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Ajedrez: Juego de Dioses

Por
Diógenes Aybar, Ph.D.

“Como es arriba es abajo”


Hermes

En el juego de ajedrez hay cuatro niveles existenciales:

1. Las reglas del juego: Leyes que regulan el desenvolvimiento de las


piezas. Con una sola condicionante teleológica: El jaque mate.
2. Las piezas del juego: Con un marcado origen en su espacio, con
propiedades (leyes de movimiento) bien destinadas para cada una que
limitan su desenvolvimiento y que las clasifican y categorizan.
3. El tablero: Espacio existencial finito discreto de dos dimensiones, donde
algunas piezas se desenvuelven en una sola dimensión (cuadros blancos
y negros) mientras que otras pueden atravesarlas, cada una de acuerdo a
sus propiedades fundamentales (leyes de movimiento).

Los niveles 1, 2 y 3 pueden llamarse “mundo del ajedrez”, el cuarto nivel es:

4. El jugador: Elemento que, estando fuera del espacio existencial del


juego (componentes 1, 2 y 3), es decir del “mundo”, es el que le infunde
vida a todo el contexto. Elemento dual, pues el juego es de
contraposición, este elemento, además, determina el sentido de tiempo
en el “mundo” y la dirección del desarrollo del juego (bajo las limitaciones
impuestas por los elementos 1, 2 y 3). Más aún, este elemento introduce,
desde fuera del “mundo”, un sentido teleológico a cada movimiento que
ocurre en el juego (a diferencia del elemento 1 que sólo introduce el jaque
mate).

Es importante notar que, aunque el elemento 4 tiene existencia


extramundana, en tanto que jugadores, es en este mundo (1, 2 y 3) donde
tiene expresión su existencia, a través de la dinámica del juego. El juego por
sí solo es muerto, la vida se la dan los jugadores, es decir este elemento
dual, dialéctico y extramundano. El desenvolvimiento y dinámica de una
partida en particular no pueden ser explicados, ni sólo por los elementos 1, 2
y 3, ni por una sola de las contrapartes del elemento 4, sino por la especial
dialéctica o química de las contrapartes involucradas (los jugadores).
Ajedrez: Juego de Dioses
.....continuación

Lo más interesante es que cuando una pieza se mueve no es ella la que se


mueve, sino la contraparte (el jugador) que ella representa, por lo tanto, el
jugador en ese movimiento es la pieza y la pieza es el jugador. Si sólo
observáramos los elementos 1, 2, y 3 creyéramos que hay múltiples
jugadores con diversas intenciones, pero en realidad sólo hay dos jugadores
con intenciones iguales y contrapuestas (es decir una intención dialéctica)
que se manifiestan a través de múltiples formas y apariencias (elemento 2).

En última instancia, sólo hay negras y blancas. Si las blancas ganaran


siempre no hubiera juego, pues nadie jugaría en las negras.

El autor es investigador de la realidad

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