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2.

POBLAMIENTO HISTÓRICO

2.1 ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL SISTEMA DE ASENTAMIENTOS HUMANOS


EN EL TERRITORIO DE LA JURISDICCIÓN DE CORANTIOQUIA

En el proceso de poblamiento histórico correspondientes a los siglos XVI, XVII y XVIII en


el territorio que se configura en este período reconocido institucionalmente como la
Provincia de Antioquia, se estructura a partir de la explotación y aprovechamiento de
recursos mineros, asociados a procesos aleatorios y circunstanciales que dependían del
potencial y reserva de las minas en explotación.

En segunda instancia, encontramos asociado a la explotación minera, las actividades


agrícolas en busca del abastecimiento de pequeños centros poblados, muchos de ellos
circunscritos a los centros mineros; y posteriormente, un nuevo patrón de asentamientos
surge con el otorgamiento de concesiones por parte del Estado, que se convirtieron en
antecedente para el desarrollo paulatino de la industria y el comercio con lugar en
Medellín, en las postrimeras del siglo XIX y los albores del XX.

Aunque se tome como punto de partida para entender el poblamiento de Antioquia, los
procesos de colonización posteriores al descubrimiento de América, es preciso resaltar
que algunas evidencias arqueológicas permiten identificar asentamientos humanos que
anteceden el período colonial, donde es posible afirmar que el territorio que conocemos
actualmente como Antioquia, contaba con unos 600.000 habitantes ubicados en las zonas
bajas tropicales de las vertientes y llanura del río Atrato y la costa Atlántica, la región
montañosa de la Cordillera Occidental, la cuenca del río Cauca, el valle de los ríos Nechí
y Cauca, de igual forma asentamientos entre los ríos Nechí y Cimitarra, el Valle de Aburrá
y el altiplano oriental, y toda la vertiente del río Magdalena; así pues, Antioquia a
comienzos del siglo XVI contaba con los siguientes grupos indígenas:

Norte: Nutabes, Tahamíes, Yemesies, Moriscos, Ituangos, Peques y Ebéjicos.

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Oriente: Guamacoes, Punchinaes, Pántagoras, Amaníes.

Centro: Aburraes y Tahamíes.

Occidente: Catíos, Nores, Chocoes, Pencos, Carautas, Nitanas y Nutabes.

Noroccidente: Urabaes, Guzuzues, Araques, Cuiscos, Guacas y Tatabes.

Aunque en el siglo XVII y XVIII se fundaron varios resguardos indígenas en la Provincia


de Antioquia como San Lorenzo de Urabá, luego trasladado a Nuestra Señora de la
Estrella (1685), San Antonio de Pereira, Nuestra Señora de la Purificación de Sabaletas
(1774 hoy corregimiento del municipio de Montebello), San Antonio del Peñol (1714) y
San Juan del Pie de la Cuesta (1616), entre otros.

Desde el momento de su fundación, los resguardos fueron invadidos por los ganados y
sementeras de blancos, mestizos y mulatos; hacia 1670 los indígenas de Sabanalarga
(1610), San Jerónimo (1616) y Sopetrán se quejaban ante las autoridades de la
progresiva presencia de mulatos y negros libres en sus tierras, lo cual augura un
acelerado proceso de mestizaje. En 1785 el gobernador Francisco Silvestre consideraba
que había unos 2.681 indios ubicados en los pueblos de Sopetrán, Cañasgordas,
Sabanalarga, La Estrella, Sabaletas, Pereira y El Peñol5.

El siglo XVI marca el inicio del proceso de colonización y conquista; los grupos indígenas
asisten al resquebrajamiento paulatino de su estructura social y cultural al igual que a la
modificación drástica de su entorno natural, en tanto los españoles, se establecen y se
dedican a saquear y esclavizar indios para vender en la isla La Española (Santo
Domingo).

La minería tiene un impacto notable y explica en parte los procesos iniciales de ocupación
en Antioquia. Entre 1580 y 1630 se formaron los distritos mineros de Santa Fe, Zaragoza
(1581), Cáceres (1576) y Guamocó. En Santa Fe de Antioquia se hicieron reales
concesiones de tierras a ricos residentes que establecieron haciendas de ganado para
proveer de carne a las crecientes poblaciones mineras del norte, nordeste y oriente. Los

5
Álvarez, Víctor. La sociedad colonial, 1580-1720. En: Melo, Jorge Orlando (1988). La Historia de Antioquia.
Medellín, Suramericana de Seguros.

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asentamientos mineros iban acompañados de transformaciones del espacio geográfico,
tanto por la actividad minera misma como por la producción de alimentos básicos. Así, la
presencia del oro y de actividades de producción agrícolas, es el marco natural dentro del
cual se establecen en Antioquia los patrones de asentamiento y se configuran regiones.

Durante la primera mitad del siglo XVI, se inicia el proceso de exploración y


reconocimiento de las riquezas auríferas, a la par que se van estableciendo Fuertes,
Capitanías, Encomiendas como formas de apropiación del territorio, de las minas de oro y
de la población indígena, enmarcadas en un sistema administrativo por medio del cual se
pretendió afianzar y diezmar la posibilidad de respuesta de las comunidades nativas.

Santa Maria la Antigua del Darién (1510), San Sebastián de Urabá (1509), San Sebastián
de Buenavista (1510) –ambos cerca de Necoclí-, Dabeiba (1574), San Juan de Rodas
(1570), Buriticá (1614), Caramanta (1548-49), Mungía o Pueblo de la Sal (descubierto en
1541 data su fundación de 1814 cuando deja de ser Guaca y se convierte en la parroquia
de Heliconia), Ebéjico, Llano de Ovejas y Sopetrán, serían las nacientes poblaciones y
los caminos recorridos, que a grandes rasgos configuran los nuevos asentamientos del
territorio de la Provincia de Antioquia.

Para 1541 se funda la ciudad de Antioquia, en el valle de Ebéjico y en 1546 se funda la


ciudad de Santa Fé (actual Santafé de Antioquia), este primer eje de fundaciones
responde a dos razones, en primer lugar la ubicación geográfica, y posteriormente, esta
completamente asociadas a la explotación y hallazgo de los yacimientos auríferos. Así
pues, el establecimiento de estas dos ciudades, permiten la conformación de una base
permanente de colonización y un centro urbano importante que condujo a la llegada de
las primeras mujeres europeas, la traída de ganado vacuno, gallinas y algunas semillas
como la caña de azúcar.

Poco después de la fundación, Gaspar de Rodas asume el control total del territorio y con
el ánimo de procurar una administración más eficaz que permita aglutinar los poderes
descentralizados a favor de la conquista paulatina del territorio, a más de eliminar las
querellas por propiedad de la tierra entre los españoles que van llegando al territorio,
decide trasladar Antioquia a Santa Fé, unificando de esta manera las dos ciudades de
mayor importancia regional.

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El período comprendido entre 1546 y 1580 es de una enorme inestabilidad y salvo un
pequeño grupo español que habita la ciudad con el fin de explotar las minas de Buriticá,
fue necesario esperar hasta 1584 cuando se unifico la región de Santa Fé de Antioquia
con el Bajo Cauca y Porce, con el objetivo de fiscalizar, supervisar y mantener la
explotación aurífera del nordeste en Zaragoza -1594- y Cáceres -1576-, Remedios6-1560-,
a más de controlar los procesos expedicionarios y de colonización. Así pues, Santa Fe se
convierte en el núcleo desde donde se organiza la conquista, la pacificación y la
colonización del norte y nordeste de la Provincia de Antioquia.

Las colonizaciones ligadas a este primer período de fundaciones, responde ante todo al
afianzamiento de los españoles y sus estructuras administrativas, con el fin de controlar y
enfrentar a los pueblos indígenas. Este período, si bien es importante en cuanto al
reconocimiento de los posibles sitios de explotación minera, no se caracteriza por una
explotación sistemática, y responde ante todo a la apropiación de las riquezas de los
indígenas y al reconocimiento gradual del territorio.

La actividad minera de la región circundante a Santa Fé de Antioquia, tuvo su mayor


dinamismo entre 1575 y 1620, lo cual trajo consigo un importante auge demográfico y
colonizador; españoles, esclavos e indígenas se aglutinan en torno a los yacimientos de
Buriticá, Cáceres, Zaragoza, Remedios y Guamocó. En los años siguientes se hace
visible las disminución de producción del oro, y para 1625 se hizo plenamente evidente, al
constatar que Cáceres y Zaragoza tan sólo producían una tercera parte del oro obtenido a
finales del siglo XVI, esta creciente crisis, además del deterioro paulatino de las ganancias
obtenidas por los empresarios mineros, condujo a la colonización de otras zonas de la
Provincia como es el oriente.

Durante el siglo XVII, regiones como el Valle de los Osos, el oriente antioqueño y el Valle
de Aburrá, adquieren relevancia dentro de los proyectos colonizadores, debido a su
importante potencial aurífero. La meseta norte de Antioquia fue avistada por Gaspar de
Rodas y Andrés Valdivia en 1541, a su paso hacia las auríferas tierras del nordeste y al

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Remedios se convertiría en una especie de campamento minero en movimiento, aprovechando y siguiendo
el oro además de los indios para poder extraerlo. Inicialmente fundado sobre el río Guatape, y pasando
luego por San Carlos, Yolombó, Cancán (valle de San Bartolomé), y por último instalarse hacía 1594 donde
actualmente se encuentra.

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parecer todavía se encontraban indígenas en la región, sin embargo, de ellos apenas
quedaron algunas huellas, pues los grupos poblacionales habían desaparecido por los
siglos XVII y XVIII cuando fue explorado el territorio. 7

No obstante tener noticia del altiplano norte desde 1541, deben pasar casi cien años para
que el proceso de exploración, poblamiento y conformación del territorio comience. El
poblamiento de la región de los Osos se inició en el siglo XVII siguiendo la ruta del oro,
así que el patrón de asentamientos y la configuración del paisaje en esta región es
resultado de la actividad minera de la época colonial, que se vio posteriormente reforzada
por la economía campesina de pequeña propiedad, la cual supone mayores densidades
de población que las propias de regiones donde predomina el latifundio. El oro
proporciona autonomía, dinamismo comercial y obliga a crear y a importar técnicas y
maquinaria que permitan la fundición y el moldeo del mineral. Su progresiva tecnificación
conduce también a estabilizar los asentamientos y a configurar espacios y clases
sociales.

Desde los mil seiscientos treinta el oro de los lechos del río Porce, el río Guadalupe, y los
ríos Grande y el Chico es descubierto, dando lugar a la llegada y asentamiento de
cuadrillas de esclavos negros dirigidas por españoles y a la exploración sistemática de
sus afluentes, comenzando así la minería en la región.

La movilidad y aumento paulatino de cuadrillas trajo consigo la ampliación constante, de


las fronteras agrícola y ganadera, y con eso la conformación de los curatos de los Osos y
Santo Domingo en 1659. El eje estructurante de la conformación de este territorio es
entonces la minería de aluvión, es decir, son los ríos los que le dan forma. El eje central
en primera instancia es el río Chico, que fue el primero en ser explotado en forma
sistemática e intensiva; le siguieron el río Grande, el río San Andrés, el río Guadalupe y el
río Tenche.

7
Tamayo Arango, Alba Shirley. Camino a la región de los Osos. Exploración y colonización de la meseta del
norte de Antioquia (2002). Ministerio de Cultura. Departamento de Antioquia. Editorial El Mal Pensante.

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A principios del siglo XVII, se abre otro frente de trabajo minero, la explotación de las
minas de oro en las tierras altas de San Pedro, Ovejas, Riochico y Santa Rosa; la
consolidación de una población creciente y estable de empresarios y cuadrillas de
esclavos, permitió que hacía 1675 se fundara el curato de Santa Rosa de Osos. Desde
entonces, la instalación de mineros procedentes de la ciudad de Antioquia generó
inicialmente en la zona, un modelo económico sustentado fundamentalmente en la
minería con mano de obra esclava, condición que durante el siglo se fue modificando a
medida que las explotaciones se hacían menos rentables y los centros mineros ubicados
exigían mayor producción agrícola y ganadera. Proceso similar ocurriría en Guarne,
Rionegro y Piedras Blancas, sitios donde al promediar el siglo XVII, encontramos
importantes asentamientos de empresarios y cuadrillas encargadas de la explotación
minera.

La crisis minera mencionada, hace necesaria la búsqueda de otras alternativas


económicas, y es así como los ricos propietarios se incorporan paulatinamente a la
producción agrícola y ganadera, las grandes haciendas trapicheras y los hatos de
ganado, creados con el fin de abaratar el mantenimiento de la población esclava,
empiezan a lo largo del siglo XVII a dispersarse por toda la Provincia. Hatos de ganado y
estancias dedicadas al cultivo aparecen en el Valle de Aburra y en la segunda mitad del
siglo en Marinilla, Rionegro y Guarne, donde operan bajo la misma dinámica o estructura
de poblamiento, para establecer fuentes agrícolas para suplir las necesidades
alimenticias inherentes a la explotación minera.

Simultáneamente empiezan a aparecer pequeñas propiedades agrarias con asiento en


las inmediaciones de Santa Fe de Antioquia, Sopetrán, San Jerónimo y La Estrella.
Podemos considerar como punto culminante de la expansión territorial de este período la
fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria en 1675, cuando el Valle de
Aburrá contaba con unos 3.000 habitantes dispersos entre el sitio de Aná, Barbosa al
norte y Caldas al sur.

A partir de 1740 se inicia un nuevo ciclo aurífero y el norte amplía la frontera agrícola y
minera, por medio de quienes habían logrado obtener concesiones de mercedes de
tierras, propietarios ricos que retenían minas sin explotar y acumulaban tierras valiéndose

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de pobladores pobres que utilizaban en calidad de agregados para desmontarlas y
aumentar su valor. Para frenar esta situación y mejorar asuntos fiscales se fundan en
esta región tres poblaciones en 1788, San Luís de Góngora (Yarumal), San Antonio del
Infante (Don Matías) y Carolina del Príncipe en las montañas de los Osos, marcando con
esto la transición de colonización espontánea a colonización dirigida.

La oleada migratoria de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, cuyos principales
representantes fueron vecinos de Rionegro y el Valle de Aburrá, ayudó a configurar toda
una red y cruce de caminos que además de comunicar de sur-norte con la costa
Atlántica, y de occidente a oriente la región8, hizo posible que se estructurara todo un
sistema proveedor de alimentos y manufacturas de los centros mineros y comerciales de
Antioquia y algunos municipios externos a la Provincia. Este período marca un cambio
en la tradición minera de la región, en la medida en que los nuevos colonos no sólo
llegaron buscando oro, también “trajeron consigo semillas y arados”; los nuevos
migrantes dieron cabida a la consolidación de medianos y pequeños propietarios, base
de la economía en explotaciones ganaderas y parcelaciones agrícolas del altiplano.

Es importante anotar que los primeros procesos colonizadores de Antioquia, estuvieron


ligados a las numerosas concesiones de realengos durante el siglo XVII y las pequeñas
concesiones que buscaban erradicar la vagancia de los centros urbanos. Posteriormente
la búsqueda de fronteras aptas para el desarrollo económico de la región y la estrechez
en que se habitaba en ciertas regiones, constituiría una razón de peso para buscar
territorios donde rozar los paisajes naturales y mejorar las condiciones de vida.

Una nueva caída de la producción del oro al finalizar el siglo XVIII, obliga al cierre de
minas y por ende a la manumisión de esclavos, la rentabilidad de la explotación minera
bajo el sistema de fuerza esclava o de cuadrillas venía siendo cuestionado desde hacía
varios años, los problemas técnicos de la minería de canalón, la necesidad de invertir

8
Algunos de estos caminos eran: Desde Santa Rosa y el altiplano hasta el Magdalena, comunicando con
Honda y Mariquita por el antiguo Nare (construido en el siglo XIX). Desde Santa Rosa hasta Puerto Espíritu
Santo (Siglo XIX). Yarumal con Cáceres (Siglo XIX). Yarumal con Santa Rosa. Medellín siguiendo hasta
Rionegro con una salida anterior que se dirigía a Marinilla (Siglo XVIII), y por último nos encontramos, un
camino construido en la colonia que pasaba por los municipios de Yolombó, Santa Rosa, Sopetran,
Sabanalarga, Puerto Espíritu Santo, San Andrés de Cuerquia, Cáceres, Zaragoza, Remedios y Puerto Nare.
(Gallego, Amparo y otros, 1995: 48).

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grandes capitales, el rápido agotamiento de los yacimientos situados en sitios fáciles de
abastecer, el carácter estacional de la explotación, entre otros aspectos, abonarían el
terreno para las manumisiones y el afianzamiento de los mazamorreros quienes
trabajaban en números menores de cinco personas o se dedicaban a la extracción
independiente del oro.

La cada vez más cuantiosa profusión de negros libres hizo que se conformaran núcleos
importantes con presencia en la vida económica y social de la región. En municipios
como San Jerónimo, Sopetrán y algunos del Valle de Aburrá aumenta el número de
negros libres y mulatos. En el censo de 1675, se habla de unas 300 familias de negros
libres y mulatos en el Valle de Aburrá, este aspecto a su vez, dinamiza el proceso de
colonización ampliando las fronteras mineras y agrícolas y entronizando otras variables
sociales y culturales.

Para finales del siglo XVIII aparecen nuevos centros poblados como Urrao (1781) en el
occidente antioqueño, Yarumal (1787- San Luis de Góngora), Don Matías (San Antonio
del Infante 1787) y Carolina del Príncipe en el norte (1788), Rionegro (1783) y Marinilla
(1787) hacia el oriente, Titiribí (1775), Amagá (1788) y Fredonia (1790) en el sur;
fundaciones ligadas en gran medida a la producción agrícola necesaria para el
sostenimiento de los centros mineros cercanos, así también a las políticas propuestas por
las reformas Borbónicas llevadas a cabo en la segunda mitad del siglo XVIII, las cuales
introdujeron importantes cambios en el poblamiento y la economía, pues buscaban una
mayor eficiencia productiva, aglutinar poblaciones dispersas con el fin de controlarlas a
través de la autoridad eclesiástica y civil e incentivar colonizaciones de los espacios
vacíos e improductivos; básicamente se buscó promocionar la organización espacial y
urbana.

La estabilidad económica adquirida por los pequeños propietarios mestizos y mulatos


libres, el mejoramiento de las condiciones de vida de los esclavos y el descenso de la
mortalidad indígena son razones para entender el incremento poblacional de este
período. El auge comercial de productos agrícolas y manufactureros favoreció la
circulación masiva de población dentro y fuera de las fronteras provinciales de Antioquia.
Al finalizar el siglo XVIII, Antioquia se encontraba habitada en tres regiones o comarcas,

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una al norte conformada por los núcleos de Cáceres, Zaragoza y Nechí, al centro los de
Antioquia y Medellín, y al oriente Rionegro y Marinilla. (Ver Gráfico 7).

Gráfico 7. Esquema histórico del poblamiento de tres valles de


la provincia de Antioquia.

Fuente: Cátedra Caramanta 2003. Municipio de Caramanta.


Elaboró Yuliana Guerra y Dora Nieto.

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A comienzos del siglo XIX, Santa Fé de Antioquia pierde la primacía administrativa que la
había acompañado desde el siglo XVI, la cual se sustentaba fundamentalmente en la
explotación minera de las zonas circundantes.

El ascenso económico de ciudades como Medellín y Rionegro debido al desplazamiento


de los centros mineros y agrícolas, modifica la estructura administrativa y comercial, pues
los grandes hatos de ganado y las despensas agrícolas tan importantes para el
abastecimiento de los centros mineros se desplazan hacía esta zona, de tal manera que
para 1826, Medellín pasa a ser la capital del Estado de Antioquia, pues compitiendo con
Rionegro, aglutina en sus centros urbanos a los comerciantes y terratenientes que un
poco ajenos a las tradiciones de poder colonial exigen autonomía administrativa, y que
además de buscar un clima templado, encuentran en la ciudad el eje central para la
comercialización y movilización de los capitales acumulados durante los años anteriores.

El aspecto que resume las razones de colonización del Valle de Aburrá y los valles
circundantes, son las condiciones ecogeográficas: abundantes fuentes hídricas, un clima
medio menos malsano y frío que en otras regiones, la altura permitía dos cosechas de
maíz y de fríjol al año, una mayor variedad de productos alimenticios, la provisión de
madera y materiales para la construcción (piedra y arcilla), buena cantidad de pastos,
además de una ruta por el río Porce para abastecer los centros mineros del Norte; eran
las bases para la configuración en el Valle de Aburrá de una economía de medianos y
pequeños comerciantes, finalizando el siglo XVIII.

El siglo XIX se caracteriza por el acelerado crecimiento demográfico de la población del


Valle de Aburrá, las luchas independentistas y las confrontaciones civiles no logran
diezmar las dinámicas colonizadoras. El nuevo proceso colonizador toma fuerza y se
fundan pueblos como Andes (1853), Jericó (1867), Jardín (1882), Ciudad Bolívar (1869),
Santa Bárbara (1822), Támesis (1864) y Betulia (1884). Es preciso afirmar que la riqueza
natural de esta región la convirtió en una zona altamente atractiva para los colonos
durante el siglo XIX. Las vertientes del río Cauca, del San Juan, del Cartama, el Bolívar,
la Cinifaná, entre otros, fueron los sitios escogidos para el establecimiento de la
agricultura de vertientes acompañada en el fondo de los valles con ganadería, fueron los

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que permitieron el establecimiento de pequeños y medianos propietarios de tierra. (Ver
Gráfico 8).

Gráfico 8. Poblamiento del suroeste lejano

Fuente: Cátedra Caramanta 2003. Municipio de Caramanta.


Elaboró Yuliana Guerra y Dora Nieto

A principios del siglo XIX, gran parte de la tierras de esta región pertenecían a la
concesión Echeverri, la cual tenía como claros intereses, la búsqueda de minas y la
apertura de caminos que condujeran a Marmato (en muchos casos se otorgaron

79
concesiones de tierra a cambio de la apertura de caminos), poblado que se había
convertido desde el siglo XVIII, en un importante centro de explotación minera, no
obstante había presentado períodos de crisis a finales del siglo que interrumpieron el
poblamiento general. (Ver Gráfico 9).

Gráfico 9. Concesión Echeverri

Fuente: Cátedra Caramanta 2003. Municipio de Caramanta.


Elaboró Yuliana Guerra y Dora Nieto

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Un nuevo auge colonizador ligado a la explotación minera, se presenta para mediados
del siglo XIX, colonos venidos de diferentes regiones del Departamento y del país entran
a conformar la masa de nuevos pobladores. Molinos de pisones, bocartes y técnicas de
amalgamación traídas por técnicos e ingenieros extranjeros, empujan y permiten la
construcción de las grandes fundiciones de metales preciosos, aprovechando de esta
manera la minas de veta existentes en Anorí, Amalfí, Santa Rosa, Segovia, Frontino y
Titiribí.

Hacía 1828 se funda La Sociedad de Minas de Antioquia formada por políticos y


comerciantes de Medellín, la cual adquirió las minas recién descubiertas de el Zancudo y
Otramina en Titiribí. Otras sociedades formadas por empresarios antioqueños se dedican
a la explotación de los filones de Anorí, Supía, el bajo Nechí y Sonsón. Posteriormente
hacía 1850 se registran avances de capital extranjero en la explotación de las minas de
Antioquia y para 1880 operaban la Frontino and Bolivia Company, en Remedios; la
Colombian Corporation, en Anorí; la Compañía Francesa de Segovia, y la Compañía
Francesa del Nechí y sus afluentes, en Zaragoza.

Para 1890 se inicia el apogeo de la producción cafetera, difundiéndose este cultivo entre
los campesinos del sur y el suroeste del departamento, bajo un sistema de aparcería que
favoreció el poblamiento y la expansión rápida de esta forma de producción agrícola,
pues los pequeños y medianos colonos que habitaban esta región necesitaban un
producto comercial que les permitiera romper la economía cerrada de la colonización y
utilizar mano de obra familiar.

Es precisamente la estructuración a partir de la pequeña y la mediana propiedad de la


tierra y la economía basada en el café, lo que atrajo tanto a campesinos que buscaban
establecerse y a otros que denominaban población flotante, que llegan en los períodos de
recolección del grano.

Los procesos de colonización de estos territorios, comenzaron a principios de los años


treinta del siglo XIX y se prolongaron durante toda la segunda mitad del mismo siglo. Los
conflictos de la segunda mitad del siglo XIX en Colombia, abonaron el terreno para que
muchos campesinos, comerciantes y propietarios, decidieran desplazarse a la subregión
del suroeste con el fin de evitar el reclutamiento, los empréstitos forzosos y las

81
contribuciones de guerra; esto junto con los bajos costos de la tierra permitió que familias
enteras se desplazaran buscando formas de subsistencia9.

A principios del siglo XX la inmigración continúa, pues la subregión contaba con factores
atractivos, como mejores condiciones higiénicas, un relativo acceso a la medicina y la
constante necesidad de mano de obra para el sostenimiento de las parcelas cafeteras.
En este proceso de expansión y consolidación demográfica de los primeros años del siglo
XX, juega un papel importante la representación monetaria de la economía campesina,
aspecto producido por el cultivo del café.

A nivel regional, el suroeste figuraba como una importante área, cuya dinámica
demográfica la ponía por encima de regiones tradicionales ya consolidadas económica y
políticamente. Este proceso de expansión social se afianzará en el lapso que va de 1883
a 1912, cuando el suroeste se consolida como una región demográficamente importante
en Antioquia.

La acumulación de bienes, la concentración del comercio y la centralización de los


dividendos de la producción minera y agrícola en Medellín durante todo el siglo XIX,
permiten que la ciudad y el valle circundante crezcan ininterrumpidamente hasta
mediados del siglo XX. Las décadas que van de 1900 a 1930, se caracterizan por la
creciente industrialización de Medellín y el Valle de Aburrá.

La construcción de vías interregionales y el ferrocarril desde comienzos del siglo XX,


permite que gran parte de los municipios del departamento entren a configurar una
importante red de comercialización que a más de llevar y traer productos, permites
movilizar y cohesionar poblaciones. Así pues, la construcción y puesta en marcha del
ferrocarril de Amagá, favoreció la comunicación de Medellín, Amagá, Bolombolo, Andes,
Jardín, Támesis, Jericó, La Pintada, Cali, Buenaventura, y permitió que productos como
carbón, caña, oro, ganado, tabaco, caucho, quina, tagua y café redujeran los costos de
transporte y comercialización.

9
Vélez Rendón, Juan Carlos. Los pueblos allende el río Cauca: la formación del suroeste y la cohesión del
espacio en Antioquia, 1830-1877. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia

82
La construcción del ferrocarril de Antioquia desde Puerto Berrío, a finales del siglo XIX y
comienzos del XX establece un sistema de intercambios interregionales y regionales, las
estaciones ubicadas en los municipios del norte de la ciudad de Medellín favorecen a una
población flotante encargada de comercializar con los establecidos centros urbanos de
comercio.

Entre 1938 y 1951, Medellín alcanzó unas tasas de crecimiento anual del 6% y del 4%,
crecimiento que sin lugar a dudas favorece las estructuras económicas de los municipios
cercanos. La economía ya no gira únicamente en torno a las actividades primarias y se
suscitan otros renglones como son el sector manufacturero con un 12% de participación
de la población hacia 1912. Las estadísticas obreras demuestran que para 1917 el 37%
de la población trabajadora provenía de otras subregiones del departamento y para 1926
la cifra alcanza el 40%, aspecto que pone a los municipios del Valle de Aburrá como
epicentro para la migración.

La construcción de la troncal del occidente iniciada desde 1905, permitió la interconexión


de Medellín y el sur de Antioquia, con los departamentos de Caldas y el Valle del Cauca,
así mismo favoreció la creciente industrialización de municipios como Don Matías, San
Pedro, Entrerríos, Santa Rosa y Yarumal al norte, que entra en un proceso de
especialización y tecnificación de la producción lechera en municipios como San Pedro
de los Milagros, Santa Rosa, Belmira, Yarumal, Don Matías y Entrerríos.

Estas fuerzas del mercado, acrecentadas en gran medida por la cercanía al Área
Metropolitana, han configurado un espacio territorial agrícola ganadero, con centros de
acopio que históricamente han tenido un mayor desarrollo económico (Yarumal, Santa
Rosa y San Pedro) o en los cercanos a Medellín que cuentan además con vías de acceso
adecuadas para el transporte de productos.

La apertura de la carretera al mar, a finales del XIX y principios del XX, implicó leyes
sobre adjudicación de baldíos y la introducción de cultivos comerciales, aspecto que
llamó la atención de pobladores que se trasladaron a los pequeños caseríos que
quedarían conectados por la vía. De esta manera la vía al mar se consolidó como un
importante eje cultural y un importante eje de poblamiento hacia la región de Urabá.

83
Después de la Segunda Guerra Mundial, concurren dos factores que presionan la
migración del campo a los centros urbanos y de éstos hacia la ciudad de Medellín u otras
ciudades del país. De un lado, la pérdida de competitividad del oro colombiano, que se
traduce en el decaimiento de la actividad minera, y de otro lado, la irrupción de la violencia
política conservadora-liberal, que se prolongó hasta finales de los años 60.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, las dinámicas poblacionales varían
completamente; veamos algunos casos:

Algunos centros urbanos como Don Matías, San Pedro, Entrerríos y Santa Rosa, se han
beneficiado de la proximidad y buena accesibilidad a Medellín y el Valle del Aburrá,
desarrollando una incipiente industrialización, especialmente en el campo de la
confección, bebidas y alimentos, con excepción de la industria de derivados lácteos que
es complementaria a la base económica regional. En cuanto a la industria extractiva en
el sector de la minería, se da la explotación de talco y asbesto en los municipios de
Yarumal y Campamento respectivamente.

En lo que se refiere a los municipios como: Amalfí, Cisneros, Remedios, Segovia,


Vegachí, Yalí, Yolombó, Caracolí, Maceo, Puerto Berrío, Puerto Nare y Yondó, podemos
decir que entre las décadas de 1970 y 1990 se produce un nuevo impulso al crecimiento
poblacional tanto en los centros poblados como en las zonas rurales. Se desata un nuevo
impulso colonizador, se dinamizan actividades agrícolas con la bonanza cafetera, la
construcción de la Troncal de la Paz y la rectificación y pavimentación de la vía Medellín-
Puerto Berrío, al tiempo que se benefician tanto la minería de aluvión como la minería de
veta con la liberación del precio internacional de la Onza Troy. En este período se
consolida Segovia como un importante asentamiento poblacional del Departamento.

En cuanto al suroeste, la segunda mitad del siglo se caracteriza por que se introduce la
variedad de café caturra, con la cual se le da un nuevo impulso a la economía cafetera,
presentándose además una bonanza en los años setenta; durante toda esta década, el
área de producción cafetera se amplía ininterrumpidamente hasta fines de los años
ochenta, cuando la broca y los precios del café sumen a la región en una crisis,
disminuyendo la productividad del cultivo de café. Actualmente, municipios como Salgar,
Andes, Ciudad Bolívar, Betania y Betulia, presentan una fuerte tendencia a la disminución

84
de la población, y esto no sólo debido a la ya mencionada crisis cafetera, sino al
desencanto de vivir en el campo. Actualmente la dinámica poblacional es de carácter
urbano, con una fuerte tendencia a la expulsión de población rural efecto de la baja
productividad, finalmente, por el conflicto armado.

El panorama de las transformaciones territoriales y demográficas, demuestra como Santa


Fe de Antioquia se desarticula de los principales procesos productivos y transformadores,
quedando anclada en una producción de subsistencia y una economía que gira en torno
al turismo. Las poblaciones que conforman esta subregión: Anzá, Buriticá, Caicedo,
Ebéjico, Liborina, Olaya, Sabanalarga, San Jerónimo, Santa Fé de Antioquia y Sopetrán,
a pesar de tener una larga historia como conjuntos habitados, han alcanzado apenas una
consolidación urbana como pequeños poblados con baja capacidad funcional. No
obstante, dentro de estas poblaciones, Santa Fe de Antioquia se destaca en cuanto a su
consolidación urbana, reconocimiento colectivo y por los valores patrimoniales.

En general podemos establecer a manera de resumen una estructura antes que temporal
temática, en lo que concierne al poblamiento de Antioquia; no obstante, es posible que
cada una dé cuenta de un período relativamente identificable. Así pues, en primer lugar
nos encontramos con la colonización española ligada al afianzamiento de la actividad
minera y la conformación de los centros urbanos inherentes a éste sector productivo en
los siglo XVI y XVII, localizado en las inmediaciones a Santa Fe de Antioquia y los
yacimientos auríferos de los municipios del norte, nordeste y oriente cercano; en un
segundo momento, nos encontramos con la expansión de la frontera agrícola y la
consolidación como renglón productivo ligado a la tierra en el Siglo XVIII y XIX, localizada
entre los municipios que conforman el norte y sur del Departamento; en tercer lugar
podemos hablar del auge de la economía agrícola y las primeras luces de la
industrialización en los siglos XIX y XX) con lugar en el suroeste; y por último,
encontramos dentro de la distribución de los procesos de poblamiento y de configuración
territorial, un período que iría desde la segunda mitad del siglo XX hasta finales y
comienzos del XXI, caracterizado fundamentalmente por los movimientos socioespaciales
de población, que convergen mayoritariamente en Medellín y los municipios integrados al
Valle de Aburrá.

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