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No codiciarás

Por Marcos Witt

“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su
asno, ni cosa alguna de tu prójimo” - Éxodo 20:17

¿Por qué será que cada uno de nosotros tenemos algo adentro que cuando miramos las cosas de otros, se ven mas
bonitas que las nuestras? Creo que es un deseo natural que Dios ha puesto dentro de cada uno de nosotros y de
hecho no tiene nada de malo desear cosas para avanzar en la vida; Dios así lo hizo, Dios nos hizo con una
capacidad de querer mejorar. Dios mismo dice: de gloria en gloria te estoy transformando, de victoria en victoria.
Dios es un Dios de progresión.

Es importante entender que cuando nosotros miramos algo bonito, no tiene nada de malo decir, “¡como me gustaría
tener eso!” El problema es cuando ese deseo lo posee a usted y esa es la codicia; la codicia es el deseo desmedido
de poseer algo, no importa a quien tengamos que destruir, que reglas tengamos que romper, que fronteras
tengamos que cambiar, a cuanta gente tengamos que matar o cuantas cosas tengamos que mover.

El problema no es desear una casa, ni una esposa, el problema es desear la casa o la esposa de tu vecino. Esa es
la codicia; el estar queriendo algo que no es suyo y la codicia es algo muy engañoso porque es algo interno. La
codicia es un estado del corazón, por eso es que el proverbio dice, “sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón
porque del corazón brotan los asuntos de la vida”, del corazón surge la vida. Si tu corazón está bien, tu vida va a
estar bien pero donde tengamos un corazón enfermizo con codicia y necesidades desmedidas, nuestra vida se va a
desmedir.

El rey David fue un gran hombre, respetable, honorable, pero que se enfermó del corazón y los deseos de su
corazón se fueron tras algo que fue incorrecto. Vemos su historia allá en 2 Samuel 11. Un día David se estaba
paseando en una de las terrazas de su palacio; la terraza daba al solar de su vecino. Y en el solar de su vecino, de
pronto aparece la esposa del vecino dándose un baño al aire libre. Sin embargo, si el corazón de David no hubiese
estado enfermizo, no hubiera habido ningún problema, lo mas probable es que se hubiese dado una rápida media
vuelta y regresarse al palacio sin dar un segundo vistazo de espalda rumbo al palacio. Ese es un corazón sano, un
corazón correcto, pero David se dio el permiso de quedarse allí, de ver aquello y algo entro en su corazón.

Mire cuántos mandamientos rompió el rey David, simplemente por desear algo que no le pertenecía: “no codiciaras
la esposa de tu vecino”; “No hurtaras” (se la robo para el); “no cometerás adulterio” (se acostó con la mujer de su
vecino); “no dirás falso testimonio” (uso la mentira y el engaño para tapar su error) y el quinto mandamiento que
rompe es que después va y arregla las cosas de tal manera que el marido muera en la guerra. Todo eso empezó por
un asunto del corazón. Los errores vienen mayormente del resultado de una condición enfermiza del corazón y
necesitamos arreglar el corazón. El antídoto principal en contra de la codicia es el agradecimiento. Si usted tiene un
corazón agradecido, no hay forma de codiciar otras cosas, no hay por que envidiarle nada a nadie.

1 de Tesalonicenses 5 dice, “dad gracias en todo porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros en Cristo
Jesús”. Si usted y yo tenemos un corazón agradecido, no vamos a envidiar lo de los demás. Cuando nosotros
estamos practicando la codicia, estamos siendo un frente a nuestro precioso Proveedor que ha visto por nosotros,
que ha suplido nuestras necesidades, nos ha dado de comer y de vestir, nos ha rodeado de gente bella. ¡Mire qué
bondadoso ha sido Dios con nosotros!

Hebreos 13 dice, “que tus costumbres sean sin avaricia sino contentos con lo que tienes ahora”. Si usted está
conduciendo un carro viejo, déle gracias a Dios que por lo menos está usted en movimiento y le aseguro que Dios le
va a bendecir con algo mejor. ¡Déle gracias a Dios por lo que usted ya tiene! ¡Mire qué bueno ha sido Dios con usted
y conmigo!

Otra característica de una persona agradecida, no codiciosa, es que es una persona generosa, que no está
queriendo para sí sino que está buscando como puede dar a otras personas. Usted sea más generoso porque la
generosidad es exactamente lo opuesto a la codicia. El dar es lo opuesto a codiciar.

Una persona agradecida es una persona que sabe alegrarse con la bendición de otro. En América Latina, cada vez
que alguien empieza a surgir, otro quiere agarrarlo del pie y bajarlo. Y es algo que usted y yo necesitamos romper.
Cuando Dios bendice a su prójimo, alégrese con esa bendición, gócese con la bendición de otro, alégrese que Dios
esta bendiciendo a su vecino o a su familiar. Cuando Dios empieza a levantar a otras personas, alégrese usted con
esa bendición, alégrese con el hecho de que Dios está siendo bueno y fiel con esa persona.

Que Dios nos perdone. Que Dios nos ayude a bendecir a los que son bendecidos, a alegrarnos con la bendición de
otras personas, a darle gracias a Dios que El está bendiciendo a otros porque si somos agradecidos con la bendición
de otros, Dios mirara nuestro corazón y nos podrá mandar bendición también a nuestras vidas.

En Mateo 6:19 Jesús dice, “no amontones riquezas aquí en la tierra; mas bien amontonen riquezas en el cielo donde
la polilla no destruye, ni las cosas se echan a perder, ni los ladrones entran a robar; pues donde está tu riqueza, ahí
también estará tu corazón”. No codicie, déle gracias a Dios por lo que tiene. ¡Mire lo bueno que ha sido Dios con
usted!

Cuando usted alaba y adora a Dios y cuando usted ora y declara bendición sobre su vida, usted amontona riquezas
en el cielo. Dios mantiene muy buenas cuentas. Dios nunca ha defraudado a nadie, Dios no es deudor de nadie,
todo lo que usted le mande a Dios, ¡El se lo va a regresar multiplicado! ¡Glorifique a Dios! ¡Dios es bueno! ¡Alabe la
bondad de Dios! ¡Dios es grande en misericordia!

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