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LIBRERÍAS Y SU COMPETENCIA

Enrique Richter

Las librerías son consideradas como agentes culturales activos, que cumplen con un compromiso social e
histórico en pro de la cultura. Sin embargo, en los últimos años se han presentado y desarrollado varios
factores que impiden la sana participación de las librerías en el mercado mexicano y amenazan su existencia.

Entre estos factores, destacan la terrible y desatada competencia en el mercado, materia de este escrito, la
escasez de lectores, los nulos apoyos de carácter fiscal y crediticio recibidos, el reducido márgen de utilidad
bruta obtenida en este giro, la falta de capital de trabajo y los altos costos de operación implicados.

La competencia en el mercado es, efectivamente, desmedida y sin frenos, pues aparte de la “normal“ entre
librerías, con su propia guerra de precios, se manifiesta de diferentes maneras:

Competencia desigual, desequilibrada o inequitativa. Se refiere a la provocada por las grandes superficies
o tiendas de autoservicio que se pueden permitir descontar el precio de los libros o inclusive sacrificar
utilidades en este bien, mismas que compensan con la utilidad obtenida en la venta de muchos otros
productos expendidos en sus establecimientos.

Competencia desleal. Causada por muchas editoriales que venden libros directamente al público, con
especial voracidad a las instituciones de enseñanza y bibliotecas públicas y privadas.

Competencia oficial. La promovida por el Gobierno, a través de la SEP (Conaliteg) que adquiere libros
directamente de las editoriales con grandes descuentos, que distribuye y regala al estudiantado nacional.

Competencia ilegal. Se refiere a la venta de libros robados, libros impresos sin pagar regalías ni impuestos
(piratas) y a la reprografía (fotocopia) de libros, especialmente de texto en instituciones de enseñanza de
todos los niveles.

La competencia desleal queda al arbitrio de los editores y grandes distribuidores, la oficial sigue en las
manos y conciencia del Gobierno y la ilegal depende de la voluntad y eficacia de las autoridades jurídicas
y judiciales para terminar con estos grandes males.

A las librerías sólo les queda la opción de luchar directamente contra la competencia desigual. Para ello,
surge la conveniencia, tanto para librerías como para editores, del establecimiento legal y real de un precio
fijo al libro.

El precio fijo al libro permitiría que la competencia en el mercado se diera en términos de surtido de libros
y servicio al cliente y no sólo en función del precio.

Pero de mayor importancia y trascendencia resultan ser la ampliación y diversidad de la oferta de libros
que esta medida permitiría. Al darle mayor oportunidad de estancia en las librerías a los libros de lento
desplazamiento, la oferta editorial se enriquecería culturalmente, sería en mayor medida plural y heterogénea,
beneficiando, de este modo, a la sociedad en su conjunto.

(ER oct 02)


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LIBREROS Y MERCADOTECNIA

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