Sobor". (Citado en Akimov, Sobre los dilemas del marxismo ruso, Cambridge
1969, pág.16).

El artículo de Plejánov representó el primer intento concreto de luchar a brazo partido por la cuestión
de cómo relacionar el movimiento obrero con el movimiento de otras clases oprimidas contra el
enemigo común, el zarismo. Bajo condiciones de esclavización zarista, bloques temporales y
episódicos con los elementos más radicales de la pequeña burguesía o, incluso, los liberales
burgueses eran inevitables. No obstante, tales acuerdos en ningún sentido presuponían la existencia
de acuerdo programático. Por el contrario, la primera condición para esto era precisamente que cada
partido debería marchar bajo su propia bandera: "Marchar separadamente y golpear juntos".

El uso revolucionario de consignas democráticas

Los marxistas, al tiempo que defendieron a los demócratas pequeño burgueses contra la persecución
zarista y ocasionalmente llegaron a acuerdos episódicos en cuestiones prácticas, tales como el
transporte de propaganda ilegal, defensa de compañeros arrestados, etc., simultáneamente les
sometieron a una crítica incesante y sin misericordia por sus vacilaciones y confusiones. Tal política
estaba diseñada para utilizar cualquier oportunidad para hacer avanzar el movimiento, al tiempo que
fortalecía la posición del marxismo y el punto de vista de independencia de clase del proletariado, de
la misma manera que un alpinista experto utiliza toda grieta y hendidura que le permita alcanzar la
cumbre.

Esta política nada tenía en común con la política posterior de los mencheviques y los estalinistas
quienes, bajo el pretexto de "unificar todas las fuerzas progresistas", tratan de subordinar el
movimiento de la clase obrera a la llamada burguesía ‘progresista’. Tanto Plejánov como, sobre todo,
Lenin, despreciaron la idea de un "Frente del Pueblo" que un sector de los narodniki estaba
defendiendo ya en aquel momento. Plejánov, antes de convertirse al menchevismo, cuando todavía
defendía las ideas del marxismo revolucionario, respondió a aquellos que le acusaban de asustar a
los liberales con el siguiente desaire:

"De cualquier manera, creemos que el tipo de ‘susto’ más dañino es el susto de los socialistas con el
espectro de asustar a los liberales". (Plejánov, Sochineniya, Vol.I, pág. 403).

El punto central del argumento de Plejánov era que "la ruina total de nuestro país puede ser
prevenida mediante su emancipación política completa". Los espantosos problemas de las masas
plantearon directamente la cuestión de la lucha revolucionaria contra el zarismo, en la cual la clase
obrera iba a jugar el papel clave. Aunque en ese momento nadie hablaba todavía de la posibilidad de
una revolución socialista en Rusia, el uso diestro de reivindicaciones democrático revolucionarias,
como la convocatoria de un Zemsky Sobor, jugó indudablemente un papel agitativo importante en
aglutinar las fuerzas revolucionarias alrededor del programa marxista.

El nuevo énfasis sobre la agitación revolucionaria de masas cogió a muchos por sorpresa.
Economistas del futuro, como Boris Krichevsky, no tardaron en criticar al Grupo por la Emancipación
del Trabajo por su supuesto ‘constitucionalismo’, al no entender la necesidad de plantear consignas
democráticas junto con reivindicaciones de clase elementales del proletariado. Al mismo tiempo,
muchos de los viejos veteranos, incluso en Rusia, eran reticentes a reconocer que la situación había
cambiado. Los viejos hábitos de la actividad del pequeño grupo de propaganda se resistían hasta la
muerte. En muchos casos, la transición a la agitación de masas fue realizada sólo después de
dolorosas discusiones y divisiones.

Plejánov, en su artículo Las tareas de los Social Demócratas rusos durante el hambre en Rusia
(1892), dio la definición marxista clásica de la diferencia entre propaganda y agitación:

"Una secta puede estar satisfecha con propaganda en el sentido estrecho de la palabra: un partido
político nunca (...) Un propagandista da muchas ideas a una o a unas pocas personas, mientras que
un agitador da una o unas pocas ideas pero a masas de gente (...) No obstante, la historia la hacen
las masas. (...) El vínculo necesario entre los ‘héroes’ y la ‘multitud’, entre ‘las masas’ y ‘sus líderes’
se forja y templa gracias a la agitación". (Citado en V Akimov, Sobre los dilemas del marxismo ruso,
pág.17).

Plejánov recalcó la necesidad urgente de que los marxistas penetrasen las capas más amplias de las
masas con consignas agitativas, empezando con las reivindicaciones económicas más inmediatas,
tal como la jornada de ocho horas.

"Así, todos los trabajadores —incluso los más atrasados— quedarán claramente convencidos de que
llevar a cabo al menos algunas medidas socialistas es importante para la clase obrera. (...) Tales
reformas económicas, como por ejemplo la reducción de la jornada laboral, son buenas aunque sólo
sea porque traen beneficios directos a los trabajadores". (Akimov, op cit, pág.17).

Esto da el mentís a los oponentes reformistas del marxismo quienes argumentan que los marxistas
"no están interesados en las reformas". Por el contrario, a través de toda la historia, los marxistas han
estado al frente de la lucha por la mejora del conjunto de la clase obrera, luchando por mejores
salarios y condiciones, menos horas de trabajo y por los derechos democráticos. La diferencia entre
el marxismo y el reformismo no consiste en la ‘aceptación’ o no de las reformas (simplemente
planteando la cuestión se ve su patente absurdidad), sino en el hecho de que sólo pueden
conquistarse reformas serias mediante la movilización de la clase obrera en lucha contra los
capitalistas y su Estado y en que, además, la única manera de consolidar los logros alcanzados por
los obreros y garantizar todas sus necesidades es rompiendo el poder del capital y llevando a cabo la
transformación socialista de la sociedad. Esto último, no obstante, es impensable sin la lucha día a
día por avanzar bajo el capitalismo que sirve para organizar, entrenar y educar a la clase obrera
preparando así el terreno para el ajuste final de cuentas con sus enemigos.

MARXISMO HOY Nº 1
A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

El resurgimiento del fundamentalismo


Causas y perspectivas

Lal Khah Octubre 1994


es miembro del Comité de Redacción del periódico marxista paquistaní The Struggle (La
Lucha) y destacado dirigente del ala de izquierdas del PPP en Pakistán. Está en una
posición privilegiada para entender en profundidad los nuevos desarrollos del
resurgimiento actual de las ideas delfundamentalismo islámico

El colapso de la Unión Soviética ha provocado uno de los períodos más agitados y turbulentos de la
historia de la humanidad. Lo que estamos presenciando no es "el fin de la historia", sino una crisis sin
final del capitalismo. No hay una sola región del planeta que no esté sumida en una crisis social,
económica o política. El capitalismo ha demostrado su incapacidad a escala mundial para resolver esta
crisis y para seguir desarrollando la sociedad.

En los horizontes políticos de la mayoría de los países han surgido fenómenos nuevos como reacción a esta
crisis, y algunos no tan nuevos. En la mayoría de los países islámicos del llamado Tercer Mundo se está dando
un resurgimiento del fundamentalismo islámico. Desde la posibilidad de que los fundamentalistas del FIS
(Frente Islámico de Salvación) tomen el poder en Argelia, pasando por el llamamiento de los fundamentalistas
al asesinato de Taslima Nasreen en Bangladesh, apenas hay un país islámico en el que este resurgimiento no se
haya convertido en una tendencia política importante. Sus efectos se están notando en China y se ha convertido
en un peligro incluso en los Estados Unidos, donde los musulmanes son una pequeña minoría.

La reacción del capitalismo occidental es hipócrita y engañosa. En cierta medida, los medios de comunicación
occidentales están exagerando la amenaza del fundamentalismo. En primer lugar porque el temor a que el
fundamentalismo acceda al poder, especialmente en Argelia, produce un estremecimiento en los dirigentes
imperialistas. La experiencia de Irán, Líbano y otros sitios en el pasado reciente fue un golpe bajo. En la
mayoría de los países islámicos pobres, las democracias y cuasi-democracias burguesas (capitalistas)
patrocinadas por el imperialismo han fracasado. Las economías están hundidas en el caos y siguen empeorando
debido sobre todo a la superexplotación por parte del imperialismo. Los fundamentalistas tienen el terreno
abonado debido al vacío creado por el colapso de la izquierda estalinista y al fracaso del reformismo. La
llegada al poder de los Mullahs deja al imperialismo occidental con menos posibilidades de controlar estos
países debido al fanatismo y al carácter impredecible de los fundamentalistas.

En segundo lugar, después del colapso de la Unión Soviética, se eliminó la carta de la "amenaza exterior" que
había utilizado el imperialismo. De aquí que el bombardeo informativo sobre el espectro del fundamentalismo
también es utilizado para fines internos por la clase dominante occidental. Por todas estas razones, la imagen
del fundamentalismo no sólo está exagerada, sino también deformada y distorsionada por los EE.UU. y el
imperialismo mundial.

Orígenes del fundamentalismo moderno y el papel del imperialismo occidental

El fundamentalismo islámico moderno fue obra del secretario de estado norteamericano John Foster Dulles.
Inmediatamente después de la derrota de los británicos y franceses en el conflicto del Canal de Suez en 1956,
el imperialismo estaba alarmado. La subida al poder de Nasser en Egipto y de otros líderes populistas de
izquierda en el Oriente Medio y otros países islámicos representaba una amenaza directa a los intereses
imperialistas en relación al petróleo. Durante casi tres o cuatro décadas, EEUU alimentó, patrocinó y fomentó
el fundamentalismo islámico. En la mayoría de los países, aunque con excepciones como la de los chiítas en
Irán, estas organizaciones fundamentalistas sirvieron como fuerzas de choque de dictaduras y otros regímenes
represivos patrocinados por los americanos. En Indonesia, los militantes de Sarakat-a-Islam jugaron el papel de
chivatos y agentes del estado en las brutales ejecuciones de cerca de un millón de comunistas a manos de la
dictadura de Suharno en 1965.

En Egipto, Siria y otros países islámicos se utilizaron organizaciones fundamentalistas como Akhwan-ul-
Muslimeen para desestabilizar regímenes izquierdistas. En Afganistán jugaron el papel más sucio. Durante
catorce años declararon la jihad (guerra santa). En Pakistán, el principal partido fundamentalista, Jamaat-a-
Islami, fue la principal herramienta del imperialismo y del estado para reprimir a las fuerzas de izquierda.
Durante el régimen de ley marcial del general Zia-ul-Haq, hicieron el trabajo sucio del estado persiguiendo a
los activistas que luchaban contra la dictadura. Organizaron bandas armadas neofascistas financiadas por el
estado para desbaratar y romper manifestaciones, asambleas y concentraciones en contra de Zia. En todo el
período posterior a la II Guerra Mundial, se podrían citar ejemplos parecidos en la mayoría de los países
islámicos con regímenes respaldados por los EE.UU.

Al mismo tiempo, sería una gran equivocación definir el fundamentalismo islámico como una fuerza
homogénea. Tanto desde el punto de vista de sus fundamentos teológicos, como desde el de su práctica política
y social, se pueden distinguir varias corrientes. Las distintas sectas tienen diferencias básicas de naturaleza
histórica, regional y nacionalista. El conflicto entre ellas y las divergencias en la teología islámica empezaron
ya en los primeros días del Islam. Las principales sectas han sido los chiítas y los sunnitas. Pero esto no es más
que la punta del iceberg.

El Islam fue uno de los principales movimientos revolucionarios contra la esclavitud en el siglo pasado. Pero
con la aparición del poder estatal, la mayoría de las tribus nómadas se convirtieron en las nuevas élites
dominantes. Fue esta lucha por el poder la que originó las diferentes tendencias teológicas, que más tarde
adoptaron la forma de las sectas de hoy en día. En los primeros días del Islám se hicieron grandes progresos en
el campo de las ciencias, el arte, la arquitectura y otros terrenos. La profunda penetración del dominio islámico
en Europa y el consiguiente intercambio social jugaron un papel importante en el renacimiento de Europa en
los siglos posteriores. Al mismo tiempo, las clases dominantes recurrieron a la represión y al conservadurismo
para retener el poder y los privilegios. De este modo, se retrasó el desarrollo de la ciencia y la técnica que
había sido originado por la revolución islámica. El proceso se convirtió en su opuesto.

Bases socio-económicas

En los últimos cincuenta años, el desarrollo peculiar del capitalismo ha abonado el terreno para la cultura y la
sicología fundamentalistas. El dominio del capital financiero en la mayoría de estas sociedades no consiguió
desarrollar la infraestructura necesaria para una sociedad y una industria modernas. Este desarrollo desigual y
combinado del capitalismo bajo el yugo del imperialismo mundial creó una sociedad muy distinta a la
occidental. En estos países pobres, aunque se produjo una importante industrialización en los años 50 y 60, no
se dio un desarrollo simultáneo de los servicios públicos como agua potable, alcantarillado, electrificación,
viviendas en condiciones, educación, sanidad y otros servicios. Por ejemplo, entre 1982 y 1992 la población de
Pakistán creció un 33% mientras que los servicios básicos aumentaron un 6,9%. Por otra parte, la afluencia de
capital tuvo un efecto devastador en el sector agrario. Como resultado empezó un éxodo masivo de población
del campo a las ciudades. Pero en vez de ser absorvidos por la industria y la sociedad urbanas, la falta de
desarrollo social provocó una expansión generalizada de los barrios de chabolas con condiciones de vida
espantosas. En su período inicial, esta rápida afluencia creó un proletariado virgen.

Las condiciones brutales e injustas producidas por este desarrollo desigual, produjeron enormes
contradicciones que resultaron en grandes estallidos sociales. En los años 50, 60 y 70, en unas condiciones
internacionales relativamente favorables, hubo enormes movimientos del naciente proletariado. No obstante,
su incapacidad para transformar la sociedad en líneas socialistas, debido principalmente a la traición de la
dirección política y de los sindicatos de "izquierda", tuvo consecuencias desastrosas. Los prejuicios religiosos,
nacionales, étnicos, comunales, lingüísticos, de casta, se pusieron en el orden del día. La mayoría de estos
poblados de chabolas se convirtieron en sumideros de suciedad, enfermedades, pobreza, droga y prostitución.
La lumpenización, el crimen y el gangsterismo se convirtieron en epidemias sociales. Las condiciones de vida
en estos barrios de chabolas urbanos eran peores que las de los pueblos.

El crimen y la lumpenización masivos crearon un sentimiento de inseguridad y alienación. En ausencia de una


alternativa revolucionaria definida, esto condujo a la desmoralización a determinados sectores de esta
población recientemente urbanizada y de la pequeña burguesía. Un amplio sector de la juventud de las zonas
rurales que iba a estudiar a las ciudades se contagió también de esta crisis. En una sociedad que dejaba poco
margen para el desarrollo y el avance, la asfixia les empujó hacia atrás, hacia la nostalgia de un supuesto
período glorioso de la historia del Islam, que se enseñaba en las escuelas de los estados teocráticos. La sed de
poder, la presunción y el privilegio son parte integrante de la mentalidad pequeño burguesa. En Pakistán, los
fundamentalistas liderados por Jamaat-a-Islami les proporcionaron todos estos prerrequisitos. Empezaron con
estudiantes de sicología semicampesina y feudal. A mediados de los 70, cuando el PPP (Partido del Pueblo de
Pakistán) de este período fue incapaz de ofrecer ningún tipo de reformas, el Jamaat-a-Islami extendió sus
tentáculos en los sindicatos y entre el campesinado. Desde entonces, el fundamentalismo islámico ha tenido un
impacto sobre un sector minoritario pero vital de la población urbana. Por consiguiente, se convirtieron en una
fuerza motriz sostenida por el imperialismo para reprimir la revolución.

Ideología y economía

La ideología de los fundamentalistas pretende crear un estado islámico basado en los principios teológicos. La
principal corriente de esta ideología descansa sobre todo en ejemplos nostálgicos de la sociedad nómada, en la
que la forma más elevada de economía era el capitalismo mercantil. Algunos eruditos islámicos (ulemas) han
intentado interpretar los fundamentos de la teología coránica en las sociedades y economías dominantes en los
últimos 1400 años. Aunque hay marcadas diferencias de aproximación e interpretación entre ulemas de
diferentes sectas, ninguno tiene una alternativa bien definida al sistema capitalista. Una teología de más de un
milenio de antigüedad puede interpretarse de muchas maneras. Los capitalistas y terratenientes han utilizado a
los mullahs reaccionarios y su teología islámica en benefico de sus intereses de clase.
Algunos clérigos, radicalizados durante la lucha antiimperialista en el subcontinente indio, hicieron una
interpretación izquierdista del Islam. El impacto de la revolución bolchevique fue enorme, incluso en el
subcontinente indio. Durante los primeros años de la revolución, Maulana Obaid-u-llah Sindhi viajó a la Unión
Soviética para ver a Lenin. En 1924, Maulana Hasrat Mohane, otro clérigo, llegó a ser secretario general del
Partido Comunista de la India. Igualmente, el poeta islámico-nacionalista de derechas Iqbal, escribió largos
poemas alabando a Lenin y los bolcheviques. En uno de sus versos persas dijo que Marx era un profeta que
tenía un libro, pero no carácter profético. Cualquier interpretación islámica de la economía y la política
modernas queda incompleta a causa de la naturaleza materialista de las relaciones sociales, económicas y
políticas de la sociedad. El derecho a la propiedad privada, la empresa individual y el derecho al beneficio son
aceptados en los dogmas básicos del Corán. Paradójicamente, también llama a la igualdad y la fraternidad. En
las actuales relaciones económicas esta contradicción es insoluble.

En Irán, donde el estado islámico se formó después de una sangrienta revolución "islámica" forzada, la
situación no es muy diferente. Después de 15 años de revolución islámica (chiíta) la economía está en una
situación desastrosa. Las exportaciones de petróleo en 1992 fueron de 18.000 millones de dólares y constituían
el 90% de las divisas por exportaciones. Ahora, han caído al 12%. A pesar de los continuos subsidios para
alimentos básicos como trigo o arroz, la inflación es de un 60% anual. El peso de la deuda externa es opresivo.
Se estima entre 15.000 y 30.000 millones de dólares. No está claro que el gobierno iraní tenga recursos
suficientes para pagar los intereses de la deuda de 8.000 millones de dólares renegociada a finales de este año
con los bancos europeos y japoneses.

Rafsanjani y su camarilla están intentando cumplir las condiciones de desregulación, privatizaciones, apertura
a la inversión extranjera y liberalización del comercio. Sin embargo, el recorte de los subsidios ha chocado con
una fuerte resistencia de los mullahs de la línea dura liderados por Jamenei. Esto podría acarrear medidas
rígidas para recortar las importaciones, que ya se han reducido a la mitad en el último año, provocando escasez
de materias primas para las fábricas iraníes. Artículos como la pasta de dientes y los antibióticos se han
convertido en un lujo. Como consecuencia, existe un fermento en la sociedad iraní. Después de una prolongada
guerra "externa" con Irak y otros intentos de desviar la atención de la población ahora tienen que enfrentarse
de nuevo con la realidad doméstica. En la reciente insurrección de Qazvin, una ciudad del Norte de Irán, las
fuerzas armadas recibieron órdenes de bombardear despiadadamente la ciudad por aire y tierra. Esta acción ha
provocado disensiones internas en las Fuerzas Armadas que podrían explotar en un momento dado. Podría
darse una repetición a mayor escala de la rebelión contra las brutalidades del Sha en un futuro no muy lejano.
Por encima de todo, esto refleja el creciente resentimiento y desilusión de la sociedad debido al impasse socio-
económico.

La experiencia del fundamentalismo en Irán muestra la evidente contradicción entre una economía moderna y
los mitos teológicos metafísicos. Por encima de todo, la contradicción fundamental está en la aplastante
dominación del imperialismo a través de las fuerzas del mercado. Jomeini dijo una vez que "viviríamos de la
leche de las cabras para mantener nuestra independencia". Esto es más fácil de decir que de hacer. Esta retórica
se estrella contra las realidades de la vida cotidiana.

En Arabia Saudí, Irán, Pakistán y otros países islámicos, la electricidad, la pasta de dientes, los antibióticos, el
agua corriente, etc. se han convertido en parte integrante de la vida de la amplia mayoría de la población.
Muchos de estos productos se fabrican en las industrias modernas dominadas por el imperialismo. Cerca de
500 multinacionales dominan el 85% de la producción mundial directa o indirectamente. La gran mayoría de
estas son propiedad de las principales potencias capitalistas. Las condiciones impuestas por el FMI, el Banco
Mundial y demás instituciones están orientadas a exprimir todavía más las economías de estos países pobres en
beneficio del imperialismo mundial. El sufrimiento que ocasiona esta superexplotación es soportado por los
sectores más pobres de estas sociedades.

Sin una ideología totalmente científica de transformación social de las relaciones de propiedad, cualquier otra
doctrina económica en última instancia beneficiará al capitalismo y al imperialismo. Bajo la ley islámica que
defienden los fundamentalistas, la única "salvaguardia" contra el atesoramiento, el mercado negro, la
explotación del trabajo humano y la esclavitud son los valores morales y el miedo al "juicio final". Sin
embargo, las necesidades básicas de un sistema económico que se basa en los beneficios, hace que todas estas
"salvaguardias" no sirvan para nada. En Pakistán y en muchos otros países islámicos, esta loca búsqueda de
beneficios ha desgastado el tejido social, moral y humano de la sociedad. De aquí, que en la práctica, la
mayoría de los comerciantes y pequeños hombres de negocios utilizan una doble moral engañosa e hipócrita.
La experiencia ha demostrado que la "economía islámica" no es un sistema económico alternativo al
capitalismo ni puede frenar la corrupción y explotación del capital financiero. La mayoría de los eruditos
islámicos plantean que la organización de la economía debe dejarse a las fuerzas del mercado. Los problemas
de la economía de mercado están agravados por la evasión de impuestos y la economía submergida paralela en
sus distintas variantes. El tráfico de drogas patrocinado por los mullahs y la mayoría de las organizaciones
fundamentalistas, es un ejemplo evidente de la doble moral y el carácter hipócrita del Islam como teología y en
su práctica en los asuntos económicos.

Estrategia y táctica

Las organizaciones fundamentalistas de hoy están lejos de tener aparatos y estructuras organizativas
anticuados y ortodoxos. Utilizan ordenadores y otros mecanismos tecnológicamente avanzados para organizar
y controlar sus actividades políticas, de agitación e, incluso, terroristas. Tanto los equipos de impresión
modernos como el uso de técnicas audiovisuales, son ahora parte integrante del funcionamiento de la
maquinaria de partido de los fundamentalistas. Operan por medio de conferencias, congresos, comités
centrales, ejecutivas, etc. aunque con nombres islámicos. Su base ideológica y su red operacional están
basados principalmente en lineas fascistas y neofascistas. Esto tiene un profundo impacto en sus tácticas
referentes a organizaciones juveniles, estudiantiles, de trabajadores, de mujeres y campesinas. En las últimas
décadas han puesto en práctica la intimidación, el gangsterismo y el asesinato, especialmente entre los
estudiantes y la juventud. Para justificar esta violencia y crueldades han intentado utilizar los prejuicios
religiosos combinados con el miedo.

En los últimos años, los fundamentalistas han intentado utilizar el método del palo y la zanahoria para ganar
una base de masas más amplia. Han tratado de combinar los métodos neofascistas con la demagogia populista.
Por ejemplo, en el pasado condenaban las actuaciones musicales y otras actividades de entretenimiento.
Recientemente han utilizado música y entretenimientos de cariz islámico en sus propias reuniones y mítines de
masas para dar una especie de imagen liberal y populista. En Pakistán han creado organizaciones juveniles
para realzar esta imagen populista. Aunque estos giros tácticos varían según las diferentes corrientes del
fundamentalismo islámico, se puede observar una orientación general. Sus juventudes y otras organizaciones
bajo su control han adoptado la estrategia de organizarse en base a la agitación diaria sobre los problemas a los
que se enfrentan las masas. Por ejemplo, explotan el aumento de la criminalidad (asesinatos, bandolerismo,
violaciones, raptos, etc.), dando publicidad al acto de condolencia con la familia y amigos de la víctima y
ponen en marcha una campaña de agitación en torno al funeral u otros actos religiosos. Incitan contra la policía
y los demás cuerpos represivos del estado consiguiendo una respuesta inmediata. También, a una escala más
amplia, utilizan una retórica anticapitalista y consignas contra los señores feudales. Ahora a todo esto han
añadido la verborrea antiimperialista. Al mismo tiempo explotan los problemas de carencias sociales como la
falta de agua potable, electricidad, sanidad, educación, transporte, vivienda, alcantarillado, etc.

En las elecciones de Pakistán de 1993, el frente electoral de Jamaat-a-Islami, el PIF (Frente Islámico de
Pakistán, formado a imagen del FIS en Argelia), utilizó esta retórica semi-socialista para impulsar su campaña.
Pero con el PPP en la oposición y el contraste ideológico entre sus tácticas populistas, su retórica socio-
económica y los fundamentos teológicos, la mayoría de los partidos fundamentalistas, incluido el Jamaat-a-
Islami, fueron derrotados. Sin embargo, muchos votos fundamentalistas fueron para la Liga Musulmana de
Sharif. Estos cambios tácticos han causado divisiones y desavenencias en el propio Jamaat-a-Islami y un
agravamiento de las divisiones sectarias entre las diferentes tendencias fundamentalistas.

Los fundamentalistas no se han quedado al margen de la profunda penetración del dinero de las drogas y de la
corrupción en toda la sociedad. La mayoría de estas agrupaciones se han convertido en mafias sectarias. Los
líderes y el ala dura utilizan las mezquitas como centros de adoctrinamiento religioso y para meter prejuicios
sectarios en las cabezas de los niños. Durante la dictadura de Zia en los años 80, la afluencia de dinero de la
heroina proporcionó un apoyo económico sustancial a estas prácticas de los mullahs. La participación de estas
organizaciones sectarias en la jihad afgana les dio un acceso sin precedentes a armas y arsenales. Uno de los
grupos más en auge es el Sipah-a-Sahabah Pakistán, que representa al fundamentalismo sunnita. Sus "cuadros"
son producto principalmente de los madraisah (escuelas de las mezquitas) y de la experiencia de la guerra
afgana. Con la intensificación de la crisis socio-económica en un momento de cierta calma del movimiento de
la clase obrera, los terroristas de estas organizaciones se han vuelto más y más fanáticos. Esto ha originado
cerca de 20 grupos escindidos de sus organizaciones originales en el Punjab. Sus tácticas son cada vez más
violentas y más permisivas con el crimen.

Según un informe del Departamento del Interior del Punjab, los arsenales en manos de estos grupos, son
mayores que los de la Policía del Punjab. El Sipah-a-Sihabah gasta cerca de 2,5 millones de rupias cada mes en
propaganda para incitar al odio religioso. Su gasto en armas es mucho mayor. La transformación de estas
organizaciones en mafias criminales ha sido inevitable. El aumento de la miseria social y el desempleo ha dado
a estas mafias sectarias la posibilidad de reclutar a amplias capas de jóvenes. La aparición de Sipah-a-
Muhammad representa el mismo proceso en el fundamentalismo chiíta. El aumento de los choques sectarios
también refleja conflictos en el terreno criminal en la medida en que estas mafias están implicadas en
secuestros para pedir rescate y en asesinatos. En realidad la religión se usa como tapadera para justificar las
actividades criminales de estos grupos.

Secularismo-liberalismo contra fundamentalismo

En la actualidad los medios de comunicación burgueses están prestando cada vez más atención a la "amenaza"
del fundamentalismo. Amplios sectores de las clases dominantes en muchos países del Tercer Mundo también
están poniendo el grito en el cielo sobre la creciente amenaza del fundamentalismo. Pero en realidad el
crecimiento del fundamentalismo es un subproducto del fracaso de la clase capitalista para llevar a cabo sus
tareas históricas. Si tomamos la India, por ejemplo, después de 50 años, teniendo el mayor mercado capitalista
del mundo, la burguesía ha sido incapaz de llevar a cabo ni una sola de las tareas de la revolución democrático-
nacional. Esta clase fue considerada progresista, nacionalista, etc. durante décadas por parte de la izquierda
estalinista. Pero después de todo este período, la burguesía india, secular, liberal, nacionalista, democrática y
progresista, ha arrojado a la India a un sumidero de violencia religiosa y resurgimiento del fundamentalismo.
No solo eso, esta clase históricamente atea ha recurrido al fundamentalismo para servir a sus propios intereses.
Sectores importantes de la burguesía en la India se han adherido al fundamentalismo y están apoyando y
financiando al BJP (Bhartia Janata Party - el principal partido fundamentalista hindú) para obtener beneficios
políticos, económicos y financieros. Pero esto no es nada nuevo.

La burguesía de muchos países ex-coloniales tienen una larga tradición de utilización de los fundamentalistas y
otras fuerzas reaccionarias para disolver la lucha de clases y preservar su sistema de explotación. En muchos
países ex-coloniales, después de una pseudo-independencia, la clase dominante intentó imitar a la clase
dominante de Occidente para llevar a término la revolución nacional democrática. Dado el retraso de su
aparición en la arena histórica, el desarrollo distorsionado de estas economías y la aplastante dominación de la
explotación imperialista impidieron esta revolución. En el período posterior a la II Guerra Mundial, a pesar de
una relativa calma en los países capitalistas avanzados, una ola revolucionaria asoló todo el mundo colonial.
En algunos países como China, Vietnam, Cuba, Mozambique, Angola, Etiopía, etc., estos movimientos
consiguieron derrocar el feudalismo y el capitalismo.

De hecho, estos acontecimientos hacen pedazos la teoría estalinista de las dos etapas. Esta teoría llamaba a
apoyar la denominada burguesía nacional, liberal y secular para llevar a cabo la revolución democrático
nacional y poder afrontar más tarde la fase de la revolución proletaria. Pero debido a la ausencia de una
dirección genuinamente marxista, estas revoluciones adquirieron una forma distorsionada. Se basaron en el
modelo de Moscú, pero no en el de Lenin sino en el de Stalin. A pesar del desarrollo sin precedentes de estas
sociedades, no es posible una transformación socio-económica total dentro de los límites de las fronteras
nacionales. Sin embargo, los regímenes de bonapartismo proletario dieron enormes pasos adelante, con una
rápida reforma agraria y otras medidas para romper con las cadenas del pasado y acabar con la aplastante
dominación del imperialismo. Esto provocó una dura reacción del imperialismo, los terratenientes y los
mullahs (en los países islámicos).

El ejemplo más significativo es el de Afganistán. En la primavera de 1978 los oficiales de izquierdas,


organizados en el Partido Khalk, tomaron el poder por medio de un golpe de estado contra el régimen
reaccionario de Daud. Llevaron a cabo este golpe sin el consentimiento ni el visto bueno de la burocracia rusa.
Esta se vio forzada a aceptar el nuevo régimen bonapartista proletario de izquierdas como un hecho
consumado. El nuevo régimen izquierdista, bajo la dirección de Tarakai, abolió el tráfico de mujeres, las
propiedades de los terratenientes y otros rasgos reacionarios corrientes en la sociedad. El imperialismo
americano pseudo-"democrático" formó una alianza impía con los mullahs, los terratenientes y otros elementos
reaccionarios empezando una insurrección contra el régimen de izquierdas de Afganistán. Se inyectó en
Afganistán ayuda militar y económica valorada en miles de millones de dólares para organizar la
contrarrevolución fundamentalista. Después de 14 años, el régimen cayó, más por sus contradiciones internas
que por la jihad de los mullahs. Como resultado de la caída del estalinismo en la Unión Soviética, muchos
otros regímenes bonapartistas proletarios se hundieron de un modo más o menos parecido. En este proceso,
Afganistán se convirtió en un baluarte del fundamentalismo islámico. La acumulación de armas, dinero y
tráfico de drogas proporcionó una fuerte base económica a los fundamentalistas.

Sin embargo, la situación actual en Afganistán demuestra el potencial reaccionario del fundamentalismo. Ha
muerto más gente en los últimos 4 años en choques sectarios entre diferentes grupos fundamentalistas, que
durante la guerra entre los mullahs y el régimen estalinista de Kabul. Los fundamentalistas han obligado a
Afganistán a retroceder a la Edad Media en los albores del siglo XXI. Más del 80% de los edificios de Kabul,
que en otro tiempo fue una ciudad bonita, han sido destruidos. La inmensa mayoría del pueblo afgano vive en
cuevas. Este "bastión" de los mullahs está exportando ahora mercenarios fundamentalistas a otros países de la
región: desde el Sur de China y Cachemira hasta los países del Magreb. Un gran número de fanáticos
religiosos fueron a Afganistán desde varios países árabes y musulmanes para participar en la jihad contra los
infieles (comunistas). Ahora los están enviando de vuelta a casa sobre todo desde Pakistán. La situación en el
noroeste de Pakistán y en Afganistan está lejos de ser controlada realmente por el estado pakistaní.

En el período posterior a la II Guerra Mundial también hubo movimientos que adoptaron la forma de
movimientos populistas liderados por demagogos que llegaron al poder utilizando una verborrea socialista para
conectar con los sentimientos del movimiento de las masas. En Indonesia y en Pakistán, los regímenes de
Sukarno y Z.A. Buttho, en la medida en que no fueron capaces de satisfacer las aspiraciones de las masas,
dieron un impulso al resurgimiento del fundamentalismo.

La única fuerza que puede detener la amenaza fundamentalista es el movimiento revolucionario de la clase
obrera. En Pakistán, en cada punto de inflexión de la historia en que resurgió la lucha de clases, los
fundamentalistas fueron acorralados tanto en la arena política como en la social. Durante las elecciones de
1970, que fueron convocadas justo después de un movimiento revolucionario de masas, el fundamentalismo
fue derrotado. Esto sucedió a pesar del hecho de que todos los partidos de derechas formaban una estrecha
alianza y de que las elecciones fueron presentadas como una lucha entre los infieles y el Islam. Todos los
ulema, desde el imam (líder religioso) de la Kaaba (La Meca), hasta el líder religioso de la más vieja
universidad islámica de Al Azar en el Cairo, dieron su bendición oficial a la alianza islámica "antisocialista".
Pero a pesar de todo, las masas votaron al PPP, que se presentó a estas elecciones con un programa
revolucionario.

En la situación actual los fundamentalistas insisten en su verborrea antiamericana y antiimperialista de reciente


adquisición. Las masas se dan cuenta de la enorme explotación por parte de los estados imperialistas bajo los
auspicios del FMI y del Banco Mundial. Al mismo tiempo, muchas de las fuerzas "seculares", "liberales" y
nacionalistas defienden el sistema democrático (burgués) que el imperialismo americano está patrocinando a
nivel mundial. Si el fundamentalismo es una amenaza para las masas, el imperialismo no es el mal menor. De
aquí que plantear las políticas "democráticas", "liberales" y seculares con las bases socioeconómicas existentes
como antídoto contra el fundamentalismo tiene poco sentido. Son las masas oprimidas las que tienen que
soportar el peso de la explotación imperialista y no los defensores de la "democracia", el "secularismo" y el
"liberalismo" que pertenecen a las clases explotadoras y que, en última instancia, se convierten en títeres del
imperialismo.

La llegada de los fundamentalistas al poder, por ejemplo en Argelia, haría que fuesen considerados como una
opción seria para ciertos sectores del aparato del estado y de la clase dominante. En Pakistán, la creciente
presión por parte del imperialismo para reducir el tamaño del aparato militar está creando cierta tensión entre
ciertos sectores de la cúpula del ejército y el imperialismo. El gobierno de Benazir puede perder su popularidad
y su apoyo entre las masas de una manera bastante rápida. La derecha y los fundamentalistas pueden construir
un movimiento de masas en un momento determinado, que podría tener un carácter bastante reaccionario. La
posibilidad de que los fundamentalistas lleguen al poder como una fuerza cohesionada a través de una victoria
electoral está lejana, pero continuarán avivando la violencia y procurando desestabilizar el gobierno de
Benazir.

Por el camino del capitalismo, el gobierno de coalición del PPP dirigido por Benazir puede hacer bien poco
contra los fundamentalistas. Su peso social se debe principalmente al subdesarrollo y al deterioro de las
condiciones socioeconómicas, que Benazir no puede solucionar con su política actual. Es esta debilidad del
liberalismo democrático de Benazir lo que le obliga a intentar apaciguar a los mullahs. Sus desesperados
intentos de hacer guiños a los islámicos demuestran la fragilidad de su política contra las fuerzas de la reacción
negra. El aumento de los disturbios y el crecimiento del tamaño del ejército llevado a cabo por el gobierno del
PPP para controlar la situación ha empeorado las cosas.

En una situación de conflagración, la utilización del ejército para aumentar la represión podría provocar
escisiones mayores en el aparato militar. Esta situación podría llegar a un punto crítico en que los sectores de
la casta de oficiales que están a favor de una dictadura militar conquistasen un apoyo mayor. Igualmente, con
una intensificación del conflicto entre el imperialismo y el ejército, sectores importantes de la casta
reaccionaria de oficiales se podrían inclinar en la dirección del fundamentalismo. Esto podría precipitar un
sangriento golpe fundamentalista y antiimperialista. Un acontecimiento semejante también podría conducir a
una guerra civil, en la que unos sectores del ejército se enfrentarían a otros. Por otra parte, algunos generales
del ejército podrían imitar a Sadam y Zia, basando sus regímenes dictatoriales en los sectores más primitivos
de la sociedad utilizando la retórica del Islam. Pero el ejemplo de Afganistan demuestra que un acontecimiento
semejante sería catastrófico para toda la región.

Esta perspectiva depende de varios factores y de la dirección de los acontecimientos en un futuro próximo. Por
ello, para combatir el fundamentalismo es necesario atacar y destruir las condiciones socioeconómicas que lo
alimentan. Dentro de los límites del capitalismo y del feudalismo, es imposible proporcionar las bases sociales
y económicas que eliminen la pobreza, la miseria, el crimen y las enfermedades y que transformen la vida de
las masas.

De un modo similar, para combatir seriamente el fundamentalismo es necesario un programa político que
ataque la explotación imperialista y el feudalismo y el capitalismo. Este movimiento solo se puede construir
bajo la dirección del proletariado que es la única clase capaz de unir a los diferentes grupos religiosos,
nacionales y los diferentes estratos de la sociedad en un movimiento unificado. Pero el objetivo final de este
movimiento debe ser la transformación socialista de la sociedad. De otra manera no tendría significado. En
última instancia sólo la revolución socialista puede salvar a la humanidad de la amenaza del fundamentalismo.
Estos movimientos han surgido en el pasado y volverán a surgir en un futuro no muy lejano. Lo que hemos
aprendido de la historia reciente es que intentar combatirlos en el marco de un sistema corrupto con las ideas
del liberalismo, la "democracia" y el secularismo burgueses en los tiempos explosivos que se avecinan sólo
puede llevar al desastre. La tarea histórica es transformar la sociedad en la línea del socialismo democrático,
que es la única salida para la humanidad hoy en día.

MARXISMO HOY Nº 1
A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

Notas económicas internacionales


Angel Pérez
La recesión del 90-94 ha terminado, nos encontramos ahora en un nuevo ciclo de auge económico
y recesión.
La recesión no fue simultánea en todos los países capitalistas avanzados, como había sucedido en
1974-75. Los Estados Unidos y Gran Bretaña habían iniciado la recesión en el verano de 1990 y
comenzaron a salir en el ultimo trimestre de 1992 en Estados Unidos y en el verano de 1993 en el
Reino Unido y en los Países Escandinavos, ayudados estos por la devaluación de sus monedas. El
resto de Europa empezó la recesión en la mitad de 1992 y comenzó a salir en la mitad del pasado
año, 1994. Japón esta siendo la última economía en salir de la misma, se prevé que su PIB
experimentará un crecimiento del 1% en el año fiscal que finalizara este mes de marzo de 1995.

Si esta recesión no fue mas profunda, se debió sobre todo a que durante su desarrollo
—realmente largo en el tiempo— coexistió con un crecimiento muy importante en los
llamados "nuevos países industrializados de Asia", que todavía hoy continúan creciendo
a tasas del 5-6-% anual, al importante crecimiento de países de Asia del Este como
Indonesia, y al espectacular crecimiento de China, que atrajo fuertes inversiones y
productos occidentales.

El capitalismo ha salido de esta recesión a costa de un importante deterioro del nivel de


vida de sectores importantes de los trabajadores. Han aumentado mucho los beneficios
de las empresas, a costa de millones de nuevos parados, de mas desigualdades
sociales y la perdida de poder adquisitivo de los salarios de millones de trabajadores,
ademas del empeoramiento de las condiciones de trabajo en las fabricas, aumentos de
los ritmos de trabajo, mas extracción de plusvalía relativa y absoluta.

Reino Unido y Estados Unidos han sido los países capitalistas avanzados que han
experimentado un crecimiento mayor de las desigualdades sociales. Las políticas
neoliberales salvajes de Thacher y Reagan han hecho profundos estragos en el tejido
social.

En el Reino Unido se publicó recientemente un estudio de Joseph Rowntree Foundatión


en el que se concluía que "la desigualdad de ingresos económicos en el Reino Unido ha
alcanzado su mas alto nivel desde la II Guerra Mundial(...). Entre 1979, cuando el
partido conservador accedió al poder y 1992, las capas mas bajas de la población, entre
un 20% y un 30% del total, no sacaron ningún beneficio del crecimiento económico del
Reino Unido, así como que las rentas del 10% de la población, la mas pobre, no
subieron en absoluto, en términos reales" (5 Días 25/2/95).

En USA las desigualdades sociales también crecieron sustancialmente. "Si se observan


los mercados de trabajo estadounidenses desde los años setenta, lo que sobresale por
encima de todo es un incremento impresionante de la desigualdad de ingresos, sobre
todo después de finales de los setenta. Entre finales de esa década y principios de los
90, la retribución anual real del trabajador medio de EE.UU. creció entre el 1% y el 6%
dependiendo del índice de precios que se utilice, pero los salarios reales de los
trabajadores poco cualificados, como los conserjes, cayeron un 15% o mas, mientras
que los ingresos reales de ocupaciones como médicos o ejecutivos de sociedades
crecieron un 50% o mas. Como consecuencia de la disminución de ingresos reales de
los peor pagados, el número de pobres con empleo creció fuertemente. La proporción de
trabajadores de jornada completa cuyos ingresos estaban por debajo del límite de
pobreza creció a una tasa asombrosa, desde el 13% en 1979 al 18% en 1990.

En 1970, hasta los liberales consideraban que la pobreza en EE.UU. era básicamente
un problema de los que no trabajaban: madres solteras, ancianos y la subclase urbana.
Sin embargo el aumento de la pobreza en la década de los 80 procedía en buena
medida del creciente número de norteamericanos que estaban trabajando, pero cuyas
retribuciones sencillamente no eran suficientes para sacarlos de la pobreza."(Paul
Krugman Revista Política Exterior nº 41 ).

Hasta el momento la recuperación económica lejos de suavizar esta contradicción la ha


agravado. Los beneficios de las empresas en USA, continúan creciendo, pero no así los
salarios.

"Muchos de los observadores económicos piensan que el crecimiento de la


productividad en USA esta por fin avanzando. No solamente superó la cima más alta de
los últimos 20 años en 1992, sino que ahora esta creciendo al menos el 1,5% durante
cuatro años consecutivos. Es la primera vez que sucede desde los años 60.

La contradicción es que este impresionante récord no haya elevado todavía el nivel de


vida de muchos americanos. El Bureau del Censo informa que la renta familiar media
real cayó firmemente desde 1990 a 1993, y las ganancias medias reales de los
trabajadores a tiempo completo cayeron en 1993."(Business Week, 6 de febrero de 1995
),

"Los beneficios de 900 empresas encuestadas aumentaron un 41% en el cuarto


trimestre de 1994, el mayor aumento desde que se comenzaron a elaborar estos
estudios en 1973." (Business Week 6 de marzo de 1995).

Vemos por tanto que en plena recuperación económica en USA continúan agravándose
las desigualdades sociales.

Clinton esta muy orgulloso de que en los dos últimos años se hayan creado 6,1 millones
de puestos de trabajo, la mayoría en el sector servicios y mal pagados, ya que al menos
hasta finales de 1993, la industria tenia unos 300.000 trabajadores menos que al
comienzo de 1991.

Por otro lado el capitalismo americano ha alcanzado un déficit comercial récord en 1994,
un 43% mas alto que en 1993, y que asciende en "los primeros 11 meses de 1994 a
cerca de 170.000 millones de dólares, un récord que supera la cifra mítica de 1987, de
160.000 millones de dólares" (Business Week).

Según este semanario, "representa un 2,5% del Producto Nacional Bruto, mientras en
1987 representaba un 3,5% debido a que la economía es mas grande ahora que hace
siete años". (Business Week 6 de febrero de 1995).

Este déficit comercial surge a pesar de un tremendo aumento de las exportaciones, que
representaban el 18% del PIB en 1990, y alcanzaron el 23% del PIB en 1994, no
obstante las importaciones USA han crecido todavía más, hasta representar un 27% del
PIB el pasado año

MARXISMO HOY Nº 1
A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

Carta a la Redacción
" El choque de civilizaciones"
Eva Gutiérrez
Comentario del artículo del profesor de la Universidad de Harvard, Samuel P. Huntington,
director del Instituto Olin de Estudios Estratégicos publicado en el verano de 1993, en la revista
Foreing Affairs

Este artículo tuvo una amplia repercusión y sigue siendo motivo de discusión en
Estados Unidos y en distintos países de América Latina.

Si hacemos una reseña del mismo es porque nos parece muy revelador de los
derroteros por los cuales está discurriendo la campaña ideológica de la burguesía y el
imperialismo mundial, después de la caída del Muro de Berlín y la transición al
capitalismo de los antiguos estados obreros deformados en la URSS y Europa del Este.

En el número 1 de la revista Izquierda Marxista, precedente de la actual,


denunciábamos como fruto de este "empacho ideológico" que sufre la burguesía el libro
de Francis Fukuyama, empleado del Departamento de Estado USA, titulado El fin de la
historia.

Unos pocos años después de su publicación se ve claro que de fin de la historia nada.
Una nueva etapa de la misma acaba de empezar: La caída del estalinismo trajo
inestabilidad guerras y convulsiones y nuevas contradicciones entre distintos sectores
de las burguesías nacionales y el imperialismo; trajo también el auge del
fundamentalismo, no sólo en distintas repúblicas de la antigua URSS, sino también en
países islámicos, desde Pakistán hasta Argelia, que enarbolan la bandera del anti-
imperialismo.

Por eso, los "pensadores" burgueses, con el empirismo que les caracteriza, han pasado
del Fin de la historia al Choque de civilizaciones. ¡Cualquier cosa es buena para
proclamar como anticuadas ideas tan actuales como la lucha de clases y la lucha entre
diferentes poderes imperialistas! Además, se trata al mismo tiempo de vestir con
apariencias razonables los intentos crecientes del imperialismo mundial de colonizar y
esclavizar a otros pueblos, en busca de nuevos mercados para sus productos. La
llamada mundialización de la economía, la búsqueda de la aldea global, necesitaba una
cortina de humo para vestir los nuevos actos de rapiña y expoliación de los pueblos.

En la última semana, en Moscú, se firmó un crédito del FMI a Rusia de 6.200 millones
de dólares. La condición sine qua non que habría puesto esta agencia del imperialismo
que es el FMI, había sido la liberación del comercio del petróleo y del gas ruso. Como
es sabido más de la mitad de las inversiones extranjeras en Rusia han sido dirigidas a
estos sectores. ¿Tiene esto algo que ver con el "choque cultural", o más bien es la
expresión pura y dura del expolio imperialista que tan bien definió Lenin en su libro El
imperialismo, fase superior del capitalismo?

Samuel P. Huntington parece dispuesto a poner su pluma y su prestigio académico al


servicio de tan "magnánimos" objetivos.

Huntington dice que "el proceso político global está entrando en una nueva era. Su
hipótesis principal es que la próxima fase de la historia será el conflicto entre las
diferentes esferas culturales y que si hay otra guerra mundial, ésta será librada entre
civilizaciones y no entre ideologías políticas o Estados".

Así pues, en el futuro, "la fuente fundamental de conflictos no será primordialmente


ideológica o económica, será predominantemente cultural".

Según este autor, "en la guerra civil española, la población mundial se dividía en
simpatías ideológicas, mientras que ahora en Yugoslavia lo está por razones culturales
(los occidentales se inclinan por los serbios y croatas, mientras que los islámicos lo
hacen por los bosnios musulmanes)".

También añade que "tras el final de la guerra fría, la fase occidental de la política
internacional está tocando a su fin y la atención se está volviendo hacia la interacción
entre, por una parte, Occidente y las civilizaciones no occidentales y, por otra, todas las
civilizaciones no occidentales. Los pueblos y los gobiernos de las civilizaciones no
occcidentales ya no son objeto del colonialismo occidental, sino que se están uniendo a
Occidente como motores y diseñadores de la historia".

Es decir, para Huntington, viejos conceptos ideológicos como democracia, fascismo o


comunismo dejarán paso a las tradiciones culturales. Todo esto —insiste el autor— es
el devenir de la humanidad después del fin de la guerra fría.

Por tanto, conceptos clásicos como clase obrera, burguesía, derecha e izquierda,
pertenecerán al pasado, al baúl de los recuerdos.

Según esta teoría una nueva guerra mundial por la lucha por los mercados, como
fueron la primera y la segunda guerra mundial, ya no sería posible, sobre todo porque
en su particular descripción de las civilizaciones reduce el mundo a siete u ocho: "la
occidental, que incluye Europa Occidental y norteamericana; confunciana, japonesa,
islámica, hindú, eslavo-ortodoxa, latinoamericana y, posiblemente, la civilización
africana".

Ahora que se han cumplido 50 años del tremendo bombardeo de Dresde, en la II


Guerra Mundial, Huntington nos inyecta una fuerte dosis de optimismo histórico: Tal
acto de barbarie ya no sería posible hoy porque Alemania y Gran Bretaña están
incluidos en una misma civilización, "la que incluye a Europa Occidental y la
norteamericana".

También nos gustaría saber cómo explica Huntington acciones de claro cuño
imperialista como las que está llevando a cabo el imperialismo USA en México:
concede créditos para salvar sus inversiones en México y, al mismo tiempo, aprovecha
para dar pasos de gigante en la rapiña del petróleo y del mercado mexicano. ¿Quizá es
la contradicción entre la cultura occidental USA y la india o indígena mexicana? Tal
teoría nos parece casi una broma, que hace casi innecesaria su refutación.

Los conflictos comerciales, de brutal lucha por los mercados, nada de lo que está
sucediendo tendría sentido sin volver a las fuentes del marxismo, a las teorías de Lenin
sobre el imperialismo, a la lucha de clases como el motor de la historia.

En el 100 aniversario de la muerte de Engels, sigue siendo totalmente válidas las ideas
expuestas por él y por Marx de que la cultura, el arte, la educación, son instrumentos
utilizados por la clase dominante para mantener y perpetuar su dominio de clase. La
ideología y la cultura tienen un claro marchamo de clase.

Ni siquiera el fenómeno del fundamentalismo islámico puede tener una explicación sin
recurrir a un genuino punto de vista de clase, como explica el artículo que publicamos
en otro apartado de esta revista.

El caso de Pakistán es muy claro. El imperialismo USA utilizó el fundamentalismo para


luchar contra el estalinismo después de la invasión rusa de Afganistan. Ahora aquel
monstruo es utilizado por un sector de la burguesía nacional paquistaní que se opone
totalmente a la política pro-imperialista del gobierno de Benazir Butto y a sus
claudicaciones permanentes ante las imposiciones imperialistas. Lo mismo sucede en
Argelia y en otros países islámicos, con el agravante que se basan además en sectores
atrasados de las masas, fuertemente afectados por la miseria, en un momento en que
la clase obrera de estos países ha visto caer sus referentes ideológicos estalinistas, sin
que el marxismo como referente político genuino haya surgido todavía claramente.

Si hemos considerado oportuno criticar, aunque sea de pasada el artículo de


Huntington es porque, a pesar de su carácter fantástico, ha sido discutido y adoptado
en numerosas universidades y centros de estudios de todo el mundo.

Es una demostración palpable de que con la caída del estalinismo y el cambio en la


correlación de fuerzas mundial entre las clases y las superpotencias que ello trajo
consigo, una parte importante de la burguesía mundial ha cogido una borrachera
ideológica de considerables dimensiones.

Pero como la experiencia dicta, después de la borrachera viene la resaca…

MARXISMO HOY Nº 1
A cien años de la muerte de Federico Engels

Junio 1995 ..Fundación Federico Engels

Libros
León Trotsky, 1905, resultados y perspectivas
A 90 años de la revolución de 1905
Ensayo general de Octubre
Juan Ignacio Ramos
Este año se conmemora el 90 aniversario de la revolución rusa de 1905, el colosal
ensayo del proletariado ruso que, 12 años más tarde, alumbraría el Octubre soviético.

Contra lo que sugiere una corriente histórica muy de moda —y no menos vieja en su
contenido— acerca de la revolución rusa, identificándola con un golpe de estado,
preparado y ejecutado por los bolcheviques, el libro de León Trotsky, escrito en 1908,
es una contribución excepcional a uno de los acontecimientos más importantes de la
historia contemporánea.

La gran revolución de 1905, dibujó de una forma precisa las líneas maestras del futuro.

Rusia, a principios del siglo XX se caracterizaba por un desarrollo económico, social y


político que combinaba formas muy avanzadas con otras heredadas de un pasado
feudal del que todavía no había terminado de desprenderse. Nunca en el desarrollo de
las naciones y de los estados capitalistas existe similitud ni uniformidad. Diferentes
grados de cultura, hasta polos opuestos, se aproximan y se combinan con mucha
frecuencia en la vida de un país. Así surge un tipo combinado de desarrollo. Los rasgos
más atrasados se acoplan a la última palabra de la técnica y el pensamiento mundial.
La historia no se desarrolla de una forma lineal. El capitalismo creó el mercado mundial,
integrando de forma violenta a todo el planeta en este nuevo marco de relaciones
económicas y sociales. Rusia es un ejemplo excelente de este tipo de transformaciones
históricas.

A finales del siglo XIX, la inmensa mayoría de la población rusa la constituían los
campesinos pobres, que arrastraban una existencia de semi servidumbre, explotados
por la autocracia zarista y el poder de los terratenientes.

Sin embargo este hecho, de capital importancia para el futuro de la revolución, se


combinaba a otro decisivo.

El desarrollo industrial en Rusia, la había empujado por la senda del capitalismo. Un


sector industrial dominado por el capital extranjero que forjó un proletariado nuevo y
vigoroso, concentrado en los grandes núcleos urbanos y, al mismo tiempo, en grandes
complejos productivos. Este peculiar desarrollo histórico produjo una burguesía incapaz
de llevar a cabo sus tareas históricas.

Trotsky explica cómo los debates y diferencias que surgieron en la socialdemocracia


rusa acerca del futuro carácter de la revolución, arrancaban de una divergencia esencial
sobre el papel de las diferentes clases en el proceso revolucionario.

En Rusia la burguesía asumía un papel subalterno y dependiente del aparato estatal


zarista. Incapaz de arrebatar a la nobleza terrateniente su poder porque estaba unida a
ella por estrechos lazos materiales, obtenía jugosos beneficios de la especulación con
los capitales mobiliarios obtenidos de la renta de la tierra. Sometida a las imposiciones
de la burguesía imperialista de la época —especialmente francesa, belga y alemana,
que a finales del siglo XIX poseían la mitad del capital social de toda Rusia—, la
burguesía rusa era incapaz de jugar un papel revolucionario. Por las condiciones
materiales del desarrollo del capitalismo de Rusia, la burguesía era una clase
profundamente contrarrevolucionaria. Para Trotsky esto se hacía más relevante cuando
los levantamientos campesinos empujaban a la burguesía no a ponerse a la cabeza de
la nación, como hizo la burguesía revolucionaria francesa en 1789, sino a arrojarse en
manos de la reacción zarista y apuntalar su poder.

"Si la cuestión agraria, heredada de los tiempos del barbarismo y de la historia de


Rusia, hubiese sido solucionada por la burguesía, si se hubiera podido resolver así, el
proletariado ruso nunca se habría apoderado del poder en 1917. En la fundación del
Estado soviético se habían conjugado dos factores históricos: la guerra campesina, es
decir, el movimiento típico de los albores del desarrollo burgués, y el resurgimiento de la
clase obrera, es decir el movimiento que señala la decadencia de la sociedad burguesa.
Esta es la clave de todo lo ocurrido en 1917".

Estas son, en esencia, las razones de la revolución. La experiencia de 1905 fue


absolutamente decisiva para ello. Fue precisamente en el intervalo que separa la
huelga del 9 de enero y la huelga de octubre de 1905, cuando Trotsky llegó a concebir
el desarrollo revolucionario de Rusia bajo la perspectiva de la teoría de La revolución
permanente. ¿Qué quería decir con "revolución permanente"?

"... En primer lugar que la revolución rusa obligada en primer término a considerar en su
porvenir más inmediato determinados fines burgueses, no podía sin embargo detenerse
ahí"…"La revolución no resolvería las tareas democráticas de la revolución burguesa,
pendientes en Rusia, tales como la liquidación de la propiedad terrateniente, la reforma
agraria y la monarquía autocrática, o el desarrollo de la economía rusa, más que
llevando al proletariado al poder "…"Y una vez que éste se hubiera apoderado del
poder, no podría limitarse al marco burgués de la revolución. Bien al contrario, y
precisamente para asegurar su victoria definitiva, la vanguardia proletaria debería,
desde los primeros días de su dominación, penetrar profundamente en los dominios
prohibidos de la propiedad, tanto burguesa como feudal..."

Las tareas democráticas de la revolución sólo pueden ser resueltas con el triunfo del
proletariado y éste enlazaría directamente con las tareas socialistas, es decir, la
expropiación de la burguesía para poder empezar a transformar la sociedad. Esta fue la
esencia de la revolución de 1905 y esta es la esencia de la experiencia soviética de
Octubre. Los problemas acuciantes de las masas no podían ser resueltos en el marco
del régimen capitalista. Algo que se revela hoy infinitamente más evidente en cualquier
país capitalista, ya sea avanzado o subdesarrollado.

Las raíces de la Revolución de 1905

En la última década del siglo XIX Rusia apreció un extraordinario desarrollo de su


industria, favorecido por el caudal de inversiones extranjeras, que sumaba a principios
de siglo el 70% del capital industrial. Sin embargo, con el desarrollo económico las
masas rusas no obtuvieron una mejora sustancial en sus condiciones de vida. Arrojadas
violentamente del campo, los campesinos que llegaban a las ciudades para nutrir el
ejército proletario, vivían en condiciones que poco les diferenciaba de su anterior
situación de siervos. Las condiciones en las fábricas eran espantosas, con jornadas de
trabajo que oscilaban entre las 16 y 18 horas, salarios bajos que se reducían
constantemente con multas y todo tipo de deducciones arbitrarias, y donde la huelga
estaba fuera de la ley y su participación en ella castigada con trabajos forzosos.

La gran expansión de finales del siglo XIX fue seguida de una grave crisis económica a
principios del siglo XX. A la caída en la producción se sucedieron cierres de fábrica y
despidos masivos. Estos hechos se tradujeron inmediatamente en una oleada
huelguística a escala nacional, que afectó a casi todos los sectores de la economía.

En 1901 los mineros de la cuenca del Donetz se declararon en huelga. En aquel año se
sucedieron las huelgas en San Petersburgo, Moscú, Ivanovo-Voznesiensk, Nizhni-
Novgorod, Odessa, Tithis, Soratov y hasta en los Urales.

En 1903 se desató la gran huelga general en todas las regiones industriales del Sur.
Estas movilizaciones tuvieron un carácter espontáneo y eminentemente económico.
Faltas de coordinación muchas fracasaron, pero constituyeron un aviso de la fuerza del
nuevo proletariado. El movimiento se extendió al campesinado, muy afectado por la
recesión económica, y a los estudiantes que declararon dos huelgas generales en 1901
y 1903.

En este contexto, la autocracia rusa incapaz de resolver los problemas más acuciantes
de la población, se embarcó en una nueva aventura imperialista. Privada de poder
extender su control sobre nuevos territorios en Europa Occidental, orientó sus
ambiciones hacia el extremo Oriente, atraída por las riquezas y los territorios de China,
estimulada además por la derrota china en la guerra que ésta mantuvo con Japón de
1894 a 1895. No fue difícil para el zar Nicolás obtener la concesión para construir el
ferrocarril del Este de China, a través de Manchuria, lo que equivalía a una ocupación
militar de toda la provincia. Pero sus ambiciones territoriales no se detuvieron allí.
Pronto se fijaría en la península de Corea, situada estratégicamente y con salida al mar.

Sin embargo Corea era pretendida también por los japoneses, para los que constituía
una plataforma idónea desde la que desarrollar sus ambiciones en China.

Los japoneses intentaron llegar a un acuerdo con la autocracia rusa para dividirse la
península en áreas de influencia, pero Nicolás se negó. Lo que la diplomacia no resolvió
lo resolverían los cañones.

A principios de febrero de 1904 la flota japonesa lanzó un ataque sorpresa contra las
fuerzas navales rusas en Port Arthur, destruyendo masivamente los navíos del zar. La
guerra ruso-japonesa se saldó con un estrepitoso fracaso para los rusos que fueron
humillados por la superioridad técnica y militar del naciente capitalismo nipón. En
agosto de 1905 se firmó un acuerdo de paz en el que los rusos reconocieron los
intereses japoneses en Corea y cedieron a Japón parte de la isla de Sajalin, el control
de la península de Liatoung, con Port Arthur y Dalny, y el ferrocarril de Port Arthur a
Changahun.

El endurecimiento de las condiciones de vida de los obreros

La derrota de la guerra tuvo efectos desastrosos en la economía rusa, además de un


gran impacto psicológico en la conciencia de las masas.

Entre 1903 y 1904 los salarios reales descendieron entre un 20 y un 25%. Se extendía
el desempleo y se disparaba la carestía de la vida.

El padre Gapón, líder de una organización obrera de San Petersburgo, que había
contado con la aprobación de Pleve, ministro de Interior, y cuyos fondos procedían de la
policía secreta, relataba así la situación de los obreros: "Con frecuencia observé
multitud de hombres y mujeres fatigados y pobremente vestidos que salían de las
fábricas para irse a su casa. Era un espectáculo terrible. Sus rostros grisáceos parecían
de muertos, sólo avivados por los ojos en los que ardía la indignación desesperada…"

A finales de 1904 la situación en la gran empresa Putilov alcanzó un punto crítico. El


despido de un grupo de trabajadores desencadenó un movimiento huelguístico en la
fábrica que se extendió al conjunto de la industria metalúrgica de Petersburgo.

La organización que el padre Gapón había formado con el apoyo de la policía, para
evitar la penetración de las ideas socialdemócratas en el movimiento obrero, se
convirtió en el eje de la protesta de los obreros. De hecho, Gapón fue arrastrado por la
marea huelguística y no tuvo más opción que intentar ponerse a la cabeza canalizando
la rabia de los trabajadores en forma de una petición al zar para que aliviase las
terribles condiciones de las fábricas: Ideó la presentación de un pliego de
reivindicaciones que deberían ser leídas públicamente después de una manifestación el
domingo 22 de enero.

El "Domingo Rojo"

Numerosas marchas de obreros se dirigieron al palacio del zar para exigir que este
aceptase sus reivindicaciones. El padre Gapón encabezaba una columna compuesta
por miles de hombres, pero antes de que pudieran acercarse al palacio la policía y la
tropa dispararon indiscriminadamente contra los obreros; los que se lograron reunir en
la explanada fueron masacrados vilmente. Cifras de periodistas de la época señalan
más de 4.000 muertos y heridos.

La represión, sin embargo, no produjo el efecto deseado. Indignó a la clase obrera de


toda Rusa y originó un movimiento de protesta en todo el imperio. El ministro de
agricultura, Alexei Yermolov, advirtió al zar: "...Aunque hemos logrado detener al
movimiento obrero, gracias a la sangrienta represión realizada en San Petersburgo,
esto no ha producido ninguna pacificación real, sino más bien lo contrario, la agitación
no se ha detenido..."

La agitación social continuó en ascenso. Lenin calculó que mientras el número medio
de huelguistas cada año desde 1895 a 1905 había sido de unos 43.000, esta cifra
aumentó más de diez veces durante el mes de enero de 1905 y alcanzó 3 millones
durante todo el año : "…La revolución rusa de 1905 fue a la vez un levantamiento
proletario, no sólo porque el proletariado fue la fuerza directiva, la vanguardia del
movimiento, pero también porque el método específicamente proletario de lucha, esto
es, la huelga, fue el principal medio de inspirar a las masas y el fenómeno más efectivo
en la consecución de hechos decisivos".

El movimiento obrero en lucha

La represión no calmó los ánimos. Los obreros de la Putilov continuaron declarando


huelgas y el movimiento de la clase obrera pronto atrajo a otras capas de la sociedad,
incluso a la pequeña burguesía. El movimiento iba transformándose poco a poco de una
protesta motivada por razones laborales y económicas a otra abiertamente política,
donde las reivindicaciones democráticas iban ganando cada vez más peso.

Las huelgas se extendieron a Ucrania, Polonia, los Estados Bálticos, Finlandia, el


Caucaso... En muchas zonas la protesta obrera se fundió con el sentimiento de
opresión nacional. El movimiento alcanzó un punto de inflexión con la impresionante
huelga de los 70.000 obreros del centro textil de Ivanov-Voznesiensk, que duró 10
semanas. A la larga lista de peticiones laborales se unió la de la convocatoria de una
Asamblea Constituyente. En esta huelga surgió el primer soviet (consejo) de delegados
para negociar con la empresa. La huelga se prolongó y el soviet empezó a encargarse
de otras funciones de naturaleza política, empezó a ejercer la democracia directa.

Durante la primavera y el verano el movimiento adquirió un carácter prerrevolucionario y


se extendió al campesinado, con ocupaciones de tierras y toma de cosechas. También
la tropa se vio sacudida por el impulso que llegaba de las fábricas y se produjeron
motines en la flota del Mar Negro, cuyo ejemplo más emblemático fue el del Acorazado
Potemkim.

En agosto el movimiento revolucionario estaba en pleno auge, la clase obrera era la


espina dorsal del movimiento, confirmando brillantemente los análisis de los marxistas
rusos. A pesar de ser minoritaria, desde el punto de vista numérico, su papel en el
proceso productivo le otorgaba el papel fundamental en la revolución.

Hacia la huelga general

La huelga general de octubre de 1905 empezó a desarrollarse a finales de septiembre


en Moscú, cuando los impresores fueron a la huelga y al cabo de una semana se les
unieron los panaderos, carpinteros, obreros textiles, mecánicos, ferroviarios y
rápidamente se convirtió en una protesta política contra la autocracia. Los estudiantes
se unieron al movimiento y los enfrentamientos con las tropas se multiplicaron. El
movimiento se extendió a San Petersburgo y rápidamente la clase obrera de la capital
se volcó masivamente en la huelga.

La huelga general pronto se extendió por todo el imperio. El paro en los ferrocarriles
aisló por completo al país, incluido el zar Nicolás.

Los obreros de San Petersburgo se organizaron en el soviet de la ciudad, que se reunió


por primera vez el 26 de octubre de 1905. En la primera reunión hubo 30 ó 40
delegados, pero pronto llegaron a ser centenares. Cada delegado o diputado
representaba nominalmente a 500 obreros. En el momento de su apogeo el soviet contó
con 562 delegados representando a la práctica totalidad de los centros industriales de la
ciudad. Pronto en otras ciudades siguieron el ejemplo de Petersburgo. Los soviets
constituyeron una conquista fundamental de la revolución. Eran el órgano del poder
obrero que llevaba a la práctica todas las tareas políticas que los representantes de los
trabajadores decidían y organizaba la vida de la ciudad. En 1917 los soviets eran el
reflejo de lo lejos que la situación había llegado del doble poder existente en Rusia. Sin
embargo, a diferencia de 1917 todavía no se había forjado un partido marxista de
masas con un programa claro que hubiese conquistado el apoyo decisivo de la clase
obrera y del campesinado.

El doble poder en la ciudad de San Petersburgo se prolongó hasta finales de


noviembre. En ese momento, la autocracia zarista se vio obligada a hacer concesiones
y el zar firmó el Manifiesto del 30 de Octubre de 1905, por el que se declaraba a favor
de la convocatoria de una Asamblea Constituyente, limitada y restringida. La táctica era
cambiar algo para que todo permaneciese igual.

Como era de esperar, los sectores de la burguesía liberal que en un principio habían
participado timidamente en el movimiento, aceptaron sin condiciones la nueva
estrategia. Sin embargo, el soviet de Petersburgo y el Partido Socialdemócrata Obrero
Ruso denunciaron esta nueva mascarada del régimen. Para Trotsky la maniobra era
clara: "...Witte se ha rendido, pero Trepov se queda … El pueblo trabajador sabe lo que
quiere y lo que no quiere. No quiere a Trepov, el policía criminal, ni a Witte, el estafador
liberal, ni el hocico del lobo ni la cola del zorro. Rechaza la porra de la policía envuelta
en una constitución..." Para Lenin, el Manifiesto era una falsa promesa que preparaba la
lucha contra la revolución.

La insurrección armada

La reacción tomó la iniciativa desatando progroms encabezados por las Centurias


Negras contra los judíos, especialmente contra los obreros revolucionarios que estaban
sosteniendo la lucha. Sólo en Odessa se contabilizaron 500 muertos. El movimiento
revolucionario, golpeado por la represión despiadada y sometido a un tremendo
esfuerzo durante cuatro meses, perdió empuje. El 5 de noviembre, el soviet —de forma
temporal— se vio obligado a suspender la huelga. La nueva convocatoria el 14 de
noviembre tuvo una respuesta menor. El descenso del movimiento fue aprovechado por
Witte y el zarismo para lanzar un golpe decisivo contra la cabeza del movimiento. El 16
de diciembre el edificio donde se reunía el soviet fue rodeado y la policía detuvo a todos
los miembros que se encontraban allí, entre ellos a la mayor parte de los miembros del
Comité Ejecutivo. Fue entonces cuando Trotsky accedió a la presidencia del Consejo
Ejecutivo del soviet.

Pero la detención no frenó el movimiento. La reacción de los obreros fue inmediata y se


declaró una nueva huelga general que contó con un apoyo masivo del proletariado
petersburgués.

Entonces el movimiento se extendió con fuerza a Moscú.

El soviet de Moscú declaró la huelga general el 20 de diciembre y al cabo de unos días


toda la industria de la región se sumó al paro. La ciudad estaba en manos del soviet.

Este fue el momento en que el gobierno se lanzó frontalmente contra el movimiento.


Los soldados de la guarnición de Moscú no ofrecían garantías, influidos como estaban
de la propaganda revolucionaria. Witte tuvo que movilizar todas las tropas disponibles
en Petersburgo para reprimir el movimiento en Moscú, la flor y nata del regimiento de
Semidov, apoyados por la artillería y caballería, fueron enviados contra los obreros. La
lucha en las calles se prolongó casi toda una semana en los distritos obreros de Moscú
y fue en el distrito de Presnia donde tuvieron lugar los combates más encarnizados.

Los obreros inferiores en recursos militares, escribieron una de las páginas más
heroicas de la revolución rusa. Las pérdidas en el campo obrero fueron terribles: miles
de muertos y heridos, cientos de miles de prisioneros y deportados, zonas enteras de
Moscú reducidas a escombros... El triunfo de la reacción se hizo a un precio muy alto,
pero el ejemplo de los obreros de Moscú y Petersburgo quedó grabado en la conciencia
de millones de hombres y mujeres.

Las lecciones de 1905 fueron sacadas por los líderes bolcheviques. Precisamente el
texto de 1905 , Resultados y Perspectivas, escrito por León Trotsky concentra toda sus
enseñanzas, que luego fueron decisivas para comprender y orientar el proceso de
Octubre del 17 con éxito.

En el momento de la derrota no faltaron voces dentro de la propia socialdemocracia


condenando la acción de los obreros. Aquellos que más tarde se opondrían a la toma
del poder en Octubre lamentaron la toma de las armas. Para Plejanov —el que fuera
padre del marxismo ruso y luego destacado menchevique— la huelga había sido
prematura y los obreros no tenían ninguna necesidad de empuñar las armas. Lenin
protestó duramente contra este punto de vista: "…La lucha proletaria de las masas pasó
por encima de los mandos de las organizaciones, al derivar de la huelga al
levantamiento. En esto vemos una enorme adquisición histórica de la revolución rusa,
realizada en diciembre de 1905, una adquisición lograda, como todas las anteriores, a
costa de tremendos sacrificios (…) El movimiento pasó del nivel de la huelga general
política a un nivel superior. Forzó a la reacción a llegar al último extremo para oponerse
a la revuelta. (…) Por el contrario, debían haberse tomado las armas con mayor
determinación, energía y agresividad. Debía haberse explicado a las masas la
imposibilidad de tener sólo una huelga pacífica y la necesidad de una lucha armada sin
miedo y sin piedad..."

La actividad revolucionaria fue suprimida por la represión. Se enviaron tropas a todos


los rincones del imperio y se produjeron duras batallas en los Estados del Báltico y a lo
largo del ferrocarril transiberiano. Hubo intentos de insubordinación en los cuarteles de
San Petersburgo, Moscú, Kiev, etc. Finalmente la revolución fue vencida.

1905 marca una escisión profunda en el campo de la socialdemocracia entre la línea


proletaria y consecuente y la línea oportunista y conciliadora. Dos concepciones de la
revolución rusa enfrentadas abiertamente. Para los mencheviques, muchos de los
cuales jugaron un papel destacado en 1905, la revolución rusa tenía un carácter
burgués y sólo con el triunfo de la burguesía se crearían las condiciones para el
desarrollo capitalista y para que en un futuro la clase obrera luchase por el socialismo.
Por el contrario, Lenin y Trotsky, cada uno por medios diferentes, sacaron una
conclusión radicalmente opuesta a los mencheviques: la burguesía rusa era una clase
débil y contrarrevolucionaria; no había condiciones materiales para el desarrollo de una
democracia burguesa en Rusia, precisamente por el papel que ésta jugaba en el
mercado mundial y por el tipo de desarrollo social y económico del país. La única forma
de liquidar el estado autocrático, liberar a las nacionalidades oprimidas y llevar a cabo
las tareas democráticas de la revolución, sería a través de una lucha sin cuartel contra
la burguesía y con el proletariado en el poder ganando el apoyo del campesinado
pobre. Las tareas democráticas sólo podrían ser resueltas a través de la revolución
socialista y la dictadura del proletariado y esa revolución abriría el camino a
levantamientos obreros en los países avanzados y a la revolución mundial. Esta es,
esencialmente, la teoría de la revolución permanente sistematizada por Trotsky en este
libro y estas son también las ideas que Lenin elaboró magistralmente en Las tesis de
Abril, que constituiría ni más ni menos el programa bolchevique para la toma del poder
en Octubre del 17.

Es cierto que la historiografía estalinista ha tratado de deformar el debate en las filas de


la socialdemocracia rusa, enfrentando las posturas de Lenin y Trotsky. Lenin, después
de 1905, reconociendo como Trotsky la imposibilidad de que la burguesía jugase un
papel revolucionario, elaboró la fórmula de "dictadura democrática revolucionaria de
obreros y campesinos" para dirigir el régimen revolucionario que llevaría a cabo las
tareas democráticas y prepararía el camino a la dictadura proletaria. Como Lenin
posteriormente explicó, la formulación tuvo una validez temporal como contraposición a
la postura de los mencheviques. Trotsky entendía que se trataba de una definición
algebraica pues el campesinado no era una clase homogénea y no jugaba un papel
político independiente. Sus capas inferiores oscilaban hacia el proletariado, mientras
que sus capas superiores lo hacían hacia la burguesía y la autocracia. Por tanto, no
podía existir un régimen que resolviese los problemas del campesinado en abstracto. El
proletariado una vez tomase el poder, sólo podía llevar a cabo sus tareas aliado con el
campesinado pobre y los jornaleros y la lucha contra el campesinado rico se iniciaría de
manera inmediata. Tanto Lenin como Trotsky consideraban la inmadurez material de
Rusia para el socialismo, pero ello no negaba la validez de sus posturas. Por el
contrario las condiciones materiales para la edificación del socialismo sí existían en
Europa Occidental y la revolución rusa abriría el camino, como así fue, a la revolución
europea. Esta divergencia aparente en la formulación fue resuelta durante los
acontecimientos revolucionarios del 17. Lenin abandonó su definición —léase Tesis de
Abril— y adoptó las bases de las posturas de Trotsky abiertamente. Tuvo que luchar, no
obstante, contra la rutina de los viejos bolcheviques que seguían repitiendo
mecánicamente la vieja fórmula, pero al final impuso el programa para la toma del
poder.

El libro de Trotsky presentado en la edición de Ruedo Ibérico se compone de dos


textos. El primero, llamado genéricamente 1905, consta de dos partes y la obra fue
escrita en Viena, entre 1908 y 1909, pero luego reformada y ampliada en Moscú a
finales de 1921. La primera parte se dedica al análisis detallado de las condiciones
históricas y económicas de Rusia, las fuerzas materiales de la revolución y el proceso
que desembocó en la insurrección armada. La segunda parte se centra en el proceso al
soviet y la actitud de Trotsky. Se añaden tres apéndices: 1. El proletariado y la
revolución rusa. 2. Nuestras diferencias. 3. La lucha por el poder.

El segundo texto, Resultados y perspectivas, fue escrito en 1906 cuando León Trotsky
se encontraba en la prisión preventiva de San Petersburgo. La policía zarista confiscó el
libro y sólo pudieron salvarse algunos ejemplares. Tal como reconoce el propio Trotsky
en su obra La revolución permanente, es muy probable que Lenin no conociese el texto
hasta 1919. En él se sintetiza con mayor claridad los ejes fundamentales de la teoría de
la revolución permanente a la luz de la experiencia revolucionaria de 1905.

Fundación Federico Engels

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