ENSAYO

YELIDOLO
HABLO 1

© ART+DGByANDRESGUSTAVOFERNANDEZ2009 / adncreadores@gmail.com

POR
JUANJOSEOPPIZZI
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YELIDOLO
HABLO
OPPIZZI
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e las innumerables declaraciones de
Diego Armando Maradona, las que hizo tras el
partido Argentina-Uruguay en este mes de octubre
de 2009 levantaron la mayor polvareda de que se
tenga noticia. Claro, lanzó denuestos escatológicos
en un lenguaje de tribuna y los destinatarios de tal
procacidad fueron “los periodistas”, así,
genéricamente abarcados. Pero la novela tiene una
larga historia, que conviene recordar para no caer
en apreciaciones livianas.
Diego Armando surgió a la fama por dos motivos: su
talento futbolístico y la descomunal explotación que
de él y de su persona hicieron los grandes medios de
comunicación.
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Sobre su talento para el fútbol no hay mucho que
agregar, salvo quitarle la calificación de “mejor
jugador de la historia”, una categoría más bien
injusta, teniendo en cuenta el número de otros
deportistas de la misma especialidad (y de la misma
calidad) que no accedieron a la fama aportada por
los modernos instrumentos comunicacionales, o
que no tuvieron la fortuna de actuar en el lugar y en
el tiempo apropiados. Por otra parte, resulta
demasiado obvia la intención de darle ese rango
para incorporarlo a la inveterada costumbre
argentina de sobresalir planetariamente.
El capítulo de la explotación que los medios hicieron
daría hojas para una enciclopedia. El simpático y
 JUAN JOSE OPPIZZI

veloz “Dieguito” pobló pantallas, primeras

planas y ondas radiales con una saturación
rayana en lo enfermizo. Salido de un hogar
YELIDOLO
humilde, nunca se imaginó cuál era la
naturaleza del mundo en el que lo hacían
ingresar. Pero es sabido que en esos casos las
HABLO
mieles llegan antes que las hieles. Del potrero
barrial a la cúspide; del anonimato al estrellato
absoluto; de la nada a una monarquía
mediática. 3

Se lo consultaba sobre política, religión,

filosofía, relaciones internacionales, historia,
sexualidad, sociología, astronomía, astrología y
cuanto se le ocurriera a cualquier periodista
deseoso de obtener su cuota de celebridad a
costa del célebre. Se fabricaron muñecos con la
efigie maradoniana, hubo dibujos animados,
avisos comerciales, afiches, cuadros,
filmaciones, carátulas. Al final, el entusiasmo
de los medios –vista la mina de oro que la
multiusada persona de Diego les abría
diariamente– los llevó a considerarlo poco
menos que la representación de la argentinidad.
¡Un ejemplo para los jóvenes!: el chico sencillo
que, sabiendo manejar muy bien una pelota, sin
necesidad de estudio ni de oficio alguno, saltaba
a la popularidad y a la riqueza eternas.

Pero, como toda historia similar a ésa tiene un

reverso, el monarca se rodeó de un séquito de
consejeros que apenas disimulaban las garras,
y, fiesta va fiesta viene, un día Diego Armando
apareció bajo una faceta distinta: los mismos
grandes medios que lo endiosaban se
precipitaron sobre él para mostrarlo en una
crisis originada por el consumo de sustancias
dañinas. De pronto, el ídolo quedó hecho un
pobre ser humano en desgracia. Y ¡Sorpresa! los
grandes medios no repararon en tal minucia; al
contrario, lo enfocaron con la misma sed de
sensacionalismo que habían empleado hasta el
día antes.

La figura de Maradona recorrió el mundo no ya

trotando por los céspedes verdes junto a una
pelota que parecía su novia, sino como un ser
balbuceante, tambaleante y patético, al borde
de la muerte. Luego de varios periplos
sanadores por Cuba y por otros centros de
rehabilitación extranjeros y nacionales (cuyo
éxito se puso en duda), Maradona hizo la
rentreé como un gordito agitado y escurridizo, y
empezó a ser objeto de persecuciones de parte
de los llamados paparazzi, buitres a la caza de
cualquier nota. Lo que antes era reverencia, se
volvió perversidad.

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El público observó, incrédulo, que el semidiós,

“el Diez”, era poco más que una cosa

YELIDOLO incoherente, agresiva y hueca; la imagen

triunfal dio paso a la imagen miserable. Los

HABLO medios procedieron a demoler aquello que

habían construido.

El nombramiento de Diego Armando como

Director Técnico de la Selección Nacional puso
en claro algo que suele ser obvio: quien es
talentoso para una cosa, no tiene por qué serlo
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para otras, además de que el talento no puede
transmitirse. Coincidentemente, se produjo
(con ayuda del Gobierno, en el marco de una
disputa con la dirigencia de la AFA) la célebre
ruptura del monopolismo difusor de los torneos
y competencias deportivas, dentro de cuyas
premisas era vox populi que figuraba el no
criticar a Maradona.

La vendetta y –justo es decirlo– la sinceridad de

muchos periodistas no demoró, entonces
abundaron las apreciaciones por tanto tiempo
calladas y –también es justo decirlo– las insidias
por tanto tiempo planeadas. “El Diez”,
desprovisto ya de su fuerza, recurrió a la
explosión iracunda. ¡Pobre Diego, héroe-
víctima de la novela! ¡Nunca entendió cuál era
su amigo o su enemigo, nunca pudo detener la
vorágine que lo hizo resbalar hasta el fondo,
nunca logró un mínimo de reflexión para que
sus enconos no lo enceguecieran!

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