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Violencia contra las prostitutas.

Hallazgos de investigación en la región de la frontera Española-


Portuguesa.1
Manuela Ribeiro y Octavio Sacramento
Universidad de Tras-os-Montes and Alto Douro, Portugal

RESUMEN: La violencia se ha asumido desde hace mucho como una característica intrínseca a la prostitución
femenina. Sin embargo, generalmente se le asocia al local en que la actividad se ejerce, i.e. en el espacio y
durante el tempo de trabajo. En este artículo, basado en observación directa, entrevistas en profundidad y la
compilación de los llamados “organizadores” (time-budgets). Los autores demuestran que la violencia en una
característica constante y omnipresente del tiempo y espacio ostensiblemente privado, fuera del trabajo, de
las prostitutas, aunque toma una variedad de formas y configuraciones comparables a las de la violencia en
sus lugares de trabajo.

PALABRAS CLAVE: prostitución femenina, prostitución en lugares cerrados, formas de expresión de la violencia
fuera del lugar de trabajo.

Los sexo-servidores son particularmente vulnerables a la violencia ((Alexander, 2001:20)

INTRODUCCIÓN
Las reflexiones presentadas en este artículo 1 integran los resultados de un proyecto iniciado en enero de
2001 titulado “Prostitución femenina en regiones fronterizas.” 2 El foco geográfico del proyecto es un corredor
de aproximadamente 100 kilómetros a lo ancho de ambos lados de la frontera Portuguesa-Española y cuya
longitud está delimitada por una línea que une a Valencia (Portugal) y Vigo (Galicia, España) en las tierras del
interior de la costa atlántica noroeste y una que conecta Vilar Formoso (Portugal) y Fuentes de Oñoro
(Castilla-León, España) en el centro interior de la península ibérica.
Dado que la prostitución “en lugares cerrados” o “protegida”, más precisamente, aquella llevada a
cabo en los llamados clubes, es la forma predominante en el área particular a la que la investigación a que se
hace referencia en este artículo, constituye, por esa razón, el punto de referencia empírico principal en
nuestras reflexiones.
La prostitución y los clubes en que el comercio sexual es sistemáticamente ejercido no es de ninguna
manera un fenómeno nuevo en el área geográfica en cuestión. Lo que en realidad constituye una ruptura
tanto cuantitativa como cualitativamente con el pasado es el hecho de que, durante la pasada década, ha
habido una gran expansión tanto en número como en la visibilidad social de tales establecimientos.

También es completamente nuevo el hecho de que actualmente la prostitución en los clubes se está
alimentando casi exclusivamente por mujeres inmigrantes provenientes de varios países menos desarrollados,
principalmente de América Latina. De hecho, durante nuestro trabajo de campo encontramos algunas mujeres
de países africanos y pocas si es que alguna de origen ibérico o de otras nacionalidades europeas
(incluyendo los países de Este de Europa) trabajando en estos clubes fronterizos. América Latina ha sido la
principal proveedora de mujeres que vienen a trabajar como prostitutas en clubes de estas remotas áreas:

1
Publicado en European Journal of Women´s Studies, (2005), 12 (1): 61-81. Traducido al Español por Victor
Gerardo Cárdenas González.
dominicanas, ecuatorianas, colombianas, y, sobre todo, brasileñas, dominan la f”uerza de trabajo de los
clubes” a ambos lados de la frontera. 3

Nuestra investigación de campo incluyó la observación local directa de un total de 87 clubes; un


extenso cuestionario estructurado aplicado a alrededor de 200 prostitutas mujeres de las cuales 10 fueron
entrevistadas en profundidad. 4
Entre las muchas dimensiones que en general, envuelve la prostitución y que nuestro equipo de
investigación exploró hemos optado por focalizarnos en este artículo en un aspecto específico que por lo
general se considera central en cualquier tipo de prostitución - este es el problema de la violencia. Definimos
violencia en el sentido más amplio (como lo hizo Bourdieu, 1999) - el acto en sí mismo, su frecuencia y
localización, los medios usados para inflingirla y el simbolismo que es con frecuencia parte del proceso.
Además, consideramos que significa cualquier acto o suceso que, hablando en términos generales, pretende
restringir o reprimir el desarrollo o la integridad física, psicológica, intelectual y/o emocional de un individuo. La
violencia en sus muy variadas formas, grados y ámbitos ha sido ampliamente investigada y ampliamente
referenciada (por ejemplo, Alexander, 2001; Farley y otros, 1998; Kinell, 2001; Piano, 2002) y más
específicamente, ha sido reconocida como algo que permea y se integra a todo tipo de relaciones que las
mujeres prostitutas establecen en sus lugares de trabajo, durante la jornada laboral - con los clientes, jefes,
padrotes (pimps), alcahuetes, la policía y entre ellas mismas.
Sin embargo, como pudimos observar durante nuestro proceso de investigación la violencia contra
las mujeres prostitutas también surge de muchas otras fuentes, circunstancias y situaciones externas al
contexto inmediato del trabajo sexual en que están involucradas y puede asumir muchas otras formas que los
meros daños físicos o sexuales. A pesar de la relevancia y de la diversidad de impactos en la vida de las
prostitutas, las particulares configuraciones y expresiones de la violencia fuera del lugar de trabajo, están
mucho menos bien estudiadas y documentadas que la violencia que ocurre como una concomitante directa de
la transacción de servicio sexual. Como Agustín, (2002b:7) ha resaltado muy frecuentemente, aún “aquellos
involucrados en proyectos de investigación [relacionados con la prostitución] difícilmente conocen algo acerca
de cómo las trabajadoras sexuales viven cuando no están trabajando”.
En este artículo, por tanto, proponemos presentar y discutir evidencia de la existencia y del modus
operandi del tipo de violencia contra las mujeres prostitutas que se manifiesta y se extiende a otros dominios
de la vida diaria, no relacionada con el trabajo de las prostitutas.

FORMAS COTIDIANAS Y EXPRESIONES DE LA VIOLENCIA FUERA DEL TRABAJO.


Basándonos en nuestras observaciones directas, la recolección de datos a través de entrevistas en
profundidad, cuestionarios y la compilación de “organizadores” 5 identificamos como las principales
expresiones de este tipo de violencia el constante vacío, monotonía claustrofobia y el rechazo social
inherente en la vidas cotidianas de las mujeres que contactamos. Esto fue particularmente cierto en el caso
de aquellas mujeres para quienes el club (burdel) funcionaba tanto como lugar de trabajo y como lugar de
residencia.
Desde la perspectiva del proveedor de servicios, la prostitución en lugares cerrados ha probado ser
mucho más segura que otras formas, con riesgos y ocurrencia de violencia a un nivel mucho menor que la
prostitución en las calles. (Carrington y Betts,2001; Farley y otros, 1998; Kinnell, 2001; Price, 2001). Sin
embargo, argumentaremos que la violencia, aunque con formas, características y efectos particulares, - es un
factor de sustancial importancia como información y como modeladora de la vida que la gran mayoría de las
prostitutas enfrentan fuera del lugar de trabajo y de las horas laborales de su profesión. Debido a la
naturaleza silenciosa, escondida e insidiosa de esta forma de violencia, con frecuencia no se le reconoce
como tal y no es verbalizada por las propias prostitutas.
Tal como nosotros lo entendemos, la violencia cotidiana, fuera del trabajo, a que estas mujeres están
sometidas, tiene mucho que ver con los siguientes aspectos de su vida y de su trabajo:

1. El desarraigo como patrón de empleo que caracteriza a la prostitución “al interior”.

2
2. la frecuente práctica de trabajo y residencia bajo las mismas premisas.
3. La naturaleza nocturna de la profesión y las consecuencias sociales de la correspondiente
distribución del tiempo libre; y
4. el omnipresente estigma de ser una prostituta.

De un club a otro, Prostitutas de Clubes como itinerantes desarraigadas.

Para casi todas las mujeres extranjeras que ejercen la prostitución en los clubes en el área fronteriza
cubierta por esta investigación, llegar por primera vez y empezar a trabajar ya sea en España o Portugal, se
convierte en una época traumática que incluye, sin lugar a dudas, un paso gigantesco (con frecuencia hacia lo
desconocido) pero también un esfuerzo enorme en términos de la adaptación a una nueva cultura, un clima
diferente, comida extraña y la ausencia del sistema de apoyo que normalmente proveen amigos y familiares.

Todo aquí era completamente extraño y me hacía sentir muy rara. ¡Todo lo que dejé atrás - mi país, mi
gente - empezó a significar mucho para mí! (mujer colombiana, 28)

Con estas palabras acentuadas por incontrolables sollozos y lágrimas, una mujer colombiana recientemente
llagada trataba de explicar lo que sentía cuando empezaba a trabajar en los burdeles del área fronteriza entre
el norte de Portugal y España.
Debido a la necesidad de los dueños de los clubes de regularmente renovar los suministros de
trabajo, por una parte, y por la otra, el hecho de que muchas de las prostitutas son ilegales o inmigrantes no
registradas que optan por mantener un perfil bajo y permanecer ocultas, estas mujeres tienden a mantener
lazos poco duraderos con los clubes, en algunos casos, la duración se establece de antemano, 6 y en otros,
está sujeto a valoraciones y decisiones hechas de vez en cuando ya sea por el jefe o por las propias mujeres.
Dado que los tiempos que pasan en cada club son variables y el trabajo es irregular, se tiende a desarrollar
una rotación más o menos sistemática y frecuente “rotación” del “staff” entre los clubes a todo lo largo de la
región fronteriza. En la mayoría de los casos son las propias prostitutas quienes deciden cambiar un club por
otro o el tiempo que permanecen en cada uno de ellos (Ribeiro y Sacramento, 2002: 210).
Este constante deambular de club en club hace especialmente difícil para las mujeres el mantener o
profundizar cualquier clase de amistad que pudiera darse entre ellas, o entre terceras personas, o disfrutar
cualquier clase de vida social no relacionada con el trabajo bien establecida. Esto significa que en gran
medida, su rutina diaria se reduce a una sucesión de contactos más o menos superficiales espontáneos y
fugaces que se repiten constantemente. Para la mayoría de estas mujeres, las relaciones humanas que
desarrollan en su profesión típicamente tienden a ser efímeras, frágiles, limitadas en tamaño y repetitivas.

En mi experiencia, cuando entras en este juego (el mundo de la prostitución) la verdadera amistad o
nunca aparece o aparece muy rara vez (mujer brasileña, 22)

La inevitable rotación de las mujeres entre los diferentes lugares de trabajo tiene el efecto de cambiar
constantemente la pertenencia aunque renovando la escala y composición de los grupos femeninos que
comparten los mismos alojamientos. Esto lleva a la constitución de ambientes “domésticos” dominados por
tensiones y desconfianza mutua, los cuales, por consecuencia, funcionan sobre la base de estrategias
defensivas que son esencialmente individuales y / o individualistamente orientadas. Debido a los propósitos,
características y funcionamiento de los alojamientos, que ellas están forzadas a compartir, las mujeres buscan
alojamientos meramente transitorios. Incapaces de personalizar los espacios que ocupan como visitantes
temporales, éstos permanecen desprovistos de referencias históricas o relacionales de su propia identidad;
como una mujer brasileña de 34 años subrayó, “nunca llegamos siquiera a desempacar nuestras maletas”.
Por todas estas razones, los alojamientos de estas mujeres constituye una de las facetas más visibles del
desarraigo social y emocional que caracteriza sus vidas diarias. Por otra parte, las mujeres constantemente
se enfrentan a lo desconocido como resultado de su circulación itinerante entre clubes y entre territorios, en
tanto tales, ellas constantemente son asaltadas por el temor, ansiedad y la amenaza de que sus esperanzas y

3
expectativas se desvanezcan - con particular intensidad, como muchos entrevistadores confirmaron, en las
primeras semanas después de su arribo a Europa.

Los indiferenciados espacios de vida de las prostitutas: Trabajar y vivir en el mismo establecimiento.

Los dueños de los clubes por lo general proveen a las mujeres que trabajan en ellos, alojamiento - ya
sea en los mismos clubes, en apartamentos o casas que son de su propiedad o que rentan. En ambas
situaciones, particularmente cuando las mujeres viven en los mismos edificios en los que prestan sus
servicios sexuales, el alojamiento está muy lejos de brindarles el necesario distanciamiento que permitiera
que estos lugares funcionaran como un refugio en el que ellas pudieran liberarse - aunque sea temporalmente
- de la red de relaciones en que la prostitución las envuelve. Por el contrario, el hecho de que el alojamiento
sea contiguo al lugar de trabajo o que sea controlado de alguna manera por el propietario del club confirma la
continuidad espacial y temporal que existe entre el lugar de trabajo y el “hogar”. Incrementa la probabilidad de
que uno de estos mundos impregne al otro, amenaza la mínima privacidad que pudiera existir y expone el
espacio privado a las interferencias y vigilancia por parte del dueño del club o de sus secuaces.
La práctica de requerir que las mujeres vivan y trabajen en el mismo edificio, o el instalaciones de la
propiedad del dueño del club o controladas por él, evidentemente restringe la libertad individual y la
autonomía de estas mujeres significativamente y les impone disciplinas altamente reguladas y en las que
tanto las transgresiones como los engaños son rápidamente descubiertas y castigadas.

Hay clubes donde, si necesitas ir al estilista, ir de compras o ir al doctor, tienes que pedir permiso
al dueño. Yo trabajé en uno en donde el jefe de hecho me multó con 50 euros- solo porque me
detuve en la calle a saludar y platicar con un amigo. Yo no sé como lo averiguó pero cuando
regresé a casa, él ya estaba enterado de cada detalle de lo que había hecho mientras estuve fuera
(mujer brasileña, 21)

El ejercicio de este tipo de control implica que en los casos más extremos, aunque sean los menos frecuentes,
los jefes imponen un amplio rango de restricciones sobre las mujeres que trabajan para ellos, lo que va desde
el tipo de doctores que pueden consultar, hasta el servicio de taxis que pueden usar. 7
En muchos casos el casi total traslape entre el lugar de trabajo, la residencia y la esfera de control de los jefes
significa que las mujeres pasen sus horas libres en gran medida restringidas a sus alojamientos. Para muchas
mujeres extranjeras este confinamiento es aún más acentuado debido a su obvia necesidad de mantener un
bajo perfil por temor a ser descubiertas por la autoridad. De hecho, mientras los jefes usan este mismo hecho
para justificar la estrecha supervisión que mantienen sobre su “staff”, las mujeres mismas usan los mismos
argumentos para explicar porqué ellas mismas se imponen las mismas o aun restricciones más draconianas.

Llegué a esta ciudad hace dos meses, pero aún ahora apenas la conozco. Como no tengo ningún
papel, tengo mucho miedo de que me atrapen. Vivo con otras chicas del otro lado del río en uno
de los apartamentos del jefe, pero nunca he ido a la ciudad. Paso todo el tiempo en casa, duermo,
veo televisión, mucha televisión-leo los horóscopos, telefoneo a mi mamá… y espero hasta que el
coche pasa a recogerme para llevarme al trabajo. Ni siquiera voy al estilista; tengo suerte de que
mi cabello sea naturalmente bonito. (mujer brasileña, 22)

Además, el hecho de que el trabajo y el hogar sean contiguos y tiendan a funcionar como extensión del otro,
inevitablemente significa que estas mujeres compartan muchas de sus horas libres en compañía de sus
compañeras de trabajo. Claramente, este tipo de situación incrementa la tendencia hacia el establecimiento y
mantenimiento de círculos cerrados de comunicación que en su caso, alimentan conflictos interpersonales
tensiones y disputas que puedan existir en una esfera y la otra, haciéndolas, al final más intensas y
autorreforzantes.
Por razones que están fundamentalmente relacionadas con la competencia por los clientes, las relaciones
entre las mujeres que trabajan en la prostitución tienden a estar sobrecargadas de generosas dosis de tensión

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y conflicto y esto a ha conducido a algunos autores a concluir que generalmente “las mujeres de la noche” se
vean entre sí como enemigas. (Oliveira et al., 2001; 27)
A pesar de su importancia, no podemos concluir que la competencia, y las tensiones interpersonales que esto
genera estén restringidas a la esfera de la prostitución. Sin embargo, en el caso concreto de la prostitución, la
articulación de la competencia por el mercado y el conflicto interpersonal desarrolla características más
complejas. En la ausencia del tipo de discontinuidades espaciales o temporales que surgen de la clara
demarcación entre el lugar de trabajo y el espacio personal lo que provee acceso a refugio seguro, zonas de
escape y estrategias de reducción de tensión que ayudan a aliviar las presiones generadas por los tipos de
choques interpersonales, más pronunciados y problemáticos; hay una propensión y un potencial mucho
mayor a crear una espiral creciente de desencuentro y conflicto entre las mujeres. Este tipo de situación,
conduce también a un énfasis exagerado en las características más pronunciadas o patrones conductuales,
tendencia que se acentúa por la proximidad física en un espacio confinado al que las mujeres están atadas o
al que se sujetan así mismas. La alta circulación de las mujeres entre los clubes, lo que interrumpe la
cohabitación y es disruptivo el ambiente doméstico, permite que las hostilidades se detengan - aunque sea
temporalmente - y retrasa el desarrollo de conflictos mayores.
Tanto las prostitutas como los dueños de los clubes fueron entrevistadas repetidas veces en referencia al
hecho de que diferentes formas de violencia forman parte de la vida cotidiana en los espacios de no trabajo
de estas mujeres, en los alojamientos que les proveen sus jefes. Los dueños de los clubes, con frecuencia se
refieren a dichos conflictos como un medio para ilustrar lo que ellos consideran una incapacidad innata de
estas mujeres prostitutas para desarrollar cualquier suerte de conducta interpersonal civilizada o vida
comunitaria. Argumentan que es en el mejor interés de las mujeres, que se impone un régimen estricto y
rígido, de tal manera que “se les protege de ellas mismas”. 8

La vida diaria, “patas-arriba” de las prostitutas de los clubes

La prostitución en general y las actividades de la prostituta que trabaja en lugares cerrados en particular, son
un fenómeno nocturno. Como regla general, los clubes abren entre 9:00 y 10:00 por la noche hasta alrededor
de las 4:00 de la mañana entre semana y las 5:00 en los fines de semana. 9 El periodo de trabajo es continuo
y sólo ocurren interrupciones como resultado de la falta de clientes. Como regla general las mujeres tienen
que cumplir rigurosamente con sus horarios de trabajo.

¡Si llegas tarde, el jefe empieza inmediatamente a gritarte! (mujer ecuatoriana, 29)

En la mayoría de los establecimientos a las mujeres se les permite tomarse un día libre(o más bien,
una noche) a la semana. Por razones obvias, estos días se corresponden con los periodos “flojos”, tales como
los lunes y están totalmente prohibidos en los fines de semana.

Los días libres se controlan hasta cierta medida. Tienes que avisar con anticipación cuando quieres
uno. Nunca se permite en el fin de semana y, encima de todo, no puedes tomarte todo el día libre.
Pero, entre lunes y miércoles, eres libre de escoger el día que tomarás libre. (mujer brasileña, 35)

Sin embargo, muchas mujeres dicen que nunca han tomado un día libre o que lo han tomado muy rara vez.
Quines tienden a no tomar días libres dicen que esto se debe a la carga financiera que contrajeron en sus
hogares para poder entrar a la prostitución. Algunas veces esto se refiere a los apoyos económicos que
proveen a sus familias de origen, en otros casos, a las deudas en que incurrieron antes de llegar a Europa;
son también mujeres que se han puesto metas financieras que quieren alcanzar antes de que abandonen la
profesión y regresen a sus hogares.

Vine a Europa con una meta muy clara en mente. Necesito ahorrar suficiente dinero para comprar
una casa y poder darle un poco más de comodidades a mi mamá que está muy enferma. No vine
aquí como turista o de paseo. Estoy aquí para trabajar tan duro como sea posible, para poder

5
alcanzar mi meta tan pronto como sea posible y regresar a casa. Tengo una idea muy clara de
cuánto necesito ahorrar. Así que cada día anoto cada centavo que ahorro y cada centavo que gasto.
De esa forma puedo controlar y planear mi vida un poco mejor. (mujer brasileña, 21)

El número de horas que las mujeres requieren trabajar cada día y el hecho de que sea exclusivamente trabajo
nocturno, junto con las tensiones abiertas o latentes que encuentran en la profesión hace seguro que la vida
“diaria” de estas mujeres esté casi por completo desconectada socialmente. Ciertamente, la “rutina diaria” de
las mujeres prostitutas tiene un ciclo casi completamente contrario en comparación con el estilo de vida de la
mayoría de la gente; trabajan toda la noche, duermen durante la mayor parte del día, y solo ocasionalmente,
si es que alguna vez, pueden disfrutar de un fin de semana, lo que la mayoría de la gente da por sentado. En
una sociedad que básicamente está estructurada alrededor de la necesidad de responder de maneras
específicas y diferenciadas a las prácticas de trabajo predominantemente diurnas, los patrones temporales de
las prostitutas son excéntricos, por decir lo menos y en claro contraste con las formas dominantes de la
distribución social y uso del tiempo y del espacio. Este mundo “patas arriba” casi siempre tiene efectos
perniciosos, como algunas de las mujeres que entrevistamos pudieron confirmar.

Aún si hubiera dormido bien, cuando me levanto, realmente nunca me despierto por completo. Me
siento medio adormilada la mayor parte del tiempo. Es como si nunca estuviera totalmente consciente.
Ando por ahí como si estuviera medio anestesiada. (mujer brasileña, 35)

Los datos recolectados por medio de los organizadores muestran que el tiempo fuera de las horas de
trabajo de las prostitutas, i. e. a groso modo el periodo entre el final de la noche de trabajo y el momento en
que bajan al bar alrededor de las nueve, la siguiente noche, de hecho consiste en una serie de sucesos muy
rutinarios casi carentes de contenido significativo, predominantemente de ocio y frecuentemente centrado en
las preparaciones necesarias para el trabajo de la noche. En breve, las prostitutas de clubes que pasan sus
días, semanas y meses de esta manera, experimentan un medio vivir, conducente solo a su futuro
empobrecimiento social y espiritual.
Avanzadas las mañanas o temprano por las tardes se ocupan en soñar. La mayoría de las mujeres
se levantan alrededor de las dos de la tarde e inmediatamente desarrollan todas las actividades rutinarias
características del inicio del día para cualquier persona. El lunch lo toman hasta después de las tres de la
tarde. La mayor parte del resto del día lo pasan en sus alojamientos, sin hacer nada en particular o
“relajándose”, como mucha gente lo llama: viendo mucha televisión – principalmente programas brasileños o
mexicanos que las televisoras españolas y portuguesas transmiten en amplias dosis y que de cierta manera
ofrecen un viaje virtual de regreso a casa. También escuchan música, leen revistas románticas o cosas por el
estilo, o solo “platican con alguna u otra compañera”. (mujer brasileña, 35) Durante la tarde, también lavan y
planchan su ropa quizá se tiñan o arreglan el pelo o solamente se arreglan las uñas. Puede haber tiempo
también para telefonear a parientes de sus lugares de origen – algunos mantienen contacto casi diario, otros
más esporádico. Subrayando el gasto que esto involucra, una mujer brasileña de 35 años bromeaba – ¡mi
teléfono celular es mi chulo!
El contacto directo y constante que estas mujeres mantienen con familiares que dejaron en sus
países de origen no solo sirve para proveerles formas concretas de responsabilidades y preocupaciones
compartidas, también aportan un medio real para sustituir el contacto emocional, la solidaridad y apoyo de
que frecuentemente carecen en el excéntrico estilos de vida que la profesión les impone. El teléfono es un
medio por el que pueden compartir sus penas, sus fracasos, las pequeñas victorias y momentos felices de los
que sus rutinas diarias se componen.

[Si tengo un problema] No lo hablo con nadie de aquí. Me encierro en mi recámara y lloro. O le llamo
por teléfono a mi mamá. (mujer brasileña, 31)

El tiempo entre el lunch y la comida también se ocupa con pequeñas salidas, casi siempre en grupos,
para ir al estilista, al supermercado o a un centro comercial o solo para tomar café o una bebida y pasar el

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tiempo en algún bar o café local. Algunas veces, como el trabajo de campo confirmó en numerosas
ocasiones, algunas prostitutas pasan la tarde fuera con un cliente con quien han establecido una relación
especial, más cercana, que en algunos casos se acerca a la de un noviazgo regular. Otras vuelven a su
ejercicio profesional haciendo algunos “extras” (como ellas llaman a los “trucos” que hacen fuera de los
locales y de las horas de trabajo). Estos “extras” son esencialmente para compensar la pérdida de sus
ahorros y asegurar que sean capaces de alcanzar las metas de ingresos que se han impuesto a ellas mismas.
Aceptando que estos trucos diurnos generalmente corresponden a periodos de demanda baja en los clubes
en que las mujeres trabajan, i. e. cuando, por cualquier razón, se aparecen pocos clientes nocturnos.
En un día de trabajo, la comida -normalmente tomada alrededor de las 8.00 por las tardes- culmina el
tiempo de no trabajo de las prostitutas. Entonces es el momento de empezar los preparativos para una larga
noche de trabajo, que primeramente incluye la metamorfosis visual requerida para la profesión y, en algunos
casos, los pequeños rituales que pudieran ofrecer alguna protección de los innumerables riesgos que todas
las noches les esperan, tan familiares para todas y experimentados por la mayoría.

Enciendo una vela y rezo por que Nossa senhora de Fátima me proteja y porque sea una buena
noche. (mujer brasileña, 35)

Tanto los organizadores que fueron recopilados como la observación directa que se realizó durante
el trabajo de campo indicaron que los periodos diarios de las prostitutas de no actividad laboral no
involucraban mucha actividad. La atmósfera general está dominada por una especie de letargo y un alto
grado de adormilamiento en el que las mujeres mantienen esencialmente la misma red de relaciones - aunque
con algunas diferencias en intensidad y diferencias sutiles en forma- que son características de sus horas de
trabajo. Hay pequeñas brechas o discontinuidades que de alguna manera u otra permiten que las tensiones
se liberen, se mitigue la ira o que los conflictos se resuelvan, consecuentemente; hay poca oportunidad para
que emerjan incluso pequeñas diferencias estilos de vida que pudieran ayudar a evitar a restaurar el equilibrio.
Por otra parte, como algunas de las entrevistas permitieron remarcar, el hecho de que las horas de no trabajo
se pasen en tales banales y estéril manera conduce tanto a la invención de pretextos para las discusiones y
las consecuentes disputas.
Hay muchas muchachas viviendo en aquí [en un apartamento rentado por el dueño del club]. Aunque
hay algunos mejores que otros, hay discusiones todo el día. No podrían creer cuanto chismorreo hay.
Estamos aquí todo el día sin nada que hacer- así que, ¿qué es lo que esperabas? (Mujer brasileña, 24)
Enfrentadas a la excesiva estandarización, sedentarización y trivialización de su rutina diaria de
(in)actividad e (Inter) relaciones exacerbadas y acentuadas por el confinamiento residencial, social y
existencial que la exclusión multifacética les impone, las mujeres prostitutas tienden a ver sus propias vidas
tanto física como mentalmente dolorosas, violentas y clustrofóbicas.

Nunca me siento capaz de dejarme a mi misma “ir” (Mujer brasileña, 20)

No vivimos como los otros seres humanos - solo vegetamos. No soy un animal. Yo quiero salir de
esta línea de trabajo. (Mujer brasileña, 27)

En algunos casos las mujeres recurren al alcohol 10 - y con mucho menos frecuencia a las drogas- como un
medio para afrontar la rutina repetitiva y limitada de sus vidas, en particular, los largos periodos que pasan sin
tener nada significativo que hacer.
La rutina diaria es dura para las mujeres. Es por eso que frecuentemente empiezan a tomar
demasiado. (Dueño de cub, 50)

A partir de las precedentes observaciones, se puede inferir que la profesión que ejercen las mujeres
prostitutas en los clubes, profundamente y de manera decisiva moldea el contenido del tiempo que no es
ocupado por el trabajo.

7
El Estigma omnipresente- Siempre y solo prostitutas.

Hay muchas otras fuentes y manifestaciones de la violencia en las vidas de no trabajo de las mujeres
prostitutas de los clubes, que toman la forma de prácticas más o menos diferenciadas de exclusión y/ o
marginalización que están frecuentemente asociadas, desde el punto de vista de muchas de las mujeres
entrevistadas con el estigma de la prostitución. De acuerdo con Goffman (1970), un estigma es un atributo
peyorativo socialmente construido usado para distinguir a una persona dada de tal manera que su identidad
se configura primariamente en términos de las características impuestas a él/ ella, más que sobre cualquier
otra base. Ramos (2000) argumenta que la exclusión social es el corolario del estigma, con estos dos
fenómenos articulados de la siguiente forma:

Se pone el énfasis en las características que hacen presumiblemente el descrédito de quien las
posea [estigma] haciendo imposible para la sociedad aceptar a las personas así identificadas.
[exclusión].

La mayoría de quienes nos confiaron que habían sido víctimas de discriminación contra sus actividades
profesionales identificaron la humillación personal como el efecto más inmediato y directo. Ellas libremente
admitían que dichas experiencias no solo erosionaban considerablemente su autoestima sino que también
hacían menos factible la construcción de una auto-imagen positiva. Nuestras entrevistas identificaron como
directamente asociado con el estigma, los siguientes tipos de violencia fuera del trabajo:

1. Ostracismo y rechazo en el hogar. Los vecinos del conjunto de departamentos, cuando los jefes
las hospedaban en ese lugar, reaccionaban negativamente de una manera de formas, que van
desde el rechazo a compartir el transporte con ellas hasta la organización de solicitudes
demandando que dejaran el lugar- típicamente refiriéndose a su ocupación como la principal
fuente de descontento.
2. Prejuicio en el espacio público. Los clientes (en particular las mujeres) de algunos de los bares,
cafés, tiendas, estéticas, frecuentados por prostitutas adoptan conductas basadas en el prejuicio.
Como una prostituta brasileña (edad 27), remarcó:

…En esta ciudad la gente es realmente prejuiciosa. Tan pronto como oyen el acento brasileño
empiezan a mirarnos fijamente. O se sientan lo más lejos posible de nosotras como si tuviéramos
algo contagioso.

Para evitar tanto como sea posible tales manifestaciones de prejuicio particularmente en las pequeñas
ciudades fronterizas cuyas características conducen aún más fácilmente al control social más activo y cercano,
las prostitutas frecuentan establecimientos más modestos - especialmente cafés y restaurantes - lejos del
centro de la ciudad, con menor afluencia de clientela y donde su presencia es más fácilmente tolerada o
incluso abiertamente bienvenida por los dueños al igual que por los clientes. Esto es otro ejemplo de cómo la
ocupación de las prostitutas y su estatus limita la amplitud de su interacción con el resto de la sociedad
restringiéndolas a un más limitado número de círculos de relaciones haciendo su rutina diaria y sus vidas en
conjunto, más claustrofóbicas que nunca.
El pronunciado grado y extensión de las actitudes hostiles y las reacciones encontradas en el medio fuera del
trabajo de las prostitutas plenamente justifica la declaración de una prostituta de Barcelona, Carreras (2002),
y hace eco de de la mayoría de las mujeres con quienes hablamos “lo que es más difícil en esta línea de
trabajo es la incapacidad de la gente para entender su intolerancia y los insultos” (Citado en gara.net, 2002).

La condición de desviadas: Estigmatización y Exclusión Social como construcciones Ideológicamente
Represoras.

8
Mucho de la violencia que se manifiesta en las vidas -fuera del trabajo- de las mujeres prostitutas es tanto
directa como indirectamente relacionada con las predominantemente negativas formas en que la sociedad ve
y valora el comercio sexual. (Bindman y Doezema, 1977:3). La profunda y excesiva exclusión social que las
mujeres identificadas como prostitutas generalmente experimentan procede de la profunda estigmatización a
que están sujetas. (Pheterson, 1999; 1; Pons y Serra, 1998; 499).
En efecto, el comercio sexual es tomado como el único punto de referencia alrededor del cual la sociedad
define la identidad y existencia personal de las mujeres prostitutas (Briz, 2002). En abril de 1998, Gabriela
Leite no dudó al decir que,

La mayor violencia que puede inflingirse a la prostituta es el prejuicio contra su actividad y el estigma
asociado a ella.

El estigma adjunto a la provisión de servicios sexuales por dinero funciona como un poderoso mecanismo de
represión y control ideológico y simbólico sobre una forma de vida que no se ajusta a los valores
hegemónicos y a los cánones morales y que por tanto es percibido como desviante. La vida sexual de las
prostitutas predominantemente comercializada difiere de los patrones institucionalizados y parece constituir
un desorden con respecto a los principios socialmente establecidos en relación a la sexualidad y el género y
por consecuencia las consigna a una categoría de transgresoras. (Adelman, 2000).
Ya que la conducta sexual de las prostitutas es definida tanto como transgresora como “anormal” y, en tanto
tales, peligrosas y amenazantes para la sociedad, esta se adopta como la única característica de su identidad
social y constituye la base y justificación para la desaprobación sistemática de la sociedad (Ericsson, 1980;
344).

VIOLENCIA COMO REPRESIÓN DE BASE AMPLIA - IDEAS CONCLUYENTES

En la prostitución la violencia se expresa transversalmente en una serie de formas y, en particular, en la


existencia social legal y económicamente precaria- por no mencionar la existencia temporalmente “patas
arriba” de las mujeres que venden servicios sexuales. Las víctimas frecuentemente no entienden lo que las
acciones violentas pueden significar para su autonomía y auto determinación, tampoco entienden a cabalidad
la extensión del daño personal que esto les puede infligir. Esto es particularmente cierto en el caso de la
violencia simbólica es decir; “aquella que es llevada a cabo usando puramente medios simbólicos de
comunicación y conocimiento o, mas precisamente de incertidumbre y reconocimiento o, en el extremo, la del
sentimiento (Bourdieu, 1999;7). La forma específica de violencia que, en el caso de la prostitución,
básicamente se manifiesta en la estigmatización social, se fundamenta en sistemas de percepción,
apreciación y acción, socialmente legitimados como algo inevitable, natural y básico. En otras palabras,
corresponde a lo que Bourdieu (1999;29) llamó “construcción social naturalizada”.
Como nuestro trabajo de campo ha mostrado, la violencia en la prostitución trasciende los estrictos limites del
eje estructural sobre el que las relaciones de género están fundadas y muy frecuentemente como pasa en las
situaciones fuera del trabajo, carece de un agresor directamente o personalmente identificable
(supuestamente el cliente y/o el chulo, o dueño del burdel). Es de hecho, una violencia sin rostro, con líneas
solo vagamente delineadas que se manifiesta mucho más en un nivel psicosocial más que físico que se
extiende más allá del contexto de la transacción sexual para pernear los espacios y tiempos supuestamente
reservados para las actividades “fuera del trabajo” de las mujeres involucradas. En los intersticios entre los
periodos nocturnos en que la profesión de las prostitutas se ejerce, se encuentran diversas y prevalecientes
formas de violencia que van desde el desamparo social hasta la exclusión social y física, la generalización de
rutinas triviales fuera del trabajo, hasta la estigmatización y el ostracismo social, todos los cuales emergen
directa o indirectamente del estilos de vida que domina y conforma el ejercicio de esta profesión. En contraste
con lo que pasa en los contextos laborales, este tipo de violencia tiende a ser casi invisible socialmente.
La estigmatización social extrema y la exclusión impuesta a las mujeres prostitutas (APDHA, 2002), tanto
como la precariedad legal de sus estatus laborales y de inmigración, son los factores centrales y
determinantes que subyacen en la configuración de sus vidas diarias especialmente en lo referente a su

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experiencia en sus vidas diarias fuera del trabajo. Claramente cuando estas limitaciones convergen, se
generan un conjunto de circunstancias que son altamente conducentes a distintas formas de expresión de la
violencia, particularmente, las más sutiles, subliminales e indirectas y que invaden los espacios fuera del
trabajo de las prostitutas y que las hacen objeto de subsiguientes daños morales, intelectuales y psicológicos.

NOTAS
1
Traducción al inglés de Chris Gerry y Audrey Gerry
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Proyecto SAPIENS/99 (POCT 1/36472/soc)- “Prostitución femenina en áreas semi-periféricas de la frontera
portuguesa” llevado a cabo por investigadores de las Universidades de Tras-os-Montes y Alto Duoro (Villa
Real), Minho (Braga) y Beira Interior (Covilhá)
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El hecho de que las lenguas de los países de origen y destino sean tan similares es la más frecuente
justificación de la predominancia de mujeres Latinoamericanas con esta ocupación en las regiones estudiadas.
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Además de estas 200 mujeres que fueron formalmente encuestadas, los miembros del equipo de
investigación tuvieron numerosos contactos informales breves con muchas más mujeres quienes por
diferentes razones no quisieron contestar el cuestionario.
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Como el término lo sugiere, un ´organizador´ (time-budget) pretende calcular el uso del tiempo que las
personas tienen a su disposición. En términos generales, el método incluye compilar un registro de cuánto
tiempo la gente dedica a cada una de un conjunto de categorías de actividades o tareas (Caín, 1977). En este
caso específico, un entrevistador pidió a las mujeres prostitutas que recordaran y enunciaran de una manera
secuenciada lo que habían hecho en el día anterior, i. e. desde que habían despertado hasta que se fueron a
dormir nuevamente incluyendo el número de clientes que atendieron.
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Lo más común es que una mujer permanezca 21 días, lo que se conoce en la profesión como una plaza o
“término”.
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La práctica de los dueños de monitorear la conducta de las mujeres más allá de los límites del espacio
trabajo y de las relaciones laborales fue incluso detectada por los investigadores durante el trabajo de campo:
las mujeres a las que pedimos que contestaran cuestionarios o que participaran en entrevistas expresaban
constantemente su miedo de que el jefe se enterara o que no le gustara o que no les diera permiso; siempre
suponiendo que el jefe se enojaría por su participación.
8
Estos comentarios son representativos del amplio uso de la representación derogatoria y del discurso
denigrante por parte de la mayor parte de los dueños de los clubes y de los managers, en relación a las
mujeres que trabajan allí. Son vistas y retratadas como seres inferiores- mental y moralmente inferiores.
9
Este horario varía solo ligeramente entre establecimientos en cualquier lado de la frontera o entre el otoño, el
invierno, primavera o verano.
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“Alcohol puede ser usado como un medio para aliviar el estrés y el aburrimiento (entre las prostitutas, por
ejemplo)”. Montalvo y Echeverría, 2001; 19).

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