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El humanismo en Paulo Freire: una reivindicación del ‘ser más’ del

ser humano a través de la fundamentación de la libertad.

Juan Jerónimo 1

La pregunta cardinal en cualquier investigación que se preocupe por la


supervivencia del ser humano es: ¿qué es el ser humano? Sólo a partir del intento de
responder a esta pregunta podrán surgir las cuestiones fundamentales y las coordenadas de
acción en la mejora de las relaciones que el ser humano ejerce con lo real (lo otro) su
realidad y los otros. Lo real es lo que es el mundo en sí, la naturaleza que ha devenido en lo
cultural. El soporte que constituye al ser humano y a la cultura. En definitiva, el abanico de
posibilidades existentes que pueden ser utilizadas creativamente para ser más. Lo real es,
también, el texto del que se desprende la tarea de enseñar y aprender: es el punto de partida
para lograr transformar nuestra realidad. Reclama, por lo tanto, que «partamos de la
experiencia de aprender, de conocer, [...], que necesariamente implica estudiar [lo real]»
(Freire, 2000, p. 73). La realidad esta conformada por las experiencias particulares de cada
ser humano que enclavado en una tradición cultural particular, a su vez, posee su propia
percepción de su realidad cultural. Hace alusión, tanto a nivel personal como cultural, a lo
que se percibe en relación a lo otro y a el otro desde unas circunstancias concretas. Esta
dimensión nos permite destacar por un lado la unicidad del sujeto; y por otro, que cada
cultura tienen inmanentemente una historia concreta, con necesidades y exigencias
particulares (Freire, 2006, p. 56).

Las relaciones que el ser humano establece con lo real y los otros desde su realidad
son necesariamente en cuanto sujeto histórico. De tal suerte que todo ser humano nace
siendo parte de un ambiente cultural ligado a unas condiciones naturales (reales) a partir de
las que irá configurando su realidad ya sea en el seno de la humanización o en el de la

1
Estudiante de la maestría “Filosofía de la Cultura” en la Facultad de Filosofía: “Dr. Samuel Ramos” de la
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.Edif. C-4, CU, Morelia. CP 58030. Tel. 52 + (443)
3223500 ext. 4148 y 4149. Fax 52 + (443) 3271798. Correo electrónico: bi_roni@hotmail.com

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deshumanización.

El ser humano esta condicionado a una realidad concreta en cuanto heredero de una
tradición cultural, con la que se interrelaciona durante su existencia. En la relación que
establecen se afectan recíprocamente y, por ello, se retroalimentan entre sí, de tal manera
que se actualizan en un ejercicio dialéctico. La responsabilidad de mantener la permanencia
de las raíces culturales le pertenece a cada integrante de la tradición cultural, teniendo en
cuenta que en el mismo contexto histórico varías ideas coexisten: unas se han generado de
la propia tradición cultural y, otras, han sido adoptadas o impuestas de otras tradiciones. Sin
embargo, todas florecen con la intención de desarrollar la tradición propia.

Históricamente es sabido que la mejor respuesta a los problemas del progreso


cultural emana de la misma matriz cultural, porque, aunque puedan establecerse
características universales respecto al ser humano, cada problemática reclama soluciones
únicas. De tal suerte que no es pertinenete transplantar soluciones. Lo que es válido en un
contexto puede ser no válido en otro, pese a las similitud de caractarísticas. De ahí la
importancia de que cada ser humano en cuanto sujeto cognoscente sea capaz de asumir sus
problemas contextuales y, a la vez, asumirse en ellos como sujeto capaz de brindar
soluciones víables. Por lo tanto, el ser humano debe ser entendido en un marco referencial
plural, porque a lo largo de su historia ha instaurado diversas formas y modos de ser: ha
creado cosmovisiones diversas. En consecuencia, es preciso que cada comunidad se haga
responsable de su entorno. Mas en la responsabilidad de su contexto, va también el cuidado
del mundo, por lo que es menesteroso el dialogo intercultural e interdisciplinar para
reivindicar al Humanismo en un mundo mutilado.

Su humanización o deshumanización, su afirmación como sujeto o minimización como


objeto dependen en gran parte de la captación o no de esos temas.
Pero, desgraciadamente, vemos cada vez más […] al hombre simple, oprimido,
disminuido y acomodado, convertido en espectador, dirigido por el poder de los mitos
creados para él por fuerzas sociales poderosas y que volviéndose a él, lo destrozan y
aniquilan. (Freire, 2007, p. 34)

Las necesidades y exigencias del siglo XXI reclaman que las alternativas de
solución se hagan desde la convergencia de muy variadas disciplinas. Dado que el interés

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se encuentra en el todo cultural para aprehenderlo es menester abordarlo desde la
posibilidad de cualquier punto de vista: social, político, filosófico, psicológico,
pedagógico, antropológico…

Para llegar a este punto la tradición latinoamericana tuvo que pasar por un
«doloroso parto» (Freire, 2006, p. 47). Uno de los desafíos, de acuerdo al contexto
latinoamericano, fue el reconocimiento de sí mismo ante lo europeo, que tuvo matices
diversos definidos de acuerdo al país conquistador y la región latinoamericana conquistada.
El común denominador en Latinoamérica fue la transición de lo autoritario a lo
democrático. Por ejemplo, la situación de Brasil es muy bien ilustrada por Freire2:

En 1928 escuchaba a mi padre y a mi tío Monteiro hablando sobre el autoritarismo,


sobre la fuerza de poder de los poderosos, sobre el “¿sabe con quién está usted
hablando?” , sobre el arbitrio, sobre los desmanes, sobre los fraudes, sobre la falta de
respeto al pueblo, sobre su explotación, sobre el silencio que le era impuesto, sobre la
impunidad de los gobernantes y sus secuaces, sobre la práctica según la cual: a los
amigos, todo; a los enemigos, la ley. […] no sólo era necesario cambiar el estado de
cosas en que vivíamos sino que había que hacerlo con urgencia. El país estaba siendo
destruido, despojado, humillado. Y entonces, la frase célebre: “Brasil está al borde del
abismo.” (Freire, 1996c, pág. 62)

Mas en todas las regiones había factores similares que se caracterizaban por ser
sociedades autoritarias. Así, en segundo lugar, había que superar a la exclusión y la
dominación y constituir un estado de apertura, incluyente y justo. La sociedad
latinoamericana no ha cambiado en su totalidad a la fecha. Ésta sigue siendo, en gran
mediada, su más grande tarea. Por lo tanto, las exigencias que reclama en cuanto cultura, en
cuanto sociedad y ciudadanía son particulares. El análisis de la configuración de la libertad
debe atender una mirada otra desde Latinoamérica y para Latinoamérica, para de este modo
ser una cultura participante del devenir sociocultural global/universal.

Una mirada fuerte y penetrante la ejerció Freire, pedagogo brasileño, que logro
denunciar las injusticias y anunciar una Latinoamérica mejor. De entre las muchas rutas de

2
Aunque en 1928 Paulo Freire no era aún plenamente consciente de la situación sociocultural por la que a
travesaba no sólo Brasil sino toda Latinoamérica. Él era ya parte de un contexto que le ayudaría más tarde a
situarse frente a la problemática propia.

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análisis que efectúo la que interesa es la capacidad de ser más, fundamentado en la libertad
y que tiene una estrecha relación con pasar de la teoría a la praxis y de la praxis a la teoría
en un ejercicio dialéctico constante con la intención de no caer en verbalismo y activismo
(Freire, 2006, p. 50). Porque, parafraseando a Kant, la teoría sin la praxis está vacía y la
praxis sin la teoría esta ciega.

Una de las pretensiones que Paulo Freire asumió a través de toda su trayectoria fue
la de humanizar al ser humano para liberarlo. Por ello no sorprende, la dedicatoria que
escribe en Pedagogía del Oprimido (2006), la cual dice: «A los desarrapados del mundo y
a quines, descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan.» El objetivo de estar
con los desarrapados del mundo y de luchar con ellos acompañó siempre a Freire:
entendiendo, claro está, que los tiempos son otros, que los contextos han cambiado y, que,
en consecuencia, las estrategias cambiaron también. La sociedad mundial sufrió intensos
cambios y en consecuencia los modos de interrelacionar han sido modificados
profundamente junto con las formas de dominio.

La existencia humana sólo tiene sentido en el ejercicio de la libertad. Para que el ser
humano elija “ser más”, es necesario que se reconozca como ser libre, en relación con los
otros, a través del diálogo en cuanto ser situado y que, por lo tanto, sea capaz de concretizar
sus ideales a través de la praxis. En la urdimbre que se teje a través de las interrelaciones
tanto personales como culturales el respeto a la libertad del otro, como el reconocimiento
del derecho a la libertad propia, es indispensable para mantener espacios de convivencia
armónica y para conservar espacios del ejercicio auténtico de la autonomía, sin caer en una
utopía que pase por alto la diversidad cultural y los espacios propios de cada comunidad.

Ahora bien, dada la riqueza cultural, es menester conjugar siempre “objetividad” y


“contexto cultural”. Esto porque los modos de objetivar no son universales a cada ser
humano, no hay un objetivar uniforme en cada región cultural. Las formas de objetivar se
constituyen a través del contexto cultural propio a cada región. La objetividad en Freire
ocupa un lugar de importancia suma, en cuanto cimiento imprescindible para el
conocimiento del mundo y de sí mismo, en tanto, condiciones de libertad.

4
Entendemos que, para el hombre el mundo es una realidad objetiva, independiente de él,
posible de ser conocida. Sin embargo, es fundamental partir de la idea de que el hombre
es un ser de relaciones y no sólo de contactos, no sólo está en el mundo sino con el
mundo. (Freire, 2007, p. 28).

Por objetividad entiéndase la acción que realiza el ser humano en cuanto sujeto
cognoscente ante lo otro y los otros. El papel de la objetividad es angular para el
establecimiento de directrices a partir de las que puedan fincarse diversas vías de acción en
la tarea permanente de humanizar al mundo. Si el ser humano logra objetivar se entiende
que conoce y, por ello, se apropia del contexto cultural a través de sus temas
fundamentales:

El hombre debe participar de estas épocas también creando, recreando y decidiendo.


Y lo hará mejor, cada vez que integrándose al espíritu de ellas se apropie de sus temas
fundamentales, reconozca sus tareas concretas. Una de las grandes –si no la mayor-
tragedias del hombre moderno es que hoy, dominado por la fuerza de lo mitos y dirigido
por la publicidad organizada, ideológica o no, renuncia cada vez más, sin saberlo, a su
capacidad de decidir. (Freire, 2007 p. 33)

Una de las tareas esenciales que corresponde al ser humano es la de “apropiarse” de


su entorno, con ello quiero apuntar la ingerencia de la autonomía. De la profundidad en
que sea haga la apropiación lo será también la conciencia de la elección. De ahí que Freire
reitere:

Por eso, sin tardanza, señálese la necesidad de una permanente actitud crítica, único
medio por el cual el hombre realizará su vocación natural de integrarse, superando la
actitud del simple ajuste o acomodamiento, comprendiendo los temas y tareas de su
época. (Freire, 2007 p. 34)

La libertad del ser humano tiene como referencia un contexto cultural. Éste a su vez
se encuentra inserto en un entramado espacio-temporal. El ser humano responde, por lo
tanto, a las condiciones que se le manifiestan por medio de un contexto y una historia
concreta. No sorprende, en consecuencia, que Paulo Freire haga hincapié en la dimensión
histórica, porque es preciso analizar el contexto cultural al que se desea abordar para
posteriormente actuar sobre él. Dado que todas las cualidades corresponden a contextos e
historias, y, por ello mismo, a tradiciones concretas: «Es históricamente como el ser
humano ha ido convirtiéndose en lo que viene siendo: no sólo un ser finito, inconcluso,

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inserto en un permanente movimiento de búsqueda, sino un ser consciente de su finitud»
(Freire, 2001, p. 12). Subrayo la idea de que el hombre no “es”, sino que “está siendo”, en
la permanencia de su pasado, sin embargo el pasado se actualiza en su presente. Por ende,
el hombre es un ser en construcción (finito como afirma Freire y, por ello, inconcluso) que
debe proyectarse en la búsqueda de “ser más”. «La historicidad del conocimiento, su
naturaleza de proceso en permanente devenir. Significa reconocer al conocimiento como
una producción social, que resulta de la acción y de la reflexión, de la curiosidad en
constante movimiento de búsqueda» (Freire, 2001, pág. 12). La libertad sólo es auténtica si
el ser humano se comprende a sí mismo como ser histórico, como hacedor de su historia:
punto de partida para asumirse como sujeto cognoscente.

El ser humano en cuanto sujeto cognoscente es capaz de desplegar su conocimiento


para descubrir su entorno y el contexto sociocultural del cual participa y a partir del cual se
van creando y recreando vínculos de interrelación con los otros y lo otro (el mundo). El
fundamento para desplegar el conocimiento y para constituir interrelaciones con los otros y
lo otro reside en la capacidad innata de objetivar. La objetivación es requisito para
reflexionar entorno a los problemas socioculturales propios a cada sujeto cognoscente. Mas
la capacidad tanto de conocer como de reflexionar requieren de ejercicio para desarrollarla
al grado de alcanzar la conciencia crítica.

Por lo tanto, lo que permite cuestionar la realidad es la objetivación en cuanto


condición del conocimiento auténtico. Ahora bien el cuestionamiento de la realidad esta
determinado por factores socioculturales, la libertad, en consecuencia, no es gratuita. Para
actuar, es necesario, saberse primero determinado por los influjos que acaecen en su
contexto y, después, actuar a partir de las determinaciones, para trascender las condiciones
que a su temporalidad acaecen. De tal manera, que pueda transformar, producir, decidir,
crear y comunicar con base a la respuesta que la libertad le invoca.

La pregunta: ¿Qué es el ser humano? Clave en la obra de Paulo Freire. Es el


esfuerzo por comprender críticamente la existencia humana en relación con el mundo y con
los otros, dado que el ser humano es un ser de “relaciones y de contactos”. Algunos

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elementos característicos que definen al ser humano son: ser de relaciones, inconcluso,
reflexivo, diálogico y cognoscente. Sin embargo estos rasgos no tendrían sentido sino
fuesen sustentados por el ejercicio práctico de la libertad. «Ya la antropología sugiere que
la “praxis”, si es humana y humanizadora, es “práctica de la libertad”» (Freire, 2006, p. 22).
Esta idea del ser humano en Freire tiene como punto de partida dos fuentes. La primera es
la experiencia vivida que le hace concebir al hombre como siendo y no situado, esto es,
como un ser dinámico que esta en constante tensión entre la humanización y la
deshumanización. La segunda es la afirmación de la experiencia sustentada en la lectura
crítica de autores «de la más avanzadas corrientes del pensamiento filosófico
contemporáneo como el existencialismo, la fenomenología, la dialéctica hegeliana y el
materialismo histórico». (Torres en Gadotti, 2001, p. 98) y de autores isebianos, siendo el
más influyente Álvaro Vieira Pinto. Por lo tanto, el concepto de ser humano se nutre, desde
su inicio, de una concepción dicotómica entre teoría y praxis, ambas concomitantes de un
entramado ejercicio de la educación coherente e incluyente.

La investigación teórica de nuestro autor posee fuentes filosóficas que están


determinadas en función de un análisis profundo de la estructura humana. El punto de
partida en la obra de Freire es la idea de “inconclusión del hombre” que es evidentemente
obvio 3. Es un proyecto que no tiene fin. De ahí que la búsqueda de la conclusión se
manifieste en el espíritu de la conciencia crítica. Es decir, la conciencia crítica es la vía a
través de la que cada uno puede llenar de sentido a la vida. El agente de esta comprensión
es el ser humano en cuanto sujeto cognoscente, de tal manera que tanto la formación de la
persona como el desarrollo de la conciencia son exclusivos de éste, mediatizado por la
reflexión y el lenguaje creativo.

De la idea de inconclusión se derivan “categorías” que sirven de soporte a su


“sistema pedagógico” y que a traviesan toda su obra desde Educación y actualidad
brasileña, tesis de concurso para la cátedra de Historia y Filosofía de la Educación en la

3
Paulo fue un hombre que reflexionaba sobre las cosas obvias que observaba en dónde vivía y por dónde
andaba, y las tomó como punto de partida para formar, entre otros fundamentos, su teoría. Se convirtió, por
eso, verdaderamente en el “andador de lo obvio”, en el “caminante de la esperanza”. (Ana Maria Araújo
Freire, 2007, p. 2)

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Escuela de Bellas Artes de Pernambuco en 1959, hasta sus últimas obras,

Incluso hasta después de muerto, porque Ana María Araújo -Nita-, su viuda ha
retomado materiales que quedaron en su escritorio y sus archivos, con los que ha
publicado dos libros más, ya póstumos: Pedagogía de la indignación y
Pedagogía de los sueños posibles (el último que publicó Paulo se titula
Pedagogía de la autonomía). (Nuñez, 2005, p 14).

En su estructura más profunda Freire intenta una reconstrucción de la concepción


del ser humano: rescatando algunas cualidades constitutivas. Porque «lo que debemos hacer
es colocar nuevamente en el centro de nuestras preocupaciones al ser humano que actúa que
piensa, que habla, que sueña, que odia, quien crea y recrea […]» (Freire, 2001, pág. 17).
Sólo al colocar al ser humano en el centro de nuestra preocupaciones es posible buscar las
cualidades esenciales de éste para situar el sentido de su ser en el mundo y, que a la vez, él
se reconozca su posición crítica.

Existir es más que vivir porque es más que estar en el mundo. Es estar en él y con
él. Y esa capacidad o posibilidad de unión comunicativa del existente con el
mundo objetivo, contenida en la propia etimología de la palabra, da al existir el
sentido de crítica que no hay en el simple vivir. Trascender, discernir, dialogar
(comunicar y participar) son exclusividades del existir. (Freire, 2007, p. 29)

No obstante en el devenir del ser humano tomar posesión del sentido de su ser y,
más aun, situarse críticamente resulta muy difícil. La causa principal es el marco en el que
se circunscribe el ser humano en la actualidad: capitalismo/neoliberalismo. Este modelo de
desarrollo dio un vuelco holístico a la manifestación de la dominación y manipulación. Si
atendemos al desarrollo de las herramientas de ejercicio del poder, nos daremos cuenta que
se ha pasado de la dominación a través de la intimidación y la derrama de sangre: la guerra,
al campo estrictamente diplomático, cuya bandera son los medios masivos de
comunicación. Esto ha permitido, de manera más eficaz y a mayor alcance, la
concentración del poder en unos cuantos, marginalidad y analfabetismo de las mayorías, al
respecto Carlos Núñez (2005), dice: «los antes llamados marginados eran gente pobre que
vivía al margen de los beneficios de una sociedad injusta. Pero hoy, esa misma sociedad
igualmente injusta, sin poder alguno los llama excluidos».

Los dos grandes pilares que sustentan al sistema capitalista/neoliberalista y, además

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contribuyen a la marginación, son: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Éstos aunque en sus objetivos mantengan el interés por el desarrollo socioeconómico
simétrico, en el fondo son sofisticados programas asistencialista. Pese a tan
desesperanzador panorama es posible y necesario abogar el impulso del “ser más” , porque
el ser humano siempre ha estado tanto en la humanización como en la deshumanización, de
suerte que en la actualidad existen, también las condiciones de posibilidad para realizar el
“inédito viable4” : lo que todavía no ha sido pero puede llegar a ser.

Para Freire el análisis del ser humano en su constitución básica se encuentra entre la
humanización y la deshumanización5. La primera se distingue por la capacidad de “ser
más”, se desarrolla únicamente en el ejercicio de la libertad en cuanto sujeto, esto es, en
cuanto agente de su acción. La segunda es la desvirtuación de la esencia humana dado que
el espíritu creador es anquilosado. El ser humano en estas condiciones es un ser
domesticado que se encuentra lejos de poder decidir sobre sí mismo, en tal caso es objeto
de otros que deciden sobre él. La autoconciencia de libertad es la única alternativa a través
de la cual es posible asumir la humanización, esto es, si no hay libertad no hay posibilidad
de ser más. Sin embargo el acto de elegir depende de actitudes (quien elige) y de contextos
culturales (desde donde elige) que se encuentran “determinados” y “condicionados”.

Dado que el ser humano es un ser cultural e histórico, dos cualidades innegables,
que tiene la tarea de apropiarse de su tradición. Estas cualidades lo ubican, espacio-
temporalmente, en relación con lo otro y los otros(as) que se ubican en las mismas
condiciones. Por lo tanto, el ser humano nace siendo en un marco cultural determinado
capaz de apropiarse de su entorno, a través del desarrollo de sus capacidades

4
Véase: la primer nota explicativa que hace Ana María Araújo Freire (2007 p.194) para la Pedagogía de la
Esperanza. (2007 p.194).
5
Sartre es más radical y diría: “entre el ser y la nada”. Sin embargo las consecuencias de cada afirmación son
diametralmente opuestas. Mientras que el sentido de “ser” para Sartre es oscuro y, hasta fatal, a tal grado que
afirma también: “el hombre es un ser condenado a la libertad”. El sentido del “ser” del hombre en Freire esta
repleto de esperanza. Tal posicionamiento de cada autor ante el mismo tema la “existencia”, que situados cada
uno en contextos distintos, mas herederos en fin de una tradición de pensamiento culmina en posiciones
contrarias.
Muestra la lectura de Freire la reapropiación de lo europeo en Latinoamérica con motivos distintos a los
asumidos en el viejo continente, es decir, no es una transplante de la visión europea a la visión
latinoamericana, sino una visión auténtica, la visión latinoamericana.

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epistemológicas innatas. El ser humano en el sistema freiriano se constituye como un ser
abierto por su constitución antropológica para desplegar sus cualidades ontológicas.

«el hombre es, [en definitiva] entendido como un ser ontológicamente


limitado y a la vez abierto para el mundo, situado marcado, marcado por su
“circunstancia”, aunque también capaz de determinar sus determinaciones e
interferir criadoramente en su propia condición de existencia». (Beisiegel,
comillas del autor).

La conciencia es fundamental en la proyección del ser más. Parte de la realidad


histórica concreta y permite dar vitalidad al quehacer humano. No es estática, remite a un
estado de transformación de lo real, de las circunstancias que operan en el devenir cultural
y «moviliza el autoconocimiento y respeto entre los hombres» que se hace y rehace
socialmente: en comunión con la realidad propia y con el reconocimiento del otro. El
conocimiento del “yo” (de mi realidad) es el resultado del encuentro del tú; esto es, nos
reconocemos o somos conscientes de nosotros en la conciencia del mundo que despierta la
búsqueda de libertad en la espera del nosotros, para establecer un diálogo que nos permita
la posibilidad de la inteligibilidad de lo que acaece y su comprensión.

La comprensión de la realidad se fortalece en la práctica del diálogo. El diálogo es


el esfuerzo que se empeña en revolucionar la realidad concreta a partir de la organización
política, misma que permite el acto de conocer al ser humano y a su realidad para asumir lo
que es históricamente posible. A través del diálogo es posible afrontar la cultura del
silencio (analfabetismo) para dar voz a aquellos a los que se les ha ido negado
sistemáticamente el derecho de reclamar su posición en el mundo, pues: «no existen
ignorantes ni sabios absolutos» (Freire, 2006, p. 14). La aprehensión de sí mismo y del
mundo se alcanza a través de una metodología dialéctica donde se manifiesta una clara
tensión entre teoría y praxis, mediante la que es posible dar el pronunciamiento del mundo
y de sí mismo, resultado de un constante proceso cognoscitivo, asumiendo el papel creativo
y pensante de cada uno ante su realidad.

Para Paulo Freire: «La opción, por lo tanto, está entre una “educación” para la
“domesticación” alienada y una educación para la libertad. Educación para el hombre-

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objeto o educación para el hombre-sujeto.» (Freire, 2007, p. 26). Freire propone una
educación que se caracteriza, a diferencia de la escuela tradicional, en proporcionar las
herramientas para hacer análisis de lo real y la realidad. Parte de los problemas que acaecen
en el contexto particular. La escuela tradicional necesita reivindicarse porque ha
desarrollado una metodología vertical es lo que Freire llama educación bancaria: el profesor
se limita a depositar en los alumnos información sin cuestionarla y sin que se establezca un
análisis dialógico de lo enseñado.

Es factible ante las condiciones actuales inaugurar una escuela que tenga como fin
formar individuos que sean responsables de sí mismos, de los otros y de lo otro que haga
frente a la domesticación de la escuela tradicional. Esto es, que la escuela ayude a la
comunidad a que sus integrantes desplieguen la capacidad de formar y desarrollar las
cualidades y valores necesarios para afrontar la vida.

En suma se debe abogar por un modelo educativo íntegro y coherente, que


responde a los problemas inmediatos, que tenga definido a quién educar, por qué educar,
para qué y, a través, de qué medios. Por ende, la educación configura al ser humano en toda
su realidad. A sí en primera instancias es a través de la educación (aunque no sea
escolarizada) como se forman los primeros hábitos que servirán para el cultivo de
principios y valores. De tal suerte que el proceso de formación (educación) inicia en el seno
familiar y se constituye como hecho histórico y social enclavado en una determinada
cultura y tradición.

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