Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Territorio Latinoamericano
Alejandro Castillo R.
Estudiante de Historia IV Semestre
Cod: 6803-1020
Legado Territorial
Desde los inicios de la conquista, se había hecho necesario establecer la delimitación de
unos confines de dominio legal, pues ambas Coronas, Española y Lusitana, estaban
interesadas en la colonización de Suramérica, por los buenos dividendos que prometía;
se reunieron entonces en Tordesillas, y determinaron que una línea imaginaria en
sentido meridiano, a 370 leguas al oeste de Cabo Verde, dividiría los dominios
españoles al oeste, de los portugueses al este. Esta línea, ubicada unos minutos después
del meridiano 46º, se desplazaría posteriormente hasta el meridiano 54º
aproximadamente, por efecto de la colonización activa de los portugueses. Cada Corona
fragmentó de forma diferente el espacio que le correspondía: España, decidió dividirlo
en virreinatos y capitanías generales, mientras que Portugal, prefirió mantenerlo
unificado en un solo virreinato y solo subdividido en regiones. Sin embargo, como
hemos dicho antes, el dominio real del espacio se remitía básicamente a la
infraestructura urbana, que se mantendría casi intacta hasta el Siglo XIX. La ciudad se
presentaba como el punto nodal desde donde el poder político-administrativo ejercía su
dominio sobre las áreas circundantes; no obstante los acuciosos esfuerzos, este rango de
influencia siempre fue limitado por las condiciones tecnológicas de comunicación y los
impedimentos geográficos, lo que hacia realmente difícil ampliarlo. Por esta razón,
considero que la infraestructura colonial de ciudades, pueblos y caminos, corresponde
directamente al área de dominio territorial que alcanzaron a ejercer los imperios
peninsulares en América. La distribución tanto espacial como urbanística la graficamos
en el siguiente mapa:
• = Principales núcleos urbanos.
El Giro Decimonónico
Considero pertinente, antes de comenzar a desbrozar los puntos que dan cuenta del
proceso de expansión territorial Latinoamericano del Siglo XIX, contextualizar
brevemente, las raíces del problema.
Uno de los acontecimientos más debatidos en lo tocante a la transformación territorial
americana, ha sido el de la independencia. La ruptura de los antiguos lazos de
subordinación de las colonias frente a las metrópolis está cargada de complejidad; el
cuestionamiento de las estructuras sociales convencionales se dio en múltiples niveles y
distintas épocas, según el caso particular, sin embargo, hay una dinámica de larga
duración que atraviesa todos los casos: el liberalismo. Forjado al calor de la
consolidación del capitalismo en toda su magnitud, este movimiento recoge el sustrato
más esencial de su contexto histórico: la modernidad. La influencia generalizada de los
paradigmas modernos en el corpus liberal es evidente. La paulatina individualización
del sujeto histórico implícita en este proceso se expresa tanto en la instauración
temprana de las monarquías constitucionales y parlamentarias europeas del Siglo XVII,
como en el ulterior desarrollo intelectual de la Ilustración, ambos fenómenos fuente
directa del discurso político-ideológico liberal. También, la progresiva y evidente
racionalización calculada del tiempo y el dinero, ensancha inexorablemente las
dinámicas de orden económico, generando una compleja red de relaciones de
producción, circulación y consumo, al servicio del mercado, más que del Estado. El
altísimo índice de contrabando que sorteaba los impedimentos proteccionistas es el
testimonio más conspicuo del fenómeno. Así las cosas, el liberalismo como movimiento
vanguardista pregona de manera insistente la necesidad de liberación del comercio, o
librecambismo, como eje nodal del progreso mundial.
Ahora bien, la indisolubilidad de los aspectos tanto políticos como económicos del
discurso liberal, conllevó a la legitimación de todo un campo valorativo en las
sociedades del Siglo XIX; este plano axiológico (sufragio, propiedad, individualidad,
libertades en todo ámbito, fraternidad, etc.) trastocaba los paradigmas consolidados a lo
largo de casi cuatro siglos, y la aceptación tácita del mismo en los proyectos nacionales
Latinoamericanos, implicaría toda una suerte de contradictorias modificaciones en todo
orden. El proceso de vinculación a la estructura de mercado internacional y la aplicación
de múltiples reformas de carácter político-administrativo en las nacientes naciones son
las que básicamente corresponden a nuestro tema: la expansión territorial decimonónica
de América Latina. A continuación, profundizaremos más minuciosamente los mismos.
1
La primera guerra del pacífico (1864-1866) había enfrentado a España contra la alianza de casi todos los
países andinos: Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. La ocupación de las islas guaneras peruanas de Chincha
por parte de España fue la principal causa del conflicto, que concluye tras el bombardeo de Valparaíso y
el Callao por la tropa naval peninsular (1866).
la “civilización” de los araucanos; la superioridad bélica de los chilenos y la
connivencia con Argentina logró concluir el violento proceso para 1882, apropiándose
así de la Araucania, y sus lagos más al sur.
El caso argentino es muy similar. Habiendo heredado el territorio del virreinato del Río
de la Plata, Argentina dominaba el mercado de la carne, cuya economía escalada había
traído grandes beneficios a la región de las Pampas; su núcleo político-económico
(Buenos Aires), también beneficiado por la bonanza ganadera, dominaba una posición
estratégica en el Atlántico que le permitía imponerse como importante entidad
portuaria. Si bien había perdido las intendencias altoperuanas, junto con las de Paraguay
y Uruguay, el territorio argentino era extensísimo, tanto que muchas regiones habían
permanecido casi al margen de las dinámicas económicas nacionales. Llegada la
oportunidad de expansión económica Argentina no dudó en abrir la frontera del
sudoeste, colindante con las organizaciones nativas Mapuche, y así aprovechar al
máximo sus potencialidades productivas. La denominada “conquista del desierto”2
solucionó radicalmente el “problema indígena”3, aniquilando o aculturizando los
pobladores nativos de las regiones del Neuquén, el Río Negro, y el Chubut, propiciando
la expansión ganadera del occidente argentino, y el ensanchamiento de los límites de
influencia nacional. Dicho proceso concluye en 1879 bajo el mando militar del general
Julio Roca. Por otra parte, algunas regiones del norte y noroeste escasamente
desarrolladas, lograron un relativo despegue económico para finales de siglo basado en
múltiples productos: trigo, mate, vid, madera, entre otros, lo que directamente
conllevaría a la explotación y ocupación de espacios anteriormente inactivos.
El caso brasilero es también interesante, aunque su proceso de expansión no involucre
un choque cultural. El legado territorial unificado del Brasil había logrado expandir
fuertemente la economía plantacional, sobretodo en las regiones costeras del centro y el
norte del imperio4, además de promover las explotaciones mineras en la región de
Minas Geràes. En el desenvolvimiento del siglo XIX la nueva economía productora de
café en las regiones litorales del sur (Sao Paulo, Río Grande Do Sul, Santa Catarina,
etc.) incitó sucesivas oleadas de colonización; la bonanza cafetera, marginando la
decadente economía azucarera, le dio una preponderancia nunca antes alcanzada a las
ciudades de Sao Paulo y Río de Janeiro, núcleos urbanos donde se concentró el poder
tanto político como económico del imperio. Ya que los tempranos intentos de anexión
2
Las regiones anexionadas no eran geográficamente desérticas, sin embargo se utilizaba la metonimia
desierto para asociar su vaciedad e improductividad.
3
Así denominado por los políticos argentinos de la época como Juan B. Alberdi.
4
Recordemos que Brasil, no obstante su independencia, mantuvo su carácter imperial al mando de Pedro
II de Portugal hasta finales de siglo (1889).
de la Banda Oriental (actual Uruguay) habían fracasado, Brasil aprovechó la ruinosa
derrota de Paraguay en la guerra de la triple alianza para apropiarse de casi 150.000 km
cuadrados de tierra anteriormente paraguaya. Por otro lado, las expediciones hacia el
interior (Matto Grosso) estaban enfatizadas más hacia el desplazamiento de la frontera
nacional en hombros de los bandeirantes decimonónicos que hacia la colonización, pues
las posibilidades productivas (caucho, especias, etc.) no fueron lo suficientemente
fuertes para propiciar su territorialización efectiva. En este caso, la expansión fue el
corolario ineludible de una activa y diversificada vinculación al mercado internacional.
Aunque la demanda de productos tropicales era la más baja en el mercado, los países de
la región tropical lograron una pequeña expansión basada en las fluctuaciones
coyunturales de los primeros. Por ejemplo, la corta etapa tabaquera colombiana dio un
producto de siembra a territorios antes inutilizados de los valles geográfico del río
Cauca y Magdalena; posteriormente, el ciclo del café acicateó la migración antioqueña
hacia espacios prácticamente deshabitados de la cordillera central; sin embargo regiones
como la Orinoquía y la Amazonía aún permanecen casi desarticuladas de las dinámicas
nacionales. Así mismo, el auge cacaotero ecuatoriano multiplicó las haciendas a todo lo
largo de la costa, aunque la sierra mantuviera las relaciones económicas de producción
local y regional heredadas de la colonia. Venezuela por su parte, había diversificado su
producción hacia varios sectores, unos más provechosos que otros dependiendo de la
coyuntura; sus ánimos expansionistas se evidencian en la apropiación de la región de
Maracaibo, y en sus reclamos de propiedad en la Guayana Esequiba al oriente,
originando así una confrontación con Inglaterra que todavía no ha sido resuelta5.
La misma situación de dependencia coyuntural de los países tropicales era vivida por
los centroamericanos, sin embargo su infraestructura urbana heredada era mucho más
pobre, y su densidad poblacional mucho más baja. Si bien el café salvadoreño, la
cochinilla guatemalteca, la madera hondureña, entre otros efímeros interciclos
productivos propiciaron una ligera modificación territorial, no hubo cambios drásticos
en la relación ciudad-campo heredada de la colonia. La debilidad estatal de estas
naciones permite la fácil intromisión militar norteamericana para finales del siglo.
México, que había heredado el territorio que comprendía el virreinato de la Nueva
España, fue escenario de múltiples contiendas en sus intentos de consolidación del
territorio nacional. En el sur, ocupado aun por los Mayas, la colonización de mediados
de siglo fue un proceso difícil. La denominada guerra de las castas enfrentó el Estado
5
El conflicto nace desde mediados de siglo y se exacerba en la presidencia de Guzmán Blanco, quien
rompe relaciones diplomáticas con Inglaterra en 1887.
nación mexicano contra las comunidades indígenas arraigadas en su territorio,
sobretodo la región de Yucatán; el conflicto concluye con un tratado que permite a
México expandir su frontera sur hasta Guatemala, y obliga a los sobrevivientes Mayas a
trasladarse hacia el sur. Casi simultáneamente a este proceso de anexión, se presentaba
otro de fragmentación en el norte, a causa de las invasiones norteamericanas sobre las
regiones de California, Nuevo México y Texas, engendradas por evidentes intereses
económicos y de expansión geopolítica. La inferioridad bélica de México frente a su
oponente no fue suficiente para aceptar su derrota, por lo que las tropas norteamericanas
bombardearon su capital como medio de presión para que cedieran legalmente los
territorios a su dominio; los irrecuperables 1`300.000 kilómetros cuadrados, equivalían
a más de la mitad del territorio nacional mexicano de aquel entonces.
En la zona insular americana, el proceso de roturación iniciado desde la colonia, tomaría
aun más fuerza en el contexto decimonónico; a esto se le suma el incremento
demográfico, que al ubicarse en espacios relativamente cerrados, el grado de dispersión
es menor. El caso cubano es el que mejor representa ambos fenómenos: anexión de
tierras para el cultivo de tabaco y caña, paralelamente al imparable crecimiento
demográfico que profundizaremos más adelante. Por otro lado, la isla compartida entre
Haití y Santo Domingo, si bien había caído en una crisis económica irremediable desde
su emancipación, no por esto dejó de crecer progresivamente a nivel demográfico. Esta
tendencia generalizada de concentración poblacional nos puede indicar que el dominio
humano (no necesariamente administrativo) ejercido sobre el territorio en las áreas
insulares es más efectivo que en las continentales, donde el grado de dispersión es
mayor.
Bibliografía Consultada
Mónica Quijada, Nación y territorio: la Argentina del Siglo XIX, en Revista de Indias
volumen #219, pags. 373-394.
Ramón Tovar, Condicionantes geohistóricas de Hispanoamérica, en Boletín de la Aca-
demia Nacional de Historia, volumen #307, pags. 53-61.
Pedro Vives, El espacio americano español en el Siglo XIX: un proceso de regionaliza-
ción, en Revista de Indias, volumen #151-152, pags. 135-160.
Nicolás Sánchez, Población de América Latina, desde los tiempos prehispánicos hasta
nuestros días, editorial Alianza, Barcelona 1977.
Tulio Halperín Donghi, Economía y sociedad, en Historia de América Latina, Lesley
Bethell ed.
Malcolm Deas, Ecuador 1880-1930, Venezuela 1880-1930, Colombia 1880-1930, en
Historia de América Latina, Lesley Bethell ed.
Marcello Carmagnani, Estado y sociedad en América Latina. 1850-1930.
Ciro Cardoso, Héctor Perez, Historia económica de América Latina,
Florencia Mallon, Las sociedades indígenas frente al nuevo orden, en Historia de Amé-
rica Latina, Germán Carrera Damas ed.