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La última vez que viajé a Iquitos fue una ocasión especial de aprendizaje respecto de
lo que sucede en nuestro país y una nueva oportunidad para afirmar un compromiso
serio con la educación peruana que quiero compartir. Lo que sigue es el relato de un
día de trabajo en la zona rural y urbano-marginal de Iquitos.
El día nueve de mayo, a las cinco y treinta de la mañana, el Dr. Walter Chucos,
docente de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana, me condujo hasta Nauta,
un poblado que queda a una hora de Iquitos en auto. Ahí contemplamos la grandeza y
el poderío del río Amazonas, el río más grande del mundo. Pudimos observar las
flores, hojas, tallos y algunos troncos que con frecuencia arrastra a su paso el
Amazonas. Nada detiene su andar, nada se interpone en su camino, nada puede
contra él. También observamos a un lugareño remar su pequeño bote en contra de la
corriente del río. Constatamos su gran habilidad para sortear la corriente por las orillas
y avanzar hacia su destino. Entonces comprendí que el Amazonas no es tan invencible
ni puede arrasar todo a su paso. Vi que hay alguien que puede ir contra la corriente de
este poderoso y aparentemente invencible coloso: el hombre del Amazonas, pequeño,
con la tez quemada por el sol y a bordo de una frágil pero segura embarcación
construida con sus propias manos. No hay río ni corriente que doblegue la voluntad ni
anule la habilidad de los habitantes de la rivera para llegar a su objetivo ni volver a sus
hogares, para conseguir sus alimentos y nutrir a su prole. Son capacidades aprendidas
de antaño, antes de que las escuelas existan. Lo penoso es que la escuela no ha
contribuido a mejorar dichas capacidades y convertirlas en un potencial para vencer la
pobreza, para incrementar su productividad y para mejorar la calidad de vida de las
familias de la rivera del Amazonas.
Pedí permiso para observar una sesión de aprendizaje y me fue permitido ingresar a
un aula donde el docente tenía a su cargo el área de ciencias sociales. Durante una
hora el docente trabajó acerca del poblamiento de América. Se valió para ello,
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Relato de un día de monitoreo en Loreto, realizado el 09 de mayo de 2006.
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principalmente, del método socrático, es decir, del uso de una serie de preguntas para
despertar la curiosidad, la imaginación y la creatividad de sus estudiantes. Hizo
preguntas que permitieron a sus estudiantes hacer analogías entre el estilo de vida de
los primeros pobladores de la humanidad en el África y el estilo de vida de esta
comunidad rural. Una de sus preguntas fue: “¿A qué se dedicaban los primeros
habitantes del África?” La respuesta de los educandos no se dejó esperar: “A la caza,
la pesca y la recolección”.
Fue una hora de aprendizaje muy amena. Un docente con una gran capacidad
pedagógica y dotado de una gran batería de preguntas que incitaban
permanentemente la curiosidad de sus estudiantes, invitándolos a buscar respuestas a
sus cuestionamientos a partir de sus experiencias previas, el conocimiento de su
entorno, el razonamiento deductivo e inductivo y la aventura de ensayar alternativas e
hipótesis. Por eso, cuando sonó el timbre para salir a recreo, todos los estudiantes
reclamaron. No querían que se acabe la sesión. En realidad, una sesión así siempre
estará abierta, más aún, toda sesión de aprendizaje debe culminar siempre –en el
aula- dejando abierta la mente para nuevos aprendizajes, para continuar buscando
respuestas, para seguir investigando, para aventurarse a buscar la verdad sólo y en
grupo, para volver con entusiasmo a inquirir sobre el presente, sobre el pasado y
sobre el futuro. Una sesión de aprendizaje tiene que ser siempre un preguntar y
preguntarse por el mundo y por nosotros, por el desarrollo económico, político y
cultural, pero también por el desarrollo de cada ser humano como persona, como
individuo y como miembro de una comunidad a la que se debe y con la que comparte
un destino común. Una sesión de aprendizaje no se cierra, sino que se abre dejando
en los aprendices el interés por ser protagonistas de su historia, de su presente y de
su futuro.
Casi olvido decirlo, durante la sesión sólo una niña pidió permiso para retirarse porque
se sentía mal de salud. Tendría aproximadamente 14 años, el rostro amarillento y muy
delgada, lo que evidenciaba los signos de la desnutrición y el desgaste físico.
Debo decir también que en la mayoría de las escuelas rurales de la selva, las aulas
están divididas entre sí por planchas de triplay u otro material rústico. Entonces, es
necesaria una gran dosis de concentración de los educandos para no distraerse con
los “ruidos” del aula adjunta, o un enorme potencial del docente para cautivar el interés
de sus estudiantes.
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comunidad y compartir los problemas y los proyectos de la comunidad. Su liderazgo es
más eficaz y estimado en la medida en que sueñan los sueños de los pobladores de la
zona donde trabajan y enriquecen sus visiones de futuro con nuevos proyectos de
mejora comunal. Un maestro, una maestra es líder sólo si recoge las expectativas
comunales, las convierte en proyecto y anima a convertirlos en realidad.
Llegamos justamente durante un cambio de hora, así que aproveché la ocasión para
observar una sesión de aprendizaje de educación por el arte, a cargo de un docente
de educación física. Muy pronto los estudiantes se desplazaron hacia el patio escolar y
comenzaron a ubicarse en la explanada. El docente con un equipo de música en las
manos hizo su aparición y encendió el aparato. Estudiantes varones y mujeres
liberaron sus cuerpos al son de un tondero que se reiteraba constantemente para
mejorar los desempeños individuales y de pareja.
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limpio, en medio del cual se alzaba una maloca en miniatura, es decir, una pequeña
vivienda selvática construida con hojas y maderos, adornada con artesanía local y en
medio del cual colgaban algunas hojas de papel con diversos artículos. Era su
periódico mural. Con orgullo la Directora explicaba: “Es el esfuerzo de todos los
docentes. No se ha pedido colaboración de los estudiantes”.
Más grato fue observar cómo se condujo la sesión. El docente comenzó con una
lectura de un hecho de vida que narra el inicio de los cambios fisiológicos en varones y
mujeres durante su adolescencia. Luego de generar comentarios de los estudiantes
sobre lo leído, pidió a dos estudiantes, un varón y una mujer, observarse mutuamente
y explicar qué cambios habían notado entre sí con respecto a dos años atrás. En un
clima de confianza y de interés de todos los participantes, los elegidos iban reseñando
los cambios no sólo fisiológicos, sino también psicológicos que habían observado en
su compañero/a, alentados por el grupo de la clase.
Un elemento que me causó gran impresión durante esta sesión fue la alegría con que
los estudiantes aprendían. La inundación no pudo contra sus ganas de aprender, de
vivir y de ser felices junto a sus pares. La escuela les está dando una oportunidad para
flotar y para abrir sus ojos a un horizonte más promisorio, creo yo. Quizás no del todo
conscientemente, pero en la práctica, esta escuela que funciona en medio de la
inundación les está dando un mensaje muy claro en el subconsciente: vamos a seguir
aprendiendo pese a las dificultades y, mejor aún, aprenderemos de las dificultades
para no ser ahogados por ellas; vamos a seguir educando y educándonos pese a las
calamidades naturales, sociales y económicas; y lo más importante, vamos a ser
felices a pesar de todo, trabajando y aprendiendo juntos.
Al salir de esta aula, fui a lo que en tiempos ordinarios es el auditorio. Por ahora, todos
los estudiantes de educación primaria lo están utilizando para seguir estudiando pues
sus aulas, ubicadas en el primer piso, están completamente inundadas. Se trata de un
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auditorio donde se han dividido los espacios para cada “aula” pero no hay entre ellas
nada que los separe. A pesar de ello, los maestros trabajan.
He visto varios reportajes de televisión sobre el barrio de Belén en Iquitos. Todos han
sido negativos: delincuencia,
prostitución, marginalidad,
desorden, suciedad y un largo
etcétera más. Pero, del
esfuerzo de estudiantes,
maestros, maestras, madres y
padres de familia para abrirle a
su niñez y juventud una
ventana de oportunidades para
mirar, soñar y construir un
mejor futuro no se dice nada.
Creo que los sueños también
se hacen realidad, pero sólo
cuando hay acciones
concertadas para conseguirlo. Y creo que vale la pena soñar un país donde cada niño,
cada niña y cada adolescente peruano tengan la oportunidad de ser felices gracias a
su trabajo y al amor que dan y reciben de sus semejantes. Creo, sinceramente, que la
educación sí encierra un tesoro.