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La legalización de

las drogas ilícitas en Colombia:


elementos para una discusión1

Juan Manuel Galán Pachón y Lech Julián Guerrero

Mientras exista, a consecuencia de las leyes y de


las costumbres, una condena social que cree arti-
ficialmente infiernos en plena civilización, y en-
turbie con una fatalidad humana el destino, que
es divino; […] y desde un punto de vista más di-
latado aún, mientras haya ignorancia y miseria
sobre la tierra, los libros de igual naturaleza que
este podrán no ser inútiles.
Victor Hugo, Hauteville House,
1 de enero de 1862

La producción, el tráfico y el consumo de drogas ilícitas son


uno de los principales problemas del mundo actual, prueba
de ello es que el tráfico de drogas y sus delitos conexos es-
tán en constante discusión y en una agenda internacional
centrada en la seguridad por estos días. La política exterior

1 Los autores agradecen a Camilo Mendoza y Paola Ulloa por las opinio-
nes y sugerencias que realizaron en la investigación y elaboración de este
artículo. Los errores, omisiones y opiniones contenidas son de responsa-
bilidad exclusiva de los autores y no comprometen de manera alguna a
las personas mencionadas.

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estadounidense y el marco de la seguridad hemisférica son
el mejor referente para verificar la preocupación de la comu-
nidad internacional sobre el problema del “narcotráfico”2.

En ese sentido, la política antidrogas estadounidense y, en


gran medida, la política mundial contra el tráfico de drogas
ilícitas, se ha fundamentado en un modelo que prohíbe la
producción, el tráfico y el consumo de drogas psicoactivas.
Lo anterior, sin embargo, y como se pretenderá presentar
a lo largo de este trabajo, no ha contribuido a reducir de
manera significativa los problemas de salud pública deri-
vados del consumo de estas sustancias. Por el contrario,
ha potenciado factores de criminalidad, violencia e into-
lerancia, entre otros, que han agudizado el problema del
24
Juan Manuel delito en los países consumidores. Para nuestro país ha
Galán Pachón
y
Lech Julián
significado, por un lado, la consolidación del fenómeno
Guerrero del narcotráfico y, por otro, la agudización de su conflicto
armado interno.

¿Qué ha imposibilitado, entonces, el éxito de la estrategia


prohibicionista y la discusión de modelos alternativos para
combatir el flagelo del narcotráfico? La simplificación de la
discusión, por un lado, y la categorización absoluta de algu-
nos supuestos podrían ser la respuesta a este interrogante.

El maestro Ortega y Gasset apuntaba en su texto La rebelión


de las masas que “ser de derecha, como ser de izquierda, es

2 Erróneamente se conoce bajo el nombre general de “narcotráfico”, pues


muchas de las sustancias que lo integran, entre ellas la cocaína, no son
“narcóticos” sino “estimulantes”.

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una de las tantas formas que tiene el hombre para ser estú-
pido”; aferrarse al mundo desde categorías absolutas tiende
a eclipsar la complejidad de muchos asuntos, entre estos, las
realidades sociales y culturales, es decir, a eclipsar las reali-
dades humanas. Realidades decisivas a la hora de plantear
una discusión sobre una eventual legalización de las drogas
ilícitas.

Este debate transita por un elemento que la mayoría de las ve-


ces los economistas tienden a desconocer, y es “la dimensión
humana de las drogas”. En ella confluyen variables políticas,
económicas, sociales, culturales, con todo lo que cada una de
estas implica. El problema del consumo, producción, comer-
cialización y distribución de las drogas ilícitas, en suma todo
25
el universo que comprende las drogas, escapa a los análisis La legalización
de las drogas
convencionales debido a la complejidad que sólo encuentra ilícitas en
Colombia:
explicación en vetas muy profundas del ser humano. elementos para
una discusión

Por ello, una aproximación al problema de las drogas ilícitas


exige un estudio multidisciplinario que no puede limitarse
al estudio económico y al argumento de la rentabilidad del
negocio, que reduce todas las otras variables, sino que, por
el contrario, debe contar con un análisis desde la Historia, la
Ciencia Política, el Derecho, las Relaciones Internacionales,
la Sociología, la Psicología, la Medicina, entre otras discipli-
nas de las ciencias de la salud y de las ciencias sociales que
tienen mucho que decir al respecto.

Lo anterior tampoco es condición suficiente para hallar


todas las respuestas a los desafíos que las drogas ilícitas le
plantean a las sociedades contemporáneas, entre ellas a la

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colombiana, que por su confusa realidad, atravesada por un
conflicto armado interno, dificulta aún más un debate serio
sobre la legalización. Por eso, el presente ensayo no tiene
por objetivo presentar soluciones mágicas sobre cómo lle-
var a buen término el negocio del “narcotráfico”, sino más
bien esclarecer algunas alternativas que han surgido toda
vez que la cruzada internacional contra las drogas ha sido
un rotundo fracaso, como se intentará presentar a lo largo
del trabajo.

En este escenario, una de esas opciones es la legalización


de las drogas como un clamor de políticos, escritores, aca-
démicos, médicos, entre otros, que abogan por caminos
distintos para enfrentar el problema del narcotráfico. Sobre
26
Juan Manuel la base de esta afirmación, subyace una pregunta tan obvia
Galán Pachón
y que por esa misma condición se omite en las discusiones,
Lech Julián
Guerrero y se refiere al por qué esta propuesta nunca es tomada en
cuenta de una manera seria a la hora de abordar el problema
del narcotráfico.

Pues bien, en los imaginarios colectivos de las sociedades


contemporáneas —y no sólo en la sociedad estadounidense,
como tienden a generalizar los nacionalistas y la izquierda
radical— se ha arraigado una concepción que sataniza a las
drogas.

El presente trabajo pretende, en primer lugar, examinar


las condiciones y las justificaciones del prohibicionismo
en Estados Unidos, que difiere del prohibicionismo en
otras partes del mundo, con el propósito de conocer en
qué se cifra la política antidrogas estadounidense que ha

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influido de manera incontrastable en la de los países andi-
nos. Esto adquiere sentido en la medida en que las grandes
discusiones sobre una política antidrogas y la legalización,
tanto en Estados Unidos como en América Latina, debe-
rían ser analizadas a la luz del desarrollo, de las percepcio-
nes y actitudes relacionadas con la industria de las drogas
ilegales.

Es preciso anotar que en este acápite se desvirtuará esa


visión conspirativa de la realidad que —como lo señala
Andrés López, profesor del Instituto de Estudios Políticos
y Relaciones Internacionales, IEPRI, de la Universidad
Nacional— se basa en la idea según la cual “el prohibi-
cionismo es un instrumento hipócrita mediante el cual
27
Estados Unidos busca someter y explotar a países como el La legalización
de las drogas
nuestro”3. ilícitas en
Colombia:
elementos para
una discusión
Esa visión es otro de los muchos lugares comunes que se
presentan en el debate sobre legalización de las drogas y
que debe ser desmitificado en aras de un diálogo claro, serio
y profundo entre Estados Unidos y América Latina.

Luego se presentará cómo los fundamentos prohibicionistas


de la sociedad estadounidense determinan su marco legal,
pero sobre todo, como este y el carácter de potencia que
adquiere Estados Unidos a finales del siglo xix, conduce de
manera inexorable a que el ordenamiento jurídico interna-
cional, y por supuesto, el colombiano —en gran medida—

3 Andrés López, “Por tu bien, y sobre todo por el mío: fundamentos y


altibajos del prohibicionismo estadounidense”, en Análisis Político, p. 3.

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se haya construido a partir de los intereses, valores y funda-
mentos de la nación “americana”4.

Ahora bien, el estudio del marco jurídico internacional se


convierte en un imperativo. Una eventual legalización de-
penderá de modificaciones a la legislación internacional.
Esta es una camisa de fuerza que constriñe el accionar de
los Estados en el concierto internacional y es variable deter-
minante en una eventual legalización.

En segundo lugar, se presentarán algunos argumentos que


dan cuenta de la pertinencia de explorar opciones para com-
batir el narcotráfico. Si bien es cierto que las drogas ilícitas
28 se constituyen en un problema de salud pública por las con-
Juan Manuel secuencias que se derivan de su consumo, no es menos cier-
Galán Pachón
y
Lech Julián to que las consecuencias de la criminalización, producto de
Guerrero
ese marco legal (nacional e internacional) y de la implemen-
tación de políticas represivas, por lo menos en Colombia, ha
dejado como resultado que todos aquellos que participan
en la industria ilegal, incluyendo muchos campesinos, son

4 “Tradicionalmente, en América Latina hemos hecho referencia a Amé-


rica para designar el continente en su totalidad. En Estados Unidos o
Europa, por el contrario, la expresión designa prioritariamente a la gran
potencia, quizá por una consecuencia clara de su nombre: Estados Uni-
dos de América. Cuando en Europa o en Estados Unidos se habla de
los americanos se utiliza el término para designar a los ciudadanos o
habitantes de Estados Unidos”. Diego Cardona, Colombia y las grandes
tendencias geoeconómicas en las Américas, p. 47.
En este artículo se utilizará, como lo sugiere Cardona, la expresión “na-
ción estadounidense” o “estadounidenses” para referirse respectivamen-
te a “Estados Unidos” o a sus ciudadanos, y hacer así justicia histórica
con los demás “americanos” de América Central, del Sur e Insular.

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simplemente criminales que han tomado decisiones erradas
y que deben ser castigados5.

Este enfoque represivo, como lo señala el profesor Francisco


Thoumi de la Universidad del Rosario, niega la importancia
de los procesos sociales y económicos que han llevado al de-
sarrollo de la industria ilegal. De ahí el fracaso de la política
antidrogas. Por lo anterior, surge la necesidad de reconocer
que existen otras opciones como la legalización que debe
ser discutida a partir de un análisis sistemático.

Este análisis es el que se pretende elaborar en el tercera


parte de este ensayo. Allí se describen los principales argu-
mentos de la escuela prohibicionista; también se señalan los 29
La legalización
argumentos que sustentan la viabilidad y la conveniencia de las drogas
ilícitas en
de la legalización de las drogas en el marco de la escuela Colombia:
elementos para
una discusión
antiprohibicionista.

Finalmente, y a manera de conclusión, se destacarán las po-


sibilidades e impactos de una eventual legalización de las
drogas en Colombia, teniendo siempre como norte que una
mejor comprensión del problema de las drogas ilícitas en
Colombia tiene un valor inconmensurable a la hora de for-
mular políticas efectivas y sostenibles. Bien lo señala el pro-
fesor Thoumi cuando dice que un punto fundamental, y a la
vez trivial, es entender la razón por la cual una determinada

5 Francisco Thoumi, Ventajas competitivas ilegales, el desarrollo de la in-


dustria de drogas ilegales y el fracaso de las políticas contra las drogas en
Afganistán y en Colombia, p. 31.

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política es exitosa o fracasa6, para ello, comprender el por-
qué se producen y se consumen las drogas es una obligación
a la cual no pueden escapar ni políticos ni académicos, los
cuales están inmersos en este debate.

Legalización de las drogas, historia de las drogas, prohibi-


cionismo estadounidense, antiprohibicionistas y política an-
tidrogas son palabras clave de este trabajo.

Historia de las drogas


Mitos y realidades de las
drogas en América Latina
30 La historia de la humanidad ha estado ligada al consumo
Juan Manuel
Galán Pachón de sustancias que alteran su estado de ánimo y de concien-
y
Lech Julián cia. Este tipo de sustancias han sido usadas desde tiempos
Guerrero
inmemoriales por distintas razones, que se expondrán más
adelante; sin embargo, es preciso señalar que el consumo de
estas sustancias está íntimamente relacionado con un con-
cepto tan esencial como es el de “sociedad”.

La sociedad no es sólo un aglomerado informe de personas,


sino además una estructura disciplinante que transmite va-
lores e impone mandatos y normas, formas de vida, hábitos,
una o más lenguas, ideas, creencias, etcétera7, y que tiene la
capacidad de lograr que sus asociados perpetúen valores y
creencias que dan cuenta de su lugar en el mundo.

6 Francisco Thoumi, El imperio de la droga. Narcotráfico, economía y socie-


dad en los Andes, p. 437.
7 Juan Esteban Constaín, Ideas políticas. Historia y filosofía, p. 17.

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La definición que presenta el profesor Juan Esteban Constaín
abarca una serie de elementos que explican, a todas luces,
la naturaleza de cualquier sociedad, incluyendo a las so-
ciedades indígenas de los Andes. Los antropólogos coinci-
den en subrayar que esas sociedades hicieron de la práctica
de mascar coca, de acullicar, de chacchar, de coquear, de
pijchear o de mambear8, una práctica social de vital im-
portancia en la que ésta no solo era usada como paliativo
contra el hambre y el agotamiento, sino que se convirtió
en símbolo de identidad, cuya manifestación es el hábito de
mascar coca.

Existe en el mundo académico un debate muy interesante


a propósito de las razones del consumo de sustancias que
31
alteran el estado de conciencia en las sociedades indígenas. La legalización
de las drogas
El consumo de coca en ceremonias religiosas indígenas ha ilícitas en
Colombia:
conducido a la pregunta: ¿tiene la hoja de coca un carácter elementos para
una discusión
sagrado en la cultura indígena? Existen dos corrientes que
intentan dar respuesta a esta pregunta: los antropólogos su-
gieren que independientemente del carácter sagrado de la
hoja de coca, esta cumplía un papel de socialización y un rol
destacado en los rituales religiosos. Sin embargo, nunca
afirman que la hoja fuera sagrada. Carter y Mamani seña-
lan que no hay explicaciones satisfactorias para establecer
una relación entre la coca y la divinidad9. Una segunda

8 Acullicar / acullicu: del quechua aculliku / akhulliku / akhullir. Chacchar


/ cachado (Perú): del quechua chajchado / chajtar. Coquear / coqueo
(Argentina). Pijchear / pijcheo (aymara); picchar / pinchado. Mambeo /
mambear (mambeada) (Colombia).
9 William E. Carter y Mauricio Mamani, Coca en Bolivia, p. 75. Citado en
Thoumi, op. cit., p. 49.

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corriente sostiene, por el contrario, que los indígenas usan
la hoja de coca porque consideran que esta es sagrada10. Para
esta corriente, la madre coca era considerada una benévola
divinidad. Esta diosa sagrada podía bendecir a los humanos
con su poder. Los indios suramericanos han usado la hoja
de coca para promover el contacto con el mundo espiritual
y así lograr un estado de bienestar.

Las dos corrientes convergen en una variable fundamental


y es el papel de la hoja de coca en los escenarios religiosos. Por
esta vía se configura un binomio entre religión e identidad
que a su vez trasciende en los mitos, las creencias, la literatura,
en resumen, en la cosmovisión de las sociedades indígenas.
32
Juan Manuel Según la mitología indígena, la coca fue un don de Pacha-
Galán Pachón
y
Lech Julián
mama, la Madre Tierra, y “el indio andino coquea porque
Guerrero así afirma su identidad como hijo y a la vez dueño de la tie-
rra que el español le arrebatara ayer y el terrateniente crio-
llo le retacea hoy. Ser indio es ser coquero: mambeando,
acullicando, cachando, que todo es la misma cosa, se desafía
silenciosa y obstinadamente a los señores contemporáneos
descendientes de los encomenderos y los aún más viejos
conquistadores”11

La conquista y la Colonia española, en América Latina, tuvo


impacto en el desarrollo de las sociedades indígenas, en sus

10 Comparar con Alejandro Camino, “Coca: del uso tradicional al narco-


tráfico”, en Coca, cocaína y narcotráfico: laberinto en los Andes, p. 52.
11 Daniel Vidart, Coca, cocales y coqueros en América Latina, p. 61. Citado
en Thoumi, op. cit., p. 49.

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costumbres, en su organización y, en general, en toda su
forma de vida. Esto no quiere decir que antes de la llegada
de los españoles la identidad indígena no estuviera lo sufi-
cientemente arraigada, por el contrario, existen referencias
en estudios académicos que destacan “la creencia en el ori-
gen divino de la coca y su asociación con rituales religiosos
es remota, como atestigua la cerámica de la cultura mochi-
ca en el período Clásico”12.

Se han encontrado dibujos en estatuillas y algunos grabados


rupestres de 3000-2500 a.C. que evidencian el uso masticato-
rio de la coca por parte de ciertas culturas indígenas sura-
mericanas. Se ha descubierto hojas de coca en las tumbas
Huasca Prieto del norte del Perú que datan de 1800 a.C. 33
En 1150 d.C., el tercer emperador inca, Lloque Yupanqui, La legalización
de las drogas
ilícitas en
encabezó un ejército en expedición hacia las montañas pe- Colombia:
elementos para
ruanas para buscar la planta de coca. En algún momento una discusión
de su reinado, estableció lo que se cree fue la primera gran
plantación de coca en Havisca13.

Si bien la hoja de coca ha estado presente desde antes de


la llegada de los españoles a América, y en ese sentido ya
había jugado un papel determinante en la construcción so-
cial de los pueblos indígenas, no se puede desconocer que
el encuentro de estos con el Viejo Continente reafirmó el

12 Carter y Mamani, Coca en Bolivia, 1986. p. 75. Citado en Thoumi, op.


cit., p. 49.
13 Véase la interesante y muy completa cronología sobre la historia de la
coca de Juan Carlos García, De la coca a la cocaína, una historia por
contar, 2007, p. 188.

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sentido de pertenencia a su tierra, a su entorno, a Pacha-
mama; hubo entonces una reafirmación de esa identidad ya
constituida.

Cabe mencionar que las identidades se configuran por


oposición, por un anverso, por una relación muchas veces
antagónica entre dos individuos o dos grupos sociales. En
este sentido, y siguiendo a David Howarth, profesor de la
Universidad de Essex (Inglaterra), la construcción de anta-
gonismos sociales es clave porque la creación de una rela-
ción antagónica, que siempre supone producir un “enemi-
go” o un “otro”, es vital para el establecimiento de fronteras
políticas14. España, desde el siglo xv hasta la Independencia,
vio con recelo a las sociedades indígenas y sus prácticas,
34
Juan Manuel entre ellas la de mambear. Ello condujo al establecimiento
Galán Pachón
y de fronteras no sólo políticas sino también culturales que
Lech Julián
Guerrero no resultaron del todo efectivas; el mestizaje es prueba de
ello.

Así pues, aunque el consumo de coca aumentó entre los


pueblos indígenas después de la conquista, su uso se con-
virtió en un asunto de debate entre los españoles. Thoumi
señala que los primeros misioneros católicos percibieron el
valor ceremonial de la coca, lo ligaron a las prácticas religio-
sas de los indígenas y lo consideraron un obstáculo para la
conversión de estos al catolicismo15. Sin embargo, la gran
mayoría de los españoles entendió que se podían beneficiar

14 Comparar con David Howarth, “La teoría del discurso”, en Teorías y


métodos de las ciencias sociales, 1995, p. 131.
15 Thoumi, op. cit., p. 48.

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del uso que hacían los indígenas de la coca, la cual les per-
mitiría realizar fatigosas labores durante horas y sin co-
mer, de esta manera aumentó el consumo después de este
periodo.

Retomando a Howarth, “el establecimiento de relaciones


antagónicas es crucial en la fijación parcial de la identidad
[…] de los agentes sociales”16. Las sociedades indígenas, en-
tonces, reafirmaron su identidad por oposición a los espa-
ñoles, concibiendo a estos como “enemigos”; hubo una ra-
tificación de valores, normas, mandatos, ideas, creencias y
hábitos, entre ellos el de mascar coca; hubo una ratificación
de su sociedad y de su relación con el mundo. Los españoles
actuaron en igual sentido con el agravante de querer hege-
35
monizar a las sociedades indígenas. La legalización
de las drogas
ilícitas en
Colombia:
Todo lo anterior para destacar tres elementos fundamen- elementos para
una discusión
tales: primero, la hoja de coca, no la cocaína, ha estado en
el mundo desde tiempos remotos17 y ha estado ligada a las
sociedades indígenas desde mucho antes de la llegada de los
españoles a América. Segundo, la conquista y la Colonia
fueron dos procesos históricos que determinaron el estable-
cimiento de un antagonismo cultural que a la postre condu-
jo a una reafirmación de los hábitos de los indios de la épo-
ca, uno de esos hábitos, el mambeo. Estos dos elementos
explican, en gran medida, un tercer elemento que tiene que
ver con la percepción, las actitudes, las perspectivas y los

16 Howarth, op. cit., p. 131.


17 5000 a.C.: la planta de coca más antigua es de este período y está con-
servada en el Museo del Campo de Chicago.

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modelos que defienden hoy en día los países andinos frente
al tema de las drogas.

Estas percepciones y actitudes de los países andinos se pue-


den resumir en la manera como se percibe el “problema
de las drogas”. La percepción andina refleja la historia, la
estructura social y los valores de la región. De ahí que en
los países andinos, especialmente en Bolivia y Perú, se ar-
gumente que la coca es sagrada para defender su cultivo y
utilización. En ese argumento se debe reconocer el curso
ineluctable de la historia, en el que toda sociedad intenta
perpetuar valores y tradiciones que muchas veces logran
trascender en el tiempo y así se convierten de nuevo en re-
ferentes de identidad que posibilitan el establecimiento de
36 fronteras ahora no sólo culturales sino también políticas.
Juan Manuel
Galán Pachón
y Esto es lo que caracteriza, en el mundo contemporáneo,
Lech Julián la relación entre Estados Unidos y los países andinos, los
Guerrero
antagonismos que emergen producto de las dinámicas his-
tóricas que guardan un cierto patrón al que se ajustan los
hechos y los procesos históricos18, y que han promovido las

18 El escritor Álvaro Mutis señala en uno de sus textos que “la historia no
se repite jamás. Lo que sí se repite, y en forma ineluctable, es un cierto
patrón al que se ajustan los hechos y los procesos históricos, cada uno
con su peculiar e irrepetible máscara tras la cual se esconde el vasto y
oscuro misterio de nuestro destino”. Álvaro Mutis, De lecturas y algo del
mundo, p. 190.
Lo anterior para señalar que uno o más hechos históricos nunca tienen
un igual en la historia, pues en cada uno confluyen actores, intereses y
valores propios de cada época y espacio; sin embargo, no se puede negar
que existe un patrón en el que situaciones históricas parecieran guardar
semejanzas. El caso de las relaciones entre Estados Unidos y buena par-
te de los países latinoamericanos parece enmarcarse en esta lógica: los
latinoamericanos muchas veces, y por analogía a la Colonia española,
suponen que la actual lucha contra las drogas obedece a un designio

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identidades de uno y otro definidas en función de su historia
pero también a partir del otro. Y para el caso de los países
andinos hoy ese “otro” es Estados Unidos.

En resumen, las percepciones sobre las cuales hoy en día


se formulan las políticas contra las drogas, por lo menos en
Bolivia, y en las que muchos grupos de presión en Colombia
y en Perú se sustentan, tienen como base una concepción
histórica sobre el problema. Esa concepción debería ser te-
nida en cuenta por Estados Unidos y demás actores del siste-
ma internacional como un elemento importante a la hora de
formular una política antidrogas, de esa manera el debate no
se volvería un diálogo de sordos, en el que no existe retroali-
mentación entre los diferentes actores, sino por el contrario,
37
se valorarían los argumentos de los países andinos con un La legalización
de las drogas
criterio histórico y menos ideológico, el cual le hace mucho ilícitas en
Colombia:
daño a la discusión sobre el “problema” de las drogas. elementos para
una discusión

Ahora bien, el problema de hacer la discusión sobre la lega-


lización de las drogas —sin un mínimo conocimiento his-
tórico— puede llevar a equívocos a todos los posibles inte-
resados en esta cuestión, especialmente a Estados Unidos y
a los países andinos. Por lo mismo, estos últimos deberían

hipócrita de Estados Unidos que, por un lado, la prohíbe pero que por
otro, no hace lo suficiente para atacar a los traficantes y evitar que su
sistema financiero absorba las ganancias del negocio. Para muchos la-
tinoamericanos, los colonos españoles signaron el destino de América
Latina bajo la misma hipocresía, mientras algunos prohibían el uso de la
hoja de coca, otros la favorecían en tanto que esta hacía más eficientes
y productivos a los indios y, por consiguiente, a toda la economía del
imperio español.

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aproximarse a los fundamentos y a las justificaciones prohi-
bicionistas estadounidenses antes de emitir juicios de valor
que limitan y simplifican la discusión de la política antidro-
gas y de la misma legalización.

Mitos y realidades del


prohibicionismo estadounidense
Cualquier intento de aproximación a la política antidrogas
estadounidense exige como mínimo una reflexión sobre
qué es “prohibicionismo”, sus condiciones y justificacio-
nes. Esa aproximación también es necesaria para transfor-
mar los imaginarios de políticos, académicos, periodistas,
entre otros, que sostienen que el narcotráfico tiene origen
38 exclusivamente en el prohibicionismo de ee.uu. Si bien esto
Juan Manuel
Galán Pachón explica en gran parte la dinámica del negocio, no es razón
y
Lech Julián suficiente para afirmar que Estados Unidos conspira contra
Guerrero
todos los países productores de sustancias psicoactivas para
relegarlos a una condición de “parias”, de inferioridad y sub-
desarrollo, con el único propósito de hacerse a las ganancias
del narcotráfico, absorbiendo estas en su sistema financiero
y posicionando además la lucha contra las drogas como ins-
trumento estratégico para la dominación mundial.

Esta tesis se puede resumir en los siguientes argumentos y


afirmaciones:

[…] Existe una manifiesta doble moral en todos


ellos, que asoma su intromisión militarista por en-
tre los discursos prohibicionistas. Todas las armas
apuntan contra los países productores, en los que se
cultiva por necesidad, pero nada se dice respecto a

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quienes usufructúan sus ganancias. Un estudio re-
ciente de la Organización para la Cooperación Eco-
nómica y el Desarrollo (oced), […] organización
de los países ricos, estima las ganancias del tráfico
internacional en cerca de medio trillón de dólares
al año, de los cuales más de la mitad circula a través
del sistema financiero de Estados Unidos. Esto insi-
núa una manera de tratar el problema de las drogas:
el país que maneja más de la mitad de sus ganancias,
las trata como el amigable banco de la esquina. ¿Y
acerca de Colombia qué? De acuerdo con el reporte
de la oced, Colombia recibe cerca de seis billones
de dólares, lo cual es entre el dos y el tres por ciento
de lo que se queda en ee.uu. Por lo tanto el negocio
está es en ese país, Estados Unidos. Allí es donde
realmente funciona en grande el negocio de las dro- 39
gas. […] La condición de ser una nación sometida, La legalización
de las drogas
en gran parte a los dictados del imperio, no tiene ilícitas en
Colombia:
que ser excusa para renunciar a nuestra dignidad, a elementos para
una discusión
la posibilidad de incidir en el manejo de los proble-
mas que tan a fondo nos atañen19.

Los norteamericanos inventaron (sic) el consumo,


promovieron la producción y luego prohibieron las
drogas para quedarse con sus ganancias20.

19 Exposición de motivos de los proyectos de la ley 83 de 2001, Senado:


“Por medio de la cual se expiden normas relacionadas con el tratamien-
to debido a los cultivadores de coca”. Y ley 84 de 2001, Senado: “Por
medio de la cual se implementa una nueva política para la lucha contra
las drogas, se regula la producción, distribución y consumo de sustancias
psicoactivas en Colombia, se responsabiliza al Estado de la atención a los
adictos y se establecen mecanismos para la puesta en marcha de estas
medidas”. Vivianne Morales Hoyos, ex senadora.
20 Antonio Caballero, “Los verdaderos criminales”, en Semana, núm. 888,
10 de mayo de 1999.

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Estados Unidos no quiere eliminar el narcotráfico.
Quiere usarlo como parte de su estrategia geopolí-
tica hacia América Latina21.

La guerra de las drogas es el sustituto perfecto de la


Guerra Fría y los Estados Unidos lo usarán, empe-
zando por América Latina, como medio ideal para
consolidar su dominación22.

[…] El gran culpable no es una persona o una insti-


tución sino la existencia de una política equivocada
a nivel internacional, fundada en la prohibición ab-
soluta de unas drogas —que a pesar de esa prohibi-
ción— cuentan con una demanda importante y una
cierta aceptación social23.
40
Juan Manuel Pero todo es una farsa en eso que se llama desde
Galán Pachón
y hace casi treinta años “guerra frontal contra la dro-
Lech Julián
Guerrero ga”. Por eso, acaba de celebrarse en Madrid, la xxv
Conferencia Internacional para el Control de las
Drogas. La vigésimo quinta, óiganlo bien. Si no se
trata de una farsa, para controlar las drogas hubiera
bastado con una sola conferencia24.

Millonadas ha recibido de él [refiriéndose al negocio


del narcotráfico] la banca mundial, poco escrupu-

21 Hugo Rodas, Huanchaca: modelo político empresarial de la cocaína en


Bolivia, p. 46.
22 Róger Cortez, La guerra de la coca: una sombra sobre los Andes, La Paz,
flacso-cid,1992, p. 47.
23 Rodrigo Uprimny, “Drogas y Prohibicionismo: una política ineficaz y
equivocada”, en Revista Foro, p. 57.
24 Antonio Caballero, “Erradicación y Resiembra”, en Semana, núm. 1308,
28 de mayo de 2007, p. 166.

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losa inclusive cuando de lavar dinero se trata […].
Pero el grueso va a parar a los diecisiete paraísos
fiscales que lavan y reciclan fondos, muchos de
los cuales terminan en la bolsa de Nueva York y
Londres. Proliferan en aquellos paraísos las transac-
ciones invisibles de lavado de dólares, al abrigo de
la confidencialidad que ofrecen y de sofisticados re-
cursos para eludir controles legales25.

Estas afirmaciones parecen categóricas al señalar a Estados


Unidos y a su prohibicionismo como el único responsable
de la debacle de los países productores de drogas ilícitas,
entre ellos, los países andinos. A ello subyacen una infinidad
de preguntas determinantes para la construcción de un de-
bate racional en términos de Jürgen Habermas: ¿cuáles son
41
los elementos históricos y discursivos en que se fundamen- La legalización
de las drogas
ta el prohibicionismo estadounidense? y ¿por qué los países ilícitas en
Colombia:
productores de sustancias ilícitas las producen? ¿Es sólo una elementos para
una discusión
cuestión de rentabilidad? o ¿la producción de drogas, por
lo menos en los países andinos, se debe exclusivamente a
la demanda que proviene de los países desarrollados? Pues
bien, en esta primera parte se presentarán los componentes
históricos que explican el prohibicionismo estadouniden-
se. En la segunda parte de este trabajo —cuando se analice
el fracaso de la política represiva de Estados Unidos— se
abordarán las otras preguntas, sin embargo y adelantando
alguna conclusión, es preciso anotar que los países andinos
han pretendido exculpar sus culpas, sus debilidades institu-
cionales, políticas, sociales y de valores con las dinámicas

25 Cristina de la Torre, “El poder oculto de la crisis”, en El Espectador, 3 y


9 de junio de 2007, p. 19A

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propias del sistema internacional, y con las actuaciones, en
este caso, de Estados Unidos. Justificaciones que sirven a
la precariedad de un pensamiento en el que se afirma que
“Estados Unidos y las potencias nos oprimen”.

El prohibicionismo estadounidense —como cualquier


otro discurso político y cultural— articula una serie de va-
riables que lo explican y lo justifican, entre ellas están la
religión (preceptos morales); el racismo producto del gran
número de inmigrantes asociado a la expansión del Oeste;
el contexto internacional de la época, y el tránsito de la
coca a la cocaína, esta última generó una adicción que sir-
vió como excusa, por lo menos a los estadounidenses más
conservadores, para hacer de las drogas psicoactivas, su
42
Juan Manuel blanco.
Galán Pachón
y
Lech Julián
Guerrero La historia de la cocaína comienza con la separación del
ingrediente activo (alcaloide) de la planta de coca, separado
por primera vez por el químico alemán Albert Niemann,
en 1860. Él le dio el nombre al componente de cocaína y
se logró establecer su fórmula estructural. Poco después
esta fue sintetizada. Al principio, la cocaína estaba dis-
ponible libremente; los doctores suministraban cocaína
como un antídoto a la adicción a la morfina26. En un prin-
cipio, los profesionales de la medicina recibieron las nue-
vas drogas con gran entusiasmo pues ahora sí contarían
con anestésicos potentes que podían ser aplicados en dosis
precisas, y cuyos efectos eran predecibles27. Sin embargo,

26 Juan Carlos García, De la coca a la cocaína: una historia por contar, p. 115.
27 Andrés López, op. cit., p. 16.

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los efectos de la cocaína y derivados del opio revelaron ser
muy adictivos.

Varios estudios sobre la historia de las drogas pscicoactivas


y su consumo señalan que la guerra civil estadounidense
creó la primera epidemia de acción en el país debido a la
indiscriminada prescripción de opiáceos para las heridas y
para enfermedades como la disentería. Esto llevó a que mu-
chos soldados se habituaran a la morfina, y los veteranos
constituyeron el primer grupo de adictos. En las siguientes
décadas, los profesionales de la salud y las mujeres de clase
alta fueron quienes se convirtieron en los grupos más pro-
pensos a volverse adictos28.
43
No obstante, en 1880 la cocaína fue incluida en la lista oficial La legalización
de las drogas
ilícitas en
de drogas de la farmacopea de Estados Unidos. Las compa- Colombia:
elementos para
ñías farmacéuticas experimentaron una fuerte demanda de una discusión
cocaína, debido también a la popularidad que ganó esta sus-
tancia entre los intelectuales europeos y estadounidenses,
donde era consumida socialmente, mezclando el “extracto
de hojas de coca” con vino, por parte de médicos, escrito-
res, artistas, reyes y príncipes, gobernantes y eclesiásticos.
Compañías como la casa Merck de Alemania elaboraba ta-
bletas, elixires, jarabes, etcétera, así como su competidora
norteamericana, la Parke Davis, que incluso lanzó al merca-
do cigarrillos de hoja de coca29.

28 Ibíd.
29 Cristina Rojas, “Aspectos históricos y económicos sobre el tráfico de dro-
gas frente a las relaciones de cooperación internacional que rige la mate-
ria”, en Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, p. 13.

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Uno de los primeros usos, no medicinales, de la cocaína fue
el militar. En 1883 Theodor Aschenbrandt —quien suminis-
traba cocaína a soldados alemanes— descubrió que aumen-
taba su resistencia en la maniobra. Sus efectos positivos fue-
ron publicados en un diario médico alemán, que llevó los
resultados de este remedio milagroso a una audiencia mé-
dica más amplia, dentro de la cual se encontraba Sigmund
Freud.

Freud en 1884 publicó un ensayo titulado Ueber coca, en el


cual recomienda su uso como medicamento contra una se-
rie de malestares físicos ocasionados por la tensión nerviosa
y la fatiga. Sin embargo, cometió un error en su definición
44 de “cocaína” y eso, en alguna medida, contribuyó a univer-
Juan Manuel salizar el concepto de “hoja de coca” igual al de “cocaína”30.
Galán Pachón
y
Lech Julián En 1895 Freud la recomienda reconociendo que la adicción
Guerrero
está más en particularidades del usuario, y que por ello se
debe suministrar “bien” a pacientes con ansiedad y depre-
sión31.

A finales del siglo xix y comienzos del xx, el comercio y el


uso de drogas fue común, los médicos y farmaceutas las
prescribían y vendían sin ningún tipo de restricción. La me-
dicina tuvo un desarrollo inusitado y los laboratorios pa-
tentaron sus productos sin mencionar los ingredientes que

30 Juan Carlos García sostiene que Freud cometió el error de definir “cocaí-
na” como una esencia o concentrado de coca, con sus mismas propieda-
des y sin una personalidad definida. Este error de apreciación resultaría
fatal para el futuro de la hoja de coca.
31 Juan Carlos García, op. cit., p. 115.

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empleaban para producirlos. Entre estos se encontraban el
alcohol, la cocaína, el opio y otras drogas adictivas.

El comercio de sustancias psicoactivas en 1860 y 1900 entre


Estados Unidos y otras partes del mundo era fluido. Bien lo
señala Andrés López cuando afirma:

De acuerdo con los registros de importación, a par-


tir de 1860 la disponibilidad de opiáceos aumentó
mucho más rápido que la población. Los registros
muestran una disminución de las importaciones le-
gales a partir de 1900, cuando aparecieron las pri-
meras restricciones al consumo de opio en el ámbi-
to social32.
45
El asunto de las drogas psicoactivas comenzó a tornarse La legalización
de las drogas
muy complejo. Los opiáceos y la cocaína, ampliamente ilícitas en
Colombia:
prescritos por médicos, eran sustancias de un consumo ge- elementos para
una discusión
neralizado. Es innegable que el fácil acceso a drogas como la
cocaína y el opio tuvo como consecuencia un aumento en
el consumo y en los crecientes niveles de adicción.

Mathea Falco, presidenta de una organización privada de


investigaciones sobre las drogas en Washington y ex oficial
antinarcóticos del Departamento de Estado, destaca que en
las postrimerías del siglo xix Estados Unidos se encontró
con la primera epidemia de cocaína y opio:

En esa época había alrededor de trescientos mil adic-


tos al opio en Estados Unidos, que entonces contaba

32 Andrés López, op. cit., p. 16.

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con un tercio de su población actual. Además de
los veteranos de la guerra civil —quienes se habían
hecho adictos a la morfina que se les administraba
para el dolor— la mayoría de los adictos eran muje-
res, a menudo de clase media y alta. Frustradas por
las restricciones propias de la sociedad victoriana,
encontraban solaz en el uso de opiáceos, hábito más
aceptado socialmente que el alcohol33.

En la última década del siglo xix la situación por cuenta de


la adicción comienza a cambiar. Se empieza a percibir que
la adicción de los individuos degenera en problemas y cos-
tos sociales que la sociedad no puede asumir. Sin embargo,
los estudios del profesor David Musto presentan una visión
46 distinta sobre lo que Falco considera como epidemia. Él
Juan Manuel muestra los siguientes resultados de la época: “entre un dos
Galán Pachón
y
Lech Julián
por ciento de los médicos y uno por ciento de las enferme-
Guerrero ras eran adictos a algún opiáceo. Sólo un 0,7 por ciento de
profesionales diferentes y un 0,2 por ciento de la población
general eran adictos”34.

Lo anterior conduce, por fin, a las razones del por qué la so-
ciedad estadounidense reacciona de una manera tan fuerte
en contra de una adicción que para Musto, por ejemplo, no
debió ser alarmante por sus bajos índices. El problema no
radica entonces en las drogas y en la adicción que generan,
sino más bien en la noción que comienza a tener de ellas
la sociedad a partir de categorías religiosas, políticas, socia-

33 Mathea Falco, The Making of a Drug-Free America: Programs that Work,


1994, p. 17. Citado en Thoumi, op.cit., p. 37.
34 David Musto, The American Disease: Origins of Narcotics Control, p. 58.

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les y culturales en un marco internacional prohibicionista
que no era propio solamente de Estados Unidos, como va-
rios defensores de la legalización de las drogas lo intentan
mostrar.

Aunque no se puede desconocer que las consecuencias de-


rivadas del consumo de drogas psicoactivas, entre ellas la
adicción, fueran claves en la justificación del prohibicionis-
mo estadounidense, tampoco se les puede atribuir toda la
responsabilidad sobre el éxito que tuvo la prohibición como
discurso. La relación que se teje entre la adicción y las cate-
gorías históricas en que se funda y se convierte en potencia
la nación estadounidense, justifica de manera más integral
su prohibicionismo. A continuación se presentará, aunque 47
de manera sumaria, algunos hechos históricos que expli- La legalización
de las drogas
can el papel del componente religioso en la formación de ilícitas en
Colombia:
elementos para
Estados Unidos como nación. una discusión

La fundación estadounidense:
el puritanismo y los temperantes
Los primeros poblados permanentes, en lo que hoy se cono-
ce como Estados Unidos, fueron fundados en 1620. En ese
año, un grupo de unos cien hombres y mujeres llegaron a la
bahía de Cape Cod, en lo que hoy es Massachusetts, a bor-
do del legendario Mayflower. Habían abandonado Inglaterra
por razones religiosas, lo que motivó que más tarde se les
conociera como los peregrinos (pilgrims)35.

35 Para una revisión de la historia estadounidense consultar los trabajos de


Paul Baker, Nueva historia de los Estados Unidos, Nueva York, Minerva

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En Inglaterra, los peregrinos habían formado parte de una
de las más grandes sectas religiosas, la de los puritanos
(protestantes). Esta creía que la Iglesia de Inglaterra ne-
cesitaba una reforma ya que, según ellos, estaba corrupta
por ideas y prácticas malignas y por tanto debía ser puri-
ficada.

El gobierno inglés, por el contrario, no estaba de acuerdo


con los señalamientos de los puritanos y emprendió una
persecución que obligó a muchos de ellos a abandonar la
isla36. Esto explica las muchas expediciones de Inglaterra ha-
cia el Nuevo Mundo.

48 ¿Cuáles eran entonces las creencias de estos puritanos en el


Juan Manuel
Galán Pachón
Nuevo Mundo? Las creencias puritanas eran muy estrictas.
y
Lech Julián Los clérigos predicaban que los hombres eran “perversos”
Guerrero
y vivían una vida “pecaminosa”. Prevenían a los hombres
de la severidad de Dios, que castigaría duramente a los pe-
cadores.

En consecuencia, los puritanos estaban preocupados espe-


cialmente en la salvación de sus almas. Creían que sólo con
tener una fe verdadera y firme por llevar una vida de trabajo

Books, 1986. También consultar Paul Johnson, Estados Unidos: La his-


toria, (ed. Javier Vergara), Barcelona, 2001.
36 Cuando el rey Carlos I de Inglaterra subió al trono en 1625, comenzó a
tratar a los puritanos más duramente que su padre. En 1628, un grupo
de ricos comerciantes puritanos organizó la Massachusetts Bay Com-
pany. Se les concedió el derecho de colonizar un área que llevaba el
mismo nombre de la compañía, al norte de Plymouth.

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y de férrea disciplina, podían alcanzar dicha salvación37. De
esta forma se consolidó una relación entre las creencias de
origen religioso y el estilo de vida de las nuevas sociedades.

Max Weber señala en una de sus obras capitales lo siguiente:

El ascetismo laico del protestantismo […] actuaba


con la máxima pujanza contra el goce despreocupa-
do de la riqueza y estrangulaba el consumo, singu-
larmente el de artículos de lujo, […] la utilización
racional y utilitaria querida por Dios, para los fines
vitales del individuo y de la colectividad. No se pe-
día “mortificación” al rico, sino que usase sus bienes
para cosas necesarias y prácticamente útiles38.
49
La legalización
Los protestantes —a través de una de sus iglesias más or- de las drogas
ilícitas en
todoxas como lo es la puritana— lograron hacer de la so- Colombia:
elementos para
una discusión
briedad, la disciplina y el trabajo, valores constitutivos de
las primeras colonias inglesas que serían los cimientos de lo
que hoy es Estados Unidos.

Si bien en el siglo xviii, el puritanismo desapareció como


denominación religiosa, algunos analistas e historiadores
consideran que su influencia aún perdura en la cultura del
país. Carl Degler señala que “la semilla del puritanismo, ali-

37 A causa de la religión, los puritanos dieron mucha importancia a la edu-


cación. Creían que cada persona debía leer la Biblia. Por esta razón, la
colonia de Massachusetts Bay aprobó leyes estableciendo escuelas ele-
mentales para enseñar a leer y escribir. En 1636, los puritanos fundaron
la Universidad de Harvard, la primera de Estados Unidos.
38 Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, pp. 242-243.

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gerada de su revestimiento teológico, se implantó por todo
Estados Unidos”39. Sobre la base de esta afirmación, se pue-
de deducir que los valores que propugnaron los puritanos
todavía subsisten, de hecho se adaptaron a otras tradiciones
religiosas.

Sin embargo, para el profesor López de la Universidad


Nacional no es correcto ver en el puritanismo el antece-
dente de los movimientos prohibicionistas del siglo xix.
Para él, si bien la moral insistió en la sobriedad, no lo hizo
así con la abstinencia. El licor fue un elemento importan-
te en la vida social de los puritanos, aunque estos siempre
insistieron en la moderación. Para López, los movimientos
temperantes surgieron cuando el puritanismo original, ese
50
Juan Manuel que colonizó Nueva Inglaterra, había desaparecido40 y es
Galán Pachón
y en ellos que se identifican los primeros elementos del pro-
Lech Julián
Guerrero hibicionismo.

No obstante, para efectos de este ensayo tanto en los gru-


pos temperantes como en los valores puritanos se pueden
rastrear los primeros antecedentes de lo que ha constituido
como ideología al prohibicionismo; los excesos son innece-
sarios y no contribuyen a ahondar la relación con Dios y, por
el contrario, pueden ser distractores de actividades como el
trabajo y el estudio de la Biblia. En ese escenario, el alco-
hol y, por supuesto, las drogas no tienen un espacio porque
son sinónimo de placer y pecado, todo lo contrario a pre-

39 Carl Degler, “La formación de una potencia (1600-1860)”. En Historia


de Estados Unidos, t. I, p. 29.
40 Comparar con Andrés López, op.cit., p. 10.

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ceptos tan esenciales para los puritanos como la disciplina
y el autocontrol. Además, recordando los fundamentos del
puritanismo, se decía que el hombre era “perverso” y vivía
una vida “pecaminosa”. En ese sentido, aunque los purita-
nos aceptaban el consumo del alcohol, los más ortodoxos lo
creían pecaminoso, de ahí que muchos de ellos promovie-
ran su prohibición.

El segundo antecedente y elemento constitutivo del prohi-


bicionismo tiene que ver con el surgimiento del movimien-
to temperante, éste —si se quiere— radicalizó los postula-
dos puritanos y se constituyó como el movimiento de la
gran cruzada moral.
51
Andrés López lo resume de la siguiente manera: La legalización
de las drogas
ilícitas en
Los cambios sociales, asociados a la independencia, Colombia:
elementos para
socavaron el poder de la vieja elite social, política, una discusión
económica y religiosa. En respuesta a la pérdida
de poder de la jerarquía calvinista, los predicado-
res evangélicos reaccionaron con la primera cruza-
da moral: el movimiento temperante. […] Surgió
una nueva clase de institución religiosa, la asocia-
ción voluntaria de individuos privados con fines
misioneros, reformistas y filantrópicos. Se trataba
de organizaciones fundadas por miembros de varias
denominaciones protestantes, por lo general de cla-
se media. Pese a que tales organizaciones eran in-
dependientes de toda Iglesia, lo cierto es que per-
mitieron que la jerarquía religiosa, y en general la
vida aristocrática, mantuviese el control sobre las
crecientes clases medias. Algunos activistas del mo-
vimiento misionero fundaron en Boston, en 1826,

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la Sociedad Estadounidense para la Promoción de la
Temperancia (American Society for the Promotion
of Temperance), que desde 1836 defendió la absti-
nencia total41.

De lo anterior se puede inferir que los grupos temperantes


no sólo se constituyeron a partir de las extintas sectas puri-
tanas sino también reuniendo miembros de otras corrientes
protestantes. Estas corrientes en esencia compartían los va-
lores propios de los puritanos, lo que facilitó su formación
y consolidación. Así entonces, gracias a estos movimientos
temperantes, en 1851 el estado de Maine aprobó la primera
ley que prohibía el consumo de alcohol, y a partir del año
siguiente, varios estados siguieron su ejemplo. López des-
52 cribe cómo los reformadores extendieron su rigor moral a
Juan Manuel
Galán Pachón
y
otras causas como el descanso dominical, la obscenidad, las
Lech Julián malas palabras, etcétera.
Guerrero

La comprensión del prohibicionismo estadounidense y su


arraigo en el imaginario colectivo de la sociedad estadouni-
dense transita inexorablemente por los valores religiosos en
que fundan su sociedad. Además por un elemento que no
se puede olvidar cuando se aborda la fundación de Estados
Unidos: el concepto de “libertad”. Tocqueville resume la
paradoja que para muchos explica la hipocresía de Estados
Unidos como la nación más libre y a la vez la más prohibicio-
nista y usurpadora de las libertades individuales. Tocqueville
afirma al respecto:

41 Ibíd, pp. 10-11.

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América es […] el lugar del mundo donde la reali-
dad cristiana ha conservado más verdaderos pode-
res sobre las almas, y nada muestra mejor cuán útil
y natural es al hombre que el país —donde ejerce
en nuestros días el mayor imperio— sea al mismo
tiempo el más ilustrado y el más libre […] No se
puede decir […] que en Estados Unidos la religión
ejerza una influencia sobre las leyes ni sobre el de-
talle de las opiniones políticas, pero dirige las cos-
tumbres, y al regir a la familia trabaja para ordenar
el Estado. […] Al mismo tiempo que la ley per-
mite al pueblo americano hacerlo todo, la religión
le impide concebirlo todo y le prohíbe atreverse a
todo42.

Tocqueville resume de manera brillante la naturaleza de la 53


La legalización
sociedad estadounidense, en la que pese a que la religión de las drogas
ilícitas en
y el Estado son dos esferas separadas y en la que una no Colombia:
elementos para
una discusión
puede afectar la dinámica de la otra, la religión se convirtió
en instrumento sine qua non que reguló las costumbres, las
conductas y en general la vida de los miembros de esa na-
ciente sociedad.

En suma, los preceptos morales provenientes de la religión,


y en estricto sentido del cristianismo protestante puritano,
han fijado un modelo en el que la lucha entre el bien y el
mal es una constante. Ese modelo ha tenido una influencia
muy fuerte sobre las percepciones y políticas estadouni-
denses en contra de las drogas. Aunque como bien lo se-

42 Alexis Tocqueville, La democracia en América, 1989, pp. 283-284. Ci-


tado en Andrés López, op.cit., p. 9.

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ñala el profesor Thoumi, es difícil encontrar dicho modelo
de manera explícita en la bibliografía sobre drogas ilegales,
las frases de los grandes políticos y figuras públicas son una
clara manifestación de este. Véanse sólo algunas: “Por fa-
vor, señor Thoumi, no me malinterprete. Yo sí satanizo las
drogas”43, “Debemos considerar las drogas como labor del
diablo”44 o “Las drogas ilícitas son un arma de destrucción
masiva”45. A lo cual habría que agregar que la historia y su
componente religioso son el mejor referente para compren-
der el modelo en mención.

En este enfoque moralista, como lo define Thoumi, está el


punto de quiebre para una discusión en términos de la “ac-
ción comunicativa” que propone Habermas, es decir, en un
54
Juan Manuel diálogo basado en un rasgo característico de los seres huma-
Galán Pachón
y nos que es la racionalidad manifestada “objetivamente” en
Lech Julián
Guerrero el “lenguaje”46. Lo que parece “racional” para algunos, no lo
es para otros. La racionalidad estadounidense, en general,
concibe que el mundo se divide entre individuos buenos y
malos, entre quienes viven pecaminosamente y otros disci-
plinadamente. Sin embargo, la sociedad, bajo esta visión y
en esta racionalidad, no tiene la culpa de que el individuo

43 Barry McCaffey, ex zar antidrogas del Departamento de Estado de la


administración de Bill Clinton, Woodrow Wilson International Center
for Scholars, enero de 1997.
44 Jesse Jackson en “Both Sides”, cnn, 25 de enero de 1998.
45 Brigadier general Keith Huber, director de operaciones del comando sur
del Ejército de los Estados Unidos, en la conferencia “Guerra y Paz en
Colombia: estrategia para una guerra ambigua”, U.S. Army War Colle-
ge, Carlisle, Pensilvania, 12 de noviembre de 1999.
46 Jünger Habermas, Acción comunicativa y razón sin trascendencia, Barce-
lona, Paidos, 2002.

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sea malo o sea un delincuente, su única obligación es perse-
guirlo y capturarlo.

Ahora bien, como lo señala Thoumi, los individuos que co-


meten delitos —vale decir que no actúan conforme a las
normas establecidas por una sociedad en su ordenamiento
jurídico— deben ser combatidos. Por lo tanto, es imperati-
vo castigar a los productores, traficantes y consumidores de
drogas ilícitas pues ellos son considerados como demonios,
y los países que producen drogas no son más que socieda-
des dominadas por seres inescrupulosos que deberían ser
combatidos.

Todo esto para concluir que el puritanismo protestante,


55
como expresión religiosa, luego convertido a movimiento La legalización
de las drogas
filantrópico y humanitario, tuvo una influencia determi- ilícitas en
Colombia:
nante en la construcción del modelo moralista que hoy se elementos para
una discusión
conoce y que define el marco de discusión de la política an-
tidrogas y la legalización.

El racismo: otro factor que


consolida a la prohibición
El consumo de drogas psicoactivas ha sido una realidad in-
cuestionable en Estados Unidos desde mediados del siglo
xix hasta hoy. El consumo de alcohol, tabaco y drogas ha
sido un comportamiento de vieja data que se ha potencia-
do además por la llegada de inmigrantes provenientes de
Alemania, Irlanda, Italia, China, entre otras naciones, que
también han moldeado las costumbres de la sociedad esta-
dounidense. Con ello no se pretende desconocer y/o jus-
tificar que en esta sociedad, hábitos como el consumo del

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alcohol o de morfina, este último popularizado por la pro-
fesión médica, no estuvieran enraizados en la propia cultura
estadounidense. Sin embargo, el hábito de fumar opio traí-
do por los chinos —que a partir de 1850 empezaron a llegar
en gran número a Estados Unidos, sobre todo a California,
para la construcción del ferrocarril transcontinental— con-
tribuyó a generalizar el consumo de sustancias psicoativas y
el racismo de la época.

Los chinos, por ejemplo, enseñaron a fumar y a suministrar


la droga a miembros de las comunidades locales donde ellos
residían. Se dice que en 1868 fue la primera vez que un blan-
co estadounidense fumó opio en San Francisco. El hábito se
56 extendió rápidamente, alimentando el rechazo que ya exis-
Juan Manuel
Galán Pachón
tía por los inmigrantes chinos47.
y
Lech Julián
Guerrero
¿A qué se debía ese rechazo a la población china y, en ge-
neral, el rechazo en contra de toda la población inmigrante
que llegaba a Estados Unidos? La respuesta básicamente ra-
dica en que la sociedad blanca estadounidense se ha consi-
derado “superior” a otras razas48. Esta creencia tiene origen
en el ejercicio de la ciudadanía que siempre estuvo vincu-
lado a una supremacía racial de unos sobre otros. En este
caso, los protestantes blancos anglosajones eran quienes
estaban en la parte superior de la pirámide, mientras que

47 Comparar con Andrés López, op.cit., p. 17.


48 La creencia de superioridad racial no es exclusiva de los anglosajones.
Los chinos, por ejemplo, se han considerado a sí mismos superiores a
otras razas y tradiciones a lo largo de la historia, no en vano se conside-
ran el “Imperio del Medio”.

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los otros: indios, negros y asiáticos eran considerados infe-
riores. Günter Barundio explica esta creencia de la siguiente
manera:

La presunción de superioridad de los pueblos blan-


cos frente a las tribus de pieles rojas procedía de
un cristianismo que predicaba ciertamente el amor
al enemigo como mandamiento supremo, pero al
mismo tiempo proclamaba como misión: “¡someted
la tierra!” […] La realización de los ideales de la
ilustración europea, en suelo americano, excluía a
los indios y a los negros en tanto […] estos no eran
reconocidos como seres humanos en el sentido de
ciudadanos, propietarios y cristianos49.
57
De nuevo el fundamento religioso se entrelaza con las per- La legalización
de las drogas
cepciones que tienen los pobladores de las colonias inglesas ilícitas en
Colombia:
en el Nuevo Mundo, de ahí tiene origen el concepto de ene- elementos para
una discusión
migo, y en ese reposa la reafirmación de identidad que más
tarde se verá reflejada en los modelos políticos, económi-
cos y sociales que imperarán en Estados Unidos. Prueba de
ello, como lo sostiene la escuela revisionista de historia de
Estados Unidos, es que el ethos estadounidense requiere que
el país tenga un enemigo externo50. Sin embargo, es preciso
anotar que esa connotación deriva de la necesidad de iden-
tificar un “enemigo” en el plano nacional, los inmigrantes
fueron y siguen siendo uno de esos tantos enemigos.

49 Günter Barudio, “La época del absolutismo y la ilustración (1648-


1779), en Historia Universal Siglo xxi, vol. 25, p. 347.
50 Comparar con Robert Dallek, The American Style of Foreign Policy: Cul-
tural Politics and Foreign Affairs, p. 145.

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En consecuencia, el racismo puede ser explicado, en gran
medida, porque las agrupaciones protestantes blancas an-
glosajonas creyeron que grupos con valores, creencias y
costumbres distintas, eran inferiores; que si bien merecían
su compasión y amor, eran jerárquicamente de un rango
más bajo. Esto explica la permanencia de los indios en sus
reservas y la concentración de los negros en guetos en las
grandes ciudades. A lo largo del siglo xix, los inmigrantes
escogían asentarse en barrios donde predominaban sus na-
cionales51.

El racismo también se consolida como una variable que


justifica la prohibición cuando se asocia al extranjero, a ese
“otro”, a ese “enemigo”, con el consumo de sustancias psi-
58
Juan Manuel coactivas, que a mediados del siglo xix no era bien visto por
Galán Pachón
y los sectores protestantes más radicales como los temperan-
Lech Julián
Guerrero tes. El inmigrante chino, el “otro”, el “enemigo”, que pese a
la piedad que pueda merecer, está actuando en detrimento
de los valores y las costumbres de la mayoría blanca pro-
testante. Es en ese contexto, en el que el foráneo comenzó
a ser percibido como una amenaza, cuando el racismo se
convierte en justificación para el prohibicionismo.

Falco resume la asociación del inmigrante con el consumo


de sustancias psicoactivas así:

Temores de que mujeres blancas respetables estu-


vieran siendo reducidas en cuchitriles de opio; […]
la cocaína además estaba ligada, en la percepción

51 Comparar con Andrés López, op.cit., p. 17.

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popular, con los negros —otra raza “forastera” para
la conciencia blanca estadounidense—. A comien-
zos de la década de 1890 los estibadores negros
de Nueva Orleans habían utilizado cocaína para
soportar su agotador trabajo […] El uso de cocaí-
na se extendió a los trabajadores de raza negra de
otras regiones del sur y grupos como la coalición
americana, cuya meta era mantener una “América
americana”, ampliaron el vínculo entre inmigrantes
mexicanos y la marihuana52.

Este racismo, sin embargo, trasciende el plano nacional


y explica, en buena parte, la política exterior estadouni-
dense del siglo xix. Una política paternalista, que exterio-
riza la visión del mundo que tiene Estados Unidos y que, 59
La legalización
como se presentará más adelante, ayuda a configurar todo de las drogas
ilícitas en
el régimen jurídico internacional sobre las drogas en un Colombia:
elementos para
escenario internacional prohibicionista que facilita su con- una discusión

solidación.

Emerge una potencia


Es indudable que el contexto internacional del siglo xix y
comienzos del xx fue determinante en la consolidación del
prohibicionismo estadounidense y mundial. Países como Fin­
landia, Noruega, Suecia, Canadá y China, entre otros, con-
cebían el consumo de alcohol y de otras sustancias psico-
activas como un hábito nocivo para el desarrollo social y
económico de sus respectivas naciones.

52 Mathea Falco, “The Making of a Drug-Free Trade America: Programs


that Work”, 1994, pp. 19-20. Citado en Thoumi, op.cit., pp.40-41.

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A lo largo de siglo xix, algunos países europeos comenza-
ron a manifestar su preocupación por las consecuencias del
consumo del alcohol, así fue como surgieron los primeros
grupos temperantes, no sólo en Estados Unidos sino tam-
bién en Europa. Por ejemplo, en Finlandia una ley de 1866
prohibió la destilación casera de bebidas embriagantes, y
otra de 1919 prohibió todas las bebidas con más de un dos
por ciento de alcohol. En Noruega, para la misma época, se
declaró ilegal producir licores con más de un doce por cien-
to de contenido alcohólico. El gobierno sueco nacionalizó
el sector de los licores con el ánimo de regular su consumo.
En Canadá, todas sus provincias se volvieron prohibicionis-
tas entre 1915 y 1919 gracias a un referendo.
60
Juan Manuel
Galán Pachón En China, el prohibicionismo tomó fuerza cuando el hábito
y
Lech Julián de fumar opio se generalizó como resultado de las grandes
Guerrero
importaciones de opio de la India que gestionaban los ingle-
ses. Las guerras del opio (1839-1843, 1853-1860) fueron pro-
ducto del grave problema social generado por la adicción al
opio en la China imperial. Varios gobernantes chinos esta-
ban preocupados por el contrabando de opio proveniente
de India, donde los ingleses habían asentado su imperio. Las
grandes cantidades de opio que ingresaban a China genera-
ron un aumento en los niveles de consumo y de adicción,
que los gobiernos chinos no estaban dispuestos a tolerar.
Sin embargo, Inglaterra vence a China en las dos guerras,
en la última ayudada por Francia; el dominio de Occidente
se consolida de esta forma frente al gigante asiático que en
ese momento no contaba ni con el poder económico ni mi-
litar del que si gozaba el imperio británico.

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En consecuencia, el prohibicionismo en varios países del
mundo es un factor decisivo que termina por reforzar el
prohibicionismo estadounidense y mundial. Como bien se
señaló, Estados Unidos no era el único país del mundo con
una visión prohibicionista sobre el consumo del alcohol
y las drogas psicoactivas. Varios países europeos y China
compartían su preocupación y de hecho regularon el alco-
hol antes que los propios estadounidenses, aunque estos úl-
timos lo hayan hecho con mayor rigor.

A todo lo anterior, debe sumarse que Estados Unidos


—luego de vencer a España en 1898— consigue posicio-
narse como potencia en el sistema internacional y hacerse
al control de Filipinas. Esta es una victoria geoestratégica 61
colosal por dos razones: primero, porque satisface el deseo La legalización
de las drogas
ilícitas en
expansionista de Estados Unidos, deseo propio de cualquier Colombia:
elementos para
potencia. Y, segundo, porque acerca a Estados Unidos a una discusión
China, el país más poblado del mundo. Era imperioso para
los “americanos” establecer buenas relaciones comerciales
con los chinos, consolidando así su poder mercantil de fina-
les del siglo xix, esto con el propósito de hacer contrapeso a
los ingleses, quienes por esa época eran sus principales riva-
les. Pero la apuesta no sólo le servía a Estados Unidos sino
también a China. Hay que recordar que los chinos salieron
muy mal librados de las dos guerras del opio y estaban so-
metidos al poder occidental, hasta ese momento represen-
tado por Inglaterra y Francia. El eje Estados Unidos-China
sería entonces el motor de la construcción de un régimen
internacional sobre drogas psicoactivas.

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Hacia la construcción de
un régimen internacional
sobre drogas pscioactivas

La discusión de las drogas ilícitas en el mundo y su legaliza-


ción tiene que ir de la mano de un debate sobre el régimen
internacional que regula la materia. Entender como este se
constituyó, pero sobre todo, entender las percepciones y los
valores que se quisieron dejar allí plasmados, son la clave
para quienes con propuestas como la legalización de las dro-
gas, buscan un cambio en la normatividad internacional.

La legalización del consumo, la producción y la comercia-


lización en Colombia no puede ser una propuesta ingenua
62 que deje a la vera del camino a los demás actores del sistema
Juan Manuel
Galán Pachón
y internacional; no entendiendo por actores solamente a los
Lech Julián
Guerrero Estados como lo hace la teoría realista53 de las relaciones
internacionales, sino también a las organizaciones interna-
cionales, a las organizaciones no gubernamentales (ong), a
las instituciones financieras internacionales (ifi), entre una
multiplicidad de actores que componen dicho sistema.

Pese a que la teoría realista señala que la política interna-


cional, al igual que todo tipo de política, es una lucha por
el poder, y que en ese sentido todos los actores (Estados)
del sistema internacional están en una constante disputa
por hacer cumplir su interés nacional en un escenario de

53 Para conocer y profundizar sobre la teoría realista de las relaciones inter-


nacionales, véase la obra monumental de Hans J. Morgenthau, Politics
Among Nations. The Struggle for Power and Peace, Nueva York, Knopf,
1960.

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absoluta anarquía, los regímenes internacionales54 han sido
una limitante para el accionar de los mismos Estados tanto
interna como externamente.

Así pues, la posibilidad de una eventual legalización de las


drogas en Colombia es remota si esa propuesta no es es-
tudiada, analizada y aceptada por los demás actores de la
escena internacional. Ni siquiera la simple aceptación es
condición suficiente para que la legalización sea eficaz en
Colombia, o en cualquier otro país del mundo, el escenario
ideal sería que los otros Estados la legalizaran. Lo anterior
para señalar tres variables: en primer lugar, las posibilidades
de una eventual legalización de las drogas en Colombia tie-
nen que ser discutidas a la luz de su normatividad interna- 63
cional. En segundo lugar, que las modificaciones a la legis- La legalización
de las drogas
lación internacional no tienen que ver con la dificultad de ilícitas en
Colombia:
elementos para
cambiar las normas per se, tienen que ver sí con un cambio una discusión
en las percepciones de los actores de la vida internacional
sobre las drogas ilícitas, es decir, que quienes proponen la
legalización de las drogas en Colombia y en otros países,
más que preocuparse por cambiar normas que si bien son
de vital importancia para una eventual legalización, debe-
rían estar más preocupados por comprender las realidades
de los actores prohibicionistas en el sistema. Esto conduce
al tercer elemento, y es que la comprensión de la realidad

54 Para Robert Keohane y Joseph Nye “los regímenes internacionales son


redes de reglas, normas y procedimientos que configuran el comporta-
miento y controlan sus efectos en un campo de actividad”. Definición en
Ester Barbe, “Cooperación y conflicto en las relaciones internacionales
(La teoría del régimen internacional), en Afers Internationals, núm. 17,
p. 56.

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internacional es una obligación para quienes hacen una pro-
puesta seria de la legalización, y esa comprensión solo se
logra después de un análisis sistemático sobre el prohibicio-
nismo en Estados Unidos y en el mundo, análisis que se ha
pretendido realizar en estas páginas.

Sobre la base de esta afirmación, el estudio del marco ju-


rídico internacional sobre las drogas psicoactivas solo ad-
quiere sentido cuando se hace con una visión histórica.
La fundación de la nación estadounidense y el papel de la
religión, el rol del racismo, un contexto internacional pro-
hibicionista, el nacimiento de la hegemonía55 de Estados
Unidos y sus relaciones con China, fueron todos elementos
determinantes que justificaron y consolidaron el prohibi-
64
Juan Manuel
cionismo como discurso político mundial. Sin embargo, es
Galán Pachón la hegemonía estadounidense y su relación con China lo
y
Lech Julián
Guerrero que disparó, casi de manera inmediata, la formulación y
la implementación de un régimen internacional contra las
drogas pscioactivas.

El deseo estadounidense de mostrarse como una nación po-


derosa en el concierto de las naciones, sobre todo frente a
otras potencias occidentales; la conciencia de que los chinos
deberían ser los mejores socios por aquello que la misma
expansión estadounidense les obligaba ir a Oriente; y, por
supuesto, la convicción de que las drogas psciocativas eran
un problema para el desarrollo social, cultural y económi-

55 “El termino hegemonía se aplica a una variedad de situaciones en las


cuales un Estado parece tener considerablemente más poder que los de-
más”. Joseph Nye, “The Changing Nature of World Power”, en Political
Science Quaterly, vol. 105, núm. 2, summer 1990, p. 186.

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co de las sociedades de la época, signaron la creación de un
régimen internacional que regulase la producción y comer-
cio de drogas en el mundo.

Bien lo señala el profesor López cuando afirma: “Estados


Unidos, estrenándose como potencia imperialista, quería con-
graciarse con los chinos y deseaba que sus nuevos súbditos
del archipiélago filipino no consumiesen opio”56. Con ese
horizonte, el imperativo era crear un régimen internacional
que regulara las drogas. No obstante, al igual que quienes
abogan por una legalización hoy día, los activistas prohibi-
cionistas habían llegado a la conclusión que el prohibicio-
nismo en su país sólo podría ser considerado como triun-
fo, si la comunidad internacional cooperaba en esa misma
dirección. Los activistas antidrogas de Estados Unidos de 65
La legalización
fines del siglo xix entendieron perfectamente que de nada de las drogas
ilícitas en
serviría contar con leyes internas que prohibían el consu- Colombia:
elementos para
una discusión
mo, producción y comercialización de ciertas drogas, cuan-
do en otras partes del mundo seguían siendo producidas y
comercializadas.

El pacto invisible que realizaron Estados Unidos y China dio


como origen la Convención Internacional del Opio, firmada
en La Haya en enero de 1912. La convención fue el punto
de partida del régimen internacional de prohibición de las
drogas que existe actualmente. Los países firmantes de esta
convención debían como condición legislar internamente
para establecer otras prohibiciones respecto al comercio y
consumo de otras drogas.

56 Andrés López, op.cit., p. 17.

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Luego de intensas maniobras políticas, se sancionó en 1914,
en Estados Unidos, la Harrison Act, ley que regulaba el co-
mercio de drogas psicoactivas. Esta fue la primera legislación
federal en contra de las drogas, y satisfacía de manera simul-
tánea a senadores sureños, médicos y farmacéuticos57.

La aprobación de la Harrison Act era una obligación para


Estados Unidos, en la medida en que demostraba su volun-
tad política en contra de las drogas, y sería definitiva para
que los otros firmantes de la Convención Internacional del
Opio hicieran lo propio para ratificarla. Este proceso coinci-
dió con la aprobación de la xviii Enmienda Constitucional
en 1919, la cual impedía la producción, distribución y con-
66 sumo de alcohol.
Juan Manuel
Galán Pachón
y
Lech Julián El devenir histórico, implacable y profundo, signado por
Guerrero
el prohibicionismo estadounidense y mundial se comien-
za a transformar en un ordenamiento jurídico, no sólo en
Estados Unidos, sino en el ámbito internacional. La confi-
guración de la normatividad estadounidense en materia de
drogas pscioactivas desde la ley Harrison se endureció hasta

57 “La adicción se concentraba en las grandes ciudades de unos pocos es-


tados, y aquellos que no tenían problemas de adicción, no estaban inte-
resados en legislar en contra de las drogas. Esto representaba un dilema
para los que sí los tenían, pues no habría sido muy útil reforzar leyes
contrarias a las drogas en un estado si éstas carecían de restricciones
en los estados vecinos y no se podía impedir el comercio interestatal.
Un control eficaz, requería de las drogas una legislación federal, que
se aplicara en todos los estados. Sin embargo, los senadores sureños,
quienes temían que este tipo de legislación llevaría a mayores interfe-
rencias con derechos estatales y leyes segregacionistas, se opusieron a
ella”. Thoumi, op.cit., p. 40.

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comienzos de los sesenta, “en 1921 el Departamento del
Tesoro declaró que haría responsables a los médicos ‘si de-
bido a su descuido o falta de atención personal’, sus pacien-
tes obtenían drogas en una cantidad superior a la requerida
por el tratamiento. En 1922, la ley Jones-Miller estableció
penas de multa y prisión para los importadores de ‘cual-
quier droga narcótica’”58.

El prohibicionismo estadounidense se manifestó de mane-


ra contundente a través de su legislación nacional, también
por la necesidad de mostrar un compromiso férreo con los
firmantes de la Convención Internacional del Opio, espe-
cialmente con China, cuyo destino sería también convertir
ese espíritu prohibicionista en normatividad al interior de 67
su territorio. Todo esto llevó a un consenso, por lo menos La legalización
de las drogas
en términos jurídicos, que facilitó la creación del hasta aho- ilícitas en
Colombia:
elementos para
ra mil veces mencionado régimen internacional contra las una discusión
drogas, prueba de ello es que durante la primer mitad del
siglo xx, desde la conferencia de Shangai en 1909 hasta la
Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes, se gestó
un proceso mediante el cual las drogas se asociaron cada
vez más con el delito.

En resumen, la construcción y consolidación en el concier-


to internacional del marco jurídico en contra de las dro-
gas psicoactivas es el resultado de un proceso largo, que no
obedece exclusivamente al “capricho” estadounidense, sino
que más bien es producto de un sinnúmero de variables

58 Andrés López, op.cit., p. 18.

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Tabla 1. Acuerdos multilaterales
sobre estupefacientes y sustancias psicotrópicas
entre 1909 y 1961*.

Fecha de
Fecha y lugar
Título del Acuerdo entrada
de la firma
en vigor

Febrero 26 de 1909 Resolución final de la N/A


Shangai, China Comisión Internacional
del Opio

Enero 23 de 1912 Convención Internacional Febrero 11 de


La Haya, Países Bajos del Opio. 1915/ Junio
28 de 1919

Febrero 11 de 1925 Acuerdo relativo a la Julio 28


Ginebra, Suiza fabricación, el comercio de 1926
interior y el uso de opio
preparado.

Febrero 19 de 1925 Convenio internacional sobre Septiembre


Ginebra, Suiza el opio. 25 de 1928

Julio 13 de 1931 Convenio para limitar la Julio 9


Ginebra, Suiza manufactura y regular la de 1933
distribución de estupefacientes.

Noviembre 27 de 1931 Acuerdo relativo a la supresión Abril 22


Bangkok, Tailandia del hábito de fumar opio. de 1937

Junio 26 de 1936 Convenio para la supresión del Octubre 26


Ginebra, Suiza tráfico ilícito de drogas nocivas. de 1939

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Fecha de
Fecha y lugar
Título del Acuerdo entrada
de la firma
en vigor

Diciembre 11 de 1946 Protocolo que enmienda Diciembre 11


Lake Success, Estados los acuerdos, convenios de 1946
Unidos y protocolos sobre
estupefacientes, concertados
en La Haya el 23 de enero
de 1912, en Ginebra el 11
de febrero de 1925, el 19 de
febrero de 1925 y el 13 de
julio de 1931, en Bangkok el
27 de noviembre de 1931 y en
Ginebra el 26 de junio de 1936.

Junio 23 de 1953 Protocolo para limitar y Marzo 8 de


New York, Estados reglamentar el cultivo de la 1963
Unidos adormidera y la producción,
el comercio internacional, el
comercio al por mayor y el uso
del opio.

Marzo 30 de 1961 Convención Única sobre Diciembre 13


New York, Estados Estupefacientes. de 1964
Unidos

* Fuentes: elaborado con base en los Tratados de las Naciones Unidas publi-
cados en http://untreaty.un.org/French/bible/titles/spanish.htm. También
con el documento de Jay Sinha, «L’historique et L’évolution des Principales
Conventions Internationales de Contrôle des Stupéfiants,  Le Comité Spécial Du
Sénat Sur Les Drogues Illicites, Bibliothèque Du Parlement, Canada.

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históricas, políticas e internacionales, entre otras, que se ar-
ticulan y entrelazan generando un consenso sobre la ilegali-
dad de las drogas psicoactivas por considerarlas sinónimo de
criminalidad, argumento que será analizado más adelante.
Por ahora lo que se debe señalar es que ese acuerdo interna-
cional que logra sellar la victoria del prohibicionismo como
ideología en la primer mitad del siglo xx se transforma y
apuntala en las tres convenciones de las Naciones Unidas
que hoy prohíben todo lo relacionado con drogas estupefa-
cientes y psicotrópicas.

El espíritu prohibicionista
en las Naciones Unidas
70
Juan Manuel La Organización de las Naciones Unidas (onu) ha asumi-
Galán Pachón
y do el liderazgo en la lucha mundial contra las drogas ilíci-
Lech Julián
Guerrero tas, siendo el principal ente de apoyo e incentivo para los
Estados tanto en la creación de tratados como también de
instituciones especializadas59.

A continuación se describen los principales tratados y de-


claraciones políticas que, en materia de estupefacientes,
Colombia ha suscrito en el marco de la onu, y que son la
piedra angular de todo el régimen prohibicionista. Cabe

59 Entre las instituciones especializadas se destacan las siguientes: la Co-


misión de Estupefacientes (ce), la Junta Internacional de Drogas (jife),
la Oficina de las Naciones Unidas para la Fiscalización de Drogas y Pre-
vención del Delito (undcp) y el Programa de las Naciones Unidas para
la Fiscalización Internacional de Drogas (pnufid). Comparar con Sandra
Correa; Andrés Vergara Ballen; Yilberto Lahuerta Percipiano, Posibles
implicaciones de la legalización del consumo y comercialización de las drogas
en Colombia, Departamento Nacional de Planeación (dnp), 2003, p. 10.

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anotar que solo se analizarán aquellos elementos que bri-
llan por el prohibicionismo que los signa o, por el contrario,
por visiones alternas que no responden a ese espíritu tradi-
cional. Esto toda vez que la legislación pareciera mostrar
que desde 1961 a la declaración política de 1998 ha habido
un tránsito de ese prohibicionismo absoluto a otras alter-
nativas. Pese a que esa transición parezca insignificante, y
el prohibicionismo se reafirme como discurso dominante
en la escena internacional con cada intervención que hace
Estados Unidos, abre la puerta para varios interrogantes:
¿será que la percepción de los actores del sistema interna-
cional está cambiando frente al problema de las drogas? El
problema del narcotráfico se ha enclavado en una agenda
internacional globalizada, pero pareciera que su tratamien-
71
to en esa agenda está cambiando. ¿A qué se deberá esto? La legalización
de las drogas
¿Será que esos cambios insignificantes en la legislación in- ilícitas en
Colombia:
ternacional podrían ser atribuidos a cambios en las percep- elementos para
una discusión
ciones, valores y modelos en que se fundan las sociedades,
entendiendo por supuesto que estos cambios son lentos y
desafían el curso de la historia? Por ahora sólo se analizará
ese tránsito en la legislación.

Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes60


Esta convención fue suscrita en Nueva York el 30 de mar-
zo de 1961 y el protocolo de modificación fue suscrito en

60 “La Convention unique regroupe les neuf traités multilatéraux sur le


contrôle des stupéfiants négociés entre 1912 et 1953. À part ce regroupe-
ment, la Convention visait principalement à réorganiser l’administration
des drogues par les Nations Unies et à élargir le système de contrôle
existant de manière à inclure les matières premières des narcotiques.
Plus d’une centaine de narcotiques sont visés par la Convention, notam-

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Ginebra el 25 de marzo de 1972. Fue aprobado por la ley 13 de
1974. Colombia depositó el instrumento de adhesión el 3 de
marzo de 1975. La convención entró en vigor para Colombia
el 2 de abril de 1975 de conformidad con lo previsto en su
artículo 41, numeral 2 y el protocolo 08 de agosto de 1975 de
conformidad con lo previsto en su artículo 18, numeral 1.

La convención de 1961 tuvo como objetivo principal limitar


la producción, distribución, posesión, uso y comercio de dro-
gas estupefacientes exclusivamente a fines médicos y científi-
cos, y establecer una cooperación y fiscalización internacio-
nal permanente con el fin de lograr este objetivo.

72 La convención clasificó entonces las sustancias en cuatro lis-


Juan Manuel
Galán Pachón
tas a las que se les aplican distintos niveles de fiscalización:
y a las de la Lista i se les aplican todas las medidas de fiscaliza-
Lech Julián
Guerrero
ción; las de la Lista ii tienen menos restricciones, especial-
mente respecto al comercio al por menor; a los preparados
de la Lista iii se les aplican restricciones menores que a los
estupefacientes que contienen; y finalmente, a las de la Lista
iv se les aplican las mismas restricciones que a las sustancias
de la Lista i, pero por sus cualidades peligrosas se les aplican
restricciones adicionales61.

ment les produits provenant principalement de plantes tels que l’opium,


les dérivés de l’opium (la morphine, l’héroïne, la codéine), le cannabis, le
coca et la cocaïne, ainsi que les narcotiques de synthèse, dont la métha-
done et la péthidine”. Jay Sinha, “L’historique et L’évolution des Princi-
pales Conventions Internationales de Contrôle des Stupéfiants”, p. 6.
61 Transnational Institute, “¿Coca sí, cocaína no? Opciones legales para la
hoja de coca”, en Drugs and Confict, p. 4.

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En lo que se refiere a la demanda, la convención rechaza el
consumo de opio, coca y hachís. Dispone, a su vez, com-
promisos para prevenir el uso indebido de estupefacientes
y la identificación, tratamiento, educación, postratamiento,
rehabilitación y readaptación social de las personas afecta-
das por el consumo.

Esta convención es la manifestación de la ruptura en la


visión de varios países —Estados Unidos y los países andi-
nos— respecto a las drogas y sus derivados. En esta conven-
ción, con el ánimo de establecer un control riguroso sobre
las drogas de origen natural y la materia prima de varias
sustancias que se declararon ilegales, la hoja de coca fue la
primera damnificada. Algunos actores de la sociedad inter-
nacional62 presionaron la inclusión de la hoja de coca en las 73
La legalización
listas de la convención. de las drogas
ilícitas en
Colombia:
elementos para
El numeral 2 del artículo 26 reza de la siguiente manera: una discusión
“En la medida de lo posible, las partes obligarán a arrancar
de raíz todos los arbustos de coca que crezcan en estado sil-
vestre y destruirán los que se cultiven ilícitamente”63.

Asimismo en el artículo 49, numeral 2, literal e) establece


que: “La masticación de hoja de coca quedará prohibida
dentro de los 25 años siguientes a la entrada en vigor de la
presente convención”.

62 En este punto no cabe la expresión “comunidad internacional” por cuan-


to la guerra contra la hoja de la coca no era un objetivo común de todos
los actores del sistema internacional.
63 Organización de las Naciones Unidas (onu), artículo 26 de la Conven-
ción Única de 1961 sobre Estupefacientes, enmendada por el protocolo
de 1972 de modificación.

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La inclusión de la hoja de coca en las listas de la convención
de 1961 tiene origen en la Comisión de Investigación de la
Hoja de 1950. La comisión visitó “brevemente” Bolivia y
Perú en 1949 para investigar los efectos del masticado de la
hoja de coca y concluyó que sus efectos eran negativos. A
esto debe agregarse la conclusión del comité de expertos en
farmacodependencia de la Organización Mundial de la Salud
(oms) de 1952, que destacaba que “el masticado de coca se
aproxima tanto a las características de una adicción… que
debería ser considerada como tal”64. En 1954, se determinó
que “el masticado de coca debería ser considerado una for-
ma de cocainismo”65.

Sin embargo, el informe de la comisión de investigación fue


74
Juan Manuel objeto de serias críticas. Sus contradictores señalaron que
Galán Pachón
y esta había llegado a Perú y Bolivia con un mandato deter-
Lech Julián
Guerrero minado que consistía en limitar la producción y el consumo
de la hoja de coca. Los contradictores del informe afirman
entonces que las conclusiones del informe son apenas con-
secuencia de ese mandato. Para ellos no se tuvo en cuenta
toda la literatura científica que existía de la hoja de coca, cri-
ticaron también la calificación profesional de los integran-
tes de la comisión y la metodología aplicada al estudio. Los
contradictores del estudio también destacan que este jamás
pasaría el escrutinio y la revisión crítica que habitualmen-
te se les hace a los estudios científicos. No obstante, dicho
estudio sigue siendo la única base que justifica la inclusión

64 who, Technical Report Series, núm. 57, marzo de 1952, sección 6.2,
p.10. Citado en: Transnational Institute, op.cit., p. 6
65 Ibíd.

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de la hoja de coca en las cuatro listas de la convención de
196166.

El preámbulo de la convención también refleja el espíritu


prohibicionista de los principales actores de la escena inter-
nacional en ese momento; el preámbulo dice:

Las partes, […] preocupadas por la salud física y


moral de la humanidad, […] reconociendo que la
toxicomanía constituye un mal grave para el indi-
viduo y entraña un peligro social y económico para la
humanidad, conscientes de su obligación de prevenir y
combatir ese mal […].

Sobre la base de esta convención se puede señalar indis- 75


cutiblemente que el régimen prohibicionista de drogas ps- La legalización
de las drogas
ilícitas en
cicoactivas alcanza su máximo; el preámbulo refleja, sin Colombia:
elementos para
ninguna duda, el espíritu prohibicionista estadounidense una discusión
pero además ese deseo de propagar el bien a todos los con-
fines de la tierra, deseo que no puede ser reprochable des-
de un punto de vista histórico e internacional en tanto que
los imperios, desde tiempos ya lejanos, siempre han ope-
rado con la misma lógica. La convención también plan-
tea la prohibición de algunas prácticas como la de mascar
coca, hábito tradicional de las culturas indígenas como se
anotó en la primera parte de este ensayo. Lo anterior con-
firma las divergencias entre Estados Unidos y los países
andinos.

66 Ibíd.

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Convenio sobre sustancias psicotrópicas
Suscrito en Viena el 21 de febrero de 1971. Entró en vigor el
16 de agosto de 1976. Colombia adhirió el 12 de mayo de
1981 y entró en vigor el 10 de agosto de 1981.

Su objetivo principal es prevenir y controlar el uso indebi-


do de sustancias psicotrópicas, su tráfico ilícito y limitar el
uso de estas sustancias exclusivamente para fines médicos
y científicos como ya se había establecido en la convención
de 1961. Este convenio fue aprobado en respuesta a la di-
versificación y expansión de la gama de drogas e introdu-
ce controles sobre ciertas drogas sintéticas. Finalmente el
tratado encomienda a la comisión de estupefacientes del
Consejo Económico y Social, y a la junta internacional de
76
Juan Manuel fiscalización, las funciones de verificación y control de esas
Galán Pachón
y sustancias. A la oms le asigna la función de definir, con base
Lech Julián
Guerrero en consideraciones médicas y científicas, la inclusión de sus-
tancias en las antedichas listas.
Convención de Viena de las Naciones Unidas
contra el tráfico ilícito de estupefacientes
y sustancias psicotrópicas
Suscrito en Viena el 20 de diciembre de 1988, entró en vigor
el 11 de noviembre de 1990. En Colombia fue aprobado por
la ley 67 de 1993. Con sentencia de la Corte No. C-176/94
del 12 de abril de 1994, declarada exequible con tres reser-
vas y nueve declaraciones67.

67 Véase el resumen de los compromisos adquiridos por Colombia a nivel


bilateral y multilateral, en materia de prevención, consumo y tráfico de
estupefacientes que elaboró Enrique Gómez, La tragedia de la droga,
pp. 93-127.

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Por un lado, el objetivo principal de la convención es promo-
ver la cooperación entre los Estados parte para hacer frente
con mayor eficacia a los diversos componentes del tráfico
ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas. En esta
convención se establecen medidas de amplio alcance contra
el tráfico de drogas, creando un marco principal de coope-
ración internacional. De esta manera se crea la obligación
por parte de los países signatarios de desplegar los medios
necesarios para lograr la ubicación, el embargo preventivo
y el decomiso de bienes e ingresos derivados de esos de-
litos. La convención contempla la potestad de invocar sus
normas como fundamento para proceder a la extradición
de personas incursas en los delitos previstos y establece pre-
ceptos en materia de asistencia judicial recíproca, remisión
77
de actuaciones penales y cooperación internacional. La legalización
de las drogas
ilícitas en
Colombia:
Por otro lado, la convención establece una posición fuerte elementos para
una discusión
frente a los consumidores de estupefacientes: el consumi-
dor deja de ser un enfermo psiquiátrico, que requiere ayuda
psicológica y social, para convertirse en una persona que
merece ser sancionada. Esta es una postura que refleja y
reafirma el espíritu prohibicionista, pese a que los Estados
parte tienen la libertad de penalizar o no el consumo, gra-
cias a ello fue posible la despenalización del consumo de
la dosis personal68 en Colombia mediante sentencia de la
Corte Constitucional No. C-221 de mayo 5 de 1994.

68 Se considera dosis personal aquella cantidad de estupefacientes que la


persona conserva para su propio consumo. En Colombia la dosis perso-
nal es de veinte gramos de marihuana, cinco gramos de hachís, un gramo
de cocaína y cualquier sustancia que derive de la misma, y dos gramos
de metacualona.

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La convención establece también en su artículo catorce
que: “Las medidas que se adopten deberán respetar los de-
rechos humanos fundamentales y tendrán debidamente en
cuenta los usos tradicionales lícitos, donde al respecto exis-
ta la evidencia histórica, así como la protección del medio
ambiente”69. Así pues, y al parecer, el derecho fundamental
de los pueblos indígenas quedó recogido de alguna manera
en esta convención. Sin embargo, este artículo que es la ex-
cepción a la regla prohibicionista, en general, parece ambi-
guo y no se aplica en la práctica. La Junta Internacional para
la Fiscalización de Estupefacientes (jife) en su informe de
1995 señala lo siguiente: “Así, el mate de coca, considerado
inocuo y legal en diversos países de América del Sur, forma
78 parte de una actividad ilegal según lo estipulado en la con-
Juan Manuel
Galán Pachón
vención de 1961 y en la convención de 1988, aunque no era
y esa la intención de las conferencias plenipotenciarias en que
Lech Julián
Guerrero
se adoptaron dichas convenciones”70.

La producción y el uso tradicional de la hoja de coca por


parte de los grupos indígenas denotan una contradicción en
la legislación internacional, contradicción que refleja la puja
entre ese espíritu prohibicionista y la cultura andina. Este
elemento será fundamental a la hora de proponer una lega-
lización de las drogas, como se anotará en las conclusiones,
por cuanto la legalización de la hoja de coca en el marco ju-
rídico internacional sería un primer paso en esa dirección.

69 Organización de las Naciones Unidas (onu), artículo 14 de la Conven-


ción de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes
y Sustancias Sicotrópicas, 1988.
70 Transnational Institute, op.cit., p. 7.

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Declaración política de la Asamblea
General de las Naciones Unidas (1998)71
La declaración política de 1998 establece que la produc-
ción, fabricación, el tráfico ilícito y el consumo de drogas se
abordarán desde una perspectiva integral bajo la denomi-
nación de “problema mundial de las drogas”, con lo cual se
deja de atribuir la responsabilidad de su prevención y con-
trol exclusivamente a los denominados países productores
y se concientiza de que la respuesta eficaz y asimétrica de
la problemática se sustenta en principios de corresponsabi-
lidad, integralidad, equilibrio y multilateralidad, coopera-
ción internacional y sujeción al derecho internacional, la
no intervención en los asuntos internos de los Estados y
el respeto de los derechos humanos y las libertades funda- 79
mentales. La legalización
de las drogas
ilícitas en
Colombia:
elementos para
Esto permitió elaborar una verdadera estrategia mundial de una discusión
fiscalización, donde se adquirió un compromiso para elabo-
rar estrategias más coherentes para limitar tanto la produc-
ción como el consumo de drogas ilícitas, con inclusión de
campañas para reducir la demanda de drogas. Por otro lado
se creó el compromiso de una cooperación jurídica entre
países y de concentrar mayores esfuerzos en la erradicación
de cultivos ilícitos.

Esta declaración política consagró los principios rectores de la


reducción de la demanda de drogas, los cuales son:

71 Comparar con Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, “Pro-


blema mundial de las drogas”, Desarrollos Normativos en el Marco de la
onu.

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1. Equilibrio entre la reducción de la demanda y la reduc-
ción de la oferta en el marco de una estrategia integrada.
2. Las políticas de reducción de la demanda deberán suje-
tarse a los siguientes lineamientos:
 Estar orientadas a la prevención del uso de drogas y la
reducción de las consecuencias derivadas de tal uso.
 Prever y fomentar la participación activa y coordina-
da de los particulares en el ámbito de la comunidad.
 Considerar las especificidades culturales y de género.
 Contribuir al desarrollo y la preservación de un entor-
no favorable.

En resumen, las convenciones y la declaración política de


80
Juan Manuel 1998 reflejan una contradicción entre aquellos que encar-
Galán Pachón
y nan un espíritu prohibicionista, derivado de su propia tradi-
Lech Julián
Guerrero ción, y otros que reflejan una visión alterna del problema.
La declaración de 1998 es muy diciente en ese sentido, pues
resalta el carácter internacional del problema para afirmar
que la responsabilidad no sólo recae en los productores
sino también en los países consumidores. Además, la con-
vención de 1988 también reconoce que en algunos países,
como es el caso de los andinos, el mambeo es un hábito y
una tradición.

En este sentido, se plantea un interrogante de difícil respues-


ta: ¿qué hacer con un problema como el de las drogas psi-
coactivas cuando este está atado a la visión del mundo, a la
cultura y a los valores propios de diferentes sociedades? La
política antidrogas de los diferentes países se formula con
base en las identidades culturales propias de las distintas so-

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ciedades, por supuesto que allí intervienen agentes econó-
micos, sociales, políticos, públicos y privados, de cualquier
tipo, con intereses particulares; no se puede ser ingenuo y
menos en términos políticos desconociendo esta realidad.
Sin embargo, un factor determinante en la construcción de
políticas, de ordenamientos jurídicos, de modelos económi-
cos, etcétera, es la visión que las culturas tienen del mundo,
y sus valores frente a este.

Asimismo, el debate de las posibilidades de una eventual


legalización de las drogas no puede partir de medir los im-
pactos de una legalización solitaria por parte de Colombia,
esto le ocasionaría a la nación esquina de Suramérica una
exclusión absoluta de la vida internacional. De ahí que la
81
legalización de las drogas y una propuesta en ese sentido La legalización
de las drogas
se deben formular a partir de un conocimiento profundo ilícitas en
Colombia:
sobre la cultura, las tradiciones, los valores y no sólo los elementos para
una discusión
intereses de los actores del sistema internacional.

Por ello, estudiar y analizar el marco jurídico internacional,


especialmente las convenciones de 1961 y de 1988, es impe-
rativo por varias razones: primero, porque una eventual le-
galización de las drogas transitaría por una modificación en
la legislación internacional. Segundo, porque para un mayor
entendimiento de la problemática de las drogas, por parte de
los pro-legalizadores, estas convenciones son las que mejor
reflejan el espíritu prohibicionista de Estados Unidos y de
otros actores del sistema internacional; espíritu, que sea di-
cho de paso, tiene raíces muy profundas y que encontró en
la hegemonía expansionista de Estados Unidos (hegemonía
propia de cada imperio), el camino para hacerse visible en el

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sistema internacional. Por último, porque una revisión del
marco internacional sobre drogas pscioactivas —ahora sí ilí-
citas— permitirá comprender cómo se configuró, pero sobre
todo, entender el espíritu de la legislación colombiana en la
materia, punto en el cual es preciso detenerse.

Colombia y su ordenamiento
jurídico sobre drogas psicoactivas
En Colombia se ha legislado sobre la producción, consumo
y tráfico de drogas psicoactivas desde 1920 con la ley 11 de
ese año. Esta primera etapa coincide con la primera mitad
del siglo xx, y con la creación y consolidación del régimen
internacional de la droga.
82
Juan Manuel
Galán Pachón
y La segunda etapa, como la identifica Enrique Gómez Hur-
Lech Julián
Guerrero tado, se inicia en 1974 con la expedición del primer estatu-
to nacional de estupefacientes, decreto 1188 de 1974, como
resultado de las facultades extraordinarias conferidas al go-
bierno nacional por la ley 17 de 1973 y la creación del Con-
sejo Nacional de Estupefacientes, mediante decreto. Esta
etapa coincidió con la entrada en vigor para Colombia de la
Convención Única de 1961, esta convención fue definitiva
en el desarrollo jurídico de Colombia en este momento.

La última etapa se inicia con la expedición del nuevo es-


tatuto nacional de estupefacientes o ley 30 de 1986. Allí se
encuentran las medidas relacionadas con sustancias psico-
activas, tabaco, alcohol y las drogas ilegales (sustancias ca-
nábicas, cocaína, morfina, heroína y drogas sintéticas). Si
bien la ley 30 de 1986 responde al régimen prohibicionista

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internacional, también tiene origen en la violencia desatada
por los carteles de la droga en decada de los ochenta.

Esta ley tipifica los delitos relacionados con la producción,


fabricación, exportación, importación, distribución, comer-
cio, uso y posesión de estupefacientes, lo mismo que el cul-
tivo de plantas que sirvan para su producción. La importa-
ción y el uso de sustancias químicas —para el procesamiento
de alcaloides y de sustancias que producen adicción— están
penalizados.

También reglamenta las campañas de prevención y progra-


mas educativos para evitar el uso de drogas, al igual que los
tratamientos de rehabilitación para el farmacodependiente, 83
las cuales tienen como objetivo principal que estos indivi- La legalización
de las drogas
duos se reincorporen como personas útiles a la comunidad, ilícitas en
Colombia:
para lo cual se establece en su artículo 85, que el Ministerio elementos para
una discusión
de Salud (hoy de Protección Social) debe incluir dentro de
sus programas, la prestación de servicios de prevención, tra-
tamiento y rehabilitación de farmacodependientes.

Otras normas relacionadas con el tema72


Ley 67 de 1993: aprobó la convención de las Naciones Uni-
das, contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias
sicotrópicas.

72 Para revisar la normatividad relacionada con una eventual legalización,


véase Sandra Correa; Andrés Vergara; Yilberto Lahuerta, Posibles impli-
caciones de la legalización del consumo, producción y comercialización de
las drogas en Colombia. También revisar el trabajo de Enrique Gómez,
La tragedia de la droga. perspectiva de una solución, cap. VI, “Legislación
y penalización”.

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Código Penal (ley 599 de 2000): Establece en el capítulo 2,
“Del tráfico de estupefacientes y otras infracciones”, lo si-
guiente:

 Artículo 375, en el que se tipifica como delito la


siembra y la financiación de cultivos de los cuales
puedan producirse drogas adictivas.
 Artículo 376, se penaliza el tráfico, fabricación o
porte de estupefacientes.
 Artículo 377, se castiga la destinación ilícita de
muebles e inmuebles en los que se elabore, al-
macene o transporte, venda o use drogas ilíci-
tas.
 Artículo 378, se penaliza el estímulo al uso ilíci-

84 to de dichas sustancias.
Juan Manuel  Artículo 381, penaliza el suministro de drogas
Galán Pachón
y ilícitas a menores de edad.
Lech Julián
Guerrero  Artículo 382, se penaliza el tráfico de sustancias
para el procesamiento de narcóticos.

Decreto 1108 de 1994: “Por el cual se presentan algunas dis-


posiciones en relación con el porte y consumo de estupefa-
cientes y sustancias psicotrópicas”. Este decreto establece la
prohibición del uso de dosis personal en lugares públicos73,
en establecimientos educativos, en presencia de menores de
edad o mujeres embarazadas, en instituciones de reclusión,

73 Se entiende por lugar público: los centros educacionales, asistenciales,


culturales, recreativos, vacacionales, deportivos, lugares donde se ce-
lebren espectáculos o diversiones públicas o actividades similares, las
naves, aeronaves y cualquier vehículo de transporte público, las oficinas
públicas, los restaurantes, bares, tabernas, discotecas, hoteles, parques,
plazas y vías públicas.

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en sitios de trabajo, en actividades que impliquen riesgo
o con el fin de mejorar el rendimiento en una actividad
deportiva.

Sentencia de la Corte Constitucional C-221 de 1994: Por


medio de la cual se despenalizó el consumo de la dosis per-
sonal, bajo el marco del respeto de la dignidad humana y el
libre desarrollo de la personalidad.

Acto legislativo No. 01 de 1997: En el cual se establece la


extradición de colombianos por delitos cometidos en el ex-
terior.

Ley 33 de 1996: Por la cual se establecen las normas de ex-


85
tinción de dominio sobre los bienes adquiridos en forma La legalización
de las drogas
ilícita. ilícitas en
Colombia:
elementos para
una discusión
Decreto No. 1943 de 1999: Por el cual se modifica la estruc-
tura de la Dirección Nacional de Estupefacientes (dne) y del
Programa Presidencial para el Afrontamiento del Consumo
de Sustancias Psicoactivas (rumbos). A partir de la vigencia
del decreto rumbos asume las funciones en materia de pre-
vención del consumo de sustancias psicoactivas.

Ley 745 de 2002: “Por la cual se tipifica como contravención


el consumo y porte de la dosis personal de estupefacientes
o sustancias que produzcan dependencia, con peligro para
menores de edad”.

Ley 793 de 2002: “Por la cual se deroga la ley 333 de 1996 y se


establecen las reglas que gobiernan la extinción dominio”.

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Decreto 519 de 2003: “Por el cual se suprimen, se transfor-
man y se crean unas consejerías y programas presidenciales”.
En ese decreto se suprime el programa rumbos y se pasan
sus funciones al Ministerio de Protección Social.

El reseñar algunas de las normas que regulan la producción,


el tráfico y consumo de drogas ilícitas y delitos conexos en
Colombia, pone de manifiesto dos elementos: el primero, se
refiere a que pese al dispositivo jurídico e institucional que
existe para regular y prohibir las diferentes manifestaciones
sobre las drogas ilícitas, ese dispositivo no ha funcionado
porque desconoce que el problema de las drogas es una rea-
lidad sumamente compleja, que ha cambiado para hacerse
más fuerte en los últimos años. El segundo elemento, y que
86
Juan Manuel en gran medida explica el primero, hace relación a que el ré-
Galán Pachón
y gimen internacional sobre las drogas ilícitas está basado en
Lech Julián
Guerrero ese espíritu prohibicionista del que tanto se ha hablado, en
ese sentido una mejor comprensión de la realidad interna-
cional es un imperativo para una discusión seria y profunda
sobre el fracaso de la política antidrogas y la legalización
de las mismas. A continuación se profundizará en estos dos
elementos:

La legislación colombiana regula un gran número de con-


ductas, sino todas, relacionadas con el problema de las dro-
gas ilícitas. Regula desde quiénes y cuánto pueden consu-
mir, pasando por la administración de precursores para el
procesamiento de las drogas ilícitas, hasta la penalización
de la destinación de bienes muebles e inmuebles, entre otra
cantidad de conductas y delitos. Lo anterior para señalar
que el Estado colombiano ha creado todo un dispositivo no

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sólo jurídico sino también institucional y de procedimiento
que ha cubierto todos los espacios y conductas, como bien
lo dice Gómez, tanto desde el punto de vista del consumi-
dor como para los productores y traficantes, y aún así la po-
lítica antidrogas sigue siendo un fracaso, como se mostrará
más adelante.

Las cifras de la lucha contra las drogas no son muy alen-


tadoras, el consumo y la pureza de sustancias pscioactivas
aumenta, mientras su precio disminuye, el tráfico de drogas
ilícitas aumenta y no parece que tienda a disminuir en un
corto, mediano o largo plazo; todo esto pese a la férrea gue-
rra contra las drogas, los tratados, leyes y políticas que se
han expedido al respecto. ¿Dónde está el problema?
87
La legalización
de las drogas
Este definitivamente no está en la creación e implementa- ilícitas en
Colombia:
ción de las leyes, ellas por sí mismas no representan un obs- elementos para
una discusión
táculo mayor, es por esa misma razón que a cada rato se
están modificando, suprimiendo y creando, haciendo que
el Estado muchas veces entre en un desgaste innecesario
que no contribuye a que sea eficiente su gestión. A ello cabe
agregar que el problema tampoco es institucional, aunque
no se puede desconocer que la ineficiencia, la corrupción, o
la simple mediocridad de los funcionarios de turno, son fac-
tores preponderantes, entre muchos otros, en el no cumpli-
miento de las metas y los objetivos propios de cada institu-
ción. Sería muy simple afirmar que solo por ello la política
antidrogas en Colombia es un fracaso.

En otras palabras, la guerra contra las drogas no es un fra-


caso por la ineficiencia de una u otra estructura organiza-

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cional. El fracaso obedece a que quienes toman decisiones74
no han entendido que el problema guarda una complejidad
inimaginable que requiere de soluciones transformativas y
no afirmativas, como se precisará más adelante, y para ello
hay que entender primero las causas del problema para lue-
go sí formular políticas en un sentido o en otro.

Se presentarán a manera de ejemplo dos hechos que corro-


boran lo antedicho. El gobierno del presidente Álvaro Uribe
Vélez —en el primer semestre del año 2007— radicó en el
Congreso de la República el proyecto de acto legislativo
No. 22 con el que pretendía penalizar el porte y consumo de
la dosis personal en Colombia, proyecto que fue archivado
88
con posterioridad en esa legislatura. El proyecto estipulaba
Juan Manuel lo siguiente:
Galán Pachón
y
Lech Julián
Guerrero La ley podrá establecer sanciones no privativas de la
libertad al porte y al consumo en lugares públicos
de sustancias estupefacientes o psicotrópicas para
uso personal. El Estado desarrollará, en forma per-
manente campañas de prevención contra el consu-
mo de drogas y en favor de la recuperación de los
adictos75.

74 El presidente Álvaro Uribe, por ejemplo, hablando sobre la legalización


de las drogas en Colombia, señaló: “Tengo alguna inclinación más de
sentimiento de padre de familia que de raciocinio frío.”, ver “Presidente
Uribe descarta legalización de la droga”, en Caracol Radio, 17 de octu-
bre de 2005. Así entonces, factores emocionales simplifican el problema
de las drogas a su consumo y desconocen las consecuencias derivadas del
negocio del narcotráfico, como el sicariato, entre muchas otras.
75 Carlos Holguín, Ministerio del Interior y de Justicia, proyecto de acto
legislativo, “Por el cual se reforma el artículo 49 de la Constitución Po-
lítica”, autor del proyecto Ministerio del Interior y de Justicia.

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Sin embargo, dicho proyecto no establecía cuáles serían
esas sanciones no privativas de la libertad que se les impon-
drían a lo individuos que portaran y consumieran este tipo
de sustancias, y le deja esta tarea al legislador, como se es-
tablece en su exposición de motivos. El error del gobierno
está en que no presenta un marco de posibles sanciones no
privativas de la libertad para castigar a los individuos. La
pregunta es: ¿por qué el gobierno no presentó un proyecto
de ley con las sanciones que propone en su proyecto de acto
legislativo? Sencillamente porque no tiene claridad sobre
cuáles deberían ser dichas sanciones. El entonces ministro
del Interior y de Justicia, Carlos Holguín Sardi, afirmó al
respecto: “Se ha pensado en que esas personas tengan que
realizar prácticas deportivas, trabajos comunitarios, que
89
tengan que dar conferencias o pertenecer a grupos de reha- La legalización
de las drogas
bilitación de drogadictos76”. ilícitas en
Colombia:
elementos para
una discusión
La drogadicción —entendida como una adicción física y
psicológica a una serie de sustancias psicoactivas que afec-
tan el sistema nervioso y que pueden conducir a una adic-
ción, que no siempre ocurre— no podría ser combatida con
“prácticas deportivas” y mucho menos con “conferencias”
(tampoco se sabe de qué tipo), para intentar prevenir y cas-
tigar el consumo de estas sustancias. La opción más sensata
son los grupos de rehabilitación de drogadictos, como bien
apuntó el ministro; no obstante su declaración no parece
derivar de un estudio de esa propuesta. Luego de preguntar
al Ministerio de Protección Social si hubo consulta previa

76 Prensa 24 horas, Iberoamérica, “Presentan un proyecto de ley para pe-


nalizar la dosis personal de droga en Colombia”, 23 de marzo de 2007.

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del Ministerio del Interior sobre el proyecto de acto legisla-
tivo en mención, sabiendo que el Ministerio de Protección
Social es el encargado de tratar los temas de salud públi-
ca, entre ellos la drogadicción, y que sería este el encarga-
do de responder preguntas tales como: ¿cuál sería el papel
del Estado en el cumplimiento de esa pena privativa de la
libertad?, ¿cómo operarían los grupos de rehabilitación?,
¿qué recursos se destinarían para el establecimiento de cen-
tros de rehabilitación?, entre muchas otras, el Ministerio de
Protección Social sólo contestó que no había sido consulta-
do sobre dicho proyecto.

Para cerrar este paréntesis, el proyecto de acto legislativo


No. 22 de 2007 con el que se pretendía penalizar el consumo
90
Juan Manuel y porte de sustancias pscicoactivas sólo es el resultado de un
Galán Pachón
y capricho del gobierno de turno que no responde a estudios
Lech Julián
Guerrero técnicos, de salud, administrativos y de presupuesto que se
requerirían para poner en marcha un proyecto de esa natu-
raleza. Es muy significativo que el gobierno no establezca
cuáles serían esas sanciones no privativas de la libertad, y le
deje esa tarea al legislativo.

Esto sólo refleja la poca claridad que tiene el Ejecutivo so-


bre el problema de las drogas ilícitas, sobre sus causas y
consecuencias, tanto en términos de salud pública, como
del por qué Colombia produce drogas ilícitas. También
deja claro que no existe coordinación entre las diferentes
instituciones que son dolientes del problema de las drogas
ilícitas. Colombia cuenta con una comisión nacional para la
reducción de la demanda de drogas, en ella tienen asiento el
Ministerio de Educación, de Protección Social, el Programa

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Presidencial Colombia Joven, entre otras instituciones77,
que tendrían que decir mucho al respecto y que tampoco
fueron consultadas.

Así como el problema no se encuentra en las leyes per se,


tampoco está en las instituciones. Las instituciones que po-
nen en marcha todo ese dispositivo normativo son cons-
trucciones sociales creadas para regular la vida en sociedad.
Cuando esa vida en sociedad empieza a mutar y a transfor-
marse, de manera imperceptible pero constante, sus leyes e
instituciones tienen que variar de acuerdo a las problemáti-
cas que las aquejan, es por ello que las leyes e instituciones
en Colombia no han logrado terminar con el negocio del
narcotráfico, porque están construidas desde modelos está-
ticos que no han mutado, al contrario de lo que sucede con 91
La legalización
el narcotráfico. de las drogas
ilícitas en
Colombia:
elementos para
una discusión
El Tiempo en su edición del 5 de julio de 2007 publicó que
el gobierno del presidente Uribe quiere tener un “zar” anti-
drogas y una especie de ministerio que unifique los esfuer-
zos aislados de las diferentes instituciones que abordan el
problema de las drogas ilícitas. Lo anterior, señala el artícu-
lo, porque la Dirección Nacional de Estupefacientes (dne)

77 La comisión nacional para la reducción de la demanda de drogas está


integrada por las siguientes instituciones: Ministerio de la Protección
Social, Ministerio del Interior y de Justicia, Ministerio de Educación
Nacional, Ministerio de Relaciones Exteriores, Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar (icbf), Instituto Penitenciario y Carcelario (inpec),
Instituto Colombiano del Deporte (coldeportes), Instituto Nacional de
Medicina Legal y Ciencias Forenses, Dirección Nacional de Estupefa-
cientes (dne), Policía Nacional (Dirección Antinarcóticos), Programa
Presidencial Colombia Joven y Programa Futuro Colombia de la Fiscalía
General de la Nación.

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está desbordada en sus funciones. En palabras de Carlos
Albornoz (director de la dne): “La dne extravió su tarea
fundamental en el manejo de bienes y otras agencias asu-
mieron pedacitos de la política antidrogas78”.

Este segundo hecho, más allá de destacar el desorden insti-


tucional que existe alrededor de la política antidrogas, que
desde luego ha contribuido a su fracaso, revela que el verda-
dero problema se deriva en que Colombia no ha entendido
que la solución no es de creación y reformas institucionales,
sino de una comprensión integral de todas las manifesta-
ciones y específicamente de la producción y el consumo,
del negocio de las drogas ilícitas. Es decir, antes de seguir
creando y modificando leyes e instituciones inocuas, que a
92
Juan Manuel la vuelta de diez, veinte o treinta años arrojarán los mismos
Galán Pachón
y resultados que hoy, Colombia debería esforzarse por enten-
Lech Julián
Guerrero der mejor el problema, por buscar nuevas alternativas para
enfrentarlo toda vez que la política antidrogas —tal como
está formulada— es un fracaso.

Entre esas alternativas se encuentra la legalización de las


drogas ilícitas, propuesta que requiere una comprensión del
problema del narcotráfico y un entendimiento del prohibi-
cionismo estadounidense y mundial.

Este es el segundo elemento que subyace a la descripción


del ordenamiento jurídico colombiano. El desarrollo de la
legislación en Colombia ha estado ligado indiscutiblemente

78 Jorge Luís Duran, “El gobierno quiere tener un ‘Zar’ antidrogas”, en El


Tiempo, pp. 1-6.

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al desarrollo y al espíritu del régimen prohibicionista in-
ternacional. En ese sentido, un análisis de cómo y por qué
se configura la legislación en materia de drogas ilícitas en
Colombia debe ser realizado a la luz de la normatividad in-
ternacional, y esta a su vez, como se ha anotado hasta la
saciedad, debe ser estudiada entendiendo que su configu-
ración responde a la cultura, a los valores y a las diferentes
visiones que tienen las sociedades sobre las drogas psicoac-
tivas y sus efectos en las personas.

Con este panorama, el lector se preguntará: ¿de qué sirve


la discusión de la legalización de las drogas psicoactivas, el
estudio y análisis del orden jurídico nacional e internacio-
nal, el análisis del prohibicionismo, etcétera, cuando esa
93
propuesta está atada a la visión del mundo, a la cultura y a La legalización
de las drogas
los valores propios de diferentes sociedades, específicamen- ilícitas en
Colombia:
te la estadounidense? ¿Acaso no sería este un debate estéril, elementos para
una discusión
como lo plantea el profesor Thoumi? La respuesta es “no”.

¿Por qué un debate sobre la


legalización de drogas ilícitas?

Según Thoumi, en el caso de Colombia, es necesario insistir


en que el país debe vivir con el prohibicionismo mundial. Y
dice a reglón seguido:

[…] El mundo no va a “legalizar” la cocaína, la heroí-


na y otras drogas para resolverle el “problema”. Como
la industria ilegal se enquistó en Colombia debido a
la debilidad de su estructura social, instituciones y
cultura, para salir de la situación actual la sociedad

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colombiana debe aceptar que debe cambiarlos. En
otras palabras, las drogas ilegales son síntomas de
problemas sociales graves y no resueltos, y estos de-
ben ser enfrentados para salir del “problema”79.

Aunque el profesor Thoumi tiene razón cuando afirma que


el problema de las drogas pscicoactivas en Colombia no
puede ser abordado desde una visión exculpatoria de la rea-
lidad del país, y que el análisis de la estructura social, de las
instituciones y de la misma cultura colombiana, con todo a
lo que ella subyace —valores, creencias y actitudes—, son
fundamentales para entender la causalidad del porqué un
país produce drogas; tampoco se puede desconocer su di-
mensión internacional, esa dimensión es un hecho inape-
94 lable que impone a los estudiosos de este tema una tarea
Juan Manuel
Galán Pachón adicional, esta se refiere al estudio del comportamiento del
y
Lech Julián sistema internacional, de sus actores, pero sobre todo de
Guerrero
las sociedades que lo componen. Una visión no exculpato-
ria del país no excluye que la dimensión internacional del
problema, y las responsabilidades que recaen en sociedades
distintas a la colombiana, sea un elemento definitivo en la
solución al problema del narcotráfico.

Es preciso recordar que la sociedad, rescatando la defini-


ción del profesor Constaín, es una estructura disciplinante
que posibilita la transmisión de valores, creencias, hábitos,
normas, etcétera. Habría que añadir que es un espacio de
cambio y transformación permanente que obedece a otro

79 Francisco Thoumi, Conflictos institucionales y culturales en la formulación


y evaluación de las políticas contra las drogas y algunas referencias al caso
colombiano, p. 25.

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gran número de variables como las motivaciones, la estruc-
tura de las necesidades, la personalidad de los individuos, la
membresía en una colectividad, la identidad cultural, entre
otras, que explican la continuidad y el cambio en las distin-
tas sociedades.

De ahí que sea innegable que así como las sociedades son
un dispositivo que posibilita la perpetuación de valores y
creencias, también son el escenario propicio para cambios y
transformaciones en las visiones que sus miembros tienen
del mundo y de las problemáticas que los afectan.

El sociólogo alemán Richard Münch señala que la pauta


institucional está inicialmente basada en la tradición de la
95
comunidad. El recorrido hecho por la normatividad inter- La legalización
de las drogas
nacional y nacional; las referencias hechas a una serie de ilícitas en
Colombia:
organizaciones internacionales como la onu y la oms, y na- elementos para
una discusión
cionales como la dne; y la política antidrogas implementa-
da en Colombia desde los setenta, como se anotará en un
momento, corroboran que la pauta institucional de la que
habla Münch está basada en la tradición prohibicionista de
Estados Unidos, como se demostró en la primera parte de
este trabajo.

La política antidrogas colombiana fundada en ese espíritu


prohibicionista que se deriva, en gran medida, de la tradi-
ción estadounidense, ha sido un rotundo fracaso como se
anotó en el primer capítulo de este trabajo. Esto ha sido
un hecho inapelable que no admite discusión a pesar de los
pronunciamientos del gobierno o de los noticieros de la no-
che donde todos los días informan sobre la extradición de

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un nuevo capo o de la destrucción de un “gran” laboratorio
en las selvas de Colombia. Si bien esos hechos revelan que
la lucha contra las drogas se ha intensificado de manera sig-
nificativa, también reflejan la precariedad de la estrategia en
términos de largo plazo; la política antidrogas de carácter
represivo en Colombia se ha aplicado por más de treinta
años y aún no ha sido capaz de erradicar el problema del
narcotráfico de raíz.

Nancy Fraser, en Reflexiones críticas desde la posición “postso-


cialista”, distingue entre soluciones afirmativas y transfor-
mativas hablando de las injusticias culturales. Sin embargo,
su modelo cabe perfectamente en el debate de la política an-
96 tidrogas en Colombia. Fraser entiende por “soluciones afir-
Juan Manuel
Galán Pachón
mativas” todas aquellas dirigidas a corregir los resultados
y inequitativos de los acuerdos sociales, sin afectar el marco
Lech Julián
Guerrero
general que los origina. Por “soluciones transformativas”,
por el contrario, entiende las dirigidas a corregir los resul-
tados inequitativos; precisamente mediante la reestructura-
ción del marco general implícito que los origina80.

La cruzada contra las drogas en Colombia y en la esfera


internacional demuestra cómo su implementación es una
solución afirmativa que sólo responde a un acuerdo social
inequitativo, entre Estados Unidos y los países andinos, que
se deriva de las asimetrías propias del poder que cada uno
de esos actores ostenta en el sistema internacional, y que

80 Comparar con Nancy Fraser, Iustita Interrupta. Reflexiones críticas desde


la posición ‘postsocialista’, en Nuevo Pensamiento Jurídico, colección di-
rigida por Cristina Motta, 1997, p. 38.

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no afecta el marco general que origina el problema del nar-
cotráfico. Con este argumento, no se pretende establecer
juicios de valor alrededor de las asimetrías propias entre
actores del sistema internacional, sino más bien de señalar
que es producto de esa realidad, que es incuestionable, pues
la visión estadounidense ha imperado y ha contribuido a no
golpear la estructura del problema y, por el contrario, ha
reafirmado ese marco general.

A continuación se presentarán algunos elementos muy ge-


nerales que permiten afirmar que la política antidrogas, im-
plementada en Colombia desde los años setenta, ha sido una
“política afirmativa”. La política antidrogas en Colombia se
ha formulado, aplicado y “evaluado” —si es que se puede 97
La legalización
decir que ha sido evaluada de manera integral— con base de las drogas
ilícitas en
en los supuestos de la política antidrogas norteamericana. Colombia:
elementos para
Para Juan Gabriel Tokaklian los supuestos de la lucha esta- una discusión

dounidense contra las drogas son los siguientes:


1. Se asume un vínculo entre la demanda y la ofer-
ta en la existencia y expansión del fenómeno de
las drogas ilícitas en el que, implícitamente, se
rechaza la noción de que la demanda genera la
oferta y que, por lo tanto, es necesario colocar
el acento de la represión en los polos de cultivo,
producción, procesamiento, transporte y tráfico
de narcóticos, más que en los epicentros de con-
sumo de sustancias psicoactivas y de realización
de mayores ganancias de la empresa transnacio-
nal ilegal de los narcóticos.
2. Se asume que los efectos de una mayor y mejor
erradicación de cultivos ilícitos, como uno de los

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pilares esenciales de la lucha antidrogas en los
epicentros de oferta, serán de tres tipos para los
países donde se produce la demanda de drogas
ilegales: menor disponibilidad de sustancias psi-
coactivas, mayor precio de las mismas para los
que usan drogas y menos potencial de pureza de
aquellas; todo lo cual reduciría el consumo de
narcóticos. (Como consecuencia de este triple
efecto se supone a su vez que la criminalidad
urbana, ligada al asunto de las drogas, descen-
derá).
3. Se asume que los efectos de una mayor y mejor
erradicación de cultivos ilícitos para los países
donde se produce la oferta de drogas ilegales se-
rán varios: entre otros, reducir el precio del cul-
98 tivo ilícito en las zonas de producción, disminuir
Juan Manuel
Galán Pachón el poder de los traficantes, contener la violencia
y
Lech Julián generada por el narcotráfico sobre los sectores
Guerrero
más vulnerables de la población ligados a esos
cultivos, y evitar la mayor degradación ambiental
generada por los plantíos ilegales en áreas frágiles
y valiosas81.

El primer supuesto ratifica el espíritu prohibicionista de los


estadounidenses y como este se constituye en fundamen-
to de su política antidrogas; con un agravante, y es que los
estadounidenses asumen que el problema de las drogas en
su país es consecuencia de la oferta que los invade desde el
extranjero, lo cual soporta propuestas que atacan la fuente

81 Juan Gabriel Tokatlian, “Política antidrogas de Estados Unidos y cultivos


ilícitos en Colombia. La funesta rutinización de una estrategia desacerta-
da”, en Análisis Político, núm. 35, septiembre-diciembre de 1998, p. 42.

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de las drogas. La demanda es culpa únicamente de la ofer-
ta; para los países andinos es exactamente lo contrario, la
oferta es producto de la demanda. Esto lo que reafirma, es
que argumentos de tipo nacionalista tienen réditos políticos
y polarizan la discusión, pero no contribuyen a un debate
serio sobre la política antidrogas y la legalización. De ahí
el primer elemento que da cuenta del fracaso de la política
antidrogas, la superficialidad de los argumentos en torno a
los que gira la discusión.

Además porque el supuesto estadounidense en que la de-


manda está ligada a la oferta no es cierto como lo demues-
tran las cifras del aumento de los niveles de consumo en el
mismo Estados Unidos, en España, en Italia, en el Reino 99
Unido, entre otros82. En un escenario ideal, en el que la po- La legalización
de las drogas
ilícitas en
lítica antidrogas prohibicionista es exitosa, los niveles de Colombia:
elementos para
consumo tenderían a disminuir porque la oferta disminuye. una discusión
Sin embargo, las razones de consumo y los aumentos de
este, no obedecen exclusivamente a la oferta, esa es otra de
las causas que explica el fracaso de la política antidrogas; se
establecen causalidades que son ficción en la realidad. De
2004 a 2005 hubo una disminución de producción mundial
de cocaína que no incidió en una disminución en los niveles
de consumo en Estados Unidos y Europa.

82 “The level of cocaine use in Spain, which stood at 3 per cent of the
population aged 15 to 64, surpassed that in the United States (US) for
the first time. The UK was not far behind, with 2.4 per cent of the po-
pulation trying cocaine, four times as many as a decade earlier. In Spain,
42 per cent of people entering treatment for drug abuse was addicted to
cocaine, six times as many as in 2002”, United Nations Office on Drugs
and Crime (unodc), en Annual Report, 2007, p.11.

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El segundo supuesto hace referencia a que una mayor erra-
dicación de cultivos ilícitos redunda en una menor disponi-
bilidad en los países demandantes, mayor precio y menos
pureza. Sin embargo, los resultados de la política antidrogas
demuestran todo lo contrario.

En el caso de la hoja de coca en Colombia, por ejemplo, a


mayor número de hectáreas (ha) asperjadas no parece se-
guirla una disminución sustancial en el número de hectá-
reas cultivadas. Para Naciones Unidas desde 2004, año en
que la aspersión aérea sumó una cifra récord, 136.600 ha
asperjadas, cifra sólo superada por las de 2005 y 2006; sin
embargo según estimaciones del Departamento de Estado
de 2004 a 2006 hubo un aumento de 32.000 ha cultivadas
100
Juan Manuel de hoja de coca. Tomando las cifras más conservadoras, las
Galán Pachón
y de Naciones Unidas, de 2004 a 2006 apenas hubo una re-
Lech Julián
Guerrero ducción de 1.000 ha, cifra insignificante en una lucha tan
costosa.

Indudablemente la estrategia no está funcionando. El su-


puesto señala que a más erradicación menor disponibilidad
en el mercado demandante, no obstante se deja de lado que
esa mayor erradicación no ha resultado en una disminución
del número de hectáreas cultivadas, así entonces una dis-
minución de sustancias ilícitas en los mercados de Estados
Unidos, Europa y Japón, entre otros, no ha sido posible. Esto
sin contar la mayor eficiencia en la producción de cocaína
por hectárea de hoja cultivada, la falta de estadísticas sobre
el negocio, entre otras variables. Las cifras también revelan
que desde 1997 a 2006 han sido asperjadas 1.013.875 ha,
y al mismo 2006, según Naciones Unidas, Colombia tiene

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01BatallaDrogasPart1.indd 101
Tabla 2. Producción potencial mundial de cocaína, 1995-2005

% %
Change 2005

1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2004- total
2005

Bolivia 240 215 200 150 70 43 60 60 79 107 90 -16% 10%


Perú 460 325 325 240 175 141 150 165 155 190 180 -5% 20%
Colombia 230 350 350 435 680 695 617 580 550 640 640 0 70%
Total 930 875 875 825 925 879 827 805 784 937 910 -3 100%
Fuente: unodoc, cifras en cursiva revisadas en 2005

101

ilícitas en
Colombia:
de las drogas

una discusión
elementos para
La legalización

28/11/08 16:51:54
Tabla 3. Tamaño de los cultivos de coca y de las hectáreas
fumigadas en Colombia (1990-2005)*

Estimaciones
Estimaciones
del Número de
de Naciones
Año Departamento Hectáreas
Unidas
de Estado Asperjadas
(hectáreas)
(hectáreas)
1990 40.100 40.100 N/D
1991 37.500 37.500 N/D
1992 37.100 37.100 N/D
1993 39.700 39.700 N/D
1994 44.700 45.000 3.900
1995 50.900 50.900 23.900
1996 67.200 67.200 18.500
1997 79.400 79.500 41.900
1998 107.800 101.800 66.000
102 1999 160.100 122.500 43.100
Juan Manuel 2000 163.300 136.200 58.100
Galán Pachón
y 2001 144.800 169.800 94.200
Lech Julián 2002 102.000 144.450 130.400
Guerrero
2003 86.000 113.850 132.800
2004 80.000 114.000 136.600
2005 86.000 144.000 138.775
2006** 79.000 156.000 172.000
* Fuente: elaborado con base en el cuadro hecho por Gonzáles,
Santiago. “El Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos me-
diante Aspersión Aérea de Glifosato: hacia la clarificación de
la política y su debate” Centro de Estudios y Observatorio de
Drogas y Delitos-CEODD- Facultad de Economía. Universidad
del Rosario. Bogotá, 2006, p. 14.
** Los datos correspondientes a 2006 fueron tomados del Informe
Anual de las Naciones Unidas (UNODC), 2007; de las cifras pu-
blicadas por El Tiempo en su edición del Domingo 3 de junio de
2007, “Uribe molesto con EE. UU., por cifras sobre narcocultivos”
en donde citan el Informe del Departamento de Estado de los
Estados Unidos, 2007; y de las cifras reportadas por la Dirección
Antinarcóticos de la Policía Nacional.

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el mismo número de hectáreas que en 1997. La relación
costo / beneficio es ruinosa83, ha transcurrido una década y
cinco años de Plan Colombia, y la aspersión como política
pública demuestra su fracaso, se ha tenido que asperjar
más para contener el aumento del número de cultivos ilí-
citos.

El supuesto afirma también que los precios de las drogas ilí-


citas aumentarán producto de la implementación de las po-
líticas represivas, sin embargo, el precio en vez de aumen-
tar, disminuye. Se ha observado que la afectación temporal
—producida en las regiones por las políticas de control— no
tienen impactos duraderos y aunque los mercados se redu-
cen temporalmente, estos vuelven y se reacomodan. Por su 103
La legalización
parte, los grupos armados ilegales continúan con el control de las drogas
ilícitas en
sobre regiones productoras y al parecer intervienen en la Colombia:
elementos para
comercialización y la fijación de los precios84. una discusión

Además, la variación en los precios producto de las políti-


cas represivas implementadas en Colombia pueden hacer
que oscilen pero no tengan repercusiones importantes en
los precios internacionales de las drogas ilícitas. Por ejem-
plo, el informe del Observatorio Europeo sobre Drogas y
Toxicomanías (oedt) registró un descenso de precios en los
últimos cinco años que llegan en algunos casos al 45 por

83 “Es hora de reconocerlo”, en El Tiempo, 19 de junio de 2007, Edito-


rial.
84 United Nations Office on Drugs and Crime (unodc), “Monitoreo de
precios de Colombia”, en Informe de enero a julio de 2006, Proyecto
SIMCI II, p.1

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ciento. De ahí que determinadas drogas son más accesibles
para la masa hoy que a finales de los años de 198085.

El último elemento de este supuesto afirma que la pureza


de las sustancias ilegales tenderá a ser menor producto de
los golpes de los Estados en su lucha contra las drogas, no
obstante esto también ha sido desvirtuado en la realidad.
Si bien ha habido declaraciones de éxito por parte del go-
bierno de George Bush, en materia de reducción de la pu-
reza86, Adam Isackson, del Centro de Política Internacional
en Washington, señala que “los análisis de la tendencia de
los mercados de drogas ilegales se basan en márgenes de
tiempo muy cortos y que estos no permiten llegar a conclu-
104 siones satisfactorias en cuanto a los éxitos de la política”.
Juan Manuel
Galán Pachón
y El último supuesto establece que la lucha en los polos de
Lech Julián
Guerrero
oferta traerá, como consecuencia inevitable, la reducción
del precio del cultivo ilícito en las zonas de producción, dis-
minución del poder de los traficantes y una contención de
la violencia generada por el narcotráfico sobre los sectores
más vulnerables de la población ligados a esos cultivos.

El precio de la pasta básica y de la base de cocaína se ha


mantenido estable. Pese a que ha habido pequeños aumen-
tos y disminuciones en sus precios entre 2000 y 2005, no se
podría afirmar que los precios han cambiado sustancialmen-

85 Deutsche Welle, “Drogas baratas hacen aumentar el consumo en Euro-


pa”, noviembre 26 de 2006.
86 Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (dea), “Dismi-
nuye nivel de pureza de cocaína colombiana”, Washington, D.C. 21.

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Tabla 4. Precio promedio de la pasta básica 2000-
2005 (miles de pesos/kg)

2.400
2.300
1000 Pesos colombianos/kg

2.200
2.100
2.000
1.900
1.800
1.700
1.600
1.500
dic-99 dic-00 dic-01 dic-02 dic-03 dic-04 dic-05

Fuente: Monitoreo de Precios de Colombia. Informe enero a julio


de 2006. United Nations Office on Drugs and Crime. Proyecto 105
La legalización
SIMCI II. Disponible en: http://www.unodc.org/pdf/colombia/ de las drogas
ilícitas en
informe%20primer%20semsetre%202006.pdf. Colombia:
elementos para
una discusión

te y, sin duda, ni las incautaciones de la pasta básica ni de la


base de cocaína han afectado la producción de clorhidrato
de cocaína ni su precio. Lo que confirma que la política es
un fracaso.

El supuesto destaca que habría una disminución de poder


de los traficantes. Estados Unidos olvidó por completo
que Colombia atraviesa por un conflicto armado interno o
amenaza terrorista, como pretendió definirlo José Obdulio
Gaviria87 sin mucho éxito, en donde los principales traficantes

87 Véase el texto publicado por José Obdulio Gaviria, Sofismas del terroris-
mo en Colombia, 2005.

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a partir de la década de los noventa son los actores armados
ilegales que participan en dicho conflicto. Julián Guerrero,
hablando de la participación de las farc y de las desmovili-
zadas auc, señala lo siguiente:

[…] La participación de los actores armados ilegales


en el negocio del “narcotráfico” ha generado varias
consecuencias: la más importante, su expansión y
fortalecimiento tanto económico como militar. Ese
fortalecimiento también ha contribuido al aumento
de los cultivos de hoja de coca en todo el país y,
por consiguiente, a un aumento del tráfico de estas
sustancias a Estados Unidos, a diferentes países de
Europa e incluso a Japón. De esta manera se cons-
tituye una relación de doble vía que agudiza el con-
106
Juan Manuel flicto armado interno, en tanto que la expansión y
Galán Pachón el fortalecimiento de los actores armados ilegales
y
Lech Julián deriva en un aumento de los cultivos y tal aumen-
Guerrero
to, a su vez, produce un fortalecimiento de dichos
grupos. Es decir, una correlación positiva entre el
crecimiento de los cultivos de coca y la expansión
de las farc y las auc en los años noventa. Lo ante-
rior prefigura un círculo vicioso muy peligroso que
degenera aún más tan compleja realidad88.

El fracaso de la política antidrogas es evidente porque sus


supuestos esenciales desconocen, o por lo menos descono-
cieron en su momento, que los traficantes ya no eran las
tradicionales mafias sino los grupos armados ilegales. El

88 Julián Guerrero Cárdenas, “La política exterior colombiana en el marco


de la internacionalización del conflicto armado colombiano a partir de la
década de los noventa”, (monografía), Universidad del Rosario, p. 12.

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fortalecimiento militar y económico de las auc y de las
farc en los noventa demuestra que la disminución del po-
der de los traficantes no disminuyó, y mucho menos que
hubo menores índices de violencia producto de la lucha
antidrogas.

Luego de ser desvirtuados uno a uno los supuestos que


sustentan la política antidrogas de Estados Unidos, y en
ese sentido, el modelo que sostiene la política antidrogas
en Colombia, la pertinencia —de explorar otras alternativas
para fracturar el negocio del narcotráfico— no tiene que po-
nerse en discusión.

La legalización de las drogas en Colombia constituye una


107
posible salida al problema que plantea el narcotráfico. El La legalización
de las drogas
éxito de esta propuesta transita por el logro de consensos ilícitas en
Colombia:
a nivel internacional sobre su implementación. Thoumi se- elementos para
una discusión
ñalaba que el mundo no va a legalizarla porque Colombia
lo quiera; destacaba además, que el problema obedece a la
debilidad cultural y social de Colombia y que por lo tanto,
la solución al problema del narcotráfico debería comenzar
en la misma Colombia.

Si bien es cierto que Colombia requiere poner en tela de


juicio elementos esenciales de la sociedad colombiana, eso
tampoco excluye que las distintas sociedades que compo-
nen la escena internacional tengan que hacerse un auto
examen, y en esa medida contribuir en la búsqueda de so-
luciones contra el narcotráfico. Según Ethan Nadelmann,
profesor de la Universidad de Princeton, “Estados Unidos
ha gastado cada año casi veinte mil millones de dólares en

01BatallaDrogasPart1.indd 107 28/11/08 16:51:55


la aplicación de leyes antidrogas y una tercera parte de los
presos en las cárceles norteamericanas lo son por proble-
mas de droga”89.

Nadelmann solo es uno de los tantos académicos estadouni-


denses que se ha expresado a favor de la legalización de las
drogas como solución definitiva a todos los problemas gene-
rados por la prohibición de las drogas ilícitas. De esa simple
manifestación se desprenden tres elementos fundamentales
que justifican la exploración, el estudio y el análisis de una
eventual legalización de las drogas en Colombia. El primero
se refiere a que no todas las propuestas sobre la legalización
de las drogas tienen un carácter político. Así entonces, afir-
mar, como lo señala Thoumi, que esta propuesta solo res-
108 ponde a discursos exculpatorios que son políticamente muy
Juan Manuel
Galán Pachón
y
útiles, no es del todo cierto. La propuesta también proviene
Lech Julián de los mismos países prohibicionistas, algo que por lo me-
Guerrero
nos tendría que generar duda. El segundo elemento hace
referencia a que políticos y académicos estadounidenses se
han dado cuenta que la lucha contra las drogas, tal como
está planteada, no sólo afecta negativamente a los países
productores sino también a los consumidores. Nedelmann
destaca al respecto:

[…] Si el comercio de marihuana, cocaína y heroína


fueran legales, las administraciones federales y esta-
tales recogerían miles de millones de dólares en tri-
butos, precisamente cuando es de todos sabido que
los programas para la rehabilitación de drogadictos

89 Ethan Nadelmann, “Un problema de imaginación”. Citado en Enrique


Gómez, La tragedia de la droga, p. 233.

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carecen de fondos y rechazan a miles de enfermos
por eso90.

Europa, consciente de esa realidad, ha privilegiado en los


últimos años otro tipo de políticas como las de reducción
del daño. El consumo de drogas en Europa ya no es un pro-
blema de criminalidad sino de salud pública.

Las propuesta de la legalización de las drogas, y no exclu-


sivamente las propuestas provenientes de Colombia en
ese sentido, sino las que vienen de Estados Unidos, de los
países europeos, entre otros actores, pueden ser explicadas
recogiendo el argumento de Münch respecto a la pauta
institucional. Él señalaba que la pauta institucional tenía 109
La legalización
origen en la tradición. Ese argumento permite explicar de las drogas
ilícitas en
cómo el régimen internacional sobre las drogas ilícitas y Colombia:
elementos para
la política antidrogas —tanto en Estados Unidos como en una discusión

Colombia— tiene origen en la tradición prohibicionista


estadounidense.

Sin embargo, Münch también destaca que esas pautas insti-


tucionales están sujetas a cambios91:

Dicha pauta está sujeta a […] presiones dirigidas


de la discusión discursiva que cuestiona la validez
de las pautas institucionales. Ambos procedimien-

90 Ibíd. p. 234.
91 “Cambio” no significa mero caos; el cambio supone la transformación
de una pauta institucional desde un punto de vista temporal t1, a otro
punto, t2.

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tos tienen como resultado el debilitamiento de la
tradición en cuestión92.

Sobre la base de este supuesto, la legalización de las dro-


gas es una presión a una pauta institucional que no ha sido
capaz de regular el problema de la producción, el tráfico
y el consumo de las drogas ilícitas. La legalización es una
presión de carácter discursivo que cuestiona la validez de la
pauta institucional que rige en la actualidad, y en ese senti-
do, debilitaría la tradición estadounidense.

La presión institucional contra la política antidrogas y contra


el régimen prohibicionista internacional no procede única y
exclusivamente de los países productores, sino de un clamor
110
Juan Manuel de las mismas sociedades consumidoras que han comproba-
Galán Pachón
y
Lech Julián
do, por sí mismas, que la política antidrogas es un fracaso.
Guerrero

En ese contexto, la legalización de la marihuana, cocaína y


heroína se convierte en una alternativa que también pro-
viene de las mismas sociedades prohibicionistas, y por ello
es preciso explorar sus fundamentos. Una segunda razón
para explorar la legalización de las drogas es que su análisis
siempre se ha hecho desde categorizaciones absolutas que
condenan la propuesta como algo “malo” para la sociedad.
Es necesario, entonces, estudiar la legalización como res-
puesta a una política antidrogas fallida, como se demostró
de manera muy superficial, que no responde a las realidades

92 Ver Richard Münch, “Teoría parsoniana actual: en busca de una nueva


síntesis”, en La teoría social hoy, Anthony Giddens y J. Turner y otros,
(edic. española de Jesús Alborés), 1990, p. 180.

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cambiantes del negocio del narcotráfico y porque además
se cifra en postulados que los hechos se encargan de desvir-
tuar diariamente. Uno de ellos, por ejemplo, que las drogas
serán erradicadas de la faz de la tierra. Por lo anterior, a
continuación se hará un breve resumen de los principales
postulados tanto de la escuela prohibicionista como de la
antiprohibicionista; y en esta última se reseñará el modelo
de la legalización.

Prohibicionistas vs.
antiprohibicionistas

Una aproximación desde la


Organización Mundial de la Salud (oms) 111
La legalización
de las drogas
La discusión de la legalización de las drogas ilícitas es una ilícitas en
Colombia:
tarea que exige un estudio multidisciplinario en donde las elementos para
una discusión
ciencias de la salud son fundamentales para explicar las con-
secuencias del consumo de sustancias psicoactivas. Es un
imperativo entonces establecer un marco conceptual sobre
sustancias psicoactivas antes de señalar los supuestos de los
prohibicionistas y de los que defienden una eventual legali-
zación de las drogas.

La oms define a las sustancias psicoactivas como sustancias


que al ser tomadas pueden modificar la conciencia, el esta-
do de ánimo o los procesos de pensamiento de un indivi-
duo93 y que pueden conducir, no siempre, a la adicción que

93 Organización Mundial de la Salud (oms), “Neurociencia del consumo y


dependencia de sustancias psicoactivas”, 2005, p. 2

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puede ser de dos tipos: psicológica y física. El informe des-
taca que existen tres usos de este tipo de sustancias según
su estatus socio-legal: el primer uso es el de tipo medicinal.
Los sistemas médicos occidentales y de otro tipo han re-
conocido desde hace mucho la utilidad de estas sustancias
como medicación para aliviar el dolor, ayudar al sueño o
la lucidez y aliviar desórdenes del estado de ánimo. Un se-
gundo uso está relacionado con el estatus ilegal o ilícito.
Nótese que para efectos de este trabajo se ha utilizado la
expresión “drogas” o “sustancias psicoactivas” para referir-
se a estas; el carácter de ilegal lo obtienen gracias a las tres
convenciones que se explicaron en el primer apartado. Lo
anterior porque cuando se utiliza la expresión “drogas ilíci-
tas” se le da un valor propio que modifica la identidad del
112
Juan Manuel
objeto. Esta expresión tiene entonces ya una fuerte carga
Galán Pachón valorativa en donde se asocia “lo ilícito” con algo “malo”;
y
Lech Julián
Guerrero y es ahí donde radica uno de los problemas en el debate
de la legalización de las drogas psicoactivas. Dentro de las
sustancias clasificadas como “ilícitas” están: opiáceos, can-
nabis, alucinógenos, cocaína y muchos otros estimulantes,
al igual que los hipnóticos y sedantes. El informe señala que
el hecho de que sean ilegales, puede añadirles también cier-
to atractivo94. Finalmente, un tercer uso es el legal o lícito,
para cualquier propósito que elija el consumidor, allí están
las bebidas alcohólicas.

El informe de la oms afirma también que las sustancias psi-


coactivas de uso más común son las siguientes: cafeína y
estimulantes similares, comúnmente bebidos en forma de

94 Ibíd.

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café, té y muchos refrescos; nicotina, que actualmente se
consume con mayor frecuencia al fumar cigarrillos de taba-
co; y bebidas alcohólicas, que vienen en una amplia variedad,
incluyendo cerveza, vino y destilados. Debido a que el uso
de las sustancias cafeinadas presenta relativamente pocos
problemas, el informe de la oms no se encargó de establecer
sus consecuencias en términos de dependencia.

Otro elemento, abordado por el informe, es la dependen-


cia que se genera a partir del consumo de sustancias psi-
coactivas en la mayoría de los casos, sin embargo esto no
siempre ocurre. Existe una serie de variables que confluye
para determinar si un individuo se vuelve dependiente o no,
entre ellas se encuentran: formas de uso de las sustancias,
113
cantidades de uso de las sustancias, periodicidad, y también La legalización
de las drogas
otras de orden social, como la problemática del individuo y ilícitas en
Colombia:
el contexto social en el que se desarrolla. La dependencia no elementos para
una discusión
es el resultado exclusivo de las consecuencias biológicas del
consumo de las sustancias psicoactivas sino también facto-
res sociales son determinantes en ese proceso.

En resumen, las sustancias psicoactivas alteran el estado de


conciencia. Bien lo dice Rosa del Olmo cuando señala que
no respalda la distinción jurídica entre drogas lícitas (como
el café, el chocolate, el tabaco, el Valium, etcétera) y drogas
ilícitas (como la marihuana, la cocaína, la heroína, etcétera).
Desde el café hasta la heroína todas son sustancias psico-
activas95. Desde luego con ello no se pretende desconocer

95 Rosa del Olmo, ¿Prohibir o domesticar?: políticas de drogas en América


Latina, p. 114.

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el carácter adictivo y los impactos que unas y otras tienen
producto de su consumo. Luego de esta presentación, muy
sumaria y superficial sobre qué son las drogas psicoactivas,
se podrá analizar —de manera más científica, o mejor, más
objetiva— los supuestos de la escuela prohibicionista y de la
escuela antiprohibicionista.

Los prohibicionistas
Los prohibicionistas fundan su tesis en varios elementos: un
fundamento moral, sanitario, económico y social.

Desde el fundamento moral, las drogas son malas y por eso


hay que eliminarlas. El porqué son malas ha sido explicado
114
Juan Manuel
desde una perspectiva histórica que es de vital importancia
Galán Pachón
y para su comprensión; el prohibicionismo estadounidense
Lech Julián
Guerrero debe ser entendido entonces en un marco histórico. Ese
prohibicionismo se constituyó en la base del modelo de la
política antidrogas, política que a su vez se convirtió en una
prioridad para la política interior y exterior estadouniden-
se, a tal punto que ha sido considerada tema de seguridad
nacional desde la presidencia de Ronald Reagan. Hay que
recordar que en el primer capítulo de este trabajo se señaló
por qué las drogas fueron catalogadas como dañinas y co-
rruptoras de la sociedad y el por qué, junto con el alcohol,
fueron prohibidas; los abstencionistas se resisten a la tenta-
ción de los placeres fáciles, no gastan su dinero en sustancias
tóxicas que además producen consecuencias negativas a su
cuerpo y a su vida en sociedad. La idea de llevar una vida
pecaminosa y no autodisciplinada explica el fundamento de
la prohibición.

01BatallaDrogasPart1.indd 114 28/11/08 16:51:55


A este fundamento moral subyacen dos elementos impor-
tantes para avanzar de manera sensata en la discusión de
la legalización de las drogas ilícitas. En primer lugar, los
actores antiprohibicionistas que ven en la legalización una
alternativa conveniente para enfrentar el problema del nar-
cotráfico no pueden desconocer que la prohibición tiene
raíces muy profundas; la historia estadounidense da cuenta
de ello. No se puede afirmar que el prohibicionismo obe-
dece, como sostienen muchos, al simple deseo imperialista
estadounidense de oprimir a unos y quedarse con las ga-
nancias del narcotráfico. No existe una base empírica sólida
para hacer esta afirmación. Este tipo de afirmaciones crean
confusión pero sobre todo desconfianza en el interlocutor,
de ahí la necesidad de comprender cabalmente la razón de
115
ser del prohibicionismo. La legalización
de las drogas
ilícitas en
Colombia:
En segundo lugar, el prohibicionismo estadounidense e in- elementos para
una discusión
ternacional, el régimen sobre drogas psicoactivas y la polí-
tica antidrogas, han sido justificados por los efectos nocivos
que tienen en la salud humana las drogas psicoactivas, pero
también por las consecuencias negativas del negocio del
narcotráfico en las sociedades contemporáneas. Este fenó-
meno aparece reconocido de manera tácita en la evolución
misma de los tratados internacionales sobre drogas. Rodrigo
Uprimny resalta que la convención de 1961 solo habla de los
problemas sociales y de salud ligados a la toxicomanía. Para
él, es una convención centrada en los problemas primarios
o consecuencias de primer nivel y por eso nunca mencio-
na fenómenos como la existencia de organizaciones crimi-
nales, la violencia o la inestabilidad institucional96. Esto es
lógico en la medida en que los promotores y gestores de la

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convención de 1961 nunca se imaginaron que la prohibición
de esas sustancias psicoactivas generaría un mercado ilegal
de colosales proporciones. Es importante resaltar que esta
convención está centrada en combatir los efectos de primer
nivel.

La convención de 1988, por su parte, está centrada en los


efectos corruptores del tráfico de drogas sobre los Estados
y la economía. Es decir, esta convención intenta contro-
lar, aunque de manera desafortunada, los problemas se-
cundarios de la prohibición. La convención habla —dice
Uprimny— de “los vínculos que existen entre el tráfico ilí-
cito y otras actividades delictivas relacionadas con él, que
116 socavan las economías lícitas y amenazan la estabilidad, se-
Juan Manuel
Galán Pachón
guridad y soberanía de los Estados”97. La diferencia entre
y
Lech Julián efectos de primer y segundo nivel son determinantes a la
Guerrero
hora de plantear soluciones al tráfico de drogas ilícitas.

De otro lado, el fundamento sanitario y social sugiere que la


protección de la salud pública le corresponde al Estado. En
ese sentido, la dependencia y/o adicción que genera el con-
sumo de este tipo de sustancias es la principal preocupación
de los prohibicionistas y definitivamente su mejor argu-
mento. Thomas McNamara, embajador de Estados Unidos
en Colombia en el periodo del presidente Cesar Gaviria
—hablando de la legalización— señalaba lo siguiente:

96 Comparar con Rodrigo Uprimny, “Más allá del prohibicionismo: políti-


cas alternativas frente a las Drogas”, en La legalización de la droga, (ed.
Pedro Pablo Camargo), 1994, p. 137.
97 Comparar Ibíd.

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[…] Aumentará su uso entre más alto sea su poder
adictivo. Por ejemplo, en Estados Unidos, el alco-
hol tiene un poder de adición de cerca del diez por
ciento lo que significa que aproximadamente el diez
por ciento de los consumidores regulares se vuelven
adictos. El de la nicotina es mucho mayor, entre el
setenta y ochenta por ciento; y el del crack (o bazu-
co) virtualmente alcanza un cien por ciento98.

Sin embargo, las cifras no son precisas del todo y pueden


hacer pensar al lector que el consumo de todas las drogas
psicoactivas ilegales tienen el mismo poder de adicción del
crack, y en comparación, el alcohol y el tabaco son inofen-
sivos, lo cual es falso. Según la oms, en el informe citado, la
dependencia de la nicotina en el tabaco se asocia con más 117
muertes y problemas de salud que la existente respecto de La legalización
de las drogas
cualquier otra sustancia psicoactiva99. El informe destaca ilícitas en
Colombia:
también que aproximadamente 185 millones de personas elementos para
una discusión
hacen uso ilícito de uno u otro tipo de sustancias ilegales.
La tabla 5 demuestra que el cannabis es la sustancia que más
se consume entre los usuarios de drogas ilícitas, seguida por
las anfetaminas, la cocaína y los opiáceos.

El informe de neurociencia de la oms reconoce que el con-


sumo de sustancias ilegales más fuertes como la heroína y
la cocaína producen en los consumidores mayores niveles

98 Ver Discurso pronunciado por el embajador de Estados Unidos, Thomas


E. McNamara, en la Universidad de los Andes el jueves 25 de abril de
1991, “Legalizar la droga: ¿solución en U.S.A.?”, en Revista Nueva Fron-
tera, p. 20.
99 Organización Mundial de la Salud (oms), “Neurociencia del consumo y
dependencia de sustancias psicoactivas”, p. 4.

01BatallaDrogasPart1.indd 117 28/11/08 16:51:56


y
118

Guerrero
Lech Julián
Juan Manuel
Galán Pachón

01BatallaDrogasPart1.indd 118
Tabla 5. Prevalencia anual de uso global de drogas ilícitas durante el periodo de 1998 a 2001.

Todas las Canabis Estimulantes Cocaína Todos los Heroína


drogas ilícitas de tipo anfetamina opiáceos
Anfetaminas Éxtasis
Cantidad de usuarios 185.0 147.4 33.4 7.0 13.4 12.9 9.20
en millones
Proporción de la 3.1 2.5 0.6 0.1 0.2 0.2 0.15
población global (%)
Proporción de la población 4.3 3.5 0.8 0.2 0.3 0.3 0.22
de 15 años y más (%)

Fuente: unodoc, 2002

28/11/08 16:51:56
de adicción que otras sustancias, no obstante las cifras reve-
lan que estas no son las de mayor consumo en el mundo,
representan solo el 0,15 por ciento de la población mundial.
Los prohibicionistas argumentan que esas cifras se deben
a la prohibición y a que la guerra contra las drogas, según
ellos, no ha sido del todo un fracaso. Sin embargo, este ar-
gumento está desvirtuado toda vez que la prohibición no ha
logrado que ese mercado ilegal desaparezca o por lo menos
adquiera ese carácter plenamente. Los precios de las drogas
ilícitas son bajos, el mercado nunca se encuentra desabaste-
cido y la pureza se mantiene. ¿Es esto un mercado ilegal?

En otras palabras, el mercado ilegal de drogas ilícitas parece


más bien un mercado legal. El consumidor puede encontrar 119
fácilmente en una calle de Nueva York, París, Londres o La legalización
de las drogas
Tokio, desde cannabis hasta heroína a precios razonables, ilícitas en
Colombia:
muy a pesar de los esfuerzos policíacos. El bajo porcenta- elementos para
una discusión
je de consumidores —en comparación con aquellos que
consumen alcohol y tabaco— no se debe exclusivamente
a la prohibición; desde luego que no se puede desconocer
que la prohibición cumple una función social importante, y
mucha gente no se acerca a este tipo de sustancias porque
precisamente guardan ese carácter, sin embargo sería muy
precario afirmar que como resultado de la prohibición, los
niveles de consumo no aumentan. Como ya se anotó, el ac-
ceso hoy día a este tipo de sustancias no es algo imposible.
Rodrigo Uprimny señala al respecto:

Aún en circunstancias ideales, las actividades po-


liciales no pueden tener sino un impacto ínfimo
sobre el acceso a las drogas en el mercado ilegal.

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Se ha podido verificar que es completamente im-
posible el control de la presencia de drogas ilegales
en las prisiones; ¿cómo podría, entonces, ser posi-
ble el control de la disponibilidad de drogas en la
comunidad?100.

Ethan Nadelmann advertía desde 1989, lo siguiente:

On the domestic front, criminalization of the drug


market has proven as counterproductive as did pro-
hibition 60 years ago […] between 1981 and 1987,
federal expenditures on anti-drug law enforcement
than tripled, from less than $1 billion per year to
about $3 billion. Next year, they will total close to
$6 billion. […] All this effort, however, has had
120
Juan Manuel little impact on either drug dealers or the general
Galán Pachón
y public. Police now make about 750.000 arrests per
Lech Julián
Guerrero year for violations of the drug laws. But over three-
quarters of these have been solely for possession,
typically of marijuana. Those arrested represent less
than 2 percent of the 35 to 40 million Americans
estimated to consume illegal drugs101.

En resumen, las cifras en la realidad demuestran que la pro-


hibición nunca controlará en términos absolutos los merca-
dos de las drogas psicoactivas ilícitas. El objetivo de erradicar
las drogas ilícitas del mundo es una meta inalcanzable que
pese a los esfuerzos policiales, administrativos y financieros,

100 Rodrigo Uprimny, “Más allá del prohibicionismo: políticas alternativas


frente a las drogas”, p. 137.
101 “En el frente doméstico, la criminalización del mercado de drogas ha
probado ser contraproducente como lo fue la prohibición hace sesenta

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que hagan los gobiernos del mundo en ese sentido, nunca
serán suficientes. Nadelmann va más allá y señala que el
prohibicionismo ha logrado, por el contrario, fortalecer el

negocio del narcotráfico:

Ironically, the greatest beneficiaries of drug laws are


traffickers. The criminalization of the drug market
effectively imposes a de facto value added tax paid
to dealers. More than all of organized crime reve-
nues are believed to derive from the illicit drug bu-
siness; estimates of the dollar value range between
$10 and $50 billion per year102.

Otro argumento de tipo sanitario afirma que el consumo de


una droga blanda conlleva al consumo de drogas psicoactivas 121
La legalización
de las drogas
ilícitas en
Colombia:
elementos para
años […] entre 1981 y 1987, los gastos federales en la aplicación de una discusión
la ley antidrogas se triplicó de menos de un billón de dólares anuales,
a cerca de tres billones. El año siguiente, se cerraría con seis billones.
[…] Todo este esfuerzo, sin embargo, ha tenido poco impacto en los
traficantes de drogas o el público general. La policía, ahora, hace cerca
de 750.000 arrestos al año por violaciones a las leyes antidrogas. Pero
casi tres cuartos de estos han sido sólo por posesión, por lo general, de
marihuana. Los capturados representan menos del dos por ciento de
entre los 35 a cuarenta millones de americanos que se estima consumen
drogas ilegales”.
Ethan Nadelmann, “Drug Prohibition in the United States: Cost, Con-
sequences and Alternatives”, Science, vol. 245 (septiembre 1989), pp.
943.
102 “De manera irónica, los grandes beneficiarios de las leyes antidrogas son
los traficantes. La criminalización del mercado de drogas en efecto im-
pone un valor de facto que se añade al impuesto pagado por los comer-
ciantes de drogas. La mayoria de todos los ingresos del crimen organi-
zado se cree que derivan del negocio de las drogas ilícitas; los estimados
del valor en dólares están entre los diez y cincuenta billones al año”.
Ibíd.

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más fuertes, es decir, que el consumo de marihuana puede
poner en riesgo al consumidor y llevarlo a consumir cocaína,
anfetaminas o lsd. A ello se le conoce como la teoría de la es-
calada103. No obstante, el consumo de marihuana es peligroso
porque se lleva a cabo dentro de un círculo de distribución
o producción de drogas más peligrosas. Bien señala Gómez
que drogas suaves y drogas blandas se confunden cuando se
trata de un tráfico ilícito, de tal manera que en este medio es
más fácil pasar a drogas cada vez más peligrosas.

Finalmente, la escuela prohibicionista defiende la prohibi-


ción, interpelando a la legalización como una solución peor
al problema en cuestión. Los partidarios de la prohibición
tienden a estigmatizar los planteamientos alternativos de-
122
Juan Manuel
mostrando desconfianza por un debate realista en torno de
Galán Pachón las políticas sobre las drogas. Rosa del Olmo afirma que los
y
Lech Julián
Guerrero prohibicionistas cifran sus supuestos de la política antidro-
gas en una filosofía idealista porque allí lo que está en juego
es la moral, lo contrario sería una derrota. Un argumento
de esta naturaleza no admite discusión científica.

Con ese panorama, los prohibicionistas han hecho —de su


forma de argumentación— no una defensa de las ventajas
del prohibicionismo, porque como se presentó de manera
muy breve, no hay muchas ventajas, sino por el contrario
se defienden señalando los costos que una eventual legali-
zación tendría en las sociedades actuales. Del Olmo resume
así estas interpelaciones104:

103 Enrique Gómez, La tragedia de la droga. Perspectiva de una solución, p. 11.


104 Rosa del Olmo, op.cit., p. 114.

01BatallaDrogasPart1.indd 122 28/11/08 16:51:56


 Las drogas baratas y abundantes aumentarían; mu-
chos que no se atreven a probarlas por estar prohi-
bidas, lo harían, con lo cual aumentaría el número
de adictos así como los accidentes y delitos.
 Podría conducir a la venta de drogas sintéticas o
derivadas como el crack, sin ninguna compren-
sión sobre sus efectos.
 Habría más jóvenes drogados y mayor ausentis-
mo escolar.
 Surgirían drogas nuevas cuyas posibilidades son
ilimitadas.
 Aumentaría los costos de salud por el abuso de
drogas.
 Al eliminar las restricciones legales, el consumo
podría convertirse en socialmente aceptable.
 Implica rendirse ante el crimen organizado. 123
 Un Estado que recibe dinero del vicio es ejemplo La legalización
de las drogas
inmoral. ilícitas en
Colombia:
 Legalizar las drogas es una derrota moral colectiva. elementos para
una discusión
 La actual política ha fracasado pero la solución es
endurecerla.

Estos cuestionamientos pueden completarse con las pre-


guntas formuladas por Charles Rangel, senador demócra-
ta de Estados Unidos, en un artículo suyo publicado en el
Washington Post en 1988105:
 ¿Cuáles drogas narcóticas o psicotrópicas deben
ser legalizadas? ¿Con qué criterio debe tomarse
esta decisión?
 ¿Deben las drogas narcóticas o psicotrópicas es-
tar disponibles para cualquier persona que quiera

105 Charles Rangel, “Legalizing Drugs: A Dangerous Idea”, en The Washing-


ton Post, 11 de junio de 1988.

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probarlas —o sólo para quienes sean dependien-
tes de ellas?
 ¿El suministro ilimitado de drogas debe ser acce-
sible para los usuarios habituales o adictos? ¿O
tendrían que pagar el precio del mercado, hasta
por drogas a las que han desarrollado tolerancia
y entonces tienen que comprar más cantidad?
¿Quiénes son dependientes o adictos pueden
trabajar o mantener un trabajo?
 ¿Quién provee las drogas? ¿Las compañías priva-
das? ¿El gobierno? ¿Serían suministradas al costo
o con una ganancia —o estar sujetas a impuestos?
De ser así, ¿cuál sería la tarifa justa?

Rangel al final de su artículo sentencia lo siguiente: “Puede


124 ser que cuando estas preguntas tengan respuesta, la muy
Juan Manuel
Galán Pachón
y
peligrosa idea de la legalización de las drogas sea dejada de
Lech Julián lado de una vez por todas. Luego, espero que podamos dar
Guerrero
la batalla con un verdadero compromiso federal de confron-
tar nuestra gran crisis”106.

No obstante, y a diferencia de lo señalado por Charles


Rangel, la respuesta a estas preguntas abren la puerta a un
escenario más alentador que ha conducido a ver en la lega-
lización una alternativa realista en la lucha contra el nar-
cotráfico y una mejor salida al problema del consumo de
drogas ilícitas.

Así lo manifiestan premios nobel, políticos de diferentes


posturas ideológicas, académicos de las más diversas disci-

106 Ibíd.

01BatallaDrogasPart1.indd 124 28/11/08 16:51:56


plinas, escritores, periodistas, policías, ex agentes antinar-
cóticos, jueces, alcaldes y otros funcionario públicos, así co-
mo médicos, psiquiatras, psicólogos, entre muchos otros107,
no sólo colombianos, sino también estadounidenses, como

107 “En Colombia, por ejemplo, se realizó un simposio organizado por la


anif en 1979 en donde el ex presidente Ernesto Samper (1994-1998)
propuso que el país debía estudiar la legalización de la marihuana como
una alternativa seria para su regulación. Ese evento reunió a destaca-
das personalidades nacionales (entre ellas, el procurador general de la
nación, Guillermo González; el secretario general de la presidencia,
Álvaro Pérez; el rector de la Universidad Nacional, Ramsés Hakim), y
de Estados Unidos (el embajador estadounidense en Colombia, Diego
Asencio; el asesor para asuntos de drogas de la Casa Blanca, Lee Dogo-
loff; y el secretario de Estado adjunto para asuntos internacionales de
narcóticos del Departamento de Estado, Edwin Corr). La postura de los
funcionarios estadounidenses que asistieron al encuentro fue unánime
y categórica en cuanto al rechazo a cualquier propuesta que pudiera
125
significar, abrir o conducir hacia la legalización de la marihuana. En La legalización
esa misma línea se ubicaron las afirmaciones del procurador Gonzáles. de las drogas
Sin embargo, el debate no se agotó en la conferencia y lo que hay que ilícitas en
Colombia:
señalar es que para la época, el contralor General de la República, Aní- elementos para
bal Martínez Zuleta, se manifestó partidario de emprender la legaliza- una discusión
ción de la marihuana, al igual que el presidente de la Bolsa de Bogotá,
Eduardo Góez; y el ex presidente de la Corte Suprema y magistrado de
la misma, Luís Sarmiento Buitrago”. Ver Juan Gabriel Tokatlian, “La
polémica sobre la legalización de las drogas en Colombia, el presiden-
te Samper y Estados Unidos”, en Globalización, narcotráfico y violencia,
2000, p.142-143. Todo esto para señalar que han sido muchos los po-
líticos de diversas posturas ideológicas y funcionarios públicos los que
han apoyado de una u otra manera la legalización de las drogas. Así lo
confirma Tokatlian cuando en otro de sus textos señala: “Así, al inicio
del gobierno del presidente Gaviria, la cuestión de la legalización no
aparecía demasiado en la agenda de la polémica ilustrada del país. Va-
rios reconocidos comentaristas —como Antonio Caballero— reiteraban
la pertinencia de la misma, algunos académicos prestigiosos —como Ál-
varo Camacho Guizado— analizaban las bondades de la idea e incluso
ciertos políticos —particularmente conservadores— opinaban, de vez
en cuando, en favor de esa alternativa”. Tokatlian se refiere específica-
mente a Enrique Gómez Hurtado. Ver Juan Gabriel Tokatlian, “Política
pública internacional contra las drogas de la administración Gaviria y
las relaciones entre Colombia y Estados Unidos”, en Drogas ilícitas en
Colombia. Su impacto económico, político y social, 1997, p. 509.

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David Musto, profesor de psiquiatría y de la historia de la
medicina de la Universidad de Yale; Arnold Trebach profe-
sor de la Escuela de Derecho de la Universidad Americana
de los Estados Unidos; Milton Friedman, premio nobel de
Economía e investigador del Instituto Hoover de la Univer-
sidad de Stanford; David Boaz, vicepresidente ejecutivo del
Instituto Cato de Washington D.C.; Thomas Szasz, profe-
sor de psiquiatría en el Centro de Ciencias de la Salud en
la Universidad del Estado de Nueva York; Mathea Falco,
ex oficial antinarcóticos del Departamento de Estado; Louk
Hulsman, destacado criminólogo holandés, entre un gran
número creciente de jueces y abogados federales que han
expresado, según The Economist, su exasperación por el en-
foque que le ha dado Estados Unidos al problema de las dro-
126
Juan Manuel gas. Y, sigue The Economist, las objeciones llevaron a los po-
Galán Pachón
y líticos en Washington a celebrar una reunión a comienzos
Lech Julián
Guerrero de mayo de 1993 para revisar sus políticas contra las drogas,
que han sido un verdadero fracaso. Janet Reno, la procura-
dora general de entonces, comenzó la reunión describiendo
sus dudas acerca del enfoque represivo de Estados Unidos,
y terminó, significativamente, con un debate sobre los mé-
ritos de la legalización108.

Por lo anterior, el debate sobre la legalización de las drogas


ilícitas no puede ser clausurado con sentencias que parecie-
ran arrogarse verdades absolutas, más aún cuando varias
figuras prestigiosas del mundo académico y político han de-
sarrollado toda una serie de modelos y tesis, que han sido

108 “¿Es
bueno legalizar las drogas?”, tomado de The Economist, en Revista
Summa Internacional, núm. 74, agosto de 1993, p. 30.

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estigmatizadas desde posturas morales, que si bien son res-
petables, se han vuelto anacrónicas por cuanto no respon-
den a la realidad.

Los antiprohibicionistas:
una aclaración conceptual
En aras a la claridad conceptual que se ha exigido en este tra-
bajo, es preciso anotar que “descriminalización”, “despena-
lización” y “legalización” son términos diferentes, con una
entidad propia y que denotan situaciones distintas. Por lo
anterior, es imperante la construcción de un marco concep-
tual para no caer en lugares comunes que son capitalizados
de manera extraordinaria por los prohibicionistas para plan-
tear definiciones sobre la legalización como la siguiente: 127
La legalización
de las drogas
ilícitas en
Lo que realmente significa la “legalización de las Colombia:
elementos para
drogas”, es que la sociedad y el gobierno deberán una discusión
aprobar el uso generalizado y sin control médico de
drogas que son peligrosas para la salud y el bienestar
de los consumidores y cuyo uso no puede ser con-
trolado por la gran mayoría de ellos109.

Esta definición, por ejemplo, tiene una carga valorativa muy


fuerte. El enunciado comienza señalando: “Lo que real-
mente significa la legalización de las drogas…”. Pareciera
entonces que las definiciones que han propuesto los anti-
prohibicionistas no develan todos los pormenores de la pro-
puesta; en esta definición, por el contrario, se presentan las

109 Thomas McNamara, “Legalizar la droga: ¿solución en U.S.A.?”, en Re-


vista Nueva Frontera, p. 20.

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“verdaderas” consecuencias de una eventual legalización.
Así se comienzan a tender mantos de duda sobre qué es “le-
galización”, de ahí la importancia de un marco conceptual.

Del objeto y el nombre


Dentro de la escuela antiprohibicionista existen varias co-
rrientes que plantean vías alternas para enfrentar el proble-
ma del narcotráfico, entre ellas están los que defienden la
descriminalización, despenalización y legalización. Esta úl-
tima se divide a su turno en dos alternativas para legalizar:
la primera se refiere a una legalización de la producción, la
distribución y el consumo de drogas ilícitas en un marco re-
gulatorio bastante estricto; la segunda, a una legalización de
las drogas en donde solo intervienen las fuerzas del merca-
128
Juan Manuel do y la permisividad es total. Bien señala Del Olmo cuando
Galán Pachón
y afirma:
Lech Julián
Guerrero
Se trata por lo tanto de un debate muy complejo
y contradictorio con múltiples matices dentro de
cada posición, incluso en el manejo de los términos.
Por ejemplo, “legalización” no significa lo mismo
para todos. Algunos la consideran como sinónimo
de “descriminalización”, otros la equiparan con
“despenalización”. Algunos confunden este último
término con “descriminalización”, etcétera110.

Antes de establecer las diferencias entre cada uno de los tér-


minos que menciona Rosa del Olmo, es preciso anotar los
postulados comunes a toda la escuela antiprohibicionista.
En primer lugar, y por oposición a los prohibicionistas, los

110 Rosa del Olmo, op. cit., p. 118.

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antiprohibicionistas no creen que las drogas psicoactivas
sean eliminables. Este argumento es sustentado desde un
discurso filosófico al que subyace un realismo profundo que
está presente en el paradigma antiprohibicionista. Lo ante-
rior no quiere decir que no haya en esta visión elementos
idealistas y morales. Esa filosofía idealista la resume muy
bien Thomas Szasz cuando señala: “El derecho a la libertad
de ideas tiene su correlato, desde el punto de vista de los
derechos individuales, en la libertad para usar el cuerpo en
la forma que cada quien decida y no como lo determina el
Estado111”.

El realismo, característico de los antiprohibicionistas, tam-


bién puede ser sustentado desde esa visión histórica en la
129
que tanto se ha insistido. La hoja de coca, por ejemplo, ha La legalización
de las drogas
estado presente en la historia de la humanidad desde hace ilícitas en
Colombia:
5.000 años, y esa existencia —que es un hecho cumpli- elementos para
una discusión
do— se volvió indisoluble de la producción de sustancias
que afectan el estado de conciencia del ser humano. La
simbiosis entre naturaleza y ciencia, pero sobre todo el
aprovechamiento de ésta para bien o para mal, es un he-
cho irrefutable que la voluntad de los prohibicionistas no
podrá cambiar.

En segundo lugar, para los antiprohibicionistas el uso y


abuso de la ley es más peligroso que el abuso de las drogas
ilícitas, dando lugar a efectos secundarios mucho más per-
niciosos para la sociedad. Entender la diferencia entre los

111 Thomas Szasz, “Batallas morales contra la droga”, en EL País, Madrid,


10 de diciembre de 1987.

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efectos de primer y segundo nivel, evaluar cuáles son más
costosos para la sociedad, es un imperativo para los anti-
prohibicionistas por cuanto esa diferencia es determinante
para la construcción de un modelo legalizador de las drogas
ilícitas.

El tercer argumento, el cual comparten tanto quienes de-


fienden la despenalización, descriminalización y legaliza-
ción, es que la división actual entre drogas lícitas e ilícitas,
en término de daño a la salud, es arbitraria y no responde
a la realidad. Es preciso recordar lo anotado al comienzo
de este tercer capítulo, el consumo de tabaco produce más
problemas de salud que cualquier otra sustancia psicoacti-
130 va, esto por supuesto incluye a las ilícitas. A continuación se
Juan Manuel
Galán Pachón
presentará —de manera muy breve— las distintas corrien-
y tes de la escuela antiprohibicionista propuesta por varios
Lech Julián
Guerrero
autores112:

La descriminalización
Dentro de esta corriente existen dos tipos de descrimina-
lización. La “descriminalización de jure” se define como la
no aplicación de la ley, es decir, no se aplican las sancio-
nes que están estipuladas en el Código Penal, pero ello no
quiere decir que hay un cambio de las mismas. El segundo

112 Véanse los trabajos de Ethan Nadelmann, “Drug Prohibition in the Uni-
ted States: Costs, Consequences, and Alternatives”, en Science, vol. 245,
septiembre de 1989, pp. 939-947. Rosa del Olmo, “Debate en torno a
la legalización”, en ¿Prohibir o domesticar?: políticas de drogas en América
Latina, pp. 113-130. Rodrigo Uprimny, “Más allá del prohibicionismo:
políticas alternativas frente a las drogas”, en La legalización de la droga,
pp.117-148. Enrique Gómez, “El abc de la Droga”, en La tragedia de la
droga. Perspectiva de una solución, pp. 3-23.

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tipo es la “descriminalización de facto”, esta forma de des-
criminalización tampoco cambia la ley pero se aplica menos
severamente. El objetivo de la descriminalización es des-
congestionar el sistema judicial y penitenciario, y favorecer
un gran número de consumidores apelando al argumento
de que el consumo de drogas psicoactivas es un crimen sin
víctima. Sin embargo, la descriminalización no elimina las
consecuencias de segundo nivel que se han mencionado,
vale decir, la descriminalización no conlleva cambios en el
control de calidad de las sustancias ni repercute en el des-
mantelamiento de las mafias o carteles de la droga, no re-
percute en los otros efectos secundarios de la actual política
antidrogas.

La despenalización 131
La legalización
La despenalización propone modificar la legislación aunque de las drogas
ilícitas en
Colombia:
el derecho penal continúe regulando ciertas conductas. Hay elementos para
una discusión
varias propuestas como, por ejemplo, la despenalización del
consumo, o del consumo y del tráfico entre adultos, sin fines
de lucro y otras más que siguen surgiendo dentro del actual
debate jurídico-penal113. La despenalización del consumo es
la solución preferente en esta doctrina, no sólo porque mu-
chos autores no aceptan la imposición de penas criminales
para los que son consumidores sino que la experiencia ha
demostrado que la despenalización del consumo produce
buenos resultados.

Por un lado, Holanda despenalizó el consumo de drogas blan-


das. El Estado asumió el papel de distribuidor de manera

113 Rosa del Olmo, op. cit., p. 120.

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controlada de drogas blandas a través de los llamados co-
ffeshops. Por otro lado, desde 1976 despenalizó el pequeño
tráfico de drogas suaves como la marihuana y ha evitado
criminalizar a los adictos de drogas duras, como la heroína,
mediante la adopción de medidas de reducción de daños, ta-
les como tratamientos de desintoxicación, distribución gra-
tuita de jeringas, administración controlada de metadona.
Los resultados, a pesar de las críticas de los prohibicionistas,
no dejan de ser sorprendentes: ha habido una disminución
de usuarios toxicómanos infectados con el vih, disminución
de la mortalidad por sobredosis y disminución de la delin-
cuencia. Holanda, por ejemplo, ocupa un lugar intermedio
entre los países europeos y Estados Unidos en cuanto a la
cantidad de consumidores de sustancias como cannabis y
132 el tercer lugar dentro de los países con menor número de
Juan Manuel
Galán Pachón
y
consumidores problemáticos de drogas duras114.
Lech Julián
Guerrero
Uprimny señala que existe un estudio que mostró que a me-
diados de los ochenta, los casos de sida por inyección intra-
venosa eran de 67 por ciento en Italia, veintiuno por ciento
en Francia y ocho por ciento en Holanda. Igualmente, la
tasa de mortalidad de los heroinómanos en Holanda es de
0,5 por ciento frente a más del dos por ciento en los otros
países. Finalmente, los heroinómanos en Holanda están
más dispuestos a aceptar una ayuda profesional que los de
otros países en los que ese tratamiento es obligatorio, bajo
amenaza de sanción penal115.

114 Sandra Correa; Andrés Vergara Ballen; Yilberto Lahuerta Percipiano,


“Posibles implicaciones de la legalización del consumo y comercializa-
ción de las drogas en Colombia”, p. 19.
115 Rodrigo Uprimny, op. cit., p. 127.

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La experiencia holandesa, sin hablar de las otras experien-
cias que han tenido lugar en el continente europeo como las
despenalizaciones en Portugal116, España117, Luxemburgo118,
entre otros, presenta un elemento fundamental que desvir-
túa el argumento de los prohibicionistas según el cual una
despenalización del consumo de todas las sustancias ilícitas
generaría un problema de salud pública de dimensiones co-
losales. La política implementada por Holanda hace de la
salud pública una verdadera causa y las cifras corroboran
esta afirmación. Además los niveles de consumo, si bien au-
mentaron, mantienen a Holanda en un puesto intermedio
en un universo de países que no han despenalizado; afirmar
categóricamente que la despenalización aumenta los nive-
les de consumo dramáticamente, es falso. Por el contrario, 133
el número de casos de adicción problemáticos derivados del La legalización
de las drogas
consumo de estas sustancias, disminuye, y en ese sentido ilícitas en
Colombia:
baja la delincuencia, es decir, redunda en la disminución elementos para
una discusión
de los efectos de segundo nivel. Es preciso señalar que la
intervención del Estado holandés ha sido fundamental en

116 En Portugal, desde el 1 de julio de 2001, a través de la ley 30 de 2000, se


aprobó la despenalización del consumo de todo tipo de drogas, sin hacer
ninguna distinción entre duras y blandas. El proyecto fue aprobado con
el apoyo de los partidos Socialista, Comunista y el Bloque de Izquierda,
los cuales consideran la nueva ley como “un avance histórico” en la lucha
contra las drogas ilícitas. Esta medida decretó la abolición del delito, y
sustituyó el castigo por tratamientos o asesorías para los toxicodepen-
dientes y multas para los consumidores ocasionales.
117 En España se encuentra despenalizado el consumo de todo tipo de sus-
tancias psicoactivas, aunque se establecen algunos tipos de sanciones en
la ley de protección a la seguridad ciudadana de 1992.
118 Luxemburgo eliminó las sanciones penales para el consumo y posesión
de cannabis, desde mayo de 2001, estas medidas fueron reemplazadas
por multas según lo dictamina la ley del 27 de abril de 2001.

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todo este proceso. No se puede desconocer que las políti-
cas de reducción del daño han sido un factor decisivo en la
disminución de los problemas que eventualmente acarrean
aumento de niveles de consumo problemáticos. Así enton-
ces, los aumentos de consumo no son problemáticos per se,
sino cuando degeneran en adicciones severas que pueden
afectar el entorno cercano del adicto.

Lo anterior para destacar que las drogas son prohibidas por-


que son peligrosas. Es innegable, desde luego, que sustan-
cias como el crack o la heroína presentan riesgos médicos a
sus consumidores, pero se vuelven más peligrosas cuando
el consumo de las antedichas se debe hacer en condiciones
134 de ilegalidad que convierte a los efectos farmacológicos del
Juan Manuel
Galán Pachón
uso y abuso —términos completamente distintos, un uso
y no siempre implica un abuso— en efectos insignificantes
Lech Julián
Guerrero
cuando se comparan con los derivados de esa clandestini-
dad como la criminalidad y la violencia.

Por lo anterior, Milton y Rosa Friedman destacan lo siguien-


te: “[…] Por mucho daño que hagan las drogas a quienes las
consumen, nuestra opinión meditada es que el prohibirlas
es todavía peor, causa más daño a los consumidores y al
resto de ciudadanos”119. En este sentido, los efectos secun-
darios son mayores no sólo en términos de salud pública
sino también en términos de criminalidad, de corrupción y
clientelismo por todo el dinero que surge de la ilegalidad,
sin contar que, para los Estados y el mismo sistema interna-

119 Milton y Rosa Friedman, citados en Rodrigo Uprimny, op. cit,. P. 129.

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cional, poner en marcha todo ese dispositivo normativo e
institucional es un esfuerzo administrativo y financiero que
no está logrando las metas trazadas. En conclusión, los efec-
tos primarios —entendidos como las consecuencias farma-
cológicas del uso o abuso de drogas psicoactivas ilegales—
son menores que los efectos secundarios.

La legalización
La legalización de las drogas ilícitas plantea varias estrate-
gias para su implementación. En primer lugar, establece la
producción, comercialización, distribución y consumo de
drogas blandas, específicamente de la marihuana, lo cual
implica su venta legal a través de ciertas regulaciones. Sin
embargo, el debate principal de esta opción se ha desa-
135
rrollado en torno a la legalización de todas las drogas y la La legalización
de las drogas
abolición de las leyes penales vigentes, pero expresada en ilícitas en
Colombia:
dos propuestas diferentes: la legalización regulada por el elementos para
una discusión
Estado y la legalización competitiva sin intervención gu-
bernamental, sujeta simplemente al equilibrio del mercado
libre.

A continuación se presentarán las dos propuestas: la lega-


lización regulada y la legalización competitiva. La primera
establece que sea el Estado el que suministre las sustancias
psicoactivas, regule la producción y la venta y ofrezca pro-
gramas educativos, de prevención y promoción de la salud,
y terapéuticos.

Nadelmann sugiere que la dinámica de la legalización de-


pende de dos supuestos básicos: la mayoría de las drogas
ilícitas no son tan peligrosas como se cree porque su uso

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no siempre significa abuso, y porque los tipos y métodos de
consumo más riesgosos no son tan atractivos para mucha
gente porque son evidentemente muy peligrosos.

A partir de estas dos premisas, Nadelmann ha analizado los


costos de la prohibición y los beneficios de una eventual le-
galización regulada. Destaca lo siguiente: “El gobierno po-
dría recaudar miles de millones de dólares con un impuesto
a la venta, al regular la producción y la distribución; parte
de ese dinero se podría utilizar para financiar verdaderos
programas de prevención y tratamiento”.

El postulado de Nadelmann es reforzado por Gary Becker,


premio nobel de Economía 1992 y profesor de la Univer-
136
Juan Manuel
sidad de Chicago, en su más reciente libro, The Economic
Galán Pachón Theory of Illegal Goods: The Case of Drugs. En él, compara la
y
Lech Julián
Guerrero efectividad del enfoque represivo de la actual política an-
tidrogas con un modelo de legalización en el que se esta-
blece un impuesto al consumo y a la producción de todas
las sustancias psicoactivas. En este escenario, solo existirá
castigo hacia aquellos productores que intenten evadir el
impuesto.

En la revista Economía de la Universidad Externado de


Colombia hacen un interesante resumen de los postulados
de Becker. Uno de sus apartados señala lo siguiente:

De esta manera se plantea que un impuesto mone-


tario para desalentar la producción legal de droga
podría reducir más el consumo de droga que una
guerra eficiente contra estas. El precio del mercado
de las drogas legales —con un impuesto moneta-

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rio al consumo— podría ser mayor que el precio
inducido por una guerra óptima contra las drogas,
aunque los productores evadieran el impuesto mo-
netario y se mantuvieran en la economía clandesti-
na. En la literatura sobre crimen y castigo (Becker,
1968) argumenta que las multas son sanciones más
eficientes para las actividades ilegales que el encar-
celamiento y otras penas reales120.

Siguiendo a Nadelmann, no sólo la variable económica es


determinante en su propuesta de una legalización regulada,
allí también se encuentran aspectos tales como:

 El gobierno tendría la oportunidad de moldear


los patrones de consumo hacia las sustancias psi-
137
coactivas y formas de consumo más seguras. La legalización
 La salud y la calidad de vida de muchos consu- de las drogas
ilícitas en
midores mejoraría sustancialmente puesto que Colombia:
elementos para
el Estado estaría en la obligación de regular la una discusión
pureza y la potencia de las drogas disponibles en
el mercado; además, tendría la oportunidad de
tomar decisiones con mayor información sobre
las drogas que se compran en el mercado y se re-
duciría el riesgo de muertes accidentales debido
a envenenamiento o sobredosis.
 El costo de las drogas se reduciría drásticamen-
te y de esa manera se evitaría que las organiza-
ciones criminales tuviesen un margen de ma-
niobra amplio para obtener ganancias ilícitas.

120 Véase la reseña hecha sobre el texto de Gary S, Becker; Kevin M, Mur-
phy; Michael Grossman, “El mercado de bienes ilegales: el caso de la
droga”, en Revista de Economía Institucional, Universidad Externado de
Colombia, vol. 8. núm. 15, II semestre, 2006, p. 37.

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Estas organizaciones sufrirían un descalabro que
afectaría profundamente el mercado ilegal de
drogas.
 Disminuirían las tasas de homicidio y robo.
 La justicia sería mucho más eficiente y rápida
para combatir los tipos de criminalidad que son
inevitables.
 Se corregiría el mensaje hipócrita y peligroso de
que el alcohol y el tabaco son más seguros que
muchas drogas ilícitas.

A los supuestos de Nadelmann habría que agregar otros pla-


nes diseñados por escuderos de la legalización regulada por
el Estado. La droga, por ejemplo, sería regulada de manera
distinta estableciendo control de precios a través de diferen-
138
Juan Manuel tes impuestos, según su posible riesgo; habría limitaciones
Galán Pachón
y por edad, control de calidad, control de publicidad, control
Lech Julián
Guerrero del mercado, restricciones en tiempo y lugar del consumo,
y regulaciones para las compañías de seguros para que los
riesgos a la salud sean asumidos por el consumidor y de este
modo, desalentarlo al consumo; programas de tratamiento
inmediato a quien lo desee, etcétera.

Así entonces, una eventual legalización de todas las drogas


ilícitas —en un marco regulatorio— no elimina el control
de estas sustancias, por el contrario, se establece un control
mayor que el que ofrece el ámbito jurídico-penal, pero de
diferente naturaleza al cambiar cómo y quién lo llevará a
cabo121.

121 Comparar con Rosa del Olmo, op. cit., p. 120.

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La legalización competitiva tiene una serie de partidarios
dentro de la doctrina del liberalismo económico como
Milton Friedman y un destacado economista inglés Richard
Stevenson. Este último sostiene que los mercados legales
pueden regular las drogas de una manera socialmente acep-
table, tal como lo hacen con la mayoría de los bienes. En un
mercado libre, el comercio de drogas no tendría regulacio-
nes específicas y las drogas estarían libres. Restringir unas y
no legalizar otras debe ser rechazado ya que los criminales
se dedicarían a la producción y a la distribución de las cate-
gorías ilícitas.

Para Stevenson, en un mercado libre las drogas caras ba-


jarían de precio y la calidad mejoraría. La responsabilidad
dependería del interés del consumidor por sí mismo, y de 139
La legalización
los productores, para las consecuencias indeseables del con- de las drogas
ilícitas en
sumo. Finalmente, Stevenson destaca que la búsqueda de Colombia:
elementos para
una discusión
ganancias llevaría a las empresas productoras de las sustan-
cias psicoactivas a minimizar el daño que pueden causar
sus productos; producirían, por ejemplo, productos cui-
dadosamente etiquetados y de mejor calidad, imponiendo
sus propias restricciones sobre disponibilidad. Así entonces,
consideraciones de seguridad dominarían toda la estrategia
del mercado incluyendo el diseño de nuevos productos así
como un impuesto óptimo para financiar los programas de
educación y tratamiento. Un efecto de la legalización com-
petitiva, para Stevenson, sería el desarrollo de nuevas dro-
gas que provean las propiedades que quieren los usuarios
pero en forma más segura122.

122 Rosa del Olmo, op. cit., pp. 122-123.

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En suma, la legalización de las drogas, en cualquiera de sus
dos manifestaciones, busca un mercado legal legítimo con
el cual el mercado ilegal no pueda competir y por lo tanto
vaya desapareciendo. Al mismo tiempo que va protegiendo
al consumidor de posibles efectos secundarios.

A manera de conclusión:
lecciones para Colombia

Una eventual legalización de las drogas en Colombia —en-


tendiendo por “legalización” el cultivo, la producción, el
tráfico y el consumo de todas las drogas psicoactivas que
hoy día son ilegales— debe ser una propuesta concertada
140
Juan Manuel
con países demandantes de sustancias ilícitas como Estados
Galán Pachón Unidos, España, Reino Unido, Italia, Francia, entre muchos
y
Lech Julián
Guerrero otros. Para ello, agotar los canales bilaterales es una obli-
gación para Colombia. Asimismo, la propuesta de la legali-
zación de las drogas debe ser discutida en escenarios mul-
tilaterales del sistema internacional como la Organización
de las Naciones Unidas (onu), la Organización de Estados
Americanos (oea) y, por supuesto, con bloques de países
como la Unión Europea (ue).

Hablar de legalización de las drogas ilícitas en Colombia sin


lograr un consenso internacional alrededor de una propuesta
de esta magnitud solo haría del país una nación “paria” en
el concierto de las naciones. Entre las consecuencias de una
legalización unilateral de las drogas ilícitas en Colombia se
pueden señalar las siguientes: en materia comercial, imposi-
ción de bloqueos comerciales, terminación unilateral de con-

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venios y tratados comerciales o pérdida de preferencias aran-
celarias. En materia económica, disminución de los flujos de
crédito hacía el país, provenientes de la banca multilateral,
disminución de los flujos de inversión extranjera, entre otros.
En materia diplomática, Colombia no sería un interlocutor
válido en escenarios multilaterales, sería estigmatizado como
un país permisivo en el que sus ciudadanos han privilegiado
conductas de ilegalidad, entre otros.

Una legalización de drogas ilícitas exitosa en donde los mer-


cados ilegales tienden a desaparecer (esto no quiere decir
que no se creen mercados paralelos pero que serían ínfimos
comparados a los de hoy día) transita primero por una le-
galización concertada de drogas ilícitas entre en los países
141
consumidores y productores. La legalización
de las drogas
ilícitas en
Colombia:
Otra de las dificultades de plantear la legalización de las elementos para
una discusión
drogas —como una alternativa seria para enfrentar el pro-
blema del narcotráfico— tiene que ver con las posiciones li-
neales y simplistas que asumen tanto sus defensores como
sus detractores. Los primeros afirman que el problema del
narcotráfico es esencialmente económico. Piensan el pro-
blema en términos de mercado y reducen todas las otras
variables que explican la complejidad del problema. Los
segundos, asumen que se trata exclusivamente de salud
pública, es decir, de consecuencias farmacológicas y que
legalizar sustancias ilegales sería todo un despropósito.
Además señalan que las consecuencias de segundo nivel
son producto de los crímenes que cometen las organiza-
ciones criminales y las mafias y que la prohibición no ha
incidido en esa dinámica de violencia. Sin embargo, como

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se presentó a lo largo de este trabajo, Holanda aplica mo-
delos propios de la escuela antiprohibicionista como el de la
despenalización del consumo de drogas blandas, y políticas
de reducción del daño hacia consumidores de drogas duras
con mejores resultados en términos de salud pública y de
criminalidad.

La experiencia holandesa sugiere que la política antidrogas


—de carácter represivo como la colombiana y la estadouni-
dense— es un fracaso, no sólo porque sus resultados son
precarios, sino porque en comparación la política holande-
sa presenta avances significativos. A lo anterior subyace un
elemento fundamental a la hora de plantear una discusión
sobre la legalización de las drogas ilícitas, este se refiere a
142
Juan Manuel que tanto los efectos de primer nivel de las drogas, es decir,
Galán Pachón
y los efectos farmacológicos en los seres humanos, son igual
Lech Julián
Guerrero de graves que los efectos de segundo nivel; sin embargo
combatir los segundos de manera punitiva es más costoso
y genera más problemas como ya se ha comprobado. Lo
anterior, para aclarar que la legalización es una propuesta
de tipo económico que busca el descalabro económico de
las organizaciones criminales pero también está dirigida a
mejorar los problemas de salud pública que se derivan de
estas sustancias. La legalización busca entonces combatir
las consecuencias de primer y segundo nivel.

Ahora bien, plantear la legalización de las drogas ilícitas


como una alternativa conveniente y, sobre todo, realista
frente al narcotráfico tiene que involucrar dos elementos.
El primero de ellos, comprender de manera integral en qué
se funda y justifica el prohibicionismo internacional y espe-

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cíficamente el estadounidense. Entender los procesos his-
tóricos, políticos, culturales e internacionales que tuvo que
atravesar el prohibicionismo estadounidense y, en general,
el prohibicionismo internacional y que son un imperativo
para quienes hacen una propuesta en esa dirección.

La comprensión del prohibicionismo es el primer elemento


fundamental para que Colombia pueda entablar una discu-
sión seria, reflexiva y profunda sobre la legalización. Evitar
discusiones en términos morales e ideológicos es el primer
escollo a superar en esta difícil empresa, a lo cual muchos
afirman que eso es imposible porque la discusión siempre se
dará en el plano de lo moral y ahí la batalla está perdida. Sin
embargo, como también se anotó a lo largo de este ensayo,
143
la historia, los patrones sociales y, en últimas, la cultura no La legalización
de las drogas
son elementos estáticos, sino todo lo contrario, las socieda- ilícitas en
Colombia:
des viven en permanente transformación. elementos para
una discusión

De ahí, por ejemplo, que varias figuras públicas, académi-


cos de muchas disciplinas y políticos que defienden posturas
ideológicas contrarias, en Estados Unidos y en otros países
consumidores, se manifiestan a favor de la legalización por-
que comprueban que pese a tener un régimen internacional
sobre drogas ilícitas y una política antidrogas que cuenta
con el recurso humano, técnico y financiero suficiente para
luchar contra el narcotráfico, este se apuntala y se perpetúa
pese a todos los esfuerzos. Así, la pauta institucional que
hasta ahora rige los destinos de millones en el mundo revela
su impotencia para combatir el narcotráfico. En ese sentido,
la legalización de las drogas ilícitas cuestiona la validez de
esa pauta institucional.

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El segundo elemento es identificar acciones que paulatina-
mente contribuyan a un tránsito del prohibicionismo abso-
luto a modelos antiprohibicionistas, en el que el punto de
llegada sea la legalización regulada por parte del Estado de
las drogas ilícitas. En ese sentido, clarificar el estatus legal
de la hoja de coca en las convenciones de Naciones Unidas
es un paso para allanar ese camino. El derecho como ins-
trumento regulador de la vida en sociedad y la conciencia
de su uso en esa tarea, son determinantes para lograr modi-
ficaciones en la actual pauta institucional, y de esa manera
transitar hacia modelos menos prohibicionistas. El acuerdo
de 1998 es fundamental en este sentido porque genera con-
ciencia en las otras naciones de que el narcotráfico no sólo
compete a Colombia; el narcotráfico es efectivamente un
144
Juan Manuel problema de responsabilidad compartida.
Galán Pachón
y
Lech Julián
Guerrero Sin embargo, una evolución del prohibicionismo hacia
otros modelos como la legalización, no se avizora en el cor-
to y mediano plazo por una razón fundamental y es que la
legalización se ha desacreditado como una propuesta seria
y nadie, por lo menos en los círculos políticos colombianos,
quiere asumirla porque se ha estigmatizado per se; la lega-
lización es “mala” pero en realidad nadie la ha estudiado y
nadie sabe el porqué.

En resumen, una discusión seria, abierta y democrática sobre


una eventual legalización de las drogas ilícitas en Colombia
no se ha presentado porque quienes la atacan y la defienden
se han limitado a presentar escuetamente sus argumentos
como si fuesen verdades absolutas que no admiten discu-
sión alguna, y que ya están lo suficientemente demostradas,

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lo cual no es cierto. En ese sentido, la legalización debería
ser debatida de nuevo en el interior del país, desde postu-
ras académicas, científicas, técnicas y políticas, analizando
experiencias internacionales de despenalización, para fijar,
por lo menos, un criterio al respecto en el país. Lo anterior
no puede exculpar a Colombia de hacer una reflexión sobre
los problemas de debilidad en su estructura social, institu-
cional y cultural, pero ello no puede excluir que el proble-
ma del narcotráfico tiene un carácter internacional y que su
resolución no sólo depende de Colombia.

145
La legalización
de las drogas
ilícitas en
Colombia:
elementos para
una discusión

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