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3. El ser y el deber ser. Dimensión diacrónica y sincrónica de la existencia. Tras el deber ser
se niega lo que se es. El deber ser es la búsqueda de un fin, que en este caso es el mismo
ser que actúa como sujeto y materia prima a la misma vez. El ser presente es vencido por
el ser futuro. El budismo es una metodología del espíritu para reconciliar el ser con el
devenir, donde al final éste sucumbe al ser. Así, la dialéctica es una mera apariencia; en el
fondo está un ser inmutable y el contacto con esa sustancia inmutable es la liberación de
todas las contradicciones. La contradicción es la forma de ser de lo existente. Nuestra
misión en el planeta consiste en descifrar el acertijo de las apariencias, del discurrir y anclar
en el SER total y universal. Sin duda, esto coincide con la posición de Heidegger, de superar
sin negar. Parte de esas apariencias es el tiempo. Todo en realidad retorna. Hoy se puede
decir que un ser es un sujeto dividido en tantas personas según cada momento que se
asigne a sí misma, y con respecto a los otros, como importante, hasta el grado de concebir
cada corte como reencarnación. Así, un ser serían muchos seres.
4. El neoliberalismo, por razones menos religiosas, concide con estos planteamientos. Los
grandes cambios y avances de la Humanidad hacia su "deber ser" han terminado porque el
Capitalismo es justamente el SER total, el Nirvana de los sistemas sociales; es insuperable.
Es una posición superconservadora que, saltando alegremente sobre las ruinas de lo que fue
el socialismo, goza del optimismo y fuerza de los vencedores.
5. En realidad, los grandes actores políticos son desplazados por los actores sociales porque
justamente el Estado es el culpado por la crisis mundial. Creció desmesuradamente y ahora
debe ser restringido. Hay otros culpables: los partidos, las grandes organizaciones sociales,
etc. El retorno a la sociedad civil tiene a partir de este momento dos caras: el mercado y el
crecimiento de las distintas instancias civiles dentro de él. Pero el propósito neoliberal es
que el mercado sea la instancia total.
6. Rousseau y Locke siguen siendo distintos: porque detrás del argumento de la bondad de
los hombres en Rousseau lo que en realidad está es la apelación de igualdad para ellos; en
tanto Locke lo que justifica es la desigualdad de los hombres y la necesidad de una instancia
fuerte (Leviatán) para que no se terminen liquidando entre ellos. El neoliberalismo reclama
hoy la libertad como principal valor por encima de la igualdad a la que reduce a las
expresiones de la democracia formal.
11. El territorio de la insoportable levedad del ser es el mercado. Todos los valores son por
principio probables de vender, pero no todos se venden. La tragedia del mercado es que nos
seduce al juego de apostar para alcanzar la felicidad, pero lo que hace en realidad es
amontonar una pira de fracasados sobre las que ponen sus posaderas los triunfadores. El
mercado es azar nos dice su economía; la vida es azar, nos dice su filosofía y su novela.
12. Por último, es realmente interesante la tesis que dice:"El relativismo cultural ha llevado
al postmodernismo a no despreciar los misterios que nunca entendió la razón: la religión y
el arte. Si la religión, como dicen todos los postmodernistas, es la fuente de las constantes
secularizaciones de la razón, ilustrada o dialéctica, debe tener algunas claves ontológicas
olvidadas o nunca entendidas. Por otro lado, el arte ha sido la verdad por excelencia
(Platón, Heidegger, Dilthey, Nietszche) y, con todo, ha sido una verdad irracional." Otro
modo de decirla sería plantear que la razón situada en medio, tiene a la "astucia" de la
religión por la derecha ("creemos antes de comprender", como decía Pareto) y a la
infalibilidad del arte por la izquierda, donde, como fue dicho en contra de Habermas,
equivocarse es prácticamente una delicia. En efecto, los adoradores de la razón pura se
burlan, cuando no encaja dentro de su discurso, de esa verdad que no es "irracional" como
se la denomina sino "no racional"; usualmente llaman a lo que no es científico, poesía y/o
religión. Ambas, en efecto, una vez estuvieran juntas, de ahí la naturaleza sagrada de la
poesía y el encanto de la religión hoy conocido como "astucia" con todas las coartadas que
antes le otorgó Hegel a la Razón. Así, pues, las propiedades se han invertido. La "astucia"
de la religión se presenta hoy frente a la razón como el Hereje en el famoso cuento de
Villiers de L'Isle Adam que, alejándose del enemigo, sin saberlo y suponiéndose libre, se
encuentra de nuevo con él. Y, al ser abrazado por el Inquisidor que lo llevará a la hoguera,
todavía tiene que oirle decir con lágrimas en sus ojos: