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XI I

LENGUAJE Y VERDAD EN UNAMUNO

En alguna ocasión don Miguel de Unamuno se pre-


guntaba qué habría ocurrido si Caín no mata a Abel.
Para responderse en seguida: "Si Caín no mata a Abel,
Abel habría matado a Caín". No interesa ahora saber qué
razones daba el pensador español para esta respuesta
aparentemente desconcertante. Lo que la pregunta y su
respuesta nos proporcionan sobre todo en este momento,
es una pista para averiguar por un modo de pensar y
de pensamiento que muchas veces se nos presenta en esta
forma evidentemente paradójica.
Abundan los lugares en que don Miguel defiende, no
sólo sus paradojas, sino la paradoja en general como me-
dio de averiguación de la verdad, o como forma en que
la verdad se manifiesta más adecuadamente. Pero la para-
doja unamuniana no es simplemente una opinión con-
traria a la habitualmente tenida por todos, por el vulgo,
por la gente en general, sino que es una opinión contra-
ria, expresada en una forma verbal, opuesta a la en que
a menudo viene dicha una determinada concepción, sen-
tencia o principio de conocimiento o de acción. Unamuno
no va sólo contra la verdad admitida, sino también con-
tra la forma verbal admitida y de uso común. Puede ase- fiere su sentido etimológico, y esto le induce a darles mil
gurarse que el recurso estilístico más frecuentado por don vueltas y a sacar del vientre semántico de cada vocablo
Miguel de Unamuno y el que le sirve de verdadera mule- serpentinas de retruécanos y otros juegos de palabras".
tilla para su manejo de la lengua, es este de hallar en el (Obras, t. V, p. 263, Madrid, 1947).
mismo texto verbal la incitación de un pensamiento y Esta observación de Ortega y Gasset contiene una gran
decir otros nuevos que él quiere ver surgir, aunque no verdad. Ante todo el hecho vivo señalado de que el len-
sea sino para distinguirse de los demás. Hay que recono- guaje materno es algo insustituible para expresarse con
cer que la mayoría de las veces Unamuno sale bien li- plenitud en una lengua. Hay que preguntarse hasta dón-
brado en esta faena, y quizás la última razón de todo ello de nosotros los hispanoamericanos tenemos la lengua cas-
no quede muy claramente explicada en lo que vamos a tellana en toda la integridad de esta expresión, o si sólo
estudiar esta vez. ¿Pero a qué negar que en ciertas oca- sea para nosotros también una lengua aprendida. Claro
siones Unamuno abusa de su truco, nos toma el pelo y que no lo será en la misma medida en que lo pudo ser
más parece un muchacho juguetón de catorce años que para don Miguel de Unamuno, pero es un hecho que con
de todo se ríe, que un severo profesor universitario y un las migraciones de españoles a América no se vino toda
sabio pensador? España, pero ni siquiera todo el conjunto de circunstan-
Tal vez haya que empezar por buscar el origen de este cias que constituyen un habla, el habla castellana en este
procedimiento unamunesco (que tan fecundo le fue, di- caso. Llegaron nuestros abuelos y muchos modismos tu-
cho con cierto irrespeto, como material de relleno), en vieron que dejar de lado, porque otras realidades los ha-
lo que ya señalaba Ortega y Gasset cuando escribía sobre cían obsoletos o inadecuados. La nueva circunstancia
Unamuno que acababa de morir: "Fue un gran escritor. americana les cambió el lenguaje, en unos casos empo-
Pero conviene decir que es vasco y que su castellano era breciéndolo, en otros también acrecentándolo.
aprendido. Él lo reconocía y lo declaraba con orgullo, mas Esto es tan cierto que en alguna ocasión aventuramos
acaso no se daba cuenta de lo que esto traía consigo. Aun esta explicación a don Luis de Zulueta, que se mostraba
siendo espléndido su castellano, tiene siempre ese carác- seriamente sorprendido de que en América Hispana con-
ter de aprendido y, si se me quiere entender bien, todo sultásemos tanto el diccionario de la Academia para ase-
idioma aprendido, el carácter de lengua muerta. De aquí gurarnos de que estamos empleando bien un vocablo, de
muchas particularidades de su estilo. Cuando escribimos que no equivocamos su significación. Yo decía que por esa
o hablamos en nuestra lengua, nuestra extensión atra- razón migratoria, nuestro español no era totalmente vivo
viesa los vocablos sin reparar en ellos, como nuestra vista y sí en mucho aprendido, sin contar también la otra ra-
el vidrio de la ventana, para fijarse en el parque. Con la zón etnológica de la sangre indígena que un día vino a
lengua aprendida el vocablo se interpone entre nosotros mudar sus lenguas originarias por la lengua de los con-
y nuestro pensamiento, hace constar su presencia y nos quistadores. Es claro que a casi cinco siglos de la con-
obliga a atenderlo. En suma, nuestra mente tropieza con quista española, el castellano de América reclama con
la palabra en cuanto tal. De aquí la frecuencia con que justicia una autoformación y autosemantización que tiene
Unamuno da espantadas ante los vocablos y ve en ellos que ser respetada por los españoles de España.
más de lo que en su uso corriente —en que desaparecen Pero sigamos mirando el tema de don Miguel de Una-
transparentes— suelen significar. A su valor usual pre- muno.
Sin duda alguna en Unamuno influyó la razón adu- jando antes los textos que las realidades. Abogacía dirá
cida por Ortega para que el pensamiento se nos revele t a n él desdeñosamente y más aún, con rencor no disimulado,
insistentemente al lenguaje en que se expresa. Pero hay pero a la larga resulta que mucha parte de su vasta labor
otras razones a mi juicio que no sería posible dejar de intelectual se asemeja a la labor del teólogo y del jurista
considerar. En primer lugar, España toda ha sido a tra- de la que tanto se mofaba. Y prueba de que esta labor no
vés de su historia u n a nación de grandes teólogos, desde es tan despreciable ni merecedora de tan violentos epíte-
tos, es la misma obra de Unamuno, que tantos lectores
aquel encantador sevillano, San Isidoro, que a través de
ha logrado conquistar a través de los pocos años que lleva
sus etimologías nos transmite casi todo el saber de la
de surgida.
antigüedad, hasta los grandes maestros del Concilio Tri-
dentino. Ahora bien, la teología es u n a ciencia que tra- Pero hay algo más. Si al hecho de que Unamuno ma-
baja sobre pensamientos y no directamente sobre cosas. nejara un lenguaje aprendido; si al hecho de que la cul-
Su positum, el dato inmediato de la teología, es la palabra tura española sea muy predominantemente una cultura
de Dios contenida en la revelación. Y el que maneja pala- sobre los pensamientos y no sobre las cosas, añadimos
bras, maneja necesariamente los pensamientos conteni- otro hecho más, y es que la formación intelectual de don
dos en ellas. Pero todo el hacer del que trabaja con pen- Miguel de Unamuno era tremendamente libresca, com-
samientos es un hacer lógico, esto es, un hacer que es prenderemos así por qué le seducían tanto las palabras,
lógica, pues eso es la lógica, la ciencia de los pensamien- por qué las hacía el objeto de sus más regustados pensa-
tos. Por eso la teología necesita de una lógica, como la mientos y por qué también sacaba de ellas verdades y
necesita también la jurisprudencia, que es faena igual- errores como otro alguno no ha logrado hacerlo. La lec-
mente dirigida al pensamiento, a los pensamientos en tura de Unamuno resulta a menudo más agradable por
que están contenidos los mandatos jurídicos. Nadie habla los autores que cita que por las cosas que él dice de su
de la lógica de la medicina ni de la lógica de la geología, propio peculio. Sé que en esto como en otras cosas me
astronomía, química y demás ciencias de seres reales, separo de muchos ilustres intérpretes de la obra intelec-
porque allí no se trata de enfrentarse a un pensamiento tual de Unamuno. Pero no puedo dejar de consignar el
sino a una realidad que ciertamente tiene sus leyes, pero placer inmenso que me causan los textos que Unamuno
no estrictamente su lógica. La lógica de la teología como transcribe. Se ve que los busca, no para acumular erudi-
la lógica del derecho son lógicas dependientes, lógicas de- ción, sino por su belleza o su originalidad. Y se detiene
rivadas de la lógica tout court, de la lógica a secas, pero en ellos y saca de sus propias palabras ideas nuevas que
de todas maneras hacen parte de esta lógica general. confirman las suyas o le suscitan ardientes polémicas.
Por algo estaba dotado del don de las lenguas, y de ahí
Y decíamos que España es una cultura de teólogos.
que manejase tantos idiomas con innegable delectación
Pero también una cultura de juristas. Para confirmarlo
intelectual. El no sólo desmenuza las palabras castellanas
están los grandes monumentos medievales de las Partidas
sino todos los vocablos que se le atraviesan en el camino.
y el Fuero Juzgo, hasta las famosas leyes de Indias que
El método heideggeriano de apelar al origen de la palabra
en mucha parte contribuyeron a nuestra educación en la
para extraer de él la verdad oscurecida por el largo tra-
época colonial. Por ello no es al azar que don Miguel de
jinar del vocablo en el uso de la gente, en el uso de la
Unamuno resulte escribiendo como escribe, esto es, mane-
vida inauténtica, tiene en Unamuno un preclaro prece- hablar uno consigo mismo, y el habla es social, y sociales
dente. Bien es verdad que todo esta tendencia se dibuja son el pensamiento y la lógica. ¿Pero no tienen acaso un
ya desde los griegos, y en los padres de la Iglesia. contenido, una materia individual, intransmisible e in-
Pues decíamos que Unamuno es ante todo un pensa- traducibie? ¿Y no está aquí su fuerza?" (Op. cit., p. 811).
dor cuyo objeto formal es el pensamiento mismo antes ¿Pero a qué conduce la lógica, a qué conduce en suma
que las cosas. En este sentido su obra toda es teología o la razón, a pesar de su declarada necesidad? La lógica y
jurisprudencia, como él mismo definió estas actividades la razón conducen a la contradicción interna, a la posi-
por boca de A. P. Stanley, de quien cita: "La teología bilidad de afirmar los contrarios, al escepticismo total.
occidental es esencialmente lógica en su forma y se basa "No hay sino que leer el terrible Parménides de Platón,
en la ley. La oriental es retórica en la forma y se basa en comenta, y llegar a su conclusión trágica de que el uno
la filosofía. El teólogo latino sucedió al abogado romano; existe y no existe, y él y todo lo otro existen y no existen,
el teólogo oriental al sofista griego". (Del sentimiento trá- aparecen y no aparecen en relación a sí mismos, y unos
gico de la vida, tomo II, p. 811. Ensayos, Editorial Aguilar, a otros. Todo lo vital, concluye Unamuno, es irracional,
Madrid, 1958, por la que seguiré citando). y todo lo racional es anti-vital, porque la razón es esen-
Ahora bien, para Unamuno la teología y la abogacía cialmente escéptica" (Op. cit., p. 811).
eran en sí mismas sofistería pura. Nunca buscan los he- De esta manera entramos a descubrir el secreto del
chos sino las probaciones, su método es el de probar a forcejeo de Unamuno con la razón y el irracionalismo,
toda costa aun cuando no haya nada demostrable ni nada pues en suma lo que nos dice es que la razón misma es
rectamente probable. Teología y abogacía, nos dice Una- irracional porque no nos da la verdad sino una serie in-
muno, proceden inspiradas siempre en un silogismo de mensa de posibilidades, todas ellas admisibles ante la
este tipo: "Yo no comprendo este hecho sino dándole esta razón misma. Y considera Unamuno que un tratamiento
explicación; es así que tengo que comprenderlo, luego distinto del problema, es decir, un forzar a la razón a
ésta tiene que ser su explicación. O me quedo sin com- que afirme una cosa más bien que otra no en sí mismo
prenderlo" (Op. cit., p. 813). científico sino teológico o abogadil.
Mas esta falla intrínseca que Unamuno atribuye a Hans Kelsen, el ilustre jurista y filósofo que ha crea-
esas dos ciencias está constituida por la lógica que forma do la llamada teoría pura del derecho, desde sus obras
la verdadera esencia de ellas. La lógica tira a reducirlo tempranas hasta los últimos opúsculos, ha insistido en
todo a entidades y a géneros, dice Unamuno, a que no que la actividad jurídica sólo se hace verdaderamente
tenga cada representación más que un solo y mismo con- científica cuando el jurista se limita a mostrar las diver-
tenido en cualquier lugar, tiempo o relación en que se sas interpretaciones que da de sí una norma legal. Al ju-
nos ocurra" (Op. cit., p. 810). En suma, la lógica busca rista como científico, no le corresponde afirmar que una
la identidad y la identidad es la muerte. interpretación es preferible a otra, pues esto equivaldría
Pero necesitamos de la lógica, nos dice más adelante, a asumir una actitud valorativa que es necesariamente
"de este poder terrible para transmitir pensamientos y subjetiva y por lo tanto colocable dentro de la política
percepciones y hasta para pensar y percibir, porque pen- o de la religión o de la concepción del mundo, pero en
samos con palabras, percibimos con formas. Pensar es ningún momento en el ámbito puro de la ciencia. El cien-
tífico del derecho no valora, no expresa lo que debe ser Este acto de aniquilación es el que a cada paso trope-
desde el punto de vista ético sino lo que debe ser desde zamos en la labor intelectual del filósofo Unamuno. Re-
el punto de vista lógico o más exactamente, los múltiples chazó al teólogo y al abogado porque no actuaban cientí-
posibles "deber ser" que la interpretación da. ficamente sino por consideraciones de valor, y se quedó
Hasta aquí el jurista científico tal como lo quiere con el frío racionalista de la interpretación filológica, pu-
Kelsen. El otro, el que pretende forzar la norma hasta ramente formal, que lo condujo a la duda absoluta y al
hacerle decir sólo lo que él estima como bueno o conve- escepticismo total.
niente, ese otro es el político del derecho. Y conste que Esto sea dicho provisionalmente, mientras descubri-
Kelsen no rechaza esta actitud, sino que la considera no mos otras vetas en el pensamiento del escritor español.
científica. Pero al contrario, ella es la que asume precisa- Pero resultan así explicables esas múltiples interpretacio-
mente el juez cuando interpreta la ley, porque la inter- nes que don Miguel da a las frases que en un momento
pretación judicial de la ley, dice Kelsen, no es un acto dado asienta, a las normas a que se acoge o a las senten-
científico sino político, y la exégesis judicial, la del juez, cias de los otros que toma para reforzar sus pensamien-
se aparta del estricto campo filológico para entrar en el tos. No parece que don Miguel de Unamuno sea un escép-
campo del mandato; en otras palabras, deja de ser un tico constitucional, sino que lo llevó a serlo la vía filoló-
acto de inteligencia para convertirse en un acto de vo- gica puramente formalista que desde un principio adoptó
luntad. (Cf. Qué es la teoría pura del derecho, vers. es- como método para expresar su pensamiento.
pañola, p. 29, Córdoba 1962).
En suma, para la teoría pura del derecho, el derecho Ya desde su ensayo sobre el casticismo, había anun-
válido es un conglomerado de múltiples posibilidades en- ciado que esa sería su manera de pensar y de exponer sus
gendradas por la interpretación puramente filológica de pensamientos: "Suele buscarse la verdad completa en el
la norma jurídica. Por la regla del derecho que es lo que justo medio por el método de remoción, via remotionis,
el jurista extrae de la norma jurídica, no sabemos cierta- por exclusión de los extremos que con su juego y acción
mente qué es lo que debe hacerse, cuál es la conducta de- mutua engendran el ritmo de la vida, y así sólo se llega
bida, pues la regla de derecho formula y tiene que for- a una sombra de verdad, fría y nebulosa. Es preferible,
mular un número variado de posibilidades de conducta creo, seguir otro método, el de afirmación alternativa de
debida. Es por eso por lo que se ha señalado en la teoría los contradictorios; es preferible hacer resaltar la fuerza
kelseniana un elemento racionalista unido fuertemente a de los extremos en el alma del lector para que el medio
un elemento irracional en la vida misma del derecho. Y tome en ella vida, que es resultante de la lucha". ("En
Gustavo Radbruch, que hacía una filosofía del derecho torno al casticismo", Ensayos, t. I, p. 25).
de base neokantiana, en la reedición de su famoso tratado Aquí por cierto sólo es un prenuncio de lo que luego
aplica a la teoría pura las palabras de un discípulo de va a sistematizar como método de trabajo intelectual.
Ludwig Feuerbach, Ludwig Knapp, quien sentenciaba Aquí todavía el método de las contradicciones aparece co-
que en la ciencia había que actuar "como una alta policía mo un truco pedagógico para enseñarle a la gente a pen-
del saber" y deshacer así "todos los fantasmas jurídicos", sar y a meditar que las cosas son profundas y difíciles y
para "finalmente aniquilarse a sí misma" (Filosofía del que no se digieren sin lucha y sin combate. Pero en las
Derecho, p. 41, Madrid, 1952). obras posteriores, la posición de Unamuno es la de que,
desde el punto de vista racional, todos los extremos son este vocablo, esto es, universal concreto, total, contrario
posibles y por ejemplo, tan posible es la inmortalidad del a individual que es en sí lo abstracto y por lo mismo va-
alma como su total aniquilación después de la muerte. cío. En efecto, entre lo personal y lo individual, Unamuno
(Ensayos, t. II, p. 828). "El triunfo de la razón, facultad establece la siguiente diferencia:
analítica, esto es destructiva y disolvente, es poner en '"Debo aquí advertir una vez más cómo opongo la indi-
duda su propia validez. Cuando hay una úlcera en el es- vidualidad a la personalidad, aunque se necesiten una a
tómago, acaba éste por digerirse a sí mismo. Y la razón otra. La individualidad es, si puedo así expresarme, el
acaba por destruir la validez absoluta del concepto de continente y la personalidad el contenido, o podría tam-
verdad y del concepto de necesidad. Ambos conceptos son bién decir en un cierto sentido que mi personalidad es mi
relativos; ni hay verdad ni hay necesidad absoluta". (En- comprensión, lo que comprendo y encierro en mí —y es
sayos, t. II, p. 823). de una cierta manera todo el Universo— y mi individua-
Así nos encontramos con un filósofo que acaba por lidad es mi extensión; lo uno, lo infinito mío, y lo otro,
destruirse a sí mismo y por destruir lo mismo que esta- mi infinito. Cien tinajas de fuerte casco de barro están
blece a la luz de la razón. Porque Unamuno se siente vi- vigorosamente individualizadas, pero pueden ser iguales
vamente atraído por la razón. El racionalismo es la su- y vacías, o a lo sumo llenas del mismo líquido homogé-
perestructura de su formación intelectual, muy hija por neo, mientras que dos vejigas de membrana sutilísima,
cierto de la última etapa cultural del siglo en que le tocó a través de la cual se verifica activa ósmosis y exósmosis
nacer. Y lo tomó tan en serio que quiso asumir en sí el pueden diferenciarse muy fuertemente y estar llenas de
suicidio intelectual que ese racionalismo a ultranza lleva líquidos muy complejos. Y así puede uno destacarse fuer-
consigo. temente de otros, en cuanto individuo, siendo como un
¿Cuál es la salida que encuentra Unamuno dentro del crustáceo espiritual, y ser pobrísimo en contenido dife-
callejón del racionalismo? Bergson afirmó alguna vez que rencial. Y sucede más aún y es que cuanta más persona-
el filósofo viene al mundo para decir una sola cosa y para lidad tiene uno, cuanta mayor riqueza interior, cuanto
esto habla toda la vida. Si quisiéramos hacer unamunismo más sociedad es en sí mismo, menos rudamente se divide
a costa de Unamuno, podrimos decir que Unamuno vino de los demás". (Ensayos, t. II, pp. 882-883).
al mundo para decir muchas cosas y para ello nos habló Ese es el secreto del atractivo y seducción que los te-
de una sola: de Miguel de Unamuno. Pero esta frase que mas unamunianos despiertan por doquier. En realidad,
podría parecer irreverente, no lo es si recordamos que hablando siempre de sí mismo, venía en verdad a hablar
Unamuno se ha jactado de hablar cada vez, contando de la humanidad entera que en él sonaba y resonaba es-
siempre con su ecuación personal. Y de ello no sólo se pléndidamente. Su concepto de persona como ser que no
ufanaba sino que se justificaba diciendo que era la única se distancia de los demás porque con todos tiene partici-
forma posible de filosofar: filosofar desde el hombre con- pación, lo hace superar el racionalismo en que en un prin-
creto, de carne y hueso. cipio se vio metido como en una cárcel.
Ahora bien, lo que no resulta en absoluto ni irreverente Es que en efecto, nada más fecundo para la visión ra-
ni despectivo es reconocer que cuando Unamuno habló de cionalista que aquella posición que mira todas las cosas
sí mismo, siempre nos transmitió un mensaje personal, como individuos, cantidades homogéneas, átomos inter-
es decir, universal. Universal en el sentido que él daba a cambiables en que lo mismo da el uno que el otro, pues
todos pueden ocupar el mismo sitio en lo social o en lo dió con tesis no siempre claras y precisas, la existencia
cósmico. Fue a este individuo al que se refería Hegel cuan- de otras vías de acceso a la verdad, que la verdad no es
do dijo que el derecho romano se inventa la categoría sólo la que se halla por la vía de la razón y que el des-
jurídica y política del individuo sin individualidad. Indi- confiar de la razón no es necesariamente ser irraciona-
viduo sin personalidad, podríamos decir mejor, dándole lista. En algún lugar Unamuno escribe:
a esta última palabra el sentido unamuniano que acaba-
"¿Quiere esto decir que cuanto vamos a ver, los esfuer-
mos de escuchar. Cuando a Bernard Shaw lo requería u n a
zos de lo irracional por expresarse, carece de toda racio-
dama impertinente para que dijera si en su opinión era
nalidad, de todo valor objetivo? No; lo absoluta, lo irre-
también Homero el autor de la Odisea, el famoso humo-
vocablemente irracional e inexpresable es intransmisible.
rista replicó:
Pero lo contrarracional, no. Acaso no haya modo de ra-
—Mire usted, señora. El autor de la Odisea era un con- cionalizar lo irracional; pero lo hay de racionalizar lo
temporáneo de Homero que se llamaba también Homero. contra-racional y es tratando de exponerlo. Como sólo es
Aquí tenemos expresado mejor que con cualquier di- inteligible, de veras inteligible, lo racional, como lo ab-
sertación este concepto de individuo sin personalidad que surdo está condenado, careciendo como carece de sen-
Unamuno y antes que él, Hegel, nos exponen. Porque da- tido, a ser intransmisible, veréis que cuando algo que pa-
do lo casi nada que sabemos del autor de la Ilíada para rece irracional o absurdo logra uno expresarlo y que se
ver reflejada en ella su personalidad, lo mismo da que lo entiendan, se resuelve en algo racional siempre, aun-
éste fuera el mismo de la Odisea u otro poeta de su tiem- que sea en la negación de lo que se afirma". (Ensayos,
po que tuviera o no su mismo nombre. Ese individuo del t. II, p. 843).
racionalismo que se pierde en las trasmutaciones es el
que repudiaba Unamuno a pesar de muchos textos apa- De estas tesis de Unamuno no se concluye que el pen-
rentemente contrarios. Unamuno defendía la personalidad sador siga fiel al racionalismo tradicional y que mediante
en la que somos nosotros mismos pero también, en al- la palabra pretenda racionalizar toda la realidad con la
guna forma, todo el universo. razón del racionalismo. Lo que Unamuno expresa es que
Hemos visto hasta aquí cómo Unamuno se abre a un lo contra-racional se hace inteligible y por lo mismo pre-
mundo racional expresado en logos, en palabras significa- viamente accesible cuando se halla una vía de acerca-
tivas llenas de lógica y de orden, y que al analizarlas, des- miento a él que al conocerlo nos permita comunicarlo. Y
menuzarlas y tratar de sacarles su último entresijo las comunicarlo justamente con la palabra, con el verbo sig-
encuentra vacías de realidad; lo que conduce a considerar nificativo. Y aquí encontramos otra vez a Unamuno,
a Unamuno como un filósofo francamente adscrito al irra- igual que en sus primeros ensayos, fiel a la palabra, fiel
cionalismo más extremo. a la exégesis del pensamiento hecho carne en los voca-
No parece sin embargo, que esto sea t a n fácil de afir- blos, en las frases y en las proposiciones. Por eso escribía
mar con fundamento en la totalidad del pensamiento del como en lengua extraña, no sólo porque no era para él
filósofo español. En realidad lo que resulta de la medita- materna la lengua castellana, sino porque en la lengua
ción sobre Unamuno es que, anticipándose a posiciones encontraba el primer elemento de su filosofía, el primer
muy firmes de la filosofía posterior, este pensador defen- material para sus meditaciones.
A pesar de la fuerte afición de Unamuno a buscar los campesino castellano: "A esa seca rigidez, dura, recorta-
contrarios y a oscilar entre ellos como ya vimos procla- da, lenta y tenaz, llaman naturalidad; todo lo demás
marlo con toda conciencia en el lugar citado atrás, hay tiénenlo por artificio pegadizo o poco menos. Apenas les
dos extremos a los cuales mantiene muy particular pre- cabe en la cabeza más naturalidad que la bravia y tosca
dilección; ellos son: lo más primitivo, lo más elemental de un estado primitivo de rudeza. Así es que dicen que su
de un lado, y lo más elaborado, el producto más fino del vino, la primera materia para hacerlo, el vinazo de sus
artificio y de la convención del lado contrario. cubas, es lo natural y sano, y el producto refinado, más
Todo su estudio sobre el casticismo es una tensión aromático y matizado que de él sacan los franceses falsi-
entre estas polaridades. La intrahistoria y el progreso, ficación química. ¡Falsificación! ¡Verificación sí que es!
para rechazar el tradicionalismo de los políticos de su ¡Como si la tierra fuera más que un inmenso laboratorio
tiempo que desfiguran lo más entrañable y mantienen el de primeras materias, al que corrige el hombre, que sobre-
cadáver de una historia superficial y epidérmica. Por eso naturaliza a la Naturaleza, humanizándola! No es dogma
allí mismo defiende a la gleba española y al universalismo de esta casta lo que decía Schiller en su Canción del pon-
europeo. Y si más tarde propugnó por la españolización che, que también el arte es dón celeste, es decir, natural"
de Europa fue precisamente cuando creyó advertir que en (Ensayos, t. I, p. 66).
España había suficiente sustancia primitiva para que la
historia volviera a comenzar. Rememoremos algunos lu- Y si en el primer párrafo nos muestra su admiración
gares en que esta dialéctica entre lo primitivo y lo ela- por el pueblo primitivo y por el progreso indefinido, y si
borado aparece a plena luz: el que adujimos después alaba el vinazo elemental y el
refinado de las cavas francesas, en lo que sigue se nos da
"Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los de cuerpo presente esta fascinación entre lo más íntimo
millones de hombres sin historia que a todas horas del día de España y lo más mundano de Europa:
y en todos los países del globo se levantan a una orden
del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silen- "Me siento impotente para expresar cual quisiera es-
ciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que como la de ta idea que flota en mi mente sin contornos definidos,
las madréporas suboceánicas echa las bases sobre las que renuncio a amontonar metáforas para llevar al espíritu
se alzan los islotes de la Historia. Sobre el silencio augus- del lector este concepto de que la vida honda y difusa de
to, decía, se apoya y vive el sonido; sobre la inmensa Hu- la intrahistoria de un pueblo se marchita cuando las cla-
manidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la ses históricas la encierran en sí, y se vigoriza para reju-
Historia. Esa vida intra-histórica, silenciosa y continua venecer, revivir y refrescar al pueblo todo al contacto del
como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progre- ambiente exterior. Quisiera sugerir con toda fuerza al
so, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tra- lector la idea de que el despertar de la vida de la muche-
dición mentida que se suele ir a buscar al pasado enterra- dumbre difusa y de las regiones tiene que ir de par y en-
do en libros y papeles y monumentos y piedras" (Ensa- lazado con el abrir de par en par las ventanas al campo
yos, I, p. 38). europeo para que se oree la patria. Tenemos que euro-
No por velada es menos firme la admiración que estas peizarnos y chapuzarnos en pueblo. El pueblo, el hondo
líneas que vienen revelan hacia la primitiva dureza del pueblo, el que vive bajo la historia de la masa común a
todas las castas, es su materia protoplasmática; lo dife- guaje; bregar en el escudriño de sus entrañas, a desen-
renciante y excluyente son las clases e instituciones his- trañarlas". Y no tiene empacho alguno en declarar pala-
tóricas. Y éstas sólo se remozan zambulléndose en aquél". dinamente que "toda la civilización, toda la economía,
(Ensayos, t. I, p. 138). todo el derecho, todo el arte, toda la sabiduría, toda la
Ya en este mismo ensayo sobre el casticismo Unamu- religión española están ahincados en los entresijos del
no opone, paralelamente a las otras relaciones que hemos lenguaje y hasta laten en el tuétano de sus huesos".
venido examinando, la literatura a la lengua. Aquélla co- (Obras Selectas, p. 1124, Editorial Plenitud, Madrid, 1950).
mo el producto elaborado, artificial y tardío de una cul- Unos párrafos adelante, Unamuno vuelve a reunir lo
tura, y ésta como la base en que descansan no sólo un elemental y primitivo con lo cosmopolita y universal, y
determinado estadio literario, sino todos los períodos de así nos dice: "Con esa filología, con ese amor del habla
cultura letrada, muchas veces opuestas entre sí, destruc- común y propia a la vez, nacional e individual a la par,
tores unos de otros, pero posibles todos a cuenta de la individual y universal que es lo mismo, con ella cobra-
básica forma lingual. "Lo que hace la continuidad de un remos el heredado patrimonio espiritual de nuestra raza
pueblo no es tanto la tradición histórica de una literatu- histórica, de nuestra cultura. A presión de siglos, encerra-
ra cuanto la tradición intra-histórica de una lengua; aún do en metáforas seculares, alienta el ánimo, el espíritu,
rota aquélla, vuelve a renacer merced a ésta". (Ensayos, el soplo verbal que nos ha hecho lo que por la gracia de
t. I, p. 57). Dios, la palabra suma, somos: Españoles de España. Las
creencias que nos consuelan, las esperanzas que nos em-
Pero este recurso a la lengua como instrumento sin pujan al porvenir, los empeños y los ensueños que nos
par de la cultura humana para conocer, amar, crear y mantienen en pie de marcha histórica a la misión de nues-
convivir; para renegar del escepticismo y hasta de la ago- tro destino. .. Cada lengua lleva implícita, mejor encar-
nía de la existencia; para destruir, en fin, el sentimiento nada en sí, una concepción de la vida universal y con ella
trágico de la vida y engendrar fuerzas y esperanzas al un sentimiento —se siente con palabras— un consenti-
hombre perdido antes por el racionalismo y la filología miento, una filosofía y una religión". (P. 1125).
formalista, nos lo presenta Unamuno en todo su esplén- Hé aquí, pues, cómo lo que se destruyó con la palabra
dido despliegue de aquella "Ultima lección", dictada en y por la palabra vuelve a reconstruirse a través del habla,
Salamanca en 1934, cuando se retiró jubilado de su cá- de la lengua. Y la razón que era antes potencia disolven-
tedra. te y aniquiladora, resulta ahora principio unificador y
Aquí ya el análisis filológico no conduce a la aniqui- fundamento de la convivencia humana, porque razón,
lación del saber. Al contrario, la filosofía "que es amor dice Unamuno, deriva de ratio y ratio de reri que es ha-
del saber brota de la filología", que es "amor del decir". blar (P. 1126). Así el hombre puede decir otra vez de sí
Y la lengua es una vía de acceso a la realidad: "Y empecé mismo que es un animal racional.
en la lengua castellana a buscar a España, a tratar de Vemos, así, confirmada nuestra sospecha inicial de
descubrirla, de descubrírnosla" ... "Buscar la tradición que en Unamuno era otra cosa que una incapacidad para
histórica nacional, fuente de su progreso y ventura, y la lengua castellana, el que, por ser aprendida, la mane-
hasta de sus revoluciones en el tesoro del habla, del len- jara como distante; había hecho de ella, de toda lengua,
el objeto del conocimiento, pero entendiéndola en una
capa tan carnosa y cordial que el filósofo Unamuno por
este motivo está a mucha distancia de lo que se conoce
como nominalismo filosófico. Su nominalismo era una
forma de hacer suyas todas las cosas, pues por el nombre
quería apropiárselas. Como Yahveh dice a Jacob (en
Isaías, 43,1): "Te llamo por tu nombre, mío eres".

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