Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
1250-
1350, New York, 1989.
http://www.scribd.com/doc/17839822/AbuLughod-Janet-Before-European-Hegemony
pp. 4-6:
Interesante la economía de ss. XIII-XIV por sí misma y porque no había un solo poder
hegemónico, de manera que contrasta con la hegemonía europea posterior. Por ello,
parece que las características de los sistemas mundiales no son invariantes. No hay una
sola forma de organizarse por las partes, como tampoco los sistemas mundiales son
estáticos.
p. 8:
Sistema mundial de 1250-1350: una parte sustancial del comercio eran productos
agrarios de gran valor como especias, pero la parte central del mismo eran bienes
manufacturados. Ello significa que la producción debía ser mayor que la de
autoconsumo, se producía un excedente para vender en el exterior y para producirlo es
necesario considerar la existencia de un proceso de trabajo más o menos avanzado.
p. 9
El libro no pretende desarrollar discusiones sin fruto sobre los orígenes del “verdadero”
o del “moderno” capitalismo mundial, ni entrar en debates improductivos sobre cuándo
las economías tradicionales mundiales se metamorfosearon en el moderno sistema
mundial. Wallerstein (1974) distingue múltiples y ordinarias “economías mundiales” e
imperios desde el “moderno sistema mundial”. Aunque admite la existencia de imperios
mundiales antes del siglo XVI, todavía trata el moderno sistema mundial como si fuera
el primero. Pero no es más que uno de los más recientes que entran en la fraternidad.
Los historiadores han estado en desacuerdo tradicionalmente a la hora de datar el
nacimiento de la economía mundial capitalista (opuesta a la clásica) Incluso Marx era
ambivalente, en un momento rastrea el capitalismo hasta el siglo XIII y luego cambia de
idea y lo sitúa en el XVI. Estudiosos de la industria textil de Flandes del si
p. 15:
LA INVENCIÓN DE LA MONEDA Y CRÉDITO
En las tres regiones los estados cumplían función importante en acuñación, imprenta y
garantía de las divisas. De hecho, la especie preferida antes del siglo XIII, en Europa y
Medio Oriente e incluso India, eran las monedas acuñadas primero por el Imperio
Bizantino y luego por Egipto. No fue hasta la mitad del siglo XIII que algunas ciudades
italianas (Florencia y Génova) empezaron a acuñar sus propias monedas de oro, pero
fueron usadas como suplemento más que para suplantar las monedas del Medio Oriente
en circulación.
En China, el dinero siguió una línea de desarrollo en cierto modo diferente.
Debido a la fortaleza del Estado (y a la preferencia por el cobre más que por el oro), la
conexión ficticia entre el valor y la moneda que lo representa se ve mucho más
transparente. La divisa tiene valor precisamente porque fue sustentada (y después
controlada) por el Estado. Esta conexión clara hace posible la introducción del papel
moneda en China en época tan temprana como los tiempos de los T’ang (siglo IX) y su
expansión posterior durante las dinastías Song y Yuan, aunque el papel moneda no
apareción en Europa hasta siglos después.
p. 16
El crédito, desde luego, es el paso intermedio entre moneda “dura” (en metálico) y papel
como oferta legal. Es importante hacer notar que los instrumentos de crédito
(esencialmente promesas de pago posterior y en otros lugares) fueron también altamente
desarrollados en el Medio Oriente y China mucho antes de que se convirtieran en
fundamentales en las transacciones comerciales de las ferias en Europa occidental.
Similarmente, el papel social del “banquero” se dio en el Oriente muco antes de
que apareciera en la forma de los bancos (“benches” or “banco’s”) de los mercaderes
italianos que los instalaban en las ferias comerciales de Champagne. Ocasionalmente,
los estudiosos occidentales señalan que las letras de crédito en cualquier lugar se daban
usualmente entre “propietarios” y sus agentes o factores en el exterior y que, al menos
en el caso de los comerciantes al por mayor del Medio Oriente y la India, incluyendo los
judíos, éstos se hallaban conectados por lazos familiares. Pero es importante recalcar
que en el comienzo, y por mucho tiempo después, los lazos que acordaron transacciones
en Europa fueron también de sangre. Las firmas familiares fueron en un comienzo las
formas originales de crédito bancario y, a través de los siglos medievales y más allá, las
casas de bancos (de los cuales los últimos Médicis de Florencia se convirtieron en el
más famoso ejemplo), fueron casas “familiares”. Esta institución continuó hacia el siglo
XIX, con las “casas” de los Rothschild e incluso Rockefeller tuvo bancos dedicados a
las finanzas internacionales.
RIQUEZA MERCANTIL
Es corriente celebrar el carácter de “laissez faire” del capitalismo occidental y
diferenciar el sistema económico europeo del modo “asiático” insistiendo en el mayor
grado de interferencia del Estado en Oriente. La ideología es que los mercaderes
europeos eran independientes del Estado mientras que los asiáticos y árabes eran
dependientes y estaban bajo el control de gobernantes que tenían otros intereses.
Ninguno de estos estereotipos es realmente correcto.
En las tres áreas culturales, la riqueza mercantil, independiente del Estado, era
un factor importante. Los mercaderes tenían una cierta latitud para acumular capital,
incluso estando en el último análisis a merced del aparato gobernante que con
frecuencia “tomaba” su capital, sin necesariamente requerir volver a pagarlos, o
imponía fuertes “contribuciones” forzadas para ingresar en las arcas públicas cuando el
Estado enfrentaba dificultades económicas. Esta función financiera de los mayores
mercaderes era común a las tres regiones.
Además, aunque en las ciudades-estado europeas hubiera un gobierno
teóricamente de “burgueses”, esto no significa autonomía. En el caso de las ferias de
Champagne, el conde, una autoridad supramunicipal
[p. 18]
jugaba un papel de control significativo, y en los casos de las ciudades textiles de
Flandes o las ciudades-estado de Italia, “patriciados” relativamente pequeños y
dictatoriales retenían una gran cantidad de propietarios y capitalistas, formulando las
reglas del “Estado” en su propio interés, que no era necesariamente el del resto de los
habitantes (Lestoequoy, 1952ª, van Werveke, 1944, 1946)
Para explicar la subsiguiente hegemonía europea, entonces, es necesario mirar
más allá de su inventiva interna y las virtudes de su espíritu emprendedor “único”.
Durante el siglo XIII, los otros poderes del mundo tuvieron un nivel de acumulación de
negocios igual de prometedor y un mucho más sofisticado equipo de instituciones
económicas que las europeas, qie en el siglo XIII habían entrado en su sistema mundial.
DIFERENCIAS
¿Qué es entonces lo que distingue las dos regiones —Europa y Oriente? La
diferencia estaba en que la Europa del siglo XIII se hallaba retrasada frente a Oriente
mientras que en el siglo XVI se hallaba considerablemente por delante. La cuestión a
responder es por qué, particularmente si uno rechaza la respuesta fácil de que Europa
tiene cualidades únicas que le han permitido hacerlo. Mi argumento [“strivig”] es que el
contexto —geográfico, político y demográfico— en el que ocurrió el desarrollo fue más
significativo y determinante que cualquier factor interno, psicológico o institucional.
Europa se desmarcó más allá porque el “Oriente” estuvo temporalmente en un estado de
confusión (“disarray”).
Aunque la respuesta completa a esta pregunta será presentada en el resto de este
libro, algunos de los hallazgos pueden ser previsualizados aquí. En primer lugar, hubo
una progresiva fragmentación de las rutas comerciales en varias regiones que habían
sido unificadas por Gengis Khan durante la primera mitad del siglo XIII pero, al final de
la centuria, habían sido subdivididas entre sus sucesores. Estas facciones en guerra
destruyeron la relativa calma que existía hasta el reinado de Kubilay Khan (bajo cuyo
seguro salvoconducto los Polo fueron capaces de atravesar toda el Asia Central). El
Asia Árabe sobrevivió a los cruzados y la captura de Bagdad por los Mongoles (1258),
pero no parece haber sobrevivido a las depredaciones de Tamerlán en torno a 1400. La
prosperidad de Egipto y el papel en el comercio mundial sobrevivió
[p. 19]
a los de Bagdad; la prosperidad de El Cairo alcanzó su cima en la tercera década del
siglo XIV (Abu-Lughod, 1971)
En segundo lugar, la Peste Negra, que se expandió desde China hasta Europa en
la “calamitosa” mitad del siglo XIV entre 1348 y 1351, diezmó la mayor parte de
ciudades a lo largo de la gran ruta marítima del comercio mundial, perturbando el
comportamiento tradicional, cambiando los términos de intercambio debido a las
diferentes pérdidas demográficas, y creando una fluidez en las condiciones mundiales
que facilitaron las radicales transformaciones, beneficiando a unos y dañando a otros
(Gottfried, 1983, McNeill, 1976).
Esto mismo puede verse en Europa, donde Inglaterra, anteriormente parte de la
periferia, comenzó a jugar un papel más central después de la Plaga, debido a que su
tasa de mortalidad fue inferior a la del continente, y también en la península italiana,
que había sido golpeada con mayor fuerza por la intensidad de su comercio e
intercambios con el Medio Oriente. Y aunque la Italia del Renacimiento recuperó su
fortaleza, con las ciudades Italianas permaneciendo como enclaves prósperos y vitales
hasta el comienzo del siglo XVI y continuaron dominando el comercio mediterráneo
incluso después de que el Mediterráneo hubiera dejado de ser la vía fundamental de
comercio, en parte debido a que el Mediterráneo oriental había dejado de ofrecer una
única puerta hacia el Este.
Muy interesante resulta que fueron las galeras de las ciudades-estado italianas
las que, al final del siglo XIII, abrieron el Atlántico Norte al tráfico. Esto dio el golpe de
gracia al sistema mundial que había existido durante siglos. Hacia el final del siglo XV,
los portugueses, estratégicamente situados en el Océano, habían “descubierto” la ruta
marítima hacia la India, circunnavegando la costa atlántica de África y después su costa
este para entrar en las puertas del importante sistema del Océano Índico, todavía bajo el
control (pero no por mucho tiempo) de los barcos árabes e indios. Esto fue escasamente
un “descubrimiento”, pues los manuales de navegación árabes habían cartografiado
aquellas regiones mucho antes (Tibbetts, 1981), y la línea de costa, aunque en un orden
reverso de Este a Oeste (¡!), es descrita con gran detalle en los manuales que uno no
puede dudar de la previa circunnavegación de África por parte de marinos persas y
árabes.
De todas formas, las naves árabes e indias demostraron no tener relación para los
“hombres de guerra” portugueses que aparecieron en sus aguas en los albores del 1500.
Al terminar la década de comienzo del siglo XX,
[p. 20]
Portugal ostentaba importantes puertos de llamada en África, había derrotado a la flota
egipcia que guardaba las entradas del Mar Rojo y el Golfo Pérsico, había llegado a
establecer cabezas de playa en la costa oeste de la India y había tomado los puntos clave
de Malacca que guardaban el punto crucial del estrecho a través del cual, cual ojo de
aguja, servía de frontera que todos los barcos habían de pasar hacia China. Nótese que
todo eso ocurió mucho antes de que Venecia derrotase al Imperio Turco en Lepanto
(1571), el punto en el que Braudel (1972) proclama que el poder europeo se hallaba
asegurado, y antes de 1559, el punto de cambio escogido por Wallerstein.
El fallo no haber comenzado a contar la historia lo suficientemente temprano ha
resultado, por tanto, en una explicación causal truncada y distorsionada sobre el origen
del ascenso del mundo occidental. Espero corregir esto comenzando en un punto más
temprano, cuando el surgimiento estaba lejos de haberse determinado. El tiempo entre
los siglos XIII y XVI marcó la transición, y factores geopolíticos dentro del resto del
sistema mundial crearon una oportunidad sin la cual el ascenso de Europa habría sido
poco probable. Esto es lo que se ha explorado en los capítulos subsiguientes.
Pero antes de trasladarnos a esta historia, debemos hacer dos digresiones. La
primera contrasta Europa en los siglos XIII y XVI para demostrar cuán dramáticamente
había alcanzado un lugar central. La segunda discute fuentes, aspectos metodológicos y
los inevitables problemas envueltos en preparar un trabajo de enfoque tan ambicioso.
Roger Bacon era totalmente consciente de esta literatura y en sus cartas al papa
enfatizaba en la necesidad de suplantar las guerras y las cruzadas mediante la enseñanza
y la predicación. Para ello, se necesitaba un mayor conocimiento de las lenguas y el
sistema de creencias de aquellos que debían recibir la predicación. Esta lluvia de ideas
de Bacon continuó incluso después de la muerte del papa. Entre 1268 y 1278, produjo
una enorme cantidad de escritos, por los cuales sus colegas teólogos no ofrecieron otro
premio que el de la condena y la prisión.
Lo que para la religión supuso Roger Bacon en el siglo XIII, la política lo fue
para Francis Bacon —testimonio de la suplantación de las órdenes religiosas por el
Estado absoluto en Europa (ver Anderson, 1974a)— Francis Bacon, filósofo inglés,
hombre de letras y en un momento Lord Canciller de Inglaterra, nació en 1561 y murió
en 1626; su vida pues se desarrolló a caballo entre el período de eclupse del Islam y el
ascenso durante el largo siglo XVI de Europa hacia el vértice del envolvente sistema
mundial.
La esparanzada pero no correspondida actitud de Roger Bacon hacia el papa es
paralela a la más secular relación entre Francis Bacon y la monarquía. En 1584 se
convirtió en miembro del Parlamento y consejero político de la reina Isabel. En 1597
publicó sus primeros Ensayos, junto con otros trabajos, pero sus conexiones partidistas
con Lord Essex le condenaron en 1600, conduciéndole a una pérdida del favor de la
Reina. Después del acceso del rey James I en 1603, Bacon fue gradualmente recobrando
el favor realdedicando sus Advancement of Learning de 1605 al nuevo rey. Este era un
plan para la reorganización del estudio de las ciencias naturales, pero entonces aquellas
ciencias eran autóctonas. En 1618 fue elegido Lord Canciller y en 1620 publicó su
Novum Organum. En 1621, acusado de haber aceptado sobornos, fue encarcelado en la
Torre de Londres; aunque el rey después le redujo la pena, nunca volvió a sentarse en el
Parlamento y en vez de ello pasó sus años finales en más tranquilas actividades
académicas.
Nótese en ambos los paralelos y las diferencias. Los principales paralelos son
sus compromisos con las ciencias naturales, apelaciones a las autoridades para respaldar
sus propuestas y las eventurales caídas en desgracia. Las diferencias son en muchos
sentidos más interesantes. Mientras que la orientación de Roger Bacon se daba hacia lo
sagrado, Francis Bacon estaba
[p. 24]
directamente metido en un mundo mucho más secular. Mientras que Roger esperaba
convencer al papa, Francis apelaba al monarca. La diferencia más elocuente, sin
embargo, residía en sus actitudes hacia el conocimiento. Para Roger, el conocimiento se
hallaba en el este, de ahí su interés por las lenguas orientales y el Islam. Francis craía
que poco podría aprenderse de los otros; asumió que el conocimiento podía ser nuevo y
adquirido en el ámbito indígena. Quizás nada revela más claramente cómo habían
cambiado las relativas posiciones de Oriente y Occidente en aquellos tres siglos.