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Plantones en México: poder, resistencias y ciudadanía en el

espacio público mexicano. Etnografía comparativa.

Morgane Govoreanu

(Doctorando en antropología, EHESS-Paris/CIESAS-DF)

Los plantones mexicanos con sus lonas de colores, puestas en estructuras metálicas y sus
mantas que llevan eslóganes de protesta, constituyen fenómenos heterogéneos y polimorfos,
que hablan tanto de la sociedad mexicana, de su sistema político como de su cultura. Se
instalan en plazas peatonales, en avenidas o cruces viales, o sea en nodos de circulación
multimodal donde confluyen, se cruzan, se encuentran o se ignoran varios grupos y clases
sociales, con prácticas espaciotemporales diferenciadas1. Éstos son elegidos para marchas y
plantones, debido a que representan lugares de poder político, económico y mediático, es
decir centros en el modelo de Krugman2. De allí, nacen conflictos entre transeúntes y
plantonistas fijos. Éstos están acusados de impedir, limitar o retroceder la circulación de
pasantes. Estos conflictos espaciales incorporan relaciones de poder, desigualdades
socioeconómicas y jerarquías sociales que estructuran la sociedad mexicana. Estas prácticas
están relacionadas con estereotipos e imaginarios urbanos que giran en torno a figuras de la
otredad que estigmatizan y criminalizan los participantes de movimientos sociales. Frente a
estos procesos de exclusión, representan formas de resistencia a normas socioeconómicas y
procesos de marginalización política. Así, sufren actos de violencia simbólica impuestos por
esquemas de dominación social y segregación espacial, así que físicas por las represiones, a
veces sangrientas, de los participantes. Estas relaciones de poder dentro de las nuevas
configuraciones económicas contemporáneas en el marco de la globalización neoliberal,
interrogan la noción de ciudadanía.

Mi meta aquí es discutir relaciones de poder en la Ciudad de México, a partir de los aspectos
materiales y culturales del sistema político mexicano. Por una parte, se trata de observar las
tensiones que las demandas sociales generan al interior de los plantones, para examinar las

1
Caldeira (Teresa), City of Walls: Crime, Segregation and Citizenship in São Paulo, Berkeley, UCP, 2001, 473p
2
Krugman (Paul), “Increasing Returns and Economic Geography”, The Journal of Political Economy, 99 (3),
1991, p 483-499
1
relaciones mutuas que llevan los movimientos sociales en situación de resistencia, con el
Estado, cuestionando el concepto de cultura política. Por otra parte, se analizarán las
redefiniciones de la noción de ciudadanía, dadas por estas nuevas configuraciones de poder y
por el contexto de globalización neoliberal; la dimensión territorial tiene una importancia
tanto teórica como pragmática por su espacialización de las relaciones sociales de poder. Eso
lleva a formular una pregunta central: ¿En qué medida los plantones constituyen a la vez una
forma de resistencia, encarnando un tipo de “ciudadanía insurgente”, frente al sentimiento de
exclusión de grupos sociales por instancias políticas dentro de las decisiones políticas,
reescribiendo así el espacio de la cuidad, y transformando – o intentándolo – los esquemas y
estructuras sociopolíticas, y una manera performativa de poner en práctica y volver visible
esta segregación socioespacial? Esta problemática se basa en diferentes hipótesis que tienen
que ser explicitadas: 1. Los plantones constituirían una forma de resistencia a los procesos de
estigmatización, criminalización y militarización que afectan a los movimientos sociales que
ocupan el espacio público en México. 2. Los discursos de seguridad e inseguridad generarían
segregaciones socioespaciales contra las cuales luchan los miembros de plantones
instalándose en centros de poder(es). 3. Los conflictos viales, prisma de análisis jurídico,
político y mediático de los plantones, contribuirían a desviar el debate de las puestas
primordiales en cuanto a la ciudadanía, limitando las pláticas a los derechos de circulación
versus los de expresión y manifestación. 4. Los plantones representarían a la vez un medio de
expresión de los movimientos sociales y un modo de control y de límite de sus acciones por
parte del Estado.

La antropología desempeña aquí un papel central por la singularidad de su mirada, que se


apuntala en buscar en los confines de lo inteligible y de lo sensible de las experiencias
humanas, de lo corporal y por eso relacional. No sólo considera las dimensiones individual y
colectiva de los fenómenos culturales, sino trasciende estos tópicos para tomar en cuenta el
carácter constructivista de las evidencias sociales, que se trate de las trayectorias personales,
aquí de los plantonistas, o de las acciones y emociones colectivas. Por su interés hacia lo
cultural y lo cultual, la antropología parece más capaz de desenredar las “construcciones
conjuntas”, los “datos-fronteras”, las extremidades donde se cruzan lo sensible y lo
inteligible, las sensaciones y el entendimiento, lo emocional inmediato y lo simbólico
inherente, pero también a la confluencia de lo material, de lo corporal y de lo ideal, del sí y de

2
los otros seres vivos3. Por eso, veremos primero idiosincrasias de los plantones de México,
sus estrategias idóneas de resistencia en el espacio público, para mostrar que los plantones son
modos de expresión de los movimientos sociales pero también son canalizados por el Estado,
por tácticas de control y de manipulación. Luego consideraremos los contornos de la
ciudadanía que dibujan estas relaciones de poder, para medir la validez de una ciudadanía
insurgente. Veremos las prácticas e ideologías, representaciones y cosmologías, en las cuales
se basan los grupos. Para terminar, las violencias y las figuras de la alteridad que componen la
globalización, influyen en los flujos globales e impactan a las definiciones de la ciudadanía.

I. Plantones: entre resistencias y manipulación estatal

Los plantones son un objeto etnográfico central para estudiar las relaciones entre movimientos
sociales y Estado, en lo que son vividos por los actores como experiencias de conflicto social
violento y resistencia ciudadana, a menudas traumáticas. Para avanzar: ¿qué son los
plantones? Morfológicamente, se parecen a campamentos, objetos más clásicos en ciencias
sociales, aunque sean aquí ignorados por los proveedores de fondos, las instituciones y las
organizaciones sociales. Son estigmatizados por los discursos mediáticos y políticos,
considerados como hogares de rebeldías negativas y de fomentación de desorden social4. Los
plantones están usualmente contemplados en México bajo el ángulo de los problemas viales y
no como movimientos sociales, formas de expresión social y política, generadores de modos
de vida colectivos y de organizaciones sociales específicas.

A. Territorialidad y derechos en el espacio público

Los plantones, por sus metas políticas, se instalan en centros de poder, tanto para llamar la
atención de los medios de comunicación como ejercer una presión sobre las instancias
políticas. Pueden ser administraciones públicas como la Cámara federal de Diputados, alguna
Secretaría – en particular la de agricultura en cuanto a la cuestión campesina – o la sede del
Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores de la Educación (ISSSTE) que
está reformando las pensiones de los servidores públicos. También están las principales
empresas nacionales e internacionales que tienen las riendas económicas del país. La avenida
3
Héritier (Françoise), Xanthanou (Margarita), Corps et affects, Paris, Odile Jacob, 2004, p 28
4
Pérouse de Montclos (Marc-Antoine), « Le camp de réfugiés, lieu de vie et de survie », Le Monde, 19.07.2007
3
Paseos de la Reforma, llamada los “Campos Elíseos” mexicanos y arteria principal del centro
de la ciudad, concentra muchos plantones. Esta visibilidad en lugares de poder político,
económico y mediático, hace surgir conflictos de vialidad. Están acusados por los políticos y
los medios de comunicación de invadir el espacio público, limitando el tránsito en los
espacios donde se instalan, en particular dificultando la circulación automóvil. Sin embargo la
etnografía lo infirma: muy pocos se instalan en las vías de transito (aprox. 1 sobre 8. Son
“grupos institucionalizados”, es decir afiliados oficialmente a un partido político del cual
defienden los intereses y promueven los valores). Los problemas de congestión
automovilística a proximidad de los plantones se deben usualmente a la parada o la
deceleración de los conductores para verlos, sacarles fotos o intercambiar alguna palabra con
los plantonistas. La agudeza de estos conflictos se explica por el contexto actual de la
economía de la movilidad5, cuya meta es la reducción de los gastos generados por las
movilidades – tiempo, dinero, energía. Esta meta se explica en parte por la extensión de los
espacios de movilidad, entre periferias habitacionales siempre más lejos y lugares céntricos de
trabajo, y el aumento exponencial de los múltiples gastos generados por las movilidades. Los
actores de estas movilidades interrogan los plantones: ¿los derechos a manifestar, expresar u
opinar, pueden infringir el derecho a trasladarse? Se crean antagonismos entre clases medias
motorizadas y clases populares pedestres6, relegadas en zonas segregadas, que reivindican a
través de los plantones la ocupación de espacios de los cuales están excluidas
socioeconómicamente, mediante varios tipos de políticas (políticas habitacionales de
jerarquización de precios de renta, políticas de transporte que favorecen ciertas áreas a otras).

B. Poder y poderes en México

Por las disparidades económicas y las segregaciones socioespaciales que dan a ver, los
plantones representan una parte de lo indecible de la exclusión bajo todas sus formas –
política, jurídica, económica, social y cultural – en un país norteamericano considerado como
una democracia consolidada7. Estas dinámicas revelan la importancia de relaciones de poder,
al poder y los poderes, entre movimientos sociales y Estado en México. El trabajo etnográfico
se enfoca en la organización socioespacial y la repartición de los poderes dentro del plantón,

5
Giglia (Angela), Duhau (Emilio), « Globalización e informalidad en la Ciudad de México. Prácticas de
consumo y movilidad », Trace, México, CEMCA, junio2007, 51, p 28-43
6
Micheli (Jordy), Tecnología y modernización económica, México, UAM, 1993, 499 p
7
ONU, De la démocratie en Amérique Latine : Vers une démocratie de citoyens, New York, PNUD, 2004
4
entre los diferentes movimientos que los instalan, sus juegos de competición, y las relaciones
ambivalentes de clientelismo y negociación, entre ellos y el Estado.

Por una parte, los plantones como movimientos sociales8 de ocupación del espacio – aquí me
enfoco exclusivamente en el espacio público por las interacciones que permite observar y los
imaginarios que lo circunscriben – son comúnmente presentados como una forma violenta de
oposición al gobierno por los bloqueos viales, la aparente inseguridad y los mal olores
retratados en los medios. Están estigmatizados y criminalizados por estos discursos, bajo los
estereotipos de agitadores que tienden a cultivar el desorden sin formular propuestas políticas.
Sin embargo, estos discursos mediáticos ocultan la complejidad de las realidades, que sean la
politización, la enculturación y la socialización que permiten los plantones. El punto de vista
emic muestra que los plantones desempeñan un papel importante en el aprendizaje de códigos
y actitudes propios a un grupo, corporativista, sindical o asociativo, así que la legitimidad de
pertenencia a esta colectividad por participar a sus actividades. También, son un rito de pasaje
para el reconocimiento de los pares: el frenesí participativo de los miembros del Frente
Revolucionario Popular (FPR) – cuya edad media es de 25 a 30 años – en los plantones, se
explica en parte por la búsqueda de legitimidad, en particular frente a los movimientos a
intereses urbanos de las ochentas. Así, un dirigente del Movimiento Urbano Popular (MUP)
declaró en una entrevista, en cuanto al FPR: “ellos son la nueva generación. Nosotros ya
hicimos las luchas de las 80’s y de las 90’s. Ahora les toca. Pero tienen que mostrar que son
capaces de defenderse”. El poder también se incorpora en la organización de los plantones.
Uno de los ejes recurrentes de estructuración, es la cesura entre bases y elites. Esta distinción
se encuentra en los grupos de gran amplitud, como el Sindicato Nacional de los Trabajadores
de la Educación (SNTE) y su órgano secesionario: la Coordinadora Nacional de los
Trabajadores de la Educación (CNTE), las asociaciones de intereses urbanos (MUP,
Organización Nacional del Poder Popular, ONPP, Asamblea de Barrios de México, ABM,
etc.). Sin embargo, algunos plantones evaden estas jerarquías, a menudo por razones
ideológicas. Se trata de pequeñas estructuras como el Colectivo de trabajadores del Cafetlan –
que empezó con 34 miembros y acabó con 12 – en plantón durante más de año y medio
(marzo 07-noviembre 08), por el cierre fraudulento de la cafetería por los patrones, sin

8
Calderón Gutiérrez (Felipe), “Otros silencios, otras voces: el tiempo de la democratización en la Argentina”,
Buenos Aires, UNU/CLACSO/IISUNAM, 1986, p 327-398: “acciones colectivas con alta participación de base
que utilizan canales no institucionalizados y que, al mismo tiempo que van elaborando sus demandas, van
encontrando formas de acción para expresarlas y se van constituyendo en sujetos colectivos, es decir,
reconociéndose como grupo o categoría social” (p. 18)
5
pagarles su última quincena y llevándose sus lockers. Ellos eran organizados en comisiones
(financiamiento, proceso jurídico, etc.), cada una encabezada por un miembro del plantón.
Igual los miembros de la Unión Nacional Anáhuac (UNA), que defiende los derechos de
comunidades autóctonas, eran repartidos según las competencias de cada uno. Los
comunicadores, encargados de las declaraciones públicas, eran elegidos por sus capacidades a
hablar en público. Sin embargo, el trabajo de campo muestra que la UNA en sí, cuya
organización difiere de la del plantón capitalino, está organizada jerárquicamente con un líder.

C. ¿Una cultura política propia a los plantones o formas idóneas de resistencia?

Para interrogar la existencia de una cultura política propia a los plantones, se tendría que
analizar la filiación de los plantones contemporáneos con los de la revolución mexicana de
1910, como lo hace Luis Pazos, hasta formas de movilización colectiva más antiguas e
incluso prehispánicas9. Por razones pragmáticas, este análisis se enfoca sobre datos
contemporáneos, aunque la tesis de doctorado profundice la perspectiva histórica. Primero, el
espacio del plantón, es un “espacio otro”10 con sus propias dinámicas de estructuración y sus
interacciones. Así, los esquemas de organización espacial siguen redes de intercambio,
utilitarias y/o afectivas. Los plantonistas vecinos están vinculados primero por los
intercambios de bienes o servicios entre ellos, luego por las buenas relaciones. La etimología
que deriva del bajo latín plantaris, introduce una duración, un proceso, aunque los plantones
están previstos para ser temporarios, frente a situaciones de emergencia o crisis. También
remite a la vez a una (re)conquista de espacios por actores que se sienten excluidos y una
forma de confinamiento de personas, para evitar que invadan a otros espacios de los cuales
están rechazados.

Ahora, los plantones designan grupos que se plantan literalmente en un lugar, para bloquearlo
en vista de desarrollar actividades de protesta. Se caracterizan por su morfología
(estructuración espacial, materiales de construcción). Una descripción liminal los presenta
como “terrenos rápidamente y sumamente equipados, donde están agrupados, en condiciones
precarias y poca cuidadosa de sus derechos elemental, individuos o categorías de individuos,

9
Pazos (Luis), Historia Sinoptica de Mexico. De los Olmecas a Fox, México, Edit. Diana, 2003, 165 p
10
Foucault (Michel), Dits et Écrits, Paris, Gallimard, 2001, p 1571
6
11
supuestamente peligrosos o perjudicial” . Como movimientos sociales, desempeñan
funciones: desde la aculturación (social, política y cultural), la concientización hasta la
transmisión de conocimientos y de técnicas, también por sus relaciones con los otros actores
sociales y políticos. Constituirían una cultura política de resistencia, es decir: “el conjunto de
signos y símbolos [que los caracterizan y que] afecta a las estructuras de poder”12. Hay que
notar la particularidad de esta cultura política que se enfoca en: “el conocimiento e
información […], los signos y símbolos [que] portan valoraciones”13. No se trata sólo de
reivindicar derechos políticos y beneficios sociales, sino ejercer una resistencia frente a la
pérdida de derechos sociales y políticos, inscribiéndose entonces en un contexto político de
supervivencia14. La acción del MUP durante un plantón organizado en diciembre de 2007,
frente a la Cámara de Diputados del Distrito Federal (D.F.), lo ejemplifica: era para pedir
presupuesto para la renovación de la vivienda social en la zona metropolitana de la Ciudad de
México (ZMCM) – allí excepcionalmente las calles fueron bloqueadas para ejercer una
presión muy fuerte sobre el voto urgente del presupuesto.

Sin embargo, esta misión de resistencia está enredada en prácticas clientelistas – típicas del
sistema político mexicano15. La etnografía revela que el florecimiento de los plantones desde
las elecciones presidenciales de 2006, a la iniciativa del Partido de la Revolución Democrática
(PRD), para denunciar las elecciones pretendidamente fraudulentas de Felipe Calderón
Hinojosa, es retomado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) como instrumento
estratégico de oposición política a la Presidencia perredista al poder en la Ciudad de México
desde 1997. En efecto, las Antorchas Campesinas, oficialmente afiliadas al PRI, lanzan
acciones fuertes desde 2008 contra al Gobierno del D.F. Estas acciones esconden las asesorías
no oficiales de otros movimientos que mantienen plantones desde hace varios años como los
400 Pueblos. Son famosos por sus marchas y manifestaciones bailadas, las mujeres desnudas
y los hombres con tapa-rabos donde están retratados políticos nacionales. Fueron fundados
11
Kotek (Joël), Rigoulot (Pierre), Le siècle des camps. Détention, concentration, extermination. Cent ans de mal
radical, Paris, Lattès, 2000, p 11
12
Varela (Roberto), « Cultura Política », en Héctor Tejera Gaona (coord.), Antropología Política: Enfoques
contemporáneos, México D.F., INAH y Plaza y Valdés, 1996, p 37
13
Varela (Roberto), art. cit., p 38, citado por Castro Domingo (Pablo), “Cultura y ciudadanía priísta en el Estado
de México”, UAM, Congreso Centroamericano de Antropología “La antropología en Centroamérica: reflexiones
y perspectivas”, San Cristóbal de las Casas, 16-20 febr. 2009: “el conocimiento e información […], los signos y
símbolos [que] portan valoraciones”: juicios sobre lo bueno y lo malo, lo debido y lo indebido, lo correcto y lo
incorrecto, lo deseable y lo indeseable. Los mismos mecanismos [que] suscitan sentimientos y emociones: odios
y amores, temores, entre otros; y expresan ilusiones y utopías, deseos, veleidades, anhelos y expectativas”
14
Abélès (Marc), Política de la supervivencia, Buenos Aires, Edit. Universitaria de Buenos Aires, 2008, 247 p
15
Adler de Lomnitz (Larissa), Redes socials, cultura y poder. Ensayos de antropología Latinoamericana,
México, Flacso, Ed. Porrúa, 2002, 374p
7
por un diputado priista 1974, cuando el partido era partido único, cuyo hijo tomó el relevo
tanto a la cabeza del movimiento como en el partido. Establecen dos plantones por año, cuya
temporalidad varía entre mes y medio y más de siete meses para el último en 2008 (mayo-dic.
08), descreditando el PRD capitalino en cuanto a la gestión vial.

Las tensiones al interior de los plantones y en la sociedad mexicana, están generadas por la
confrontación entre las demandas de los movimientos sociales y las aserciones estatales (las
“State states”), “afirmaciones [que] definen formas e imágenes aceptables de actividad social
y de identidad individual y colectiva, y regulan la vida social”16. En estas negociaciones entre
Estado y actores sociales, se definen las políticas, jerarquías sociales y espacios públicos y
privados. La pregunta es cómo estas relaciones interactúan con las desigualdades
socioeconómicas e ideologías de dominación tan arraigadas, en las definiciones y
circunscripciones de la ciudadanía.

II. Plantones y ciudadanía en el espacio

A. Idiosincrasias contemporáneas en contexto mexicano

México está marcado por la economía de la movilidad, que explica en parte la importancia de
los conflictos viales con los plantones. Estos conflictos generan distanciaciones
socioespaciales y estrategias segregativas, tensiones mediáticas y políticas, lógicas de
dominación y estigmatización. Todas estas dinámicas incorporan y reproducen los esquemas
de dominación, en parte reproducidos en las acciones de resistencia. El trasfondo jurídico
muestra las negociaciones entre los diferentes actores. Los plantones como acción colectiva
en el espacio público, están sometidos a los códigos de libertad de asociación y reunión y de
libertad de expresión17. El problema de estos derechos sería que fueron pensados para evitar la
represión gubernamental de las libertades, sin mediar entre las diversas garantías individuales.
Se oponen dos argumentaciones: por una parte, las marchas se tienen que restringir porque la
libertad de tránsito constituye un límite al ejercicio de este derecho. Tendrían que ser
anunciadas con 72 horas de anticipación y obstruir menos de 50% de los carriles de las vías

16
Corrigan (Philip R. D.), Sayer (Derek), The great arch: English state formation as cultural revolution,
Oxford, Blackwell, 1985, p 3
17
El artículo 9 de la Constitución mexicana menciona dos límites a la libertad de asociación: deben ser pacifistas
y tener un objeto lícito; no pueden injuriar la autoridad, ejercer violencia en contra de ella, intimidarla u obligarla
a realizar un acto. El articulo 6 subraya que la libertad de expresión no se “ataque a la moral, los derechos de
tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden público”
8
públicas, los bloqueos quedando totalmente prohibidos. Por otra parte, se necesita una
reforma constitucional y no una restricción de este derecho18. Así, se contempla la posibilidad
de restringir la libertad de expresión cuando afecta derechos de terceros. Pero, ¿los plantones
restringen a otros derechos? Las libertades de asociación y expresión sólo otorgan a una
persona el derecho de ir al lugar que le plazca, reunirse con otras personas y expresar
públicamente una opinión; lo que no impide un transeúnte llegar a destinación. Lo que parece
más bien en juego es la capacidad del Estado a hacer respetar los diferentes derechos, y no la
primacía de un derecho sobre otro. Así, no se trataría de restringir el derecho a manifestación
sino prever vías alternas de circulación y acceso. Adentro de estas leyes, los plantones en sí,
no están mencionados colocándose en un vacío jurídico: el establecimiento en la calle, que sea
en banquetas, plazas, hasta en vías de tránsito, para ejercer una actividad política (expresión
de opinión, reivindicación de un derecho, denuncia de malversaciones) no está circunscrito
jurídicamente. El proyecto de reforma judicial que visaba a prohibir definitivamente el
“derecho de plantón”, presentado en diciembre de 2007, fue abandonado bajo presión de las
organizaciones urbanas, en plantón frente a la Cámara de Diputados de México y del
SNTE/CNTE frente a la Sede del ISSSTE.

El contexto mexicano está también marcado por el cambio social y político iniciado por la
liberalización económica. Así, la presidencia de Salinas de Gortari entre 1988 y 1994 fue un
periodo de apertura, tanto hacia el comercio exterior como la liberalización del régimen
político, con la aparición de un nuevo partido, el PRD. Los movimientos sociales conocen una
situación paradójica: aunque se liberalice el espacio público mexicano, reduciendo las
represiones violentas y sangrientas y abriendo en práctica el derecho a manifestar, consiguen
menos atención y respuesta política a sus demandas sociales. Así, crece la indiferencia de las
autoridades estatales frente a las movilizaciones sociales. A pesar de la democratización
formal del régimen político19, el contexto mexicano queda manchado por masacres
sangrientas y violentas represiones, como esto ocurrió en los tristemente famosos los pueblos
de Acteal en 1997 y Atenco en 200620.

18
Dondé Matute (Javier), “¿Derecho a la manifestación vs derecho de circulación?”, México D.F., INACIPE,
2009
19
Durand Ponte (Victor Manuel), La construcción de la democracia en México, México, Siglo XXI, 1994, 332 p
20
Masacres perpetrados por el ejército mexicano en comunidades de agricultores en diciembre 1997 y mayo
2006, en los dos casos para reprimir rebeldías campesinas frente a corrupción y represión violenta de las
autoridades. Estos sangrientos masacres se volvieron ejemplos y martirios de organizaciones asociativas legales
y movimientos armados o milicianos sin existencia jurídica reconocida, y están al origen de la creación de
numerosos grupos y acontecimientos federativos de las asociaciones civiles
9
B. De resistencias ciudadanas a ciudadanías insurgentes

La redefinición de las ciudadanías, jerárquicas y arbitrarias, comunitarias y étnicas, están


impulsadas por discursos controladores de seguridad que contribuyen a dar forma a
estereotipos del delincuente o agitador social. Todas estas dinámicas confluyen hacia el
esbozo de ciudadanías, establecidas según la pertenencia o no a estos estereotipos21. Por sus
metas políticas y sus acciones concretas, los plantones constituyen movilizaciones ciudadanas
de resistencia, según la receptividad de las instancias jurídicas y políticas a sus quejas. Se
puede preguntar en qué medida los plantones constituyen el ejercicio de una “ciudadanía
insurgente”22, o sea: ¿en qué medida los plantones abren “nuevas formas de lo social que
todavía no han sido liquidadas ni absorbidas por las viejas” formas de apropiación de la
ciudad, “ya que manifiestan posibles alternativas para el futuro”? Los plantones podrían ser
ciudadanías insurgentes porque constituyen “movilizaciones populares y prácticas cotidianas
que, en formas diferentes, empoderan, parodian, descarrilan o subvierten las agendas
estatales. Ellas se encuentran en las luchas sobre el significado de ser miembro de un Estado
moderno. […] La ciudadanía cambia a medida que nuevas formas de segregación y violencia
hace frente a estos avances, erosionándolos. Estos espacios de ciudadanía insurgente se
encuentran en la intersección de estos procesos de expansión y erosión”. Sin embargo, se
puede interrogar la capacidad de los plantones en fomentar y articular identidades políticas
locales, abriendo el universo de las posibilidades, debatiendo el significado, el contenido y el
destino de la ciudad y de las políticas que la definen. Además, se puede poner en pregunta el
empoderamiento de la población mexiquense via los plantones. Constituirían más el “derecho
a tener derechos”23, es decir la tentativa de reivindicación de un lugar en el panorama político.
Frente a esta fallida, las definiciones de ciudadanías están dadas por otros actores.

C. Nuevas ciudadanías

Los plantones están principalmente vistos por el prisma de la vialidad, de sus dinámicas y
conflictos, de sus puestas y retos. En la economía de la movilidad, los actores que representan

21
Canclini (Nestor), Consumers and Citizens. Globalization and Multicultural Conflicts, Minneapolis, Univ. of
Minnesota Press, 2001, 200 p
22
Holston (James), Cities and citizenship, London, Duke Univ. Press, 1999, 272 p
23
Evangelista Garcia (Angelica Aremy), Tuñón Pablos (Esperanza), “Derechos sexuales y reproductivos entre
mujeres jóvenes: hacia la construcción de su ciudadanía”, en Lozano Ascensio (Fernando) (coord..), El
amanecer del siglo y la población mexicana, México, Sociedad Mexicana de Demografía, vol. III, VI Reunion
Nacional de Investigación Demográfica en México, 2000, p 245-258
10
las autoridades son económicos. El Estado es un regulador que facilita la actividad de estos
actores que definen los usos de los espacios públicos, despreciando clases populares pedestres
y estigmatizando los “rebeldes”. Estas prácticas conflictivas que dan cuerpo a las relaciones
entre los movimientos sociales y el Estado por una parte y los otros actores sociales por otra,
explican la cultura de resistencia y la ciudadanía insurgente que los caracterizan. También,
recalcan la transcripción de las jerarquías económicas, niveladas según la posesión de
recursos materiales y económicos, que forman ciudadanías en función del estatus
socioeconómico de los grupos o individuos considerados. Estas nuevas ciudadanías
estigmatizan y excluyen ciertas categorías tanto por su falta de recursos como porque sus
ideologías y comportamientos ponen en pregunta los promovidos por el sistema. Es lo que
David Harvey llama las identidades sociales24. Este sistema excluidor contribuye a fragmentar
los actores sociales incapaces de notar el vínculo que los une. Es lo que se observa en las
luchas de los diferentes grupos campesinos: los 400 Pueblos se nieguen a alguna asociación
con las Antorchas Campesinas por ejemplo, por miedo a hacerse absorber y desviar de su
propia meta. Las tentativas de reunión parecen entonces ilusorias, aún más cuando se toman
en cuenta las manipulaciones y las instrumentalizaciones que requieren los movimientos
sociales para exteriorizar y manifestar la fuerza de sus compromisos políticos y sociales, los
plantones volviéndose performance25. Así, se podrían presentar todos los subterfugios de los
líderes estatales del SNTE y de la CNTE, fingiendo un entusiasmo y una voluntad que caen
poco tiempo después de haber dejado el micrófono o el portavoz, y haberse refugiado en un
café o algún restauran cerca del plantón, a solas o con cercanos.

III. Redibujo de las dinámicas socio estatales en tiempos de globalización

A. Plantones: nuevas configuraciones de poder en la globalización

Estas ciudadanías no se pueden entender a fuera del contexto de la globalización cuyos


impactos no sólo son económicos sino también culturales, en lo que afectan las identidades26.
Más allá de las nuevas configuraciones que dibujan los flujos económicos, redistribuyen las

24
Harvey (David), “La acumulación por desposesión” , en Pérez Negrete (Margarita), Bueno (Carmen) (coord.),
Espacios Globales, IUA y Plaza y Valdés , 2006, p 21-52
25
Abensour (Miguel), La Démocratie contre l’État : Marx et le moment machiavélien, Paris, Félin, 1997, 115 p
26
Abélès (Marc), Anthropologie de la globalisation, Paris, Payot, 2009, 280 p: “la integración y la interconexión
se volvieron tan importantes que cada uno, hoy en día, debe vivir cotidianamente al nivel local, con amares
territoriales y una identidad cultural, teniendo el sentimiento de pertenecer a la globalidad del mundo”
11
relaciones de poder. Así, agrupaciones sometidas a los regímenes nacionales logran a unirse a
redes globales que les llevan apoyo para ejercer presión, invirtiendo las fuerzas. Por ejemplo,
los miembros del Colectivo de Trabajadores del Cafetlan que militan para condiciones dignas
de trabajo y para recrear la fuente de empleo indebidamente cerrada por los patrones, sin
avisarles ni pagarles su quincena, se afiliaron a la Otra Campaña, que reúne aproximadamente
dos cientos organizaciones alrededor de valores neozapatistas. Igual, los miembros de la UNA
están conectados con la comisión de derechos humanos de México que les lleva consejos,
formaciones y apoyo en trámites legales.

Eso lleva una nueva variable: la intervención de las ONG en el panorama mexicano.
Conllevan cambios en las prácticas de los actores, el carácter performativo de sus discursos,
contribuyendo a la interconexión siempre más aguda de las organizaciones; los imaginarios e
ideologías trascendiendo cada vez más la escala nacional. Así se nota la diversificación de los
recursos y las fuentes de financiación de los plantones, pero también los cambios en sus
discursos que amplían su campo de visión y reivindican valores universales. Los agricultores
veracruzanos que pertenecen a los 400 Pueblos, están acercados por diferentes ONG – la
última es la Fundación Melinda Gates – que les proponen la integración en programas de
apoyo económico, también para presionar el gobierno. Están interesados por estos acuerdos,
mientras que rechazan acercamientos con otros grupos campesinos mexicanos. Igualmente,
blanden su fama internacional, para presionar a la Secretaría de Gobernación y conseguir las
compensaciones otorgadas en los acuerdos de 1990, después de las expropiaciones violentas
que sufrieron en sus tierras.

Las acciones de las ONG se inscriben en la globalización neoliberal que sucede al capitalismo
industrial, marcada por la acumulación por desposesión y la fragmentación de las identidades
sociales27. Es a la vez el marco epistemológico de esta etnografía y un discurso civilizatorio
de dominación, como el cristianismo o el progreso científico. Ya la globalización no está
tomada como norma epistemológica o paradigma histórico28. Este aspecto de los imaginarios
e ideologías es sumamente importante, en la medida en que la cultura política misma se
compone de los ideales y deseos, anhelos y utopías de los grupos: es “el universo simbólico
asociado al ejercicio y las estructuras de poder o, mejor, los universos simbólicos asociados a

27
Harvey (David), art. cit, 2007
28
Holston, ouvr. cit. 1989; Pérez Negrete, ouvr. cit, 2007
12
los ejercicios y estructuras de poder”29. Entonces: ¿qué pasa cuando fracasan las tentativas de
los movimientos sociales por influir en estos universos simbólicos?

B. Violencias en los plantones

Primero, se destacan violencias por las frustraciones sentidas frente a la indiferencia, hasta el
desprecio, de los dirigentes políticos. Las reacciones violentas de los movimientos sociales
serían una respuesta a emociones percibidas por los plantonistas, lo que cuestiona la toma en
cuenta de las emociones en una etnografía militante. Más allá de las emociones efectivamente
expresadas en los plantones, individual y colectivamente, no se trata de interrogar el substrato
fisiológico de las emociones, sino las maneras de decirlas y ponerlas físicamente en juego.
Porque lo que difiere de una cultura a la otra son los modos de exteriorizarlas: ritualizados,
ellos movilizan a la vez códigos sociales y culturales, así que un vocabulario y formas
discursivas propias a cada grupo30. Esto interesa particularmente las estructuras de poder,
porque en estas maneras de poner en juego sus emociones, como en cualquier modo de
expresión, el poder – aquí tomado en la filiación de Foucault: ubiquitario y omnipresente – es
una puesta central. El enfoque de este estudio también lleva a violentar la conciencia del
etnógrafo, invitado a practicar una antropología más emocional que, por exigencia intelectual,
practicaría espejismos ideológicos y emocionales, para poder medir la importancia de sus
propias posturas en el terreno así que para poder entender su propia investigación en este
terreno.

Concretamente, las violencias experimentadas en los plantones son múltiples y de grados


heterogéneos. Partiendo de las violencias físicas durante las manifestaciones vigiladas
musculosamente por las fuerzas policiacas o las expulsiones de los plantones, las violencias
vinculadas con los conflictos de vialidad crean un ambiente31 de vivas tensiones sociales,
basadas sobre estereotipos de la otredad que encarnan los plantonistas, siendo marginalizados,
sin trabajo, sin recursos y sin seguridad, por estar en la calle. Los canales de radio y de
televisión participan de este contexto, difundiendo cada día un informe de la localización de
los plantones en la ciudad. A este ambiente, los actores contestan por una desconfianza social,

29
Krotz (Esteban), Cooperativas agrarias y conflictos políticos en el sur de Jalisco, México, UAM, 1985, p 121
30
Lebreton (David), Les passions ordinaires. Anthropologie des émotions, Paris, Payot, 2004, 346 p
31
Réginensi (Catherine), Vouloir la ville : du business à la citoyenneté en Guyane française, Montpellier, Ed. de
l’Espérou, 1996, 152 p
13
como lo muestra el miedo que expresan los vecinos y transeúntes en cuanto a los plantones32.
Este clima genera agresividad que fácilmente se vuelve violencia y legitima métodos
coercitivos del Estado hacia los movimientos sociales, yendo hasta reprimirlos
sangrientamente, desapareciendo a miembros o encarcelándolos sin motivo válido, mostrando
ostentosamente su monopolio de la violencia legítima. Los plantones incorporan las
violencias simbólicas infligidas por las jerarquías económicas del sistema capitalista
neoliberal que caracteriza la globalización así que por las segregaciones socioespaciales de su
economía de la movilidad. Estas violencias a la vez expresan relaciones de poder y a los
poderes, y sus resistencias. Ponen en pregunta las nociones de ciudadanía, plurales y
arbitrarias. Son un avatar contemporáneo de la ley del Talión. Por esto, replantean las
relaciones entre seguridad e inseguridad, miedo y alteridad.

C. Seguridad e inseguridad, miedo y alteridad

La violencia que caracteriza los plantones, se explica primero por la excepcionalidad de su


espacio-tiempo, considerado como un “espacio otro”, donde se extienden los poderes de
regalía y donde la regla de derecho es el “no-derecho” – según el Estado – para individuos
caídos de su estatus de ciudadanos33. Estas relaciones al poder y a los poderes, las
negociaciones entre movimientos sociales y Estado, el clientelismo por una parte, las
sociabilidades, las estrategias socioespaciales y las violencias por otra parte, interrogan las
prácticas de ciudadanía. Aparecen entonces ciudadanías del miedo según la pertenencia a
estereotipos de seguridad o de inseguridad34. Estos estereotipos e imaginarios urbanos giran
en torno a la construcción colectiva de la otredad, basada en la producción sociohistórica del
miedo35. Esto explica la figura de oveja negra del líder social construida historicamente, que
encarna esta otredad, desconocida y amenazante, por lo menos para el orden público, además
de la criminalización de estos líderes, tanto para intimidarlos como para descreditarlos en el
espacio público mexicano, jugando sobre sus prácticas espaciotemporales y sociales

32
Ver también sobre este tema la causalidad con la tradición histórica de infiltración de los movimientos sociales
en Oikion Solano (Veronica), Garcia Ugarte (Marta Eugenia), Movimientos armados en México, siglo XX,
México, CIESAS-Col. De Michoacan, México, 2006, 846 p (3 vol.) y para una perspectiva histórica más amplia:
Castro (Felipe), Terrasas (Marcela) (coord.), Disidencia y disidentes en la historia de México, México, UNAM,
2003, 352 p
33
Agamben (Giorgio), Homo Sacer. Le pouvoir souverain et la vie nue, Paris, Seuil, 1998, 213 p
34
Mucchielli (Laurent), Robert (Plippe), Crime et sécurité. L’état des savoirs, Paris, La découverte, 2002, 439 p
35
Jacobs (Jane), The Death and Life of Great American Cities, Vancouver, Vintage Books, 1992 (1961), 458 p;
Rotker (Susana), Ciudadanias del miedo, Caracas, Nuevas Sociedades, 2001, 252 p
14
diferenciadas. Los juegos de poder se materializan a través de las estrategias socioespaciales
de los grupos, que se cruzan, se encuentran o se ignoran en el espacio público mexicano.
Están transcritos retroactivamente en el ámbito jurídico, dando cuerpo a ciudadanías del
miedo, donde se clasifican categorías de ciudadanos de mayor o menor importancia, según su
respeto de normas de respetabilidad y de códigos de comportamiento y de actitud, respetuosos
del sistema mismo. Algunos sujetos se encuentran excluidos de estas jerarquías por la no
pertenencia a grupos o ideologías convenientes. Esto permite entender en parte la
discriminación de los plantones en los discursos mediáticos y políticos, acusados de todos los
turbios sociales, desde los litigios de tráfico vial hasta la violencia que caracteriza las
relaciones sociales en el espacio público mexicano.

¿Hacia una antropología de las movilizaciones sociales?

Este estudio abre las puertas teóricas y metodológicas a una antropología de las
movilizaciones sociales contemporáneas, efímeras y afinitarias, puntuales e informales. Para
esta ambiciosa meta, se tiene que resolver varias preguntas y contradicciones. Desde un
punto de vista teórico y epistemológico, ¿en qué medida una etnografía en un entorno
activista requiere una participación activa del investigador y en qué este compromiso
militante a la vez enriquece el entendimiento y peligra la credibilidad de la investigación?36.
Para tal antropología, se trata también resolver dilemas metodológicos: ¿en qué medida un
acercamiento por las redes sociales permite acercarse a realidades afines de estos grupos37?
¿Cómo estudiar situaciones de contacto social efímero: constituye el situacionismo de
Mitchell una herramienta heurística? ¿Cómo aprehender los imaginarios urbanos sin observar
las prácticas e interacciones de los actores durante movilizaciones sociales, mezclando
entrevistas abiertas o semi abiertas con encuestas fugaces durante las situaciones de protesta
social? Fundar una antropología de las movilizaciones, requiere nuevos posicionamientos de
los investigadores para entender el carácter constructivista de estas acciones colectivas que
parecen espontaneas e idóneas. Se necesitan entonces encontrar un “bricolaje”38 metodológico
adaptado a estas nuevas sociabilidades y configuraciones de poder.

36
Comaroff (Jean), Comaroff (John), Modernity and its Malcontents. Ritual and Power in Postcolonial Africa,
Chicago, Univ. of Chicago Press, 1993, 233p
37
Réginensi (Catherine), ouvr. cit., 1996
38
Sartre (Jean-Paul), Esquisse d’une théorie des émotions, Paris, Hermann, 1995 (rééd), 123 p, citant Claude
Lévi-Strauss, La Pensée sauvage
15

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