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Giovanni Caboto (c. 1450 – c.

1498) known in English as John Cabot, was a Venetian


navigator and explorer whose 1497 'discovery' of North America is commonly held to
be the first European voyage to the continent since Norseman Leif Ericson's landing in
c.1003. The Canadian and United Kingdom government's official position is that he
landed on the island of Newfoundland. Reports about Cabot's 1497 voyage are often
speculative.[2]
Álvar Núñez Cabeza de Vaca Jerez de la Frontera, ca. 1490/1507 – Sevilla, ca.
1557/1559) was an Spanish explorer of the New World, one of four survivors of the
Narváez expedition. He is remembered as a proto-anthropological author for his
accounts of Native Americans, first published in 1542 as La Relacion (The Report), and
later known as Naufragios (Shipwrecks

Álvar Núñez Cabeza de Vaca

.
Juan Ponce de León, (1474 – July 1521)[1] was a Spanish explorer. He became the first
Governor of Puerto Rico by appointment of the Spanish Crown. He led the first
European expedition to Florida, which he named. He is associated with the legend of
the Fountain of Youth, reputed to be in Florida.

Juan Ponce de León


Samuel de Champlan
By: James, Sarah, Pilar

Samuel de Champlan is a French explorer. He was born in Brouage, Saintonge, France. He


made his first visit (1603) to the Gulf of St. Lawrence and he sailed up the St. Lawrence River to
the Lachine Rapids.
His interest was gardening, fishing, and hunting.
Jacques Cartier (December 31, 1491 – September 1, 1557) was a French explorer who
claimed what is now Canada for France. He was the first European to describe and
map[1] the Gulf of Saint Lawrence and the shores of the Saint Lawrence River, which he
named "The Country of Canadas", after the Iroquois names for the two big settlements
he saw at Stadacona (Quebec City) and at Hochelaga (Montreal Island).
Henry Hudson (d. ca. 1611[2]) was an English sea explorer and navigator in the early
17th century. After several voyages on behalf of English merchants to explore a
prospective Northeast Passage to India, Hudson explored the region around modern
New York City while looking for a western route to the Orient under the auspices of the
Dutch East India Company. He explored the Hudson River – the first European to see
the river was Giovanni da Verrazano for the king of France Francis I in 1524 – and laid
the foundation for Dutch colonization of the region.

Hudson's next expedition ranged further north in search of the Northwest Passage, to the
Orient, leading to his discovery of the Hudson Strait and Hudson Bay. After wintering
in the Canadian Arctic, Hudson tried to press on with his voyage in the spring of 1611,
but his crew mutinied and cast him adrift[3]. His ultimate fate is unknown.
Francisco Vázquez de Coronado y Luján (1510 – 22 September 1554) was a Spanish
conquistador, who visited New Mexico and other parts of what are now the
southwestern United States between 1540 and 1542. Coronado had hoped to conquer
the mythical Seven Cities of Gold.
Historia de los pueblos vikingos
En la historia popular europea, los vikingos, llamados también normandos y en Rusia
varegos, tienen una reputación temible de depredadores marítimos. Durante los siglos IX y X
atacaron y saquearon las costas de Europa occidental y amenazaron la estabilidad de
Inglaterra, Irlanda y el imperio franco. Esta violencia, sin embargo, no era más que uno de los
múltiples aspectos de un complejo proceso en el curso del cual los pueblos escandinavos
exploraron y colonizaron islas remotas y deshabitadas del Atlántico Norte, al mismo tiempo que
comerciaban con los exóticos productos septentrionales en los mercados de Europa occidental
y oriental.

Los depredadores, colonizadores y mercaderes vikingos procedían todos ellos de Escandinavia


(noruegos y daneses se dirigieron a Occidente; los suecos, a Oriente); consiguieron ampliar a
regiones nuevas y, en ocasiones, muy remotas, las actividades -pacíficas unas y violentas
otras- que durante mucho tiempo habían practicado en sus países de origen. Los hombres que
colonizaron las islas Oreadas y Shetland en los últimos años del siglo VIII, o que en el siglo
siguiente fundaron nuevos hogares en las islas Feroe y en Islandia continuaban un proceso de
colonización que con anterioridad se había limitado a las costas noruegas. Los piratas que
atacaban los monasterios y mercados del Occidente cristiano hacían con otros lo que antes
habían hecho entre ellos. El tráfico vikingo, fundamentalmente con pieles, cueros y otros
productos escandinavos muy apreciados en el mundo civilizado, era simplemente la expansión
de contactos existentes desde mucho tiempo atrás.

Esta expansión en sus actividades fue casi simultánea en muchas zonas de Escandinavia, lo
que indica que sus causas han de buscarse allí más que en el extranjero. Ciertamente, la
debilidad del imperio franco y de los reinos ingleses pueden explicar en parte las incursiones
vikingas a esas tierras durante el siglo IX, pero no aclaran en absoluto la colonización anterior
de las islas Oreadas y Shetland, del mismo modo que en la extensión de las actividades
suecas hacia Rusia no influyeron los cambios producidos en Occidente.

Desgraciadamente, no disponemos apenas de pruebas documentales relativas a la


Escandinavia previkinga. Todo lo que existe es un puñado de misteriosas inscripciones rúnicas
y unas cuantas valiosas referencias en fuentes occidentales. La información ha de extraerse de
tradiciones consignadas por escrito siglos después, en particular de las sagas islandesas. Por
ello, la mayoría de lo que sabemos sobre la Escandinavia anterior y coetánea a los primeros
tiempos vikingos depende de lo que los arqueólogos han descubierto de su cultura asi como de
los testimonios lingüísticos, en especial de la toponimia.
Historia de la expansión vikinga

¿Qué provocó la explosión vikinga? Algunos


historiadores apuntan hacia el exceso de población
como causa fundamental, mientras otros sugieren que
la creciente autoridad de tos reyes escandinavos
obligó a muchos hombres a buscar en el exterior una
mayor libertad.

La gran demanda de productos del norte subártico


desempeñó probablemente un papel vital en la
expansión vikinga. Las pieles, disponibles sólo en
Escandinavia en aquellos tiempos, y el marfil, que
únicamente podía obtenerse de los colmilíos de
morsa, eran productos muy apreciados y objeto de
demanda constante en Europa occidental. Pero, en el
siglo VIII, esta demanda se hizo más imperiosa.
Florecieron centros mercantiles como Dorestad,
situada en un brazo del bajo Rin, y que era el final, en
territorio franco, de una ruta de suministro que partía
de lugares como Helgó en el lago Malar, en el mar
Báltico, o de diversos puntos de la costa noruega.

La creciente demanda estimuló a los escandinavos a


buscar suministros tierra adentro, mediante la caza o
la exacción de tributos a lapo-nes y fineses. En el siglo IX, un noruego llamado Ottar traspuso
el cabo Norte y llegó navegando hasta el mar Blanco, aventura que relató al rey inglés Alfredo y
que éste mandó consignar por escrito. Las travesías de este tipo permitieron importantes
mejoras en la construcción de las embarcaciones. Las naves vikin-gas se volvieron a la vez
robustas y veloces, características que ofrecían las ventajas de la sorpresa y de la posibilidad
de una retirada segura.

Navegaciones como la descrita por Ottar, con fines de caza y exploración, constituyeron un
aspecto muy importante de las actividades vikingas, y condujeron, de modo natural, a la
exploración de mares remotos y a la explotación de los nuevos recursos.

Piratería y saqueo

El tráfico creciente en pieles, cueros, marfil y quizá


también colchas de plumón, y los cargamentos de
retorno con armas, objetos metálicos, joyas, vidrio y
metales preciosos, fomentaron la piratería. Por
ejemplo, se sabe que en el año 829 unos piratas
vikingos atacaron a un grupo de mercaderes en su
ruta desde Dorestad al mercado sueco de Birka, en el
lago Malar, cerca de Estocolmo; no pasaría mucho
tiempo antes de que los vikingos acosaran ese tráfico
hasta su punto de partida. Así, los primeros ataques
daneses en Occidente no fueron a iglesias y
monasterios, sino al mercado de Dorestad, saqueado
cuatro veces entre los años 834 y 839. Pronto los
saqueadores descubrieron otras oportunidades, pero
fue el comercio lo que primero les atrajo a tierras
occidentales.

Los ataques se dirigían tanto contra las ciudades


como contra los monasterios importantes de Europa
occidental. Ni los paganos vikingos tenían respeto
alguno por el carácter sagrado de los monasterios, ni
las viejas defensas romanas de las ciudades eran efectivas contra ellos, abandonadas como
estaban desde hacía muchos años; algunas incluso habían sido demolidas en la relativa
seguridad de la paz carolingia. Pronto descubrieron aquellos tránsfugas y aventureros que
podían hacerse ricos saqueando aquellos lugares, exigiendo rescates por los obispos y abades
cautivos e incluso por ciertos libros preciosos, o mediante la extorsión de tributos y dinero a
cambio de protección. A mediados del siglo ix, las costas y ríos de Inglaterra, Irlanda y Francia
eran objeto de frecuentes y, en ocasiones, salvajes ataques por parte de pequeñas bandas,
cuyo principal aliado era la sorpresa.

Sin embargo, los primeros depredadores vikingos no fueron los piratas daneses, sino los
colonizadores noruegos que se habían desplazado hacia el oeste en busca de nuevos hogares.
Al igual que sucedió con los daneses, una vez descubierta la existencia de buenas
oportunidades y tras comprobar que sus naves podían realizar el viaje con un margen
razonable de seguridad, no resultó difícil a los cabecillas reclutar tripulaciones que, por una
razón u otra, agradecían la oportunidad de iniciar una nueva vida: tránsfugas, inadaptados o
proscritos así como jóvenes ansiosos de aventuras. Desde sus nuevos hogares en las islas
septentrionales de Escocia, se dedicaron a explorar, no sin librar en ocasiones choques
sangrientos con los sorprendidos y poco acogedores nativos, como los monjes de Lindisfarne,
cuya paz se vio perturbada en j.unio del año 793, o los indígenas de América del Norte, unos
dos siglos después. Algunos de los nuevos colonizadores se contentaban con erigir sus nuevos
hogares y explotar los recursos intactos que hallaron en las islas Fe-roe, en Tslandia y en
Groenlandia; otros, como

hicieron los daneses más al sur, se dedicaron de lleno a la piratería. Estos fueron los que
fundaron plazas fuertes, como la de Dublín, desde donde salían para someter y poner bajo
tributo las tierras e islas vecinas, como, por ejemplo, en el año 873, cuando tomaron y
saquearon la ciudad británica de Dumbarton, a orillas del río Clyde.

Mientras la colonización noruega daba lugar a saqueos, las incursiones danesas terminaban en
el establecimiento de colonias. Muchos de los piratas daneses eran desterrados, al igual que
los noruegos. De grado o por fuerza, mantenían muy pocos contactos con su patria y desde los
primeros momentos establecieron bases en el oeste, al principio en Frisia (la actual Holanda), y
más tarde en Inglaterra y Francia. Con el tiempo, abandonaron Frisia, pero sus bases en
Inglaterra y Francia se convirtieron en lugar de residencia permanente, aceptados de mejor o
peor talante por los indígenas, unas veces como conquistadores, otras como vecinos.

No se conoce el número aproximado de colonos. Las bandas de guerreros debieron ser


bastante reducidas; quienes creen que la colonización escandinava tuvo relativa densidad
afirman que se produjo una segunda migración de campesinos daneses al amparo de las
bandas armadas que dominaban, por ejemplo, las extensas zonas del norte y este de
Inglaterra, a las que por ello se denominaría Danelaw. Los defensores de una migración masiva
a Inglaterra aducen como prueba la enorme cantidad de vocablos daneses que se incorporaron
entonces a la lengua de este país, algunos para expresar ideas básicas. Los invasores dejaron
también su marca en el mapa con cientos de topónimos basados en nombres escandinavos de
personas. La influencia de los vikingos en la lengua y la toponimia inglesas son claras e
indiscutibles. La única duda está en cuanto al número de invasores necesarios para producir tal
resultado.

La conversión al cristianismo de los pueblos vikingos

Fueran muchos o relativamente pocos los colonizadores daneses, lo cierto es que pocos
cambios más introdujeron en sus nuevas colonias. Los que se establecieron en Inglaterra muy
pronto aprendieron a hablar inglés, aunque influyeran considerablemente en los dialectos
locales; se convirtieron al cristianismo y, en muchos otros aspectos, se adaptaron rápidamente
al nuevo mundo en que habían buscado asentamiento. Fue su gran capacidad de adaptación la
que determinó que sus distintas conquistas tuvieran características tan diferentes. Así, los jefes
vikingos establecidos en Norman-día aparecieron como los sucesores naturales del conde
franco al que habían desplazado, mientras que los cabecillas vikingos de Dublín se
comportaron como reyes irlandeses, y los gobernantes escandinavos de Kiev y Novgorod
pronto se eslavizaron.

Los vikingos de Europa occidental no sólo fueron asimilados, sino que pronto se sometieron a
los reyes indígenas. En Inglaterra, el último rey escandinavo de York fue depuesto el año 954, y
los northumbrios, tanto de ascendencia inglesa como escandinava, aceptaron la autoridad del
rey inglés. Así nació el reino unido de Inglaterra. La asimilación de los vikingos fue posible una
vez que establecieron asentamientos parmanentes; entonces resultaban tan vulnerables a los
ataques como lo habían sido antes sus víctimas, pero a ello contribuyó en gran medida el
evidente cese de las incursiones procedentes de Escandinavia.

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