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Aventuras en el Negev

Por Alejandro Ochoa Romero

En mi viaje de vuelta al desierto de Negev encontré un ambiente


preferentemente acogedor. Las nubes saludaban al sol viajero del este
al oeste, la brisa caliente chocaba en la frente como si hubiera sido
enviada para transportar el calor de la vida, recuerdos de momentos
de lucha, momentos de romance cuando una bella dama se disponía a
brillar a la luz de una estrella.

Durante el día. Ya pasadas las 09:00 de la mañana nos


preparamos para un largo viaje. Las Mochilas pesadas contenían
todo objeto necesario para pasar una semana en condiciones
extremas. Chaya encendió la linterna y verifico que todo estuviera
de acuerdo a lo aprendido en el curso de sobrevivencia.

Nos sentamos alrededor de un círculo, mirándonos


comprendimos que el destino nos había unido para emprender un
viaje de vuelta. De vuelta a aquel lugar de donde una vez
asumimos nuestra identidad y prometimos llevar el signo de un
pacto eterno.
Chaya comprendió que una vez emprendido el camino estaríamos
intrínsecamente unidos para siempre en un lugar lleno de
esperanza, en donde las posibilidades de amar y concebir
renacerían llenando una nueva primavera de vida. La arena hacia
círculos que asemejaban nuestras sombras y como el viento
soplaba, los pequeños granos de arena se aprestaban a viajar a
través del tiempo.

Mí querida Chaya sigamos cubriéndonos de aventuras. El


desierto nos abraza y la roca que sostuvo las peleas y amores de
nuestros antepasados, se asemejan a las olas del mar, con cada
pisada se oye el rugir de las viejas luchas de Israel. Caminemos
por el gran cráter, saca de tu mochila el rapel, lancémonos a la
vida como los rayos del sol permiten que el aire caliente suba
hasta lo más alto de la planicie tumba de nuestros valientes.

Corramos que el brillo resplandeciente que nace del granito nos guiara
el camino. Chaya sorprendida se aquieta y bebe un sorbo de agua,
exaltada exclama " Que el soplo que nos dio vida por ello nos ofrezca
la capacidad de sobrellevar nuestra tarea “sus manos suaves y su olor
dulce se entremezclan con el olor del fuego, El calor de un día de
camino. La mirada atenta, con unos bellos ojos llenos de vida y
curiosidad femenina, Chaya reflexiona- Durante el día el cielo azulado
y el calor rechinante guían nuestros pasos hacia un lugar perdido- no
Chaya, princesa, tu serás la fortaleza que brillará y de nuestra unión
nacerá la esperanza que podrá dar vida y repoblar este hermoso
lugar. Chaya enaltecida me abraza y sus besos irrumpen en mí como
un volcán dispuesto a soplar lava y fuego.

Sentados sobre una piedra, bebemos un sorbo de agua, aprestados


comíamos unos dátiles para recuperar nuestras energías, cuando de
repente oímos un gemido detrás de una colina a unos 500 metros no
lo podíamos creer, una cabra, una cabra que de sus entrañas
tendríamos ese elixir de fuerza que proviene de su leche. En ese
momento comprendí que debía haber una fuerza superior
guardándonos y guiándonos hacia un destino de grandeza.

Ya finalizado el tiempo de Shajarit, reanudamos nuestro camino hacia


el extremo sur, en donde nos encontraríamos con las famosas minas
de cobre y hierro del rey Salomón. Acompañados por un grupo de
aves en su viaje migratorio entre Asia y África. Un espectáculo de vida
al ver las aves volar a través del desierto, un paraje que a simple vista
puede parecer tan limitado puede albergar en sus entrañas todos los
elementos necesarios para reconstruir la esperanza que nos mantiene
día a día en esta batalla por la defensa de nuestras raíces, una lucha
que es de ellos como es nuestra y que se mantiene por más de 2000
años.
Cansados después de recorrer unos 30 km, avizoramos unas
palmeras a una distancia de unos kilómetros y al mirarnos
comprendimos que una vez más nuestro esfuerzo estaba siendo
premiado, nos agarramos de las manos y trotamos con energía por el
suelo pedregoso del desierto. Ah, Chaya la sombra de un árbol de
dátil, es el alivio de la saciedad del hambre, el alivio de la enfermedad,
y la excitación de nuestras almas para reencontrarse. Dejémonos
llevar como las nubes y tomemos un instante, elevémonos y que de
nuestras entrañas la energía del bien prevalezca. Decidimos pasar el
resto del día disfrutando bajo la sombra del ala de una palmera en
medio del desierto. La frescura del final de un nuevo dia.

El frio de la noche paulatinamente da paso a los primeros rocíos de


luz, las nubes oscilan suavemente entretejiendo una sombra rojiza
emulando el despertar de colores magníficos que chocan en el
horizonte con las cimas rocosas. Del este al oeste solo tu gran
sabiduría marca la pauta del tiempo. Me dispongo a lavar mis manos
para soplar el Shofar, de esa manera agradecer al creador otro día. Al
tocar el Shofar el rugido del viento enaltece el amanecer como un león
rugiendo por su presa. Chaya ya despierta mueve suavemente el café
que se está preparando en la pequeña cafetera sobre un quemador
portátil, el olor del café estimula mis glándulas olfativas. Después de
abrazar y besar a mi compañera, alcanzo mi siddur y canto con voz
gruesa las bendiciones de la mañana, así como el cuerpo principal de
las Oraciones de Shajarit. Ya renovadas las fuerzas que provienen de
Hashem nos ocupamos de alimentar nuestros cuerpos, y para ello la
providencia nos ha bendecido, contamos con la cabra en estado de
producir bastante leche. Un tazón de leche de cabra espesa provee
tanta energía que estimula nuestro deseo de seguir nuestro camino a
través del desierto.

Chaya camina al lado mío, no te apartes demasiado hay que tener


cuidado de los alacranes e insectos portadores de veneno que
pueden causar picaduras. Accediendo nos juntamos las manos, y con
un impulso repentino logramos subir por una roca inmensa que
ocultaba detrás, una cueva. Que misterios pueden contar las paredes
de esta cueva milenaria, protegida de la erosión del viento. Sin duda,
historias de auges y caídas de gente, de gente libre, de esclavos y
conquistadores. Nos percatamos de unos detalles esculpidos en la
piedra, quizás de un grupo de judíos escondiéndose de los romanos, o
pudieran ser de grupos de judíos apartados viviendo una vida de Torá.
Chaya toma nota de las coordenadas con el pequeño GPS y promete
dar aviso a la unidad de geología para su posterior análisis. Mientras
tanto mi curiosidad me lleva 100 metros hacia la oscuridad, enciendo
una pequeña linterna de mano suficiente para dar claridad a mis ojos.
Al percatarme avizoro una pequeña abertura sobre la pared derecha
de la cueva, me acerco y logro oír muy lentamente el palpitar de un
goteo. De inmediato coloco un puntal de luz fosforescente para marcar
la abertura, y camino de regreso para dar aviso a Chaya de mi
descubrimiento. Chaya como experta en hidráulica, da un salto de
sorpresa y sonríe con una mirada desafiante.
El desafío de poner a prueba su conocimiento y experticia para
identificar tan sorprendente hallazgo que si se confirma puede servir
de suministro de agua a nuestros muchachos en campaña. Mientras
realizo un mapa del lugar, preparamos las herramientas para abrirnos
paso por la grieta. La cuerda sujeta a los ganchos es el único
dispositivo que evitara que nos caigamos a lo que parece un vacio
oscuro.

Una vez que descendemos, nos percatamos que la caída de 25


metros ha sido labrada por la erosión del agua. El agua de un pequeño
manantial que aflora por una grieta de la pared de la cueva. Es
indispensable hacer un análisis químico del agua, Chaya
inmediatamente localiza el pequeño kit portátil con los reactivos
necesarios para determinar las condiciones del agua. Los resultados
alentadores, exclama mi compañera, no hay signos de actividad
bacteriana y el contenido de Oxigeno es normal. Si es apto para
consumo humano. Decidimos descansar en una pequeña terraza,
saliente a mitad de camino hacia el fondo de la grieta. El suelo rocoso
imponía solidez y estabilidad a la estructura de la cueva. Al observar
las paredes con la luz de la linterna puedo detectar unas líneas
oscuras y amarillentas. Con un pequeño cincel desprendo pequeñas
muestras de las rocas. Chaya decide bajar y al llegar a un pequeño
pozo de agua grita exaltada, es hermoso el arcoíris que se forma
cuando los rayos de la linterna chocan con las pequeñas gotas de
agua que saltan al chocar con la roca. Quizás la naturaleza
recordándonos nuestro pacto de cuidarla y protegerla.
Al reunirme con Chaya en el fondo de la grieta, me deleito con tan
bello espectáculo de luces. Anoto las coordenadas de localización con
el propósito de ubicar este punto una vez fuera de la cueva. Quizás
alimenta un rio subterráneo. Qué suerte hemos tenido.

Me doy cuenta que la cueva tiene buena ventilación, no sentíamos la


falta de oxigeno a pesar de haber bajado por esta grieta más de 150
metros. Ya habían pasado más de 4 horas desde el inicio de la
exploración y Chaya me comenta- mi amor debemos almorzar para
recuperar nuestras fuerzas- en el momento decidimos sacar una mesa
portátil de campaña y sentarnos a saborear una suculenta comida
enlatada, en este momento recuerdo con gracia los tiempos de
descanso que pasamos en Montecarlo en donde entre besos y
abrazos éramos comensales en los mejores restaurantes de Europa.
Días de Champagne y caviar, bueno en este momento un buen atún

enlatado tendrá que satisfacer nuestras apetencias físicas. Chaya me


sirve la mitad en un plato de aluminio limpio y resplandeciente. Para la
bendición antes de comer me lavo las manos con cuidado y una vez
que doy gracias al creador por permitirnos recoger del fruto de la
tierra, le doy gracias a Chaya besándola profundamente y sintiéndola
entre mis brazos, el calor de su aliento me da fuerza para llenar de paz
mi existencia y seguir mis objetivos con férrea decisión.

Al finalizar Chaya procede a recitar el Bircat Hamzon, responsabilidad


que mi bella compañera gustosamente cumple a cabalidad. Alegre y
satisfecho salto de la silla y me concentro, ahora, es preciso
determinar si hay una salida diferente a la alternativa de volver por
donde entramos, la cual tendría como última opción. El flujo de agua
aumentaba a medida que la profundidad de la cueva aumentaba, no
obstante, la pequeña laguna no parecía aumentar de volumen. Chaya
debe existir una vía por donde el agua escapa, debemos encontrarla
con la certeza de conseguir sobre la misma otra salida. Coloco
ganchos y la cuerda del rapel baja unos 25 metros más, al no poder
ver inmediatamente decido bajar primero para colocar linternas y
alumbrar las paredes. Repentinamente, Chaya se desliza con
velocidad a lo largo de la cuerda, tropezando uno de sus pies con una
roca sólida que sobresalía de una pequeña terraza de suelo
compuesto mayormente de arcilla. La roca choca contra el agua
dejando entrever un haz de luz, sorprendido, decido sumergirme para
determinar la fuente de nuestra suerte. Al regresar la alegría me llena
de júbilo, Chaya encontramos una salida, lo que parece ser una
cascada de agua hacia algún lugar al otro lado de la cima de la
montaña. Existe un gran riesgo al desconocer la verdadera altura del
acantilado que nos aguardaba fuera de la cueva. Para no poner en
peligro la vida de mi compañera, tome la decisión de hacer el pequeño
viaje solo, aseguro unos 50 metros de cuerda adicional y atando mi
cintura me sumerjo. La abertura de salida de unos 50 centímetros,
apenas lo suficiente para deslizarse hacia el otro lado con dificultad.

En unos instantes salgo disparado como de un cañón, al caer al vacío


siento como la gravedad me empuja como el viento tira de una pluma
viajando por el tiempo, por lugares lejanos. El cielo azul me abriga,
abajo entro a un valle lleno de acacias y palmeras. La cuerda es lo
suficientemente larga para dejarme caer sobre un lago caliente de
agua limpia, cristalina que alimenta un oasis en el desierto. Al
maravillarme de tanta belleza, me quito la cuerda y saco un estuche
sellado que siempre llevo en el bolsillo de mi pantalón de campaña, el
bolsillo lateral. Mi pequeña agenda de anotaciones, en ella escribo las
instrucciones para Chaya, al jalar tres veces de la cuerda, Chaya
entiende que la salida fue exitosa y que debe recoger la cuerda para
ella iniciar su caída hacia el exterior. Después de leer mis
instrucciones procede a sumergirse y una vez que pasa la pequeña
abertura, se deja llevar por la fuerza de gravedad. Experimentando
una sensación de libertad que solo puede ser sobrepasada por la
manifestación del alma en la naturaleza.

Reunidos nos besamos y al mirarnos fijamente a través de los ojos,


renovamos nuestro pacto de amor. Chaya, tu siempre has sido mi
horizonte que llena de suerte mi vida. Ya tranquilos, me percato que el
tiempo ha volado, ya pasadas las 06:00 procedo a cantar Arvit con un
profundo agradecimiento. Después de una suculenta cena, me deslizo
dentro de la carpa y junto a mi compañera le entrego mi alma al
creador para otra noche de renovación. Las estrellas se unen con el
horizonte, otro día.

Con los primeros destellos de luz, el cielo se viste de gala y las


sombras se convierten en cuerpos de objetos danzantes, búsqueda de
un destino. Un solo creador ha dado tan grandiosas obras, para que
las descubramos a través de la unidad de nuestro ser con un
propósito, el fin de mejorar el mundo a través de la misericordia, la
justicia, y la belleza. El agua del pequeño arroyo que sirvió de anfitrión
la noche anterior se torna de un azul suave que contrasta con el verde
del oasis rodeado de un amarillo intenso. Un amarillo intenso que nos
recuerda las dificultades del camino que nos espera, la lucha entre la
mente y el cuerpo. Chaya, mi adorada compañera, me abraza y al
rozar nuestras mejillas siento el dulce olor de su aliento, sus pequeños
labios simulan una delicadeza sin igual, que en el fondo de la realidad
es todo lo contrario. Con un carácter definido y un verso
inquebrantable mi Chaya es una mujer decididamente luchadora. Una
vez que toma una decisión, no se desvía hasta alcanzar su objetivo.

Me envuelvo en mi talit y bajo el sol de la mañana me pongo los


tefilim. Con un movimiento suave me concentro y canto las oraciones
de la mañana con una concentración especial. Quería dar gracias al
creador, por permitirme llegar hasta este día en compañía de mi
amada. Para pedirle que me diera fuerzas y carácter para encontrar el
camino que nos elevaría a un mundo mejor. Al finalizar mi dulce
compañera me espera con un sabroso desayuno digno de un
guerrero. Debemos reanudar nuestra expedición, guardamos las
provisiones de agua y comida y establecemos una trayectoria hacia el
oeste que nos pudiera llevar hacia las antiguas rutas de las especies.
Cuando antiguas tribus africanas y beduinos cruzaban el desierto
uniendo Asia, África, con el Mediterráneo, cuna de la civilización
antigua. Con el sol caliente en el horizonte, ya pasadas 2 horas de
duro caminar, al subir por una colina de arena me doy cuenta que
unos saqueadores y bandidos se aprestan a atacar unas tiendas de
descanso, posiblemente de viajeros nómadas. Al observar con los
binoculares, logro contar 5 personas armadas prestas a luchar. Decido
no ignorar las circunstancias posteriores a un posible enfrentamiento
con esta banda. Le doy instrucciones a Chaya para que arme el fusil, y
llene los cargadores. En un instante, ubico a mi compañera en un sitio
seguro, con vista de 360 grados y de fácil defensa. Inmediatamente,
hago un mapa del lugar y lo ubico con coordenadas. De antemano,
reconozco las desventajas en que nos encontramos, no obstante,
nuestra mayor ventaja la de no haber sido avistados. Nuestra
presencia es ignorada por esta banda de delincuentes.

Mi experiencia en estas situaciones me dice que estos saqueadores


esperarán hasta el inicio de la caída del sol para acercarse al
campamento, y en grupos de dos atacar desde distintos frentes para
confundir y dividir el posible esfuerzo de defensa, y obtener fácilmente
una victoria. Si quiero neutralizar un frente debo retroceder unos 5
kilómetros, y delinear un trayecto de 45 grados que me permitirían
ubicarme por detrás del primer grupo de saqueadores. Rápidamente,
reviso que Chaya se mantenga segura y resguardada. Tengo poco
tiempo para alcanzar una posición de ventaja y neutralizar a este
grupo, por lo tanto, acelero mi paso y con el GPS delineo mi
trayectoria, ya pasadas 6 horas estoy en posición. Pero ignoraba que
mi compañera cambio de parecer y tomo la decisión de encontrarse en
el campamento, decidió continuar caminando hacia el campamento
situación que nos salvaría la vida al final.

Me acerco suavemente, sin hacer ruido hasta situarme a una distancia


de combate. Espero la caída del sol, y al oír los movimientos de
preparación caigo en un profundo estado mental justo anterior al
combate. Este estado me permite sobrellevar la adrenalina y el miedo
que corre por mis venas al mismo tiempo. Salto como un león, al rugir
le corto la yugular a un delincuente. No dejando que emitiera ningún
sonido, el otro sin saberlo detrás de una roca se acerca y sin medir
distancia ni posibilidades lo inmovilizo quebrándole las articulaciones
de los pies, lo amarro y le pongo un bozal para que no de aviso a sus
compañeros.

El otro grupo ya iniciaba el ataque por el lateral izquierdo, Chaya


apertrechada detrás de una roca disparaba y los mantenía a una
distancia segura. El viejo beduino, jefe de familia, aseguraba a sus
hijas y las situaba en buen resguardo. Por el sonido de los disparos
identifico el tipo de fusil. No puede ser, será que ignorando mis
instrucciones Chaya se encuentre en el campamento. Al observar con
los binoculares confirmo mi sospecha. Me altero, pero al mismo tiempo
le doy gracias, porque de lo contrario posiblemente no hubiera tenido
tiempo de neutralizar el ataque por sí solo. Alcanzo mi fusil que
colgando de mi hombro, aseguro fuertemente entre mis brazos. Al
cargarlo, disparo al flanco derecho hiriendo a uno de los tres restantes
que disparaban y se acercaban al campamento. Cuando súbitamente,
siento un ardor en mi costado derecho. Fui alcanzado por una bala, al
caer al suelo cargo la pistola que siempre llevo en el tobillo. La sangre
corría y me cubría parte de la mejilla derecha, oigo unos pasos firmes
que se hacen más fuertes a medida que se acercan. Me inmovilizo y
sin pestañear espero el momento oportuno para reaccionar. Al sentir
que estaban lo suficientemente cerca me muevo bruscamente hacia la
izquierda y disparo alcanzando a uno de ellos, el otro dispara y me
llega al muslo izquierdo. Buscando las fuerzas internas que nos
mantienen con vida me arrastro por unas piedras cortando mis brazos
y al mismo tiempo logro disparar causándole la muerte al último
bandido. Me doy cuenta que mi estado no es muy bueno. Me recuesto
en la arena y siento un alivio.

Chaya corre y asustada esperando lo peor llega hasta el lugar. Al


verme herido súbitamente rasga parte de su falda y aplica un
torniquete en mi muslo parando el sangramiento. Al darse cuenta que
tenía otra entrada de bala en mi costado derecho hace un vendaje y lo
coloca sobre la herida. Amor, amor estoy aquí nuestro destino es la
unidad y tu destino es mi destino, no te debilites y hazte fuerte ninguna
herida podrá quebrantar tu misión. Chaya, con la ayuda del viejo
beduino y un camello lo llevan hacia la tienda. Al acostarlo sobre un
manto de seda suave como las mejillas de una dama, es desnudado y
suavemente limpiado con agua y hierbas. Chaya, con entrenamiento
en enfermería, tendría que sacar las balas y cerrar las heridas con
rapidez ya que había perdido demasiada sangre. Chaya toma un
sorbo de aliento y con un cuchillo afilado procede a abrir la herida para
despejar el camino y con el dedo sacar la bala. Chaya entiende que en
sus manos está mi vida, y en un abrir y cerrar de ojos recuerdos
inmemorables pasan por nuestras mentes. El día que nos conocimos
en las riberas de las playas de Israel. Tu piel blanca, tu mirada dulce
llena de amor y comprensión. El olor de tu piel a gardenias llenaron de
paz mi interior y supe que el amor que sentiría llenaría mi vida por toda
la eternidad.

La herida profunda es inspeccionada por las manos de Chaya en


búsqueda de la bala. Al encontrarla y ubicarla introduce una pinza con
la cual logra extraerla, aplica el mismo procedimiento sobre la herida
del muslo, y extrae la bala con éxito. Se dispone a cerrar las heridas y
calienta agua para desinfectar un rollo de nylon que utilizaría como
sutura. Después de 2 horas logra acostarme sobre un lecho
compuesto de almohadas y cueros. Caigo en un profundo sueño.
Chaya, exhausta logra descansar y al untarme hierbas especiales
sobre las heridas me dice en el oído –Tu y yo somos uno, el amor y el
respeto que nos profesamos mutuamente nos llevan a través del
tiempo, como la sinfonía de pequeñas notas que conforman la materia,
nuestra existencia sobrepasa las limitaciones del tiempo- siempre
estaremos juntos.

Fin.

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