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Juan Ignacio Gorriti, Reflexiones sobre las causas morales de las convulsiones
interiores de los nuevos estados americanos y Examen de los medios eficaces para
reprimirlas precedidas de un compendio de la vida pública del autor, Valparaíso,
1836. Buenos Aires, Librería La Facultad, 1916

1. Cuando éramos colonos, cuando la inquisición perseguía como a hechiceros a los que sabían
un poco más de física que el común de los doctores: cuando prohibía el curso de libros que
combatían los falsos principios del feudalismo; cuando cruzaba de acuerdo con el gobierno el
estudio de las ciencias exactas por temor, se decía, de que los jóvenes se hagan materialistas
[...] si podía referir el catálogo de los concilios generales, enumerar las herejías, conciliar
algunas aparentes contradicciones de los libros sagrados, se le consideraba como un pozo de
ciencia: era un hombre eminente(180)

2. Formados los españoles americanos con una instrucción tan mezquina y una educación tan
depravada, no debe extrañarse que en sus asambleas legislativas se hayan cometido errores y
fuera de ellas hayan descollado tantos demagogos que hayan echado por tierra el bien que se
principiaba a hacer, devorados de una ambición brutal y de vicios innobles; lo que debe admirar
es que no hayan sido incomparablemente mayores y más feroces estos crímenes. Mas esta no
debe ser una reflexión estéril, ella debe conducirnos a estudiar los medios de evitar estos males
que tienen su raíz en la ignorancia e inmoralidad, plagas terribles que las autoridades de las
nuevas Repúblicas de Sud América deben poner el mayor celo y constancia en exterminar, para
que las leyes adquieran respetabilidad y los estados consistencia y tranquilidad (86-87)

3. La política de todos los gobiernos opresores es mantener a los pueblos en una ignorancia
estúpida y fomentar los vicios que más favorecen a su sistema tiránico, la aversión a los
negocios públicos, la indiferencia por la suerte de la patria, la incoherencia de los súbditos entre
sí y otros semejantes (89)

4. Las nuevas repúblicas tienen intereses muy opuestos a los de sus tiranos; y los gobiernos no
pueden tenerlos diferentes de los pueblos a que presiden. Si a los tiranos conviene mantener la
ignorancia y lisonjear en sus súbditos los vicios de que saca partido su tiranía, a los gobiernos
americanos republicanos interesa ilustrar siempre a todos los ciudadanos y formarlos en todas
las virtudes sociales; es decir, extirpar la ignorancia y los vicios tanto cuanto sea posible a la
condición humana, avanzar en estas dos líneas (89)

5. Un pueblo ignorante de sus derechos y deberes no puede conocer la importancia de hacer


buena elección de diputados; de consiguiente, este empleo, o por decir mejor, esta dignidad
política, será presa de cualesquiera astuto que haya sabido ganar el aura popular, aunque esté
destituido de talentos, de ciencia y de probidad [...] Cualquier demagogo aspirante a la tiranía
engaña con facilidad a un pueblo ignorante para tiranizarlo a fuerza de declamaciones vagas
(91)

6. Un Estado cuyos ciudadanos se hallasen poseídos y bien penetrados de ellas [las virtudes],
sería indudablemente feliz [...] No se me diga que me entretengo en formar bellas utopías o una
república como la de Platón, imposible de realizarse. Yo siento las dificultades que ofrece la
empresa de educar un pueblo entero, de modo que las máximas de sabiduría que he propuesto
se generalicen hasta penetrar las ínfimas clases de ciudadanos (89) En los gobiernos
republicanos hay tres causas a que atribuir las convulsiones y sacudimientos intestinos; 1º a las
leyes contrarias al bien de la comunidad; 2º a seducciones que padece el pueblo a quien se le
hace obrar en un sentido opuesto a sus intereses; 3º a la indocilidad del pueblo que no sufre
pacientemente el yugo de las leyes que reprimen sus vicios; pues todas estas causas son
efectos de la ignorancia y desarreglo de las costumbres (96)

7. Destruyéndose, pues, estos dos agentes poderosos del desorden (ignorancia y corrupción)
de las sociedades políticas, éstas consolidarán sus instituciones y harán felices a los pueblos
[...] porque los pueblos que fueron colonias españolas tienen que ser corregidos de los vicios
que engendró una administración viciosa (93)
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8. Es preciso confesar que en esta parte la conducta de los españoles, criminal en sí misma,
era no obstante más análoga a sus intereses que la nuestra; a ellos convenía mantener en sus
colonias la ignorancia y los vicios que desatan al hombre del suelo natal, que extinguen el amor
a la patria, que enervan el espíritu y envilecen las personas. Era éste el medio de prolongar su
dominación en las colonias. Nada era más descuidado que las escuelas de primeras letras (105)

9. El castellano ocupa el primer lugar porque es el idioma nacional (164).

10. Debe ceñirse a la gramática del idioma nativo. Más ¿Cuál es el idioma nativo que puede
reputarse tal en los nuevos Estados Americanos? Sin trepidar me parece que debe resolverse el
problema a favor del castellano (124) Pues si la lengua española marcha naturalmente a
establecerse en toda América meridional, si es la que hablan todas las gentes cultas, es la
gramática castellana la que debe enseñarse a todos los jóvenes en la escuela que no podrán
desempeñarse honorablemente en los destinos a que pueden ser llamados en el servicio de la
patria sin conocer la gramática. Sirve para aprender todos los idiomas cuya adquisición es un
verdadero tesoro de sabiduría (127)

11. El castellano es el idioma de las leyes, de los tribunales, de los magistrados en América, en
el que se discuten y se definen todas las cuestiones, ya sean fiscales, ya sean particulares, en el
que se extienden todas las escrituras y documentos fehacientes y en el que se habla en todas
las ciudades, villas y lugares por todos los europeos, por todos los americanos de raza europea
o africana y por todos los indígenas que han dado algún paso hacia la civilización (125)

12. La conservación de estas lenguas más bien es ya un objeto de curiosidad que de utilidad
pública (124) No podrá tacharse de exagerada la exposición de estado en que se hallan las
lenguas indígenas respecto a la castellana; ella nos permite inferir dos cosas: 1º. que el
castellano es, de todos los idiomas que se hablan en la América española, el más extenso y
generalizado; 2º que todos los idiomas indígenas retroceden y pierden terreno delante de la
civilización y el español marcha con ella (126) En el estado actual de las cosas, el uso de
idiomas indígenas, en vez de ofrecer algún objeto de utilidad pública, propone grandes
inconvenientes en el orden político, civil y religioso (125)

13. Está en los intereses de las Repúblicas, de los ciudadanos instruirse en todos los ramos
conocidos de la literatura y para conseguirlo creo necesario el estudio y el conocimiento de los
diferentes idiomas cultos de Europa porque en ellos se encuentran las obras más selectas sobre
todas estas materias científicas (181-186)

14. El [método] que generalmente se ha seguido en nuestras aulas de latinidad ha sido


perverso. Se ponía a los jóvenes en las manos el arte de Antonio Nebrija sin ninguna disposición
previa, se cargaba la memoria del estudiante de una multitud de reglas y otra multitud quizá
mayor de excepciones de ellas, expuestas no sólo en un idioma que no entendían, sino con
muchas voces sincopadas [...] tenían recurso al rigor; palmetas y azotes eran el remedio; el que
era más inflexible e inexorable en los castigos pasaba por el mejor maestro; la letra con sangre
entra era un axioma favorito de estos mentecatos presumidos (173)

15. La lectura es el ramo de instrucción en que basta encargar al maestro, que a sus discípulos
no les permita contraer ninguna habitud viciosa. Es a las altas autoridades de la República
dictar leyes o reglamentos que lo metodicen. En primer lugar la enseñanza me parece que
debiera ser uniforme en todo el Estado: a cuyo efecto todas las escuelas deberían ser dotadas
de un número proporcionado de obras, con las que se proveería en la escuela a los sectores
más pobres, cuyos padres no pudieran costearlas y se debía obligar a los que pueden
comprarlas que las costeen (117)

16. Entre las formas de letra italiana, francesa, inglesa y española, esta última merece la
preferencia por su claridad y gallardía [...] La lengua española pronuncia clara y distintamente
cada letra de su alfabeto [...] Pues los que hablan en este idioma han adoptado la forma de
escritura que presente cada letra tan acabada como su pronunciación. No sucede lo mismo con
las lenguas extranjeras; en ellas las letras no siempre tienen un mismo sonido (122)
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17. Son poquísimas las traducciones correctas: los originales han quedado viciados, unas veces
por ignorancia de los traductores, otras porque frecuentemente el orgullo español no puede
sujetarse a dar una traducción neta: quitan y ponen a discreción sin que ni ellos adviertan al
lector los puntos en que han hecho tales variaciones, contentándose con advertir en el epígrafe
de la obra, que está traducida, corregida y aumentada; con este artificio los escritores sin
reputación alguna en la república literaria, hacen circular sus opiniones absurdas o
extravagantes bajo el nombre de los autores traducidos, lo que es una verdadera traición (189)

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