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EL TIEMPO Y EL ESPACIO

PONENCIA

Francisco Javier Peña Herrera

Agradezco a los organizadores de esta ponencia la invitación a este


espacio de formación universitario. Desde el momento en que la recibí
he sido consciente del desafío que entraña: hablar ante ustedes con
desde una perspectiva teológica y quizás desde un lenguaje poco
conocido.

Con respecto a la ponencia que se me ha pedido, comienzo por destacar


que ella contiene puntos neurálgicos: el Tiempo visto desde los hebreos
como Kairós, es decir el tiempo de Dios, de su actuación y de su
irrupción en la historia del hombre, siendo este atemporal y el tiempo
como Cronos, como linealidad de acontecimientos, pasados, presente y
futuro.
Sin duda me encuentro ante una difícil tarea.

Empecemos por lo que yo creo neurálgico pero que a la vez es


apasionante desde mi posición como teólogo, es decir como creyente.
Porque en último término la mejor forma de hacer teología es
poniéndose de rodillas. Después explicaré a que me refiero.

Nicholas Berdiaev1 habla de tres tipos de tiempo: cósmico, histórico y


existencial. Para él, el tiempo cósmico es el de los calendarios y
relojes, calculado matemáticamente sobre la base del movimiento
alrededor del sol y simbolizado por el círculo. Describe al tiempo
histórico como algo calculado también por los matemáticos en
términos de décadas, siglos y milenios y simbolizado por una línea. Este
tipo de tiempo, para él se extiende hacia el futuro y es irrepetible. El Página
tercer tipo, el tiempo existencial, continúa diciendo Berdiaev no está
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sujeto a la medición matemática. Considera que es caracterizado por la

1 Nicolás Berdiaev nació en Kiev, el 19 de marzo de 1874, en el seno de una familia


de la aristocracia feudal rusa, donde imperaba un racionalismo volteriano. Falleció en
Paris en 1948. Los escritos de Berdiaev producen una música extraña para nuestra
época. En su obra se habla sin rodeos de un orden divino del mundo, del arte como
trascendencia y suprema libertad y fuerza creadoras. Sólo hay libertad cuando se
cristaliza un efectivo acto de creación. La creación transfigura al mundo. Lo rehace y
permite la explosión de espacios nuevos impregnados por fresca potencia creadora.
intensidad de la experiencia y simbolizado por un punto, el movimiento
en profundidad.2

El tiempo cronológico o histórico (κ ρ ο ν ο σ ) no se puede volver atrás


al igual que hacia delante, como es posible en el espacio. El tiempo
histórico no permite detenerse o volver atrás. En este sentido, es lineal,
no siendo ni cíclico ni reversible. Se mueve hacia delante, pero se
mueve hacia un fin.
Este, pues, un término que responde a la concepción formal y natural
del tiempo propio de la ciencia.

En cuanto al término κ α ι ρ ο σ es aplicado a la historia de la salvación


con la idea de mostrar el momento propicio para el determinado plan
salvífico. El uso de éste término aplicado a la historia de la salvación da
la idea de que no se trata de apreciaciones humanas, sino que es un
decreto divino que hace tal o cuál fecha un κ α ι ρ ο σ , y ello con miras
a la realización del plan eterno de salvación.

Así el acento característico de κ α ι ρ ο σ carga sobre el tiempo


calificado según su contenido, negativamente en cuanto crisis,
positivamente en cuanto chance u oportunidad.

San Agustín aborda el problema del tiempo humano desde estos dos
puntos de vista diferentes. Por un lado, desde un punto de vista
esencial, siente la temporalidad de una forma trágica y desgarradora:
las cosas de este mundo pasan y mueren, y nosotros con ellas. El
hombre no puede encontrar descanso ni felicidad en las cosas terrenas
que vienen y van, pues, aunque sean buenas, no son los verdaderos
bienes, ya que no permanecen, se deslizan y fluyen (Enarraciones…:
127,15). “Así, pues, cuanto más ames el ser, tanto más desearás la vida

Página
eterna y con tantas más ansias desearás ser formado de manera que
tus deseos no sean temporales, ni marcados a fuego e impresos por los
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amores de las cosas temporales. Estas cosas temporales, antes de ser
no son, y cuando son, se van deslizando, y cuando ya se han deslizado,
dejan de ser. Así que, mientras son futuras, aún no son, y cuando han
pasado ya, tampoco son” (El libre…: III, 72). El alma humana ama el ser
y ama el descanso en las cosas que ama, pero en las cosas perecederas
no encuentra apoyo donde descansar, porque carecen de estabilidad
(Confesiones: IV,10).
2 GUERRERO GUTIERREZ, Josué. Contrastes entre Cronos, Kairos y Escatos según el
evangelio de Juan: Aportes a la teología escatológica, en: www.scribd.com
Sin embargo, desde un punto de vista existencial, san Agustín admite la
temporalidad como algo eminentemente positivo. Dios no hizo el mundo
de una vez y para siempre, perfecto y acabado desde el primer instante,
sino que lo creó en un estado de vía, para que vaya progresando con la
sucesión de los tiempos. Entonces, el tiempo es el medio a través del
cual las criaturas van realizando su ser, el medio a través del cual el
mundo, la creación entera, debe alcanzar el estado de perfección

Para el pueblo hebreo el tiempo es κ α ι ρ ο σ . El tiempo no retorna


anualmente a su punto de partida, siguiendo el ciclo natural de las
estaciones, sino que se prolonga en un espiral formado por
acontecimientos salvíficos.

Según esto, el tiempo hebreo no coincide con la visión moderna de una


larga línea, como kronos, entendido en sentido filosófico, en la que se
colocan los acontecimientos, sino que está constituido por esos mismos
acontecimientos y no es concebible sin ellos. El hebreo calcula siempre
con el tiempo “lleno”, que es algo cualitativo porque se identifica con su
contenido.

Partiendo de tal concepción volcada hacia el pasado, los profetas


avanzan en dos puntos esenciales: en un principio ven en el presente el
mismo actuar salvífico de YHWH, anteriormente situado en el pasado, y
más tarde describen el futuro como la nueva posibilidad salvífica,
desplazando la perspectiva histórica de los orígenes (la creación del
Génesis) al futuro mesiánico (la nueva creación de Isaías 44, 24ss). De
ahí nace una historia que avanza al ritmo de un recuerdo, bajo la tensión
de una promesa tendente a un cumplimiento.

En el AT, donde el tiempo es entendido esencialmente de manera

Página
cualitativa a partir del encuentro entre Dios y el Hombre. El tiempo
religiosamente decisivo lo determina Dios y se le impone al hombre;
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puede ser un tiempo de gracia y de juicio. Para cada acontecimiento que
se desarrolla bajo la bóveda celeste hay un tiempo determinado por Dios
(Ecls 3, 1-8). El Dios eterno, que está por encima del tiempo, opera en la
historia de los hombres dispuesta por él y la convierte en historia de la
salvación. Con la muerte pone fin al tiempo de vida de cada uno y con el
día de YHWH pondrá remate final a la historia (juicio).
Este no quiere decir que el tiempo para el hombre sea un destino
anónimo, sino YHWH, el creador, que ha producido el tiempo saludable y
lo llena según su voluntad; es él quien impone los
κ α ι ρ ο ι particulares.
– Lo hace como Señor de la naturaleza que domina las estrellas y el
tiempo atmosférico (Gn 1, 14; Job 38, 32, Sal 104) y que dispone
los tiempos para el crecimiento bilógico de las plantas (Job 5, 26;
Sal 1, 3) y de los animales (Job 39, 1; Jer 8,7) También las fiestas y
los períodos festivos en el decurso del año son tiempos especiales,
son un objeto de YHWH; son momentos de gozo y de descanso (Ex
23, 14ss; Nm 9, 3.7; Dt 16,16)3.
– Como Señor que es del hombre este señala a éste la duración del
tiempo de su vida (Eclo 17,2), por cuanto determina la hora de su
nacimiento (Mi 5,3; Ecl 3,2) como la de su muerte (Ecl 7,17).

Así, el tiempo brota de la eternidad de Dios y comienza con la creación


del mundo. Dios crea el tiempo al crear el mundo: el tiempo y el mundo
son creados a la vez (San Agustín en La ciudad…: XI, 6). Por eso se dice
que “en el principio” creó Dios el cielo y la tierra (Gn 1,1). Dios creó
todos los tiempos y es anterior a todos los tiempos, y no se puede decir
que hubiera un tiempo en que no había tiempo.

Así, según Josef Finkenzeller4, el tiempo externo (kronos)se entiende


más bien como la condición que hace posible la temporalidad interna de
la existencia. No se trata de la afluencia vacía del tiempo, sino de la
respuesta del hombre a la oferta divina del tiempo especial de salvación.

En el NT el tiempo se define desde el acontecimiento de Cristo. El


misterio de Cristo está bajo el “plan del tiempo” (Mc 1,15; Gál 4,4) y
bajo “la hora” de Dios (Mc14, 35; Mt26, 45; Jn2, 4; 7, 30; 17,1). En el

Página
ministerio de Jesús se cumple el tiempo de salvación más allá del
acontecimiento de Cristo, “En el principio... dijo Dios: “Haya luz”, y hubo
4
luz... En el principio existía la Palabra... y la Palabra era Dios... Todo se
hizo por ella y sin ella no se hizo nada” (Gn 1, 1.3; Jn 1, 1-3).

3 GDelling, Zeitverständnis, 16.


4 FINKENZELLER. Josef. El Tiempo en: Diccionario de Teología Dogmática, Herder.
1989. p. 710.
La XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos5 dice: -La
Palabra eterna y divina entra en el espacio y en el tiempo y asume un
rostro y una identidad humana, tan es así que es posible acercarse a ella
directamente pidiendo, como hizo aquel grupo de griegos presentes en
Jerusalén: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12, 20-21). Las palabras sin un
rostro no son perfectas, porque no cumplen plenamente el encuentro,
como recordaba Job, cuando llegó al final de su dramático itinerario de
búsqueda: “Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos”
(42, 5).
Cristo es “la Palabra que está junto a Dios y es Dios”, es “imagen de
Dios invisible, primogénito de toda la creación” (Col 1, 15)-. En Jesucristo
está el tiempo cumplido, el Ya pero todavía no.

“Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a


nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos
ha hablado por medio del Hijo” (Hb 1, 1-2). Cristo proyecta de esta
forma retrospectivamente su luz sobre la entera trama de la historia de
la salvación y revela su coherencia, su significado, su dirección.
Él es el sello, “el Alfa y la Omega” (Ap 1, 8) de un diálogo entre Dios y
sus criaturas repartido en el tiempo y atestiguado en la Biblia.

San Agustín se pregunta, ¿Qué es el tiempo? y responde: si nadie me lo


pregunta, lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta, no
lo sé. Lo único que es evidente es que si no pasara nada, no habría
tiempo pasado; si no hubiera algo que va a ocurrir, no habría tiempo
futuro; si no existiera nada, no habría tiempo presente (Confesiones:
XI,14).

San Agustín6 “Desde una perspectiva esencialista siente el tiempo como


una tragedia, pues en él no hay descanso ni estabilidad posible. Desde
una perspectiva antropológica se da cuenta de que el ser humano, por
su constitución corpóreo-espiritual es el único capaz de percibir el
tiempo, de asumirlo y de darle un significado. Desde una perspectiva Página
teológica concibe el tiempo como el medio a través del cual Dios quiere
5
realizar su designio de salvación”.

De hecho constatamos que el hombre desde su génesis está, no


solamente implícito en el tiempo, sino que ha vivido en función del
ahora, del momento pero siempre inserto en una idea de éste como
5 Mensaje al Pueblo de Dios de La XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los
Obispos, 24 de Octubre del 2008.

6 San Agustín, De genesi contra Manichaeos, I, 2,4


sucesión de períodos en el que se confronta con un pasado lejano e
irreversible, en el que comprueba un presente en el que vive y en el que
vislumbra un futuro e incluso una idea de “tiempo final”.
Esto lo ha llevado escudriñar profundamente sobre este fenómeno
llamado tiempo.

El tiempo como axioma ha sido uno de los problemas quizá más


explorados pero a la vez uno de los más enigmáticos dentro del
pensamiento humano.

“El tiempo formaría parte de la experiencia interior del hombre en


cuanto que el alma sólo puede medir el tiempo en virtud de su
expansión, mediante la memoria, hacia el pasado y de su anticipación al
futuro. El tiempo forma parte de la definición misma de las cosas, ya que
no puede realizar su ser de una vez ni en un solo instante. No es que las
cosas existan dentro del tiempo como una medida objetiva que las
rodea, sino que su propia estructura interna es temporal”7.

No está diciendo que es el alma el que crea el tiempo. Lo que se


sostiene es que le confiere una permanencia que le permite medirlo. El
hombre es la única criatura capaz de asumir el tiempo en su espíritu,
pues sólo el hombre tiene conciencia de la duración, y, en este sentido,
sólo el hombre posee presente, pasado y futuro.

Dios es esencialmente atemporal, no necesita recurrir a la memoria para


mediarse con su pasado ni para alcanzar su futuro. Ahora bien, como el
mundo no existe fuera de su condición de ente creado que, una vez
creado por Dios, adquiere, en cuanto creación, una referencia
cualificada a su creador a través de su espacio-temporalidad. Todo
cuanto existe en el tiempo tiene, en cada instante de su existencia, una

Página
relación inmediata con el acto creador y, a una con ello, con el mismo
Dios.
6
El hombre sólo puede llegar a una inmediatez personal con Dios en la
mediación de todos sus contenidos espirituales a través de la
corporeidad, la historicidad y la sociabilidad, el encuentro humano-divino
acontece en la historia y bajo su forma dialogal.

7 Ibíd.
En cuanto al espacio8 podemos decir que sólo en él la creatura puede
desarrollar su dinamismo, y para trascender necesita tiempo.

Hay muchísimas representaciones espaciales, expresiones bíblicas. La


representación de la trascendencia de Dios no es realizable sin una
concepción espacial, a menos que se reduzca a la forma lógica de
distinción ente lo Infinito y todo lo finito. Por el contrario, la idea de la
encarnación, con el descenso de Dios a nivel del ser creado implica una
diferencia espacial que se supera en un proceso temporal. Ciertamente
es inadecuado presentar a Dios mismo como localizado espacialmente,
circunscrito a un lugar en el espacio y distinto de otras partes del
espacio, pero esto no queda obviado por el hecho de limitar la idea del
espacio a la relación de Dios con sus creaturas.

La relación de Dios con el mundo no puede oponerse a la concepción de


su ausencia como si a ésta no le concernieran sus relaciones con lo otro.
Más bien hay que decir que las relaciones de Dios con sus creaturas han
de concebirse como expresión de la libertad de sus esencia, y , por
tanto, deben explicarse como fundadas en su esencia.

Ahora bien, desde el siglo I antes de Cristo, el pensamiento judío ha


considerado con frecuencia la palabra “espacio” (makom) como nombre
de Dios, remitiéndose a Ex 33, 21 (“Mira, hay espacio junto a mí”) y Ex
139, 5ss o 90, 1 de la versión de los LXX.

Al crear, Dios les da a las creaturas un espacio junto a él, ante él. Pero
esta respectividad queda abarcada por la presencia de Dios. Como decía
la primera patrística, Dios todo lo abarca, y él no es abarcado por nada
ni por nadie9. En la inmensidad del mismo Dios se pone y se dispone las
diferencias que corresponden al ser de las creaturas finitas. En la

Página
perspectiva de la representación de espacio, esto quiere decir que sólo
con la creación de criaturas surge la multiplicidad de lugares y, por
7
consiguiente, de espacios parciales con sus respectivos límites.
El espacio de las criaturas se forma en cuanto que, precisamente por su
finitud –en la delimitación que las separa-, se encuentran relacionas
entre sí. Desde este punto de vista, el espacio se presenta como un

8 PANNENBERG, Wolfhart. Teología sitemática Vol. II. Universidad Pontificia de Comilla -


Madrid. España, 1996.
9 Pastor de Hermas (Mand 1, 26,1) Arístides, (Apol. 1,4) Teófilo (ad Autol. I, 5 y II, 10)
entre otros.
compendio de relaciones entre espacios parciales, idealizado como
conjunción de relaciones10 entre puntos espaciales.

El argumento de Agustín decía que “donde no existe ninguna criatura


con movimientos cambiantes, tampoco existe tiempo alguno” (XII, 15,2);
y menos todavía puede darse un espacio fuera de este mundo de
creaturas.

El espacio abarca todo lo que se halla presente simultáneamente.

Página
8

10 La concepción del espacio como conjunto de relaciones ha sido desarrollada


particularmente por Leibniz y contrapuesta a la representación de un espacio absoluto.

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