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SER HUMANO
Muchas veces escuchamos las frases: “Estoy prestado aquí”, “No pertenezco
aquí”, etc. Estas frases tienen su sentido: no somos oriundos de la Tierra. Somos
parte de la Conciencia universal que en el planeta Tierra desarrollan conciencia
humana, es decir, somos sencillamente “extraterrestres”, polvo de las estrellas.
Nuestra presencia en la Tierra está marcada por la tarea de aprender a AMAR
INCONDICIONALMENTE. No debería ser tan difícil aprender a amar
incondicionalmente, si no fuera por los “fallos” de nuestra conciencia.
El Universo se desarrolla constantemente, se encuentra en el indetenible e
interminable movimiento. Todos tipos de conciencia pasan por las etapas
evolutivas y al alcanzar un grado determinado del desarrollo ocupan otras
dimensiones dentro del Universo para continuar su evolución.
La conciencia humana también pasa por las etapas evolutivas dentro del “plan
general” de la evolución. Y no depende de nuestro “quiero-no quiero” participar
en el plan.
Cada etapa está marcada por una matriz de conciencia. El proceso evolutivo
continuo se divide en épocas o yugas. Cada yuga tiene la duración de
aproximadamente 26 000 años terrenales. Un año cósmico es equivalente a los
500 años terrenales. Y cada yuga a su vez se divide en eras, con la duración de
cada cual de aproximadamente 2000 años. Por ejemplo, ahora está terminando
la Kali Yuga y su lugar ocupará la Satia Yuga. La era de los Pises se cambia por
la era de Acuario. Cuando llegan las épocas de cambio las transformaciones
ocurren absolutamente en Todo: en las galaxias, en los sistemas dentro de las
galaxias, en las conciencias existentes en los universos, etc.
La época de Kali Yuga fue marcada por la Matriz de Sacrificio. Cualquier matriz
podríamos representar en forma de un manto transparente, compuesto de
diferentes componentes, los cuales en su conjunto crean un programa mental a
seguir. Prácticamente todo lo que conocemos de la historia de la humanidad está
relacionado con un interminable sufrir por sobrevivir en las condiciones naturales
adversas, entre las guerras, cataclismos y conflictos políticos y sociales.
El planeta Tierra es el planeta de AMOR. Tal vez por eso, todos los habitantes de
la Tierra luchan en primer lugar por ser amados, ya que perdieron el juicio de
que cada uno de nosotros en esencia es AMOR, y buscan este amor perdido en lo
externo.
El miedo nos domina a través de los deseos o ideas falsas, nos hace creer que
son nuestras necesidades. Para ser amados necesitamos una de las tres cosas o
sus combinaciones: belleza física, inteligencia o dinero. Los agraciados tienen el
amor de gratis. Y los que no lo son, procuran ser atractivos físicamente, ser
inteligentes o ricos, o las tres cosas juntas.
Cualquier deseo tener algo o ser dueño de algo siempre crea expectativas. Antes
de obtener lo deseado uno ya está “saboreando” los frutos. Pero, como el deseo
es exageración y requiere de una fuerza extra o esfuerzo desde moderado hasta
extremo, el resultado de lo deseado siempre será inferior al esfuerzo empleado.
Aparece la insatisfacción. La insatisfacción inevitablemente conduce hacia la
frustración, decepción, depresión y como grado máximo, pérdida del sentido de
la vida.
El sacrificio dicta sus propias condiciones. En primer lugar exige que el individuo
se comprometa con el deseo o la idea falsa. El compromiso, a su vez, exige que
el individuo cumpla con los deberes. Los deberes exigen que el individuo niegue
a si mismo. El compromiso y el deber controlan al individuo y subordinan su vida
a un código mental, orientado hacia “obtener-tener-poseer”. Y si el individuo no
obedece a este código entra en función el sentimiento de culpa por no ser como
debe ser y actúa como verdugo, indicando que la desobediencia o no la
correspondencia al código merecen un castigo.