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AL PUEBLO DE MÉXICO
Como es aceptado por casi todos, México atraviesa por una de las crisis más severas
de su historia reciente. Es algo más profundo que una simple recaída económica. Se
trata de un proceso de degradación progresiva que afecta a todos los órdenes de la
vida pública y de la convivencia social.
Desde nuestro punto de vista, esta decadencia ha sido ocasionada por un grupo
minoritario que ha venido imponiendo una política de pillaje contraria al interés
nacional.
Con ese poder casi omnímodo, la oligarquía ha logrado mantener y acrecentar sus
privilegios, condenando a la mayoría del pueblo al sufrimiento, al destierro, a la
sobrevivencia y a la inseguridad. Es innegable que en los últimos 25 años unos
cuantos mexicanos acumularon riquezas, como no ha sucedido en ninguna otra
parte del mundo, pero en contraste, México es uno de los países con mayor
desigualdad económica y social en todo el planeta. La riqueza de unos pocos se ha
edificado con la miseria de otros muchos y éste es el origen de los males que aquejan
y atormentan a la nación.
Pero no nos confundamos: la caída de Calderón a partir del 5 de julio no significa que
los que realmente mandan y deciden en el país hayan perdido fuerza. Una vez más
estamos siendo testigos de una recomposición del mismo régimen, una operación
que antes se llevaba a cabo al final de cada sexenio y que ahora, por la
descomposición social, la falta de decisión para enfrentar los problemas, la carencia
de legitimidad y el descrédito de las instituciones, se tiene que efectuar cuando el
gobierno de Calderón ni siquiera ha cumplido tres años.
Esto explica por qué la oligarquía impulsó o cuando menos permitió que, con dinero a
raudales y con el apoyo de los medios de comunicación, resurgiera el PRI y con éste
progresara la intentona de imponer a Enrique Peña Nieto como candidato a la
Presidencia de la República en 2012, para seguir manteniendo la misma política de
corrupción y privilegios. Todo esto sin pensar en el deterioro de la vida pública ni en la
postración del pueblo; eso es lo que menos les preocupa. Es más, son tan
desalmados que no les importó convertir a Calderón en un chivo expiatorio.
Pero lo más grave es que no se hará nada, absolutamente nada, para detener la
descomposición social que ha llevado a la inseguridad y a la violencia. Nunca
aceptarán que a millones de mexicanos, en particular a los jóvenes, se les ha
cancelado el futuro pues no tienen oportunidades de trabajo ni de estudios y sólo les
han dejado el camino de la migración o de las conductas antisociales. Van a seguir
queriendo resolver este problema eminentemente social con medidas coercitivas,
sin tomar en cuenta que la paz y la tranquilidad son fruto de la justicia.
Desgraciadamente, no vemos en el
corto plazo ninguna posibilidad de que
las cosas mejoren en beneficio de las
mayorías. Todo indica que persistirá la
degradación del país. En consecuencia,
la única alternativa es seguir luchando
hasta derrotar a la oligarquía en el
terreno político, de manera pacífica,
para hacer valer la democracia y
establecer un gobierno que combata la
codicia y la corrupción, distribuya con San Juan Achiutla, Oaxaca
justicia las riquezas de México y
garantice el bienestar y la felicidad del
pueblo.
En esta nueva etapa, considero que los integrantes de nuestro movimiento y todos
aquellos ciudadanos concientes y dispuestos a contribuir a la transformación del
país, debemos cumplir de acuerdo con nuestras posibilidades las siguientes tareas:
Amigas y amigos:
De cada uno de nosotros depende el destino del país. No nos desanimemos, no nos
detengamos y, sobre todo, no dejemos de luchar.
La mafia del poder en México se cree invencible, pero recordemos, como decía
Hidalgo, que “el poder de los reyes es demasiado débil cuando gobiernan contra la
voluntad de los pueblos”.
Ese poder alejado del pueblo impondría sus mandatos y conveniencias al conjunto
institucional de México: a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, al complejo de las
instancias electorales del país, a la Procuraduría General de la República, a la Secretaría de
Hacienda y a los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional. El país ofrecería un
panorama de concentración de poderes y riqueza en pocas manos y de exclusión hasta la
miseria de la mayoría, lo que representa la causa fundamental del desastre que vivimos en
multitud de dimensiones. Y que explica su real origen: ¿alguien estaría en desacuerdo?
Para ese control general, los monopolios de la comunicación resultan esenciales, y para la
ciudadanía el instrumento más deleznable de su degradación, ya que el espectáculo del
mundo que se les transmite es esencialmente un escenario en que sólo se vive para ganar y
acumular, para mentir y traicionar, por cualquier medio.
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Con un rasgo más que apunta certeramente AMLO: el PRI, para los oligarcas, resultaba
insostenible en el año 2000 después de 70 años de poder y decidieron entonces el
“recambio” por el PAN, cuyas torpezas y pequeñeces (sobre todo por sus presidentes) lo han
llevado a la bancarrota abismal, uno de cuyos síntomas fue su retroceso en la elección del 5
de julio. Así fue, pero ahora, ante la imposibilidad de seguir sosteniendo al blanquiazul, se
habría ya decidido otro “recambio” que haría regresar al Revolucionario Institucional al
poder en 2012: objetos desechables según la conveniencia oligárquica, papel para la
basura.
López Obrador insiste en que uno de los aspectos más graves de la crisis actual es la
descomposición moral y social que vive México, que ciertamente son factores que han
llevado a la inseguridad y a la tremenda violencia que vivimos. Y la crisis de violencia
eventualmente se enfrenta con más violencia “…sin tomar en cuenta que la paz y la
tranquilidad son fruto de la justicia”.
Lo malo, dice AMLO, es que “todo indica que persistirá la degradación del país. En
consecuencia, la única alternativa es seguir luchando hasta derrotar a la oligarquía en el
terreno político, de manera pacífica, para hacer valer la democracia y establecer un
gobierno que combata la codicia y la corrupción, distribuya con justicia las riquezas de
México y garantice el bienestar y la felicidad del pueblo”.
Propuestas sencillas, pero altamente movilizadoras que podrán frustrar en 2012 los
objetivos más despreciables de la oligarquía. Palabras llenas de saber de un mexicano que
ha convertido su experiencia de luchador político en un mensaje de esperanza.
Como a todos, a los mexicanos nos sacude el gran colapso sistémico, pero México acarrea su
propia crisis: una debacle social, económica, política y sobre todo moral. El país está en ruinas
y después de las elecciones de julio la gente se pregunta ¿ahora qué? En un respiro de su
incansable labor organizativa, AMLO nos da su respuesta.
Mal y de malas. Antes de esta última crisis ya había abandono del campo y desempleo; ya
México ocupaba el primer lugar como exportador de mano de obra, ya se habían soltado la
inseguridad y la violencia. Y con esta nueva debacle, las cosas empeorarán: habrá más
pobreza, desempleo, inseguridad, violencia. No podemos esperar nada bueno.
La del 2012 será una batalla, la de este año fue una escaramuza. Era necesario que
participáramos porque de todos modos nos iban a cargar los resultados, de modo que si la
ensartábamos la perdíamos y si no la ensartábamos también. Pero desde el principio
sostuvimos que no era una cuestión fundamental, pues nosotros nos fijamos como objetivo
principal la transformación del país y los comicios de julio no eran tan importantes en la
búsqueda de ese propósito.
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Además, pese a que fue una elección de aparatos donde lo que contó fue el dinero y los
medios, el 20% de votos que sumaron PRD, PT y Convergencia no es despreciable.
Muchos que no votaron esta vez si lo harán en el 2012. Y a nosotros nos toca aprovechar estos
tres años para fortalecer la organización. La tarea básica del movimiento es concientizar y
organizar al pueblo con vistas a que en el 2012 demos el paso decisivo hacia la
transformación.
Primero organizar al pueblo. No basta con lograr acuerdos entre partidos, lo principal es la
organización del pueblo. PRD, PT y Convergencia no tienen organización abajo y no se
enfrenta a la oligarquía sin organización y movilización ciudadana. El cambio será de abajo
hacia arriba y va a depender de la gente. Por eso es fundamental la organización.
Si pensáramos sólo en términos políticos pondríamos por delante la unidad de los partidos,
pero si pensamos más en la transformación del país -sin hacer a un lado esto que es
importante- tenemos que poner todo el énfasis en el trabajo de concienciación y organización
de los ciudadanos. Esa es la esencia.
En Iztapalapa claro que estaban partidos, bien partidos, y sin embargo allí se atajó el fraude y
se hizo valer la voluntad popular. Allí la gente decidió. No es cierto que todo viene de la división.
La división arriba, la de los dirigentes, no es lo más importante. Porque siempre que hay
movimiento hay diferencias: en la Reforma, Ocampo era radical y Comonfort moderado, y en
la Revolución, ni hablar... Siempre ha habido eso, pero no hay que quedarse ahí. Hay que
buscar la unidad, desde luego, pero entender que lo más importante es la unidad del pueblo
mediante el trabajo de organización.
Un ojo al gato y otro al garabato. La crisis va ha empobrecer más al pueblo. Pero precisamente
por eso hay que poner por delante la necesidad de trabajar para la transformación del país. No
pido que la gente deje de buscarse la vida, pero pensemos que cada día va a ser más difícil si
no hay un cambio. Hace poco vinieron dirigentes campesinos a ver que acordábamos para
cambiar este régimen de opresión e injusticia, que ya no se aguanta. Organizaciones con
muchos años en la actividad productiva y por mejores condiciones de vida, pero que ahora, sin
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dejar de hacerlo y con un ojo al gato y otro al garabato, están buscando también impulsar un
cambio profundo.
Y nosotros tenemos las Casas del Movimiento, donde la gente se organiza contra los cobros
excesivos de luz, agua, predial, tarjetas de crédito. Se ayuda a la gente pero al mismo tiempo
se le dice que si no cambiamos las cosas en dos meses le van volver a cobrar de más. Porque
han privatizado la industria eléctrica, porque la Comisión Federal de Electricidad está
comprando energía a empresas extranjeras a precios excesivos. Entonces sí hay una relación
estrecha entre luchar por satisfacer nuestras necesidades y luchar por la transformación del
país.
La vía electoral. Es importante aclarar que queremos el cambio por la vía pacífica y
electoral. A pesar de fraudes, de trafico con la pobreza, de maluso de recursos públicos,
de que los medios favorecen al PRI y al PAN, de que los dados están cargados, de que
quieren destruirnos políticamente... A pesar de todo eso, hemos decidido transformar al
país por la vía electoral. Respeto a quienes defienden la vía armada como forma de lograr
la transformación, pero no comparto ese punto de vista. En primer lugar porque no
queremos el enfrentamiento entre mexicanos, entre el mismo pueblo, y los soldados son
pueblo, pero además porque se daría pretexto a la oligarquía para terminar de imponer un
régimen autoritario, un régimen de terror. No queremos eso. Por eso hemos decidido
participar por la vía electoral.
a la cuenta número 05 44 55 50 80