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MOMMSEN, Th. y. BLUMNER, H., “Der Maximaltarf des Diocletian”, Berlin, 1893, pp..6-50.
Cit. en: IMBERT, J.,SAUTEL, G. y BOULET.-SAUTEL, M., «Histoire des Institutions et des
faits sociaux » I, pp.216-218. Paris, P.U. F., 1963.
Como la ambición de indomable furor es tanta que no se preocupa por las necesidades generales,
y como una avaricia invasora y una destructora avidez de ganancia -cual si fuesen una religión-
hacen que estas gentes sin probidad ni prudencia consideren preferible deshacer la fortuna de
todos /sus conciudadanos/ que abandonar sus proyectos, y como /esos especuladores/ no pueden
continuar cerrando los ojos de aquellos a quienes han reducido a los extremos de la condición más
miserable, conviene que nosotros, que hemos visto estas cosas y que somos los padres del género
humano, intervengamos en estos asuntos por nuestra justicia soberana, de modo que humanidad
reciba por los remedios de previsión, para el bien de todos, aquello que ella ya no puede
garantizar desde hace un tiempo.
En efecto, ¿Quién tendría corazón tan duro y estaría a tal punto desprovisto de humanidad como
para poder ignorar y no sentir el desenfreno de los precios que se ha extendido en los negocios de
plata, tanto en los que atañen al comercio como a los que se sustancian diariamente en las
ciudades? Licenciosidad tal que el deseo desenfrenado de rapiña no se ha calmado ni con la
abundancia de productos ni con la riqueza de algunos años”... ¿Quién ignora ahora que la audacia
insidiosa se dirige contra los intereses públicos, por todas partes donde el bienestar común exige
el envío de nuestros ejércitos, no sólo en las ciudades y en los lugares fortificados, sino en
cualquier itinerario? ¿/Es posible/ que esta audacia no se limite a forzar precios cuatro u ocho
veces superiores, sino tan altos que la lengua humana no puede, razonablemente, dar un nombre a
esta situación?
Queremos, pues, que estos precios designados en el breve documento anexo, sean observados en
todo nuestro territorio, de modo comprendan que se les prohíbe dejarlos de lado. Ello no impide,
doquier que la abundancia de bienes sea evidente, las bondades de lo barato, por las que se
luchará, refrenando la avaricia antes mencionada. Entre vendedores y compradores cuyo hábito es
ir a los puertos o recorrer las provincias peregrinas, la ley común deberá ser la moderación. Que
sepan, en tiempos de indispensable carestía, no transgredir los precios fijados para cada cosa, que
la razón última de sus negocios no esté guiada por el deseo de acaparar aquí para revender allá,
pues nuestra perspicaz justicia ha querido que en ninguna ocasión puedan vender más caro
quienes transfieren mercaderías. Puesto que entre nuestros antepasados aparece con evidencia esta
costumbre de fijar leyes que reprimen la audacia mediante el temor a las prescripciones -porque es
verdaderamente muy raro que la condición humana sea llevada espontáneamente hacia el bien, y
el justo temor a los funcionarios siempre es un preceptor que induce a la moderación- nos place
que, si alguien tiene la audacia de atentar contra la forma de este reglamento, sea condenado a la
pena capital. Y que nadie piense que este estatuto es muy severo, puesto que el peligro puede
evitarse rápidamente conservando moderación. Pero, que quien atente contra los estatutos, por
espíritu de lucro o por ansia de acaparamiento, sea sometido a esa misma pena. Que no se crea a
salvo de esta sanción quien, poseyendo los artículos necesarios para la alimentación o el uso, haya
creído conveniente, después de /promulgada/ esta reglamentación, retirarlas de la circu1ación,
puesto que la pena debe ser más severa para quien provoca la escasez que para quien atenta contra
los estatutos.
...Éstos precios que se establecen a continuación para la venta de mercaderías particulares no
podrán ser aumentados por nadie:
I. 1.- Trigo, la medida (en francés: boisseau: antigua medida menos que la fanega)…: 2.-
Cebada, la medida: 100 denarios; Centeno, la medida: 60 denarios; 4.- Harina de mijo, la
medida: 100 denarios; 5.- Mijo, la medida: 50 denarios; 6.- Panizo, la medida: 50 denarios;
7.- Espelta pelada, la medida: 30 denarios; 8.- Habas molidas, la medida: 100 denarios; 9.-
Habas sin moler, la medida:30 denarios; 10.- Lentejas, la medida: 100 denarios.
II. Vinos: 1.- Vino de Piceno, el sextario: 30 denarios; 2.- Vino de Tibur, el sextario: 30
denarios; Vino de Sabina, el sextario: 30 denarios;… 10.- Vino del país, el sextario: 8
denarios; 11.- Cerveza, el sextario: 4 denarios; 12.- Cerveza de cebada, el sextario:2
denarios.
III. Aceites: 1.- Aceite de primera selección, el sextario: 40 denarios; 2.- Aceite de segunda
selección, el sextario: 24 denarios; 3.- Aceite común, el sextario: 12 denarios; 4.- Aceite de
rábano, el sextario: 8 denarios; 5.- Vinagre, el sextario: 6 denarios;… 9.- Sal de sazonar, el
sextario: 8 denarios; 10.- Miel de primera selección, el sextario: 40 denarios; Miel de
segunda selección, el sextario: 20 denarios…
IV. Carnes: 1.- Carne de cerdo, la libra: 12 denarios; 2.- carne de buey, libra: 8 denarios; Carne
de cabra o cordero, libra: 8 denarios; Carne de marrana, libra: 24 denarios;… 49.- Sebo,
libra: 6 denarios; 50.- Manteca, libra: 16 denarios.
V. Pescados: 1.- Pescado de mar, libra: 24 denarios; 2.- Pescado de mar de segunda selección,
libra: 16 denarios; Pescado de río, primera selección, libra: 12 denarios; 4.- Pescado de río,
segunda selección, libra: 8 denarios; 5.- Pescado salado, libra: 6 denarios; 6.- Ostras, el100 a
100 denarios; 7.- Erizos, el 100: a 50 denarios. …12.- Sardinas grandes o pequeñas, la libra
a 16 denarios.
VI. Legumbres 1.- Alcachofas grandes, 5: 10 denarios; 2.- Hongos, 10: 6 denarios; 3.-
Achicoria de primera selección, 10: 4 denarios; 4.- Achicoria de segunda selección, 10: 4
denarios… 9.- Coles de primera selección, 5: 4 denarios; 10.- Coles de segunda selección,
10: 4 denarios... 12.- Puerros grandes, 10:, 4 denarios...., 18.- Nabos grandes,10: 4
denarios.... 26.- Calabazas (las primeras) 10: 4 denarios; 27.- Calabazas posteriores, 20: 4
denarios; 28.- Pepinos (los primeros), 10: 4 denarios; 29.- Los pepinos siguientes, 20: 4
denarios... 43.- Huevos, 4: 4 denarios...; 75.-Limón grande: 24 denarios... .
VII. Salarios; 1.- Jornalero del campo, con comida, por día: 25 denarios; 2.- Tallista de piedras,
con comida, por día: 50 denarios; 3.- Carpintero de construcción, con comida, por día: 50
denarios; 4.- Calero, con comida, por día: 50 denarios; 5.- Marmolista, con comida, por día:
60denarios; 6.- Mosaísta, con comida, por día: 60 denarios;…65.-. Pedagogo, por niño y por
mes: 50 denarios...70.- Gramático de griego o latín y geómetra, por alumno y por mes: 200
denarios; … 71.- Orador o sofista, por alumno y por mes: 250 denarios; 72.- Abogado o
experto en derecho, por la introducción de la demanda: 250 denarios; 73.- Por un
proceso:1000 denarios.... 75; Mandadero de ropas en las termas, por cada baño: 2 denarios;
76.- Maestro de natación privado, por cada. baño: 2 denarios.
En : LACTANCE : “De La morte des pérsécuteurs ”, Ed. de J. Moreau, Les éditions du Cerf,
Paris.
AMIANO MARCELINO, Cit. por: COUDY, J. , “La Chute de l´Empire Romain”, Paris, 1967;
Ed. Julliard, Col. “Il y a toujours en reporter”, pp. 31-39.
Unos ponen la gloria suprema la gloria suprema en la singular elevación de una carroza o en una
fastuosa afectación de vestimenta. Su molicie muere bajo estos mantos de trama tan delicada, que
un simple broche retiene alrededor del cuello, y que se hacen ondear con sólo soplar por encima.
En todo momento, les veis sacudir los pliegues sobre todo los del lado izquierdo: es para resaltar
las franjas del borde y el curioso trabajo de una túnica salpicada con figuras de animales que se
adhieren a la tela.
Otros, se los acercan de punta en blanco y con un. aire de importancia, a hacer ostentación de su
inmensa fortuna. Tenéis para /pasar/ un día entero escuchando la enumeración de sus bienes, el
detalle de sus ingresos, que van a multiplicarse de año en año. Aparentemente, ignoran que sus
antepasados, que extendieron tanto el poderío romano, no se destacaban casi por sus riquezas.
Esos hombres –cuya energía en las empresas, con todo s los males de guerra, triunfó de tantos
obstáculos- no estaban mejor provistos., mejor nutridos ni mejor vestidos que el último soldado.
Sí, fue necesaria una colecta para enterrar al gran Publícola. Los amigos de Régulo se cotizaron
para subvenir a la manutención de su viuda y de sus hijos.
No pintaré sus torbellinos llamados banquetes, ni los mil refinamientos que allí despliega la
sensualidad. Pero, ¿Qué decir de sus extravagantes carreras a través de la ciudad? ¿De sus
caballos lanzados a rienda suelta, con menosprecio de todos los peligros, sobre el pavimento
pedregoso de las calles, como si corriesen oficialmente con los caballos del Estado? ¿De esta
multitud de criados, verdadera banda de ladrones, que llevan tras de sí? El ejemplo ha sido
fructífero. Se ve a las damas romanas, al abrigo de su velo, correr en litera de barrio en barrio. En
la guerra, un táctico hábil cuida de poner soldados pesadamente armados en el frente de batalla,
en la segunda línea coloca a las tropas ligeras, en tercer lugar a los arqueros y, tras ellos,
finalmente, al cuerpo de reserva, que sólo actúa como último recurso. Este ejército de criados
tiene también sus directores de operaciones, con una vara por insignia, y que disponen su mundo
de acuerdo al orden del día. Primero, a la altura del carruaje, avanzan los esclavos con oficios.
Después de ellos, vienen los ahumados pobladores de las cocinas; luego la turba de Criados sin
empleo específico, aumentada por todos los holgazanes del barrio. Los eunucos de todas las
edades cierrran la marcha, encabezados por los viejos, todos igualmente lívidos y deformes.
Qué sucede? Las pocas casas donde el culto de la inteligencia aún era honrado, están invadidas
por el afán de los placeres, hijos de la pereza. Sólo se escuchan aquí las voces que modulan,
instrumentos que resuenan. Los cantores han echado a los filósofos y los profesores de elocuencia
han cedido el lugar a los maestros en placeres. Las bibliotecas son moradas como tumbas. El arte
sólo se ocupa en fabricar órganos hidráulicos que acompañan la pantomima de los bufones en la
escena.
Respecto al populacho que no tiene casa ni hogar, tan pronto pasa la noche en las tabernas como
duerme al abrigo de esas colgaduras con que el edil Catulo fue el primero, por un refinamiento
debido a la molicie campesina, en cubrir nuestros anfiteatros (se trata del velabrum, colgadura
destinada a proteger a los espectadores del sol). O bien, se entrega con ardor al juego de los dados,
reteniendo su aliento, que arroja enseguida con un ruido que lastima el oído, o bien, aún (y éste es
el gusto que predomina), se lo ve de la mana a la noche, desafiando al sol y la lluvia,
extenuándose sin cesar comentando los menores detalles relativos al mérito o a la inferioridad de
tal caballo o de tal cochero. ¡Extraña pasión ésta de todo un pueblo que apenas respira, atento al
resultado de una carrera de carros! He aquí las preocupaciones a que está dedicada Roma, y que
no dejan lugar para nada serio.
Algunos adeptos de la facilidad, abandonando as cargas de las ciudades, ganan los desiertos y los
lugares apartados, y, bajo el pretexto de la religión, se integran a las comunidades monásticas. En
consecuencia, hemos ordenado por decisión maduramente deliberada, que el conde (funcionario
provincial) de Oriente tome en Egipto a estos /individuos/ y otros de su misma clase y los
arranque de sus retiros, sujetándolos de nuevo a las cargas de sus padres. O /bien/ que, según el
contenido de nuestra ordenanza, se prive a /esos individuos/ del goce de su propio patrimonio,
que, esta es nuestra decisión, será reivindicado por quienes asuman las cargas de las prestaciones
públicas. Publicado en Beirut el día de las calendas de enero, bajo el consulado de Valentiniano y
de Valente, Augusto.
Nos has comunicado que una multitud de colonos de Egipto se ha colocado bajo la protección de
personas respaldadas por su alto rango, de varios grados, e incluso duques. Por esto, si se
estableciese que alguien se ha atribuido tan grande desobediencia que amparase a aquellos
/colonos/ y que, prometiéndoles protección, les quitase la posibilidad de cumplir totalmente sus
leales servicios (devotio: servicio al Estado, en primer término, el pago puntual de los impuestos),
ordenamos que se obligue a esa persona a pagar todos los impuestos que se compruebe que han
entregado al fisco, de sus propios recursos, los otros lugareños de cuya comunidad se habían
alejado aquellos colonos. Establecerás también que, si alguien ha recibido a esos colonos bajo su
protección, éstos serán privados de tal protección.
Constantinopla, 4 de febrero de 360.
AMIANO MARCELINO, Cit. por: COUDY, J.; Op. cit., pp. 100-101.
... Luego, después de los actos de un culto secreto a Mercurio, /Juliano/ se ocupaba de averiguar
con mano firme y vigilante, los males del Estado, y de darles remedio. Cuando había satisfecho
las rudas exigencias de los problemas se dedicaba entonces, totalmente, al perfeccionamiento de
su espíritu. La filosofía no tiene conceptos que él no haya abordado y sometido al severo control
de su razón. Este espíritu, tan apto para las nociones más elevadas y abstractas, sabia descender,
no obstante, a las especulaciones de orden secundario. Amaba la poesía y la literatura. ... Su gusto
lo llevaba también a seguir en todas sus vicisitudes la historia de su país y la de las naciones
extranjeras...
Abreviemos. Sin hablar de las derrotas con las que a menudo castigó la incorregible audacia de
los bárbaros, la marca más sensible del alivio que su presencia llevó a las excesivas miserias de
Galia es que, a su llegada la mitad de los tributos /= impuestos/ era de veinticinco piezas de oro
por cabeza, y que sólo se pagaban siete cuando él dejó el país. Así, el pueblo, en los transportes de
su alegría, lo comparaba con un astro bienhechor aparecido en medio de las más espesas tinieblas.
Agreguemos que practicó hasta el fin de su reinado el principio de justicia de no conceder ningún
descuento a los atrasos. Es que había comprendido que estas concesiones sólo beneficiaban a los
rico. En efecto, la experiencia demuestra que; en la recaudación de toda carga local, son los
pobres a quienes menos se cuida y a quienes primero se ejecuta.
SALVIANO, “De Gubernatione Dei”, Libro VI. Cit. por: COUDY, J., Qp. cit., p., 16.
Donde está ahora ese grande, ese formidable Imperio? En qué se han transformado, sus señores,
esos romanos tan famosos por sus conquistas, más ilustres por su virtud? La tierra entera temblaba
otrora a la voz de un romano; todos los romanos tiemblan hoy a la voz de un bárbaro. ...Quiénes.
nos han sometido, nos venden la luz, nuestra vida y nuestros días. Compramos el permiso de vivir
desdichados.
Código Teodosiano (Ed. Momsen), VII, 8, 5. Cit. por IMBERT, J., SAUTEL, G. y BOULET-
SAUTEL, M.: p. 290.
Los Emperadores Arcadio y Honorio, Augustos, a Hosino, maestro de oficios. Para suprimir toda
injusticia por parte de los agrimensores o de los huéspedes, en cualquier ciudad en que nos
encontremos nosotros o quienes nos sirven, el señor (dominus) podrá tener con plena seguridad y
sin temor, dos partes de su propiedad, y la tercera será para el huésped, según los términos que
siguen: una vez dividida la propiedad en tres partes, el señor tendrá la facultad de elegir la
primera, el hospes pedirá la segunda que desee; la tercera quedará para el señor. Efectivamente, es
/una solución/ plena de equidad y de justicia que quien disfruta una sucesión o goza /de su
morada/ porque la ha comprado o edificado, goce de su propiedad determinando por su juicio qué
elige y qué abandona.
1.- Pero, las construcciones dedicadas al tráfico de mercaderías, no deben estar sujetas a los
inconvenientes del mencionado reparto, sino que permanecerá tranquilas, libres y defendidas de
todo intento de los hospites, y solamente quedarán a disposición de los propietarios o locatarios.
Es cierto que, si al agente público le falta una caballeriza /de la importancia/ acostumbrada en su
tercio de la casa –a menos que el señor (dominus) provea algo al respecto- se le entregará /una
parte/ de las construcciones que sea proporcional al número de animales o a la calidad de la
propiedad. 2.- Respecto a los uiri ilustres, decidimos que, a título de la hospitalidad, no les será
afectado un tercio sino la mitad de la propiedad, observando siempre la siguiente condición:
una /de las partes / -una cualquiera o aquélla que él prefiera- hará la partición de modo equitativo,
la otra tendrá derecho de elegir /entre los lotes/. 3.- Lo que ordenamos se mantendrá firmemente, a
perpetuidad; sepan también quienes son ilustres y poseen una dignidad, que deberán depositar
treinta libras de oro en nuestro tesoro; los demás serán excluidos del servicio militar si, con
condenable temeridad, violan la orden general que damos y realicen usurpaciones. Dado el 8 de
los idus de febrero, en Constantinopla, siendo cónsules Honorio, por cuarta vez y Eustyquiano.
CLAUDIANO, “Invectives contre Rufin”. Cit. por: COUDY; J., Op. cit., p. 129.
.... Sus cómplices /se refiere a Rufino/ lo acompañan en multitud, y a su alrededor, marchan los
batallones armados de sus clientes, quienes, sólo sirven bajo sus estandartes. El mismo, en medio
de esta escolta, no ha renunciado a las costumbres bárbaras, lleva a su pecho la piel de un animal
salvaje; fiel imitador, adopta el freno de boca del caballo, las enormes aljabas, el arco retumbante
de los enemigos, y en su /aspecto/ exterior delata el sentimiento, que lo anima. Este hombre,
aunque montado en el carruaje de los cónsules y encargado de administrar justicia, no se
avergüenza de cambiar el exterior imponente y la toga del magistrado romano por los usos
groseros y las vestimentas de los getas (godos). Las leyes gimen, oprimidas por un juez vestido
con pieles de fieras.
Ellos ya no han querido ser romanos y, abjurando de su nombre, leyes y religión, se han
transformado en bárbaros en medio de las provincias romanas... Llamamos rebeldes a aquéllos a
quienes hemos forzado a serlo. Porque, finalmente, si han cambiado el ilustre nombre de romanos
por el infame de bagaudas, es decir, de ciudadanos del Imperio se han convertido en desertores,
no ha sido, más que para liberarse de la opresión en que gemían, para evadirse de la tiranía de sus
magistrados y de sus gobernadores, insoportables aún a esclavos. Sólo llegaron a este odioso
extremo cuando no hallaron más recursos para deshacerse de la temible injusticia de los oficiales
del Imperio ¡Qué otro partido había para tomar!, ya eran romanos pues ya no eran libres; se
hicieron bárbaros para conservar su vida..... Dejaron de ser romanos...
11.- RETRATO DE ATILA
/Atila/ aspiraba a la conquista de los dos primeros pueblos del universo: los romanos y los
visigodos. Su ejército, era, se dijo, de quinientos mil hombres (cifra exagerada. N. De T.). Este
hombre había venido al mundo para conmover su nación y hacer temblar la tierra. No sé por qué
fatalidad, sólo con su temible fama. sembraba el espanto por doquier.
Era soberbio en su porte, paseaba su mirada sobre cuanto le rodeaba; el orgullo de su poderío se
revelaba inclusa en los movimientos de su cuerpo. Amante de las batallas, pero cuidadoso en la
acción; excelente en el consejo; se dejaba conmover con los ruegos; fiel una vez que había
acordado su palabra. Bajo, de talla, su pecho ancho, su cabeza fuerte, de ojos pequeños, barba
escasa, cabellos encanecidos, nariz aplastada, color negruzco, encarnaba todos los rasgos de su
raza. Aunque ya su naturaleza lo impulsaba a intentar siempre grandes cosas, su audacia se veía
aún más aumentada porque había encontrado la espada de Marte, que los reyes escitas (hunos. N.
de T.) consideraban, sagrada. /El hallazgo Se produjo/ en circunstancias que, el historiador Priscos
narra así: un pastor, habiendo notado que una ternera de su rebaño cojeaba, y sin poder averiguar
la causa de esa lastimadura, se guió por las huellas /dejadas/ por la sangre, siguiéndolas hasta
descubrir la espada que el animal, al pasar, había pisado sin ver. Desenterrándola, la llevó
inmediatamente a Atila, quien se felicitó por haberse constituido, por medio de este don, en
príncipe del mundo entero, ya que, al tener la espada de Marte le había sido concedido el éxito
militar.
Al lado de 1a mesa de Atila habían sido colocadas unas mesas. A cada una de ellas podían
sentarse tres, cuatro o más invitados, quienes podían servirse los platos, manteniendo e1 rango
asignado a cada uno. Un primer servidor llevó ante Atila un plato de carne; tras de él venían los
que distribuían el pan, luego quienes ofrecían las legumbres. Pero, mientras a los otros bárbaros y
a nosotros los manjares nos eran presentados de la mejor forma, y servidos en bandeja de plata, a
Atila, se le servía en escudilla de madera y sólo comía carne. Mostraba en todo la misma
continencia. Para los invitados abundaban las copas de oro y plata, para Atila, había una copa de
madera. Su vestimenta era simple y no ofrecía otro lujo que la limpieza. Y tampoco su espada, ni
las Ataduras DE su calzado bárbaro, ni las bridas de su caballo, no estaban, como en los otros
escitas, ornadas de oro, gemas u otros materiales preciosos.... cuando llegó la noche, se
encendieron antorchas y dos escitas se colocaron frente a Atila y recitaron cantos que habían
compuesto en los que celebraban las victorias y virtudes guerreras de aquél....