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DESCOLONIALES VS.

POSTCOLONIALES
INTRODUCCION

Por Freddy Quezada

Mucha gente me ha preguntado por qué no presento de manera sencilla las diferencias y las
semejanzas entre esas escuelas que menciono insistentemente en mis escritos. En verdad,
tienen razón. Ambas corrientes son hijas periféricas del postmodernismo; es decir son
contemporáneas y ex--céntricas. Una, aplicó sus enseñanzas a excolonias europeas del
“Oriente” y la otra, está intentando hacer lo propio en y con “América Latina”. Una llegó
hasta el escepticismo y la otra volvió grupas, de nuevo, a la emancipación. Ambas nacieron
y maduraron sus reflexiones en las universidades de EEUU y Europa, irónicamente a quienes
tanto atacan.

Los postcoloniales, al menos en mi escala, están epistemológicamente de primero, por su


escepticismo y suspensión de alternativas, que los decoloniales, cronológicamente más
adelantados, pero recalando en la liberación, otra vez, aunque esta vez mental, desde
sectores tenidos por ellos como sufrientes y dignos de ser acompañados en sus luchas
“otras”.

Presentaré un cuadro breve de las principales obras, citas y autores de las dos corrientes,
planteando, lo más desapasionado que pude, cinco características de cada una de ellas. Al
final, elijan ustedes la de su preferencia. Consulten, eso sí, sus trabajos seriamente. Tengo
electrónicamente varias obras de ellos (que puedo enviar por e-mail a quienes me las
soliciten) y, físicamente también, dos de las referidas.

POSTCOLONIALIDAD

Los postcoloniales se basan en cinco cosas:

1. Dicen que los europeos construyeron una imagen de los otros “orientales” que respondió
a su idea de controlarlos, administrarlos y estudiarlos. Edward Said, quien trabajó
seminalmente esta idea, se basó mucho en las teorías del poder de Foucault, aplicado a las
colonias y excolonias europeas del Medio Oriente, África, y en menor medida, Asia y
América Latina.

2. Homi Bahba, critica y complementa a Said, viendo las cosas desde el punto de vista del
colonizado. Alega que Said, sólo vio cómo el colonizador impuso sus estrategias desde el
poder y la ciencia. Bahba, en cambio, descubre en los colonizados, un comportamiento
mimético, híbrido y ambivalente, donde el colonizador participa junto con ellos, en una
operación mimicrética (donde el colonizado remeda e imita), de camuflaje. Bahbha deriva
de este término lacaniano, un comportamiento ambivalente del colonizado (entre el remedo
y la esperanza de ser como ellos) y la del colonizador (entre el miedo de perder autoridad
ante la imitación y el deseo de ver su “grandeza” desde los ojos del vencido).

3. Gayatri Spivak, se enfoca, por su parte, sobre los intelectuales y la incapacidad que
tienen de representar a los subalternos, incluso en las excolonias. Y cómo sucumben a esta
tentación, incluso emancipadores anticolonialistas como Fanon y Cesaire, en quienes, de
paso, se apoyan pero de un modo muy crítico, sobre todo en contra de sus valores
libertarios, que siguen siendo eurocéntricos.

4. Ninguno apuesta por ninguna utopía, ni emancipación dura o blanda. Y se echa de


menos, su indiferencia epistémica ante las grandes sabidurías de sus propias culturas
(hinduistas, búdicas, mahometanas y taoístas). Se detienen ante un escepticismo occidental
tributario de la Escuela de Frankfurt, sin aprovecharse del propio que poseen las
espiritualidades de los países de donde proceden.

5. Said dice como "son" los colonizados para los colonizadores, cosntruidos desde su poder;
Spivak, dice que no pueden ser conocidos por nadie, menos por los intelectuales y Bahba,
dice que "son y no son" al mismo tiempo, por la ambigüedad y la mímica que los constituye.
No dicen, casi todos, como son los colonizados, sino como no son. Esto lleva a desprender
de esta actitud epistémica, un silencio escéptico y defensivo a la vez, para no entregar a sus
enemigos, una vez más, por la vía de la investigación y de la ciencia, a los “subalternos”, en
nombre de defenderlos.

DECOLONIALIDAD
Los decoloniales se basan en al menos cinco cosas:

• Dicen que la colonialidad es constitutiva de la modernidad. Y que nació con la


conquista y colonización de América. Del mismo modo, se generó una racialización
del poder en medio de una heterogeneidad estructural, hegemonizada por un
eurocentrismo (que se borra a sí mismo a través de un “punto cero”) no sólo
económico o político, sino geoepistémico.
• Critica, y cree complementar a los postcoloniales, a quienes reconoce como sus
predecesores, con una especie de segunda descolonización, pero esta vez mental,
basándose en un conocimiento “otro” indoamericano, afrodescendiente y de
fronteras (como los “latinos” en EEUU) luchando por acompañarlos “desde” y “con”
ellos.
• Los colonizados, al parecer sólo los aborígenes y afroamericanos, pocamente los
mestizos, tienen derecho a recuperar la dignidad de “dar” (donner), arrebatada por
los colonizadores al condenarlos (damné) a creer que sólo reciben de sus
expoliadores. Esa dignidad del ser decolonizado, se mueve al parecer entre un ego
conquiro filosófico, que va desde Descartes hasta Heidegger, y más allá de un
subalter, que va desde Las Casas hasta Lévinas, todavía muy eurocéntricos.
• Alegan su separación amistosa de los postcoloniales, de quienes dicen que se
basaron mucho en Foucault, Lacan y Derrida, y que ellos empezarán a basarse en la
experiencia y pensamiento de Waman Poma de Ayala, un mestizo peruano de la
primera hora, y de Ottobah Cugoano, un esclavo africano, liberto en tierras
americanas. Ambos letrados e intelectuales. También retoman, sin sentido crítico, al
revés de los postcoloniales, a Fanon y Cesaire.
• Regresan a abrazar, de nuevo, una especie de redención blanda, a través de una
decolonialidad emancipadora y del respeto y coexistencia de unas diferencias,
tenida todavía por “puras”, al parecer, de parte de ellos.

Adendum: Una de las grandes diferencias entre estas dos escuelas, está en los prefijos que
eligieron para sí mismos. El “De” de los decoloniales supone que algo anda mal en algunos
sectores destinatarios de sus discursos (casi todos pensamos en colonial) y debe limpiarse
lo malo que tenemos en nuestras cabezas con la asimilación de su discurso decolonial lúcido
que, por otra parte, está a salvo de lo que condena y que, de un modo misterioso, sólo un
pequeño grupo lo obtuvo, esta vez, por la vía académica. Es algo parecido a la
desalienación de cuño marxista que nos prohibía ver telenovelas, películas mexicanas (como
“Santo ‘El Enmascarado de Plata’ contra las Momias de Guanajato”) o dibujos animados bajo
el riesgo de enajenarnos con la basura del sistema.
El otro, el “Post”, no solamente es “algo” después del sustantivo, que sus detractores dicen
que más bien repiten y continúan (a la modernidad y al colonialismo que condenan), sino
que consiste en “no definir lo que sigue”, como bien lo interpretó hace poco Slavoj Zizek en
su última obra “Visión de Paralaje”. La diferencia entre las dos escuelas es, pues, que uno
está por liberar a alguien y el otro por no definir a nadie.
Los decoloniales creen revelar cómo son las cosas (descubriendo un mecanismo opresor
oculto e invisible), al revés de los postcoloniales que revelan lo que los colonizadores creen
que son los colonizados. Los decoloniales continúan la tradición de los "maestros de la
sospecha" y los postcoloniales la epojé del escéptico y la diálectica negativa.
Debo agregar, por otro lado, el vínculo de tres argentinos (que supongo deben verse a sí
mismos como tres mosqueteros al servicio de un nuevo orden, o tres cerditos contra un
lobo feroz, vaya uno a saber) en un nuevo paradigma, que está por cerrarse entre ellos
para dar paso, sospecho, a otro esquema, emancipadoramente más duro, que el decolonial
y del que no me imagino cómo bautizarán.
Uno es Walter Mignolo, el más representativo de los decoloniales, una especie de cruce
paradójico entre antropología crítica (defensora de diferencias puras) y pensamiento híbrido
de frontera de algunas intelectuales "chicanas", discípulas de Bahba; el otro Enrique Dussel,
viejo cuadro de la filosofía de la liberación (que, junto a Aníbal Quijano son sobrevivientes
de la teoría de la dependencia y sus brújulas emancipatorias) y el tercero, Eduardo Grüner,
apasionado de un marxismo que él supone todavía rescatable para abrirlo y hacerlo creador.
De ellos, los últimos dos son más prometeicos que el primero quien, después de intentar
crear algo propio, a partir del postcolonialismo (llamándole “postcoccidentalismo” a su
copia), lo único que encontró fue a Dussel y sus viejas respuestas emancipacionistas,
regresando hacia atrás toda la rueda y recayendo dramáticamente mediante dos
operaciones: a) definir por diferencia “pura” a sectores dolientes afros y aborígenes y que lo
obligará tarde o temprano a adjudicarles características prometeicas; y b) recomendar al
final de todo, una coexistencia pacífica con el sistema eurocéntrico.
Enrique Dussel (del que recuerdo puso a prueba, hace poco, sus germanismos eurocéntricos
inútiles en un texto sencillo de Rigoberto Menchú) del mismo modo ya venía de morder la
manzana, otra vez, con Heinz Dietrich Stefan (el teórico del Socialismo del Siglo XXI) y el
libro de ambos "El Fin del Capitalismo Global" y Eduardo Grüner no descansará, por lo visto
(junto a Atilio Borón, familia CLACSO y Roberto Follari), hasta no volar de nuevo
desfaciendo entuertos, defendiendo viudas, adoptando huérfanos y liberando de todo tipo
de dolor a la mayor parte del género humano. En la sala de espera, observando el parto,
supongo que deben rondar García Canclini (a quien mencionan de “larguito”, pero no lo
invitan) y Ernesto Laclau, a quien consideran el menos argentino de todos ellos. A como
sea, se les agradece, Che, pero por estos lados, muchos de nosotros ya no fumamos,
menos habanos como el que pienso emplearán, para celebrar el nacimiento.

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